Diario
UNO / DOMINGO 25 DE AGOSTO DEL 2019
Por
Gustavo Espinoza M. (*)
Jorge
Basadre subraya que la revista Amauta “cuestionó y teorizó a profundidad sobre
los problemas de la sociedad peruana”. Y es que fue una decisiva herramienta
para la formación de una verdadera y auténtica conciencia nacional. Genaro
Carnero Checa, por su parte, distinguió tres etapas en esta importante
publicación. La primera, corresponde a los 16 números iniciales de la revista,
publicados entre septiembre de 1926 y el mismo mes de 1928. La segunda se
inicia con el número 17 y su polémica y precisa adhesión al socialismo Y la
tercera, en realidad, ya no le corresponde al Amauta por cuanto se publicó -por
poco tiempo- después de su deceso, ocurrido en abril de 1930.
En
su editorial de inicio –en 1926- José Carlos Mariátegui afirma que Amauta busca
ser “la voz de un movimiento y de una generación”, editada con el firme
propósito de ayudar “a conocernos mejor nosotros mismos”. “No hace falta
declarar expresamente que Amauta no es una tribuna libre, abierta a todos los
vientos del espíritu. Los que fundamos esta revista no concebimos una cultura y
un arte agnósticos. Nos sentimos una fuerza beligerante. Polémica. No le
hacemos ninguna concesión al criterio generalmente falaz, de la tolerancia de
las ideas. Para nosotros, hay ideas buenas e ideas malas
Como
una confirmación de la existencia de “ideas malas”, este periodo se vio
afectado por la abrupta represión que generó la detención de Mariátegui y la clausura
de la revista, en junio de 1927 cuando en su edición N. 9 dedicó sus páginas a
analizar el tema del imperialismo. La publicación quedó en receso hasta
diciembre de ese año. Al volver a luz, lo hizo con un editorial titulado
“Segundo acto”, en el que reafirmaba, muy modestamente, su misma voluntad de
lucha: “El trabajo intelectual, cuando no es metafísico sino dialéctico, vale
decir histórico, tiene sus riesgos”.
La
segunda etapa de Amauta –la del número 17- coincidió con su segundo
aniversario, y se inició en septiembre del 28 con un editorial titulado
“Aniversario y balance”. En él, precisó el rumbo más definido de la
publicación: “Amauta no es una diversión ni un juego de intelectuales puros;
profesa una idea histórica, confiesa una fe activa y multitudinaria. Obedece a
un movimiento social contemporáneo. En la lucha entre dos sistemas, entre dos
ideas, no se nos ocurre sentirnos espectadores. No inventar un tercer término.
La originalidad a ultranza, es una preocupación literaria y anárquica. En nuestra
bandera, inscribimos ésta sola, sencilla y grande palabra: socialismo”
Cada
una de las ediciones de Amauta da una idea del sentido universal y aun
ecuménico de las concepciones de Mariátegui, su verdadera identidad
internacionalista capaz, al mismo tiempo, de absorber todas las facetas de la
vida humana. Reflejó siempre un universo de temas, de artículos, notas y
pinturas vinculadas a ideología, política, educación, historia, arte, cultura y
otros aspectos estrechamente relacionados con el pensamiento. Un mosaico
expresivo de las inquietudes y motivaciones de Mariátegui, un genuino marxista
en proceso de realización.
Los
números siguientes -30, 31 y 32, que corresponden a su tercera época- salieron
ya bajo la responsabilidad de Ricardo Martínez de la Torre, esforzado
colaborador de Mariátegui que sin embargo no pudo vencer las dificultades
políticas y materiales del periodo. De inicio a fin, sin embargo, Amauta fue
una muy valiosa herramienta de lucha por la afirmación de ideas nuevas, por la
búsqueda de alterativas destinadas a concretar el ideal socialista. Una piedra
de toque, también, para distinguir lo bueno de lo malo en el escenario político
y social de nuestra patria.
Es
curioso. Precisamente en su editorial de septiembre del 28, Mariátegui afirma
que la historia, es duración. “No vale el grito aislado, por muy largo que sea
su eco; vale la prédica constante, continua, persistente” . Era, quizá, un modo
de afirmar que su mensaje resultaría perdurable, que se proyectaría en la
historia. Y así fue. Después de más de 90 años de su aparición en el horizonte
nacional, sigue tocando las fibras del corazón peruano y despertando su aún
conciencia aletargada.
Lo
confirma el éxito de la exposición “Redes de Vanguardia: Amauta y América
Latina. 1926 y 1930” que aún presenta el Museo de Arte de Lima –el Mali- en su
sede institucional del Paso Colón, y que pronto llegara a su fin. La muestra se
dio a conocer recientemente en Madrid, en el Museo Reina Sofía y alcanzó
singular relieve, Buenos Aires, Santiago de Chile y La Habana han tenido
recientemente la posibilidad de observar exposiciones y muestras del mismo
signo. Todas ellas confirman el aserto mariateguiano que alude a la única
importancia histórica: la duración.
Como
lo señalan los auspiciadores de la muestra, “Mientras muchas ediciones
vanguardistas fueron efímeras, o se asociaron a una única idea o movimiento,
Amauta se consolidó como uno de los proyectos más sostenidos del periodo y como
una de la revistas más influyentes del siglo XX”. Esta influencia, sin duda, se
proyecta en el nuevo siglo en el que la vida confirma la vitalidad de su
mensaje (fin)
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