miércoles, 29 de abril de 2020

GUERRA ECONÓMICA NACIONAL Y DIRECCIÓN EJECUTIVA CÍVICO-MILITAR



Estamos viviendo un estado de guerras económicas nacionales en situación de confinamiento territorial, total o parcial, en todo el mundo, frente a la pandemia del COVID-19 y el rompimiento consiguiente de las cadenas de suministros globales. Estos procesos de desconexión y supervivencia nacionales, motivados por situación de guerras o desastres de gran magnitud y extensión, producen economías altamente centralizadas y gestionadas, sobre todo en países subdesarrollados como el Perú, que tienen cada vez mayores niveles de dependencia del exterior y menos niveles de autosuficiencia los últimos 50 años.

Los stocks de víveres y abastos no perecibles: granos, harinas, carnes congeladas, alimentos procesados…, se están agotando; así como el stock de bienes intermedios, bienes finales y todo tipo de insumos para la producción sectorial interna (industria, agroindustria, minería, pesca, manufactura…). Preparémonos para la autarquía y el autoabastecimiento en medio de un choque interno económico social nunca visto antes. Para una economía nacional que, de súbito, tenemos que reconstruir como un “mercado interno en expansión para una producción interna en expansión”.
Estos procesos de reestructuración radical hacia la creación de una economía de dinámica interna solo son posibles sobre la base de la autogestión social moderna, utilizando nuestros propios recursos naturales y todo nuestro potencial humano nacional. Sin esta tricotomía, la declaración de un estado de guerra económica y la centralización rigurosa por parte del Estado, que se exprese en una dirección ejecutiva cívico-militar, no es posible tener éxito en la guerra declarada contra el COVID-19, que ahora se desplaza velozmente a través de la pobreza y el caos.
Esta situación histórica intempestiva es la gran oportunidad y el gran problema que tenemos hoy como país: el éxito y el desarrollo nacional, o el fracaso y la involución en pobreza, caos y violencia generalizada. Tarde o temprano, el Perú se enfrentará a esta disyuntiva. Más vale temprano que tarde, porque la mayoría de los peruanos ya vivimos en autogestión social, que es la antesala de la autosuficiencia local, regional y nacional, desde la producción autónoma de alimentos y productos básicos hasta los procesos de investigación y creación de tecnología ad hoc.

La economía de guerra contra el coronavirus

La economía nacional y nuestra PEA están paralizadas hoy. Peligra el sustento y la vida de gran parte de la población peruana, hoy mismo, precisamente por nuestro atraso agropecuario y agroindustrial, y por nuestra dependencia del exterior. Para salir de esta situación extrema de fragilidad, se requiere declarar la guerra económica contra este atraso y dependencia, movilizando a toda la PEA. El secreto de esta guerra es cómo poner en acción a toda la PEA, no al 25 por ciento como ahora, hacia un nuevo orden económico independiente. Todo ello implica, según la experiencia internacional de la guerra, una inversión hasta del 40 por ciento del PBI. Un 10 o 20 por ciento para evitar la quiebra de la economía formal, y un 10 o 20 por ciento para evitar la quiebra de la economía informal.
Y, ¿cómo financiar todo ello? Como corresponde: con deuda externa, emitiendo bonos de guerra económica, y con impuestos indirectos y directos, que pagarían todos los peruanos, incluyendo hoy los trabajadores informales, proporcionalmente a sus ingresos. La mayoría de los economistas pone el grito en el cielo cuando alguien habla de guerra económica y endeudamiento. ¿Por qué? Porque piensan como economistas de países subdesarrollados, que solo se complacen con el desarrollo de los sectores A y B, el 25% de la PEA. Sin tener en cuenta que los países más desarrollados son los países más endeudados (Estados Unidos tiene un endeudamiento de 20 billones de dólares, equivalente al 100 por ciento de su PBI; China tiene un endeudamiento de 7 billones, equivalente al 50 por ciento de su PBI; y Japón, 12 billones de dólares, equivalente al 230 por ciento de su PBI).
En América Latina, Chile, inclusive, tiene una deuda externa equivalente al 70 por ciento de su PBI (189 mil millones de dólares). Perú, sin embargo, tiene una deuda 60 mil millones de dólares, equivalente al 27 por ciento de su PBI. ¿Por qué Chile tiene tres veces la deuda externa del Perú? Porque invierte tres veces lo que invierte el Perú en su desarrollo. El Perú tiene la “estabilidad macroeconómica” de un país pobre que no invierte en su desarrollo. No se endeuda ni por ni para ello. He ahí el problema de la falsa estabilidad macroeconómica.
Los Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial, invertía, por año, más del 40 por ciento de su PBI, y alrededor del 20 por ciento en los años de posguerra. Sin embargo, la movilización de todos sus recursos productivos (capital y PEA) trajo como consecuencia la duplicación de su PBI en cinco años (1939 – 1944). A eso se llama desarrollo. Inversión de capital y desarrollo de la PEA.

La importancia de la llamada ‘informalidad’

En el Perú, se llama ‘informalidad’ al subempleo, al autoempleo en situación de pobreza subterránea, sin presencia en los indicadores económicos y sin representación en las teorías sociales y planes de acción de la clase política. Sin embargo, a pesar de todo, no es posible ganar la guerra económica sin este gran sector de la economía. La guerra económica tendrá que concentrarse, así, en resolver las necesidades básicas de los “informales” para utilizar todo su potencial. Sin lo cual, enfatizamos, no se puede ganar ninguna guerra económica. ¿Por qué? Porque la guerra, como tal, actúa integralmente, es decir, utiliza todo recurso y a todos, en un ambiente de centralización, disciplina y organización totales. Se ha presentado, pues, la oportunidad de reconstruir y modernizar las cadenas de valor MYPE, que sería el sistema sanguíneo de una nueva economía de dinámica interna.
El coronavirus ha roto los lazos del Perú con el extranjero y nos ha obligado al confinamiento territorial, y ha puesto de cabeza a la economía nacional, obligándonos a vivir por cuenta propia. Pues bien, no es posible hacerlo sin las herramientas de la guerra económica y la autogestión moderna: nuevas teorías sociales, la disciplina de la innovación estratégica y la adaptabilidad a las nuevas condiciones globales del conocimiento científico-técnico, para el desarrollo de nuestra economía por sustitución de importaciones. Si no lo hacemos a tiempo, el país, contrariamente, se puede convertir en un gran lodazal de pobreza extrema, violencia generalizada y corrupción.
La guerra económica a desplegar tiene dos enemigos:
  • La infodemia. Que es un neologismo válido que significa la existencia de una gran cantidad de desinformación por Internet y otros medios de comunicación, que hace muy difícil que las personas encuentren por sí solas información eficaz para orientar su fuerza de trabajo hacia la creación de valor. Igualmente, destruye la capacidad cognitiva de análisis y síntesis de nuestros líderes para la creación de riqueza social.
  • La falta de creación de liderazgo. En el Perú no existen partidos políticos con escuelas de formación de representantes y de movilización social. Inclusive, los propios organismos de dirección y gestión del Estado solo están conformados por especialistas y no por ejecutivos de gran nivel (como los vicepresidentes ejecutivos, los CEO de las grandes corporaciones y la tecnocracia), por lo cual no existe el desarrollo de liderazgos en ambientes extremos de pobreza y desorganización.

La organización cívico-militar

En esta parte del artículo solo parafrasearemos a algunos autores especializados en la socialización de las Fuerzas Armadas.
“El futuro del Perú pasa por la distribución equitativa de la riqueza y la educación y extracción de la marginación de amplios sectores de la población. Ese es su reto y el principal problema al que se enfrenta. Las Fuerzas Armadas, hoy por hoy, están mayoritariamente comprometidas con el juego democrático y no suponen ya un peligro para la estabilidad del orden vigente” (Las relaciones cívico-militares en el Perú actual, Miguel Luque Talaván).
Participación de las Fuerzas Armadas en el desarrollo nacional
“Sobre la participación en el desarrollo nacional de las FF.AA., la Resolución Ministerial Nº1411-2016-DE añade que esta participación se realiza en coordinación con otros sectores del Estado (…). Este propósito se ha visto recientemente plasmado con las denominadas Plataformas Itinerantes de Acción Social (PIAS) (Redacción LR, 15 de abril de 2017), que proponen llevar al Estado, con sus organismos públicos y programas sociales, a todo el territorio nacional, especialmente a las zonas menos favorecidas, a través de las fuerzas terrestres, navales y aéreas que componen las FF.AA” (¿Nuevos roles de las FF.AA. en el Perú?, Andrés Gómez de la Torre Rotta).
Participación de las FF.AA. en el Sistema Nacional de Gestión de Riesgos y Desastres
Conforme señala la Ley N°29664, Ley que crea el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres, las FF.AA. son parte de este y el ministro de Defensa integra su máxima instancia, esto es, el Consejo Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres. En este sentido, las FF.AA. vienen brindando un importante apoyo a la población frente a situaciones tales como el friaje, terremotos, aluviones, sequías e inundaciones. El número y distribución de su personal a lo largo y ancho del territorio nacional así como su organización son características que convierten a estas fuerzas en indispensables a la hora de afrontar desastres (¿Nuevos roles de las FF.AA. en el Perú?, Andrés Gómez de la Torre Rotta)
Extraído de: “El Ejército Nacional Como Organización Con Responsabilidad Social Empresarial En El Posconflicto” (Orlando González, 2017)
“Ahora bien, el Ejército Nacional de Colombia como organización, conformada por un aproximado de 445.000 efectivos, puede ser considerada como una de las organizaciones empresariales más grandes del país (…) este aspecto es la responsabilidad social empresarial o también llamada responsabilidad corporativa, la cual es realizada por las organizaciones para contribuir con el desarrollo de un país”.
“Michael Porter manifiesta que la responsabilidad social empresarial es un deber ser de las organizaciones, lo ideal es que estas asuman su rol como ente generador de desarrollo por voluntad propia acoplando la responsabilidad corporativa a la misión estratégica de la organización (…)” (Riquelme, citado por Orlando Gonzáles, 2017).
“[La necesidad de la] reestructuración estratégica del Ejército Nacional, para que esta institución pueda desempeñar cada día mejor su labor, no solo como ente garante de la soberanía nacional, sino también como una institución que contribuye al desarrollo y recuperación del país y de sus compatriotas (…)” (Orlando González, 2017).


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