lunes, 6 de noviembre de 2017

EL INDEPENDENTISMO CATALÁN AHOGA A LA IZQUIERDA RADICAL





La ideología siempre contiene falsedades, pero la ideología de los independentistas catalanes está repleta de engaños y tretas. Algunos plantean que existe una contradicción entre el gran nacionalismo español y el pequeño nacionalismo catalán, y, siguiendo supuestamente a Lenin, plantean que la izquierda radical debería apoyar al “pequeño nacionalismo catalán”. En primer lugar, no existe el gran nacionalismo español, puesto que España está constituida por 17 Comunidades Autónomas donde cada una de ellas tiene una identidad específica. Existen en concreto tres Comunidades Autónomas, además de la catalana, a las que hay que reconocerle el carácter de nacionalidad: Euskadi, Galicia y Valencia. Todas pueden esgrimir el tener una lengua propia, uno de los rasgos decisivos nacionales en el mundo actual. Hay además otras Comunidades, como pueden ser Andalucía y Canarias, que también poseen un grado de identidad nacional-regional importante. Por lo tanto,  eso de que por una parte está el pequeño nacionalismo catalán y por el otro el gran nacionalismo español es una tesis falsa.
 
No existe el sentimiento nacional español o existe en muy pequeña escala. No obstante, sí existe el sentimiento nacional catalán. Y es cierto que el proceso independentista catalán ha desarrollado el sentimiento nacional español, provocando que en muchos balcones de España se luzca la bandera nacional. Lo que resulta incomprensible por parte de la izquierda radical es que considere legítimo el sentimiento nacional catalán y sus expresiones simbólicas y se rechace el sentimiento nacional español y sus expresiones simbólicas. La causa está en que muchos líderes de la izquierda radical todavía están en este terreno en los años setenta del siglo pasado, y siguen vinculando la bandera española con el franquismo. Carece además de rigor histórico comparar la Rusia semifeudal y semicapitalista del periodo 1900-1917 con la España de 2017 en la etapa de la regionalización de la economía de los  Estados nacionales  y en la época de la globalización. Si la teoría se llena de pura ideología política, la falsedad de los conceptos nos cegará.

Resulta además que Cataluña es una de las regiones más rica de España, en los ámbitos industrial, comercial, financiero y cultural. Su renta per cápita es una de las más grandes de España. ¿A quien le cabe en la cabeza presentar a los canarios, andaluces y extremeños, por ejemplo, en calidad de opresores del pueblo catalán? Solo a quienes no analizan la realidad en su concreción. Y no vale la treta de sustituir el pueblo español por el Estado español, como si el Estado fuera un ente independiente de la sociedad civil y no como lo que es: la objetivación de su vida colectiva y general. No tiene tampoco sentido que estando la izquierda radical en contra de la independencia de Cataluña, defienda, no obstante, el derecho a la autodeterminación para esa nacionalidad. Se está cayendo en los conceptos de la democracia abstracta. Se habla de que el pueblo catalán quiere votar para decidir su independencia o no. Las cosas no pueden enfocarse así. No se pueden dejar de lado los conceptos de clase. Es un sector de la burguesía catalana aliada a un sector amplio de la clase media quien quiere la independencia de Cataluña. Y han logrado que una parte importante del pueblo catalán los siga. La base social de un movimiento no determina su naturaleza de clase, sino los intereses que se defienden. Y lo que mueve a los independentistas catalanes no son otros que los intereses egoístas de la burguesía. “España nos roba” es una de sus consignas fundamentales. Y que los catalanes serán más ricos es una de sus consignas fundamentales para legitimar una Cataluña independiente.

Surge una pregunta: ¿La defensa del derecho a la autodeterminación es un derecho que solo se le reconocerá a Cataluña o también hay que reconocérselo a otros pueblos de España? Es obvio que ese derecho por principio democrático  debe reconocerse a todos los pueblos de España y no solo a Cataluña. Luego ese derecho a la independencia también querrán ejercerlo de forma legítima Euskadi,  Galicia y Valencia. Pero también podrían ejercerlo Canarias, Andalucía y cualquier otra Comunidad Autónoma. Volveríamos entonces a la época precapitalista. Daríamos marcha atrás a la historia. No se puede sustentar en un concepto abstracto de democracia la defensa al derecho a la autodeterminación. Es un error estratégico muy grave. Los postulados principales de la izquierda radical quedarían fuera de juego. No se puede sucumbir como se está haciendo a los intereses nacionales de la burguesía catalana independentista.

Surge además otro asunto. ¿Por qué el derecho a decidir el futuro solo tiene que afectar al derecho a la independencia del pueblo catalán? ¿Por qué ese derecho no puede afectar a asuntos más decisivos y trascendentales de la vida de los pueblos de Europa? No estaría de más que se celebrara un referéndum para decidir que el salario mínimo fuera de 1000 euros, que nadie tuviera un ingreso superior a los 20.000 euros mensuales, que nadie tuviera un patrimonio superior a los 30 millones de euros, que los partidos de fútbol fueran todos en abierto, que todas las grandes empresa estuvieran intervenidas en su accionariado por el Estado, que el número de televisiones privadas fueran menos, y así un gran número de cosas.  Pero ¿cuál ha sido la causa que ha hecho a la izquierda radical ponerse del lado de los independentistas catalanes? Una razón sencilla: su objetivo central es derribar al PP del gobierno de la nación. Pero un objetivo central no puede significar que tenga carácter absoluto. No siempre un objetivo central tiene que ser el objetivo principal. Y el objetivo principal actual para la izquierda radical, por mucho que en aspectos de esa lucha se coincida con el PP, debería ser luchar con firmeza contra el nacionalismo independentista catalán. Si no se hiciera así, el conflicto catalán puede polarizar, como lo está haciendo ahora, la vida política española durante más de una década. Y esto perjudicaría gravemente los intereses del socialismo: los intereses de la propiedad pública y los intereses de los trabajadores.

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