JORGE
MARTÍN
05 JULIO
2020
David Harvey
es profesor de universidad y geógrafo que se define como marxista. Su serie de
vídeos sobre El Capital han sido vistos por cientos de miles de jóvenes
pertenecientes a una generación que se interesó por el marxismo a raíz de la
crisis de 2008. Por esta razón sus recientes declaraciones contra el derrocamiento revolucionario del
capitalismo han generado un importante revuelo.
Se
podrían hacer muchas críticas a las ideas de Harvey. Por ejemplo, su teoría de
la “acumulación por desposesión” tiene muchos problemas desde un punto de vista
teórico pero también por las conclusiones prácticas que se pueden deducir de
ella. Sus seminarios sobre El Capital representan una introducción decente en
general, pero también contienen algunos errores serios. En este artículo, sin
embargo, me centraré en sus recientes comentarios contra la revolución, porque
no creo que nunca haya planteado su opinión de manera tan clara, y porque sus
afirmaciones reflejan un problema común entre académicos y reformistas.
Harvey, el reformista
El
marxismo no es sólo una perspectiva académica o una herramienta de análisis.
Marx se dispuso a analizar y entender el mundo para transformarlo, como explicó
de manera tan brillante en sus Tesis sobre Feuerbach. Para Marx, la práctica
revolucionaria no era un mero extra, sino el núcleo de su actividad política,
la consecuencia de sus análisis y su motivación. En su carta a Weydemeyer,
dijo:
...Por
lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia
de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que
yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico
de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica
de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la
existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas del
desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente,
a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí
más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad
sin clases...
Así
pues, ¿qué dijo Harvey sobre la revolución, y en qué contexto lo dijo? Los
comentarios son de diciembre de 2019 en un episodio de Las Crónicas
Anticapitalistas llamado “Malestar mundial” que trataba sobre los alzamientos
revolucionarios que estaban teniendo lugar en ese momento en Ecuador, Chile, el
Líbano, etc. El vídeo completo está disponible online, así como una
transcripción de sus palabras. Esto es mejor que basarse en las breves citas
sacadas de contexto que circulan en las redes sociales. Yo le citaré
extensamente para no dar cabidas a distorsiones o malinterpretaciones de sus
ideas.
Veamos:
La
otra parte del problema es esta: que en la época de Marx si hubiese un colapso
repentino del capitalismo la mayor parte de la gente podría seguir
alimentándose y reproduciéndose. Debido a que la mayor parte de la gente era
autosuficiente en sus regiones y producía todo lo que necesitaban para vivir –
en otras palabras, la gente tendría un desayuno en su mesa cada mañana
independientemente de lo que ocurriera en la economía mundial. Ahora ese ya no
es el caso. La mayor parte de la gente en los Estados Unidos pero también cada
vez más, claro, en Europa, en Japón y también cada vez más en China, en la
India, en Indonesia, y en todas partes, dependen enteramente de que les provean
de alimentos, obteniendo así sus medios de vida de la circulación del capital.
Ahora bien, como decía, a diferencia de los tiempos de Marx ahora estamos en
una situación en la que alrededor de un 70% o un 80% de la población del mundo
depende de la circulación de capital para asegurar que les llega comida, para
proveerse del combustible que les permite moverse, y de los medios de
subsistencia que les permiten vivir en su día a día.
¡Este
es un argumento increíble contra la revolución que no tiene ninguna base en la
realidad! Está equivocado en muchos sentidos. En primer lugar, en tiempos de
Marx los obreros también obtenían sus medios de subsistencia en el mercado
capitalista. Trabajaban por un salario y con éste iban a la tienda a comprar
comida. Igual que ahora. Tal vez hubiera algunos obreros en los años 50 del
siglo XIX con pequeñas parcelas de tierra para cultivar (aunque esto
ciertamente no era aplicable a los poblados chabolistas de las grandes ciudades
industriales de la época), pero ese no era un factor que hiciese a la
revolución especialmente favorable en ese momento. El hecho de que hoy “un 70 o
un 80% de la población del mundo depende de la circulación de capital” para
obtener su comida y cubrir sus necesidades básicas ¡es ciertamente un factor
positivo en relación a la posibilidad de una revolución! Significa que el
campesinado ha sido socavado a escala mundial y que la agricultura de
subsistencia ha sido desplazada por los grandes cultivos capitalistas. Esto significa
que el peso específico de la clase obrera en la sociedad nunca ha sido tan
grande. Marx explica que, bajo el capitalismo, la clase obrera es la única
clase revolucionaria. Su crecimiento numérico y su fuerza potencial son sin
duda positivos para que haya una revolución socialista, algo que Harvey es
absolutamente incapaz de ver.
Además,
la idea de un “colapso repentino del capitalismo” en el que, parece ser, según
Harvey, toda la producción se detendría no tiene nada que ver con una
revolución. Una revolución socialista es cuando los obreros toman el poder
político y con él se hacen con el control y con la propiedad de la producción
para que los obreros mismos la gestionen para satisfacer las necesidades de la
sociedad.
El capitalismo: ¿demasiado grande para caer?
Harvey
insiste en imaginar una revolución como una detención repentina de toda la
actividad productiva, algo que sería un desastre:
Así
que yo creo que la situación se puede resumir de la manera siguiente: que el
capital ahora mismo es demasiado grande para que caiga. No podemos imaginar una
situación en la que detenemos el flujo de capital, porque si hacemos esto un 80% de la población mundial se moriría de
hambre, no podría moverse, no podría reproducirse de forma efectiva. (Énfasis
mío)
Este
es un ejemplo claro de la incapacidad de los académicos de entender el poder
creativo de la clase obrera. Un análisis rápido de las revoluciones de los
últimos cien años muestra lo contrario de lo que predice Harvey. Cualquier gran
proceso revolucionario muestra que la clase obrera siempre avanza hacia la toma
del control de las fábricas, de la producción de alimentos, etc. por sí sola en
su desafío al poder de la clase capitalista. Durante la revolución chilena de
1971-1973, haciendo frente a una huelga reaccionaria de camioneros, los barrios
obreros establecieron Juntas de Abastecimiento Popular para asegurar la
distribución de alimentos. Durante la Revolución española, las organizaciones
obreras se encargaron de la gestión de las fábricas, repartieron la tierra y
organizaron la distribución de alimentos, cuando los capitalistas escaparon al
bando fascista. En la huelga general francesa de mayo de 1968, en la que diez
millones de obreros fueron a la huelga y ocuparon las fábricas, los campesinos
organizaron el suministro de las ciudades bajo el control de comités obreros.
En Venezuela, el paro patronal de 2002-2003 fue desbaratado por la acción de
los propios obreros, que ocuparon las instalaciones de la empresa petrolera y
la operaron bajo su control, además de desatar una ola de ocupaciones de
fabricas y de control obrero. Estos son ejemplos del poder creativo y la
capacidad de organización de la clase obrera cuando se trata de transformar la
sociedad.
Harvey
no deja espacio para la duda. En su opinión, destruir el capitalismo y
construir una nueva sociedad es una fantasía pasada de moda:
No
podemos permitirnos un ataque sostenido contra la acumulación de capital. Así
que la fantasía que uno podría tener –
los socialistas o comunistas, la fantasía que podrían haber podido tener en
1850, que era que sí, que está bien, podemos destruir este sistema capitalista
y construir algo totalmente diferente – eso es imposible hoy día. Tenemos
que asegurarnos de que el capital sigue moviéndose, tiene que seguir en movimiento,
porque si no hacemos eso podemos vernos en una situación en la que, como dije,
la mayoría de nosotros moriríamos de hambre. (Énfasis mío)
Ahí
lo tenemos: el capitalismo no funciona, admite, pero al mismo tiempo no puede
ser destruido. A eso se reduce la impotente sabiduría de su marxismo académico.
Al menos Harvey es lo bastante honesto como para sacar las conclusiones que
emanan de su propio enfoque. Si el capitalismo no puede ser destruido lo único
que queda es reformarlo:
Y
esto quiere decir que el capital en general es demasiado grande para caer. Es
demasiado dominante, y es demasiado necesario para nosotros, tanto que no
podemos dejar que caiga. Tenemos que pasar un tiempo sosteniéndolo, tratando de
reorganizarlo, y modificarlo muy lentamente y a lo largo de muchos años hasta
que adopte una configuración diferente. Pero
un derrocamiento revolucionario de ese sistema económico capitalista no es
posible en este momento. No pasará, no puede pasar, y tenemos que asegurarnos
de que no pase. (Énfasis mío)
Harvey
no es un mal crítico del capitalismo, y ha escrito muchos libros criticándolo y
ha dado muchas charlas explicando por qué es un sistema explotador que no
beneficia a la mayoría de la sociedad. Pero a fin de cuentas está firmemente en
contra de derrocarlo mediante una revolución y su argumento es que el
capitalismo debe ser “sostenido” (!) por nosotros (imagino que aquí alude a la
izquierda o al movimiento obrero), y suavemente escorado hacia una
“configuración distinta”.
Su
enfoque profundamente reformista queda aún más claro en su conclusión:
Por
lo tanto, un programa socialista o anticapitalista del tipo que yo querría trataría de gestionar este sistema capitalista de
la manera en que evitemos que sea demasiado monstruoso para que podamos
sobrevivir, y al mismo tiempo trataría de organizar
el capitalismo para que se hiciera menos dependiente de los beneficios y más
organizado para que provea de los valores de uso necesarios a toda la población –
para que toda la población pueda reproducirse en paz y tranquilidad, y no como
está sucediendo ahora, que no genera paz ni tranquilidad sino erupciones.
(Énfasis mío)
Así
que esto es lo que defiende David Harvey, la idea totalmente utópica de que el
capitalismo puede ser reformado, y no sólo eso, que sea reformado para que en
vez de buscar el beneficio provea a la población de los valores de uso que
necesita (!). Claramente, Harvey no ha aprendido nada de leer El Capital, y
este análisis del capitalismo no tiene nada en común con el marxismo, y menos
aún con la lucha de clases. El capitalismo se basa precisamente en la búsqueda
incesante del beneficio. Los capitalistas no están interesados en producir
valores de uso, sino valores de cambio para que puedan materializar sus
beneficios y reproducir el capital a una escala aún mayor. El sistema
capitalista no puede ser “gestionado” para que vaya en contra de su propia
naturaleza, de la misma manera que uno no puede “gestionar” a un depredador
carnívoro para que se haga vegetariano, y cualquiera que lo intente se
convertirá en su merienda. Correctamente, Harvey ha criticado a los burgueses
que abogan por un “capitalismo de accionistas”, pero al final su propuesta es
exactamente la misma.
Aún
peor, dice que gestionar el capitalismo crearía un oasis de “paz y
tranquilidad” en vez de las “erupciones” que tenemos ahora. No sólo niega la
posibilidad de las revoluciones, sino que ve los movimientos revolucionarios,
como los que sacudieron Chile y Ecuador hace unos meses, como nocivas
“erupciones” que son un incordio para la “paz y la tranquilidad”.
Esta
charla de Harvey tiene dos premisas básicas que son correctas y con las que
podemos estar de acuerdo. En primer lugar, que en aquel momento, en diciembre
de 2019, estábamos presenciando un estallido global de movimientos de protesta.
“Así que si miras la situación y dices, bueno, están sucediendo cosas que
apuntan hacia una oleada de protestas masivas de distinto tipo.” Yo añadiría
que un rasgo importante de estos movimientos es que tenían
características insurreccionales, pero en cualquier caso estaríamos de
acuerdo en que no eran hechos aislados de tal o cual país. Harvey empieza con
el alzamiento en Chile, luego habla de las revueltas en Ecuador en octubre de
2019, sobre el Líbano, Irak y los chalecos amarillos de Francia.
Inexplicablemente,
también añade el golpe de Estado en Bolivia a su lista:
Al
mismo tiempo, y en una dirección un tanto diferente, hubo protestas en Bolivia.
Había habido unas elecciones. Existía la sospecha de que Morales, el presidente,
no tenía tantos votos como decía. Y lo que vimos a continuación fueron, en
cierto modo, manifestaciones de masas de la derecha. Y el presidente y su
gobierno tuvieron que abandonar el país e ir a México a pedir asilo, que les
fue concedido. Y de nuevo pues movimientos de masas en las calles, grupos
entrando en conflicto y enfrentándose.
Reconoce
que el movimiento “iba en otra dirección” y que eran “manifestaciones de masas
de la derecha”, pero se le olvida lo importante: Evo Morales fue depuesto por
un golpe de Estado, en el cual los militares salieron en televisión a darle un
ultimátum. Este no es un mero detalle, y ciertamente ningún marxista podría
poner en el mismo saco a movimiento revolucionarios y contrarrevolucionarios, e
intentar analizarlos juntos, como si tuvieran la misma causa.
Pero
sigamos. El segundo argumento con el que podemos estar de acuerdo es cuando
dice que el problema no es el neoliberalismo, sino el propio capitalismo:
Hay
dos formas en las que puedes pensar en la base económica de lo que está
sucediendo. La primera es decir, esto es un problema de la forma particular de
acumulación de capital, la forma particular del capitalismo, que en general
llamamos neoliberalismo – y la otra forma es pensar que el problema no es el
capitalismo como tal sino su forma neoliberal… existe ese punto de vista. Yo no
lo comparto.
En
vez de eso, según Harvey:
El
sistema económico, el modelo económico, no funciona, y el modelo económico es
el capitalismo. Así que nos enfrentamos a una cuestión muy real y muy seria. Y
ahora nos estamos dando cuenta de ello. Nos estamos haciendo conscientes.
Hasta
aquí ningún problema.
Una
vez ha llegado a la conclusión de que el problema es el capitalismo como tal y
que esto es lo que inspira las protestas en todo el mundo pasa a advertirnos de
que el capitalismo ni puede ni debe ser abolido. Sus argumentos no tienen
ningún sentido y no se basan en los hechos.
No
creo que hasta ahora Harvey se haya expresado tan claramente contra la idea de
la revolución, pero las ideas de esta charla no caen del cielo y son el
resultado de todo su método. En una entrevista con Leo Panitch hablaba sobre la
“reforma imposible y la revolución improbable”. Ahora sale en contra de la
revolución y pide reformas lentas y cuidadosas.
Se
apoya en conceptos como “la inexistencia de la clase obrera clásica en el mundo
actual” o que “el neoliberalismo ha conquistado nuestras mentes”, y por ello es
absolutamente incapaz de ver lo que está pasando ante sus ojos. Los alzamientos
en Chile y Ecuador en octubre y noviembre de 2019 pusieron de relieve, por un
lado, la crisis del capitalismo, que es incapaz de satisfacer las
reivindicaciones más básicas, y, por otra parte, el enorme poder que tienen los
trabajadores cuando empiezan a moverse. En ambos casos, enormes movimientos
insurreccionales desafiaron al poder de la clase dominante y, al menos de forma
embrionaria, plantearon elementos de doble poder. La Asamblea Popular y la
Guardia Indígena en Ecuador, los Cabildos Abiertos, los comités de defensa de Primera
Línea y las asambleas populares en Chile, eran formas incipientes de poder
obrero, la bases para nuevas instituciones, para una sociedad nueva.
Es
cierto, aquellos movimientos no condujeron a la victoria. La clase obrera no
tomó el poder, el capitalismo no fue derrocado. Pero eso no se debía a ninguna
de las razones que plantea David Harvey. No se debió al hecho de que “el
capitalismo sea demasiado grande para caer”, ni era porque “la revolución es
imposible”. Lo que faltó fue una dirección marxista capaz de ganarse a la
mayoría del movimiento y llevarlo a la victoria. Eso queda por construir, en
Ecuador, en Chile y en otros lugares. Será establecida sobre la base de un
estudio serio de Marx y de otros marxistas. David Harvey y su impotencia
académica reformista, derrotista y desmoralizada no prestarán ninguna ayuda en
esta tarea, por desgracia.
No puedes ser “marxista académico” y marxista
Cuando
le preguntaron directamente en una entrevista para la revista Jacobin si era
marxista, Harvey respondió de la siguiente manera:
Yo
sugerí a algunos estudiantes de posgrado que quizás deberíamos leer a Marx. Así
que empecé a leerlo, y me pareció que era más y más relevante. En cierto
sentido, fue una elección intelectual más que política. Pero tras citar favorablemente
a Marx un par de veces, la gente empezó a decir que yo era marxista. Yo no sabía qué quería decir eso, pero al
cabo de un tiempo dejé de negarlo y dije, vale, sí, soy marxista, aunque no sé
qué quiere decir eso – y aún hoy en día no sé qué quiere decir. Claramente
tiene una carga política, es una crítica
al capital. (Énfasis mío)
Esto
es todo muy confuso, y ciertamente no es marxismo. El marxismo no es
sencillamente una crítica al capital, el marxismo es una doctrina
revolucionaria para derrocar al capitalismo.
Como
dijo Lenin en El Estado y la Revolución:
Ocurre
hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia repetidas
veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las
clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes
revolucionarios, las clases opresoras los someten a constantes persecuciones,
acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la
campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se
intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así,
rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para "consolar" y
engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina
revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola. En semejante
"arreglo" del marxismo se dan la mano actualmente la burguesía y los
oportunistas dentro del movimiento obrero. Olvidan, relegan a un segundo plano,
tergiversan el aspecto revolucionario de esta doctrina, su espíritu
revolucionario.
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