Fecha: 25 de agosto de 2020
Artículo: Alternativas y
respuestas frente a la crisis pandémica del Globalismo
Autor: Ramón Espinoza Guerrero
El Perú es la economía que más se ha contraído en América Latina. Es posible que este año lo haga hasta el 20 por ciento del PBI oficial, debido a la contracción del 60 por ciento del PBI de los niveles socioeconómicos CDE (equivalente a -15 por ciento del PBI oficial) y a la contracción del 6.5 por ciento del PBI de los niveles socioeconómicos AB (equivalente a -5.0 por ciento del PBI oficial), lo que significa un crack mayúsculo de la economía autogestionaria (MYPES), y no de la economía convencional AB, la misma que se recuperaría por inflación y revalorización de activos[1] en el mediano plazo (2022).
Se avecina, en el cuarto trimestre del
año, un ambiente de autogestión ciudadana de pequeños negocios de sobrevivencia
con una pobreza, anarquía y violencia insostenibles. El Estado peruano no podrá
afrontar tal situación, lo ha demostrado, y no por problemas económicos o
tecnológicos sino por incapacidad de liderazgo y desarrollo organizacional, al
estar atado de pies y manos por sus propias normativas y procedimientos
burocráticos. Los Estados Corporación, sobre todo en los países subdesarrollados,
son un desastre administrativo frente a la pobreza, el subempleo y el caos de
masas. El Estado peruano, lo único que ha podido hacer es inyectar alrededor de
100 mil millones de soles a la gran empresa especulativa a través de programas
y actividades “de reactivación”, con la esperanza que esta inyección de
liquidez comprenda y arrastre a la “economía informal”. Sin contar para ello,
porque no está en su condición ideológica, que la brecha insalvable entre
riqueza y pobreza, así como la nula interacción entre la macroeconomía y la
microeconomía, impiden la reactivación de las MYPE por influjo de la gran
empresa. ¿Qué hacer?
Es indispensable superar la depresión
económica desde la base de la pirámide social[2], así
como las patologías burocráticas del Estado, y reconstruir la economía por autogestión
social moderna y autosuficiencia locales (recuperando los ingresos de los sectores
CDE y reconstruyendo su tejido empresarial). ¿Cómo?:
• Constituyendo
Movimientos Regionales de Innovación Política y Social para liderar todo ello
desde lo local y lo regional, teniendo en cuenta que la pobreza y la
desigualdad no es económica ni tecnológica sino ideológica y política, en un marco
de crisis general mundial donde solo el cambio radical del paradigma ideológico
hará posible la sobrevivencia y,
• Diseñando y
gestionando programas de reconstrucción locales y regionales, y coaliciones de
presión ciudadana. Los Gobiernos Regionales, así, exigirían al Gobierno Central
los fondos suficientes sobre la base de modelos y protocolos de reconstrucción
económico-social locales, y entablarían relaciones con la Cooperación
Internacional en tal sentido. Estos programas regionales solo son posibles a
través de tres shocks fiscales de reconstrucción:
o De reconstrucción de la
demanda, que es un shock fiscal de liquidez en la base de la pirámide
MYPE, equivalente a un ingreso básico por persona en situación de desempleo y
durante seis meses, que se recupera por reactivación de la demanda y
recaudación tributaria (inclusive la CEPAL plantea un ingreso básico de
emergencia equivalente a líneas de pobreza para la población vulnerable, según
el lugar de residencia).
o De reconstrucción del
trabajo, que es un shock de creación de trabajo temporal en
infraestructura física, vial y sanitaria por parte del Estado, durante seis
meses igualmente, después del primer shock de demanda.
o De reconstrucción de la
oferta, que es un shock de creación de oferta agropecuaria y de bienes
básicos manufacturados —con microcrédito rural durante las campañas de siembra
y de microcrédito urbano para insumos y costos directos—, que es lo que
prioritariamente importa, de forma paralela a los dos primeros shocks.
De lo contrario, la pandemia seguirá su
curso según la tendencia de contagiar hasta el 70 por ciento de la población
(hasta que el Perú pueda acceder a la vacuna anti COVID- 19). El mejor
escenario de contagios y muertes sin cuarentenas ni vacunas, a enero del 2021,
es el de 3 millones de contagios y 150 mil muertes.
Sin embargo, ¿qué hacer
inmediatamente?: promover una fuerte coalición nacional para la realización de
un programa específico de urgencia que considere la (el):
o Racionalización de la impresión de dinero para la inyección de
liquidez a negocios formales viables de producción de valor material (grandes,
medianas y pequeñas empresas).
o Promover prototipos de cuarentenas focalizadas a nivel de distritos, a
base de experiencias como la de “El Jardinero Horticultor”, que funciona como cooperativas
y centros comunitarios: con media hectárea de cultivo se puede alimentar a 200
familias.
o Promoción del acceso al crédito por parte de las MYPES informales a
base de protocolos de modernización y reactivación de negocios viables
(comercio minorista, agropecuarios, transportación, comidas y bebidas,
manufactura, construcción, minería y pesca), con la participación directiva y
técnica de la sociedad civil organizada (colegios profesionales, ONG, gremios,
Cáritas, etc.).
o Diseño y gestión de prototipos de reconstrucción económica-social de
pequeñas localidades urbanas y rurales por parte de la sociedad civil
organizada, con la implementación de un ingreso básico per cápita sin focalización
(para todos), trabajo temporal en infraestructura básica, y microcrédito para
impulsar la oferta agropecuaria, así como la manufactura de bienes y servicios
básicos de consumo masivo.
Desglobalización y nacionalización
postindustrial
La desglobalización[3] de
una pequeña economía abierta como el Perú tendría que ser postindustrial
(basada en nuevos conocimientos, una nueva matriz energética, tecnologías
unipersonales y mercados por y para la biodiversidad y la sostenibilidad: cereales,
camélidos, frutos tropicales, investigación e innovación, intercambio cultural
y científico). Teniendo en cuenta que tendría como base la revolución de la
pequeña propiedad* y el trabajo autogestionario moderno en un marco de
sustitución de importaciones, nacionalización de la riqueza social,
autosuficiencia local e innovación científico-técnica… La desconexión (Samir
Amin) o autosuficiencia significaría que un país subdesarrollado supera sus
relaciones de dependencia de los mercados del sistema industrial globales
(*Piketty plantea que la respuesta histórica frente a la crisis general del
Globalismo es la revolución mundial de la pequeña propiedad para todos y la
limitación de la gran propiedad vía impuestos).
Todo ello exige la práctica de la
innovación política. Teniendo en cuenta que la Ciencia Política (como sugiere
Juan Villoro) no es un conjunto de “teorías de lucha contra la corrupción”, de
cómo acceder al poder del Estado, o de cómo mejorar el statu quo. La Ciencia
Política estudia y transforma la realidad económica, social y organizacional de
un país.
Autogestión social moderna y
autosuficiencia local sostenible
Estamos ingresando a una nueva época en
el mundo, a la época de la autogestión social y la autosuficiencia local
postindustriales, sobre la base de la creación de nuevos liderazgos de
innovación estratégica y la constitución de cadenas de pequeñas empresas
modernas, capaces de renovar el tejido de la PEA, sin lo cual, inclusive, no es
posible la reconstrucción de la economía de mercado global y la economía estatal/paraestatal.
Las respuestas simplonas de confinamiento y empobrecimiento masivos, y de
inyección de liquidez a las grandes empresas, han fracasado, cuando el estado
de emergencia pudo haberse convertido en un gran catalizador de innovación estratégica
y tecnológica así como de desarrollo organizacional en un amplio espectro social.
En el momento que la enorme inyección
de liquidez a las grandes empresas deficitarias y quebradas se acabe,
sobrevendrá el precipicio fiscal. Los valores sobrevalorados de las acciones de
estas se desplomarán. Preparémonos. El Capitalismo financiero mundial está
acabado. La ley de la oferta y la demanda de valores tóxicos (acciones,
bonos…) está corrompida; sin embargo,
el Estado salvaguarda la sobrevivencia improductiva de estas empresas. La
explicación es que no puede hacer otra cosa; su ideología, su estructura
organizacional y su presupuesto son los de un Estado Corporación y no los de un
Estado Social; aunque tal situación es insostenible en el corto plazo.
Lo único real en la economía es el
trabajo así como la demanda y la oferta de bienes, servicios, conocimientos y
tecnología para el desarrollo humano. Estamos obligados a transformar el statu
quo y crear nuevos liderazgos (equipos y modelos) de lo micro a lo macro, y de
lo local a lo nacional. Así, toda esta transformación se convertiría en reformas
políticas y acción colectiva. No hay otro camino. Mientras tanto, no le pedimos
al Gobierno que realice reformas estructurales, sino que actúe según la
coyuntura global: que tan solo reactive la demanda, el trabajo y la oferta.
Dejando muy claro que es su rol número uno, y no licitar obras públicas donde
solo ganan las empresas constructoras, no el trabajo ni el mercado de bienes y
servicios básicos.
En tal sentido, en el marco de la
crisis civilizatoria que vivimos (décadas 2020 – 2040), la perspectiva de
cambios radicales en el mundo nos obliga a diseñar y gestionar prototipos de
autogestión social y autosuficiencia local postindustriales, que serían prototipos
de reconstrucción local por desconexión (autosuficiencia), comercio justo, cooperativismo
integral y economías solidarias autogestionarias. Y todo ello, ¿por qué?: Porque
la globalización industrial, perniciosa para el empleo y la ecología, ha
llegado a su límite. Necesitamos preparar las respuestas de liderazgo y
desarrollo organizacional inmediatas frente a las situaciones de desempleo,
caos y violencia superlativos en curso.
Igualmente, estamos obligados a llevar
adelante proyectos de desconcentración de ciudades precarizadas; es decir,
proyectos de éxodo urbano y creación de localidades dispersas en los pequeños
ámbitos de pueblos abandonados, de vuelta a la agricultura familiar y la
recuperación de suelos, configurando ecoaldeas modernas, con un costo mucho
menor al de las ciudades del industrialismo en las que vivimos. En el marco de la
caída total de la economía de servicios, la manufactura y la construcción
urbanas (que empleaban al 52 por ciento de la PEA), no tiene sentido vivir en
estas ciudades, apiñados en pequeños departamentos y con transportación de
masas tan cara, violenta y riesgosa, máxime cuando se avecina la escasez y el
encarecimiento de alimentos.
Pensamiento interdisciplinar e
ideología social científica
Frente a la actual crisis mundial, nada
pueden hacer los líderes sociales y políticos sin que se ponga a muchas
organizaciones de la sociedad civil y la sociedad política a innovar y crear
nueva riqueza —y nuevos puestos de trabajo— frenéticamente. No lo podemos hacer
hasta ahora porque la “fragmentación de las teorías y disciplinas del desarrollo
castra la imaginación y la creatividad de nuestros líderes y profesionales. Ya no
podemos seguir separando las disciplinas o “especialidades” del desarrollo,
pues unas no pueden existir sin las otras. La vida nunca se presenta
fragmentada o parcialmente. Lo importante es recordar que cualquier objetivo de
innovación social, empresarial o político jamás será dominado por una
explicación sesgada de la realidad”(Cândida, 2010).
No podemos seguir trabajando con
explicaciones causales unilaterales (por ejemplo: la corrupción como
explicación de la crisis) o con dualidades irreconciliables (por ejemplo: Estado
versus mercado), construyendo abstracciones estereotipadas de la realidad (como
las del mercado eficiente o las del Estado redentor), que no reflejan en lo
absoluto su complejidad estructural y dinámica. En nuestro país, por ejemplo,
los partidos y movimientos políticos no cuentan con contenidos
ideológico-políticos; son organizaciones vacías de contenidos.
Necesitamos pensamientos
interdisciplinares que pasen de una teoría social a otra o, incluso, de estas a
las ciencias naturales. “Unas disciplinas abren hendiduras en otras, interfiriendo
en las entrañas de estas últimas, y viceversa... Ciertamente, que para preservar
los fundamentos básicos de cada disciplina, estos pasajes no se pueden hacer
directamente sin el rigor científico necesario ni las precauciones teóricas necesarias”
(Cândida, 2010).
Sobre todo, necesitamos reivindicar la
palabra ideología [que] tiene muy poca o nula presencia en nuestro mundo
institucional. Porque son precisamente las creencias que constituyen nuestro
credo las que impiden que nuestras instituciones sean adaptables, innovadoras,
inspiradas y nobles... Nuestra ideología del desarrollo nos limita… La
historia humana es una crónica de
conflictos ideológicos; finalmente, una de las ideologías se impone sobre sus
rivales porque genera mejores resultados sociales. Todo depende de la ideología
(Hamel, 2012).
[1] Los bancos y las grandes empresas no utilizan la inyección de liquidez* para crear valor material (productos y servicios de consumo masivo) sino para la recompra de sus propias acciones y valores en Bolsa, y generar así la inflación y revalorización de estos activos. (*El BCR crea liquidez imprimiendo dinero y prestándolo a los bancos, y estos al Estado y a las grandes empresas).
[2]
Superar la depresión económica desde la base de la
pirámide social: por creación de demanda, trabajo temporal y oferta de bienes y
servicios de consumo masivo.
[3] El desarrollo invasivo del Capitalismo global en los países subdesarrollados ha ocasionado, en gran parte, la destrucción de las economías tradicionales y una extremada explotación de la riqueza natural de estospaíses, convirtiendo a las sociedades medievales de ayer en sociedades de millones de campesinos desarraigados, prácticamente sin empleo, en tan solo un pequeño interim de 40 años. En tal sentido, el colapso del Globalismo ocasionará, igualmente, un ciclo contrario de tres décadas aproximadamente (2020, 2030 y 2040) de reconstrucción económica nacional por proteccionismo con propensión a la autosuficiencia. En este marco, los nuevos postulados de la nacionalización post-pandémica, que la sociedad mundial comienza a adoptar al reestructurarse por sí misma, tienen que ver hoy con las tendencias proteccionistas de los países desarrollados. Estos países, amenazados por las corporaciones supranacionales, se verán obligados a blindar sus mercados y sus economías empresariales de dinámica interna, todo lo que los países desarrollados tendrán que imitar en pocos años.
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