El 27 de enero de 2020, el primer ministro chino, Li Keqiang, llega a Wuhan para dirigir la lucha contra la epidemia y restaurar el “mandato celestial”.
por Thierry Meyssan
Volviendo al tema de la epidemia de
coronavirus, Thierry Meyssan subraya que las decisiones autoritarias adoptadas
en Italia y Francia carecen de justificación de naturaleza sanitaria.
Más bien contradicen las observaciones de los mejores virólogos
y hasta las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud.
RED VOLTAIRE | DAMASCO
(SIRIA) | 21 DE MARZO DE 2020
La aparición de la
epidemia en China
El primer caso de una persona infectada con el
Covid-19 se diagnosticó el 17 de noviembre de 2019, en la provincia
china de Hubei. Inicialmente, los médicos trataron de alertar sobre
la gravedad de esta enfermedad pero encontraron la oposición de las
autoridades regionales. Fueron la multiplicación de la cantidad de casos y la
percepción de la gravedad del problema por parte de la población, los
factores que finalmente dieron lugar a la intervención del gobierno
central chino.
A pesar de todo lo que han dicho los medios de
prensa, la envergadura estadística de la epidemia de Covid-19
no es significativa. Aunque las personas que mueren son víctimas de
graves problemas respiratorios, el hecho es que el coronavirus mata
muy poco.
Desde los tiempos de la Antigüedad, la cultura
china siempre ha estado marcada por una vieja concepción según la cual
el Emperador goza de un mandato celestial que le permite gobernar a
sus súbditos [1]. Cuando el país sufre una catástrofe
–terremoto, huracán o epidemia– es porque el gobernante ha perdido
ese mandato celestial. Ante esa percepción cultural de las cosas, y
a pesar de que vivimos en la era moderna, el presidente Xi
Jinping se sintió amenazado por la irresponsabilidad del gobierno
regional de la provincia de Hubei. El Consejo de Estado decidió
entonces asumir el control de la situación y decretó el confinamiento de
la población de la capital provincial, la ciudad de Wuhan,
en sólo días construyó varios hospitales, envió equipos de trabajadores
de la salud a visitar cada familia de Wuhan –casa por casa–
para tomar la temperatura a cada habitante y aplicar diversos controles
de salud, ordenó que toda persona que presentara síntomas sospechosos fuese
llevada de inmediato a una instalación sanitaria para someterla a
exámenes de salud más detallados y aplicó a las personas que parecían
infectadas un tratamiento a base de cloroquina. Los casos
más graves eran internados en salas de cuidados intensivos y recibían un
tratamiento a base del medicamento cubano denominado Interferón
Alfa 2B recombinante (IFNrec). Esta gran operación de salud pública
apunta también a demostrar que el Partido Comunista conserva su “mandato
celestial”.
En medio de una conferencia de prensa sobre la epidemia de
coronavirus, el viceministro iraní de la Salud, Iraj Harirchi, ya
se ve afectado por la enfermedad.
Propagación del Covid-19
en Irán
Después de China, la epidemia se propaga
en Irán a mediados de febrero de 2020. Desde los tiempos de
la Antigüedad, China e Irán han estado muy vinculados entre sí.
Pero, tratándose de las afecciones pulmonares, la población iraní es la
más frágil del mundo. Casi todos los iraníes del sexo masculino
mayores de 60 años arrastran secuelas de los gases venenosos estadounidenses
utilizados por el ejército iraquí contra Irán durante la primera guerra
del Golfo (de 1980 a 1988). Es un fenómeno similar al que
se produjo en Alemania y en Francia después de la Primera
Guerra Mundial. Cualquier viajero que haya estado en Irán habrá
podido notar, con sorpresa, la gran cantidad de casos graves de
enfermedades pulmonares existentes en ese país. En Teherán, cuando la
contaminación del aire sobrepasa lo que la gente puede soportar,
se decreta el cierre de las escuelas y de los servicios públicos y
la mitad de las familias se van al campo con sus abuelos.
Eso sucede varias veces al año, desde hace 35 años, y
la población lo percibe como algo normal. El gobierno y
el parlamento iraníes se componen casi exclusivamente de veteranos
de la guerra entre Irak e Irán, o sea de personas extremadamente
frágiles frente al Covid-19, lo cual explica que tantas personalidades
iraníes se hayan visto afectadas en poco tiempo.
Debido a las sanciones de Estados Unidos
contra Irán, ningún banco occidental se atreve a cubrir los
transportes de medicamentos hacia ese país, así que para Irán fue
imposible garantizar tratamiento médico a las personas afectadas por el
coronavirus hasta que Emiratos Árabes Unidos rompió el embargo y envió
a Irán 2 aviones cargados con material médico. En resumen,
personas que en otros países no sufrirían graves consecuencias,
en Irán mueren rápidamente en cuanto la tos afecta sus pulmones
gravemente debilitados desde hace años. Como de costumbre,
el gobierno iraní cerró las escuelas. También anuló diferentes
manifestaciones culturales y deportivas… pero no prohibió los
peregrinajes. Algunas regiones cerraron los hoteles para evitar el
desplazamiento de enfermos que ya no encontraban espacio en los hospitales
cercanos a los lugares donde vivían habitualmente.
CNN incrementó sus índices de audiencia gracias a la
situación del crucero “Diamond Princess”, varado en Japón.
La cuarentena en Japón
El 4 de febrero de 2020, un pasajero que viajaba en
el crucero estadounidense Diamond Princess fue
diagnosticado como enfermo a causa del Covid-19 y otros 10 pasajeros
fueron diagnosticados como portadores del virus. Para evitar el contagio
en su país, el ministro de Salud de Japón, Katsunobu Kato,
impuso al barco una cuarentena de 2 semanas en Yokohama.
En definitiva, entre los 3 711 pasajeros del Diamond Princess,
en su mayoría personas de más de 70 años, se registraron
7 fallecidos.
El Diamond Princess es un crucero
israelo-estadounidense, propiedad de Micky Arison, hermano de Shari Arison,
la mujer más adinerada de Israel. Los Arison convirtieron este
incidente en una gran operación de relaciones públicas. La administración
Trump y varios países evacuaron por vía aérea a los pasajeros de sus
nacionalidades respectivas para que pasaran la cuarentena en sus propios
países. La prensa internacional dedicó sus principales titulares
al asunto y, citando como precedente la epidemia de gripe española
de los años 1918-1919, se afirmó entonces que el coronavirus podía
extenderse por el mundo e incluso amenazar la existencia misma de la
especie humana [2]. Esta hipótesis apocalíptica,
no sustentada por hecho alguno, se convierte así en una supuesta
“verdad”.
Es importante recordar aquí que, en 1898,
William Randolph Hearts y Joseph Pulitzer, deseosos de incrementar
las ventas de sus diarios, inventaron informaciones falsas para
provocar deliberadamente la intervención militar de Estados Unidos
en la guerra que se desarrollaba en Cuba entre las tropas coloniales
españolas y los independentistas cubanos. Aquello acabó siendo el inicio del «yellow
journalism», o «periodismo amarillo», que consiste en publicar
cualquier cosa con tal de aumentar las ventas de los diarios. Hoy
llamaríamos eso «fake news».
No se sabe, al menos por ahora, si los magnates de la
prensa quisieron sembrar el pánico premeditadamente presentando una vulgar
epidemia como «el fin del mundo». En todo caso, como una
deformación de la verdad siempre acaba provocando otra, los gobiernos
acabaron involucrándose en el asunto. Por supuesto, el objetivo
de los gobiernos no es vender publicidad asustando a la gente sino
explotar el miedo para garantizar su control sobre
las poblaciones.
Para el director general de la OMS,
el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, China y Corea del Sur
han dado el ejemplo al generalizar el uso de pruebas de
diagnóstico, lo cual es una manera de decir que, como práctica
médica, los métodos de Italia y Francia son absurdos.
La intervención de
la OMS
La Organización Mundial de la Salud (OMS),
después de seguir toda la operación, comprobó la expansión de la enfermedad
fuera de China. El 11 y el 12 de febrero, la OMS organizó
en Ginebra un foro mundial sobre la investigación y la innovación,
dedicándolo a esta epidemia. En ese encuentro, el director general de la OMS,
el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, lanzó un llamado a la colaboración
mundial, utilizando para ello términos extremadamente mesurados [3].
En todos sus mensajes, la OMS ha resaltado:
el poco impacto demográfico de la epidemia;
la inutilidad de los cierres de fronteras;
la ineficacia del uso de guantes y máscaras (exceptuando su uso por parte del personal sanitario) así como la inutilidad de ciertas «medidas barreras» (por ejemplo, mantener un metro de distancia entre las personas tiene sentido sólo cuando nos hallamos ante personas infectadas);
la necesidad imperiosa de elevar el nivel de higiene, principalmente lavándonos las manos, desinfectando el agua, mejorando la ventilación en los espacios cerrados, recurriendo al uso de servilletas desechables y bloqueando las vías respiratorias con el codo al toser o estornudar.
el poco impacto demográfico de la epidemia;
la inutilidad de los cierres de fronteras;
la ineficacia del uso de guantes y máscaras (exceptuando su uso por parte del personal sanitario) así como la inutilidad de ciertas «medidas barreras» (por ejemplo, mantener un metro de distancia entre las personas tiene sentido sólo cuando nos hallamos ante personas infectadas);
la necesidad imperiosa de elevar el nivel de higiene, principalmente lavándonos las manos, desinfectando el agua, mejorando la ventilación en los espacios cerrados, recurriendo al uso de servilletas desechables y bloqueando las vías respiratorias con el codo al toser o estornudar.
Sin embargo, la OMS no es una organización
médica sino una agencia de la ONU especializada en cuestiones
de salud. Sus funcionarios, aun siendo médicos, son ante todo
políticos. Eso impide a la OMS denunciar los abusos de algunos
Estados.
Además, desde la polémica sobre la epidemia
de H1N1, la OMS se ha visto obligada a justificar
públicamente todos sus consejos. En 2009, ante la epidemia
de H1N1, la OMS fue acusada de haberse dejado arrastrar por los
intereses de las grandes firmas farmacéuticas y de haberse apresurado a
sembrar la alarma de forma desproporcionada [4]. Esta vez, ante el Covid-19,
la OMS no utilizó la palabra «pandemia» hasta el 12
de marzo, o sea, al cabo de 4 meses.
El 27 de febrero, en la cumbre franco-italiana realizada
en Nápoles, el presidente francés Emmanuel Macron y el
primer ministro italiano Giuseppe Conte, anunciaron que actuarían juntos
ante la pandemia.
Instrumentalización
en Italia y en Francia
En la propaganda moderna, no basta con limitarse
a la publicación de noticias falsas –como hizo el Reino Unido para
convencer a su pueblo de que tenía que entrar en la Primera
Guerra Mundial–, hay que hacer proselitismo –como hizo la Alemania
nazi para convencer a los alemanes de que había que librar la
Segunda Guerra Mundial. La receta es siempre la misma: recurrir a la
presión psicológica para lograr que la gente haga voluntariamente cosas
sobre las cuales se sabe que son inútiles, pero que dirigen hacia
la vía de la mentira [5].
Por ejemplo, en 2001, todo el mundo sabía que
las personas acusadas de haber secuestrado los aviones implicados en
los acontecimientos del 11 de septiembre no aparecían en las listas
de pasajeros de esos aviones. Sin embargo, bajo el shock de los
acontecimientos, la gran mayoría aceptó sin chistar las acusaciones
absurdas que emitía el entonces director del FBI –un tal Robert Muller– contra
los «19 secuestradores aéreos». Otro ejemplo: todos saben que
el Irak gobernado por el presidente Saddam Hussein disponía
únicamente de viejos cohetes Scud soviéticos de sólo 700
kilómetros de alcance, pero numerosos estadounidenses hermetizaron las
puertas y ventanas de sus casas para protegerse de los gases que el
“diabólico dictador” planeaba lanzar utilizar contra Estados Unidos. Hoy
en día, tratándose del Covid-19, el confinamiento voluntario
a domicilio es lo que convence a cada cual de que la
amenaza realmente existe.
Hay que recordar que en toda la historia de
la medecina nunca antes se recurrió al confinamiento de la población
sana para luchar contra una enfermedad.
Y sobre todo, hay que recordar que
el índice de mortalidad de esta epidemia no es significativo.
En Italia, se trató primero de aislar las regiones
contaminadas siguiendo el principio de la cuarentena, pero después se ha
tratado de aislar a los ciudadanos unos de otros, lo cual implica
el uso de una lógica diferente.
Según el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, y
el presidente francés, Emmanuel Macron, el confinamiento de toda
la población a domicilio no apunta a vencer la epidemia
sino a ganar tiempo ante el contagio para que los hospitales
no colapsen ante una afluencia excesiva de enfermos. En otras
palabras, no es una medida de carácter médico sino de naturaleza
puramente administrativa y no hará disminuir la cantidad de personas
infectadas sino que sólo distribuirá los casos en un periodo de tiempo
más largo.
Para convencer a los italianos y a los franceses de
que esa decisión se justifica, el primer ministro italiano Conte y
el presidente francés Macron dijeron contar con el apoyo de comités de
expertos científicos. Por supuesto, esos comités no tienen
objeción en que la gente se mantenga se quede
en casa… pero tampoco se oponían a que continuaran sus ocupaciones
habituales. Después, Conte y Macron hicieron obligatoria la presentación
de un formulario oficial por parte de las personas que salen a
la calle. Se trata de una declaración personal bajo palabra
de honor que las personas presentan llenando un documento que lleva
el membrete del ministerio del Interior, declaración que no es objeto de
ninguna verificación.
En definitiva, los gobiernos de Italia y Francia
asustan a la población emitiendo imposiciones inútiles, que los médicos
especializados no aprueban: como la obligación de portar constantemente
guantes y máscaras y de guardar un metro distancia entre las persona.
En este video del 25 de febrero de 2020, censurado por el
ministerio francés de la Salud, el renombrado virólogo francés
Didier Raoult anuncia que los científicos chinos acaban de demostrar la
eficacia de la cloroquina en los casos positivos de Covid-19. Incluso recalca
que probablemente es “la infección respiratoria más fácil de
tratar”.
En Francia, el diario Le Monde,
presentado como «el cotidiano francés de referencia»,
Facebook France y el ministerio francés de la Salud se dieron a
la tarea de censurar un video del profesor Didier Raoult, uno de los
virólogos de mayor reputación mundial, quien ponía en evidencia la
ausencia de justificación médica de las medidas impuestas por
el presidente Macron [6].
Ponencia del profesor Didier Raoult ante la Asamblea General de los
Hospitales Universitarios de Marsella, 16 de marzo de 2020.
Es demasiado pronto para poder decir cuál es el
verdadero objetivo de los gobiernos del primer ministro italiano Giuseppe
Conte y del presidente francés Emmanuel Macron. Lo que sí es seguro
es que no se trata de luchar contra el Covid-19.
[1] The Mandate of Heaven and
The Great Ming Code, Jiang Yonglin, University of Washington
Press, 2011.
[3] «Nuevo coronavirus: se imponen la solidaridad, la
colaboración y medidas urgentes a nivel mundial»,
Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Organización Mundial de
la Salud, 11 de febrero de 2020.
[4] Pandemics, Science and Policy.
H1N1 and the World Health Organization, Sudeepa Abeysinghe, Plagrave
Macmillan, 2015.
[5] «Las
técnicas de la propaganda militar moderna», por Thierry Meyssan, Red Voltaire,
16 de mayo de 2016.
[6] «"La chloroquine guérit le Covid-19": Didier
Raoult, l’infectiologue qui aurait le remède au coronavirus»,
[en español, «“La cloroquina cura el Covid-19”: Didier Raoult, el
infectólogo que dice tener el remedio contra el coronavirus»], Étienne Campion,
Marianne, 19 de marzo de 2020.
Intelectual
francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for
Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe,
latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante
nuestros ojos la gran farsa de las "primaveras árabes" (2017).
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