Escribe: Milcíades Ruiz
El 1 de septiembre pasado, la pandemia del COVID -19 apagó la vida del combatiente revolucionario Julio Dagnino Pacheco, cuyo nombre de combate fue “Sánchez” y cariñosamente “Tio”, para sus compañeros del Ejército de Liberación Nacional. Tenía 91 años, en gran parte dedicados a lo que fue su ilusión de construir una patria socialista. Hacer la revolución fue la misión que se impuso y lo arriesgó todo, con gran convicción consecuente.
Cuando un combatiente muere, no hay redoble de campanas, pero si un estruendo de recuerdos que reimpulsan el coraje de sus compañeros y seguidores. Nos entristece que su deceso haya ocurrido cuando estamos en cuarentena impedidos de despedirnos de él, por los peligros de la pandemia asesina que enlutece al mundo, en este momento histórico. El último tramo al sepulcro lo hizo en la inmensidad del silencio. Pero eso no impide abrazarlo en nuestro pensamiento reconociendo su heroicidad.
El silencio fue parte de su vida de combatiente desde que decidió dedicarla a la lucha revolucionaria. Hizo su trayectoria sorteando todos los peligros de la clandestinidad y, manteniéndose incógnito después de la campaña guerrillera de la década de 1960. Nunca buscó la figuración ni el acomodo oportunista, aun cuando méritos le sobraban para el liderazgo político.
Habiendo militado en el partido comunista peruano, no pudo sustraerse al llamado de la historia cuando la euforia revolucionaria se expandía en Latinoamérica tras el triunfo de la Revolución Cubana. La “Convivencia pacífica” como línea política enarbolada por la Unión Soviética y seguida por los partidos comunistas, incluyendo del Perú, era incompatible con las aspiraciones de la generación revolucionaria de esa época. Entonces, formó con otros militantes el movimiento leninista que optó por la lucha armada.
En un gesto digno de ejemplo revolucionario, los leninistas se presentaron ante el Ejército de Liberación Nacional- ELN, que en esa época preparaba su segunda campaña guerrillera después de la incursión por Puerto Maldonado. Dijeron entonces: “Venimos a incorporarnos sin ninguna condición. Como simples soldados de la revolución”. ¡Qué lección tan digna, para los que ahora trafican con la palabra unidad!
De ese grupo, murieron combatiendo en la guerrilla “Javier Heraud”, de Ayacucho, Luis Zapata Bodero “Hernán”, Guillermo Mercado – “Rosendo”, en tanto que, Juan Pablo Chang quedó a cargo de la red urbana, conjuntamente con Julio Dagnino, Santiago Zapata, “Chomo” Verástegui y otros. Chang consiguió que Alfonso Barrantes L. “Frejolito” se haga cargo del periódico “Masas” que clandestinamente circulaba entre los sindicatos y universidades, mientras Julio Dagnino dirigía la célula de prensa y propaganda: Ediciones ELN.
Cuando Juan P. Chang - “Francisco”, asistió a la I Conferencia Tricontinental de La Habana con los líderes revolucionarios de Asia, África y Latinoamérica, a inicios de 1966, se había comprometido con el “Che” Guevara, incorporalo a nuestra guerrilla en Ayacucho viajando este, de inmediato. Con la dispersión de nuestro grupo guerrillero se tuvo que cambiar el plan y Julio Dagnino viajó a Bolivia para hacerse cargo de las coordinaciones. Allí se puso a órdenes del “Che”.
El 2 de diciembre de 1966, estando en el campamento de Ñancahuazú, el “Che” escribió: “Temprano llega el Chino, muy efusivo. … irá a Cuba e informará personalmente de la situación, dentro de dos meses podrán incorporarse 5 peruanos, … por ahora vendrán dos, un técnico en radio (Lucio Galván Hidalgo) y un médico (Restituto José Cabrera Flores) que estarán algún tiempo con nosotros. …. Se despidió con el mismo entusiasmo partiendo para la Paz; lleva fotos nuestras. Coco tiene instrucciones de preparar contactos con Sánchez (Julio Dagnino) a quien veré posteriormente”.
1 Enero 1967
…. “Con Sánchez, precisamos sus tareas” …. “Mito (Máximo Núñez, ELN Perú) viajará por la zona de Sucre para ver donde se podría instalar”. … “Sánchez contactará a Guevara (Dirigente sindical boliviano). para tener una entrevista con él”.
Este documento histórico deja fuera de toda duda, la participación de Julio Dagnino en la gesta continental emprendida por el “Che”. Julio, sobrevivió hasta el final y tras su apresamiento en Bolivia en 1968, regresó al Perú cuando se iniciaba el proceso de la Revolución Peruana que encabezó el Gral. Juan Velasco Alvarado. Ante el cambio de condiciones, se dedicó de lleno a trabajar por más de tres décadas al servicio de la educación popular.
Nos vimos por última vez el año pasado con ocasión de la presentación en la Casa de la Literatura, de su libro: “Los escritores en la Escuela”, una compilación de versiones de vida escolar de diversos escritores. Me habló del libro que estaba escribiendo sobre sus memorias en la trayectoria de lucha que le tocó vivir en el marco de la historia del ELN. Esta obra que fue su gran pasión, ha quedado inédita.
Culmino esta breve reseña, invocando su reconocimiento histórico. No podemos ser ingratos con quienes lucharon y dieron su vida por una patria de mejores condiciones de vida para todos nosotros. Hagamos algo por evitar su olvido. Una nota, un homenaje, una placa, una sala, en escenario, algo que perennice su nombre. Ha muerto Julio, pero no su ejemplo de vida. Perdurará, “Hasta ala Victoria. Siempre”
Septiembre, 2020
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