miércoles, 30 de octubre de 2024

COMO RÍOS

Fugas Marginales

Cuando estaba en la universidad fui parte de un conjunto de zampoñas. Por aquellos años entonábamos una canción que le llamamos “Nuestra lucha”, sin saber que en parte era una versión de la canción “La violencia” de la agrupación Tiempo Nuevo[1]. La primera parte de nuestra versión decía así: “Nuestra lucha es como un río, su destino es regar el valle. Ahora es pequeña como un puquio, mañana será incontenible”[2]. Recuerdo que por esos años universitarios tocábamos y cantábamos nuestra versión con mucha convicción y emotividad. A la distancia, ya no estoy tan seguro de la inexorabilidad optimista de la canción, pero me parece interesante la imagen y la posibilidad que transmite.

Es justo esa imagen del río la que se me viene a la mente cuando pienso en los nuevos repertorios de lucha experimentados en Lima. En los paros de transporte recientes hemos presenciado masivos contingentes que atravesaban la ciudad desde distintos puntos para encontrarse en el centro histórico. Pero eso no es algo único de la coyuntura actual. En enero del 2023, en pleno proceso de movilización en Lima contra el gobierno, las delegaciones de provincias (en alianza con organizaciones populares de los conos) protagonizaron largas marchas atravesando la ciudad de norte a sur, de sur a norte, de este a oeste, desplegando una fuerza colectiva contundente que a muchos nos interpeló y conmovió. En ese momento, la imagen del río (¿quizás inconsciente por la canción a la que hice mención?) estuvo presente cuando al pensar en las protestas escribí como parte de una nota: “No se trata simplemente de necesidades insatisfechas como la politología nos quiere hacer creer. Es un dinamismo, como un río buscando su propio cauce. Es el otro Perú que se está configurando”.

Pero habría que hacer una precisión respecto a la imagen en cuestión. Para ser más exactos tendríamos que hablar de ríos. Primero, porque las columnas de manifestantes que atravesaron la ciudad partieron desde distintos territorios y, segundo, porque hay ahí una multiplicidad de actores. Si bien el primer paro fue de transportistas, el segundo articuló también a comerciantes, pequeños empresarios, etc. Y en el del miércoles 23 de octubre, además de los ya mencionados, estuvieron presentes estudiantes, colectivos, organizaciones de diversas temáticas, primeras líneas, brigadas de desactivación de bombas lacrimógenas, etc.

Precisamente, nuestras luchas serían ríos porque no es un sólo cauce el que está en juego (a pesar del protagonismo evidente que vienen teniendo algunos gremios de transportistas). Nuestras luchas son muchos cauces simultáneos que a veces se encuentran, a veces van en paralelo, otras veces se distancian y se vuelven a encontrar en un punto. Y el momento actual parece ser un momento de encuentro de las luchas. Y asumir esto no nos debe llevar a anular las contradicciones, los conflictos y diferencias que hacen parte de la multiplicidad en cuestión. Esos son elementos siempre presentes, pero lo central es que tenemos ante nosotros una oportunidad de pensar formas y amarres, articulaciones y entrecruzamientos prácticos entre las luchas. Y aquí valdría señalar que lo que hay que entretejer no son meras necesidades, ni demandas en un plano discursivo (y esta es una crítica al populismo de corte laclauniano), sino intensidades, resonancias, saberes y vitalismos asentados en la materialidad concreta de las luchas.

Podemos pensar nuestras luchas como ríos diversos que al juntarse hacen un caudal incontenible capaz de remecer las estructuras de opresión y de desigualdad. La imagen de los ríos es potente porque hace referencia a dos problemas políticos de primer orden que tienen relación entre sí: cómo articular luchas diversas y cómo constituir/destituir fuerzas.

No pretendo profundizar ambos temas en este breve escrito. Solo quería pensar algunas ideas en torno a la imagen en cuestión a modo de anotación personal para compartirlas y conversarlas con compañerxs y amigxs.

Pero es necesario pensar en algo más. Los ríos son elementos de la geografía que terminan siendo atrapados en las cartografías del poder. Los mapas son un claro ejemplo de ello. Ahí quedan atrapados en cuanto representación cosificada de fuerzas vivas y procesos complejos que son apropiados por las dinámicas del poder económico y político. ¿Pero cómo evitar la abstracción cosificante que anula su estatus vital? Porque al río, cuando se lo conoce como objeto a conquistar y a dominar, se le puede cambiar el cauce, se lo puede contener, incluso extraer valor, contaminar y hasta matar la trama vital que contiene. ¿Esa operación que anula los vitalismos no es la misma que está a la base de la comprensión de los procesos sociales que se hacen desde arriba y desde afuera de los mismos?[3] Y surgen más preguntas: ¿Cómo podríamos evitar la captura que el conocimiento que viene desde arriba opera sobre los procesos de abajo? ¿Cómo nuestros ríos pueden ser fuerza ingobernable que no se deja atrapar por los mandatos de poder?

De nuevo, las preguntas superan este texto. Hay que seguir pensándolas colectivamente y en sintonía con las luchas, (re)creando y (re)inventando saberes inmanentes a las mismas. Pero hay un elemento que fue clave el día 23 de octubre y marca un momento hermoso en lo simbólico y rico en cuanto a saberes y posibles. Este fue la toma de la plaza San Martín por el bloque estudiantil[4]. Ahí hay una irreverencia plebeya que desborda los marcos de obediencia que, por ejemplo, la policía representa y busca asegurar a lo largo de las jornadas de protesta. Si las protestas son como ríos, las policías son fuerzas de dominación de los ríos que buscan constantemente controlar los cauces y tener el control de las situaciones. Esto es evidente al ver la forma en que “acompañan” las marchas: dan la apariencia de que permiten ciertos movimientos, restan espacio, van acordonando, controlando, preparando el terreno para dispersar y cuando llega el momento reprimen para dispersar y restablecer el “orden” (de las clases dominantes). Es una táctica que es de manual, pero cuando los movimientos de las personas que protestan la desbordan entran en desconcierto. Esos momentos hay que apropiárnoslos y extraer de ellos la mayor cantidad de lecciones.

Pero la irreverencia plebeya no sólo estuvo presente en la recuperación momentánea de la plaza San Martín, también lo estuvo en el ambiente festivo que se vivió en la avenida Abancay y en las mismas marchas, que iban como ríos a encontrarse en el centro, con sus múltiples formas de expresión. Todos esos elementos, además de las alianzas que se están tejiendo, nos indican que hay dinámicas a las que debemos estar atentos, entender sus saberes, desplegarlos y prolongarlos[5]. Sólo así podremos componer fuerzas y trenzar las luchas para ser como ríos que golpean juntos, regando los valles y territorios de esperanza, justicia e igualdad, remontando las estructuras de opresión y dominación.

[1] Recuerdo que un compañero de la universidad nos contaba sobre una canción que su padre, un militante de base de la izquierda de los 80´s, le había enseñado (pero incompleta porque sólo recordaba una parte). La verdad es que no nos preocupamos mucho en ese momento por rastrear el origen de la canción y en parte fue una buena decisión porque compusimos una versión diferente en cuanto a música y letra. Lamentablemente, no hay una grabación completa y de buena calidad de nuestra versión, pero hurgando en YouTube encontré un video corto donde estamos cantando la primera parte: https://youtu.be/WkkoZ27O8L0?si=lAqmeLt8lAkOPgIW.

[2] En la original, la última parte es distinta. Es igual hasta puquio y luego dice: “después torrente creciendo…”. Aquí se puede escuchar la versión original que es de 1977 https://youtu.be/nxwwQC7-3_k?si=p8Cp8BW9l6W960vY.

[3] Y es importante señalar que hay un grueso sector de las izquierdas que piensan las luchas desde esas coordenadas. En el mejor de los casos, se busca encajar las potencias en marcos preestablecidos; en el peor de los casos, se anulan en nombre de la centralidad de la política desvinculada de la vida.

[4] Hace más de un año sucedió algo similar. A raíz de una movilización que cayó 22 de julio, para pensar un poco lo que pasó ese día con la recuperación momentánea de la plaza San Martín retomaba una imagen del agua y escribía “Ser como agua, como un flujo líquido que es imposible de coger y de controlar, pero cuando ataca, lo hace con todas sus fuerzas hacia un punto específico para después volver a disolverse y ser inasible al poder.” “El 22J nos lo demostró, (re)tomando y (re)defendiendo espacios propios y/o siendo fuerza ingobernable que fluye como el agua en la metrópolis, sin cauce preexistente para las lógicas del poder, pero que golpea los cimientos del mismo cuando avanza como un caudal de acumulación de alianzas y fuerzas desde abajo.” Ver: https://medium.com/@allcatsarebeautiful.peru/lecciones-del-22j-9d37965d56f8

[5] Y el otro reto es cómo prolongamos esos saberes plebeyos de las protestas propiamente dichas a otras dimensiones y momentos de la vida, porque el desgaste tarde o temprano llega y las fuerzas necesitan reinventarse. También porque no sólo necesitamos esas fuerzas en momentos de confrontación, sino también insertas en las tramas vitales.

Fuente: https://medium.com/@fugasmarginales/como-r%C3%ADos-0ed6ad2c5531



 

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