jueves, 31 de enero de 2019

JOHN F. KENNEDY Y LOS DEMÁS, SILENCIADOS




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31-01-2019

Un grupo de personalidades, intelectuales, juristas, actores y familiares pide que se reabran las investigaciones de los asesinatos de John F. Kennedy, Malcolm X, Martin Luther King y Robert Kennedy


La noticia saltó el 19 de enero. Un grupo de personalidades, intelectuales, juristas, actores y familiares pidió que se reabran las investigaciones de los cuatro principales asesinatos políticos de los años sesenta en Estados Unidos. Se trata, por orden cronológico, de los casos del presidente John F. Kennedy, del activista Malcolm X, de Martin Luther King y del senador Robert Kennedy.

Entre noviembre de 1963 y junio de 1968, el establishment de la seguridad nacional eliminó a los dirigentes de la oposición y a los dirigentes y activistas políticos con veleidades de cambio y reforma, incluido el presidente del país, los dos principales líderes de la oposición a la guerra de Vietnam –uno pedía la “retirada militar inmediata” (King), el otro solo “detener los bombardeos”– y al más influyente activista de la minoría negra. No hay otro caso comparable de una purga tan radical en ningún otro régimen parlamentario.

Crímenes de Estado

Constituido en Comité por la verdad y la reconciliación –un nombre que homenajea a la comisión que investigó los crímenes del Apartheid en África del Sur– el grupo califica esos asesinatos de “asalto salvaje y concertado a la democracia” y “actos organizados de violencia política” que tuvieron un “impacto desastroso en la historia del país”. Todos ellos querían de manera diversa “apartar a Estados Unidos de la guerra y dirigirse hacia el desarme y la paz, salir de la violencia y la división interior y avanzar hacia la amistad civil y la justicia”.

Sobre el asesinato de John Kennedy, el grupo dice que “fue organizado en las altas esferas de la estructura de poder de Estados Unidos y llevado a cabo por elementos superiores del aparato de la seguridad nacional que utilizaron, entre otros, a personajes de los bajos fondos para ayudar a su ejecución y encubrimiento”. Recuerdan los “juicios farsa” que rodearon los cuatro asesinatos y apelan al Congreso a que exija la publicación de todos los documentos gubernamentales, que deberían haber sido desclasificados por completo en 2017 pero que la CIA y otras agencias mantienen en secreto.

Oficialmente todos resultaron muertos en atentados obra de “locos solitarios”; Lee Harvey Oswald mató a John Kennedy antes de ser asesinado a su vez por Jack Ruby. Malcolm X murió a manos de tres negros musulmanes. Martin Luther King cayó a manos del loco James Earl Ray y el senador Robert Kennedy bajo las balas de Sirhan Sirhan, un palestino perturbado.

Forman parte del grupo los hijos de Robert Kennedy, abogados y colaboradores de Martin Luther King, médicos y forenses de renombre que trabajaron en el caso JFK, el disidente Daniel Ellsberg que destapó los papeles del Pentágono, cantantes como David Crosby, el cineasta Oliver Stone, autor de una gran película sobre el caso JFK, actores de Hollywood, etc. La noticia era clara, incluso desde el punto de vista del espectáculo y las personalidades firmantes, pero muy pocos se hicieron eco de ella. Ningún gran medio español lo hizo.

¿Les suena Michael Hastings?

Mientras nos entretienen con las fechorías de los países adversarios, la simple realidad es que no solo de puertas afuera, donde es la principal dictadura del planeta, sino en sus relaciones interiores, Estados Unidos es un ejemplo bastante bueno de estado policial en el trato a sus propios disidentes, con uso del asesinato político encubierto en casos extremos y la violación permanente de derechos elementales de aquellos que considera políticamente peligrosos. 

El vicepresidente Henry Wallace tuvo su correo controlado y su teléfono pinchado por la policía política por defender que la amenaza soviética estaba siendo exagerada por el complejo de la seguridad nacional. Lo mismo le ocurrió al candidato presidencial George McGovern, a cantantes como Pete Seeger o Woodie Guthrie, músicos como Duke Ellington, científicos como Albert Einstein, los activistas de Occupy Wall Street o Black Lives Matter… En fín, desde que Edward Snowden demostró documentalmente la existencia de Big Brother, y su encarnación en la NSA, las más básicas garantías constitucionales son negadas al conjunto de la ciudadanía mundial desde Estados Unidos.

Todos conocen el caso de la periodista rusa Anna Politkovskaya, pero a muchos menos les suena el nombre de Michael Hastings. Los Solzhenitsyn, Sájarov y demás de nuestro tiempo llevan nombres anglosajones; Edward Snowden, Julian Assange, Chelsea Manning, etc.

La cobardía de Obama

La publicación del manifiesto no noticiado del Comité por la verdad y la reconciliación vino precedida en apenas quince días por el fallecimiento del gran sociólogo norteamericano Norman Birnbaum. En su retrato de la cobardía de Barack Obama, Birnbaum explicaba hace unos años, en una entrevista con Deutchlandfunk, que el presidente tuvo muy presente durante su mandato el destino de otros personajes de la vida americana, como los cuatro mencionados, que llegaron a representar determinados riesgos de reforma. “Nuestro sistema tiene formas y maneras de advertir para que no se superen determinados límites”, decía. “Creo que en el caso de Obama, el presidente ha hecho para su persona esa lectura de nuestra historia”.

Desde la advertencia del presidente Dwight Eisenhower, en su discurso de despedida del 17 de enero de 1961 (“Debemos cuidarnos de la adquisición de influencia injustificada, tanto solicitada como no solicitada, del complejo militar industrial”, Oliver Stone inicia su película sobre JFK con esa cita), el presidente de Estados Unidos es un prisionero del aparato de seguridad nacional. “Ese aparato tiene sus propias leyes y sabe perfectamente cómo disciplinar a la gente”, decía Birnbaum a propósito de Obama.

Dándole la vuelta a lo que siempre se dijo sobre el comunismo, que era un sistema irreformable, la simple experiencia nos lleva a pensar más bien lo contrario: a lo largo de más de cuarenta años, los países del Este de Europa no pararon de intentar reformas hacia el “socialismo de rostro humano” que la URSS impidió siempre, el comunismo soviético fue tan reformable que hasta se autodisolvió, y en China y Vietnam se ha entronizado algo parecido a la “reforma permanente”.

Lo que se ha demostrado históricamente irreformable es más bien el sistema de Estados Unidos. Una sociedad de extrema desigualdad, desprovista de Estado social, regida por el interés de una minoría y faro del mundo moderno, que elimina a los líderes que representan riesgos de transformación, y disciplina de paso a quienes llegan al poder con ínfulas de cambio.

Sacar a la luz esa historia, naturalmente, no es noticiable y cuando se saca a colación siempre hay algún genio que suelta aquello de la “teoría de la conspiración”. El concepto fue acuñado por la CIA en los años sesenta, precisamente para cortar el cuestionamiento de la increíble versión oficial de la muerte de Kennedy… Desde entonces no paran: cada vez usan más ese latiguillo, porque cada vez tienen más estiércol que ocultar.


LECCIONES DE LA HISTORIA: ENERO ROJO EN BERLÍN (1919)





El 31 de mayo de 1919 fue encontrado el cuerpo de una mujer flotando en el Landwehrkanalde Berlín (1). Los guantes y los restos del vestido permitieron identificarla como Rosa Luxemburg, asesinada el 15 de enero por la milicia paramilitar del Freikorps (2) que actuaba a las órdenes del socialista Gustav Noske (3), comandante en jefe de las fuerzas militares concentradas en Berlín por el gobierno alemán, que presidía el socialdemócrata Friedrich Ebert.En el Tiergarten, no muy lejos del lugar en el que Rosa Luxemburg fue arrojada a las aguas del canal, el Freikorps también asesinó esa nochea Karl Liebknecht cuyo cadáver fue depositado por un teniente en la Morgue, como “cadáver desconocido”, con varios disparos efectuados a quemarropa (4).

También fueron asesinados cientos de espartaquistas (5), que se habían rendido a las fuerzas militares del gobierno. Entre el 11 y el 15 de enero, en los combates y asesinatos de aquellos cinco días de 1919, fue exterminada la vanguardia revolucionaria del proletariado de Berlín.

La idea que se ha transmitido para la historia sobre el “enero rojo” de Berlín es la de un levantamiento minoritario realizado exclusivamente por una vanguardia de comunistas radicalizados. Nada más lejos de la realidad.

Durante el mes de diciembre y los primeros días de enero se sucedieron una serie de provocaciones (perfectamente orquestadas) realizadas por las autoridades gubernamentales, que dieron lugar a diversos enfrentamientos con las fuerzas revolucionarias. Como consecuencia de ello, el día 5 de enero se convocó en Berlín una masiva manifestación de protesta contra el gobierno de Ebert y Scheidemann. El detonante final había sido la destitución del jefe de policía de Berlín,Emil Eichorn, del USPD (Partido Socialdemócrata Independiente) y un hombre cercano a las ideas revolucionarias. La manifestación rápidamente desbordó sus objetivos iniciales, adquiriendo un carácter revolucionario. El Comité Central del recién creado Partido Comunista de Alemania (KPD)titubeaba y una parte de sus miembros (entre ellos Rosa Luxemburg) eran contrarios a la idea de desatar la insurrección en ese momento, pues consideraban que el partido(que estaba ganando apoyos pero era aún un grupo muy pequeño) carecía de los cuadros, la organización y los medios para conquistar y mantener el poder. Pero otra parte de sus miembros (encabezada por Liebknecht) decidió por su propia cuenta apoyar la insurrección junto conlos elementos más izquierdistas del USPD berlinés.

Según las palabras de Víctor Serge (6): “Liebknecht desataba antes de tiempo, sin contar con un partido, una insurrección que no tenía medios de dirigir……Doscientos mil proletarios resueltos, magnífico ejército pronto a todos los sacrificios…..esperaron impacientes horas y horas yendo y viniendo por las avenidas brumosas del Tiergarten…..No hubo Comité Revolucionario que acertase a emplear su energía”.

La derrota del “enero rojo” berlinés no fue, pues, una consecuencia de la insuficiente movilización de las masas (al menos, en Berlín) sino que fue debida principalmente a la carencia de una dirección revolucionaria con una organización, estructura, objetivos, planes y medios adecuados para la conquista del poder.

Rosa Luxemburg, en su último escrito (El orden reina en Berlín) decía que ese era el menor de los problemas porque la dirección puede y debe ser creada por las masas. Pero, al menos en este punto, Rosa se equivocó porque el “enero rojo” representó el exterminio de una generación irreemplazable de dirigentes revolucionarios europeos (7).

Aquellas masas no volvieron a tener la capacidad de crear una dirección revolucionaria como fueron los espartaquistas de 1919. Después del desastre, el Partido Comunista de Alemania fue reconstruido en 1920 pero fue, desde el principio, esencialmente una sección de la Internacional Comunista (Komintern) y su dependencia de la Unión Soviética se hizo cada vez mayor en los años del estalinismo.

La magnífica cultura del socialismo revolucionario alemán, heredera de las mejores tradiciones del pensamiento marxista europeo, desapareció en 1919. Ningún partido revolucionario recogió en su ideario la defensa de la autonomía de los trabajadores y las libertades políticas fundamentales con la misma claridad con la que Rosa Luxemburg había recogido esos principios en su pensamiento y sus escritos.

En el análisis histórico resulta muy arriesgado hacer hipótesis de historia-ficción pensando en lo que hubiera podido suceder si un acontecimiento histórico hubiera sucedido de otra manera, pero es evidente que el socialismo revolucionario que proponían Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht habría resultado una referencia mucho más atractiva para la clase trabajadora de Europa Occidental de lo que representó el comunismo de la Unión Soviética. También es indiscutible el peso que habrían podido tener dentro del debate ideológico del comunismo internacional en aquellas décadas (8). Tal vez la historia del comunismo, dentro y fuera de la Unión Soviética, habría podido ser diferente si los dos principales dirigentes del socialismo revolucionario alemán no hubieran desaparecido de forma prematura en aquel “enero rojo”de 1919.El exterminio de los espartaquistas probablemente representó, en cuanto a sus efectos históricos, la más grave derrota de la revolución socialista en la Europa del siglo XX.

Aún habría nuevas batallas revolucionarias en los años siguientes: el 9 de marzo de aquel mismo año el gobierno socialista ordenó a los soldados y paramilitares atacar a los manifestantes revolucionarios berlineses con ametralladoras, tanques e incluso aviones, produciendo más de mil muertos entre la población, y en abril el socialista Gustav Noskeenvió una vez más a losFreikorps(entre los que se encontraba el futuro jefe de la milicia del Partido Nazi, ErnstRöhm) (9) para restaurar el orden y aplastar a la República Soviética de Baviera que había sido proclamada el día 2 de abril en Munich.Los Freikorps, precursores de las Secciones de Asalto (SA) del Partido Nazi, se convirtieron en un elemento fundamental de la violencia política de la extrema derecha en la Alemania de Weimar (10).

También existió un efímero estado soviético en Hungría. La República Soviética Húngara fue proclamada el 22 de marzo de 1919 por Bela Kun, que permaneció 133 días en el poder, al frente del Partido Comunista Húngaro y sucumbió en agosto de aquel año ante el ataque de sus enemigos interiores del Ejército Nacional del almirante MiklósHorthy (que terminó estableciendo en Hungría una dictadura militar de tipo fascista) y la invasión exterior del Ejército rumano, alentada por los Aliados de la Entente con el apoyo de las fuerzas reaccionarias húngaras (11).

En 1920, el putsch fascista de Kapp dio lugar a una huelga general masiva, con una enorme movilización, que abortó el golpe y dio lugar a una oleada revolucionaria durante el mes de marzo en el Ruhr, que fue reprimida por las fuerzas militares del gobierno socialdemócrata de Friedrich Ebert causando más de mil muertos entre las fuerzas insurgentes. El último intento revolucionario serio tuvo lugar en Alemania en 1923cuando el desempleo masivo y la hiperinflación desembocaron en los levantamientos revolucionarios en Turingia y Sajonia (que establecieron efímeros gobiernos obreros) y en el levantamiento comunista de Hamburgo del 23 al 25 de octubre de 1923,dirigido por ErnestThälmann (12),que también fracasó. Y en noviembre de ese mismo año tuvo lugar también el fracasado golpe fascista de Hitler y Ludendorff en Munich.

Pero, visto en la perspectiva histórica, resulta evidente que la derrota dellevantamiento espartaquista de Berlín en enero de 1919 marcó el punto de inflexión fundamental para el movimiento revolucionario en Centroeuropa y consolidóel militarismo reaccionario alemán (que había sido derrotado por sus enemigos imperialistas exteriores en la Gran Guerra) como la fuerza política fundamental que marcaría la evolución de la República de Weimar.

Romain Rolland, en su magnífica crónica del “enero rojo (Enero rojo en Berlín) fue quien interpretó de la manera más clarividente el significado de aquella derrota y el peligro que representaba para la paz mundial:

“No parece que la prensa francesa se haya dado perfecta cuenta de la gravedad trágica de estas jornadas de enero, no solo para la revolución alemana sino para la paz del mundo. Los gobiernos de la Entente y su prensa burguesa dan pruebas de una singular ceguera. Tan singular que uno se pregunta si no será voluntaria. Llevados del miedo que los invade ante los progresos de la idea comunista en Europa han saludado con alivio la derrota de los espartaquistas sin cuidarse de los peligros políticos que su desaparición entrañaba para la Entente. Su preocupación única por los intereses capitalistas los hace desentenderse de la inquietud que estos buenos nacionalistas deberían sentir hacia su nación”.

Rolland no se equivocaba: toda la palabrería sobre la nación y la patria desaparece cuando están en juego los intereses del capital, la única y verdadera patria de los burgueses (13).

Momento crítico para la revolución bolchevique: después de su derrota en la Gran Guerra, el imperialismo alemán retrocedía en el oeste de la Rusia Soviética pero el imperialismo de la Entente (mucho más fuerte y peligroso) teníalas manos libres para cercar y asfixiar a la revolución. Lenin lo había expresado con claridad en el VI Congreso de los Soviets: No hemos estado nunca tan cerca de la revolución mundial y, sin embargo, no hemos estado jamás en un peligro tan grande (14). Yen ese momento la revolución alemana, gran esperanza de la revolución mundial, sufría una dura derrota que obligaba a posponer las expectativas revolucionarias en ese país. La frontera del bolchevismo retrocedía desde el Rin hasta mucho más allá del Vístula, en donde se constituía rápidamente, bajo el gobierno socialista de Daczinski, la República de Polonia, otra muralla de defensa de la vieja Europa (15).

La revolución bolchevique no podía esperar ninguna ayuda internacional a corto plazo y debía enfrentarse a la contrarrevolución y a la intervención multinacional únicamente con sus propias fuerzas. El Estado Soviético era una fortaleza asediada por todos sus confines. Pero el partido se militarizó y el ejército rojo se endureció y resistió. La Chekaaplicó el “terror rojo para reprimir a los enemigos de la revolución y la guerra adquirió aún mayor brutalidad. En 1921 la República de los Soviets había ganado la guerra, pero en muy pocos años se apagaron los últimos rescoldos revolucionarios en Europa.

Desde 1923 era evidente que la revolución mundial no vendría en auxilio de la República de los Soviets y que sería necesario afrontar la reconstrucción y supervivencia del paísal margen de cualquier expectativa revolucionaria internacional.Un partido militarizado tendría que afrontar la construcción del socialismo en un estado que seguía funcionando como una fortaleza sitiada (16).

La insurrección de los trabajadores de Viena, en 1934, y la Guerra Civil Española, en 1936-39, fueron dos enfrentamientos que tuvieron, sin duda, un componente revolucionario pero fueron, principalmente, combates defensivos contra el fascismo. Las democracias capitalistas seguían pensando que el fascismo era un útil aliado frente al comunismo y la política internacional de la URSS y el Komintern daba prioridad, en ese momento, a la defensa del Estado Soviético frente a cualquier proyecto revolucionario. El tiempo de las revoluciones había pasado y se aproximaba, otra vez, el tiempo de la guerra.

Más allá de cualquier circunstancia personal, individual o subjetiva,fue el aislamiento internacional lo que creó las condiciones objetivas parala burocratización y degeneración del partido y el estado y el triunfo del estalinismo. El fracaso de la revolución en Alemania y Europa Central fue determinante en la historia del socialismo soviético.

El recuerdo de los crímenes del “enero rojo y la política contrarrevolucionaria de la socialdemocracia pesó también como una losa sobre la política de la Alemania de Weimar, dificultando la alianza de los antifascistas para frenar el ascenso de Hitler. En ningún otro país resultó tan creíble como en Alemania el término “socialtraidor”, utilizado por el estalinismo ultraizquierdista de los años 30 (17).

Y se cumplieron los deseos de Foch (Antes Hindenburg que Liebknecht). Hindenburg fue elegido presidente en 1932 y nombró canciller a Adolf Hitler en 1933. Finalmente, como había anunciado Liebknecht en su testamento político,“el río de lava de una erupción volcánica sepultó a la socialdemocraciade la República de Weimar” (18). Pero esa “lava ardiente no fue la consecuencia de una erupción revolucionaria, como él había pronosticado, sino de una erupción fascista cuyo fuego habían conservado, protegido y alimentado aquellos socialdemócratas cuando movilizaron a las fuerzas más negras del militarismo reaccionario alemán para aplastar la revolución. Y ese río de fuego, que abrasó a los que Serge llamaba “los socialistas de la contrarrevolución, incendió también el mundo y loarrastró al mayor holocausto de su historia (19).

“Espartaco significa socialismo y revolución mundial”, escribió Liebknecht el 14 de enero de 1919. Y, un siglo después, ese es el legado que ha permanecido en la memoria. La derrota y el exterminio de los espartaquistas fue mucho más que la derrota de una revolución: no es exagerado decir que fue una derrota para toda la humanidad. La alternativa “socialismo o barbarie”, que Rosa Luxemburg dejó para la historia, se cumplió en su totalidad: la barbarie triunfó porque el socialismo no pudo ser en el rojo Berlín de 1919.

Jesús Rodríguez Barrio es activista de La Comuna.

Referencias
Broué, P. (1973) Revolución en Alemania /1. De la guerra a la revolución. Victoria y derrota del “izquierdismo”. Barcelona: A. Redondo. https://marxistarkiv.se/espanol/clasicos/broue/revolucion_en_alemania.pdf
Brugos, T. (2018) “La Revolución alemana de 1918. La esperada, la que no pudo ser”. En Viento Sur, nº 161, pp. 113-118, diciembre.
Gerwarth, R. (2017) Los vencidos. Barcelona: Galaxia Gutemberg.
Liebknecht, K. (1919) A pesar de todo. Último escrito, publicado en Die RotheFahne (la Bandera Roja) el 14/01/1919. Recogido en La Revolución Alemana de 1918-19, pp. 55-59 (Fundación Federico Engels, Madrid, 2009).
Luxemburg, R. (1919)El orden reina en Berlín. Último escrito, publicado en Die RotheFahne (la Bandera Roja) el 14/01/1919. Recogido en: La Revolución Alemana de 1918-19, pp. 47-53 (Fundación Federico Engels, Madrid, 2009).
Rolland, R. (1919) “Enero rojo en Berlín”. Publicado en los días 16, 17 y 18 de febrero de 1919 en el diario L’Humanité. Recogido en: La Revolución Alemana de 1918-19, pp. 79-93 (Fundación Federico Engels, Madrid, 2009).
Serge, V. (2017) El año I de la Revolución Rusa. Madrid: Traficantes de Sueños.
Stevenson, D. (2013) 1914-1918. Historia de la Primera Guerra Mundial. Barcelona: Penguin.
Notas
1) “El canal…..comienza a verse flanqueado por hileras de árboles y su orilla se conoce durante un trecho como Ribera del jardín…….Allí está el puente de Liechtenstein….Que el sosiego de este puente lo profanasen unos canallas cuando unos pasos más allá arrojaron al agua el cuerpo agonizante de una noble luchadora, que tuvo que pagar su bondad y valentía con la muerte, es algo que apenas resulta concebible cuando aquí se contemplan los reflejos sobre el agua de las copas ondulantes de los árboles”. (Hessel, Franz: Paseos por Berlín, Errata Naturae, Madrid, 2015, pp. 171-172).
2) El Freikorps era una milicia paramilitar integrada por oficiales veteranos de la Gran Guerra y jóvenes oficiales y aspirantes a oficial reclutados como voluntarios entre la burguesía y la clase media reaccionaria. En la práctica era una fuerza militarizada de extrema derecha integrada por voluntarios reclutados entre los sectores más reaccionarios del ejército y la sociedad de la Alemania Imperial. En los combates de aquellos días en las calles de Berlín también participaron algunas unidades regulares seleccionadas al mando de los oficiales más reaccionarios del ejército. Todas estas fuerzas estaban bajo el mando de Gustav Noske, destacado militante del sector más derechista del partido socialdemócrata (SPD) quien había sido hasta ese momento gobernador militar de Kiel desde noviembre de 1918.
3) “...puesto que es necesario que alguien haga de perro de presa…, había dicho Noske en el momento de aceptar el mando de las fuerzas militares y paramilitares movilizadas para aplastar la revolución. (Serge, Víctor: El año I de la Revolución Rusa, Traficantes de Sueños, Madrid, 2017, p. 394).
4) Una sencilla placa, a orillas del Landwehrkanal, bajo el puente de Lichtenstein, recuerda el asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht en enero de 1919. Los asesinos fueron identificados y juzgados por un tribunal militar, pero fueron tratados con benevolencia. Sobrevivieron a la II Guerra Mundial y vivieron hasta el final de sus días en la RFA. El tribunal que los juzgó estaba presidido por Wilhelm Canaris, quien más tarde alcanzaría el rango de almirante y llegaría a ser el jefe supremo de los servicios secretos de la Alemania Nazi (la Abwehr). Canaris fue ahorcado en 1944 por la Gestapo en la prisión de Moabit, en Berlín, por haber participado en la conspiración para asesinar a Hitler.
5) La Liga Espartaquista había sido creada en 1916 por Karl Liebknecht, Rosa Luxemburg, ClaraZetkin y Franz Mehring (entre otros) aglutinando al sector más izquierdista del SPD (Partido Socialdemócrata). Esta organización había constituido el núcleo fundamental del Partido Comunista de Alemania(KPD), cuyo congreso fundacional había concluido en Berlín el 1 de enero de 1919. El nombre de la fracción provenía del seudónimo (Espartaco) con el que Liebknecht firmaba sus artículos antibelicistas durante la guerra.
6) Serge, op. cit, p. 395.
7) Franz Mehring, que tenía 73 años y se encontraba gravemente enfermo, no pudo soportar el exterminio de sus camaradas y murió el 29 de enero de 1919. Clara Zetkin murió, a los 76 años, en 1933 en Moscú, donde se había exiliado después del ascenso de Hitler al poder. Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht tenían ambos la misma edad, 47 años, cuando fueron asesinados el 15 de enero de 1919.
8) “Rosa Luxemburg y Liebknecht eran conocidos por todos los obreros alemanes y apreciados por todo el movimiento internacional. Eran los únicos que podían discutir de igual a igual con los dirigentes bolcheviques y los únicos que podían constituir en la Internacional, fundada conjuntamente, un contrapeso a la autoridad de estos” (Broué, Pierre: Revolución en Alemania /1, p. 166).
9) El capitán Ernst Röhm ejercía como ayudante del general Franz Ritter vonEpp en el mando del FreikorpsOberland. Los Freikorps fueron el núcleo fundamental sobre el que años más tarde se constituyó la milicia del Partido Nazi. Röhm se convertiría, más tarde, en el comandante supremo de las Secciones de Asalto (SA) los “Camisas Pardas”, del Partido Nazi (Gerwarth, Robert,Los vencidos, Galaxia Gutemberg, Barcelona, p. 160, 2017).
10) “La violencia política y el asesinato…..se convirtieron en elementos habituales de la vida de la República de Weimar, pero si venían de la derecha, los tribunales los perdonaban” (Stevenson, David: 1914-1918. Historia de la Primera Guerra Mundial, Penguin, Barcelona, p. 719, 2013).
11) Tras la derrota de la revolución húngara Kun se refugió en Austria y después en la Unión Soviética, donde terminó siendo ejecutado en una de las purgas de Stalin.
12) ErnestThälmann se convertiría en octubre de 1924 en el máximo dirigente del Partido Comunista de Alemania (KPD). Detenido por la Gestapo en 1933, permanecería 11 años en prisión hasta su fusilamiento, por orden de Hitler el 18 de agosto de 1944 en el campo de concentración de Buchenwald.
13) “Gobiernos burgueses de Europa, los intereses de vuestra clase os atan más que los de vuestra patria (y no hablo de los de la Humanidad, pues estos todo el mundo sabe que os son completamente indiferentes)” (Rolland, op. cit., p. 80). Un personaje tan ultraconservador como Winston Churchill también reprochó esa misma actitud a la clase dirigente de Inglaterra cuando señaló que, durante la Guerra Civil Española había puesto los intereses de su clase por encima de los intereses de su nación.
14) Serge, op. cit., p. 388.
15) Serge, op. cit., p. 396.
16) En los años 30 del siglo XX la peor acusación (y una de las más frecuentes) contra cualquier perseguido político en la Unión Soviética era la de ser unespía y un agente al servicio de los países enemigos del estado soviético. Esta cultura nunca desapareció y estuvo vigente (en mayor o menor medida) durante toda su historia.
17) “Entre socialdemócratas y comunistas alemanes se cruzará en adelante la sangre de Liebknecht y Rosa Luxemburg”. (Broué, op. cit., p.165).
18) La Asamblea Nacional de Alemania, reunida en Weimar en febrero de 1919, nombró a Ebert presidente del Reich y a Scheidemann canciller. Friedrich Ebert murió en 1925, en Berlín. PhilippScheidemann murió en 1939, en Dinamarca, donde se había exiliado tras el ascenso de Hitler al poder. Gustav Noske fue ministro de defensa de Alemania entre 1919 y 1920.Fue detenido por la Gestapo en 1944 y recluido en el campo de concentración de Ravensbrück, de donde fue liberado por las tropas aliadas. Murió en Hannover en 1946.
19) Como un anticipo de la barbarie que estaba por venir, en el desfile triunfal del Freikorpspor la Unten Der Lindenque encabezaba el socialista Noske el 11 de enero de 1919, participaba un joven teniente de nombre Friedrich Paulus que recibiría 24 años más tarde el bastón de mariscal entre las ruinas de Stalingrado.En tiempo de la RDA, la prolongación de la Unten Der Linden (a partir del Lutsgarten) recibió el nombre de Karl LiebknechtStrasse, denominación que se ha conservado hasta el día de hoy.