Estimados
amigos:
El título
de este escrito entre otras cosas no dice que el Estado debe ser para todos, en
el caso del Perú ha sido ajeno, porque históricamente nunca estuvo al servicio
de los peruanos en los doscientos años de república independiente. Sin embargo,
estas razones del tiempo no son suficientes para entender las razones porque el
Perú siendo independiente no ha servido a todos los ciudadanos, y con ello
muestra una paradoja que el Estado al interior de su territorio no brindó por
igual los servicios públicos a los ciudadanos.
Es decir,
el Estado peruano es excluyente tanto para los especialistas, como en especial
para quien escribe, porque está secuestrado por intereses de los grupos de
poder; en consecuencia el Estado sirve a quienes respaldan a los intereses de
los que detentan el poder de los gobiernos.
Poquísimos
gobiernos intentaron ser servidores de la república, y menos los que
propugnaron hacer reformas como la agraria, la más importante para la
república, tal como ocurrió en el caso de la alianza de gobierno que presidió
Fernando Belaúnde, cuya primera decisión de gobierno habría de ser afectar las
tierras a los que aparecían manejando dichos predios bajo el sistema de
hacienda y latifundistas; sin embargo, esa alianza de gobierno que ganó las
elecciones no pudo llevar acabo el proyecto de reforma agraria, porque no tenía
un congreso, pues existía una mayoría conservadora como la coalición apro/odriísta,
que cerró el paso al proceso reformista, y al anhelo republicano de quebrar el
sistema de explotación existente en el campo agropecuario.
Esta
coalición conservadora se constituyó para impedir diversas reformas públicas,
en especial el proyecto agrario sufrió alteraciones sustanciales como sacar de
la servidumbre a los campesinos originarios, en particular a los quechuas
hablantes. Esta última dificultó promover en calidad de ciudadanos a los
beneficiarios que el proyecto disponía a fin de que la reforma agraria fuera
factible en la redistribución de las tierras después de 150 años de la
república.
Los
golpistas del 3 de octubre de 1968 se pusieron al frente para evitar la
frustración que en democracia y bajo la nueva generación de la civilidad por
haberse impedido de ser sus realizadores, por parte de un congreso dominado por
una mayoría que defendía los intereses de los dueños de las tierras. Si bien se
llegó a aprobar la primera ley de reforma agraria, no tuvo el sentimiento que
por décadas fue bandera de reivindicación y que luchó ante las sujeciones de
los conservadores enemistados con la democracia y su nuevo mensaje de vida
encaminado para que el Perú sea una república soberana.
La
civilidad ante estos acontecimientos quedó frustrada, más cuando después el
sector conservador y el neoliberalismo regresaron al gobierno, dejando atrás
las conquistas democráticas de la Constitución Política de 1979. Más grave fue
que desde 1990 a la fecha el conservadorismo continúa haciendo los negocios que
mejor les parezca a los gobiernos, imponiéndose “su derecho” de gestionar las
acciones contrarios a una disminuida ciudadanía, donde casi siempre son las
actividades y proyectos de obras que los dueños del poder político, ejecutan
bajo los pactos solapados con los poderes fácticos que manejan la
economía.
Esto se
produce, a pesar de que elegimos en libertad a los gobiernos –ejecutivo y
congreso-, empero poco importa que sus miembros obedezcan a la voluntad de los
electores. Presidentes y congresistas se alinean con los poderes subalternos,
convirtiendo a los gobiernos en ilegítimos, aun cuando sean legales sus
mandatos ¿qué razones obligan al país a pasar por estas situaciones nada
justas, ni nada recomendables para la democracia política y económica? Esto
ocurre porque el Estado y el Perú han pasado y están en manos de los grupos
conservadores, los que no llegan a entender que los tiempos cambian, que las
reformas se proyectan, se cumplen y se hacen.
Reformas
que se hacen para ponerse a tono con los signos de uso universal; sin embargo,
nuestros gobiernos y quienes los dirigen son “nacionalistas” que creen que los
cambios sovietizan a la república, tal como veremos con los escritos que les
alcanzamos, en que historiadores, cientistas sociales y líderes de opinión de
la generación de los años 1920 como Jorge Basadre, José Carlos Mariátegui y
Luís E. Varcárcel, señalaron lo dañino que practicaron y practican los
conservadores que siguen sus comportamientos de antireformas.
Apreciemos
sobre esto último que, en la revista “Mundial” en 1924 se escribía sobre los nacionalismos
criollos, quienes querían ser islas, lejos de cualquier cercanía
extranjera, así el Amauta Mariátegui escribió sobre lo Nacional y lo
Exotico: (*)
“Frecuentemente
se oyen voces de alerta contra la asimilación de ideas extranjeras. Estas voces
denuncian el peligro de que se difunda en el país una ideología inadecuada a la
realidad nacional. Y no son una protesta de las supersticiones y de los
prejuicios del difamado vulgo. En muchos casos, estas voces parten del estrato
intelectual. Podrían acusar una mera tendencia proteccionista, dirigida a
defender los productos de la inteligencia nacional de la concurrencia
extranjera.
Pero los
adversarios de la ideología exótica sólo rechazan las importaciones contrarias
al interés conservador. Las importaciones útiles a ese interés no les parecen
nunca malas, cualquiera que sea su procedencia. Se trata, pues, de una simple
actitud reaccionaria, disfrazada de nacionalismo. La tesis en cuestión se
apoya en algunos frágiles lugares comunes.
Más que
una tesis es un dogma. Sus sostenedores demuestran, en verdad, muy
poca imaginación. Demuestran, además, muy exiguo conocimiento de la realidad
nacional. Quieren que se legisle para el Perú, que se piense y se escriba para
los peruanos y que se resuelva nacionalmente los problemas de la peruanidad,
anhelos que suponen amenazados por las filtraciones del pensamiento europeo.
El Perú
contemporáneo se mueve dentro de la órbita de la civilización occidental. La
mistificada realidad nacional no es sino un segmento, una parcela de la vasta
realidad mundial. Todo lo que el Perú contemporáneo estima lo ha recibido de
esa civilización que no sé si los nacionalistas a ultranza calificarán también
de exótica.
¿Existe
hoy una ciencia, una filosofía, una democracia, un arte, existen máquinas,
instituciones, leyes, genuina y característicamente peruanos? ¿El idioma que
hablamos y que escribimos, el idioma siquiera, es acaso un producto de la gente
peruana?
El Perú
es todavía una nacionalidad en formación. Lo están construyendo sobre los
inertes estratos indígenas, los aluviones de la civilización occidental. La
conquista española aniquiló la cultura incaica. Destruyó el Perú autóctono.
Frustró la única peruanidad que ha existido. Los españoles extirparon del suelo
y de la raza todos los elementos vivos de la cultura indígena. Reemplazaron la
religión incásica con la religión católica romana. De la cultura incásica no
dejaron sino vestigios muertos.
Los
descendientes de los conquistadores y los colonizadores constituyeron el
cimiento del Perú actual. La independencia fue realizada por esta población
criolla. La idea de la libertad no brotó espontáneamente de nuestro suelo; su
germen nos vino de fuera. Un acontecimiento europeo, la revolución francesa,
engendró la independencia americana. Las raíces de la gesta libertadora se
alimentaron de la ideología de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Un
artificio histórico clasifica a Túpac Amaru como un precursor de la
independencia peruana. La revolución de Túpac Amaru la hicieron los indígenas;
la revolución de la independencia la hicieron los criollos. Entre ambos
acontecimientos no hubo consaguinidad espiritual ni ideológica. A Europa, de
otro lado, no le debimos sólo la doctrina de nuestra revolución, sino también
la posibilidad de actuarla.
Antes y
después de la revolución emancipadora, no faltó gente que creía que el Perú no
estaba preparado para la independencia. Sin duda, encontraban exóticas la
libertad y democracia. La gente afirmativa, romántica, heroica, que pensó que son aptos
para la libertad todos los pueblos que saben adquirirla.
La
independencia aceleró la asimilación de la cultura europea. El industrialismo, el
maquinismo, todos los resortes materiales, del progreso nos han llegado de
fuera. Hemos tomado de Europa y Estados Unidos todo lo que
hemos podido. Cuando se ha debilitado nuestro contacto con el extranjero, la
vida nacional se ha deprimido. El Perú ha quedado así insertado dentro del
organismo de la civilización occidental.
Tenemos
el deber de no ignorar la realidad nacional; pero tenemos también el deber de
no ignorar la realidad mundial. El Perú es un fragmento de un mundo que sigue
una trayectoria solidaria. Los pueblos con más aptitud para el progreso son
siempre aquellos con más aptitud para aceptar las consecuencias de su
civilización y de su época.
¿Qué se
pensaría de un hombre que rechazase, en el nombre de la peruanidad, el
aeroplano, el radium (el avión, la radio, hoy la televisión, el linotipo, hoy
el internet) considerándolos exóticos? Lo mismo se debe pensar del hombre que
asume esa actitud ante las nuevas ideas y los nuevos hechos humanos.
Los
viejos pueblos orientales a pesar de las raíces milenarias de sus
instituciones, no se clausuran, no se aíslan. No se sienten independientes de
la historia europea. Turquía, por ejemplo, no ha buscado su renovación en sus
tradiciones islámicas, sino en las corrientes de la ideología occidental.
Presentemente, Turquía no repudia la teoría ni la técnica de Europa; pero
repele los ataques de los europeos a su libertad. Su tendencia a
occidentalizarse no es una capitulación de su nacionalismo.
¿Cómo
podrá, por consiguiente el Perú, que no ha cumplido aún su proceso de formación
nacional, aislarse de las ideas y las emociones europeas? Un pueblo con
voluntad de renovación y de crecimiento no puede clausurarse. Las relaciones
internacionales de la inteligencia tienen que ser, por fuerza, librecambistas.
Ninguna idea que fructifica, ninguna idea que se aclimata, es una idea exótica.
Un
sociólogo ilustre dijo una vez que en estos pueblos sudamericanos falta
“atmósfera de ideas”. Sería insensato enrarecer más esa atmósfera con la persecución de
las ideas que, actualmente, están fecundando la historia humana. Y
si místicamente, gandhianamente, deseamos separarnos y desvincularnos de la
“satánica civilización europea”.
Ningún
nacionalista criollo aceptaría, seguramente, esta extrema consecuencia de su
jingoismo. Porque aquí el nacionalismo no brota de la tierra, no brota de la
raza. El nacionalismo a ultranza es la única idea efectivamente exótica y
forastera que aquí es propugnada. Y que, forastera y exótica tiene muy poca
chance de difundirse en el conglomerado nacional.
Esto
último confirma que José Carlos Mariátegui, tal como expresa el escritor
francés y peruanista Ronaldo Forgues que: “curiosamente habrá que esperar
medio siglo en el Perú para que semejante análisis sea remontado verdaderamente
por las ciencias sociales marcadas por la influencia del marxismo positivista y
ortodoxo, luego de haber sido popularizado por José María Arguedas y su obra; y
sobre todo habrá que esperar la caída del Muro de Berlín y la quiebra del
modelo soviético para que este aporte fundamental del Amauta empiece a verse
tomado en cuenta por los hombres políticos de la izquierda marxista peruana,
obviamente influidos por la boga de las ideas estalinistas de los años de la
post-guerra en América Latina, aun cuando éstos se estaban reclamando
heterodoxo de su ilustre compatriota”
Será el
mismo Forgues que señala las virtudes ejemplares de Mariátegui cuando se
adhiere y reafirma a la democracia pura preguntando ¿no constituye este valor
de alcance universal, hoy más que nunca, el único verdadero vínculo de
acercamiento, de solidaridad y amistad entre los pueblos? Esta es “la
razón por cual no vacilaré en afirmar que Mariátegui no me parece ser ni
el pensador típicamente europeo que algunos han querido presentarnos en otros
tiempos, ni tampoco el pensador genuinamente andino que otros quisieran
presentarnos hoy en día, sino un pensador mestizo”.
El
profesor Forgues considera al Amauta “un peruano moderno, cuya obra constituye
una maravillosa síntesis entre dos civilizaciones de las cuales, había
percibido, tal vez más intuitiva que racionalmente los valores universales y
ejemplares degradados por la imposición del capitalismo colonialista en América
Latina e imperialista en Europa”. “Valores éstos que debían ser restituidos en
su auténtica grandeza por el advenimiento de un socialismo democrático y
humanista de filiación libertaria, en el que el ensayista veía la salvación del
hombre moderno”.
(Ver
“Mariátegui, Lazo de Unión entre en América y Europa”de Forgues, Roland págs.
73/85 en “José Carlos Mariátegui y Europa. El Otro Aspecto del Descubrimiento”
presentado en el Encuentro Internacional conmemorando el centenario del
nacimiento del Amauta).
Lo
manifestado -y comentado sobre Mariátegui- respectivamente en los años 20 del
siglo XX, se califica en su lucha por el progreso del Perú, partiendo que su
escritura y pensamiento sobre nuestra república y el mundo es actual,
reconociendo meridianamente que encaja en lo del ayer y lo que viene pasando
hoy, a pesar del tiempo y los escenarios, resultando a la vez ilustrativos, en
especial para los jóvenes que no han tenido oportunidad de lecturas y
reflexiones de la historia contemporánea y/o carecen que sean sus mayores
quienes les cuenten lo ocurrido del Perú gobernados por los conservadores.
Parece
imposible atender y entender los escritos de Mariátegui que en su carácter de
Amauta, en algunos (o muchos que se quedaron en silencio), se preguntarían por
qué se le brindó este título a un personaje, “felizmente muerto para los
antireformistas”, considerando que José Carlos Mariátegui apelaba a lo
“extranjero” y a la civilización occidental, como despectivamente lo calificó
Haya de la Torre, y que, luego éste sería el caudillo que renunciaría a sus
afanes reformistas, razón por la cual fuera alabado por los conservadores.
Fernando
Arce
Meza
Surco, 1 de Julio del 2019
Nota
aclaratoria: Amigos,
resulta que a muchos peruanos, no así los latinoamericanos, se les inculcó con
mala fibra por parte de los conservadores y apristas que José Carlos Mariátegui
fue el agitador sovietista y parte del partido comunista (PCP) en el Perú, lo
cual no podía ser cierto, si se hace uso de la lógica y la razón, porque
estando vivo el Amauta, la tercera internacional no lo consideró
dialécticamente socialista ortodoxo, y al morir Mariátegui no lo pusieron en el
“santoral” de la tercera internacional comunista. Los dirigentes de
nacionalidad peruana que formaban parte de la burocracia del comunismo mundial
(gratificada por constantes regalías y sinecuras) por la URSS estalinista
bautizaron la corriente ideológica despectivamente de “amautismo”. Mariátegui
fundó el Partido Socialista.
Mariátegui
ha sido un pensador y político de avanzada. Fue crítico no sólo ideológico,
sino también literario, de arte y promotor cultural. Por tanto, se le considera
heterodoxo por la forma que trató los temas. Así al ocuparse de la revolución
de 1917, manifestó “sin una crítica vigilante, que es la mejor prueba de la
vitalidad del partido bolchevique, el gobierno soviético correría probablemente
el riesgo de caer en un burocratismo formalista, mecánico” (Ver Mariátegui,
José Carlos: “Figuras y Aspectos de la Vida Mundial, tomo III, pág., 27).
¿De haber
sido de la Internacional, Mariátegui hubiese escrito con libertad y crítica
sobre hechos y de personajes, considerando su fecunda y creadora posición
política? El pertenece a la corriente que se ha llamado: del advenimiento del socialismo
democrático humanista y libertario.
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