Michael Löwy
16/Sep/2024|
El
surrealismo no es, ni ha sido nunca, una escuela literaria o una corriente
artística “de vanguardia” (como el cubismo o el fauvismo), sino una visión
del mundo, un modo de vida y un intento eminentemente subversivo de reencantar
al mundo. También es una aspiración utópica y revolucionaria a “transformar el
mundo” (Marx) y “cambiar la vida” (Rimbaud): dos consignas idénticas, según
André Breton. Se trata de una aventura poética y política al mismo tiempo. Comenzó
en París hace cien años, en 1924. Hoy continúa.
El surrealismo es, desde su nacimiento, un movimiento
internacional. No obstante, en las páginas siguientes nos ocuparemos sobre todo
del grupo surrealista de París, inicialmente en torno a André Breton, pero que
prosigue su actividad tras la muerte del autor de los Manifiestos
del surrealismo.
La aspiración revolucionaria está en el origen mismo del
surrealismo y adopta de entrada una forma libertaria en el Primer
Manifiesto del surrealismo (1924) de André Breton: “Únicamente
la palabra libertad tiene el poder de exaltarme.” En 1925, el deseo de romper
con la civilización burguesa occidental lleva a Breton a acercarse a las ideas
de la Revolución de Octubre, como atestigua su reseña del Lenin de
León Trotsky. En 1927 se adhiere al Partido Comunista Francés, pero se reserva,
como explica en el folleto Au grand jour, su “derecho de
crítica”.
Fue el Segundo Manifiesto del surrealismo (1930)
el que extrae todas las consecuencias de este acto, al afirmar “totalmente, sin
reservas, nuestra adhesión al principio del materialismo histórico”. Al tiempo
que subraya la distinción, o incluso la oposición, entre el “materialismo
primario” y el “materialismo moderno” del que se reclama Friedrich Engels,
André Breton insiste en el hecho de que “el surrrealismo se considera ligado
indisolublemente, en virtud de las afinidades que he señalado, al enfoque del
pensamiento marxista y exclusivamente a este enfoque”.
Un marxismo encantado
Ni que decir tiene que su marxismo no coincide con la vulgata oficial
del Kremlin. Quizá podríamos calificarlo de marxismo gótico, es decir, un
materialismo histórico sensible a lo maravilloso, al momento negro de la
revuelta, a la iluminación que desgarra, como un relámpago, el cielo de la
acción revolucionaria. Forma parte, en todo caso, como el marxismo de José
Carlos Mariátegui, de Walter Benjamin, de Ernst Bloch y de Herbert Marcuse, a
una corriente subterránea que atraviesa el siglo XX: el marxismo romántico.
Se
trata, pues, de una modalidad de pensamiento que está fascinado por
determinadas formas culturales precapitalistas y que rechaza la racionalidad
fría y abstracta de la civilización industrial moderna, pero que convierte esta
nostalgia del pasado en una fuerza en el combate por la transformación
revolucionaria del presente. Si bien todos los marxistas románticos se rebelan
contra el desencanto capitalista del mundo –resultado lógico y necesario de la
cuantificación, mercantilización y cosificación de las relaciones sociales–, es
en André Breton y el surrealismo donde la tentativa romántica revolucionaria de
reencantar al mundo por la imaginación alcanza su expresión más impactante.
El marxismo de Breton también se distingue de la tendencia
racionalista/cientifista, cartesiana/positivista, fuertemente marcada por el
materialismo francés del siglo XVIII –que impregnaba la doctrina oficial del
comunismo francés– por su insistencia en el legado dialéctico hegeliano del
marxismo. En su conferencia de Praga (marzo de 1935) sobre “la situación
surrealista del objeto” insistió en el significado capital del filósofo alemán
para el surrealismo: “Hegel, en su Estética, abordó todos los
problemas que pueden considerarse, en la poesía y el arte, los más difíciles y
los resolvió en su mayoría con una lucidez sin par [...]. Digo que todavía hoy
es a Hegel a quien hay que interrogar sobre la validez o no de la actividad
surrealista en las artes1/.”
Algunos meses más tarde, en su célebre discurso en el Congreso
de escritores en defensa de la cultura (junio de 1935), vuelve a la carga y no
duda en proclamar, a contracorriente de cierto chovinismo antigermánico: “Es
ante todo en la filosofía de lengua alemana donde hemos descubierto el único
antídoto eficaz contra el racionalismo positivista que sigue causando aquí sus
estragos. Este antídoto no es otro que el materialismo dialéctico como teoría
general del conocimiento2/.”
Breton y Trotsky
Lo que vino después es conocido: cada vez más cercanos a las
posiciones de Trotsky y de la Oposición de Izquierda, la mayoría de
surrealistas (¡sin Louis Aragon!) romperán definitivamente con el estalinismo
en 1935. No fue en absoluto una ruptura con el marxismo, que siguió inspirando
sus análisis, sino con el oportunismo de Stalin y sus acólitos, que
“desgraciadamente tiende a aniquilar los dos componentes esenciales del
espíritu revolucionario”, que son: el rechazo espontáneo de las condiciones de
vida propuestas a los seres humanos y la necesidad imperiosa de cambiarlas3/.
En 1938, Breton visita à Trotsky en México. Juntos redactarán
uno de los documentos más importantes de la cultura revolucionaria en el siglo
XX: el “Manifiesto por un arte revolucionario independiente”, que contiene el
siguiente párrafo célebre: “para la creación cultural, [la revolución] debe
establecer y asegurar desde el principio un régimen anarquista de libertad
individual. ¡Ninguna autoridad, ninguna restricción, ni el menor atisbo de
mando! [...] Los marxistas pueden avanzar aquí codo a codo con los
anarquistas.” Como es sabido, este pasaje lo escribió el propio Trotsky, pero
cabe suponer también que fue el producto de sus largas conversaciones a orillas
del lago Patzcuaro4/.
Fuen en la posguerra cuando se puso de manifiesto más claramente
la simpatía de Breton por el anarquismo. En Arcane 17 (1947) recuerda la
emoción que sintió cuando siendo todavía niño descubrió en un cementerio una
tumba con este simple epitafio: “Ni dios ni amo”. A este respecto expresa una
reflexión general: “Por encima del arte, de la poesía, queramos o no, ondea
también una bandera ora roja, ora negra”, dos colores entre los que se niega a
elegir.
De octubre de 1951 a enero de 1953, los surrealistas colaborarán
regularmente, con artículos y notas, con el periódico Le
Libertaire, órgano de la Federación Anarquista Francesa. Su
principal corresponsal en la Federación era en aquel entonces el comunista
libertario Georges Fontenis. Fue en aquella ocasión cuando André Breton
escribió el brillante texto titulado La clara torre (1952), que
recuerda los orígenes libertarios del surrealismo: “Fue en el negro espejo del
anarquismo donde el surrealismo se reconoció por primera vez, mucho antes de
definirse a sí mismo y cuando todavía no era sino una asociación libre entre
individuos que rechazaban espontáneamente y en bloque las opresiones sociales y
morales de su tiempo.” A pesar de la ruptura que se produjo en 1953, Breton no
cortó los lazos con los libertarios y siguió colaborando con algunas de sus
inicitativas5/.
Revolucionarios impenitentes
Este
interés y esta simpatía activa por el socialismo libertario no llevan a los
surrealistas a renegar de su adhesión a la revolución de Octubre y las ideas de
León Trotsky. En una intervención que hizo el 19 de noviembre de 1957, André
Breton persiste y firma: “Contra viento y marea, soy de aquellos que todavía
encuentran, en el recuerdo de la revolución de Octubre, buena arte de ese
ímpetu incondicional que me acercó a ella cuando era joven y que implicó la
entrega total de uno mismo.”
Saludando la mirada de Trotsky, tal como aparece, en uniforme
del ejército rojo, en una antigua fotografía de 1917, proclama: “Esta mirada y
la luz que en ella se eleva, nadie logrará apagarla, como tampoco el Termidor
pudo alterar los rasgos de Saint-Just.” Finalmente, en 1962, en un homenaje a
Natalia Sedova, que acababa de morir, anhela el día en que por fin “no solo se
hará justicia plenamente a Trotsky, sino que también serán llamadas a adquirir
pleno vigor y amplitud las ideas por las que dio su vida”6/.
El
surrealismo es tal vez ese punto de fuga ideal, ese lugar supremo del espíritu
en que confluyen la trayectoria libertaria y la marxista revolucionaria. Pero no
debemos olvidar que el surrealismo contiene lo que Ernst Bloch llamaba “un
excedente utópico”, un excedente de luz negra que va más allá de los límites de
todo movimiento social o político, por revolucionario que sea. Esta luz emana
del núcleo irrompible de la noche del espíritu surrealista, de su anhelo
obstinado por el oro del tiempo, de su inmersión apasionada en las simas del
sueño y de lo sobrenatural.
Después de Breton
En 1969, algunas figuras destacadas del surrealismo parisino,
como Jean Schuster, Gérard Legrand y José Pierre, deciden que, habida cuenta de
la muerte de André Breton en 1966, es preferible disolver el Grupo Surrealista.
Sin embargo, otros muchos surrealistas deciden proseguir la aventura.
Lamentablemente, la mayoría de escritos académicos o divulgados sobre el
surrealismo dan por hecho que el grupo se disolvió en 1969. Para la
mayoría de historiadores e historiadoras del arte, el surrealismo no era nada
más que una de las numerosas vanguardias artísticas, como el
cubismo o el futurismo, que tuvieron una vida muy corta.
Vincent
Bounoure (1928-1996) fue quien impulsó el nuevo periodo de actividad
surrealista y no dejó de ser una figura inspiradora hasta su último aliento.
Poeta dotado y ensayista brillante, estaba, al igual que su compañera
Micheline, fascinado por el arte oceánico de Nueva Guinea, sobre el que escribió
varios ensayos.
La otra figura del grupo que destacó después de 1969 fue Michel
Zimbacca (1924-2021), poeta, pintor, cineasta y personaje entrañable. Su
documental sobre las “artes salvajes”, L’invention du monde (1952),
se considera uno de los raros cuadros verdaderamente surrealistas; Benjamin
Péret escribió el texto mitopoético que comenta las imágenes. El grupo
surrealista también se reunía a menudo en el apartamento que compartía con su
compañera Anny Bonnin, cuyas paredes estaban decoradas con maravillosas
pinturas suyas y de otros surrealistas, así como de una notable panoplia de
plumas indígenas de la Amazonia. Bounoure y Zimbacca eran el lazo viviente
entre el movimiento del post-1969 y el grupo fundado por André Breton en 1924.
El Bulletin de liaison surréaliste
En los años 1970 a 1976, los surrealistas parisinos que se
negaban a bajar la persiana se reagruparon –en estrecha relación con sus amigos
de Praga– alrededor de una revista modesta, el Bulletin de liaison surréaliste (Boletín
de enlace surrealista, BLS). El Bulletin publicó un debate
sobre “el surrealismo y la revolución”, con la participación de Herbert
Marcuse. Entre otras numerosas joyas, un artículo del antropólogo Renaud en
apoyo a los indios de EE UU reunidos en Standing Rock en julio de 1974.
En el último número del BLS, de abril de 1976, se publicó
una declaración colectiva a favor de un joven cineasta surrealista brasileño,
Paulo Paranagua, y de su compañera, Maria Regina Pilla, detenidas en Argentina
y acusadas de “propaganda subversiva”. Impulsado por las y los surrealistas, el
llamamiento apareció publicado por Maurice Nadeau en la Quinzaine littéraire, firmado
también por intelectuales franceses de renombre, como Deleuze, Mandiargues,
Foucault y Leiris.
El grupo surrealista parisino mantenía relaciones estrechas con
el grupo de Praga, que se movía en la semiclandestinidad bajo el régimen
estalinista impuesto en Checoslovaquia tras la invasión soviética de 1968.
Podían reunirse de manera informal en viviendas particulares, pero su periódico Analogon estaba
prohibido y no podían exponer sus obras ni sus películas. En 1976, por
iniciativa de Vincent Bounoure, los grupos surrealistas de París y de Praga
publicaron conjuntamente, en Francia en Éditions Payot, una recopilación de ensayos,
la Civilisation
surréaliste.
Continuar a pesar del reflujo
El
grupo surrealista fue siempre muy político desde 1924. Después de 1969, esto
siguió siendo cierto, pero ello no significa que se adhiriera a algunas de las
organizaciones políticas existentes. Algunos miembros participaron en
organizaciones trotskistas (Ligue communiste révolutionnaire, sección francesa
de la Cuarta Internacional), otros a la Federación Anarquista o la CNT
anarcosindicalista. Sin embargo, la mayoría de surrealistas parisinos no
pertenecieron a ninguna organización; el espíritu común era antiautoritario y
revolucionario, con una tendencia libertaria dominante.
Fue
este espíritu el que inspiró sus actividades y las declaraciones comunes
publicadas en el transcurso de los años. En 1987 se publicó una declaración
común en apoyo a las comunidades indígenas Mohawk que luchaban por sus tierras
contra el Estado canadiense. En los años subsiguientes se publicaron otras
declaraciones más a favor de los movimientos indígenas. Esto, por supuesto,
está relacionado con la tradición antiautoritaria y anticolonialista del
movimiento y con su rechazo de la civilización occidental moderna.
Claro que esta empatía y el vivo interés por las “artes
salvajes” expresan asimismo un estado de espíritu romántico/revolucionario
anticapitalista: las y los surrealistas creían –al igual que el primer
romántico, Jean-Jacques Rousseau, quien alababa la libertad de los pueblos
caribeños– que se podían hallar, en las culturas salvajes –no les agradaba la
palabra primitivas–,
valores humanos y modos de visa que en muchos aspectos eran superiores a la
civilización imperialista occidental.
En
1991 se publicó un Boletín Surrealista Internacional n.° 1, en Estocolmo, con
las respuestas de los grupos de París, Praga, Estocolmo, Chicago, Madrid y
Buenos Aires a un cuestionario sobre la tarea actual del surrealismo. El grupo
de París insiste en su texto en el hecho de que “el surrealismo no es un
conjunto de normas estéticas o lúdicas, sino un principio permanente de rechazo
y de negatividad, que se alimenta de las fuentes mágicas del deseo, de la
revuelta, de la poesía [...]. Ni dios ni amo: más que nunca, esta antigua
divisa revolucionaria nos parece pertinente. Está inscrita en letras de fuego
sobre las puertas que llevan, por encima de la civilización industrial, a la
acción surrealista, cuya finalidad es el reencanto (y la reerotización) del
mundo.”
Sus celebraciones y las
nuestras
Para
protestar contra las pomposas celebraciones del quinto centenario del llamado
“descubrimiento de América” (1992), los surrealistas publicaron en 1992 el
Boletín Surrealista Internacional n.° 2, con una declaración común firmada por
los grupos surrealistas de Australia, Buenos Aires, Dinamarca, Gran Bretaña,
Madrid, París, Países Bajos, Praga, Sao Paulo, Estocolmo y EE UU.
Inspirado en un ensayo de la poeta surrealista argentina Silvia Grenier, este
documento celebra la afinidad del surrealismo con los pueblos indígenas, contra
la civilización occidental que oprimió a los pueblos indígenas y trató de
destruir sus culturas: “en la lucha contra este totalitarismo asfixiante, el
surrealismo es –siempre lo ha sido– compañero y cómplice de los indígenas”.
El
Boletín se publicó en tres lenguas –inglés, francés y castellano– a cargo del
grupo surrealista de Chicago, que reprodujo en portada un collage de Franklin y
Penelope Rosemont que representa a Colón en guisa del Padre Ubú de Alfred
Jarry. El Museo de Arte Moderno de París (Centro Pompidou) inauguró una gran
exposición de arte surrealista en la primavera de 2002 con el título de
“Revolución surrealista”.
De
hecho, la exposición no tenía ningún significado revolucionario y trataba de
presentar el surrealismo como una experiencia puramente artística que utilizaba
“nuevas técnicas”. . A la entrada del museo se ofrecía un folleto gratuito de
cuatro páginas, que explicaba que “el movimiento surrealista quería tomar parte
activa en la organización de la sociedad” (?) y que había influido mucho en la
sociedad, especialmente en “la publicidad y los videoclips”...
Molesto
por este amasijo conformista, Guy Girard propuso al grupo surrealista preparar
un folleto alternativo, también de cuatro páginas, con letras similares pero un
contenido totalmente diferente: el surrealismo se califica allí de movimiento
revolucionario cuya aspiración a la libertad y la imaginación subversiva
pretendían “acabar con la dominación capitalista”; este folleto estaba
ilustrado con imágenes de mujeres artistas como Toyen o Leonora Carrington,
prácticamente ausentes de la exposición, así como con una foto histórica de
1927: “Nuestro colaborador Benjamin Péret insultando a un sacerdote”...
Acto seguido, los miembros del grupo depositaron con cuidado una
pila del folleto surrealista encima del folleto oficialpara que la gente los
cogiera. Lo más gracioso es que los comisarios de la exposición, interpelados
por el folleto surrealista, retiraron su propia pieza frívola y la sustituyeron
por otra que trataba de tener en cuenta el hecho de que el surrealismo era un
movimiento subversivo antiautoritario que denunciaba “la Familia, la Iglesia,
la Patria, el Ejército y el colonialismo”...
Los diferentes folletos y declaraciones del grupo se incluyeron
finalmente en el librp Insoumission Poétique. Tracts, Affiches et
déclarations du groupe de Paris du mouvement surréaliste 1970-2010 (Paris,
Le Temps des Cerises, 2010). Guy Girard editó el libro, recopiló el material y
las ilustraciones y redactó una breve presentación de cada documento.
El tiempo de los sueños
Entre 2019 y 2024 se publicaron cinco números de una nueva
revista parisina: Alcheringa. Le
surréalisme aujourd’hui. Alcheringa es una palabra de una
lengua aborigen de Australia y significa “el tiempo de los sueños”, evocada por
André Breton en su ensayo Main Première. Finalmente, en el
verano de 2024 ha tenido lugar, en la Maison André Breton de
Saint-Cirq-la-Popie, la exposición surrealista internacional “Merveilleuse
Utopie”, organizada por Joël Gayraud, Guy Girard y Sylwia Chrostowska.
Al
margen de sus limitaciones y dificultades, el movimiento surrealista de París
ha mantenido vivas, a lo largo de los últimos 50 años, la llama roja y negra de
la rebelión, el sueño antiautoritario de una libertad radical, la insumisión
poética frente a los poderes establecidos y el deseo obstinado de reencantar al
mundo.
18/06/2024
Inprecor n.º 724
Traducción: viento sur
1/ A. Breton, Position politique du surréalisme,
París, Denoël, 1972, pp. 128-129.
2/ En Maurice Nadeau, Documents
surréalistes, París, Éditions du Seuil, p. 298.
3/ “Du temps que les surréalistes avaient
raison”, en M. Nadeau, Documents Surréalistes, p. 309.
4/ La documentación sobre este “encuentro
entre el León y el Áquila” fue recopilada por Arturo Schwarz en su pequeño
libro Breton/Trotsky,
París, 10/18, 1977. También resulta útil leer los textos de Marguerite Bonnet y
Gérard Roche en Cahiers Léon Trotsky n.° 25,
marzo de 1986 (número dedicado a Trotsky y los escritores franceses).
5/ A. Breton, La claire tour, La clé des champs,
París, 10/18, 1967, p. 424. Sobre este episodio, véanse los dos notables
folletos publicados, con el título de “Surréalisme et Anarchisme”, por el
Atelier de Création Libertaire de Lyon, en 1992 y 1994.
6/ Estos dos textos se encuentran en A.
Schwarz, Breton/Trotsky, pp. 194, 200.
Fuente: https://vientosur.info/el-surrealismo-como-movimiento-revolucionario/