Estimados amigos:
Nuevamente insistimos no sólo en
comentar, sino de analizar y a la vez de proponer reformas a nivel nacional y
del aparato estatal; dado que el Estado está en proceso de descomposición en lo
organizativo político.
Hace algunos años con motivo de la
primera edición de mi libro sobre la Estructura Organizativa del Estado,
manifestábamos que en décadas anteriores podíamos caer en el Estado Fallido,
sin embargo los reajustes macroeconómicos introducidos en la década del 90 nos
daba luces que ese Estado Fallido no podía surgir.
Lamentablemente, los gobiernos
sucesivos de Alberto Fujimori no fueron capaces de iniciar un proceso de
cambios, principalmente en el área productiva, se siguió con el modelo primario
exportador. Esta vez se contó como siempre con la derecha conservadora,
disfrazada del neoliberalismo.
Lo dicho en el párrafo anterior ha sido
la raíz del árbol de la descomposición de la República, pues a lo estrictamente
económico, se sumó una forma nueva de una mafia de corrupción dentro del mismo
gobierno del ciudadano peruano-japonés Alberto Fujimori.
La última obra del historiador de la
economía peruana, Alfoson W. Quiroz, dice: “la espectacular caída del régimen
Fujimori-Montesinos –desencadenada por las extraordinarias evidencias grabadas
en video que develaron planes ilícitos y corruptos para conservar el poder en
medio de la creciente oposición cívico democrática –, contribuyo a que se
generara alteraciones en la habitual tolerancia en la corrupción sistemática”.
(A manera de aclaración, esta corrupción fue inédita por responder a una mafia
organizada para delinquir conscientemente). La cita mencionada es de la “Historia
de la Corrupción en el Perú”, pág. 521.
Felizmente, la mafia cayó y en el nuevo
milenio el Perú pasó a ser gobernado por gentes decentes, como el senador y
Presidente provisional, Valentín Paniagua Corazao. Lo primero que hizo el nuevo
gobierno es: “comenzar por la reforma anticorrupción amplia y extensa”.
“Los nuevos funcionario anticorrupción
recibieron un amplio respaldo local y extranjero a sus esfuerzos reformistas.
Dicho respaldo comenzó a desvanecerse con el descubrimiento de nuevos
escándalos que eran, sin embargo menos graves que las tramas de corrupción
irrestrictas de la década de 1990. A pesar de las reformas en marcha, la
desconfianza que el público tenía de las autoridades e instituciones persistió,
así como las encuestas que indicaban un alto nivel de índices de percepción de
la corrupción” (obra citada, pág. 522).
Debemos terminar diciendo: “que: podría
palear en la memoria colectiva el legado de muchas décadas de corruptelas. Las
reformas institucionales debían, pues, aplicarse consistente y
sistemáticamente” (obra citada, pág. 522). En esa línea la presidencia
transitoria del doctor Paniagua no esperó, pues en el pequeño tiempo se
preparó, para no dejar en impunidad todo un conjunto de iniciativas legales, “
preparadas por el Congreso como parte de un paquete anticorrupción acordado por
el Procurador Público, José Ugaz, y el entonces ministro de Justicia, Diego
García Sayan” (obra citada, pág. 522-523).
“De esa manera se conformaron por
primera vez con mucho apoyo inicial los Procuradores especiales de
anticorrupción, para julio del 2003, aproximadamente 1,250 personas habían sido
procesadas, y más de 225 millones de dólares en cuentas bancarias secretas
habían sido confiscadas, en tanto que alrededor de 1,000 millones más estaban
en trámites de ser recuperadas” (obra citada, pág. 523). “Muchos acusados –
aproximadamente 125 en el 2003– huyeron del país, burlando el sistema de
corrupción”.
Para una mejor comprensión de la actual
situación de descomposición del Estado peruano, se adjunta un artículo, el
mismo que puesto a consideración se espera críticas y correcciones.
Atentamente,
Fernando Aníbal Arce Meza
Surco, 10 de Junio de 2014
LO ACONTECIDO EN
ANCASH: CONFIRMA LA DESCOMPOSICIÓN ORGANIZATIVO/POLÍTICA DEL ESTADO
PERUANO
Primera Parte:
Descomposición a nivel de los Órganos Ejecutivos
Los acontecimientos indeseables del
gobierno del departamento de Ancash no pueden ser motivo de actos sorpresivos,
considerando que su gobierno forma parte del Estado peruano, el cual en el
transcurso de nuestra historia, no ha llegado a operar como el “Estado en
forma”, salvo en contados períodos de gobiernos, particularmente, en el siglo
XIX.
En el “Estado en forma” se observa
orden, basado en un conjunto de reglas sociales y políticas que los gobiernos,
a través de sus autoridades, asumen gestiones ejemplares, las mismas que se
hacen acreedoras de la aceptación ciudadana, la cual con disciplinado civismo
se encuentran convencidos de la dación de políticas de Estado, comparten los
objetivos nacionales establecidos en el largo y mediano plazo, y que,
para su cumplimiento se diseñan planes y cuyos logros se alcanzan
con los programas de gobierno a realizarse en el corto plazo durante los
periodos presidenciables.
Esto último legitima las ofertas
electorales, las que los gobiernos deben cumplir, respetando a sus electores y
a la ciudadanía: partiendo que la autoridad del nivel más alto, a cargo del Presidente
de la República debe mostrar calidad de gobernante y su accionar es de
supervigilancia al evaluar continuamente lo que ocurre en el país durante su
período de gobierno.
Sin embargo en el Perú estas
atribuciones no se cumplen, en los momentos difíciles sus llamados al orden del
Presidente de la República son improntas esporádicas, propias de caudillos y
mandones, estos comportamientos son consecuencia de las corruptelas de las
alianzas políticas abiertas y escondidas con el resto de autoridades elegidas y
de grupos parlamentarios.
En estas corruptelas no escapan los
Poderes Públicos, caso de la Fiscalía de la Nación, el Poder Judicial. La
Institución Superior de Control tiene un trato cono cualquier entidad pública,
no tiene autonomía y contralores no formados y carecen de liderazgos desde
1993. Es evidente que fiscales, jueces y vocales son presionados por el Poder
Ejecutivo – Presidentes y Ministros – y otras autoridades de nivel (Presidentes
Regionales y Alcaldes), sino también hay aspectos crematísticos en el devenir
de las situaciones de crisis.
Los presidentes republicanos, como el
actual, no alcanzan a ser líderes, forma parte de la familia de los caudillos
elegidos, ellos gobiernan con sus grupos que actúan como grupos de poder, sin
menoscabo de la relación del mandón y su clan de ayayeros. Estos últimos lo
acompañan desde la campaña electoral formando parte del clientelaje que promete
ayudas desproporcionadas y otras formas que favorezcan a la población.
Es de observar, en contrario de lo que
harían los partidos políticos organizados democráticamente, donde no impera el
amiguismo de compartir favores e incondicionales lealtades. La narrativa
histórica del Perú enseña que los caudillos una vez en el poder, se convierten
en presidentes dependientes no sólo de sus grupos políticos, sino de los recién
llegados que casi siempre son grupos de poder económico, estos los inducen a
nombrar ministros y autoridades pertenecientes al sector economía y producción.
No se llega a entender cómo estos presidentes,
portadores de planes de gobierno y hojas de ruta, dejen todo, para someterse a
los intereses de los grupos de poder, lo que desdice a quienes los han
elegido. Se reitera que los Presidentes al no ser líderes, no forman parte de
élites y de cuadros partidarios; en consecuencia, no están en capacidad de
comprender su papel, para ejerce debidamente la presidencia, y al pasar los
años de su período de gobierno ponen con mayor evidencia que no son las
personas adecuadas, para el desempeñar el más alto cargo público del país.
A lo expresado, caben otras reflexiones
como es que el Presidente y el resto de autoridades, incluidas las
descentralizadas, se vuelven impopulares no sólo por no haber cumplido con las
promesas electorales, sino por caer en corruptela, mostrando la poca y ninguna
transparencia que se observa tanto en negociados y comisiones, como en la forma
de escoger a sus funcionarios de confianza y a los cambios que se realizan
recurriendo a personas no aptas para el desempeño de los cargos públicos en que
son nombrados.
Las generaciones actuales y la
ciudadanía toda están comprobando que los tres últimos presidentes se alejan
del marco del comportamiento que hemos señalado, y dadas las condiciones
negativas de sus comportamientos, se está esperando que las sucesiones de
equipos presidenciales sean pasibles de cambiar, que sean renovadores, y que se
han presentado a través de movimientos y partidos políticos que observen
calidad de ser organizaciones democráticas.
En este marco el Estado peruano y sus
gobiernos, incluidos el Congreso y los gobiernos descentralizados, no son
operativos muchos de ellos, porque se carece de autoridades que hayan formando
parte de cuadros de gobierno, ello conduce al desmanejo con corruptelas. Se
está lejos de comportamientos que consagran entregas, para mejorar los
servicios públicos, condición propia del accionar de la administración estatal
y de una válida gestión gubernamental.
Si antes los gobiernos al ser
centrales, el Presidente, sus ministros y sus mayorías parlamentarias,
eran los únicos que tenían la responsabilidad de gobernar con eficiencia; sin
embargo, esto no se dio. En el Perú en casi todas las fases y períodos, el Gobierno
Central es débil por lo afirmado en los párrafos anteriores, ello permite a
cualquier autoridad menor, incluidas las elegidas, de actuar sin respetar al
nivel presidencial y al Congreso, dan respuestas indebidas. Aparecen como
independientes, no reconociendo a la autoridad de los Poderes Públicos, usan de
manera distorsionada su autonomía y hasta recurren a la prepotencia lo que
conduce a situaciones desafortunadas y de enfrentamiento como las que estamos
viviendo.
Probablemente, cuando sólo existía el
Gobierno Central, el Ministerio de Economía y de Finanzas, alcanzaba el cómo
decidir y controlar gastos; pero al crecer el Estado en organizaciones e
ingresos, paradójicamente, lo acontecido por el gobierno descentralizado de
Ancash, se incrementa los actos de corrupción. Anteladamente, se subrayó que
Ancash ocupaba los primeros lugares en la capacidad de gastos. El MEF no tuvo
el alcance de observar a que respondían estos gastos, teniendo en
consideración, que ese Ministerio registra y aprueba la salida de las partidas
de egresos públicos.
El desbordarse como hemos señalado, no
resulta ajeno el poder central, a él se suman los gobiernos descentralizados.
Este hecho conlleva a que el Presidente, Ministros, parlamentarios,
responsables regionales y alcaldes, no exista entre ellos políticas de
coordinación, más aún en las actuales circunstancias en que el Perú se ha
recuperado con el crecimiento económico (perdido entre 1975 y 1995), y el
Estado tiene mayores recursos; sin embargo, recordamos que no está operando el
Sistema de Planeamiento Estratégico.
Por veinte años el erario no tuvo
ingresos suficientes ni para poder atender los servicios públicos esenciales.
Los gobiernos, particularmente, en el último tercio del siglo XX si no tenían
recursos, recurrían a retroalimentarse, a través de la inorgánica emisión de
dinero, aparentando contar con ingresos.
El uso de la llamada “maquinita”, llevó
a situaciones más complicadas en las finanzas fiscales, su mayor expresión fue
el gasto desmedido frente a los menores ingresos por recaudación que ocurrió
entre 1985 y 1990 - el primer gobierno de García Pérez -. Se puso en
evidencia una superinflación que alentaría el descalabró y la crisis económica
y social. En ese gobierno también se produjo los hechos más evidentes de
corrupción estatal en complicidad, particularmente, con un grupo de empresarios
llamados los “Doce Apóstoles”.
Al término de ese gobierno, el nuevo,
desde agosto de 1990, hizo frente a esta situación, aplicó duramente las
políticas neoliberales que significó el ajuste macro financiero del Estado,
pero si bien se comenzó la recuperación, los sectores C, D y E sufrieron una
crisis de ingresos y desempleo que se expresó en un crecimiento de la pobreza,
y su consecuente desigualad social.
Esta recuperación propia del
capitalismo salvaje, nos sacó de la crisis fiscal, pero sin implementar nuevas
políticas dirigidas al desarrollo. Asimismo, hubo el mal uso de los ingresos
del erario por parte de las principales autoridades políticas y los altos mandos
militares, que demostraban corrupción y de las corruptelas de los poderes
públicos, con las manipulaciones de congresistas, de fiscales y de jueces del
Ministerio Público y el Poder Judicial.
La política de reducción en el gasto
público recibió el apoyo de los organismos internacionales financieros, como el
FMI y el Banco Mundial, ellos colocaron al Perú bajo sus políticas del gasto
limitado, aun cuando el desempleo se incrementaba, con los niveles mayores del
sub empleo - una evidencia de la informalidad -. Lo que interesaba era
recuperar la economía, tratando de acercarse al crecimiento que tuvo el Perú en
las décadas del 50, 60 y del 70.
Nuestra economía sólo cambió, para
asegurarse de no alterar las tasas macroeconómicas, pero se siguió con la
política de exportación de productos tradicionales, basados en los sectores de
la minería, la que ha seguido en las décadas del 2000, donde fue más evidente
el crecimiento de dicha exportación primaria, porque internacionalmente
subieron los precios de los minerales.
Ingresamos a una economía de aparente
bonanza, que si bien hizo posible mayores ingresos para el Estado, éste por
razones de reclamo nacional asumió iniciar el proceso de descentralización, en
que se le pasó muchas competencias que significarían gastos, pero con débil y
nulo financiamiento. Consecuencia de las leyes de descentralización regional, y
que, de regional no tenían, si no es departamental de orden provisional, pero
en el Perú lo provisional resulta definitivo, pues ya han pasado doce años. A esta
situación se suma en que muchos departamentos, provincias y municipalidades,
particularmente, donde existían explotación minera son adictos a recibir el
conocido “canon” minero y ha gastarlo muchas veces en obras intrascendentes.
En general, tanto el gobierno central
como los gobiernos descentralizados, departamentales y municipales, pasaron de
una etapa de débil recaudación, a una incremento inesperado y con disposiciones
a gastar en obras públicas, fuente de los negociados y las comisiones de la corrupción.
Algunas Reflexiones para
la Reforma Organizativa del Poder Ejecutivo y Organismos Descentralizados: Por
un Estado No Fallido y que rompa la Crisis Institucional y su Descomposición
Con la ley del canon, algunas regiones
tuvieron ingentes recursos, pero como bien comenta Martín Tanaka:
“la coexistencia
entre mayores recursos y responsabilidades fue con limitadas capacidades
políticas e institucionales, tuvo como consecuencia altos niveles de ineficacia
y de corrupción.”
Es importante señalar lo que dice el ex
presidente de PETROPERU, Humberto Campodónico:
Primero, “el canon minero y
petrolero fue obtenido de largas luchas contra el centralismo limeño. Ha sido,
por tanto, un instrumento progresivo. Pero, ojo, todo se mueve y hoy es
necesaria una reforma, para que no se convierta en un instrumento de la derecha
contra las regiones”; y
la segunda “es que el
boom de ingresos mineros y de hidrocarburos debe servir para la diversificación
productiva, ya que de un lado el boom de precios no dura para siempre y, de
otro son recursos agotables y no renovables”.
Humberto Campodónico señala con visión
de futuro, que el petróleo y la minería debe ser sembrada: en infraestructura,
recursos humanos y un patrón de producción más homogéneo, con mayor valor
agregado y empleos dignos. No olvidar de las bases petroquímicas y
energéticas, el valor agregado se dirige a la industrialización. Estas
políticas y acciones públicas crean Estado y República soberana al ser
autónoma.
Es importante señalar en esta primera
parte, que hay que reconsiderar una nueva forma de regiones, para que realmente
existan gobiernos regionales, como dice Martín Tanaka:
“que debemos apuntar
a fortalecer los movimientos regionales, igualmente hay que reconsiderar la
forma de elección y funciones de los Consejos Regionales y Consejos de
Coordinación”, y “alejemos las formas de representación personalizadas
por provincias”.
Es entendible esto último porque de
existir válidos gobiernos regionales, otra serán las formas de representación
de sus Consejos. Ellos deben actuar como verdaderas instancias de fiscalización
del manejo que tendrán los presidentes regionales, que dicho sea de paso, sin
intento de disminuir su posición, deben cambiarse por la de Gobernadores.
Las reconsideraciones no pueden seguir
manteniendo formas departamentales, cercanas a crearse cacicazgos repensados en
la Colonia que, los asemeja al señor feudal:
- Debe darse mayores
atribuciones que refuercen el actuar de los concejos regionales y el concejo de
regidores. El ordenamiento territorial servirá también para aplicarlo a las
formas organizativas de los gobiernos descentralizados, conlleva a crear no más
de 10 regiones, incluida los territorios del Callao (el puerto sólo es
municipalidad provincial y no puede ser regional), y Lima Metropolitana tiene
que alcanzar una mayor extensión, de acuerdo a los polos de desarrollo en el
norte y sur chico, de acuerdo al Plan de Lima Metropolitana de 2035, aprobado
por el actual Concejo Metropolitano de Lima.
- Se necesita Gobiernos
Regionales que se formen por razones de cuencas, y otras semejanzas, pero con
referedums que den aprobación final y con consultas de aquellas localidades que
no quieren pertenecer a una región y a una municipalidad.
- Las municipalidades
deben repensarse en una organización que termine señalando niveles y
reajustando su número. Las municipalidades provinciales deben asumir atribuciones
que refuercen sus funciones de ser supervigilantes de los concejos distritales.
No caer en feudalismos y cacicazgos locales.
- Reiteramos nuestra
posición que los Ministerios son planeadores, normativos, supervigilantes y con
pocas acciones de ejecuciones de obras públicas, esto corresponde a los
gobiernos descentralizados.
- Los cuadros de
personal de los Ministerios al ser reducidos en número de personal, estos
previa selección deben ser transferidos a los gobiernos descentralizados.
- Crear Vice
Ministerios de orden técnico como al nivel más alto de la carrera pública, ello
significa duración en el cargo. Los Ministros son responsables políticos y los
Vice Ministros de las políticas sectoriales. Evitar el número de organizaciones
públicas descentralizadas (OPD).
- Este breve comentario
deberá ser completado con una segunda parte, en la que nos ocuparemos de los
otros poderes del Estado, especialmente del Ministerio Público y el Poder
Judicial; asimismo del papel de la Contraloría General como uno de los
acompañantes en la lucha contra la corrupción, porque debemos ser claros, la
Contraloría su función no es combatir la corruptelas de los Gobiernos, el
“Órgano Superior de Control” audita y dictamina lo realizado por las entidades
públicas, es una organización dirigida a evaluar el control de resultados.
La próxima semana se hará llegar la
segunda parte dedicada al comportamiento administrativo – político de la
Fiscalía de la Nación, el Poder Judicial, y en particular el comportamiento de
la PNP. Finalmente haremos un intento de analizar el comportamiento de la
Contraloría General en esta descomposición organizativa del Estado, desde el 5
de abril de 1992.
Fernando Aníbal Arce Meza
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