02-08-2019
Pensar en
la posibilidad de un gobierno mundial o de una gobernanza global parecería
lógico si se toma en cuenta que el mundo de hoy a nivel económico y político esta
interconectado. Los flujos de capital que se movilizan entre las diversas
bolsas de valores del mundo inciden sobre el desarrollo de la economía real de
todos los países y una crisis que estallara en cualquiera de los grandes
mercados financieros generaría consecuencias corrosivas sobre el sistema
capitalista.
En la reunión del G-20 de 2009, Francia y China
pusieron en tela de juicio la condición del dólar como moneda mundial y
exigieron que EEUU se comprometiera a defender el valor del dólar. En otro encuentro
internacional de economistas realizado en La Habana, capital de Cuba, ese mismo
año, Robert Mundell, considerado uno de los arquitectos del euro planteó la
necesidad del establecimiento de un Banco Central Mundial.
En el mundo existen una serie de reuniones y
encuentros como el Foro Económico Mundial, que se reúne todos los años en la
ciudad de Davos, Suiza, y del denominado Grupo de Bilderberg, fundado en 1954,
en donde participan representantes de las grandes corporaciones multinacionales
más importantes del mundo, periodistas, ideólogos e intelectuales, ministros de
estados, formuladores de políticas de las grandes potencias e incluso hasta
presidentes y primeros ministros, en donde se discuten y se intercambian puntos
de vista sobre la situación presente y en torno al futuro del capitalismo.
Lo anterior ha dado paso a lo que algunos denominan
teoría de la conspiración, que es una gigantesca especulación en torno al hecho
de que existe una colusión de intereses económicos de EEUU y Europa y posiblemente
asiáticas que se ponen de acuerdo para sus metas y objetivos a nivel mundial.
La primera vez que nos familiarizamos con esas
teorías de la conspiración fue en la década de 1970, cuando a nuestras manos
llegaron algunos textos de Lyndon LaRouche (1922-2019) en donde este se
presentaba como una personalidad destacada del partido demócrata de EEUU,
aparte de ser el presidente de una denominada Fundación Schiller que era una
especie de centro de investigaciones políticas y económicas. LaRouche afirmaba
que el único imperialismo que realmente existía era el británico y que EEUU en
el fondo seguía siendo una colonia económica de Inglaterra. También afirmaba
que hay una serie de organizaciones entre EEUU y el Reino Unido funcionaban
como cordón umbilical de intereses que mantenían a EEUU bajo la férula de la
oligarquía británica e incluso llega a afirmar que estos intereses británicos
querían la desintegración de los EEUU.
Lo cierto es que después de la Guerra Fría las
teorías de la conspiración se han difundido ampliamente a través del
ciberespacio y hace unos días escuchamos en el programa de Hispan TV, Detrás
de la razón, dirigido por el periodista mexicano Roberto de la Madrid, en
donde preguntó a uno de sus invitados que si el Estado profundo existía y qué
era. El invitado contestó que el Estado profundo era una colusión de intereses
económicos y políticos anglosajones cuyo centro era el Reino Unido. Esta
afirmación por parte de este entrevistado era una reproducción de las
afirmaciones de Lyndon Larouche y dio otros detalles que coinciden con las
ideas del ya mencionado.
El problema de estos argumentos es que los hechos
históricos no sustentan estas tesis porque el imperialismo es un fenómeno
general resultante del desarrollo del capitalismo monopolista en EEUU, Europa y
Japón, que se repartió el mundo a fines del siglo XIX en imperios coloniales y
esferas de influencia y que se expresan en los imperialismos estadounidenses,
inglés, francés, alemán, japonés, etc. En los últimos años países como China, Corea
Del Sur o Rusia se han sumado al club de países exportadores de capital.
También hay que tomar en cuenta la ley del desarrollo desigual que establece
que las diferencias de las potencias capitalistas en ascenso con las potencias
desarrolladas de capitalismo maduro genera grandes contradicciones que pueden
generar guerras y conflictos como las dos guerras mundiales del siglo XX y que
se repite en el litigio geopolítico entre EEUU y China.
Lenin escribía por los alrededores de 1916 sobre la
imposibilidad de la consigna de los Estados Unidos de Europa precisamente en
base a la ley de desarrollo desigual. Y esto es lo que explica en parte las
contradicciones y conflictos que se dan dentro de la Unión Europea que hasta
ahora han hecho inviable la concreción de que la UE salte a una confederación
política. Incluso es lo que explica el fenómeno del brexit.
Es evidente y lógico pensar que en los países
capitalistas existen intereses económicos que actúan como poderes faticos que
inciden directa e indirectamente en las decisiones políticas de los estados
nacionales. Las reuniones como las del grupo de Bilderberg son el producto de
las relaciones que existen entre los poderes económicos del sistema capitalista
en varias partes del mundo y en ellas discuten los problemas que afectan al
conjunto del sistema. Aparte del grupo Bilderberg, existió la denominada
Comisión Trilateral y el Grupo Koenisberg y que tuvieron una vida efímera en la
década de 1970. Pero en nuestra opinión y nos basamos en la ley del desarrollo desigual,
las contradicciones generadas ya sea por la coincidencia o del choque de
intereses dentro del capitalismo y que son muy reales, la posibilidad de que
poderes fácticos estén acariciando la idea de un gobierno mundial es poco
probable y resulta una especulación exagerada. Las conspiraciones existen y son
un factor político importante en el mundo de hoy pero no es lo único
determinante.
La teoría de la conspiración ha llegado a tal nivel
que algunos de sus promotores han invalidado las revoluciones políticas al
calificarlas como instrumentaciones de poderes fácticos en la sombra. Estas
teorías promovidas desde la década de 1970 invalidan toda la sociología
política contemporánea y no toman para nada en cuenta las luchas y el
protagonismo político de las masas plebeyas en sus diversas expresiones. Dicho
en palabras más claras, es una interpretación elitista de
los acontecimientos políticos y económicos del mundo de hoy que destaca el
papel de las clases dominantes como el factor mas decisivo.
En el mundo de hoy y siempre ha sido así, hay
poderes fácticos que inciden directa o indirectamente en la vida política de
las naciones. En el caso de EEUU los organismos que componen la denominada
comunidad de inteligencia, el Pentágono, el peso de WS, la Reserva Federal, los
medios de comunicación, las multinacionales y otros lobbies, son
realidades políticas e institucionales que no son elegidas en procesos
electorales. Presidentes y congresistas cambian pero estos organismos e
intereses no. Es muy normal y lógico que estos últimos defiendan sus espacios e
intereses independientemente de los inquilinos de turno de la Casa Blanca y del
Congreso. Situaciones similares se dan dentro de la Unión Europea. ¿Es lo
anterior suficiente para denominar este fenómeno como Estado profundo? ¿Es lo
anterior suficiente base para afirmar que hay una mano que mueve la cuna de los
acontecimientos políticos? La metodología e investigaciones que acometen los
sociólogos y politólogos nos indican que no. Por tanto, las denominadas teorías
de la conspiración son especulaciones exageradas y fantasiosas que generan
confusión y obnubilación ideológica.
Miguel Ángel Ramos Estrada, economista.
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