Mundo, Política
24 julio, 2019 Alberto
Piris
Hans Blix es un personaje bien conocido en la
política internacional. El diplomático sueco acumula en su carrera varios
éxitos profesionales, aunque alcanzó la mayor popularidad cuando estuvo al
frente de la misión de inspección de las armas de destrucción masiva que se
atribuían a Sadam Husein. A principios de 2003 informó al Consejo de Seguridad
de que, no habiéndolas encontrado, era necesario proseguir las inspecciones
antes que recurrir a la guerra.
No fue así y, tras la vergonzosa reunión del
llamado “trío de las Azores” (en realidad, un cuarteto: Bush, Blair, Aznar y el
anfitrión Barroso), se inició la invasión de Irak en marzo de 2003, que tampoco
sirvió para confirmar la existencia de tales armas. En vista de eso, y para
encubrir las mentiras forjadas en Washington para justificar la guerra, EE.UU.
desencadenó una campaña para desacreditar a Blix.
En realidad, como se supo después, tras los
atentados contra EE.UU. del 11-S, el combinado Casa Blanca-Pentágono había descubierto
que la destrucción de las Torres Gemelas les había dado la soñada oportunidad
de “ir a por Irak” y apoderarse de sus valiosos recursos naturales. En
declaraciones posteriores, Blix insistió en que la invasión de Irak era un
error garrafal que favorecería a Al Qaeda y a otros grupos terroristas, como
así fue.
Pues el mismo Hans Blix ha publicado el pasado 8 de
julio un documento que también deja en muy mal lugar a la administración de
Trump en su tortuosa política respecto a Irán y al llamado Plan Conjunto de
Acción (JCPOA) acordado para controlar el acceso de Teherán a la energía
nuclear.
Del mismo modo que EE.UU. engañó en 2003 a la
opinión pública mundial para invadir Irak, Blix considera que ahora también
está mintiendo al sostener la idea de que Washington “se ha retirado” del
citado acuerdo, alcanzado en 2015 entre Alemania, China, EE.UU., Francia, Irán,
Reino Unido, Rusia y UE.
Argumenta que EE.UU. pudo abandonar, por ejemplo,
los Acuerdos de París sobre el cambio climático, porque éstos incluían una
cláusula específica que permitía hacerlo. Pero no hay tal cosa en el JCPOA,
adoptado por el Consejo de Seguridad y que obliga a todos los países miembros
de la ONU. El citado Plan preveía el levantamiento de las sanciones a Irán en
tanto que este país siguiera aceptando las inspecciones de la Agencia
Internacional de la Energía Atómica (AIEA), como ha venido haciendo
regularmente.
En resumen: EE.UU. no se ha retirado legalmente de
ningún acuerdo sino que ha violado una decisión del Consejo de Seguridad y, aún
más gravemente, ha apremiado a hacerlo a otros miembros de la ONU para que
incumplan el artículo 25 de la Carta de Naciones Unidas, que impone la
obediencia a las citadas decisiones.
EE.UU., tras esa flagrante violación de un acuerdo
internacional, ha recurrido además a su incontestable poder financiero para
castigar a las empresas que negocien con Irán. Se pregunta Hans Blix si es que
Washington ha decidido sustituir al Consejo de Seguridad para imponer a su
gusto el orden internacional.
Como ocurrió con Irak, Washington alega que Irán
está en vías de desarrollar armas nucleares y que el plan JCPOA no es
suficiente para frenarle. Sin embargo, hasta ahora no existe prueba alguna de
ello tras los controles de la AIEA.
Concluye Blix suponiendo que probablemente Trump no
desea una guerra, al contrario que algunos de sus asesores. Y tampoco Arabia
Saudí, Emiratos Árabes o Israel, a pesar de su reforzamiento militar, estarían
por esa solución, de impredecible resultado. Cree que les preocupa más el creciente
poder económico y la influencia política iraní en la región, y que
probablemente su objetivo sería frenar el auge económico de Irán, lo que se
lograría mejor manteniendo la presión.
A pesar de todo, rodeado por países fuertemente
armados, con bases estadounidenses en Baréin y Catar, dos grupos de
portaaviones en el Golfo y tropas en territorio iraquí, Irán tiene más riesgo
de ser atacado desde el aire por EE.UU. o sus vecinos, que éstos ser agredidos
por las armas de Teherán.
Trump insiste en que es Irán el que tiene que
desactivar la tensión, resolver el contencioso y dejarle a él que organice un
futuro brillante para la vieja Persia. Para Blix, sería como el benevolente
emperador de América que se ofrece al reyezuelo de un país lejano para escuchar
sus problemas y ayudarle a solucionarlos desde su todopoderosa presencia.
Veremos en qué queda el asunto.
Artículo publicado originalmente
en el blog del autor El viejo cañón
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