miércoles, 21 de abril de 2010

Hacia un nuevo comienzo... por otro camino, La alternativa a la micro-secta

Nota necesaria:
En el ciberespacio se viene debatiendo con pasión, a veces desmedida, diversos temas políticos. El problema actual es cómo entender la conocida frase de José Carlos Mariátegui: “No cejaré en el empeño de dar vida a un Partido de Masas y de Ideas, el primer gran Partido de masas y de ideas de toda nuestra la historia republicana”. En TacnaComunitaria hemos difundido los alegatos de conocidos personajes de la política no oficialista. Ahora les traemos un ensayo de Hal Draper Hacia un nuevo comienzo... por otro camino, La alternativa a la micro-secta (1971, 17 Págs.) Mentes estrechas descalificarían al autor por su militancia trotskista antes de leer ese pequeño opúsculo. Los marxistas no cierran sus ojos ni sus mentes a los argumentos vengan de donde vengan.
Tacna, 21 abril 2010, EBM


Hal Draper

Hacia un nuevo comienzo... por otro camino
La alternativa a la micro-secta

Escrito: En 1970.
Esta edición: 2001, Marxists Intenet Archive.

Este es un artículo sobre los antecedentes históricos de la cuestión de la secta como forma de organización, así como las alternativas a ella existentes. No se presenta para que sea adoptado o votado por nadie (tener que decirlo explícitamente refleja algunos hábitos sectarios de funcionamiento). Por otra parte, es verdad que afecta al curso organizativo que nuestro comité quiere seguir, pero éste no sólo proviene de las fuentes puramente históricas. Este artículo puede ser útil para dar idea de las flexibles posibilidades propias del camino no sectario, pero no ofrece modelos a copiar. Bastará con que contribuya a alcanzar esta conclusión: hay un camino hacia un partido revolucionario que no es el camino de la secta.
Esta línea de pensamiento no es un producto momentáneo. Desde un punto de vista histórico, se desarrolla a partir de dos experiencias realizadas en los dos últimos años: (1) Trabajando sobre la presentación de la política de Marx, he tenido que plantearme cuál era el pensamiento de Marx y Engels en este campo. (2) A la vez, he tenido la interesante experiencia de leer las Obras escogidas de Lenin, desde el tomo 1 hasta el 20 (hasta la I Guerra Mundial), tratando de comprobar si había alguna base real para la fábula "estándar" sobre el "concepto de partido" en Lenin (no la hay). Naturalmente, este trabajo no tenía lugar en el vacío, pues estaba presente el eterno problema de cómo construir. Es obvio que lo que viene a continuación es únicamente la presentación de una línea de pensamiento, y no un intento de demostración.
Hal Draper, 1971

El problema es: cómo construir un partido socialista revolucionario. En los Estados Unidos, no ha habido ningún progreso estimable hacia él en el último tercio de siglo (desde el final de la segunda guerra mundial). La meta sigue estando ahí, pero el camino hacia ella debe ser reconsiderado.
El camino que hemos seguido conduce a un callejón sin salida. Tenemos que retroceder hasta encontrar una bifurcación que dejamos atrás. El camino por el que hemos marchado es el camino de la secta. Definiremos qué quiere decir esto, y por qué y cuándo comenzó. Y explicaremos por qué no conduce a ningún sitio, que es donde estamos ahora.
Argumentaremos que la historia demuestra que debe haber otro camino, un camino diferente. De hecho, aunque sin plantearnos explícitamente el problema, ya iniciamos un camino diferente a principio de 1964, cuando se formó el Independent Socialist Committee para dar nueva vida a Independent Socialism como tendencia política, alentando la formación de clubes locales (el primer Independent Socialist Club se formó en el campus de Berkeley, a finales de 1964). Pero entonces no pensamos que se trataba de una alternativa a la organización tipo secta, por lo que el naciente movimiento Independent Socialist retrocedió de nuevo a la ruta de la "secta", a consecuencia de presiones fáciles de identificar. Nos proponemos repensar completamente todo esto.

Comencemos retornando a Marx

Sobre este tema, no cabe ninguna duda de cuáles eran las opiniones y la práctica de Marx. De hecho, probablemente tuvo una reacción excesiva, debida a la intensidad de su determinación de no tener nada que ver con cualquier secta, incluyendo una secta propia.
Para Marx, era una secta cualquier organización que estableciese como su frontera orgánica algún tipo de opiniones (incluyendo las de Marx), o que hiciese de esas opiniones el factor determinante de su forma organizativa.
Ni Marx ni Engels formaron ni quisieron formar nunca un grupo "marxista", entendiendo por tal una asociación afiliativa basada en un programa exclusivamente marxista. Toda su actividad organizativa discurrió por otro camino.
Entonces, ¿cuál sería, conforme al pensamiento de Marx y Engels, la actuación adecuada de quienes comparten sus opiniones y quieren llevarlas a la práctica? La tarea sería llevar esos puntos de vista a los movimientos y organizaciones que han surgido de forma natural a partir de la lucha social realmente existente. La tarea no sería inventar una forma "superior" de organización, sino influir sobre estos movimientos y organizaciones de clase, desarrollando cuadros revolucionarios en ellas y trabajando, en definitiva, por hacer avanzar al movimiento en su conjunto.
El movimiento en su conjunto: Marx y Engels sabían -y decían- que este proceso podría, muy probablemente, involucrar escisiones; no hicieron un fetiche de una absoluta unidad entendida como condición del propio proceso. Pero las rupturas que ellos veían como naturales no eran las provocadas artificialmente por una corriente ideológica que despliega desde fuera una abstracta bandera programática, sino aquellas que surgen orgánicamente del propio progreso del movimiento. Esperaban que estas rupturas se produjesen en dos direcciones: por un lado, elementos aburguesados opuestos a una línea de clase y al desarrollo del movimiento en el sentido de la lucha de clases; por otro, sectas ideologizadas que observarían como el movimiento de clase se alejaba de sus particulares panaceas y recetas.
Ellos esperaban que semejantes elementos se escindirían, o que los elementos saludables de la clase obrera tendrían que romper con ellos, pero, sin embargo, nunca pensaron que la línea de demarcación orgánica fueran las particulares opiniones programáticas de una vanguardia (el programa en abstracto) sino, más bien, el significado político, desde el punto de vista de la lucha social, del nivel político alcanzado por el movimiento de la clase (es decir, el programa en concreto, el programa concretado en la lucha de clases realmente existente).
Así, durante 1847, Marx y Engels, que se habían incorporado a la Liga Comunista, trabajaron con gran habilidad para liberarla de su resaca sectaria y conspirativa, pero, simultáneamente, Marx dedicó sus esfuerzos en Bruselas, donde vivía, a la construcción de la Asociación Democrática, que ni siquiera era programáticamente socialista. Y cuando la revolución estalló en el Continente, inmediatamente se orientó hacia el vaciamiento (disolución) de la Liga Comunista como vehículo de vanguardia de la operación organizativa.
En Colonia, durante la revolución, ellos actuaban (organizativamente hablando) en tres niveles distintos, ninguno de ellos similar a una secta marxista: (1) En el movimiento democrático de izquierda (Unión Democrática) [Esta parte del cuadro no tiene nada que ver con nuestro problema actual, pues está relacionado con el problema de la política ante una revolución democrática-burguesa]; (2) En la Asociación Obrera de la ciudad, una amplia organización de clase; (3) En su propio centro político. ¿Y qué crearon como su centro político? En ningún caso una organización, sino más bien un periódico y su equipo editorial, esto es, una voz. Y este equipo es lo que funcionó como la "tendencia Marx", tal y como se observaba a sí mismo y como era considerado públicamente.
Con el declive de la revolución, y tras volver a Londres, Marx estuvo de acuerdo en la reconstitución de la Liga Comunista temporalmente; pero pronto, a finales de 1850, Marx se percató de que la crisis revolucionaria había terminado, mientras que la mayoría de los miembros reaccionaron a la frustración convirtiéndose en un grave caso de infantilismo sectario. La Liga se rompió y se desintegró. Marx nunca repitió tal experiencia.
Durante los años 50, Marx y Engels no se esforzaron en crear nuevas organizaciones, sino que se concentraron exclusivamente en la producción y publicación de la literatura que hiciese posible la educación de cuadros. Este período terminó únicamente cuando el movimiento obrero, por sí mismo, anunció la creación de la organización ad hoc que hoy conocemos como la Primera Internacional.
La Primera Internacional era tan distante de la idea sectaria de organización, que nunca se pronunció claramente por el comunismo, y solamente apoyo matizadamente una versión del colectivismo económico en su último congreso. Y era tan amplia, dentro de un marcado carácter de clase, que nadie soñaría en poder duplicarla hoy.
En cualquier caso, el enfoque de Marx era 180 grados opuesto al de la secta: en vez de comenzar con el Programa Omnicomprensivo y reunir a su alrededor una banda de escogidos procedentes de cualquier estrato de clase (especialmente intelectuales), Marx quiso partir de sectores de la clase obrera que se encontraban en movimiento y activos en la lucha de clases, aunque fuese con un "bajo" nivel, adaptando el programa a aquello para lo que estos sectores estaban preparados. Esta es la manera de comenzar.

Marx: el lado negativo

Dentro del amplio movimiento de la Primera Internacional, Marx y Engels no establecieron ningún tipo de centro político propio, y en eso consiste precisamente el carácter excesivo de su reacción, no, desde luego, en su nula inclinación hacia la creación de una secta marxista.
Si bien Marx usó el Consejo General y su influencia en él como su "centro político"; sería fácil explicar por qué esto no era suficiente. Probablemente, Marx tenía la impresión de que otro comportamiento impediría su influencia personal en el Consejo General, pero el precio a pagar por ello fue que, cuando la Internacional desapareció, la formación de un espacio marxista definido estaba aún en una etapa que ni siquiera podríamos catalogar como elemental.
Este hecho negativo -me refiero a la ausencia de un marco marxista de cualquier tipo, no a la renuncia a crear una secta marxista- es una de las razones de fondo que explican la forma en que, en diferentes países, surgieron los diversos partidos socialistas, incluyendo los denominados partidos "marxistas".
El primer centro "marxista" fue establecido por un hombre (Hyndman) hostil a Marx y al pequeño círculo de socialistas ingleses directamente influidos por Marx; Hyndman estableció este centro "marxista" como una típica secta del peor tipo, y su desastrosa influencia sobre el marxismo inglés no ha sido aún superada. Ni Marx, ni Engels ni nadie de su círculo más próximo ofreció nunca algún tipo alternativo de centro político marxista, lo que condujo a que la personificación de Marx para el público británico fuera un hombre al que podemos considerar como el más tosco "fundador del marxismo" que haya podido encontrarse en cualquier país del mundo.
La alternativa obvia a la secta habría sido lo que Marx hizo en Colonia: el establecimiento de un órgano de prensa por los amigos británicos de Marx, una publicación portavoz de ideas marxistas, un modelo de cómo había de dirigirse al movimiento de clase, un marco organizador. Pero no se hizo nada de esto, provocando un vacío. Así, la operación sectaria de Hyndman se movió en el vacío.
Aunque Eleanor Marx hizo un trabajo brillante como organizadora del Nuevo Sindicalismo (un sindicalismo militante de masas), organizando a los trabajadores desorganizados y no cualificados, se trató de un trabajo individual, que carecía de otra referencia visible. Aunque ella y Aveling hicieron un buen trabajo en la extensión de la acción política independiente de la clase obrera, con un impacto que ayudó a la creación del Partido Laborista, su esfuerzo no tuvo el efecto concomitante de ayudar a la selección y formación de un espacio marxista que pudiera hacer más de lo que ellos solos hacían.
Este error -la incapacidad para establecer algún tipo de centro político reconocible no sectario- fue repetido después, con menor excusa, por Rosa Luxemburg en Alemania; mientras que en Polonia sus camaradas crearon una secta, no un partido de clase.
El aborrecimiento extremo que Marx sentía hacia las sectas no le impidió reconocer las contribuciones positivas de algunas sectas. No cayó en una evaluación unilateral del papel histórico jugado por algunas sectas, al igual que su odio hacia el capitalismo no excluyó el reconocimiento de sus grandes contribuciones positivas al desarrollo de sociedad. De la misma forma que el Manifiesto Comunista ofrece lo que ha sido denominado como un himno de alabanza a las aportaciones positivas de la burguesía, Marx y Engels ardían frecuentemente en alabanzas a las contribuciones de las sectas utópicas.
No perdieron tiempo en lamentaciones por el hecho que estas contribuciones fueran hechas primero por sectas (a veces más bien grotescas, como la "religión" saint-simoniana), pues ellos comprendían las presiones que empujaron a los ideólogos socialistas hacia la forma de secta. Lo verdaderamente importante, pensaban ellos, era empujar en una dirección diferente, orientando a los socialistas hacia un camino organizativo distinto.
Marx resumió esto en una carta bien conocida (1871): "La Internacional se fundó a fin de reemplazar las sectas socialistas o semisocialistas por una organización real de la clase obrera para luchar... Por otra parte, la Internacional no hubiera podido afirmarse si el curso de la historia no hubiese destrozado ya al sectarismo. El desarrollo del sectarismo socialista y el desarrollo del movimiento obrero real están siempre en relación inversa. Cuando las sectas están (históricamente) justificadas, la clase obrera no está aún madura para un movimiento histórico independiente. Tan pronto como ha alcanzado esa madurez, las sectas se hacen esencialmente reaccionarias. Por cierto, en la historia de la Internacional se ha repetido lo que la historia general nos muestra en todas partes. Lo caduco tiende a reconstituirse y a afirmarse dentro de las formas recién alcanzadas. Y la historia de la Internacional ha sido una lucha continua del Consejo General contra las sectas y contra los experimentos diletantes, que tendían a echar raíces en la Internacional contra el verdadero movimiento de la clase obrera".
Evidentemente, no se trata de determinar a priori la fecha exacta en la que se hace reaccionaria la forma de secta. Eso no puede hacerse.
Marx comenzó a luchar por crear su propio camino hacia un movimiento revolucionario, y para ello debía enfrentarse con firmeza a la idea sectaria. Aunque más tarde se probara que en el año 1864 las posibles contribuciones de las sectas no estaban aún históricamente totalmente agotadas, eso es irrelevante respecto al curso seguido por Marx. La secta de Lassalle en Alemania (ver comentarios de Marx en la carta antes citada) o la mencionada secta de Hyndman en Inglaterra continuaron jugando un papel (¡ay!), un papel que también tuvo un aspecto positivo mientras no hubo otra alternativa en marcha.
Indiscutiblemente, a veces una camarilla puede ser mejor que nada, pero esa perogrullada no indica una línea a seguir. Por otra parte, la secta socialista de los germanoamericanos emigrados era, en opinión de Marx y Engels, peor que nada, y esperaban que se destrozaría y desaparecería (desafortunadamente, un siglo después sigue con nosotros: SLP).
De todo esto no se sigue, pese al odio extremo que Marx sentía hacia la forma de secta, que todas las sectas sean igualmente nocivas. Todo lo contrario: existen tremendas variaciones al respecto. Si observamos ejemplos más próximos a nosotros, los "oehleristas" (una microsecta que se separó de la secta trotskista en 1935) no contribuyó nada al desarrollo de un movimiento revolucionario, excepto como tema de hilaridad (lo que no debe ser desdeñado en tiempos difíciles). Por el contrario, la Liga Socialista Independiente aportó los elementos esenciales del socialismo revolucionario de nuestro tiempo. ¡Hay una gran diferencia! Pero no contradice la única conclusión a la que queremos llegar en este momento: hay un camino hacia el partido revolucionario que no es el camino de la secta.

La anatomía de la secta

En resumen: hemos visto tres posibles enfoque. Podemos descartar ya el que se restringe a militancias individuales, sin ningún tipo de centro político. El verdadero problema es si el centro político debe ser necesariamente una secta. Lo que está en juego en ello no afecta sólo a dos formas organizativas, sino a la relación entre la vanguardia y la clase.
La secta se autocoloca en un alto nivel (muy por encima de la clase obrera) y se sostiene sobre una escasa base, ideológicamente selectiva (y, habitualmente, externa a la clase obrera). Proclama su carácter obrero basándose en sus aspiraciones y en su orientación, no por su composición social ni por su modo de vida. Comienza entonces a intentar arrastrar la clase obrera hasta su nivel, o hace un llamamiento a esa clase obrera para que lo alcance. Desde dentro de sus fronteras orgánicas, envía al exterior a exploradores para que contacten con la clase obrera, y a misioneros que conviertan a dos aquí y a tres allá. La secta se imagina convertida algún día en un partido revolucionario de masas, ya sea por un crecimiento paulatino, por la unidad con otras dos o tres sectas o quizá por algún proceso de entrismo. Marx, por el contrario, opinaba que los elementos de vanguardia debían evitar, ante todo, la creación de muros orgánicos entre ellos y el movimiento de clase. La tarea no era elevar hasta el "Programa completo" a dos trabajadores aquí y a tres allí (y menos aún a dos estudiantes aquí y a tres intelectuales allí), sino buscar las palancas que puedan servir para impulsar a toda la clase, o a sectores de ella, hacia niveles más elevados, tanto en el ámbito de la acción como en el de la política.
La mentalidad de secta ve su santificación únicamente en su Programa completo, precisamente en lo que la separa de la clase obrera. Si, dios no lo permita, alguna de sus consignas comienza a hacerse popular, inmediatamente se asusta: "Algo debe estar pasando. Debemos haber capitulado a alguien" (no es una caricatura, sino la vida misma). El enfoque de Marx era todo lo contrario. La tarea de la vanguardia era precisamente poner en marcha consignas que pudiesen ser populares en el nivel real alcanzado por la lucha de clases en un momento determinado, poniendo en movimiento al mayor número de trabajadores que fuese posible.
Esto significa actuar sobre un tema y en una dirección, yendo por un camino que llevará al conflicto con la clase capitalista y su Estado, así como con sus agentes, incluyendo los "lugartenientes obreros del capitalismo" (sus propios líderes).
La secta es una versión en miniatura del futuro partido revolucionario, un "pequeño partido de masas", una edición microscópica del partido de masas aún inexistente. Mejor dicho, eso es lo que la secta piensa de si misma o intentar ser.
Su método orgánico es el método del "como si": actuemos como si ya fuésemos un partido de masas (en un grado minúsculo, naturalmente, acorde con nuestros recursos), pues ese es el camino para convertirnos en un gran partido de masas. Publiquemos un periódico para los trabajadores, igual que si fuéramos un partido obrero, y si no podemos publicar un diario, como haría un verdadero partido de masas, al menos podremos publicar un semanario o bisemanario para agotar nuestros recursos; eso hará de nosotros un pequeño (irreal) partido de masas (pero esta fachada solamente es autoilusoria, ya que si logra engañar a un trabajador, éste se dará cuenta pronto de lo poco que había detrás). Construyamos un partido "bolchevique" siendo "disciplinados" como buenos bolcheviques (así, sobre la base de una falsa noción de la disciplina "bolchevique", aprendida de los enemigos del leninismo, la secta es "bolchevizada" en una camarilla interiorizada y petrificada, que reemplaza las obligaciones de una cohesión política por argollas de hierro como las necesarias para mantener unidas las maderas de un desmoronado barril).
Hay una falacia fundamental en la idea de que el camino de la miniaturización (imitando un partido de masas en miniatura) es el camino al partido revolucionario de masas. La ciencia prueba que la escala en la que vive un organismo vivo no puede cambiarse arbitrariamente: los seres humanos no pueden existir a la escala de los liliputienses o los brobdingagenses, pues sus mecanismos vitales no podrían funcionar. Las hormigas pueden cargar 200 veces su propio peso, pero una hormiga que midiese seis píes no podría levantar 20 toneladas, incluso aunque pudiera existir en algún monstruoso modo. En la vida organizativa, esto también es cierto. Si se intenta crear una miniatura de un partido de masas, no se consigue un partido de masas miniaturizado, sino un monstruo.
La razón básica es la siguiente: el principio vital de un partido revolucionario de masas no es simplemente su Programa completo, que puede copiarse sin más que un activista mecanógrafo y puede ser ampliado o reducido como un acordeón. Su principio vital es su involucración integral como una parte del movimiento de la clase obrera, su inmersión en la lucha de clases no por la decisión de un Comité Central, sino porque vive en ella. Este principio vital no puede imitarse o miniaturizarse; no se reduce como un dibujo animado ni se encoge como una camisa de lana. Como una reacción nuclear, este fenómeno se produce únicamente cuando existe una masa crítica, por debajo de la cual el fenómeno no es menor, sino que desaparece.
Entonces, ¿en qué puede imitar la pretendida miniatura a un partido de masas? Solamente en la vida interna (una parte de ella y en cierto modo), pero esta vida interna, mecánicamente trasladada, es ahora ajena a la realidad que rige en un verdadero partido de masas. Si separamos los intestinos de un león de su cuerpo, lo que obtenemos en realidad es... tripas. Por este motivo la vida interna de una secta tiende a ser un ejercicio de irrealismo, de meras fachadas, de imitaciones rituales.
Así, como lo único que tiene al alcance de su ritualizada parodia es la vida interna del partido de masas, la mentalidad de camarilla solamente se encuentra a gusto en la vida interna. Más allá de esta vida interna, la dura realidad de aislamiento e impotencia se hace insufrible, al no tener la más mínima semejanza con la vida exterior de un partido de masas. La vida interna de la secta deja de ser un mal necesario para el desarrollo de sus actividades públicas, para convertirse en un gratificación sustitutiva.
El obrero perteneciente a un partido de masas se irrita por la necesidad de gastar mucho tiempo en reuniones de las organizaciones del partido o de sus fracciones, incluso aunque sea lo suficentemente buen marxista para comprender que estas cosas son necesarias. La mentalidad de secta, por el contrario, solamentes se encuentra cómoda y satisfecha en esas actividades subterráneas, en las que puede disfrutarse convenientemente de la charla revolucionaria, mientras que una reunión sindical es considerada como un estorbo.

¿Y los bolcheviques?

¿Pero acaso los mismos bolcheviques no se desarrollaron desde una secta hasta un partido de masas? Si ellos pudieron hacerlo, quizá podamos nosotros...
No, los bolcheviques no llegaron a ser un partido de masas siguiendo el camino de la secta. Y el ¿Qué hacer? no propone una forma organizativa sectaria. Todas esos cuentos de hadas sobre las concepciones del partido propias de Lenin son invenciones de antibolcheviques profesionales y de los estalinistas; sin embargo, obviamente no podemos tratar eso aquí en profundidad. Quizá baste lo que digo a continuación.
Consideremos el camino encarnado en el ¿Qué hacer? En el período anterior, los pasos preliminares hacia un partido de masas en Rusia no habían tomado la forma de sectas, sino de círculos locales obreros y de asociaciones regionales. No se habían desarrollado como sucursales de una organización central sino de forma autónoma, en respuesta a las luchas sociales.
Lo que Lenin comenzó a organizar en el extranjero, ante todo, no era una secta, ni una organización afiliativa, sino un centro político: una publicación (Iskra) con un equipo editorial. La tendencia Iskra tomó cuerpo en un equipo editorial, no en una secta. La asociación a la que Lenin aspiraba era un partido de masas. No un partido formado exclusivamente por los que estuviesen de acuerdo con su marxismo revolucionario, sino un partido de masas lo sufientemente amplio como para incluir a todos los socialistas, y, desde luego, a todos los militantes obreros. Podría tener diversas tendencias en su seno, y los marxistas consistentes podrían ser una minoría, al menos durante cierto tiempo.
Lenin no cometió el error de interponer una secta entre su tendencia (con la línea correcta) y el amplio movimiento de la clase en lucha, ni tampoco incurrió en la equivocación de descuidar la construcción de un centro político y, a través de él, crear un espacio marxista.
Fueron los mecheviques y el ala derecha, no Lenin, quienes escindieron para no permitir una mayoría del ala izquierda. Ni siquiera en los años de formación del partido bolchevique hizo Lenin de la necesidad virtud: nunca adoptó el punto de vista según el cual el partido tendría que limitarse a los bolcheviques. Por el contrario, luchó coherentemente por un amplio partido en el que su ala izquierda tendría tanto derecho a ganar su dirección por medio del voto democrático como podría tenerlo su ala derecha. La escisión tuvo lugar, ante todo, en el aspecto organizativo.
Por supuesto, la situación de ilegalidad condicionó las formas orgánicas de muchas maneras, pero no es lo que determinó que Lenin rechazase formar una secta bolchevique. Si Iskra se hubiese establecido en Petrogrado en vez de hacerlo en el extranjero, la relación esencial no habría cambiado; de hecho, cuando se logró una legalidad parcial durante un corto período tras la revolución de 1905, una de las consecuencias fue la fusión temporal de los grupos bolchevique y menchevique en un partido de masas unificado, aunque Lenin conservó un centro político bajo la forma de una publicación y su equipo editorial. El inicio de cierta legalidad no empujó a Lenin hacia la formación de una secta bolchevique, sino en la dirección opuesta, hacia la unidad con los mencheviques en un partido de masas (no la unidad de los centros políticos ideológicos).
¿Pero no eran bolcheviques y mencheviques "fracciones" del dividido partido? Formalmente lo eran, pero en aquellos días una fracción significaba una cosa diferente. En ambos lados, y en otras tendencias organizadas integrantes del movimiento ruso, una "fracción" funcionaba como un centro político público, con su publicación y equipo editorial propios como vehículo de su poítica.
Estas fracciones (bolchevique y menchevique) no eran organizaciones afiliativas, en el sentido de las sectas que nosotros hemos tratado de construir. Si vemos los documentos escritos por Lenin poco antes de 1914, cuando el buró de la Internacional Socialista estaba trabajando sobre el problema de la unidad entre bolcheviques y mencheviques, observamos que Lenin, para probar que los bolcheviques tuvieron el apoyo de una mayoría de los trabajadores socialistas en Rusia, da estadísticas sobre la circulación de los órganos de prensa, sobre las contribuciones financieras, etc., pero nunca sobre número de afiliados o miembros. Nadie dio cifras de miembros.
En Rusia, las organizaciones con afiliados eran grupos de partido locales y regionales que podían simpatizar una parte con los bolcheviques y otra parte con los mencheviques, o apoyar a unos u otros en cada circunstancia. Cada vez que se realizaba un "congreso del partido" o conferencia, cada grupo debía decidir si asistía al de unos o al de otros, o a ambos.
Esto indica que tanto bolcheviques como mencheviques no eran orgánicamente sectas dedicadas a captar miembros, y ni siquiera fracciones en el sentido orgánico que sería pertinente hoy, sino centros políticos basados en una iniciativa de propaganda y editorial, junto a un aparato organizativo central para forjar lazos con todas las secciones del movimiento obrero, mediante "agentes", colaboradores literarios, etc. (este añadido es algo crucial, aunque no me explayaré en ello). Los miembros individuales del partido en Rusia, o los grupos del partido, podían distribuir las publicaciones de los bolcheviques, las de los mencheviques o ninguna de ellas. Muchos preferían distribuir un órgano que no representase a ninguna de esas fracciones, como el que Trotsky creo en en Viena, o utilizar a su libre albedrío las publicaciones que más les gustaban de cada una de las fracciones.
Obviamente, gran parte de este escenario estaba condicionado por la ilegalidad o por la naturaleza de la escisión entre bolcheviques y Mencheviques. No proponemos que sea un modelo automático para nosotros hoy día; hablamos de ello por una razón totalmente opuesta: porque hay algunos que, erróneamente, pensando que los bolcheviques se desarrollaron utilizando la forma de una secta, proponen, también erróneamente, la "secta de tipo bolchevique" como modelo. Pero nunca ha existido una "secta bolchevique". Esa invención fue posterior, procedente de la Comintern.
En todo caso, podemos sacar la siguiente conclusión provisional: si el partido bolchevique no se desarrolló como partido revolucionario siguiendo el camino de la secta, entonces debe haber otro camino. De hecho, la conclusión histórica va más lejos: ningún partido revolucionario o semirevolucionario de masas ha llegado a ser un partido de masas siguiendo el camino de la secta.
Esto no prueba que no pueda ocurrir. No prueba, por sí mismo, que sea imposible que una secta evolucione orgánicamente hacia un partido de masas, si en algún momento se da cuenta de que está siguiendo un camino equivocado y toma otra ruta. Pero no nos interesa demostrar tal cosa. Lo único que necesitamos comprender es que debe haber otro camino, un camino que realmente fue seguido por socialistas revolucionarios con más o menos éxito.
Lo que se ha demostrado es que el camino de la secta no debería seguirse acríticamente, sin reflexionar, como si fuera el único posible o imaginable. Por el contrario, el camino de la secta no ha dado nunca resultados hasta ahora. Lo que ha funcionado ha seguido una vía muy diferente, y que, por lo tanto, se merece al menos ser tomada en consideración.

¿Cómo y cuándo revivió la forma de secta?

Este otro camino sólo fue ignorado por la mayoría de los marxistas revolucionarios a partir de fecha relativamente reciente, durante el período de la Comintern. El gran desarrollo histórico que ocultó ese camino tras una cortina y empujó a seguir la ruta de la secta fue el período de revolución que siguió a la I Guerra Mundial, en el que la Comintern propuso la formación de partidos revolucionarios como una "emergencia" de inmediata necesidad. En cada país tuvo que constituirse inmediatamente un partido revolucionario, incluso aunque fuese un forzado producto de invernadero. Así lo exigían los "21 Puntos" de la Comintern.
La motivación era clara: la revolución mundial estaba en la orden del día para toda Europa. Y era cierto que la revolución mundial estaba en la inmediata orden del día (en Europa). Pero ahora sabemos que resulta completamente imposible forjar partidos revolucionarios genuinos por medio de órdenes que fuercen el proceso (al menos, partidos revolucionarios capaces de vencer). Esta es la razón esencial por la que el enemigo (en primer lugar, la socialdemocracia) fue capaz de derrotar esta revolución europea. Y la derrota de esta revolución fue el punto de giro de la historia social moderna, de la que deriva en mundo actual.
La mejor conocida consecuencia de esta derrota fue el ascenso del estalinismo, la estalinización de los partidos comunistas y de Rusia. Una consecuencia bisimétrica ha afectado a las corrientes que rechazaron la estalinización o que rompieron con ella: por lo general, han visto la degeneración del movimiento como una consecuencia de la estalización, en vez de comprender la estalinazación como consecuencia de la derrota y de la degeneración del movimiento. Sobre la base de ese punto de vista, se creyó que el éxito revolucionario dependía solamente de la forja de una vanguardia dirigente que no fuese estalinista, que fuese verdaderamente revolucionaria; esto es, de la formación de una vanguardia dirigente que tuviese la Línea correcta, lo que resultaría suficiente.
El proceso de creación forzada de "partidos" revolucionarios en un invernadero asumiento uno de los "21 Puntos" (y al margen del contexto objetivo de los verdaderos "21 Puntos") fue tomado como algo dado de antemano por una nueva generación de revolucionarios o aspirantes a revolucionario, para los que la historia comenzaba en 1917. El resultado fue una primera ola de sectas "bolcheviques" durante el período inicial del declive de la revolución europea, tratando de imitar a lo que creían habían sido los bolcheviques.
Un ejemplo típico fueron los "bordiguistas" italianos y otros vástagos de los izquierdistas infantiles de la Comintern, tendencias que Lenin había atacado en su "El izquierdismo, enfermedad infantil del Comunismo". Como es bien conocido, estos bien intencionados pero bastante ignorantes izquierdistas no sabían nada sobre cómo el partido bolchevique se había forjado realmente. Para ellos, el ultimátum de los "21 Puntos" no era una especial medida de emergencia, procedente de revolucionarios sensatos en la situación poco común de sentir el aliento de una crisis revolucionaria inmediata sin que exista un partido revolucionario. Para ellos, esta medida de emergencia, esta medida desesperada, llegó a ser la regla, el "normal" modo "bolchevique" de actuar... incluso si ya no existía la situación histórica que explicaba por qué se había recurrido a los "21 Puntos".
Generalizado como el modelo normal, este camino de invernadero hacia el "partido" revolucionario es algo así como esto: usted levanta la bandera del Programa Correcto para establecer su frontera orgánica. Usted hace esto sin considerar la situación objetiva porque es un imperativo suprahistórico. Usted hace esto con cualquier que esté a su alrededor, por ejemplo otras dos buenas personas (¿no se decía que en los días obscuros de la guerra el partido bolchevique de Lenin se redujo a un puñado de personas?). Usted se declara como el Partido Revolucionario, y ya que tiene el Programa Correcto, los trabajadores tendrán que llegar hasta su puerta... y ya tiene usted su secta.

Una ojeada al modelo trotskista de secta

Las reticencias de Trotsky durante varios años a romper con los partidos comunistas estaban condicionadas, entre otras cosas, por el hecho de que no veía ninguna alternativa sino la formación de una secta trotskista, a lo que era reacio.
Debe recordarse que, durante todo el período inicial de su desarrollo político (es decir, hasta 1914), Trotsky no había comprendido lo que Lenin estaba haciendo. Durante décadas, había peleado amargamente contra el curso orgánico de Lenin, que denunciaba como una política "escisionista". ¿Cuál era la política "escisionista" que le horrorizaba? Era la formación de un centro político distinto alrededor de un Programa completo y correcto, basando un centro político sobre el Programa completo, pero no una secta. El curso de Trotsky como un "conciliador" orgánico en el movimiento ruso significó que, como Luxemburg en Alemania y la mayoría de la "izquierda" de la Segunda Internacional, él tampoco había entendido la naturaleza del camino de Lenin hacia el partido revolucionario. Durante la mayoría de la vida política de Trotsky, los únicos cursos orgánicos que podía comprender era el curso de la secta y de los escisionistas (con el que interpretó a Lenin) o el curso pantanoso y ficticio de los que traficaban con la "unidad del partido".
Resulta irónico que la estalinización de los partidos comunistas forzase a Trotsky a formar su propio "centro político" (la Oposición de izquierda) dentro de los partidos comunistas, esto es, dentro de un movimiento estalinizado que no toleraba ningún centro de oposición política en su seno. El camino que él había denunciado dentro de la socialdemocracia rusa de la preguerra (donde era posible) era el mismo que se vio obligado a tomar dentro del movimiento estalinista (donde era imposible).
No es muy sorprendente, por tanto, que, cuando los grupos trotskistas no pudieron continuar adoptando la forma orgánica de un centro político de Oposición de Izquierda dentro de los partidos comunistas, adoptasen naturalmente la única otra forma que conocían: la secta. Sin duda, Trotsky lo hizo muy a disgusto, por lo que el siguiente experimento fue la entrada en la socialdemocracia, con la esperanza que encontrar allí un camino no sectario hacia el partido de masas. El esperado sustituto era la incubación de un partido revolucionario dentro del movimiento de masas que la socialdemocracia se suponía que representaba. Proseguir aquí esta historia sería una disgresión, pues lo que nos interesa constatar ahora es que antes y después del experimento "entrista", la completa e irreflexiva aceptación del modelo de "secta bolchevique" produjo una profusión de microsectas desprendidas de la macrosecta trotskysta a partir de los años 30. Además, en EE.UU. se hizo mucho más difícil ver cualquier otro camino a causa de la ausencia de un movimiento político masivo de la clase obrera.

La experiencia WP/ISL

Hay otro caso que exige nuestra inmediata atención, pues se trata de nuestro inmediato antecesor: el Workers Party/Independent Socialist League de 1940-58. En resumidas cuentas (aunque merecería decicarle más tiempo en otro momento), este caso se desarrolla en tres etapas.
La formación del Socialist Workers Party fuera del Partido Socialista. El entrismo trotskista en el Partido Socialista (gestación en la matriz socialdemócrata) abortó a finales de 1937, cuando Trotsky (y, con él, parte de la dirección trotskista, agrupada en torno a Cannon) decidió que el mundo, incluyendo EE.UU., estaba a punto de entrar en una situación revolucionaria, lo que inmediatamente desencadenó el retorno al modelo de los "21 Puntos" (al menos, esta vez volvía a tener como motivación la sensación de encontrarse ante una situación de emergencia). Según este modelo, como vimos antes, el Partido Revolucionario debe anunciarse a toda costa ante el mundo, con su bandera y su programa desplegados, con el tiempo suficiente para anticipar el impacto de la revolución.
El ala derecha del PS estaba tan ansiosa de expulsar a los trotskistas como nosotros lo estábamos de irnos, así que el resultado real fue una colaboración mutua. En cualquier caso, a comienzos de 1938 el Socialist Workers Party se presentó ante la clase obrera de los Estados Unidos, y durante el mismo año nació la IV internacional, nuevamente como forzado fruto de invernadero.
No había ninguna ambigüedad en cómo se veía a si mismo el nuevo partido: era el Partido Revolucionario destinado a salvar el mundo, y crecería rápidamente hasta ser la fuerza dirigente en la clase obrera, con la esperanza de que ocurriese a tiempo para poder dirigir la revolución que se estaba desarrollando. Desplegando el Programa completo y correcto, la secta (es decir, el "partido" que realmente existía) recorrería el camino hacia un partido de masas.
El inicio de la guerra reventó por dos vías diferentes este punto de vista incuestionado. Lo más conocido es que el Programa completo siguió siendo completo pero dejó de ser correcto (defensa de la Unión Soviética, pacto Hitler-Stalin, aparición del imperialismo estalinista, invasión de Finlandia y Polonia, etc.). Pero aquí resulta más pertinente resaltar el segundo aspecto que marcó en 1939-40 la lucha que sacudió y rompió la organización: la denominada "cuestión organizativa".
Como ya detallamos entonces en un largo documento titulado "Guerra y conservadurismo burocrático", lo que ocurrió es que la secta que se autodenominaba partido reaccionó al estallido de la guerra... como una secta. En el momento no lo entendimos así: hablábamos del "conservadurismo burocrático" de la dirección Cannon. Esta respuesta sectaria del SWP se acentuó mucho más tras la escisión: el SWP actuó durante toda la guerra como un crustáceo, encerrándose en su caparazón para proteger su gelatinoso cuerpo, y anunció la política de "preservar sus cuadros", en vez de tratar de encontrar las maneras y medios que permitiesen fortalecerles participando en la lucha durante la guerra.
En total contraste, el Workers Party que formamos tras la ruptura siguió una vía que podría describirse como la de un "pequeño partido de masas". Pero realmente actuamos como tal, y no sólo nos limitamos a hablar de ello. El WP se implicó con energía y de forma militante en actividades que podrían haber sido emprendidas por un partido de masas si hubiese existido, realizando un excelente trabajo revolucionario de oposición en las empresas y sindicatos,que iba acompañado con la distribución masiva de un popular semanario agitativo, etc.
Evidentemente, este trabajo de "partido de masas" sólo podía hacerse a una escala relativamente pequeña o, lo que es lo mismo, a una mayor escala pero limitada a unas pocas situaciones locales, pues eramos un "partido de masas" verdaderamente pequeño. Las previsiones subyacentes seguían siendo las mismas: crisis revolucionaria al acabar la guerra o poco después, y rápido crecimiento donde estábamos trabajando.
Esta vía parecía tener sentido, sólo de forma temporal, por obvias razones coyunturales: durante todo el período de la guerra nosotros fuimos la única y exclusiva tendencia socialista de oposición dentro de la clase obrera. ¡Situación de monopolio de la que no ha disfrutado nadie desde entonces! La "industrialización" o "proletarización" de nuestros miembros fue relativamente fácil por la situación de guerra (para los que no habían sido llamados a filas). Tampoco carece de importancia mencionar que nunca ha sido tan fácil financiar nuestra actividad, a causa de los salarios industriales, la dedicación de nuestros miembros y un astrónomico sistema de contribuciones sobre la renta.
En suma, durante este limitado período y en esa especial situación, las contradicciones de una secta actuando como un pequeño partido de masas podían ser paliadas -y de hecho lo fueron- al calor de la actividad.
Podría quizás argumentarse que si el resultado de la guerra hubiese sido la revolución en Europa y en América, como esperábamos entonces, esta vía se habría justificado históricamente. No tengo ningún interés en discutir sobre esto, ya que tampoco me interesa sostener ninguna teoría de la inevitabilidad ni mantener que si hubiésemos sido "más sabios" deberíamos haber hecho otra cosa. No son éstos los temas en discusión, y los menciono únicamente para excluirlos de ella. Lo que me interesa ahora es solamente explicar cómo y por qué la vía una secta tipo "pequeño partido de masas" era temporal y conyunturalmente posible y esperanzadora.
Pero en 1946 llegó el día de rendir cuentas. Ese año marcó una línea divisoria, pues para la mayoría de nosotros se fue haciendo muy claro que la esperada Revolución Mundial postbélica había sido abortada o que, en cualquier caso, no iba a tener lugar. Estábamos obligados a una reorientación fundamental.
En consecuencia, 1946 es también el año de un definitivo saldo de cuentas en el seno del WP con el grupo sistemáticamente sectario formado por la clique de Johnson.
Se trataba de una clique con un programa de facción, esto es, un montón de programas adaptables a cada ocasión. En 1946, la clique/facción de Johnson reaccionó formalmente al nuevo estado de cosas declarando con doble vehemencia que la revolución estaba a la vuelta de la esquina, que surgirían soviets en dos años, que el capitalismo se había derrumbado en toda Europa y que el poder rodaba por las calles: en otras palabras, encararon la desagradable realidad con la típica fantasía de la mentalidad sectaria. De acuerdo con ello, desplegaron un programa que contraponía "grupos de lucha" (entonces denominados "comités de fábrica") a los sindicatos convertidos en contrarrevolucionarios, que se habían transformado en órganos del Estado, etc. Con todo este galimatías, estos sectarios sistemáticos hicieron las maletas y se pasaron al SWP, donde hicieron una actividad fraccional revolucionaria durante un breve período, para después desplegar su bandera ante el mundo entero formando su propia secta, que luego se escindiría, etc.
El mismo año hubo otro intento de reorientación del Workers Party, realizado por gente más seria. Era un esfuerzo para teorizar y sistematizar la concepción organizativa tipo "pequeño partido de masas", no ya como una reacción ad hoc a las circunstancias de la guerra (que es lo que fue), sino como un concepto general y eterno, aplicable ahora más que antes. La frase "pequeño partido de masas" se inventó y escribió entonces. Este intento fue rechazado por la organización.
Más allá de esta discusión, y con una constante decadencia de la situación política de EE.UU. en una "calma chica" (clima de guerra fría, McCarthismo, etc.), la organización tuvo que hacer frente, sin autoengañarse, a su futuro como una secta entre otras sectas. En una tesis presentada en 1948 y discutida hasta que fue aprobada en 1949, la organización aceptó abrumadoramente unas básicas verdades: que no eramos un "partido" excepto en el nombre; que no existía en el país ningún "partido" socialista; que todos los grupos socialistas, incluyendo el nuestro, éramos en realidad sectas, en el mejor de los casos "grupos de propaganda", y que sólo podíamos ser una buena secta, una secta sensata, en vez de ser una secta estúpida, fastasmagórica y autoengañada; que aunque la historia sólo permitía en ese momento ser un secta, podíamos decidir no mantener una política sectaria ante la clase obrera y sus movimientos; etc. En consecuencia, el "Workers Party" pasó a denominarse "Independent Socialist League."
Todo esto era muy sensato Pienso que la ISL era la mejor y más sensata secta entonces posible: pero esto sólo sirvió de ayuda durante unos pocos años, pues toda la izquierda se agotó durante los años 50. La ISL no se meció a si misma contándose monstruosidades y fantasías sectarias; simplemente se marchitó en la enredadera y cayó, mientras que otras sectas realizaban todo tipo de contorsiones políticas: el Partido Socialista se redujo a nada, el SWP se transformó en un apéndice estalinoide...

¿Qué es un "centro político"?

Como toda esta trayectoria fue recorrida sin autoexamen y sin ninguna diferenciación analítica entre los diversos caminos, es preciso proceder retrospectivamente a dicha diferenciación. Lo dicho hasta aquí manifestaría que, en la práctica, el establecimiento de un "centro político" distinto de una secta -es decir, un centro de propaganda y educativo no dedicado a la captación de miembros, a diferencia de los grupos afiliativos encerrados dentro de unos muros orgánicos- ha tomado la forma concreta de una iniciativa editorial, con su correspondiente equipo editor, acompañada de un aparato organizativo más o menos desarrollado, decicado a llevar adelante las tareas políticas del centro.
Esta ruta ha sido más habitual de lo que podría indicar lo contado hasta aquí. Los EE.UU. contemporáneos muestran ejemplos sobre los que es conveniente echar un vistazo. Es cierto que el panorama radical parece estar cubierto de sectas, pero además existen también algunas tendencias no organizadas en forma de sectas sino de centros políticos en torno a una publicación.
Quizás la más efectiva políticamente haya sido la tendencia política representada por la Monthly Review (MR), un algo amorfo espectro de políticos estalinoides independientes del Partido Comunista. Aunque la revista ha sido también el organizador de una tendencia política, no ha evolucionado hacia una cristalización organizativa de tipo afiliativo, salvo en algunas intentonas realizadas por grupos locales de "Amigos" de MR, asociados a MR o cosas similares. Lo mismo puede decirse de The Guardian. Cabe dudar si estos elementos han tenido una perspectiva que se plantease contribuir algún día a la formación de un partido revolucionario; parece más bien que, prioritariamente, se han planteado impregnar a la izquierda con sus ideas específicas.
Otro ejemplo relativamente exitoso es Liberation, pero pagando como precio aquello que originalmente constituía su propia política. Esta revista se constituyó como un centro político de la tendencia partidaria del pacifismo absoluto. Como tal, ha sido un fracaso total, ya que el pacifismo absoluto está más muerto que nunca. De hecho, Liberation se convirtió en otra cosa, en la que el pacifismo era solamente un tropezón en la sopa. Como su política es confusa, no tiene mucha importancia como centro político. Ha mantenido principalmente un periodismo radical difuso.
Dissent se fundó más o menos conscientemente como un esfuerzo para mantener algo así como un centro político, sin formar una organización sectaria, por gente que se había hecho socialdemócrata en un país sin socialdemocracia. Más tarde, Dissent y L.I.D. acordaron unirse. L.I.D. es un ejemplo interesante de una organización originalmente de tipo afiliativo que, al desaparecer sus miembros, se transforma en una operación de tipo centro político, socialdemócrata en lo político, aunque no estaba agrupada en torno a una revista. New Leader ha sido otro ejemplo de una operación socialdemócrata (sector CIA) en torno a un centro político sin organización de tipo afiliativo. Todos estos casos, en sus especifidades, han estado fuertemente condicionados por sus fuentes de financiación.
De hecho, casi toda la prensa política tiende, por su propia naturaleza, a convertirse en algún tipo de centro político, ya que es una fuente de ideas. He mencionado ejemplos dispares, indicando que puede haber muchas variantes. No hay un modelo orgánico que podamos copiar. De lo que se trata es de darnos la idea general de un desarrollo que no involucra la construcción de una secta afiliativa, y ponernos a trabajar para expresar nuestras aspiraciones y opiniones. Una de las peculiaridades de la vía que queremos seguir es que queremos formar un centro político que tenga como objetivo la formación de los prerequisitos de un partido socialista revolucionario.

¿Qué queremos hacer?

Si abstraemos las peculiaridades nacionales, de tiempo y lugar, así cómo las condiciones específicas en las que se desenvolvió la actividad organizativa de Lenin, podemos decir que la laboriosa formación de la tendencia bolchevique logró tres cosas a lo largo del tiempo, tres cosas que, en mi opinión, pueden aplicarse casi en cualquier caso y que ciertamente se aplican a lo que nosotros estamos obligados a hacer.
El proceso de formación de la tendencia bolchevique creó un cuerpo de doctrina, un cuerpo de literatura política que expresó un determinado tipo de socialismo revolucionario; formó cuadros obreros y militantes alrededor de ese núcleo político; estableció su "tipo de socialismo" como una presencia en las políticas de izquierda, con nombre y fisonomía propios. Esto resume también nuestras tareas.
No tenemos ninguna necesidad de prever o predecir exactamente cómo se formará el partido revolucionario del futuro. Pero los resultados sólo pueden ser favorables si estas tres tareas se realizan. Si tenemos estas tareas en nuestras cabezas, ciertas actividades toman una diferente prioridad e importancia. Por ejemplo, para las sectas la tarea editorial es una actividad entre otras, a la que no dan una prioridad destacada. Tiende a ser desplazada hasta el último lugar de la agenda, con una sola excepción: la publicación de un órgano "de masas", que tiende a tomar tal prevalencia que apenas puede hacerse ninguna otra cosa. Desde nuestro punto de vista, esa es una grave equivocación a la hora de establecer las prioridades. La creación (publicación y distribución) de un cuerpo básico de literatura es la tarea de un centro político de la que depende todo lo demás. Es el medio principal para el fin deseado. La tarea primera de esta literatura es hacer posible la formación de los cuadros, para proveer la nutrición política que permitirá el desarrollo de esos cuadros, lo que resultaría imposible a falta de ese fondo literario.
Evidentemente, tales cuadros se desarrollarán localmente. Un centro político tiene una ventaja enorme sobre el Comité Nacional o el Comité Central de una secta que emite directivas, tesis, expedientes disciplinarios, etc. a su micro-imperio de mini-sucursales. Las relaciones de un centro político con clubes locales, grupos socialistas o sindicales, grupos de trabajadores y activistas individuales pueden ser infinitamente variadas y flexibles. Pero las relaciones de una secta son dicotomizadas en dos tipos: con los miembros de la organización, una relación regida por los estatutos; con los no afiliados, una relación obstaculizada por una barrera organizativa.
Tras un primer período en el que tendremos que realizar un gran trabajo de preparación, apostamos por una implicación mucho mayor con cuadros locales, pero basada en una relación diferente, que ofrece nuevas posibilidades.
No pretendo deletrear en este artículo nuestro programa para los próximos seis meses. Nuestras perspectivas ya van mucho más lejos de lo somos capaces realmente de manejar. Y esto es sólo el comienzo; si conseguimos ponernos en marcha en un año más o menos, estaremos moviéndonos adecuadamente a lo largo de este camino.
Debemos tener una perspectiva a largo plazo. no estamos proponiendo un esquema del tipo "hágase rico en 10 días", sino todo lo contrario: una línea de preparación para el futuro que sólo puede obtener frutos reales tras un largo recorrido. Deberíamos pensar desde el punto de vista de un Plan para no menos de diez años (digo diez años porque es un buen número redondo y se denomina década.) Desperdiciamos la pasada década en dos callejones sin salida. Si, para finales de los 70, tenemos algunas realizaciones sólidas en las tres tareas básicas antes enumeradas, entonces habremos dado los primeros pasos apreciables hacia el objetivo de un partido revolucionario.

martes, 20 de abril de 2010

Movimiento Literario en Tacna


Un Artículo Revelador

Autor: Eduardo Ibarra

En el debate sobre el partido proletario en general y el partido del proletariado peruano en particular, el artículo Lenin, Mariátegui y el partido de masas, de Gustavo Pérez, es especialmente revelador, pues dice abiertamente lo que Ramón García sostiene sibilinamente.

En efecto, Pérez declara que “desde hace mucho” “la teoría del Partido de Cuadros” “viene siendo mal interpretada como ‘concepción leninista del partido proletario’ de ‘valor universal’ que ‘está vigente’, como teoría del Partido proletario aplicable a toda circunstancia histórica-concreta. Esta pésima herencia, producto de nuestra histórica insuficiente asimilación del socialismo revolucionario tras la muerte de Mariátegui, nos hizo olvidar que en dicha obra Lenin no se planteó como tarea un concepto suprahistórico de Partido o modelo para cualquier país y cualquier momento, que no se trataba de una forma organizativa general surgida de un manual de sociología con pretensiones de universalidad y eternidad” (1). “Las condiciones concretas actuales del Perú requerían no de un Partido de clase sino de uno basado en las masas obreras y campesinas” (2)

Como se ve, toda la idea que tiene Pérez del ¿Qué hacer?, es que se trata de una “teoría del Partido de Cuadros” y, así, tomando la exposición de la forma orgánica del partido bolchevique en los primeros años de su existencia como todo el contenido del célebre libro, termina silenciando la concepción leninista del partido proletario (3). Pero cualquier marxista mínimamente informado sabe que el ¿Qué hacer? es mucho más que una teoría de la forma orgánica del partido de Lenin en dicho período. El ¿Qué hacer? comprende también, y sobre todo, una concepción del contenido del partido: doctrina marxista, política marxista. Pero de esto Pérez no dice absolutamente nada, intentando así vender su interesada “comprensión” del ¿Qué hacer? No obstante, basta tener la simple capacidad de ver el todo y no sólo la parte, para reconocer el doble contenido y el doble valor del ¿Qué hacer?: mientras la sustentación de la forma orgánica del partido bolchevique es su contenido de valor particular, la fundamentació n del partido como la materializació n de la doctrina es su contenido de valor universal. Por eso, en el artículo El partido de masas y de ideas de Mariátegui, escribí: “De este modo el jefe de la revolución rusa proporcionó al proletariado internacional la concepción del partido de clase como un partido doctrinariamente homogéneo y, por tanto, como un partido-dirigente, como un partido-vanguardia. Esta concepción leninista del partido proletario tiene un valor universal. Y está vigente, no obstante la sibilina pretensión de negarla”. Pero Pérez llega a sostener la “‘desacralizació n’ de la teoría del Partido de Cuadros”, lo cual, en buena cuenta, significa la negación completa del ¿Qué hacer? ¡Ni más ni menos! (4).

Pues bien, esta negación abierta y en bloque del libro de Lenin, es decir, esta negación de la concepción del partido como la materializació n de la doctrina, pone en evidencia su negación encubierta en el truco de García de hacer pasar como de Mariátegui la idea de un partido de “dos niveles” y en su declaración de que “El problema que enfrentó JCM es el mismo que el proletariado enfrenta desde hace más de un siglo: cómo relacionar la teoría (Programa Socialista) con la práctica (Partido-Frente)” (5). “Desde hace más de un siglo”, dice. ¿Se da cuenta el lector? De hecho, con tal truco y con tal declaración, que datan de 2008, García propone un partido doctrinariamente heterogéneo y, de esta forma, niega igualmente el contenido universal del ¿Qué hacer? Es decir, tanto García como Pérez, niegan de plano la concepción leninista del partido proletario: el primero sibilinamente, el segundo abiertamente

Todavía más, esta negación que se concreta en el partido de “dos niveles”, es pretensiosamente publicitada como un “muevo concepto de partido”, aunque el análisis demuestra que tal concepto es, en el fondo, un reciclaje de la apolillada idea socialdemócrata de un partido de masas sin la base doctrinal del marxismo-leninismo (6).

Pues bien, como era natural que ocurriese, la aludida negación tenía que expresarse en nuestro medio de un modo particular y, efectivamente, desde hace un tiempo aparece como la negación de la concepción mariateguiana del partido del proletariado peruano. Para probar esta aserción, citaré el numeral 3 de la moción escrita por Mariátegui y aprobada por la Reunión de Barranco, y, después, el comentario de Pérez.

Moción de Mariátegui: “3. La lucha política exige la creación de un partido de clase, en cuya formación y orientamiento se esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista revolucionarios clasistas. De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas” (7).

Comentario de Pérez: “Una lectura atenta de este numeral del Acta, da cuenta de que en el se reconoce la necesidad de la creación de un Partido ‘de clase’, pero que, de ‘acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú’, concurrirá a la constitución de un Partido ‘basado en las masas obreras y campesinas organizadas’. Es decir que las condiciones concretas actuales del Perú requerían no de un Partido de clase sino de uno basado en las masas obreras y campesinas, lo que acredita que éstas condiciones concretas, a que hace referencia Mariátegui en este párrafo, no son justificatorias del nombre SOCIALISTA para el Partido sino simplemente de su composición social, lo que no se apreciaba correctamente por la cita mutilada o fragmentada del texto de Mariàtegu” (¡sic!) (8).

Es posible que un niño de ocho años pueda entender el significado del citado texto mariateguiano, pues claramente se dice ahí que el partido de clase, en cuya formación el Comité se esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista, es el partido que, de acuerdo con las condiciones concretas del Perú de los años 20, debía llamarse partido socialista y basarse en las masas obreras y campesinas organizadas, con lo cual el maestro quiso decir, DIJO, AFIRMÓ, EXPRESÓ, SOSTUVO, ENUNCIÓ, MANTUVO, que el partido de clase, en cuya formación el Comité debía esforzarse, tenía que llamarse socialista y no comunista, y ser un partido basado en las masas obreras y campesinas organizadas y no un partido sin una base social de masas.

Pero, como se ha visto, Pérez cree que Mariátegui afirmó que la lucha política exigía un partido de clase, y que, no obstante esto, a reglón seguido y sin adversativo de por medio, se negó a sí mismo promoviendo un partido no de clase (9). ¿Quién es el incoherente? ¿Mariátegui, o Pérez? Ciertamente Pérez, pues es claro que mientras el maestro propuso un partido de masas doctrinariamente homogéneo, su comentador dice que lo que propuso fue un partido de masas doctrinariamente heterogéneo Esto prueba que, según su parecer, el partido de masas no es un partido de clase, o, para decirlo de otro modo, que el partido de clase no puede ser un partido de masas. Por eso ha escrito alegremente: “las condiciones concretas actuales del Perú requerían no de un Partido de clase sino de uno basado en las masas obreras y campesinas”.

Esta flagrante tergiversació n, esta grosera tergiversació n, esta inaudita tergiversació n del texto mariateguiano, sólo puede ser el resultado de una escasísima capacidad para entender lo que se lee, o, en su defecto, el producto de una conducta reptante que busca a como de lugar justificar la propuesta de un partido de masas sin la base doctrinal del marxismo-leninismo (10).

Pues bien, la desembozada tergiversació n de Pérez de la concepción mariateguiana del partido del proletariado peruano pone en evidencia su tergiversació n embozada en esta afirmación de García: “El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como ‘facción orgánica y doctrinariamente homogénea (como ‘célula secreta de los 7’ ); externamente aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas de toda nuestra historia republicana’” (11). Pues, aunque no se perciba a primera vista, esta afirmación pretende que el partido de Mariátegui fue uno doctrinariamente heterogéneo, es decir, un partido de masas sin la base doctrinal del marxismo leninismo, o sea, un partido pluriclasista en el sentido no proletario del término (12). Esto, por donde se le mire, es una completa negación de la verdad del PSP.

En los Principios programáticos del Partido Socialista, Mariátegui estableció: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha” (13). Esta declaración principista, este principio programático, prueba de un modo irrebatible que el PSP fue un partido doctrinariamente homogéneo, es decir, un partido de clase. Pero, como se ha constatado, si Pérez dice que el partido de Mariátegui fue un partido de masas y no de clase, García dice que tuvo “dos niveles”, y, de hecho, ambas afirmaciones significan lo mismo, pues se sobreentiende que el primer nivel habría sido un minoritario grupo doctrinariamente homogéneo, y el segundo una masiva militancia doctrinariamente heterogénea. Así, pues, tanto Pérez como García reniegan la experiencia mariateguiana, pero también la experiencia internacional, que, en un caso ejemplar como el ruso, demostró que un partido de revolucionarios profesionales en sus primeros años, puede transformarse luego en uno de masas, sin perder en absoluto su condición de partido de clase (14). Pero, por lo visto, para Pérez A es A, y no puede ser B. Este formalismo, esta metafísica, es la causa y el efecto del embrollo que tiene en la cabeza.

El partido proletario siempre es de clase, y este carácter es su misma condición de ser la materializació n de la doctrina, que, como lo prueba la experiencia, se expresa, según sean las condiciones de operatividad, ora bajo la forma de partido de revolucionarios profesionales, ora bajo la forma de partido de masas. Esto quiere decir que el partido es de clase aun cuando es de masas. Pero esta dialéctica, esta interpenetració n de lo clasista y lo masivo en la organización política del proletariado, es algo inaccesible al entendimiento de Pérez (15).

El nombre científicamente exacto del partido, es decir, su nombre principista, es el de Comunista, y cualquier otro nombre es científicamente inexacto, no principista, táctico. Mariátegui escribió en setiembre de 1928 “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. La guardará también en la historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido” (16). Pues bien, precisamente el Perú de los tiempos de Mariátegui era uno de esos pueblos donde el socialismo recién aparecía en su proceso histórico y, por esto, donde no se había producido todavía su degeneración parlamentaria y reformista, razón por la cual la palabra socialismo conservaba intacta su grandeza. A esta situación nacional se refirió Mariátegui el 7 de octubre del mismo año como las “condiciones concretas actuales del Perú” que hacían posible fundar el partido con el nombre de Partido Socialista. En consecuencia, resulta más claro que el agua que este nombre no se derivó ni del problema de nuestra época ni de ningún principio, sino, como acaba de quedar demostrado una vez más, de las condiciones nacionales del tiempo del maestro. Entonces, si en relación a esta verdad coincido, según Pérez, con del Prado, lo único que esto estaría demostrando es que este revisionista estaba más cerca de la verdad que el dizque marxista Pérez (17).

En el artículo Acerca de la propuesta de un partido minga, ha quedado esclarecido que este nombre no explicita el contenido del partido, sino apenas su forma, y que, por tanto, no responde a la conocida exigencia mariateguiana (18). No obstante, sin presentar siquiera el más elemental argumento, Pérez pregunta por qué el partido no podría llamarse minga, y, de esta forma, todo lo que ha conseguido es mostrar una vez más su servilismo, mal disimulado bajo la idea de que una traducción más exacta de trabajo colectivo sería minka

El 6 de abril de 2007, escribí: “puede decirse que la posición de Mariátegui sobre el nombre del Partido se tradujo (esta es la palabra exacta) en la siguiente afirmación que aparece nada menos que en el Acta de Constitución del Partido: “De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas“ (19). Y, por cuanto la discusión era sobre el nombre del partido, y no sobre su base social, en la misma fecha y en el mismo lugar, por economía de lenguaje, escribí: “Mariátegui tuvo la prudencia de sostener el nombre de Partido Socialista en un justo argumento político contingente, que precisó con estas palabras que repetimos: ‘De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista’”. Y también: “el argumento uno y único de Mariátegui (lo que escribió a propósito de Marañón ratifica lo que había escrito en Aniversario y balance) y su incontrovertible precisión (‘de acuerdo a las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista’)”. ¿Cómo es posible entonces que Pérez hable de “cita mutilada o fragmentada del texto de Mariátegui”? ¿Cómo es posible que diga que en mi citación no “apreciaba” el significado de lo dicho por Mariátegui? ¿No leyó el párrafo 8 del numeral 3 de mi artículo? ¿No entendió nada cuando leyó este párrafo? ¿No entendió después que, citada completa la afirmación mariateguiana y siendo el debate sobre el nombre del partido y no sobre su base social, sólo por economía de lenguaje prescindí de la frase “basado en las masas obreras y campesinas organizadas”, y que, por tanto, no tiene ningún fundamento para decir que he mutilado a Mariátegui? (20). En el artículo Respuesta a Gustavo Pérez quedó probado que mi falaz acusador mutila las tesis de Marx y Engels sobre el nombre del partido, y en el artículo Gustavo Pérez o la artería quedó demostrado que es tan falsario, que incluso se falsifica a sí mismo. No cabe duda: todo ladrón cree que todos son de su condición.

Es menester subrayar que, tanto la negación de la concepción leninista del partido proletario como la tergiversación de la concepción mariateguiana del PSP, han resultado de la “lectura atenta”, del análisis cuidadoso de Pérez.

Pues bien, antes de terminar y para terminar, anotaré algunas conclusiones que se desprenden del análisis de las posiciones de Pérez, o, mejor dicho, de García, ante el problema del partido.

1. La negación de la concepción leninista del partido proletario tiene por base filosófica el empirismo y constituye una posición REVISIONISTA, imposible de disimular incluso si tramposamente se dijera que es un “revisionismo positivo”, pues tal posición revisionista encierra la idea de que el partido doctrinariamente homogéneo, es decir, el partido de clase, estuvo bien en la Rusia autocrática de principios del siglo XX, pero en el resto de países y en la actualidad, no tiene vigencia porque el partido debe ser un partido de “dos niveles”, es decir, un partido heterogéneo, o sea, una amalgama de diversas corrientes ideológicas.

2. El partido de masas de Mariátegui fue un partido de clase, es decir, un partido doctrinariamente homogéneo. Por eso escribió en los Principios programáticos del Partido Socialista: “El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha”. Por eso mismo, escribió en la moción aprobada en la Reunión de Barranco: “1. La organización de los obreros y campesinos, con carácter netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional” (21). Por eso también, el 19 de marzo de 1930, pocos días antes de nacer a la eternidad, mantuvo: “El socialismo no puede ser actuado sino por un partido de clase” (22). Pero Pérez y García niegan completamente esta verdad con su negación del marxismo-leninismo como el aspecto general de la BUP y con su partido de “dos niveles”, es decir, con su partido doctrinariamente heterogéneo, que, como se sabe, es propuesto ahora como la integración de toda clase de oportunismo y revisionismo en una misma “organización de proyección nacional”.

3. La negación en bloque del ¿Qué hacer? y de la verdad ideológica y organizativa del PSP constituye un rebrote del revisionismo en la escena nacional. Desenmascarado hace mucho en sus posiciones ideológicas y políticas, el revisionismo ha reaparecido, pues, en el plano de las cuestiones relativas a la forma superior de organización del proletariado.

4. En las actuales circunstancias históricas la resolución teórica y práctica del problema del instrumento orgánico del proletariado, es la cuestión fundamental dirimente, la piedra de toque que define la posición de cada tendencia, la línea divisoria que separa a marxistas de revisionistas. Por eso, para cualquier marxista consciente no es difícil discernir dónde esta el marxismo y dónde el revisionismo.

5. El modelo de partido legado por Mariátegui está vigente en todo lo que tiene de esencial: partido de masas y de ideas, adhesión al marxismo-leninismo y al internacionalismo proletario, concepción correcta de la revolución, estrategia revolucionaria de masas, carácter pensante y operante de la militancia. Pero además, dadas las actuales condiciones de legalidad, también es actual en lo relativo a su estatus. La realidad de una cierta dispersión organizativa de la clase obrera no es ni puede ser pretexto para cuestionar el modelo mariateguiano de partido y postular en su lugar un partido de masas doctrinariamente heterogéneo. Todo lo contrario: cuanto más el capitalismo dispersa a la clase obrera en el sentido indicado, más grande y más profunda es la necesidad de su unidad doctrinaria.

Aunque una vez más Pérez ha demostrado que no es capaz de pensar teóricamente, y que, cuando lo intenta, sólo alcanza a decir disparates, le agradecemos profundamente su artículo por la sencilla razón de que ha dicho sin recato lo que desde hace tiempo García viene sosteniendo sibilinamente. Es claro, desde luego, que no ha procedido así por franqueza, sino por torpeza. Y es que, de todos los métodos criollos comunes en su facción, no ha aprendido aún aquél que consiste en envolver en papel celofán sus posiciones revisionistas.

Notas:

[1] Lenin, Mariátegui y el partido de masas, p.1. Como resulta evidente, Pérez utiliza el término partido de cuadros como equivalente al término partido de revolucionarios profesionales, que es el que utiliza Lenin, así como también al término forma organizativa. De hecho estas equivalencias no son absolutas, como parece creer Pérez, pero este no es el lugar para entrar en detalles al respecto. Las equivalencias señaladas cuentan aquí, sin embargo, para efectos de entender exactamente el artículo que examino.

[2] Ibidem, p.4.

[3] No es casual, por eso, y no está exento de tendenciosidad, que Pérez cite algunas opiniones de Lenin sobre la forma organizativa del partido, que aparecen en el prólogo a la recopilación En doce años, y silencie aquellas otras que, en el mismo lugar, se refieren al contenido del partido, como por ejemplo la que sigue: “¿Qué hacer? es el compendio de la táctica y de la política iskrista de los años 1901 y 1902 en materia de organización. Un ‘compendio’, ni más ni menos. Quien se tome el trabajo de ver Iskra de 1901 y 1902, indudablemente se convencerá de ello. Y quien juzgue este compendio sin conocer la lucha de Iskra contra el ‘economismo’, a la sazón predominante, y sin comprender esta lucha, no hará sino lanzar palabras al viento” (Obras Completas, Editorial Progreso, Moscú, 1983, t.16, p.107. Subrayados en el original). Precisamente Pérez juzga el ¿Qué hacer? sin captar la importancia fundamental y la trascendencia universal de la lucha contra quienes se prosternaban ante el movimiento espontáneo y levantaban la política sindical como toda política del partido, lucha que, como lo sabe todo el que quiera saberlo, permitió establecer el contenido doctrinal y político del partido proletario. Por eso todo lo que hace es “lanzar palabras al viento”.

[4] Esto es lo que no hay que hacer con el ¿Qué hacer?, esto es lo que no puede hacerse con el ¿Qué hacer? ¿Entiendes, Gustavo Pérez?

[5] Aniversario 80 (5).

[6] En el fondo, es decir, en la medida en que el marxismo a secas que se propone como el aspecto general de la base de unidad es ya una posición revisionista, y que esta posición es una puerta abierta para la integración de oportunitas y revisionistas. Por otro lado, dejo subrayado que utilizo la denominación marxismo-leninismo como intercambiable con la denominación teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao.

[7] Martínez de la Torre , Apuntes para una interpretació n marxista de historia social del Perú, t.II, p.398.

[8] Lenin, Mariátegui y el partido de masas, p.4. Tan extraviado se encuentra Pérez, que cree que la precisión de Mariátegui acerca de que el PSP tenía que basarse en las masas obreras y campesinas organizadas, se refería no a su base social sino a “su composición social”. Pero ocurre que Mariátegui sabía perfectamente que “el trabajo político corresponde a los partidos de clase, la actividad económica y sindical a las organizaciones obreras” (Correspondencia, t.II, p.619), y, por esto, señaló que “La organización sindical y el partido socialista, por cuya formación trabajaremos, aceptarán contingentemente una táctica de frente único” (Martínez, Apuntes, t.II, p. 398), diferenciando así tajantemente entre “organización sindical” y “partido socialista”. En la misma moción aprobada por la Reunión de Barranco, el maestro esclareció la composición social básica del partido: “la organización de los obreros y campesinos, con carácter netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional” (ibidem, p.397). Pero Pérez confunde base social con composición social, y sugiere así que Mariátegui planteó que las masas obreras y campesinas organizadas, es decir, asociadas en sus gremios, o sea los gremios de los trabajadores, fueran parte constitutiva del partido, más o menos a la manera del Partido Laborista. Esta es una completa tergiversació n del concepto mariateguiano.

[9] La frase “De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú” aparece, pues, únicamente como una puntualizació n de la frase “la lucha política exige”.

[10] El artículo de Pérez es una vergüenza para el Socialismo Peruano. Pero, no obstante esto, ha sido publicitado por un blog de su facción, lo que quiere decir que en estas filas se promueve la negación de la concepción leninista del partido proletario y la tergiversació n de la concepción mariateguiana del partido del proletariado peruano., sin que nadie muestre la entereza doctrinal y la fortaleza de ánimo necesarias para llevar adelante una lucha consecuente contra semejantes expresiones de descomposició n ideológica. Esto prueba que ahí el liberalismo burgués es la ideología realmente existente.

[11] Aniversario 80 (5).

[12] Pero el partido de Mariátegui fue un partido de clase, sencillamente porque su unidad orgánica tenía por base el marxismo-leninismo. Claro que puede decirse que el partido de clase bajo la forma de partido de masas, es decir, el partido de masas doctrinariamente homogéneo, es, al mismo tiempo, un partido pluriclasista, pero sólo porque sus militantes tienen un diverso origen de clase. En cambio el partido de masas que propone García, es un partido doctrinariamente heterogéneo, es decir, un partido pluriclasista por la diversa posición ideológica de sus militantes. Este proyecto de partido tiene en nuestro medio un antecedente en el partido pluriclasista de Haya.

[13] T.13, p.160.

[14] Hay que observar todavía, que esta transformación se produjo en las mismas condiciones generales de la autocracia zarista. Por otro lado, es menester señalar que toda esa historia del partido de “dos niveles” (o del partido de masas doctrinariamente heterogéneo) que se pretende hacer pasar como de Mariátegui, siendo que es una flagrante tergiversación de su concepción del partido del proletariado peruano, expresa de hecho la cobardía intelectual de quienes no son capaces de asumir la responsabilidad de sus ideas y tramposamente se parapetan detrás de Mariátegui, actitud con la que, además, mistifican la identidad doctrinal del maestro.

[15] En la misma línea de Lenin, Antonio Gramsci esclareció el carácter de clase del partido como determinado por la ideología, y, por esto, no consideró que el partido de clase no pueda ser al mismo tiempo un partido de masas: “El Partido comunista requiere una unidad ideológica completa para poder desempeñar en todo momento su función de guía de la clase obrera. La unidad ideológica es la condición de la fuerza del partido y de su capacidad política; es indispensable para transformarlo en un partido bolchevique. La base de la unidad ideológica es la doctrina del marxismo y del leninismo, entendido este último como la doctrina marxista adaptada a los problemas del período del imperialismo y del comienzo de la revolución proletaria”. “Situando la base organizativa en el lugar de producción, el partido efectúa una elección a propósito de la clase en que se apoya. Se proclama un partido de clase y el partido de una sola clase, la clase obrera”. “Es evidente que el partido comunista no puede ser solamente un partido de obreros. La clase obrera y su partido no pueden prescindir de los intelectuales ni pueden pasar por alto la necesidad de reagrupar a su alrededor y de conducir a todos los elementos que por una u otra vía se ven impulsados a rebelarse contra el capitalismo. Así, pues, el partido comunista no puede cerrar las puertas a los campesinos; más bien debe tener campesinos y servirse de ellos para estrechar los vínculos políticos entre el proletariado y las clases rurales. Pero hay que rechazar enérgicamente, como contrarrevolucionaria, toda concepción que haga del partido una ‘síntesis’ de elementos heterogéneos, en vez de sostener sin concesiones que él mismo es una parte del proletariado, que el proletariado debe imprimirle las características de su propia organización y que el proletariado debe tener asegurada en el partido una función directiva” (Las tesis de Lyon. El subrayado es mío).

[16] T.13, p.249.

[17] El primero en señalar más allá de la organización partidaria la índole táctica de la decisión de Mariátegui, fue Hugo Pesce en 1929: “Dejo constancia, compañeros, que el partido socialista es sólo una táctica” (Martínez de la Torre , Apuntes para una interpretació n marxista de historia social del Perú, t.II, p.423). Es posible, por tanto, que Pesce, aunque haciendo en la Conferencia Comunista de Buenos Aires un discurso a cuenta y riesgo suyo, haya utilizado un concepto utilizado por el propio Mariátegui, quien, con toda seguridad, por las razones señaladas por él mismo, era plenamente consciente de que su propuesta acerca del nombre del partido era una elección táctica. En abril de 1943 Jorge del Prado distorsionó los fundamentos de esta táctica diciendo que había sido un error (ver Mariátegui, marxista-leninista, fundador del Partido Comunista Peruano, en José Aricó, Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, Ediciones Pasado y Presente, México, 1980, p.84) Por mi parte, en el artículo El nombre del Partido, he sostenido: “Después de escribir, en una nota al pie del libro La organización del proletariado, que el nombre de Partido Socialista obedeció a una cuestión de táctica, García muestra ahora una evidente aprensión con respecto a esta palabra. En la introducción a sus cuatro artículos, pregunta: “¿Es cierto que fue por táctica?”. Y hace esta pregunta porque, como se ha visto, él cree que el nombre de Partido Socialista no obedeció a una situación concreta particular. Pero, como se ha visto también, el argumento uno y único de Mariátegui (lo que escribió a propósito de Marañón ratifica lo que había escrito en Aniversario y Balance) y su incontrovertible precisión (“de acuerdo a las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista”), demuestran que su decisión de denominar Socialista al partido del proletariado peruano, fue una decisión táctica. Y no hay por qué temerle a la palabra por el solo hecho de que conocidos oportunistas la han utilizado en medio de argumentos que pretenden que el nombre fundacional del Partido fue un error. Pero no fue un error, tal como lo hemos sostenido arriba, es decir, la decisión de Mariátegui no fue una táctica errónea sino una táctica correcta. Pero considerar que el nombre de Partido Socialista, acordado en setiembre de 1928, se desprende del problema de nuestra época y, por tanto, del hecho de que el socialismo sucede al capitalismo, son lucubraciones de García, y con ellas nada tiene que ver Mariátegui”. Pues bien, las coincidencias, pero también las diferencias, son evidentes y, sin embargo, Pérez no señala estas últimas, evitando así una verdadera aproximación al tema, que, de seguro, dejaría en claro que del Prado apoyaba su afirmación en argumentos distintos a los míos, y que, por tanto, mi coincidencia es más bien con Pesce, y no sólo porque fue el primero, en el marco indicado arriba, en hablar de táctica, sino porque no dijo que la táctica mariateguiana fuera errónea. Pero Pérez ha preferido hablar de una coincidencia entre el suscrito y del Prado, y esto revela toda la tendenciosidad de su analogía. Pero ¿cuál es el problema en realidad? ¿No es, acaso, el esclarecimiento de la índole de la decisión de Mariátegui de denominar Socialista a su partido? Claro que sí. En consecuencia, habiéndose demostrado una y otra vez que la decisión mariateguiana no se derivó del problema de nuestra época ni de ningún principio del marxismo, sino de la situación concreta del Perú de las primeras décadas del siglo pasado, resulta evidente de toda evidencia que lo que busca Pérez con su martingala es desviar la discusión, es decir, desvirtuar los verdaderos términos del problema. Para precisar, es menester recordar que la expresión mariateguiana “Capitalismo o socialismo. Este es el problema de nuestra época”, no tiene nada que ver con el nombre del partido, y esta verdad se aprecia cuando se cita completo el párrafo donde aparece: “Capitalismo o socialismo. Este es el problema de nuestra época. No nos anticipamos a las síntesis, a las transacciones, que sólo pueden operarse en la historia. Pensamos y sentimos como Gobetti que la historia es un reformismo más a condición de que los revolucionarios operen como tales. Marx, Sorel, Lenin, he ahí los hombres que hacen la historia” (t.13, pp.249-250). ¿Qué tiene que ver, pues, la mencionada expresión, ahora citada en su contexto, con el nombre del partido? Pues nada, absolutamente nada. Pero García la utilizó arbitrariamente cuando postulaba un partido socialista, y ahora, torpemente, servilmente, demagógicamente, la sigue utilizando Pérez.

[18] En su conocida polémica con Sánchez, el maestro aclaró: “para ahorrarse todo equívoco, -que no es lo mismo que equivocación como pretende alguien– en lo que me concierne, no me llame Luis Alberto Sánchez ‘nacionalista’, ni ‘indigenista, ni pseudo-indigenista’, pues para clasificarme no hacen falta estos términos. Llámeme, simplemente, socialista. Toda la clave de mis actitudes –y, por ende, toda su coherencia, esa coherencia que lo preocupa a usted tanto, querido Alberto Sánchez– está en esta sencilla y explícita palabra” (t.13, p.217. El subrayado es mío). La palabra socialista, pues, en las circunstancias peruanas del tiempo de Mariátegui, explicitaba toda la clave y toda la coherencia de las posiciones del maestro ante la realidad peruana, es decir, el contenido de sus posiciones y no su forma (el trabajo colectivo en su grupo, su lenguaje, etcétera). Y, en la medida en que tales posiciones representaban al proletariado revolucionario, puede inferirse fundadamente que la aclaración mariateguiana tiene que ver con la elección del nombre de Partido Socialista del Perú. En consecuencia, es claro que Mariátegui subrayó la referida explicitud de la palabra socialismo en confrontación con el intento de Sánchez de calificar equívocamente la posición del maestro, es decir, del proletariado revolucionario. En la actualidad y como siempre, el nombre del partido tiene que ser uno suficientemente explícito de su contenido, pues sólo así se llegará a una solución coherente del problema, coherencia que parece preocupar a Pérez. Pues bien, para decirlo de una vez por todas, la palabra minga es un nombre ciertamente equívoco para el partido, y en esta ocasión también es necesario aclarar que equívoco no es lo mismo que equivocación

[19] El nombre del partido, numeral III, párrafo 8. Subrayado agregado.

[20] Pueden verse además los artículos Apuntes sobre el socialismo peruano (10.05.08), El partido de masas y de ideas de Mariátegui (16.05.08), Una vez más sobre el nombre del Partido (30.05.08), Mariátegui y el Partido Socialista del Perú (07.10.08), en todos los cuales la afirmación de Mariátegui aparece completa. Obviamente, Pérez conoce estos artículos, pero una vez más no ha podido evitar dar rienda suelta a su encono.

[21] Martínez, Apuntes, t.II, p.397. El subrayado es mío.

[22] T.12, p.69.

¡Defender el pensamiento de Mariátegui de toda tergiversació n y desarrollarlo en función de la realidad actual!

12.04.10 Eduardo Ibarra.

lunes, 19 de abril de 2010

MARIATEGUI “HA MUERTO, LE PEGABAN TODOS”


“Crear un Partido “Socialista” que tendría una base más amplia que el Partido Comunista, que estarla abierto no solamente a los obreros más también a ciertas capas de la pequeño burguesía”…”es en el fondo volver por un rodeo y bajo otra etiqueta al aprismo, a un Partido de varias clases,”… Carta del Secretariado Ejecutivo del Comité Ejecutivo de la I.C. a los compañeros comunistas del Perú. “ La Correspondencia Sudamericana ”, 2da Época, Nº 25, Mayo 1930, Págs.18-24.



“Mariategui dirigió la creación (en octubre de 1928) del partido “obrero y campesino” socialista y fue elegido su secretario general. En este tiempo todavía consideraba al proletariado como un simple “apéndice” de las masas campesinas indígenas”. V.M. Miroshevski “El “populismo en el Perú. Papel de Mariátegui en la historia del pensamiento social latinoamericano. Publicado en español en “Dialéctica”, La Habana , Volumen I, Número 1, mayo-junio de 1942.




MARIATEGUI “HA MUERTO, LE PEGABAN TODOS”….



Apenas fallecido J.C. Mariátegui, la Internacional Comunista dejó traslucir su dura aunque infundada crítica a sus tesis revolucionarias originales, entre ellas la composición social del Partido Socialista del Perú. Así a la crítica del Secretariado Ejecutivo del Comité Ejecutivo de la I.C ., en Mayo de 1930, siguió la del importante teórico de la I.C ., V.M. Miroshevski, en 1941. La imputación era evidente : Mariategui “intentaba refutar –sin lograrlo la tesis marxista-leninista del partido de clase” (¡Anatema!, debía responder el movimiento socialista o comunista internacional). Imputación que se esgrimiría amenazante como una “espada” durante las décadas siguientes contra todo aquel que recordase o intentase recordar siquiera, la composición social que Mariátegui diera al Partido Socialista y pretendiese analizar las posibles razones que tuvo para ello. Tal hábito aún permanece consciente o inconscientemente en el debate dentro del movimiento socialista peruano, como un fantasma de la “ortodoxia” mal entendida que debiese funcionar como un “vade retro inmundas anima” de los exorcismos medievales.



ACERCA DEL PARTIDO DE CUADROS



Así tenemos que entenderlo, cuando, “fraternalmente” se fórmula la misma antigua imputación contra un artículo mio (“Lenin, Mariátegui y el Partido de Masas”), que tiene por objetivo principal entrar al debate sobre “el Partido de masas y de ideas” planteado por Mariátegui, diferenciándolo de la tesis del Partido de Cuadros, planteado como modelo universal y eterno para todos los casos en abierta discrepancia con la tesis original de V.I. Lenin, y junto a ello la tendencia existente en el movimiento socialista peruano a “sacralizar” el “¿Qué Hacer?” de Lenin, y no ubicar ambos dialécticamente en forma histórica concreta.



Ese y no otro fue el objetivo del artículo fechado el 28/03/10, y menos aún la remota pretensión de “pulverizar con Lenin” al compañero Eduardo Ibarra, puesto que acostumbro debatir con ideas, que pudiese considerar equívocas, y no con personas, y el objetivo del debate fraterno no es de “pulverizar” a nadie sino esclarecer, comenzando conmigo mismo, sobre tesis que pudiesen parecerme erróneas, en beneficio del movimiento socialista peruano. Sólo en ese sentido, cité algunas frases alusivas al “¿Qué Hacer?” de Lenin, de algún artículo, por lo demás, importante, del compañero Ibarra, pues consideré que, entendido en forma integral, podía dar la equívoca idea de un valor eterno y atemporal de la forma organizativa del Partido de Cuadros, aplicable a cualquier diferente realidad histórico concreta (por ejemplo, a la Alemania o Italia pre-bélicos que Mariátegui conoció totalmente diferente a la autocracia zarista de 1902).



En ese sentido estoy totalmente de acuerdo, con el resumen que hace el compañero Jaime Lastra Domínguez, del “¿Qué Hacer?”, puntualizando que la forma organizativa que da Lenin en dicho folleto está históricamente referida al periodo 1902-1907, y por ello circunscribe la militancia partidaria a los “Cuadros Revolucionarios Profesionales”.



Así pareciese reconocerlo el mismo compañero Jaime, cuando cita fielmente a Lenin, en el Prólogo a la Recopilación “En doce años”, precisando



“¿Qué hacer? Es el compendio de la táctica y de la política iskrista de los años 1901 y 1902 en materia de organización”.



Nótese bien no es el compendio de dicha tàctica y polìtica EN MATERIA DE ORGANIZACIÓN para cualquier circunstancia o periodo concreto, es decir, para toda la vida del Partido sino sólo circunscrita para un periodo concreto, y por ello, el propio Jaime reitera que se trataba de :



“En este caso, la lucha por dotar al proletariado y pueblo ruso de una vanguardia, de su destacamento dirigente, de su partido de clase, requería la forja de una organización de revolucionarios profesionales, cuadros dedicados íntegramente, exclusiva y absolutamente a las tareas del partido”[1]





Analicemos lo dicho : “En este caso”.. ¿En cual?. Es obvio que se trata del de la autocracia zarista de 1902 pues sino el compañero Jaime hubiese escrito “En todo caso” o “En cualquier caso”.



Y mas adelante lo corrobora :



“organización partidaria que, obviamente correspondía a las condiciones concretas de la lucha política en la Rusia de ese momento. Solo así, en esas condiciones concretas de la lucha política y social, el POSDR podría erigirse en el partido de clase (doctrinariamente homogéneo) que cumpla su función de dirigente político y vanguardia organizada del proletariado y pueblo ruso” [2]



Añadiendo posteriormente :



“Claro está que en ¿Qué Hacer? Lenin defiende la concepción marxista del partido de clase en las condiciones de la autocracia zarista y dado el desarrollo particular del movimiento revolucionario ruso”[3]



No obstante, luego, inexplicablemente (antidialèctica y antihistoricamente), concluye que :



“Esta es la base del error al que cae Gustavo que razona porque hay autocracia es válido el partido de clase, el partido de cuadros; y cuando la autocracia está débil o ya no existe, entonces cabe el partido de masas”[4]





Debiendo precisar que en esta ilógica conclusión, que no guarda relación coherente con las premisas anteriores suyas, incurre además en el error de afirmar implícitamente que EL PARTIDO DE MASAS NO ES UN PARTIDO DE CLASE, restringiendo esta calificación solo para el Partido de Cuadros (releer atentamente : …“el partido de clase, el partido de cuadros”…).



Comentario aparte y no principal merece la gratuita y apresurada afirmación de que :



“en modo alguno se puede sostener, como lo hace el compañero Gustavo Pérez, que el partido que propuso Lenin, como instrumento dirigente de la revolución, sea el “partido de cuadros”, en el reducido concepto de que un partido así se basa en el “espíritu de círculo”…[5]



Pues bien, comprometo al compañero Jaime a que señale en forma clara y concreta ¿En que párrafo he afirmado yo que el Partido de Lenin se basa en el ESPÌRITU DE CIRCULO?. Simplemente me limité a transcribir un párrafo del “Prologo a la Recopilación “En doce años”, en que el propio Lenin afirmaba :



“En un país autocrático en general, en las condiciones que fueron creadas por toda la historia del movimiento revolucionario ruso en particular, el Partido Obrero Socialista no podía desarrollarse de otro modo que sobre la base de los círculos. Los círculos, es decir las agrupaciones de muy reducido número de personas, agrupaciones estrechas, cerradas y casi siempre basadas en la amistad personal, fueron una etapa necesaria en el desarrollo del socialismo y del movimiento obrero en Rusia. A medida que crecía este movimiento, se planteó la tarea de agrupar los círculos, de crear un sólido vínculo entre ellos y de establecer la continuidad. No se podía cumplir esta tarea sin crear una fuerte base de operaciones “inaccesible” a la autocracia”,…



Entonces, parodiando a don Ricardo Palma, diremos : ¡Traslado a Lenin este cargo para su absolución!.





Finalmente, a este respecto, considero que la preponderancia o primacía de la forma organizativa del Partido de Cuadros, en el ideario y pensamiento del movimiento socialista peruano, se debe a que varias de sus generaciones ingresaron a la vida política nacional y se desempeñaron necesariamente, durante largos periodos históricos, bajo esta forma organizativa, en condiciones de dictaduras militares antisocialistas o anticomunistas.



¿PARTIDO OBRERO O PARTIDO DE TRABAJADORES?



No obstante no es ésta (la negación del supuesto carácter eterno y atemporal del Partido de Cuadros) sino la supuesta negación del carácter de clase del Partido, la imputación principal hecha por el compañero Jaime, quien señala, en referencia al análisis hecho por mí respecto al numeral 3 del Acta de Constitución del Partido Socialista del Perú[6], que :



…”, la conclusión que nos propone mi estimado compañero, Gustavo” (NOTA MÎA : debo añadir que la estima es mutua hacia el compañero Jaime)”, son un CONTRABANDO en toda ley”… [7]



Añadiendo : “Debiera fijarse mejor lo que escribe:”…[8]



Y se pregunta en voz alta :



“¿Se contrapone el concepto de partido de clase al concepto de que ese mismo partido esté BASADO en las masas obreras y campesinas?”[9]

Para concluir mas adelante que :



“Este numeral tiene dos partes. En la primera, claramente está el principio fundamental de la teoría marxista-leninista del Partido (partido de clase, doctrinalmente homogéneo). En la segunda parte, por las condiciones concretas del país, semifeudal y semicolonial, el partido de clase debe estar basado en los obreros y campesinos; es decir, su composición y su vínculo deben ser estas dos clases, principalmente”[10]



¿Y que había dicho yo?, pues, citaba textualmente el texto de Mariátegui y a renglón seguido decía que :



“Una lectura atenta de este numeral del Acta, da cuenta de que en el se reconoce la necesidad de la creación de un Partido “de clase”, pero que, de “acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú”, concurrirá a la constitución de un Partido “basado en las masas obreras y campesinas organizadas”. Es decir que las condiciones concretas actuales del Perú requerían no de un Partido de clase sino de uno basado en las masas obreras y campesinas, lo que acredita que éstas condiciones concretas, a que hace referencia Mariátegui en este párrafo, no son justificatorias del nombre SOCIALISTA para el Partido sino simplemente de su composición social, “…[11]





Y ya antes, al iniciar el capítulo pertinente, había advertido que :



“En algún momento y lugar hemos comentado que esto último” (NOTA MIA: me refiero al numeral 3 del Acta de Constitución del Partido Socialista del Perú)” implicaba que el Partido Socialista del Perú, fundado por el J.C. Mariátegui, constituía, por su composición social, propiamente un Partido de Trabajadores o del Trabajo, como el de Vietnam o el de Corea o el de Albania,”…[12].



¿Cuál es pues la diferencia con lo críticamente afirmado por el compañero Jaime?. Pues solo que él declara enfáticamente que “su composición” (NOTA MIA : se refiere a la del Partido Socialista del Perú)”deben ser estas dos clases, principalmente”. Con lo cual el compañero Jaime, posible involuntariamente, estaría afirmando que el Partido fundado por Mariátegui es uno “de clases” y no “de clase”, pero ello es solo apariencia pues la integridad del pensamiento expuesto acredita que el compañero Jaime ha querido afirmar lo mismo que yo, con algún acento personal por cierto.



No obstante lo increíble y terrible es que aún arrastremos en el alma del movimiento socialista peruano aquella condena antimariateguista inculcada por la “ortodoxia” mal entendida de la Internacional Comunista y resumida en las dos citas que encabezan este artículo. Le ruego, compañero Jaime acabemos con el “parricidio” de que fue objeto Mariátegui, en el movimiento socialista peruano!.





MODELO DE CONSTRUCCIÒN DEL PARTIDO DE MARIÀTEGUI



Pero, mi buen amigo Jaime lanza otra seria imputación :



“Gustavo cree que Mariátegui tenía como referente el Partido Popular Italiano del cura Sturzo de 1920 y no el Partido Comunista del marxista-leninista Gramsci de 1921. Gustavo cree que Mariátegui anhelaba esa forma de “sólida masa popular” que construyó el Partido Popular Italiano y no del estilo y método de vincularse con las masas del Partido Comunista de Gramsci, que era el estilo y método leninista. Esta es otra manera de tergiversar el pensamiento de Mariátegui, como si hubiese querido construir una “máquina electoral” y no una “máquina de combate”. El Partido Popular Italiano fue un partido burgués que aspiraba a ser una “máquina electoral” cuyo fin es sostener el sistema imperante. Y para eso requiere de una muchedumbre que le sostenga en sus campañas y como base social de presión oposicionista. En cambio, el Partido Comunista de Gramsci fue un partido de clase que aspiraba a transformar el orden social de Italia porque tenía una “concepción insurreccional y revolucionaria”, más aún en la década del 20 del siglo XX”[13].



¿Qué motivó este rico comentario del compañero Jaime que ocupa un párrafo de 14 líneas de su artìculo?., pues estas dos líneas de mi artìculo :



“Un Partido que dispusiese de una “sólida masa popular”, como el Partido Popular Italiano”[14].



A este respecto, son varios los estudiosos, que nos llevan décadas de investigación por delante, y entre los nacionales podría mencionar al compañero Miguel Aragón, que afirman que, contrariamente a César Falcón, quien al parecer conforme a la Internacional Comunista , exigía a Mariátegui la constitución de un Comité Comunista, de Lima, que sea la organización del Partido (Ver. Carta de César Falcón a J.C. Mariátegui, del 15 de Septiembre de 1923), éste veía con mayor simpatía el estilo de construcción de Don Sturzo, organizador inteligente y moderno, constructor del Partido Popular Italiano, desde sus cimientos, quien :



“Pasó largos años organizando sindicatos y federaciones de obreros”…”sobre la base de un Programa”..”Y solo cuando dispuso de una sólida masa popular, creyó oportuno proceder a la constitución del partido”[15]…





En cuanto a alusión a la “concepción insurreccional”, que conforme al compañero Jaime, tenía el Partido Comunista de Gramsci, en la época en que J.C. Mariátegui escribe el artìculo mencionado y luego entre Julio y Octubre de 1929, ello resulta inexacto, pues tras el fracaso de la Huelga de Comités de Fabrica, Gramsci evaluará y analizará el paso táctico “del asalto al asedio”, de la “guerra de movimientos” a la “guerra de posiciones”, del movimiento revolucionario italiano y mundial, señalando :



“Tras 1920 se ha dado un periodo de estancamiento en el movimiento revolucionario mundial. La ocupación de las fabricas en Italia y el avance del Ejército rojo sobre Varsovia señalaron el punto mas alto de la oleada revolucionaria, pero habían demostrado también la incapacidad y la impreparaciòn de los grupos revolucionarios entonces existentes para guiar a los grandes movimientos en su conjunto hasta su natural conclusión : la toma del poder”[16].





PARTIDO “DOCTRINARIAMENTE HOMÓGENEO”



Ahora bien, no quisiera cerrar este artìculo sin referirme a que el compañero Jaime se ha referido en su artìculo al Partido no menos de diez veces como “doctrinariamente homogéneo”, y ello es correcto si se refiere a que al interior del Partido no existe mas que la doctrina marxista o socialista revolucionaria, a que en el interior del Partido no pueden existir dos líneas ideológica, política y orgánicamente, establecidas, pero ello de ninguna manera puede significar la negación de la existencia objetiva de tendencias a su interior.



A este respecto Mariátegui señala analizando la lucha interna del PC “bolchevique” que :



“La revolución rusa, como gran revolución histórica, avanza por una trocha difícil que se va abriendo ella misma con su impulso, no conoce hasta ahora días fáciles ni ociosos. Es la obra de hombres heroicos y excepcionales, y por este mismo hecho, no ha sido posible sino con una máxima y tremenda tensión creadora. El partido bolchevique, por tanto, no es ni puede ser una apacible y unánime academia”[17].





Si bien el artìculo de Mariátegui está referido al Partido Comunista Bolchevique, podemos considerarlo de aplicación general a los Partidos Revolucionarios, pues si el Partido Bolchevique no era ni podía ser una “apacible y unánime academia” con mayor razón no lo serán ni lo pueden ser las demás organizaciones revolucionarias, incluyendo al propio Partido Socialista del Perú.



¡Mi gratitud infinita a los compañeros Eduardo Ibarra y Jaime Lastra Domínguez por iniciar y mantener este fructífero debate e incentivar a la investigación!





Gustavo Pérez Hinojosa

18/04/10.

[1] Ver Charles Jaime Lastra Domínguez “Lenin, el “¿Qué Hacer?” y el Partido de Clase”, página 3, séptimo párrafo.



[2] Ver Charles Jaime Lastra Domínguez, artìculo citado, página 4, primer párrafo.



[3] Ver Charles Jaime Lastra Domínguez, artículo citado, cuarto párrafo, “in fine”.



[4] Ver Charles Jaime Lastra Domínguez, artículo citado, página 5, primer párrafo.



[5] Ver Charles Jaime Lastra Domínguez, artìculo citado, página 4, segundo párrafo.



[6] Ver Gustavo Pérez Hinojosa “Lenin, Mariátegui y el Partido de Masas”, página 4, segundo párrafos segundo y tercero.

[7] Ver Charles Jaime Lastra Domínguez, artìculo citado, página 6, primer párrafo.



[8] Ver Charles Jaime Lastra Domínguez, artìculo citado, misma página y párrafo.



[9] Ver Charles Jaime Lastra Domínguez, artìculo citado, misma página y párrafo.



[10] Ver Charles Jaime Lastra Domínguez, artìculo citado, página 6, tercer párrafo.



[11] Ver Gustavo Pérez Hinojosa, artìculo citado página 4, párrafo tercero.



[12] Ver Gustavo Pérez Hinojosa, artìculo citado, página 3, párrafo segundo.



[13] Ver Charles Jaime Lastra Domínguez, artìculo citado, pagina 6, párrafo 7 y página 7, párrafo 7.





[14] Ver Gustavo Pérez Hinojosa, artìculo citado, página 2, párrafo sexto.



[15] J.C. Mariátegui : “El partido popular italiano”, fechado en Roma, 28/03/1920, en “Cartas de Italia”, Empresa Editora Amauta, Págs. 62 a 66.



[16] Antonio Gramsci en “I laburisti al potere”. A este respecto ver V. Gerratana :”La nueva estrategia que se abre paso en los “Quaderni” y L. Paggi “Después de la derrota de la revolución en Occidente”.



[17] J.C. Mariátegui “Trotsky y la oposición comunista”, Variedades, 25 de Febrero de 1928.