Aquí algunos comentarios sobre la entrevista a la
Dra. M. E. Barrientos.
La Dra. M.
E. Barrientos sostiene que el SARS-CoV-2 causa un “proceso viral ya conocido”,
y que no sería un nuevo virus sino un “conocido hermano de dos que ya
tuvimos”. Esta es una afirmación que omite distinguir las variantes y
particularidades de cada tipo viral perteneciente a una determinada familia.
Los coronavirus son un amplio grupo de virus que afectan principalmente a los
animales, de los cuales hasta hoy siete han infectado a humanos. Los cuatro
primeros ocasionan rinofaringitis (o resfrío común), siendo excepcional que
produzcan neumonías o infecciones severas. Los otros dos a los que
probablemente se refiere la Doctora, serían: 1) el SARS-CoV identificado en
2002 como causa del síndrome respiratorio agudo grave (SARS), cuyo brote se
diseminó a más de 30 países, con más de 8,000 infectados y 774 fallecidos, y 2)
el MERS-CoV señalado en 2012 como agente del síndrome respiratorio de
Oriente Medio, del cual en 2019 hubo, en 27 países, cerca de 2500 casos y 850
muertes.
El SARS-CoV-2 en alrededor de 4 meses se ha
propagado a más de 200 países, infectado a 5,2 millones de personas y provocado
340 mil decesos. (para el 07 de agosto la cifra de infectados era de 19’133,340
y la de fallecidos de 715,343). Este dato demostrativo por sí mismo nos dice
que si bien el SARS-CoV-2 pertenece a una familia ya conocida de virus, tiene
características genómicas, epidemiológicas, clínicas y patogénicas diferentes a
sus precedentes, por lo tanto su estructura y actividad corresponden a un nuevo
tipo de coronavirus. Esto no quiere decir que no comparta cualidades comunes
con la familia en la que se clasifica, pero tiene peculiaridades que lo hacen
más infectivo, más trasmisible, más patogénico y más dañino para el organismo.
Ciertamente se pueden y se deben utilizar las experiencias aprendidas en las
dos epidemias anteriores, pero esto no debe sustituir el mayor y más preciso
conocimiento del agente actual al momento de decidir las medidas para su mejor
manejo y atención.
La Dra.
Barrientos afirma y pone énfasis en que los casos de esta pandemia representan
un “proceso inflamatorio respiratorio sin tratamiento” (es decir, al que
en los protocolos de atención no se ha considerado un tratamiento
antiinflamatorio). En la entrevista, ella razona como si el proceso
inflamatorio tuviera sólo una forma o expresión. Pero esto no es así: la
inflamación, que es la respuesta de defensa del organismo frente a una agresión
física, química o biológica (infección o autoinmunidad), es variada en
intensidad y extensión, en severidad y duración, siendo además extremadamente
compleja y contradictoria. Por ejemplo, la torcedura de un tobillo producirá
una inflamación localizada leve o moderada que puede pasar sola, o aliviando el
dolor con paracetamol o atenuando la respuesta inflamatoria con ibuprofeno
(antiinflamatorio no derivado de los corticoides). En una crisis asmática que
es una inflamación respiratoria local-regional (bronquial) a un alergeno
respiratorio, se tendrá que usar los antiinflamatorios esteroideos (vía oral o
inhalatoria), pues los del tipo del ibuprofeno no tendrán efecto favorable y
más bien pueden exacerbar el proceso obstructivo bronquial. En la artritis
reumatoide que es un proceso inflamatorio crónico de tipo autoinmune (en el que
la inflamación afecta al propio organismo), a nadie se le ocurriría usar
ibuprofeno como tratamiento de base, pues esta inflamación sistémica autoinmune
requiere del uso a largo plazo de antiinflamatorios esteroideos y/o
inmunomoduladores. Como se puede apreciar hay diferentes expresiones o formas de
la respuesta inflamatoria, lo que tiene que ver con la causa del proceso y las
características propias del huésped. En los ejemplos arriba citados la injuria
no ha sido causada por un agente de tipo infeccioso. Respecto a un agente infeccioso, el comentario
va en el siguiente párrafo.
La Dra. Barrientos
al enfatizar en el componente inflamatorio de la infección por el SARS-CoV-2
minimiza el rol fundamental del aspecto causal infeccioso de la misma. Hace
mención a que éste es un virus ARN cuyo ciclo de actividad se autolimita en un
tiempo y que luego desaparecerá del organismo. Esto es cierto, pero en su paso
por el organismo, según las características biológicas del infectado, el virus
podrá desencadenar un daño variable (muerte celular, activación de los diversos
mecanismos inflamatorios, presencia de coágulos, etc), a los tejidos que
invade, llegando éste a ser mínimo o leve, moderado, severo o muy severo. Este
es el aspecto determinante de la infección. Ya se ha constatado – hecho que la
doctora no menciona – que en el pulmón de los fallecidos por el virus se
encuentran alteraciones en las células alveolares compatibles con lesiones
virales y coágulos sanguíneos. De tal manera que el daño al pulmón si bien
tiene un fuerte y muy importante componente inflamatorio este es secundario a
la injuria directa o indirecta desencadenada por el virus sobre el tejido
pulmonar. Tampoco menciona la Dra. que una particularidad destacada de este
virus (al que recién se lo está conociendo) es que se adhiere a un receptor celular
(el ACE2) de presencia casi ubicua en el organismo, tanto en el epitelio de los
alveolos pulmonares como en el endotelio que reviste los vasos sanguíneos del
pulmón, corazón, riñón, cerebro, etc., por lo que tiene una alta potencialidad
para dañar a estos órganos, así como para desencadenar cuadros de vasculitis y
de coagulación intravascular diseminada.
La Dra.
identifica y casi considera a la actividad deletérea del virus como parte
adicional y no causal de la inflamación, y discurre que tratando la inflamación
(“si tratas la inflamación que es el problema médico”, ha dicho) se
resolverá la enfermedad. Aún más, afirma con aplomo que “si comenzamos a
desinflamar jamás vamos a ver a nadie hospitalizado”. Ella postula que si
se consulta en los tres primeros días de la enfermedad se podrá detener el
proceso inflamatorio con la administración de “antigripales” e ibuprofeno. Ya
se sabe que este virus puede generar 100,000 copias en la primera hora luego de
invadir una célula blanco, y que se replica intensamente en el epitelio nasal y
faríngeo durante unos 5 a 7 días antes de que el paciente revele algún síntoma.
Cuando el paciente se acerca a la consulta con fiebre, dolor de cabeza o
garganta, etc. ya debe tener miles de millones de partículas virales en sus
fosas nasales, faringe y primeras porciones de la tráquea. Nadie ha demostrado
– con estudios que puedan tener alguna validez científica – que el ibuprofeno
detenga la replicación del SARS-CoV-2 e impida su diseminación en el organismo
en los días siguientes. Casi un 80 por ciento de las personas infectadas o no
tienen síntomas o los tienen muy leves. Es por ejemplo el caso de los
vendedores de la mayoría de los mercados de Lima (con 30 a 70 por ciento de
positivos serológicos) quienes ni siquiera se habían enterado que eran
portadores asintomáticos del virus. Y esto, más que del virus o de algún
tratamiento preventivo o antiinflamatorio depende de los factores biológicos
del huésped (poca expresión de receptores ACE2 a los que el virus pueda
adherirse, un sistema de barrera de la mucosa nasal y faríngea muy efectivos,
buena producción de inmunoglobulinas en las superficies de la tráquea y los
bronquios, un sistema innato de auto-regulación apropiado de la respuesta
inmune, etc.)
Hay otros aspectos
más que podrían evaluarse de la entrevista a la Dra. pero ello alargaría este
comentario. Sólo antes de terminar vale la pena señalar que el término gripe es
usado por la entrevistada destacando el aspecto de sus manifestaciones o
síntomas y no de su patogenia (los mecanismos de la enfermedad). Una “gripe” es
diferente de un resfrío común, pues desde el punto de vista patogénico la gripe
(término que fue adoptado para designar a la infección por el (o los) virus de
la influenza) es un proceso en el cual el virus cumple su ciclo natural en todo
el organismo, mientras que en el resfrío común el ciclo natural del virus se
circunscribe por lo general a la mucosa nasal y faríngea por lo que es un
proceso pasajero que puede pasar sólo o con tratamiento de los síntomas. Hasta
donde he podido captar, en la entrevista no se hace esta distinción y se da
preferencia al manejo de los síntomas de la gripe atribuidos a la respuesta
inflamatoria desvinculándola del componente causal.
Para casi
terminar diré que efectivamente el Ibuprofeno es un antiinflamatorio aprobado
por la FDA, y puede ser usado por quien no es alérgico a los antiinflamatorios
no esteroideos, ni tiene antecedentes de gastritis o úlcera péptica, ni
predisposiciones cardíacas o cerebrovasculares. Es útil en el tratamiento de
contusiones, esguinces, dolores osteomusculares, y para atenuar las
manifestaciones inflamatorias o infecciosas locales, pero no tiene utilidad en
procesos inflamatorios alérgicos, autoinmunitarios o infecciones severas y menos
aún las virales que revistan gravedad, ni aún en sus primeros momentos pues
como he mencionado no está probado que tenga actividad para limitar la
replicación viral. Respecto a los antiinflamatorios esteroideos en la
inflamación bronquial son muy útiles, pero al igual que el ibuprofeno no tienen
efecto inhibitorio de la multiplicación viral.
Las
propuestas que formula la Dra. Barriento no están basadas en una información
objetiva, multilateral e integral. Los conceptos no están utilizados con la
rigurosidad debida, e inducen a confusión o error, o a la aceptación de un
procedimiento terapéutico al que en este contexto se le atribuye un valor casi
mágico, y cuyo sustento no está en el terreno de la ciencia sino de lo
anecdótico y personal.
Tampoco
puedo decir que lo mencionado por la entrevistada sea todo falsedad. Pero
muchas verdades incompletas pueden configurar un discurso engañoso. Considero
que esta edición televisiva cae dentro del efectismo y la superficialidad que
hoy se difunde en las redes y que intenta captar la atención de quienes buscan
respuestas esperanzadoras ante la incertidumbre que domina el presente. No
debemos olvidar que una elevada proporción de las comunicaciones breves y
rápidas sobre la pandemia en internet pueden ser incluidas aún sin
proponérselas como parte de la desinformación global que hoy nos acecha.
En el artículo de P.
Preciado “Aprendiendo del virus” que me enviaron hace algunos días, el autor
rechazando – como una medida salvadora
de las libertades humanas –, la amenaza del telecontrol que podría extenderse
con el pretexto de detener la pandemia, decía: “… Apaguemos los móviles, desconectemos Internet.
Hagamos el gran blackout frente a los satélites
que nos vigilan…” Este es un llamado algo desesperado. Yo creo más bien que
utilizando los avances tecnológicos actuales y en las difíciles circunstancias
que vivimos, debemos proceder con autonomía (no ser prisioneros involuntarios
de las redes) y aprender a usar los canales más convenientes, seguros y éticos,
y manejar las comunicaciones con discreción, responsabilidad y discernimiento.
24MAY2020 –
08AGO2020
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