jueves, 30 de abril de 2020

REIVINDICAR EL ROL ECONOMICO DE LA COMUNIDAD CAMPESINA



FEDERACIÓN DEPARTAMENTAL DE INSTITUCIONES REGIONALISTAS DE APURÍMAC EN LIMA


CONMEMORACIÓN DEL ANIVERSARIO CXLVIII DE LA CREACIÓN POLÍTICA DEL DEPARTAMENTO DE APURÍMAC (1872-28.04-2020)




Cañón de Apurímac y el rio hablador


REIVINDICAR EL ROL ECONOMICO DE LA COMUNIDAD CAMPESINA

Al conmemorar el aniversario 148 de la creación política del Departamento de Apurímac, en las actuales condiciones de guerra, desastres ambientales, pandemia, podemos decir que la vida continua. Y la alternativa, es la reivindicación del rol económico de las comunidades campesinas. Herencia del Perú milenario.

Es importante resaltar, que todo pueblo y comunidad construyen sus sociedades e instituciones en base a la interpretación de sus propias realidades. Entre ellas tenemos el Ayni, que es un sistema de reciprocidad ampliamente practicado por los pueblos andinos y que alcanzó su condición de célula económica durante el Tawantinsuyu de los Incas. El Ayni implica, que quien necesita ayuda es asistido por los miembros del Ayllu, debiendo el beneficiado posteriormente retribuir asistiendo mutuamente cuando otro comunero lo necesite.

En la tradición de la Cosmovisión Andina, los seres humanos (Runakuna) somos parte de la Naturaleza y pertenecemos a ella y no al revés. Debido a que la cultura andina está centrada en la naturaleza, el Ayni solo puede comprenderse desde una relación profunda e íntima con la Pacha mama.

Esta concepción de la economía de reciprocidad, es el modelo idealque debe ser reivindicada por las comunidades campesinas, ahora que se ha generado el retorno masivo de los desplazados afectados por la cuarentena. Ante este panorama la familia tiene que recuperar su dignidad de célula biológica y la comunidad tiene que reivindicar su rol de célula económica.

Como célula económica la comunidad, deviene en unidad básica de la actividad social, tanto en el sector primario (agricultura) como en el sector secundario (industria) y en el sector terciario (servicios) La comunidad es pues la unidad básica de producción, administración y gobierno. Función que de ninguna manera puede desempeñar la familia como célula biológica.

Ante la pandemia viral (Covid-19) es necesario señalar que con el neoliberalismo el trabajador ha perdido todo lo logrado hace un siglo: estabilidad laboral, jornada laboral de 8 horas, salario mínimo, descanso dominical, seguro social, vacaciones pagadas, jubilación con pensión. Ahora, solo prima el empleo temporal para una minoría y el desempleo cada vez mayor. Prima la Bolsa de Trabajo (tercerización laboral) mediante plataforma digital. Para ejemplo Uber y otras más. Quien solicita empleo ya no lo hace directamente a una empresa sino a la plataforma. Como ya es conocido, las plataformas digitales están transformando las relaciones laborales: el contrato laboral y la relación de trabajo tradicionales, los términos y condiciones son establecidos por las plataformas, su organización, dirección y supervisión queda en manos de la tecnología.

Pero, ante estos hechos, parecía haber un conformismo de la clase trabajadora y del pueblo todo. Entendido, conformismo como un tipo de comportamiento de adaptación pasiva a los “cambios producidos” Hasta que el Coronavirus nos ha abierto los ojos, y nos ha hecho saltar atemorizados, luego de haber estado resistiendo todos los daños del neoliberalismo. Cuyas desigualdades sociales y de pobreza en el mundo se expresan en algunas de las manifestaciones queseñalamos y que han sido descubiertas por el coronavirus. 

Trabajadores precarios e informales. 

¿Qué significa la cuarentena para estos trabajadores? Obligar a los trabajadores a elegir entre ganarse el pan diario o quedarse en casa y pasar hambre.¿Qué significa la cuarentena para los trabajadores que apenas ganan para el día a día de mal vivir? ¿Cómo resolver el conflicto entre el deber de alimentar a la familia y el deber de proteger la vida de ellos? Morir de virus o morir de hambre, esa es la opción.
            
Trabajadores de la calle

Los trabajadores de la calle son un grupo específico de trabajadores precarios. Los vendedores ambulantes, para quienes el "negocio", es decir, la subsistencia, depende exclusivamente de la calle, de quienes transitan en ella. Los que tienen hambre no pueden darse el lujo de comprar jabón y agua a precios que están comenzando a sufrir el peso de la especulación. 

Autoaislamiento  

Muchas familias comparten una habitación que también es cocina, dormitorio y sala de estar. ¿Cómo se les puede pedir autoaislamiento? ¿Es posible el autoaislamiento en un contexto así?      

Los sin techo o población de calle  

¿Cómo será la cuarentena para aquellos que no tienen hogar? Personas sin hogar, que pasan las noches debajo del puente. ¿La cuarentena verá una forma de justicia social?         
                                                                                                
Los ancianos  

Este grupo, que es particularmente numeroso, es generalmente uno de los grupos más vulnerables.Después de todo, ¿ya no valen los ancianos?Por ejemplo, la epidemia del SIDA ha matado y sigue matando a padres jóvenes, dejando a los abuelos con la responsabilidad del hogar. Si los abuelos mueren, los niños corren un riesgo muy alto de desnutrición, hambre y, en última instancia, de muerte.

Propuesta 

Si la pandemia viral (Covid-19) ha desenmascarado esta dura realidad, es necesario comprender la esencia del problema y proponer la necesidad de reivindicar el rol de célula económica de la comunidad a fin de que asuma su función de unidad básica de la actividad social, de la producción, administración y gobierno. Y pueda dirigir tanto las actividades de laagricultura, la industria y servicios.    
              
Como prueba de esta función los alcaldes de las Municipalidades provinciales y distritales, en algunos casos en coordinación con el Gobierno Regional de Apurímac, han propiciado el envío de encomiendas preparadas por los familiares, vecinos, comuneros, para los emigrantes - residentes que estamos en cuarentena en Lima. 

Si la realidad actual es: campo abandonado y la ciudad abarrotada con población sin empleo o empleo precario. La comunidad asumiendo la tarea de dirigir la producción de la agricultura, podrá garantizar la alimentación de la población. Asimismo, podrá promover la constitución de empresas de transporte, para el traslado de la producción alos pueblos y ciudades del interior del país.Y promover la constitución de cooperativas de servicios múltiples, para asegurar el apoyo económico a todos los productores individuales, de empresas comunales, multi comunales y mixtas.

¡VIVA APU RÍMAQ!

Lima, 28 de abril de 2020
                                                                      
CONSEJO DIRECTIVO DE LA FEDIRAL.

BEIJING NO SE QUEDARÁ DE BRAZOS CRUZADOS




30/04/2020

Casi al finalizar el año pasado escribí un artículo que titulé: “2019: primer año de la confrontación estratégica entre Estados Unidos y China”. Algunos lo catalogaron de alarmista y me escribieron (incluso un colega chino), para decirme que era exagerado. Eso fue el 19 de diciembre, solo unos días después, el último del año, China notificó a la OMS y al mundo el surgimiento del brote de un virus desconocido hasta ese momento.

El alba del año 2020 no presagiaba el alcance que habría de tener este hecho para la humanidad, su posterior irradiación a todo el planeta llevó a que el 11 de marzo, la OMS decretara al ya conocido como coronavirus COVID-19 como pandemia. Las implicaciones subsecuentes aún están en curso. Variadas conjeturas –desde las más apocalípticas hasta las más optimistas- están emergiendo como visiones de futuro del mundo que habrá de sobrevenir.

Por mi parte, por muchos esfuerzos que hago, todavía no alcanzo a visualizar el curso de los acontecimientos en toda su dimensión. Cuando arribo a ciertas conclusiones, nuevas variables se cruzan en el razonamiento, haciendo interminable el análisis de la perspectiva y las consecuencias que se podrían avizorar.

Por supuesto, el contexto de las relaciones internacionales no está ajeno a este raciocinio. En el ámbito estratégico de la disciplina quedará por ver como evolucionan las relaciones entre China y Estados Unidos, que a mi juicio es el factor determinante para concluir alguna hipótesis respecto del mundo del futuro.

En el artículo antes mencionado –repito- sin que apareciera aún el COVID-19 en el horizonte, aseveraba que el conflicto entre los dos mayores potencias mundiales era mucho más que una “guerra comercial” como profusamente se aseguraba en espacios académicos, mediáticos, políticos y diplomáticos. Afirmaba también, que este trance “…se enfoca en discrepancias de tipo político e ideológico de carácter antagónico y estructural que no tienen solución…”. Así mismo, alertaba en el sentido de que había que tener cuidado porque “…en política la no comprensión y la confusión entre las dimensiones estratégica y táctica suelen conducir a errores de extrema gravedad, y consecuencias que dejan improbables secuelas” y que los acuerdos alcanzados en la disputa comercial entre los dos países eran “…solo una pausa que [debía] ser entendida en esa dimensión…”.

Ya en octubre del año pasado, el presidente Trump creó la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de Estados Unidos con un presupuesto de 60.000 millones de dólares (tres veces mayor que en de la agencia antecesora) a fin de conceder préstamos, garantías de préstamos y seguros a empresas dispuestas a hacer negocios en naciones en vías de desarrollo Con el claro objetivo de contrarrestar la influencia geopolítica de China, el presidente estadounidense se propuso confrontar la iniciativa de “Un cinturón y una ruta”, incluso contraviniendo su propuesta de campaña que apuntaba a reducir y eliminar en algunos casos, la ayuda internacional.

Este vuelco de política exterior -contrario a lo que se pudiera suponer- no obedece a un repentino cambio de opinión del atribulado Trump, sino a su desesperada necesidad de intentar bloquear los efectos de la expansión de la cooperación internacional de China que se expresa en el financiamiento de grandes proyectos en Asia, Europa del Este, América Latina y el Caribe y África.

Lamentablemente, la pausa acordada en enero fue rota antes de tiempo, el COVID-19 fue su causante. Cuando el ambiente negociador y de distensión que llevó a tal tregua a mediados del primer mes del año, podría haber sido un buen preludio para desarrollar la cooperación en medio de la pandemia, pudo más la confrontación estratégica de carácter ideológico que el interés de atreverse a actuar de forma articulada para dar respuesta al peor peligro que ha desafiado a la humanidad durante este siglo y desde el fin de la segunda guerra mundial.

En el orden táctico, ningún análisis puede obviar que los dos partidos del sistema político de Estados Unidos están incapacitados para desprenderse de la campaña electoral de cara a los comicios de noviembre, lo cual los motivó a usar la pandemia como instrumento de propaganda. En este sentido, la hasta febrero, segura victoria de Trump ha comenzado a ponerse en entredicho tras su deplorable manejo de la pandemia durante los últimos dos meses.

En el lado demócrata, como era de esperarse Bernie Sanders se rindió temprano ante la avalancha de recursos financieros de sus oponentes con los que no pudo competir por lo que tristemente llamó a apoyar a Joe Biden firmando de esa manera su acta de defunción política. Aunque Biden no se diferencia mucho de Trump, el mayor problema es que está entrando en una natural etapa de demencia senil como informa ABC Internacional, lo que hace que no se acuerde de sus dichos, llegando incluso a olvidar lo que tiene que exponer en sus discursos, muchas veces desvariando sobre hechos, cifras y nombres. Así, en noviembre, Estados Unidos se debatirá entre un sicópata y un demente, complicando aun más el porvenir de la humanidad.

En este sentido, la cancillería china expresó el pasado 27 de abril “su enérgica oposición a ser involucrada en la política electoral de Estados Unidos”, en respuesta a un memorándum de 57 páginas exhibido por el medio periodístico político  en el que se exhorta a los candidatos republicanos a resolver la crisis de la COVID-19 atacando agresivamente a China a través de tres enfoques principales que deben ser acometidos: 1. “China causó el virus al ´ocultarlo, 2. Los demócratas son ´suaves con China, y 3. Los republicanos ´impulsarán sanciones contra China por su papel en la propagación de esta pandemia`.

En este contexto, Trump ha optado por el ataque contra China para desatar un nacionalismo populista que en el corto plazo lo lleve a ganar las elecciones y más tarde, continuar el esfuerzo iniciado hace dos años para apartar a China de su línea de desarrollo que –si bien limitada por la pandemia- ha cobrado nuevos ímpetus tras enfrentarla exitosamente para, con posterioridad, colaborar con la OMS y más de 80 países del mundo con el mismo objetivo.

La opción de Estados Unidos por la confrontación ha tenido un repunte sobre todo en este último mes cuando pareciera que el COVID-19 se ha salido de las manos de Trump y su gobierno. Ya el primer día de abril, funcionarios estadounidenses y de otros países occidentales trataron de de culpar a China por la pandemia, acusándola de encubrir la cifra real de infectados y desinformar sobre el COVID-19. También afirmaron que le reclamarán a China después que la pandemia pase.

En particular, en la campaña anti china ha destacado Peter Navarro,  asesor comercial del presidente, quien se ha transformado en uno de los más insaciables enemigos de China en la Casa Blanca, acusando al país asiático de “un encubrimiento que retrasó seis semanas la respuesta mundial”. En una entrevista, Navarro llegó a decir que “China sabía desde mediados de diciembre, que tenía casos de transmisión de coronavirus de persona a persona”.

La respuesta de Beijing fue contundente, Hua Chunying vocera de la cancillería expresó que: “Las mentiras contadas por este político estadounidense no valen la pena refutarlas. Me di cuenta de que, durante esa entrevista, incluso el periodista lo interrumpió varias veces y señaló que estaba [haciendo perder] el tiempo de todos”, calificando además sus comentarios como “desvergonzados” al culpar sin pruebas a China por el coronavirus, asegurando de la misma manera que Estados Unidos “debería dejar de politizar un problema de salud y centrarse en la seguridad de su pueblo”.

Por su parte, en otra entrevista, el día 16 el Secretario de Defensa de Estados Unidos, Mark Esper, continuó la línea de ataque al afirmar que China fue “engañosa” y “no transparente” al informar sobre la epidemia. China respondió diciendo que esta falacia es exactamente la misma que la de algunos otros políticos de Estados Unidos y que esta excusa de culpar a otro no era nada nuevo.

En este marco, un grupo de abogados estadounidenses lanzó una acción legal histórica para demandar a China por billones de dólares, acusando a sus líderes de negligencia por permitir que estallara el brote de coronavirus, y luego encubrirlo. La demanda colectiva que involucra a miles de demandantes de 40 países, se presentó en Florida el mes pasado. El estratega jefe de la acusación, Jeremy Alters, aseguró que "los líderes de China deben rendir cuentas por sus acciones".

Todo esto fue echado por la borda por el propio doctor Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos quien en rueda de prensa el 17 de abril desde la propia Casa Blanca rechazó la teoría conspirativa de que el nuevo coronavirus fue creado y escapó de un laboratorio chino, según informó Business Insider.

En la continuación de la ofensiva anti china el 22 de abril, un grupo de 16 senadores republicanos pidió al presidente Donald Trump que obligue a los países solicitantes de reestructuración de deuda o ayuda económica a dar cuenta a Washington de sus compromisos con Beijing. Asimismo, Mac Thornberry, jefe del Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes presentó un proyecto de ley en el Congreso con el apoyo de republicanos y demócratas con miras a crear un fondo de 6.000 millones de dólares para reforzar el potencial disuasorio contra China.

Ante similares acusaciones por parte del secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, China se vio obligada a dar una respuesta al margen de su tradicional práctica diplomática. En un artículo publicado en el Diario del Pueblo, órgano del partido comunista de China, escrito por Zhu Feng, decano del prestigioso Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Nanjing se esboza una muy dura réplica a Estados Unidos en la figura de Pompeo que es expresión de un nuevo lenguaje para las relaciones internacionales de China.

Después de catalogar al ex jefe de la CIA y actual secretario de Estado como “el oficial más arrogante de la administración de Donald Trump a la hora de atacar a China”, Zhu expone que: “La identidad política de la derecha republicana, la arrogancia de la élite estadounidense y las ambiciones políticas personales constituyen el ´gen político` anti-chino del secretario de Estado” .

Agregó que “…el ataque de Pompeo contra China es típico de la postura hegemónica de los políticos de derecha estadounidenses que se caracteriza porque primero, “Estados Unidos siempre tiene la razón y es el ´dueño de la verdad`, lo que permite la distorsión y la manipulación de los hechos. Segundo, Estados Unidos es el poder más grande del mundo y puede obligar a las organizaciones y al derecho internacional a someterse a las cogniciones e interpretaciones estadounidenses. […] tiene derecho a abandonar las convenciones, pero otros países ´tienen` que respetar el derecho internacional y permitir que Estados Unidos anule las organizaciones internacionales y otros países soberanos”.

 La caracterización que se hace de Pompeo y de otros políticos por su condición política de “derecha”, hace referencia a un aspecto ideológico no habitual en las relaciones internacionales de China, ni siquiera en el ámbito académico, que toma nota de contradicciones que van mucho más allá de lo estrictamente comercial o incluso -en este caso- de la contradictoria visión en el manejo de la pandemia. Así, se incursiona en un plano que ha sido concientemente obviado desde Beijing incluso ante el ostensible involucramiento de Estados Unidos en el apoyo a la desestabilización de Hong Kong y en su intervención como soporte de la administración de Taiwán en clara violación de los propios acuerdos bilaterales en materia de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y China.

No se sabe aún cuál será el devenir del mundo tras el fin de la pandemia, tampoco se puede prever con certeza el rumbo que tomará una inminente restructuración de las relaciones internacionales, pero lo que sí parece seguro es que, en su desesperación por la pérdida de la hegemonía global, Estados Unidos escalará sus ataques contra China. A diferencia del pasado, pareciera que esta vez, Beijing no se quedará de brazos cruzados.



miércoles, 29 de abril de 2020

GUERRA ECONÓMICA NACIONAL Y DIRECCIÓN EJECUTIVA CÍVICO-MILITAR



Estamos viviendo un estado de guerras económicas nacionales en situación de confinamiento territorial, total o parcial, en todo el mundo, frente a la pandemia del COVID-19 y el rompimiento consiguiente de las cadenas de suministros globales. Estos procesos de desconexión y supervivencia nacionales, motivados por situación de guerras o desastres de gran magnitud y extensión, producen economías altamente centralizadas y gestionadas, sobre todo en países subdesarrollados como el Perú, que tienen cada vez mayores niveles de dependencia del exterior y menos niveles de autosuficiencia los últimos 50 años.

Los stocks de víveres y abastos no perecibles: granos, harinas, carnes congeladas, alimentos procesados…, se están agotando; así como el stock de bienes intermedios, bienes finales y todo tipo de insumos para la producción sectorial interna (industria, agroindustria, minería, pesca, manufactura…). Preparémonos para la autarquía y el autoabastecimiento en medio de un choque interno económico social nunca visto antes. Para una economía nacional que, de súbito, tenemos que reconstruir como un “mercado interno en expansión para una producción interna en expansión”.
Estos procesos de reestructuración radical hacia la creación de una economía de dinámica interna solo son posibles sobre la base de la autogestión social moderna, utilizando nuestros propios recursos naturales y todo nuestro potencial humano nacional. Sin esta tricotomía, la declaración de un estado de guerra económica y la centralización rigurosa por parte del Estado, que se exprese en una dirección ejecutiva cívico-militar, no es posible tener éxito en la guerra declarada contra el COVID-19, que ahora se desplaza velozmente a través de la pobreza y el caos.
Esta situación histórica intempestiva es la gran oportunidad y el gran problema que tenemos hoy como país: el éxito y el desarrollo nacional, o el fracaso y la involución en pobreza, caos y violencia generalizada. Tarde o temprano, el Perú se enfrentará a esta disyuntiva. Más vale temprano que tarde, porque la mayoría de los peruanos ya vivimos en autogestión social, que es la antesala de la autosuficiencia local, regional y nacional, desde la producción autónoma de alimentos y productos básicos hasta los procesos de investigación y creación de tecnología ad hoc.

La economía de guerra contra el coronavirus

La economía nacional y nuestra PEA están paralizadas hoy. Peligra el sustento y la vida de gran parte de la población peruana, hoy mismo, precisamente por nuestro atraso agropecuario y agroindustrial, y por nuestra dependencia del exterior. Para salir de esta situación extrema de fragilidad, se requiere declarar la guerra económica contra este atraso y dependencia, movilizando a toda la PEA. El secreto de esta guerra es cómo poner en acción a toda la PEA, no al 25 por ciento como ahora, hacia un nuevo orden económico independiente. Todo ello implica, según la experiencia internacional de la guerra, una inversión hasta del 40 por ciento del PBI. Un 10 o 20 por ciento para evitar la quiebra de la economía formal, y un 10 o 20 por ciento para evitar la quiebra de la economía informal.
Y, ¿cómo financiar todo ello? Como corresponde: con deuda externa, emitiendo bonos de guerra económica, y con impuestos indirectos y directos, que pagarían todos los peruanos, incluyendo hoy los trabajadores informales, proporcionalmente a sus ingresos. La mayoría de los economistas pone el grito en el cielo cuando alguien habla de guerra económica y endeudamiento. ¿Por qué? Porque piensan como economistas de países subdesarrollados, que solo se complacen con el desarrollo de los sectores A y B, el 25% de la PEA. Sin tener en cuenta que los países más desarrollados son los países más endeudados (Estados Unidos tiene un endeudamiento de 20 billones de dólares, equivalente al 100 por ciento de su PBI; China tiene un endeudamiento de 7 billones, equivalente al 50 por ciento de su PBI; y Japón, 12 billones de dólares, equivalente al 230 por ciento de su PBI).
En América Latina, Chile, inclusive, tiene una deuda externa equivalente al 70 por ciento de su PBI (189 mil millones de dólares). Perú, sin embargo, tiene una deuda 60 mil millones de dólares, equivalente al 27 por ciento de su PBI. ¿Por qué Chile tiene tres veces la deuda externa del Perú? Porque invierte tres veces lo que invierte el Perú en su desarrollo. El Perú tiene la “estabilidad macroeconómica” de un país pobre que no invierte en su desarrollo. No se endeuda ni por ni para ello. He ahí el problema de la falsa estabilidad macroeconómica.
Los Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial, invertía, por año, más del 40 por ciento de su PBI, y alrededor del 20 por ciento en los años de posguerra. Sin embargo, la movilización de todos sus recursos productivos (capital y PEA) trajo como consecuencia la duplicación de su PBI en cinco años (1939 – 1944). A eso se llama desarrollo. Inversión de capital y desarrollo de la PEA.

La importancia de la llamada ‘informalidad’

En el Perú, se llama ‘informalidad’ al subempleo, al autoempleo en situación de pobreza subterránea, sin presencia en los indicadores económicos y sin representación en las teorías sociales y planes de acción de la clase política. Sin embargo, a pesar de todo, no es posible ganar la guerra económica sin este gran sector de la economía. La guerra económica tendrá que concentrarse, así, en resolver las necesidades básicas de los “informales” para utilizar todo su potencial. Sin lo cual, enfatizamos, no se puede ganar ninguna guerra económica. ¿Por qué? Porque la guerra, como tal, actúa integralmente, es decir, utiliza todo recurso y a todos, en un ambiente de centralización, disciplina y organización totales. Se ha presentado, pues, la oportunidad de reconstruir y modernizar las cadenas de valor MYPE, que sería el sistema sanguíneo de una nueva economía de dinámica interna.
El coronavirus ha roto los lazos del Perú con el extranjero y nos ha obligado al confinamiento territorial, y ha puesto de cabeza a la economía nacional, obligándonos a vivir por cuenta propia. Pues bien, no es posible hacerlo sin las herramientas de la guerra económica y la autogestión moderna: nuevas teorías sociales, la disciplina de la innovación estratégica y la adaptabilidad a las nuevas condiciones globales del conocimiento científico-técnico, para el desarrollo de nuestra economía por sustitución de importaciones. Si no lo hacemos a tiempo, el país, contrariamente, se puede convertir en un gran lodazal de pobreza extrema, violencia generalizada y corrupción.
La guerra económica a desplegar tiene dos enemigos:
  • La infodemia. Que es un neologismo válido que significa la existencia de una gran cantidad de desinformación por Internet y otros medios de comunicación, que hace muy difícil que las personas encuentren por sí solas información eficaz para orientar su fuerza de trabajo hacia la creación de valor. Igualmente, destruye la capacidad cognitiva de análisis y síntesis de nuestros líderes para la creación de riqueza social.
  • La falta de creación de liderazgo. En el Perú no existen partidos políticos con escuelas de formación de representantes y de movilización social. Inclusive, los propios organismos de dirección y gestión del Estado solo están conformados por especialistas y no por ejecutivos de gran nivel (como los vicepresidentes ejecutivos, los CEO de las grandes corporaciones y la tecnocracia), por lo cual no existe el desarrollo de liderazgos en ambientes extremos de pobreza y desorganización.

La organización cívico-militar

En esta parte del artículo solo parafrasearemos a algunos autores especializados en la socialización de las Fuerzas Armadas.
“El futuro del Perú pasa por la distribución equitativa de la riqueza y la educación y extracción de la marginación de amplios sectores de la población. Ese es su reto y el principal problema al que se enfrenta. Las Fuerzas Armadas, hoy por hoy, están mayoritariamente comprometidas con el juego democrático y no suponen ya un peligro para la estabilidad del orden vigente” (Las relaciones cívico-militares en el Perú actual, Miguel Luque Talaván).
Participación de las Fuerzas Armadas en el desarrollo nacional
“Sobre la participación en el desarrollo nacional de las FF.AA., la Resolución Ministerial Nº1411-2016-DE añade que esta participación se realiza en coordinación con otros sectores del Estado (…). Este propósito se ha visto recientemente plasmado con las denominadas Plataformas Itinerantes de Acción Social (PIAS) (Redacción LR, 15 de abril de 2017), que proponen llevar al Estado, con sus organismos públicos y programas sociales, a todo el territorio nacional, especialmente a las zonas menos favorecidas, a través de las fuerzas terrestres, navales y aéreas que componen las FF.AA” (¿Nuevos roles de las FF.AA. en el Perú?, Andrés Gómez de la Torre Rotta).
Participación de las FF.AA. en el Sistema Nacional de Gestión de Riesgos y Desastres
Conforme señala la Ley N°29664, Ley que crea el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres, las FF.AA. son parte de este y el ministro de Defensa integra su máxima instancia, esto es, el Consejo Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres. En este sentido, las FF.AA. vienen brindando un importante apoyo a la población frente a situaciones tales como el friaje, terremotos, aluviones, sequías e inundaciones. El número y distribución de su personal a lo largo y ancho del territorio nacional así como su organización son características que convierten a estas fuerzas en indispensables a la hora de afrontar desastres (¿Nuevos roles de las FF.AA. en el Perú?, Andrés Gómez de la Torre Rotta)
Extraído de: “El Ejército Nacional Como Organización Con Responsabilidad Social Empresarial En El Posconflicto” (Orlando González, 2017)
“Ahora bien, el Ejército Nacional de Colombia como organización, conformada por un aproximado de 445.000 efectivos, puede ser considerada como una de las organizaciones empresariales más grandes del país (…) este aspecto es la responsabilidad social empresarial o también llamada responsabilidad corporativa, la cual es realizada por las organizaciones para contribuir con el desarrollo de un país”.
“Michael Porter manifiesta que la responsabilidad social empresarial es un deber ser de las organizaciones, lo ideal es que estas asuman su rol como ente generador de desarrollo por voluntad propia acoplando la responsabilidad corporativa a la misión estratégica de la organización (…)” (Riquelme, citado por Orlando Gonzáles, 2017).
“[La necesidad de la] reestructuración estratégica del Ejército Nacional, para que esta institución pueda desempeñar cada día mejor su labor, no solo como ente garante de la soberanía nacional, sino también como una institución que contribuye al desarrollo y recuperación del país y de sus compatriotas (…)” (Orlando González, 2017).