Cuando estaba en la universidad fui parte de
un conjunto de zampoñas. Por aquellos años entonábamos una canción que le
llamamos “Nuestra lucha”, sin saber que en parte era una versión de la canción
“La violencia” de la agrupación Tiempo Nuevo[1].
La primera parte de nuestra versión decía así: “Nuestra lucha es como un río,
su destino es regar el valle. Ahora es pequeña como un puquio, mañana será
incontenible”[2].
Recuerdo que por esos años universitarios tocábamos y cantábamos nuestra
versión con mucha convicción y emotividad. A la distancia, ya no estoy tan
seguro de la inexorabilidad optimista de la canción, pero me parece interesante
la imagen y la posibilidad que transmite.
Es justo esa imagen del río la que se me
viene a la mente cuando pienso en los nuevos repertorios de lucha
experimentados en Lima. En los paros de transporte recientes hemos presenciado
masivos contingentes que atravesaban la ciudad desde distintos puntos para
encontrarse en el centro histórico. Pero eso no es algo único de la coyuntura
actual. En enero del 2023, en pleno proceso de movilización en Lima contra el
gobierno, las delegaciones de provincias (en alianza con organizaciones
populares de los conos) protagonizaron largas marchas atravesando la ciudad de
norte a sur, de sur a norte, de este a oeste, desplegando una fuerza colectiva
contundente que a muchos nos interpeló y conmovió. En ese momento, la imagen
del río (¿quizás inconsciente por la canción a la que hice mención?) estuvo
presente cuando al pensar en las protestas escribí como parte de una nota: “No
se trata simplemente de necesidades insatisfechas como la politología nos
quiere hacer creer. Es un dinamismo, como un río buscando su
propio cauce. Es el otro Perú que se está configurando”.
Pero habría que hacer una precisión respecto
a la imagen en cuestión. Para ser más exactos tendríamos que hablar de ríos.
Primero, porque las columnas de manifestantes que atravesaron la ciudad
partieron desde distintos territorios y, segundo, porque hay ahí una
multiplicidad de actores. Si bien el primer paro fue de transportistas, el
segundo articuló también a comerciantes, pequeños empresarios, etc. Y en el del
miércoles 23 de octubre, además de los ya mencionados, estuvieron presentes
estudiantes, colectivos, organizaciones de diversas temáticas, primeras líneas,
brigadas de desactivación de bombas lacrimógenas, etc.
Precisamente, nuestras luchas serían ríos
porque no es un sólo cauce el que está en juego (a pesar del protagonismo
evidente que vienen teniendo algunos gremios de transportistas). Nuestras
luchas son muchos cauces simultáneos que a veces se encuentran, a veces van en
paralelo, otras veces se distancian y se vuelven a encontrar en un punto. Y el
momento actual parece ser un momento de encuentro de las luchas. Y asumir esto
no nos debe llevar a anular las contradicciones, los conflictos y diferencias
que hacen parte de la multiplicidad en cuestión. Esos son elementos siempre
presentes, pero lo central es que tenemos ante nosotros una oportunidad de
pensar formas y amarres, articulaciones y entrecruzamientos prácticos entre las
luchas. Y aquí valdría señalar que lo que hay que entretejer no son meras
necesidades, ni demandas en un plano discursivo (y esta es una crítica al
populismo de corte laclauniano), sino intensidades, resonancias, saberes y
vitalismos asentados en la materialidad concreta de las luchas.
Podemos pensar nuestras luchas como ríos
diversos que al juntarse hacen un caudal incontenible capaz de remecer las
estructuras de opresión y de desigualdad. La imagen de los ríos es potente
porque hace referencia a dos problemas políticos de primer orden que tienen
relación entre sí: cómo articular luchas diversas y cómo constituir/destituir
fuerzas.
No pretendo profundizar ambos temas en este
breve escrito. Solo quería pensar algunas ideas en torno a la imagen en
cuestión a modo de anotación personal para compartirlas y conversarlas con
compañerxs y amigxs.
Pero es necesario pensar en algo más. Los
ríos son elementos de la geografía que terminan siendo atrapados en las
cartografías del poder. Los mapas son un claro ejemplo de ello. Ahí quedan atrapados
en cuanto representación cosificada de fuerzas vivas y procesos complejos que
son apropiados por las dinámicas del poder económico y político. ¿Pero cómo
evitar la abstracción cosificante que anula su estatus vital? Porque al río,
cuando se lo conoce como objeto a conquistar y a dominar, se le puede cambiar
el cauce, se lo puede contener, incluso extraer valor, contaminar y hasta matar
la trama vital que contiene. ¿Esa operación que anula los vitalismos no es la
misma que está a la base de la comprensión de los procesos sociales que se
hacen desde arriba y desde afuera de los mismos?[3] Y
surgen más preguntas: ¿Cómo podríamos evitar la captura que el conocimiento que
viene desde arriba opera sobre los procesos de abajo? ¿Cómo nuestros ríos
pueden ser fuerza ingobernable que no se deja atrapar por los mandatos de
poder?
De nuevo, las preguntas superan este texto.
Hay que seguir pensándolas colectivamente y en sintonía con las luchas,
(re)creando y (re)inventando saberes inmanentes a las mismas. Pero hay un
elemento que fue clave el día 23 de octubre y marca un momento hermoso en lo
simbólico y rico en cuanto a saberes y posibles. Este fue la toma de la plaza
San Martín por el bloque estudiantil[4].
Ahí hay una irreverencia plebeya que desborda los marcos de obediencia que, por
ejemplo, la policía representa y busca asegurar a lo largo de las jornadas de
protesta. Si las protestas son como ríos, las policías son fuerzas de
dominación de los ríos que buscan constantemente controlar los cauces y tener
el control de las situaciones. Esto es evidente al ver la forma en que “acompañan”
las marchas: dan la apariencia de que permiten ciertos movimientos, restan
espacio, van acordonando, controlando, preparando el terreno para dispersar y
cuando llega el momento reprimen para dispersar y restablecer el “orden” (de
las clases dominantes). Es una táctica que es de manual, pero cuando los
movimientos de las personas que protestan la desbordan entran en desconcierto.
Esos momentos hay que apropiárnoslos y extraer de ellos la mayor cantidad de
lecciones.
Pero la irreverencia plebeya no sólo estuvo
presente en la recuperación momentánea de la plaza San Martín, también lo
estuvo en el ambiente festivo que se vivió en la avenida Abancay y en las
mismas marchas, que iban como ríos a encontrarse en el centro, con sus
múltiples formas de expresión. Todos esos elementos, además de las alianzas que
se están tejiendo, nos indican que hay dinámicas a las que debemos estar
atentos, entender sus saberes, desplegarlos y prolongarlos[5].
Sólo así podremos componer fuerzas y trenzar las luchas para ser como ríos que
golpean juntos, regando los valles y territorios de esperanza, justicia e
igualdad, remontando las estructuras de opresión y dominación.
[1] Recuerdo
que un compañero de la universidad nos contaba sobre una canción que su padre,
un militante de base de la izquierda de los 80´s, le había enseñado (pero
incompleta porque sólo recordaba una parte). La verdad es que no nos
preocupamos mucho en ese momento por rastrear el origen de la canción y en
parte fue una buena decisión porque compusimos una versión diferente en cuanto
a música y letra. Lamentablemente, no hay una grabación completa y de buena
calidad de nuestra versión, pero hurgando en YouTube encontré un video corto
donde estamos cantando la primera parte: https://youtu.be/WkkoZ27O8L0?si=lAqmeLt8lAkOPgIW.
[2] En
la original, la última parte es distinta. Es igual hasta puquio y luego dice:
“después torrente creciendo…”. Aquí se puede escuchar la versión original que
es de 1977 https://youtu.be/nxwwQC7-3_k?si=p8Cp8BW9l6W960vY.
[3] Y
es importante señalar que hay un grueso sector de las izquierdas que piensan
las luchas desde esas coordenadas. En el mejor de los casos, se busca encajar
las potencias en marcos preestablecidos; en el peor de los casos, se anulan en
nombre de la centralidad de la política desvinculada de la vida.
[4] Hace
más de un año sucedió algo similar. A raíz de una movilización que cayó 22 de
julio, para pensar un poco lo que pasó ese día con la recuperación momentánea
de la plaza San Martín retomaba una imagen del agua y escribía “Ser como agua,
como un flujo líquido que es imposible de coger y de controlar, pero cuando
ataca, lo hace con todas sus fuerzas hacia un punto específico para después
volver a disolverse y ser inasible al poder.” “El 22J nos lo demostró,
(re)tomando y (re)defendiendo espacios propios y/o siendo fuerza ingobernable
que fluye como el agua en la metrópolis, sin cauce preexistente para las
lógicas del poder, pero que golpea los cimientos del mismo cuando avanza como
un caudal de acumulación de alianzas y fuerzas desde abajo.” Ver: https://medium.com/@allcatsarebeautiful.peru/lecciones-del-22j-9d37965d56f8
[5] Y
el otro reto es cómo prolongamos esos saberes plebeyos de las protestas
propiamente dichas a otras dimensiones y momentos de la vida, porque el
desgaste tarde o temprano llega y las fuerzas necesitan reinventarse. También
porque no sólo necesitamos esas fuerzas en momentos de confrontación, sino
también insertas en las tramas vitales.
Fuente: https://medium.com/@fugasmarginales/como-r%C3%ADos-0ed6ad2c5531
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