martes, 2 de julio de 2019

DESDE LA INDEPENDENCIA EL ESTADO HA SIDO EXCLUYENTE, AUTORITARIO Y NO HA SERVIDO A TODOS



Estimados amigos:

El título de este escrito entre otras cosas no dice que el Estado debe ser para todos, en el caso del Perú ha sido ajeno, porque históricamente nunca estuvo al servicio de los peruanos en los doscientos años de república independiente. Sin embargo, estas razones del tiempo no son suficientes para entender las razones porque el Perú siendo independiente no ha servido a todos los ciudadanos, y con ello muestra una paradoja que el Estado al interior de su territorio no brindó por igual los servicios públicos a los ciudadanos.  

Es decir, el Estado peruano es excluyente tanto para los especialistas, como en especial para quien escribe, porque está secuestrado por intereses de los grupos de poder; en consecuencia el Estado sirve a quienes respaldan a los intereses de los que detentan el poder de los gobiernos.  

Poquísimos gobiernos intentaron ser servidores de la república, y menos los que propugnaron hacer reformas como la agraria, la más importante para la república, tal como ocurrió en el caso de la alianza de gobierno que presidió Fernando Belaúnde, cuya primera decisión de gobierno habría de ser afectar las tierras a los que aparecían manejando dichos predios bajo el sistema de hacienda y latifundistas; sin embargo, esa alianza de gobierno que ganó las elecciones no pudo llevar acabo el proyecto de reforma agraria, porque no tenía un congreso, pues existía una mayoría conservadora como la coalición apro/odriísta, que cerró el paso al proceso reformista, y al anhelo republicano de quebrar el sistema de explotación existente en el campo agropecuario. 

Esta coalición conservadora se constituyó para impedir diversas reformas públicas, en especial el proyecto agrario sufrió alteraciones sustanciales como sacar de la servidumbre a los campesinos originarios, en particular a los quechuas hablantes. Esta última dificultó promover en calidad de ciudadanos a los beneficiarios que el proyecto disponía a fin de que la reforma agraria fuera factible en la redistribución de las tierras después de 150 años de la república.

Los golpistas del 3 de octubre de 1968 se pusieron al frente para evitar la frustración que en democracia y bajo la nueva generación de la civilidad por haberse impedido de ser sus realizadores, por parte de un congreso dominado por una mayoría que defendía los intereses de los dueños de las tierras. Si bien se llegó a aprobar la primera ley de reforma agraria, no tuvo el sentimiento que por décadas fue bandera de reivindicación y que luchó ante las sujeciones de los conservadores enemistados con la democracia y su nuevo mensaje de vida encaminado para que el Perú sea una república soberana. 

La civilidad ante estos acontecimientos quedó frustrada, más cuando después el sector conservador y el neoliberalismo regresaron al gobierno, dejando atrás las conquistas democráticas de la Constitución Política de 1979. Más grave fue que desde 1990 a la fecha el conservadorismo continúa haciendo los negocios que mejor les parezca a los gobiernos, imponiéndose “su derecho” de gestionar las acciones contrarios a una disminuida ciudadanía, donde casi siempre son las actividades y proyectos de obras que los dueños del poder político, ejecutan bajo los pactos solapados con los poderes fácticos que manejan la economía.  

Esto se produce, a pesar de que elegimos en libertad a los gobiernos –ejecutivo y congreso-, empero poco importa que sus miembros obedezcan a la voluntad de los electores. Presidentes y congresistas se alinean con los poderes subalternos, convirtiendo a los gobiernos en ilegítimos, aun cuando sean legales sus mandatos ¿qué razones obligan al país a pasar por estas situaciones nada justas, ni nada recomendables para la democracia política y económica? Esto ocurre porque el Estado y el Perú han pasado y están en manos de los grupos conservadores, los que no llegan a entender que los tiempos cambian, que las reformas se proyectan, se cumplen y se hacen.

Reformas que se hacen para ponerse a tono con los signos de uso universal; sin embargo, nuestros gobiernos y quienes los dirigen son “nacionalistas” que creen que los cambios sovietizan a la república, tal como veremos con los escritos que les alcanzamos, en que historiadores, cientistas sociales y líderes de opinión de la generación de los años 1920 como Jorge Basadre, José Carlos Mariátegui y Luís E. Varcárcel, señalaron lo dañino que practicaron y practican los conservadores que siguen sus comportamientos de antireformas.  
Apreciemos sobre esto último que, en la revista “Mundial” en 1924 se escribía sobre los nacionalismos criollos, quienes querían ser islas, lejos de cualquier cercanía extranjera, así el Amauta Mariátegui escribió sobre lo Nacional y lo Exotico: (*)

“Frecuentemente se oyen voces de alerta contra la asimilación de ideas extranjeras. Estas voces denuncian el peligro de que se difunda en el país una ideología inadecuada a la realidad nacional. Y no son una protesta de las supersticiones y de los prejuicios del difamado vulgo. En muchos casos, estas voces parten del estrato intelectual. Podrían acusar una mera tendencia proteccionista, dirigida a defender los productos de la inteligencia nacional de la concurrencia extranjera. 

Pero los adversarios de la ideología exótica sólo rechazan las importaciones contrarias al interés conservador. Las importaciones útiles a ese interés no les parecen nunca malas, cualquiera que sea su procedencia. Se trata, pues, de una simple actitud reaccionaria, disfrazada de nacionalismo. La tesis en cuestión se apoya en algunos frágiles lugares comunes.   

Más que una tesis es un dogma. Sus sostenedores demuestran, en verdad, muy poca imaginación. Demuestran, además, muy exiguo conocimiento de la realidad nacional. Quieren que se legisle para el Perú, que se piense y se escriba para los peruanos y que se resuelva nacionalmente los problemas de la peruanidad, anhelos que suponen amenazados por las filtraciones del pensamiento europeo. 

El Perú contemporáneo se mueve dentro de la órbita de la civilización occidental. La mistificada realidad nacional no es sino un segmento, una parcela de la vasta realidad mundial. Todo lo que el Perú contemporáneo estima lo ha recibido de esa civilización que no sé si los nacionalistas a ultranza calificarán también de exótica

¿Existe hoy una ciencia, una filosofía, una democracia, un arte, existen máquinas, instituciones, leyes, genuina y característicamente peruanos? ¿El idioma que hablamos y que escribimos, el idioma siquiera, es acaso un producto de la gente peruana?

El Perú es todavía una nacionalidad en formación. Lo están construyendo sobre los inertes estratos indígenas, los aluviones de la civilización occidental. La conquista española aniquiló la cultura incaica. Destruyó el Perú autóctono. Frustró la única peruanidad que ha existido. Los españoles extirparon del suelo y de la raza todos los elementos vivos de la cultura indígena. Reemplazaron la religión incásica con la religión católica romana. De la cultura incásica no dejaron sino vestigios muertos

Los descendientes de los conquistadores y los colonizadores constituyeron el cimiento del Perú actual. La independencia fue realizada por esta población criolla. La idea de la libertad no brotó espontáneamente de nuestro suelo; su germen nos vino de fuera. Un acontecimiento europeo, la revolución francesa, engendró la independencia americana. Las raíces de la gesta libertadora se alimentaron de la ideología de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

Un artificio histórico clasifica a Túpac Amaru como un precursor de la independencia peruana. La revolución de Túpac Amaru la hicieron los indígenas; la revolución de la independencia la hicieron los criollos. Entre ambos acontecimientos no hubo consaguinidad espiritual ni ideológica. A Europa, de otro lado, no le debimos sólo la doctrina de nuestra revolución, sino también la posibilidad de actuarla. 

Antes y después de la revolución emancipadora, no faltó gente que creía que el Perú no estaba preparado para la independencia. Sin duda, encontraban exóticas la libertad y democracia. La gente afirmativa, romántica, heroica, que pensó que son aptos para la libertad todos los pueblos que saben adquirirla. 

La independencia aceleró la asimilación de la cultura europea. El industrialismo, el maquinismo, todos los resortes materiales, del progreso nos han llegado de fuera. Hemos tomado de Europa y Estados Unidos todo lo que hemos podido. Cuando se ha debilitado nuestro contacto con el extranjero, la vida nacional se ha deprimido. El Perú ha quedado así insertado dentro del organismo de la civilización occidental.

Tenemos el deber de no ignorar la realidad nacional; pero tenemos también el deber de no ignorar la realidad mundial. El Perú es un fragmento de un mundo que sigue una trayectoria solidaria. Los pueblos con más aptitud para el progreso son siempre aquellos con más aptitud para aceptar las consecuencias de su civilización y de su época.
 
¿Qué se pensaría de un hombre que rechazase, en el nombre de la peruanidad, el aeroplano, el radium (el avión, la radio, hoy la televisión, el linotipo, hoy el internet) considerándolos exóticos? Lo mismo se debe pensar del hombre que asume esa actitud ante las nuevas ideas y los nuevos hechos humanos.

Los viejos pueblos orientales a pesar de las raíces milenarias de sus instituciones, no se clausuran, no se aíslan. No se sienten independientes de la historia europea. Turquía, por ejemplo, no ha buscado su renovación en sus tradiciones islámicas, sino en las corrientes de la ideología occidental. Presentemente, Turquía no repudia la teoría ni la técnica de Europa; pero repele los ataques de los europeos a su libertad. Su tendencia a occidentalizarse no es una capitulación de su nacionalismo.

¿Cómo podrá, por consiguiente el Perú, que no ha cumplido aún su proceso de formación nacional, aislarse de las ideas y las emociones europeas? Un pueblo con voluntad de renovación y de crecimiento no puede clausurarse. Las relaciones internacionales de la inteligencia tienen que ser, por fuerza, librecambistas. Ninguna idea que fructifica, ninguna idea que se aclimata, es una idea exótica. 

Un sociólogo ilustre dijo una vez que en estos pueblos sudamericanos falta “atmósfera de ideas”. Sería insensato enrarecer más esa atmósfera con la persecución de las ideas que, actualmente, están fecundando la historia humana. Y si místicamente, gandhianamente, deseamos separarnos y desvincularnos de la “satánica civilización europea”. 

Ningún nacionalista criollo aceptaría, seguramente, esta extrema consecuencia de su jingoismo. Porque aquí el nacionalismo no brota de la tierra, no brota de la raza. El nacionalismo a ultranza es la única idea efectivamente exótica y forastera que aquí es propugnada. Y que, forastera y exótica tiene muy poca chance de difundirse en el conglomerado nacional. 

Esto último confirma que José Carlos Mariátegui, tal como expresa el escritor francés y peruanista Ronaldo Forgues que: “curiosamente habrá que esperar medio siglo en el Perú para que semejante análisis sea remontado verdaderamente por las ciencias sociales marcadas por la influencia del marxismo positivista y ortodoxo, luego de haber sido popularizado por José María Arguedas y su obra; y sobre todo habrá que esperar la caída del Muro de Berlín y la quiebra del modelo soviético para que este aporte fundamental del Amauta empiece a verse tomado en cuenta por los hombres políticos de la izquierda marxista peruana, obviamente influidos por la boga de las ideas estalinistas de los años de la post-guerra en América Latina, aun cuando éstos se estaban reclamando heterodoxo de su ilustre compatriota” 

Será el mismo Forgues que señala las virtudes ejemplares de Mariátegui cuando se adhiere y reafirma a la democracia pura preguntando ¿no constituye este valor de alcance universal, hoy más que nunca, el único verdadero vínculo de acercamiento, de solidaridad y amistad entre los pueblos? Esta es “la razón  por cual no vacilaré en afirmar que Mariátegui no me parece ser ni el pensador típicamente europeo que algunos han querido presentarnos en otros tiempos, ni tampoco el pensador genuinamente andino que otros quisieran presentarnos hoy en día, sino un pensador mestizo”. 

El profesor Forgues considera al Amauta “un peruano moderno, cuya obra constituye una maravillosa síntesis entre dos civilizaciones  de las cuales, había percibido, tal vez más intuitiva que racionalmente los valores universales y ejemplares degradados por la imposición del capitalismo colonialista en América Latina e imperialista en Europa”. “Valores éstos que debían ser restituidos en su auténtica grandeza por el advenimiento de un socialismo democrático y humanista de filiación libertaria, en el que el ensayista veía la salvación del hombre moderno”. 

(Ver “Mariátegui, Lazo de Unión entre en América y Europa”de Forgues, Roland págs. 73/85 en “José Carlos Mariátegui y Europa. El Otro Aspecto del Descubrimiento” presentado en el Encuentro Internacional conmemorando el centenario del nacimiento del Amauta).   

Lo manifestado -y comentado sobre Mariátegui- respectivamente en los años 20 del siglo XX, se califica en su lucha por el progreso del Perú, partiendo que su escritura y pensamiento sobre nuestra república y el mundo es actual, reconociendo meridianamente que encaja en lo del ayer y lo que viene pasando hoy, a pesar del tiempo y los escenarios, resultando a la vez ilustrativos, en especial para los jóvenes que no han tenido oportunidad de lecturas y reflexiones de la historia contemporánea y/o carecen que sean sus mayores quienes les cuenten lo ocurrido del Perú gobernados por los conservadores.

Parece imposible atender y entender los escritos de Mariátegui que en su carácter de Amauta, en algunos (o muchos que se quedaron en silencio), se preguntarían por qué se le brindó este título a un personaje, “felizmente muerto para los antireformistas”, considerando que José Carlos Mariátegui apelaba a lo “extranjero” y a la civilización occidental, como despectivamente lo calificó Haya de la Torre, y que, luego éste sería el caudillo que renunciaría a sus afanes reformistas, razón por la cual fuera alabado por los conservadores. 

Fernando Arce Meza                    Surco, 1 de Julio del 2019

Nota aclaratoria: Amigos, resulta que a muchos peruanos, no así los latinoamericanos, se les inculcó con mala fibra por parte de los conservadores y apristas que José Carlos Mariátegui fue el agitador sovietista y parte del partido comunista (PCP) en el Perú, lo cual no podía ser cierto, si se hace uso de la lógica y la razón, porque estando vivo el Amauta, la tercera internacional no lo consideró dialécticamente socialista ortodoxo, y al morir Mariátegui no lo pusieron en el “santoral” de la tercera internacional comunista. Los dirigentes de nacionalidad peruana que formaban parte de la burocracia del comunismo mundial (gratificada por constantes regalías y sinecuras) por la URSS estalinista bautizaron la corriente ideológica despectivamente de “amautismo”. Mariátegui fundó el Partido Socialista. 

Mariátegui ha sido un pensador y político de avanzada. Fue crítico no sólo ideológico, sino también literario, de arte y promotor cultural. Por tanto, se le considera heterodoxo por la forma que trató los temas. Así al ocuparse de la revolución de 1917, manifestó “sin una crítica vigilante, que es la mejor prueba de la vitalidad del partido bolchevique, el gobierno soviético correría probablemente el riesgo de caer en un burocratismo formalista, mecánico” (Ver Mariátegui, José Carlos: “Figuras y Aspectos de la Vida Mundial, tomo III, pág., 27). 

¿De haber sido de la Internacional, Mariátegui hubiese escrito con libertad y crítica sobre hechos y de personajes, considerando su fecunda y creadora posición política? El pertenece a la corriente que se ha llamado: del advenimiento del socialismo democrático humanista y libertario.


* Publicado en Mundial, Lima, 9 de diciembre de 1924

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