Don Emilio Choy Ma,
con un grupo de poetas en un chifa de la calle Capón.
Sentados: Emilio Choy Ma, Alejandro Romualdo Valle ,
Arnaldo Orfila Reynal, director del Fondo de Cultura Económica, Wiston Orrillo
y Leoncio Bueno. De pie: Javier
sSologuren, Carlos Milla Batres, editor; Arturo Corcuera y un hijo de Leoncio
Bueno
(Foto proporcionada gentilmente por mi amigo Antonio
Cajas)
Promoción de antropólogos de San Marcos, Luis. E.
Valcárcel. Lima 1962
De izquierda a derecha
sentados: Jorge Muelle, Humberto Rodriguez (con anteojos), José María
Arguedas, ¿NN?, Celia Bustamante, ¿NN?, Martha Escobar, al
centro de la mesa Luis E. Valcarcel. En el cuarto lugar a la izquierda de Valcarcel, Leonilda
Soldevilla y último a la derecha José Matos Mar. Parados de izquierda a la derecha:
Hernán Castillo, Pizarro, José Portugal Mendoza, Duccio Bonavia, César Ramón, Jorge Carbajal, ¿NN?,
¿NN? y Emilio Choy.
Homenaje por el centenario del nacimiento
de Emilio Choy Ma (1915-2015).
Richard Chuhue, Antonio
Rengifo (con tirantes), Mario Choy, Wilfredo Kapsoli, editor del libro y
Bernardino Ramírez, vicerrector de investigaciones de la U.N.M.S.M.
Centro cultural
Corihuasi de la Universidad particular Ricardo Palma
Lima, Miraflores, 13 de
enero del 2015
Foto: Oriental,
revista. Lima marzo del 2015
Discurso
de Mario Choy Novoa
A 100 años de su nacimiento es oportuno hacer un
recuento de los eventos de la existencia de Emilio Choy a quien esta noche
recordamos con admiración y respeto.
De esos cien años que han pasado, mi padre vivió
61, desde 1915 hasta 1976.
Propongo que nos concentramos en esos 61 años, y
que distingamos en ellos tres etapas
importantes dentro de su vida.
La
primera etapa corre desde 1915, año en que nació, hasta 1930, época en decayó
la salud de su padre y a la edad de 15 años debió descontinuar sus estudios
para ayudar más activamente en el sustento y trabajo familiar.
La segunda etapa va desde 1932, año en que murió
su padre, hasta 1950, y comprende el periodo en que trabajando conjuntamente
con su madre lograron el proyecto de completar la educación formal de todos los
hermanos y consolidar la existencia de los pequeños negocios familiares.
Lo que más nos interesa de esta etapa es que,
fue en ella donde fundamentalmente empezó a enseñarse a sí mismo para luego
construirse como un investigador.
La tercera etapa, que empieza en 1950 hacia
adelante es la que constituye el lapso más vital y fructífero de su vida, en el
que fueron acopiados, estructurados, redactados y publicados sus trabajos de
investigación y análisis. Esta etapa
termina en el año 1976, en que inesperadamente, falleció.
De manera concisa, quiero compartir con Uds. lo
que en mi opinión constituye la característica principal de cada etapa.
Emilio
Choy Ma nació en el Perú un día como
hoy, el 13 de enero de 1915.
Sus padres, Don Emilio Choy Chac Nan y Doña María Ma
provenían del Sur de China y habían llegado al Callao en 1905. La llegada de esta pareja y su establecimiento en el puerto no tuvo las
condiciones terribles de la inmigración china hacia el Perú que ocurrió en el
siglo XIX, la cual fue engañosa, compulsiva, extremadamente cruel y
mayoritariamente masculina. Sin embargo, aun cuando ocurrió en el siglo XX, el
arraigo no fue una tarea fácil. Como
todos los migrantes, tuvieron que enfrentar desde el primer día la extenuación
de establecerse en un país que les era desconocido y en algunos casos hostil.
Emilio
Choy Chac Nan, a quien llamare el abuelo
para no confundir a los presentes, empezó
pequeños negocios en la ciudad del Callao.
Hasta 1932, año en que murió, logro gradualmente acreditarse en la
comunidad como un negociante honesto con una actitud de filantropía
fundamentalmente orientada a orfelinatos y puericultorios.
Sin embargo, existe un rasgo que es pertinente mencionar
hoy porque arroja luces sobre el ambiente familiar y la especial sicología del
hogar en que se crio el joven Emilio, así como sus otros hermanos.
Emilio Choy Chac Nan, el abuelo, aparentemente inmerso
tan solo en el quehacer diario de sus pequeños negocios, tenía muy arraigada una
causa y luchaba activamente por ella. Su
lucha estaba orientada a colaborar con los esfuerzos de grandes movimientos
sociales que ocurrían en China para derrocar a la dinastía Manchú y destruir la
explotación, corrupción y entreguismo que esta había practicado. Desde su llegada al Perú hizo esfuerzos
concretos por aportar de manera efectiva a las actividades de Sun Yat Sen para instaurar la República.
Desde el Callao y ya como colaborador, compartió
la alegría de los resultados del Levantamiento de Wuchang de 1911, que termino con el derrocamiento del
último emperador de China. Pero este
derrocamiento fue sucedido por un periodo sumamente complejo en el cual la
situación de China, interferida además por los intereses de las potencias
extranjeras, de ninguna manera estaba consolidada. Esto hizo que Emilio Choy Chac Nan, el abuelo,
continuase y redoblase sus actividades proselitistas dentro de la comunidad de
inmigrantes chinos y persistiese en su
aportación de recursos personales para sumar esfuerzos en su coordinación con Sun Yat Sen y sus fuerzas
para ampliar la república, que se había establecido solo en las provincias del
Sur.
Existen, en China, monumentos que llevan los
nombres de los miles de chinos que alrededor de todo el mundo participaron en
esa causa, y el nombre de Emilio Choy Chac Nan, el abuelo, está presente allí
con recordatorios en el Pabellón de los Héroes y en el Monumento a la Memoria
de los 72 mártires. Aquí en el Perú, en
la casa del Callao donde vivió la familia Choy, hay documentos sumamente
interesantes recolectados por mi tío
Augusto Choy, como una misiva escrita y enviada por el propio Sun Yat Sen a
Emilio Choy Chac Nan, el abuelo, en la que la que le informa sobre eventos de política,
le agradece por los aportes logrados y lo insta a proseguir en sus esfuerzos a
favor de la República China. Entendemos que
el modelo más universal de república llego a cristalizarse en 1949, con la
formación de la República Popular China y en honor a la verdad histórica hay
que expresar que en artículos de años posteriores mi padre manifestó sus
reservas ideológicas, no con respecto a
la persona del Dr. Sun Yat Sen sino con respecto al modelo de republica soñada porél.
Sin embargo, mi Padre nunca dejó de reconocer el
aspecto revolucionario que suponía instaurar
una república en un país como China que durante más de 21 siglos había sido
manejada como un imperio. Era un
movimiento inmenso, histórico, en el cual habían participado sus padres.
Durante mucho tiempo se ha considerado que la adhesión
de mi padre hacia las ideas progresistas de los sectores mayoritarios de la
sociedad provenía de su acercamiento a las fuentes de la filosofía de la
historia, como la dialéctica de Hegel, de la lectura sistemática de los
clásicos del materialismo histórico y de las convicciones derivadas de la
aplicación de categorías marxistas a la
historia inspirado por la metodología usada por Lewis Morgan. Esto sin duda es cierto. Pero no es menos cierto que al interior de su
propio hogar y en conductas concretas de su Padre y de su Madre vivió la
experiencia real de esfuerzo en favor de una causa histórica, expresada en actos
tangibles como la participación en actividades proselitistas y en renuncias
materiales significativas que se ofrendaban para lograr un ideal.
La segunda etapa empieza en 1932, año en que murió
su Padre. Teniendo 17 años, y en su calidad de hijo mayor su historia
en esos años tiene paralelo en muchas familias de la comunidad china, con características
tales como una rigurosa ética de trabajo, unidad familiar solida con división
de labores, modesta acumulación de capital e incursión en nuevos negocios. Lo que interesa en esta cronología personal
es que simultaneas a estas actividades, el joven Emilio emprendió por sí mismo
la transformación gradual de sí mismo para convertirse en un investigador, en
la clase de hombre que se adentraría en las múltiples vertientes del
conocimiento. Como ha recordado Antonio Rengifo en el trabajo
biográfico que figura en este libro, Emilio Choy no tuvo una formación académica
universitaria. Fue un autodidacta. Y es en esta época de su vida en la que
empezó a adquirir antiguos libros, catálogos, cronologías y mapas, cartas y en
general materiales de historia y de cultura, a partir de los cuales y en los
cuales desarrollo sus métodos de apunte y reflexión. Con una gran disciplina erigió en su propio
espíritu al infatigable lector, al pensador, al historiadory al agonista. En esta condición de agonista reside la clave
de su autoformación. Un buen ejemplo de
esto es la actitud que tenía ante los libros y ante las bibliotecas. Mi padre solía decir que no hay lugar más
ruidoso que una biblioteca. Decía no hay
libro mudo, decía que desde el aparente silencio de los estantes cada autor
tiene un mensaje y no lo está diciendo:
lo esta gritando. Y decía que a cada
autor hay que contestarle para poder escucharlo. Repito el concepto, contestarle para poder
escucharlo. Por eso es que en la mayoría
de sus libros ha quedado en los márgenes la anotación de sus diálogos, a veces ácidos,
que mantuvo con cada autor.
¿Por qué discutía Emilio Choy con los autores muertos como si estuviesen vivos? De un lado, porque requería tensar al máximo
el uso de la dialéctica hasta el punto de convertirla en lo que fundamentalmente
es, una herramienta heurística. Pero por
otro lado era la opción del hombre que en ausencia del clima colectivo de
aprendizaje que se puede hallar en las aulas, requería de confrontaciones
dramáticas con cada autor para ponerlo frente a si, agonizar con él, y lograr
esencialmente escucharlo.
Se puede decir de Emilio Choy que la postura mínima
que tuvo ante cada autor del pasado fue
insistentemente ser su contemporáneo.
Y ser además, insistentemente, su
amistoso adversario. No había violencia
en su método, pero si una gran pugnacidad.
Ese mismo rasgo explica porque, tal como también lo ha reseñado Antonio
Rengifo, en cualquier conferencia de personalidades académicas célebres del Perú
o del extranjero era capaz de pararse y entablar con ellos discusiones conceptuales
sin ningún complejo. Muchas veces los
auditorios quedaban como en estupor por lo que consideraban que era una falta
de respeto. Muy al contrario su
pugnacidad era por respeto, era su modo de decir: te discuto porque soy tu amigo, si no te
interrogo de esta forma no puedo saber tu verdad.
En fase final de su vida que va desde 1950 hasta
el año de su muerte puede observarse dos aspectos, uno de ellos destacado en el
mensaje del Dr. Pablo Macera. Fue la
época en que realizo aportes que aseguraron sitios arqueológicos que estaban en
riesgo real de desaparecer para siempre, lo que se puede llamar una defensa material
de la historia, y esta defensa la extendió apoyando de manera efectiva las
investigaciones de jóvenes arqueólogos, antropólogos e historiadores para que
tuviesen el espacio y la oportunidad suficientes para que sus esfuerzos diesen
fruto.
El otro aspecto de esta etapa de su vida es que
en ella se realizó la publicación de prácticamente todos sus trabajos. Sobre la amplitud, alcance y repercusión social
y académica de estos trabajos versa el ensayo historiográfico que el Dr.
Kapsoli nos entrega en este libro. Yo, solo
quiero destacar un aspecto pequeño, que tiene que ver con el modo tan singular de
difundir sus artículos y ensayos. En
vida, sus publicaciones siguieron un patrón casi constante: todas aparecieron
en revistas estudiantiles, en separatas, en gacetas gremiales, en cuadernillos auto
publicados que eran entregados a organizaciones como bibliotecas y grupos de egresados
y como no, en publicaciones de intelectuales y profesores y artistas amigos. Había un aparente desorden, una intermitencia,
y una dispersión. Por ello, al momento
de su muerte, no había ningún cuerpo codificado de textos en forma de volumen ni
como obras completas ni como obras escogidas. En mi opinión, debemos tomar en cuenta que
cada acto de publicación de Emilio Choy, por más modesto o importante que fuese el medio en
que lo hizo, quedo registrado en la historia como un acto de adhesión
específica a movimientos reales en la sociedad del Perú de ese momento. Quiso acompañar a actores concretos como
obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales cada cual con sus nombres, sus
limitaciones y sus sueños precisos.
Algunas de esas publicaciones duraron mucho, algunas otras duraron solo
un número, pero el corpus de labor intelectual
de mi padre quedo canalizado en niveles múltiples, diversos y a veces irrepetibles del tejido de la
sociedad. Logro así que la difusión de
sus ideas quedase para siempre vinculada con los circunstancias de los hombres
y mujeres que aspiraban con sus actos a una sociedad más plena. En ese aspecto puede decirse que la actividad
intelectual de Emilio Choy no nos fue entregada como una obra completa pero si
como una obra integra. El verso de
Vallejo dice: Todo acto o voz genial viene del
pueblo y va hacia él; de frente o trasmitido
por incesantes briznas. Ese fue el
trabajo de mi padre, incesantes briznas portadas por la voz del pueblo.
Con oportunidad de este centenario, quiero agradecer
los homenajes, adhesiones,
conversatorios y auspicios que ha habido en los años posteriores a su muerte. La
Universidad Ricardo Palma, la Universidad de San Marcos, La Universidad de
la Cantuta, La Universidad Nacional del Centro, La Universidad San Cristóbal de
Huamanga, La Universidad Garcilaso de la
Vega, La Universidad San Antonio Abad del Cusco, el Seminario de Historia Rural
Andina, el Museo de la Nación, El Congreso
de la República, el Museo de Arqueología e Historia, el Museo de la Casona de
San Marcos, el Instituto Nacional de cultura,
a Casa de Cultura del Callao, la ConfederaciónGeneral
de Trabajadores del Perú, la Municipalidad Provincial del Callao, la
Municipalidad Metropolitana de Lima, la
Derrama Magisterial, el Instituto Porras, la Casa de José Carlos Mariátegui,
la Federación de Periodistas, el Instituto Nacional de Folklore, la Asociación
Peruano China, el Instituto Confucio, el colegio América antiguo Callao High School donde estudio mi Padre, El Colegio Juan XXIII , y un número de promociones
con quienes nos hemos reunido en tertulias, cenáculos, conversatorios, en
ceremonias pequeñas, medianas, y algunas multitudinarias.
La lista de instituciones es extensa y pido disculpas por no poder mencionarlas
a todas y el número de participantes que quisiera mencionar es aún mayor, pero
desde aquí los veo: rostros de las
personas y amigos queridos, amigos y seguidores de las ideas de mi padre, con
quienes nos hemos reunido tantas veces y en tantos lugares. En la imposibilidad, por el tiempo, de mencionarlos
a todos les pido la licencia de simbolizar el agradecimiento a todos Uds. en las
personas de los integrantes de esta mesa que nos han permitido compartir esta
ceremonia.
Profundamente agradezco al
Sr. Iván Rodríguez Chávez, Rector
de esta Casa de estudios. El mismo día
que solicitamos su participación y su auspicio, tuvimos su respuesta inmediata,
solidaria y entusiasta. Gracias por
brindarnos la calidez de este recinto, la libertad de su espíritu, y por las
certeras y profundas palabras que dan inicio y perspectiva a este libro.
Gracias
Dr. Bernardino Ramirez,
Vicerrector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, por el
extraordinario ánimo para gestionar con tanta rapidez el pedido que le hicimos,
y traernos esta noche la noticia de la autorización de la Universidad de San
Marcos para colocar los trabajos de Emilio Choy en Internet. Procederemos rápidamente a la digitalización
de los materiales, y en los meses próximos tendremos todas sus obras con acceso
libre y gratuito todos los estudiantes e
investigadores del Perú y del Mundo.
Gracias, Dr.
Antonio Rengifo, por su permanente testimonio de amistad y cariño hacia la
figura de mi padre, cariño que me consta era reciproco por parte de él y que también
lo es por parte de mi familia.
Gracias, a la distancia al Dr. Macera por compartir con nosotros su alentador
mensaje, y su lucido análisis sobre la obra de mi Padre.
Gracias al Joven Historiador Richard Chuhue por
su destacable apoyo en eventos de homenaje realizados en 2013 y por su
participación esta noche.
Y gracias, por supuesto, al editor del libro y arquitecto de este
homenaje por los cien años, Dr Wilfredo Kapsoli. No olvidaremos las numerosas jornadas
aplicadas con ahínco a la estructuración de este libro, ni el buen humor y la
amistad para sobrellevar los contratiempos.
Quiero terminar diciendo que en este siglo de
existencia de Emilio Choy, existe una
cuarta etapa ya no de vida biológica sino de pura trascendencia de su espíritu
y sus ideas. Y También quiero señalar
cual es la característica principal de esta etapa. Son Uds.
Su obra está aquí porque Uds. la han hecho suya.
Su visión se difunde y se difundirá libremente, porque
Uds. son los que abren generosamente las puertas. Su pensamiento llega a las mentes porque Uds.
lo portan en un nivel más profundo, en sus corazones. En nombre de mi familia y en el mío les
agradezco, y conjuntamente con sus voces alzo la mía para decir: Emilio Choy Ma, estás presente y vivo, Feliz
Aniversario.
NOTA.- El discurso de Mario
Choy no figura en el libro en homenaje al centenario del nacimiento de don
Emilio Choy Ma. Ni tampoco el discurso
de Antonio Rengifo. Ambos discursos complementan
dicho el libro.
Discurso de Antonio
Rengifo Balarezo
¡Buenas
noches!
En primer término mi
agradecimiento a quienes le debemos la
realización del presente acto celebratorio.
A Mario, hijo de Don Emilio y a Augusto, hermano de Don Emilio. Así mismo a Iván Rodríguez, Rector de la
Universidad Particular Ricardo Palma, formado en las aulas de la universidad de
San Marcos y al historiador Wilfredo Kapsoli, amigo de Don Emilio, celoso
guardián de su obra y difusor de la misma. En todos ellos, don Emilio ha dejado
una huella indeleble. También mi
agradecimiento a todos ustedes por su amable concurrencia.
En este momento
compruebo que el natalicio de Don Emilio constituye una festividad secular y de
Jubileo. A sus cien años, tiene
capacidad de convocatoria, como lo demuestra el pleno del auditorio Corihuasi de la universidad particular
Ricardo Palma. Su figura traspasa
fronteras; pues, no perteneció a la cultura oficial ni compitió en el mercado
académico; aunque si participó activamente en la lucha ideológica desde una
perspectiva consecuente con su origen social.
Hizo suyo el método marxista llamado Materialismo histórico, tal como lo
trasparentan sus estudios.
Don Emilio investigó
fuera de la Universidad o de algún instituto y no necesitó de un estímulo
económico para investigar y ni para engordar su currículum académico. No se equivocó el historiador Pablo Macera,
cuando conmovido por el fallecimiento de Don Emilio escribió una nota que
apareció en el diario El Comercio con el título Emilio Choy: un hombre del
futuro.
Hoy 13 de enero del 2015
celebramos los cien años del nacimiento de Don Emilio. Y, como todo nacimiento de un niño es motivo
de júbilo, debemos de estar contentos.
Emilio niño devino en un hombre porque se hizo asimismo. Se hizo así mismo al quedar huérfano de padre
a temprana edad y por ser el mayor de numerosos hermanos. Don Emilio, es un ejemplo palpable de
resiliencia. Se templó en la lucha por
sobrevivir y sacar a flote a la familia.
Cuando digo que don Emilio se hizo
asimismo he recordado el título original de uno de los libros de Gordon
Childe: Man Makes Himself (1936)
publicado en español como Los
orígenes de la civilización . Pero
mi recuerdo no solo es por asociación de ideas; sino porque don Emilio fue el
introductor en nuestro país del pensamiento de Gordon Childe.
Don Emilio fue un hombre
de principios y se mantuvo firme y crítico ante lo efímero de las modas en la
ciencia social: Teorías que han
periclitado. Desde hace unos años
insurge La Colonialidad del Poder con
el neologismo colonialidad. Teoría que tiene rating , como se dice de
la audiencia de los programas de la televisión.
Ojalá sea promisora para develar nuestra realidad y avizorar su
transformación. (Los sociólogos somos
buenos publicistas para crear etiquetas de gran impacto).
Don Emilio, lanza en
ristre arremetió contra las figuras consagradas de intelectualidad en la década
del 60 y 70 del siglo XX, época de auge de la sociología. Da fe de ello, su comentario crítico al libro
Nacionalismo, Neoimperialismo y
Militarismo en el Perú del sociólogo
peruano y profesor universitario Aníbal Quijano. No le agradó que remozaran al imperialismo
con lo de Neo. Acertado o no en la argumentación, destaco la
actitud de Don Emilio. Dicho comentario
apareció en la revista Ricchay en
diciembre de 1972 con el título: El imperialismo, el Perú y el señor Quijano.
(Reproducido en el tomo III Antropología
e Historia. Editorial de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1988, pp. 238/246).
En esa época, aparte de
la Universidad de San Marcos, el Instituto de Estudios Peruanos era el
santuario del academicismo. Además de su
labor editorial, ofrecía conferencias, seminarios y mesas redondas. La más célebre de las mesas redondas, y que
tiene resonancia hasta el día de hoy, se llevó a cabo el 23 de junio de 1965;
fue el conversatorio sobre la novela de José María Arguedas: Todas
las sangres; con presencia de su autor.
Ahí, en un escenario
limeño, vapulearon en grupo a José María Arguedas (1911-1969) por idealizar el mundo andino. Destacaron por su severidad en la crítica un
flamante sociólogo proveniente del mundo andino y el antropólogo francés Henri
Fabvre. En la noche del mismo día
Arguedas se deprimió y escribió: Creo que hoy mi vida ha dejado por entero de
tener razón de ser (…) no tengo nada que hacer ya en este mundo. Arguedas uno de los valores símbolo de
nuestra nacionalidad, que nos reveló la entraña de nuestro país, no fue tratado
con el respeto que se merecía.
Si alguno de ustedes
cree que lo dicho es exageración, acceda al ejemplar y Cd con la grabación
editado primorosamente por el disciplinado sociólogo de la Universidad católica
Guillermo Rochabrún en junio del 2011.
Bueno, a qué viene a
colación la célebre mesa redonda en el acto celebratorio de los cien años del
nacimiento de Don Emilio? Por la
sencilla razón de que si en lugar de Arguedas hubiese estado Don Emilio, cual
mosquetero salido de la pluma de Dumas se hubiera batido gallardamente con
todos y cada uno de los integrantes de la mesa redonda que lo atacara. A Don Emilio no lo había tamizado la
universidad, era chalaco y tenía calle, como
dicen ahora los jóvenes para los que están curados de espanto. Aunque Choy y Arguedas tenían diferencias de
temperamento y en el plano intelectual, mantuvieron una amistad inquebrantable;
los unía, sobre todo, el amor por nuestro país.
Aunque su centro de
operaciones de Don Emilio no era la universidad, asistía a los eventos
culturales y ahí trabó amistad con un grupo de jóvenes estudiantes sanmarquinos
irreverentes ante el principio de autoridad.
La rebeldía de los jóvenes se muestran de diversas maneras; una de ellas
es el humor. Les relataré unas de esas
mozonadas de las cuales fui testigo y partícipe cuando estudiaba sociología.
En un examen del curso
de Teoría sociológica a Eduardo Parodi, un compañero de clase, bonachón e
inteligente, se le ocurrió aderezar su prueba escrita con una cita del “célebre
pensador alemán Fritz Müller: la
sociología estudia a los grupos humanos
y no a los individuos; estudiar a los individuos es propio de la psicología”. Esta es una verdad de Perogrullo. Pero ahí no queda la historia, “el célebre
pensador alemán” fue una invención de Parodi. Sin embargo, obtuvo una nota
sobresaliente. Lo que celebramos por
haber timado a nuestro profesor y director de la escuela, que dicho sea de paso
lo estimábamos por su carácter afable.
Otra ocurrencia
estudiantil. Aníbal Quijano Obregón,
joven y destacado profesor del cuso de Estratificación social publicó en 1964
un ensayo: La emergencia del grupo Cholo y sus implicancias en la sociedad
peruana. Con Fernando Lecaros,
brillante alumno de la primera promoción de sociólogos, resaltábamos la choledad de nuestro profesor y al
comentar su ensayo decíamos: pertinente hubiera sido que brindara su testimonio o escrito su
autobiografía.
También con Lecaros
decíamos que nuestro buen profesor Quijano era el más popular y leído de todos,
tal como lo era el comentarista deportivo
Pocho Rospigliosi; puesto que para intentar entenderlo había que leer
varias veces sus artículos. Recuerdo una
línea de uno de los artículos de nuestro profesor Quijano: el
reordenamiento del eje hegemónico.
Bueno, por esas
características de los jóvenes iconoclastas,
Don Emilio se sentía a gusto con ellos.
Y nosotros con él. A su lado, la
diferencia de edad no contaba, aunque lo tratábamos con respeto y
admiración. Los afines se juntan, como decía J.C. Mariátegui.
Concluyo mi tributo
hacia su persona y su obra con una cita de Carlos Marx, que -de haberla
escuchado- sería de su agrado:
Las reformas sociales no pueden lograrse nunca mediante la
debilidad del fuerte, sino deben obtenerse siempre gracias a la fuerza del
débil.
(“Los proteccionista,
los librecambistas y la clase obrera”)