Por
Gustavo Espinoza M. / Diario UNO / 21 dw Julio 2019
De
acuerdo a las informaciones oficiales, el Valle de Tambo forma parte de la
provincia de Islay, donde se encuentran los distritos de: Cocachacra, Dean
Valdivia, Islay, Mejía, Mollendo y Punta de Bombón. En la zona, radican
alrededor de 60 mil personas, siendo Mollendo y su puerto aledaño –Matarani-
los lares más poblados.
Aunque
Tambo no es una de las regiones más deprimidas del país, gracias a su
producción agrícola, el 20% de los niños que allí viven, sufren los efectos de
la Anemia, en tanto que el 25% de sus habitantes fluctúan entre la pobreza, y
la pobreza extrema. Estadística neta.
El Valle,
es un prodigio de la naturaleza en materia de agricultura. Allí se produce
arroz, cebolla, ajo y papa; pero también zapallo, Páprika, alcachofa y otros
alimentos de significativa importancia. Por lo demás. Matarani es una zona
comercial de primer nivel y la Punta de Bombón podría ser -con un poco de
empeño- un muy calificado y bello centro turístico del sur peruano.
Aunque
pareciera riesgoso y audaz afirmarlo ahora, existe el peligro real que todo eso
desaparezca; y la zona sea convertida –como es hoy Toquepala- en un
gigantesco proyecto minero que lleve inmensos tesoros a las corporaciones
extranjeras, y que deje tan solo miserias a nuestro pueblo.
Alguien
podría decir que eso no es así; que Toquepala corresponde a una etapa muy
primitiva de la minería –hace más de 60 años- pero que en nuestro tiempo, los
adelantos tecnológicos permiten una industria más “limpia”, acorde con el
progreso y el desarrollo.
Hay que
ver, aunque fuera sólo en fotografía, la diferencia entre lo que fue el hermoso
valle de Cerro Verde hace apenas dos décadas, con lo que es hoy la zona
minera de la empresa que lo explota; para darse cuenta que eso no es verdad.
Que la minería, en las condiciones de un país como el nuestro, sólo genera
riqueza para los poderosos, pero amplía los horizontes de la pobreza y la
muerte para la inmensa mayoría de los poblados, y de sus habitantes.
Objetivamente,
esa es la realidad en el Perú de nuestro tiempo. Más allá de los “informes
técnicos”, de las promesas formales, y aún de las cláusulas que se inserten en
los contratos de concesión y explotación minera; la destrucción del medio
ambiente, la muerte de la bio diversidad, el daño al eco sistema y los afectos
perversos para la población que habita en la zona; resultan ineludibles.
Nada
ganan las autoridades sustentando con papeles promesas y compromisos que, ellos
mismos, saben que nunca se habrán de cumplir. Los relaves mineros, la
contaminación del aire y el agua, la toxcisidad ambiental; llegarán
ineluctablemente a dañar la vida de los peruanos.
Eso no
ocurre –dicen los que sustentan los privilegios de las grandes corporaciones-
en Europa. Allí, la minería, no daña.
No es
verdad. Se podría decir, quizá, que no daña tanto, tal vez porque los propios
consorcios sienten un poco de vergüenza de mirar a poblaciones que finalmente
consideran “sus iguales”; pero en nuestros países –donde las corporaciones no
vienen sino envían a sus funcionarios- los “pueblos originarios” son
considerados “ciudadanos de segunda clase”, pueblos “nativos” que carecen de
importancia y de derechos. Allí pueden actuar –en colusión con las autoridades
locales- a su real saber y entender, es decir, a su antojo.
En
nuestros países, entonces, la minería no es -objetivamente- fuente de riqueza.
Sólo beneficia a las grandes empresas que se llevan el mineral muchas veces en
barras y que, incluso, ni siquiera pagan impuestos.
De todos
modos, en esta parte del mundo, la experiencia boliviana puede ser
gratificante. Allí, las empresas se llevaban el 83% de los beneficios extraídos
y dejaban para el país el 17%. Evo Morales invirtió la cifra. Hoy las empresas
dejan para Bolivia el 83%, y se llevan el 17%. A un comienzo, hicieron
resistencia, pero finalmente debieron allanarse porque saben que incluso así,
hacen un gran negocio. Aquí, en cambio, se llevan hasta el Santo y la Limosna
Por eso
Pasco es una región miserable. Y por eso las localidades mineras –Huancavelica
y Andahuaylas- lucen paupérrimas. Por eso, Cajamarca -la región minera del
norte- es la más deprimida ¿Alguien puede negarlo?
Todo eso,
es de dominio de los pueblos. Y de esa sabiduría, nace la resistencia de las
grandes mayorías. Hoy el 70% de la población del Valle de Tambo, está en contra
de la concesión hecha a la Southern. De allí también el rechazo se
irradia.
Hoy
Arequipa entera está movilizada. Puno se aviene a lo mismo. Y Moquegua cierra
filas con similar propósito. Y es que todos saben que, finalmente, en el Valle
de Tambo late el corazón del Perú. (fin)
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