martes, 31 de enero de 2017

BIG FIVE: EL ESTUDIO MASIVO DE LA PERSONALIDAD DE LOS VOTANTES




Publicado por Daniel Eskibel en Jan 31, 2017

Le decían ‘el loco Volonté’.

Podrás imaginar los prejuicios que anidaban en aquel pueblo chico donde me crié. Y Volonté era médico psiquiatra. El psiquiatra del pueblo. El único. Allá por los años 80 del siglo pasado. Casi un escándalo aldeano.

Yo estaba sentado en la sala de espera del consultorio del Dr. Volonté. Aguardaba a que terminara su sesión con un paciente para luego comenzar aquella primera reunión que habíamos pactado. Aguardaba atrincherado en mis veintitrés años, mi recién estrenado título de Psicólogo, mi barba entonces negra y abundante, mi universo de proyectos y planes, y también mis nervios de joven profesional que inicia su carrera.

Ese día el Dr. Volonté me propuso algo simple: derivarme algunos de sus pacientes para que yo los diagnosticara y así él los medicaba con mayor precisión. Simple pero complejo, claro. Muy generoso de su parte. Muy práctico, también. Y muy importante para mí.

Los primeros años de mi ejercicio profesional estuvieron marcados por esa propuesta. Diagnosticar.

Y eso, por otra parte, era para lo que mejor nos había capacitado la Universidad. Diagnosticar.

El proceso psicodiagnóstico abarcaba entre 5 y 8 sesiones con cada paciente. Implicaba toda una batería de técnicas: entrevista psicológica, anamnesis, cuestionarios, pruebas de nivel intelectual, tests visomotores, tests proyectivos gráficos, tests proyectivos mayores…

Y luego de recopilar toda esa información me encerraba en mi consultorio durante varias horas a analizar los datos, a interpretarlos y a formularlos de modo diagnóstico en un informe escrito.

Necesitaba 20 días, por lo menos, para completar el trabajo.

20 años después llegaba al diagnóstico con igual o mayor precisión pero en 20 minutos.

Se entiende: ya tenía más canas que las que blanqueaban la cabeza del Dr. Volonté en aquella primera reunión. Después de diagnosticar más de mil pacientes y de estudiar miles de horas…pues se aprenden algunas cosas.

Tal vez lo más importante que aprendí es a simplificar el proceso, a separar la paja del grano, a observar lo más relevante, a no perderme en lo circunstancial y a focalizarme en las señales más determinantes.

Un aprendizaje idéntico al que vengo haciendo en el campo de la psicología política.

Psicología política del electorado

La personalidad de los electores es la gran olvidada de las campañas políticas. Pero es un factor decisivo.

Decisivo.

Es simple: si conoces el perfil psicológico de los electores podrás comunicarte mejor con ellos. Con lo cual multiplicarás tu capacidad persuasiva y evitarás enormes gastos en publicidad no segmentada.

Pero lo complejo es conocer ese perfil psicológico.

¿Cómo definir de manera clara y comprensible la personalidad? A los efectos prácticos podemos partir de la Wikipedia:

“La personalidad es un constructo psicológico, que se refiere a un conjunto dinámico de características psíquicas de una persona, a la organización interior que determina que los individuos actúen de manera diferente ante una determinada circunstancia. El concepto puede definirse también como el patrón de actitudes, pensamientos, sentimientos y repertorio conductual que caracteriza a una persona, y que tiene una cierta persistencia y estabilidad a lo largo de su vida de modo tal que las manifestaciones de ese patrón en las diferentes situaciones posee algún grado de predictibilidad.”>

¿Se puede trabajar en política sin colocar en el centro de la consideración este concepto?

Se puede. Pero es un desastre. Conduce al desastre.

Porque estamos ignorando el factor determinante que hace que los potenciales votantes actúen de manera diferente ante las mismas circunstancias. Estamos ignorando los patrones intelectuales, emocionales y conductuales de los electores. Estamos ignorando el eje en torno al cual construyen simpatías políticas y toman decisiones de voto.

Pero insisto en el problema: ¿cómo conocer la personalidad de millones de personas? 

¿O aún de cientos de miles o incluso de ‘apenas’ miles de personas?

¿Cuales son las herramientas para estudiar la personalidad de los votantes a escala masiva?

BIG FIVE: las cinco dimensiones de la personalidad

En Uruguay hay un lugar donde puedes tomar un café acompañado de Charles Darwin, el científico británico a quien tanto debemos. La ciudad es San Fernando de Maldonado, a pocos kilómetros de Punta del Este, en el sureste del país. El lugar está a 100 metros de la Catedral de San Fernando y es una cafetería y pizzería llamada Sumo.

Ingresas al lugar, caminas hacia el fondo del local y te ubicas en una mesa rodeada de imágenes y textos relacionados con Darwin. Porque allí, en ese mismo lugar, vivió durante un tiempo Charles Darwin mientras recorría el mundo recogiendo evidencias que desembocarían en su teoría de la evolución.

Créeme. Mientras saboreas el café y te olvidas del ruido exterior, sientes la presencia invisible del investigador que ya en el siglo diecinueve supo identificar cuales son las emociones humanas fundamentales.

Pero el hilo central de esta historia que lees no lo retoma Darwin sino un familiar suyo. Porque el padre de Darwin tenía una hermana cuyo hijo también fue un científico muy destacado: Francis Galton. Este investigador hizo importantes aportes a varias ramas de la ciencia, entre ellas la psicología.

Francis Galton planteó, por ejemplo, algo muy relevante para la teoría de la personalidad: que todos los rasgos relevantes de la personalidad se encuentran codificados en el lenguaje.

En 1936 Gordon Allport trabajó sobre esa base y encontró 17953 palabras que describían distintos rasgos de la personalidad.

Como te imaginarás es imposible hacer un perfil psicológico del electorado en base a casi dieciocho mil variables…A los efectos prácticos necesitamos conceptos y herramientas más simples y más aplicables. O sea: necesitamos reducir la cantidad de rasgos para ganar en precisión y también para el conocimiento logrado sea más operativo.

El mismo Allport redujo la lista a 4504 rasgos. Años después fue Raymond Catell quien profundizó el trabajo , redujo sinónimos y construyó una lista mucho más reducida aún: 171 adjetivos que se agrupaban en 35 rasgos de personalidad, los cuales luego de un análisis estadístico culminaban en 16 rasgos.

En la segunda mitad del siglo veinte la investigación de Catell, así como de otros varios investigadores, desembocó en el Big Five, la teoría de los 5 grandes rasgos de personalidad.

Cinco. 5. Five.

Ahora sí. Por supuesto que podemos investigar y perfilar electorados en base a 5 rasgos.

Porque existen escalas y cuestionarios ya diseñados con los cuales podemos estudiar la personalidad de millones de personas.

Son 5 rasgos de personalidad:
  •  O (openness, apertura mental)
  • C (conscientiousness, escrupulosidad)
  • E (extraversion, extraversión)
  • A (agreeableness, amabilidad)
  • N (neuroticism, estabilidad emocional)
5 dimensiones cuya combinatoria lo explica (casi) todo. Y que se pueden investigar con una encuesta que incluya preguntas simples de fácil comprensión y respuesta rápida.

Ya no estamos en el uno a uno de mi consultorio.

Ahora podemos trabajar en magnitudes de millones.

Podemos conocer el perfil psicológico de todo un país. Y cruzar esos datos con las otras variables, políticas y demográficas.

Para luego saber con precisión con quién nos vamos a comunicar. Mucho más aún: para luego saber cómo nos vamos a comunicar con cada segmento del electorado.

¿Te imaginas la precisión que con estas herramientas pueden tener las estrategias políticas y la comunicación política?

¿Te imaginas la optimización del gasto publicitario que significa?

¿Te imaginas la diferencia que una metodología de este orden implica para un proyecto político?

No sigas imaginando.

No es ciencia ficción.

De hecho algunas campañas políticas muy notorias aplicaron esta metodología en 2016. Diagnosticaron. Estudiaron la personalidad de millones de personas. Construyeron perfiles en base al Big Five. Y adaptaron la comunicación política a los destinatarios de los mensajes.

Lo hizo la campaña de Donald Trump.

Lo hizo la campaña a favor del Brexit.

¿Quieres un dato curioso?

En ambos casos fue la misma empresa, con idéntica metodología y con el mismo equipo de psicólogos.

La personalidad de los votantes

Año 1982 en un pequeño pueblo uruguayo.

El Dr. Volonté me hace pasar a su consultorio. Ya sabes: ‘el loco Volonté’. El psiquiatra del pueblo. Me pide un perfil psicológico de sus pacientes para poder medicarlos mejor.

Décadas después en cualquier parte del mundo.

El político me hace pasar a su oficina. Ya sabes: el candidato, el dirigente. Me pide un perfil psicológico de los votantes para poder comunicarse mejor con ellos y trazar una estrategia política más efectiva.

Psicología clínica y psicología política.

Diferentes pero vinculadas.

En 1982, en mi pueblo, muchos no sabían que la personalidad de alguien se puede estudiar con herramientas científicas y que ese estudio permite diseñar una estrategia clínica para ayudarlos.

Ahora, en muchos lugares del mundo, muchos no saben que la personalidad de millones de personas se puede estudiar con herramientas científicas y que ese estudio permite diseñar una estrategia política y de comunicación con ellos.

Otros sí lo saben.


PORTUGAL: GOBIERNO DE IZQUIERDA TRIUNFA EN EUROPA, PERO HAY SILENCIO




31/01/17

Por increíble que parezca, hay un gobierno de izquierda en Europa, antineoliberal, que marcha bien. Por increíble que parezca, porque parece que el clima no daría para eso. Syriza no ha logrado enfrentar la austeridad de la Unión Europea. El Psoe se ha negado a una alianza con Podemos, que habría llevado a un gobierno como el de Portugal. Y los portugueses que escriben artículos sobre tantos temas, no ayudan para nada en difundir el gobierno de Portugal, un gobierno de izquierda que triunfa. Una actitud cobarde se sumarse al silencio de los grandes medios internacionales en contra del gobierno portugués, que une a toda la izquierda del país.

Cuando el gobierno de derecha, aun quedando en primer lugar, no logró, hace un año y medio, mayoría suficiente para gobernar, surgió la propuesta de un gobierno de toda la izquierda, que reuniera a toda a la izquierda:  al Partido Socialista, al Frente de Izquierda y al Partido Comunista, que sumados tendrían mayoría para gobernar. Tuvieron que llegar a un acuerdo entre ellos, con concesiones mutuas. El Partido Socialista tuvo que abandonar su propuesta de flexibilización de las relaciones laborales, así como la de privatización del sistema de trasportes, pero sobretodo abandonar a las políticas de austeridad que promueven una devastación social en toda Europa. Los otros grupos de izquierda no participan directamente del gobierno, pero lo apoyan, a partir de un documento que define el fin de la política de austeridad a cambio de la retirada de la posición de salida de la Unión Europea.

Al inicio había un cierto escepticismo sobre la viabilidad de ese tipo de gobierno, en medio de acusaciones terroristas de la derecha, según las cuales el país iría a la quiebra.  Casi un año y medio después, el gobierno del socialista de Antonio Costa va muy bien, es más popular que nunca y con resultados económicos y sociales muy positivos, confirmando que la vía de la izquierda contemporánea es la de la unidad en la lucha por la superación del modelo neoliberal.

Los sueldos de los servidores públicos fueron recuperados, su jornada de trabajo fue reducida de 40 a 35 horas, el sueldo vital fue elevado en términos reales, al igual que las remuneraciones de los retirados. Al mismo tiempo que se respetan los criterios sobre los déficits presupuestarios, dado que ese déficit bajó al 2,3% del Producto Bruto Interno, la cifra más baja de la historia democrática de Portugal. Todo ello acompañado de la recuperación del crecimiento económico y la disminución del desempleo del 12,3% al 10,5%.

 “Nuestro principal objetivo era frenar el programa de la derecha y lo logramos”, dice la joven dirigente del Frente de Izquierdas, Catarina Martins, líder de la bancada de ese partido en el Congreso. “Nosotros hemos contribuido para impulsar un conjunto de medidas que van en la dirección de una más grande justicia social”, ha declarado Jeronimo de Souza, dirigente del Partido Comunista de Portugal. Era necesario encontrar “respuestas a los problemas urgentes de salarios, retiro de los trabajadores y de funcionamiento del sistema de salud”, agrega. “El acuerdo que logramos fue el mejor posible con los 10% de votos que tenemos”, comenta Catarina.

Ese esquema es el que casi fue aprobado en España, por la alianza del Psoe con Podemos, pero fue bombardeado por los sectores conservadores del socialismo español. Portugal demuestra que es una vía posible: al igual que los gobiernos progresistas de América Latina, organizar un gobierno centrado en la lucha por la superación del modelo neoliberal. España mira con esperanzas a Portugal, pero también Francia, donde un candidato de izquierda triunfó en las primarios del Partido Socialista y propone un frente al otro candidato socialista –Melenchon– y al candidato verde.

¿Pero por que un gobierno de izquierda que triunfa no es difundido por las fuerzas de izquierda y por los intelectuales portugueses y otros que a menudo escriben sobre Portugal para destacar los reveses y las dificultades de la izquierda? Colaboran así para sabotear a ese gobierno, dejándolo en la sombra. Parece que es gente a quien solo le gusta destacar los errores y los problemas de la izquierda, pero que no está dispuesta a difundir y a reconocer los avances de la izquierda. A pesar de todo, el gobierno de unidad de la izquierda en Portugal avanza y tiende a volverse una referencia para la izquierda de los otros países de Europa.
                                                        
- Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).

http://www.alainet.org/es/articulo/183198

LA CRÍTICA DIFERENCIA ENTRE UN ESTADISTA Y UN HOMBRE DE NEGOCIOS




Jorge Majfud

ALAI AMLATINA, 31/01/2017.-  En 2012 se disputaron la presidencia de Estados Unidos Barack Obama y Mitt Romney. Por entonces, en varios medios de prensa, enfaticé la simple idea de que ser un exitoso hombre de negocios es un mérito pero no hace a nadie un buen gobernante, ya que un país no es una empresa. Hace un par de años debimos soportar en nuestra universidad un pobrísimo discurso de Mitt Romney sobre el éxito, lleno de lugares comunes e ideas vacías, lo que demuestra cuán mediocre y arrogante puede ser un exitoso hombre de negocios, aunque no tan exitoso ni tan mediocre como el actual presidente Donald Trump.

Más o menos por aquella época, Noam Chomsky me envió varios artículos y comentarios esclarecedores sobre la realidad clave de las externalidades. En pocas palabras: las externalidades son todos aquellos efectos que no entran en la ecuación de un buen negocio. Dos partes pueden hacer un excelente negocio, pero eso no significa que los resultados a largo plazo y en un contexto mayor vayan a beneficiar al resto ni a ellos mismos, como indica la base del liberalismo económico: perseguir el interés individual necesariamente conduce al beneficio del resto de la sociedad.

Por ejemplo (recuerdo brevemente dos ejemplos del mismo Chomsky): un excelente negocio entre dos empresas puede conducir a una catástrofe internacional o ecológica. Bajar los impuestos tiene un efecto inmediato en los negocios: los individuos pueden ver los efectos en sus ahorros y pueden iniciar negocios en principio más convenientes. Sin embargo, según estudios cuantitativos, cuando el Estado invierte menos en reparar las carreteras, los usuarios terminan llevando sus autos con más frecuencia al mecánico. Todos se quejan de los impuestos que cobra el gobierno y todos quieren pagar menos, pero nadie se queja de lo que debe gastar en reparar sus autos. Generalmente ocurre lo contrario, porque todos agradecemos un buen trabajo de nuestro mecánico. En otras palabras, la destrucción del medio ambiente y la destrucción de los bienes como autos, vidrios, techos, etc., tiene un efecto positivo en la economía pero a largo plazo no genera más riqueza ni es necesariamente responsable con la realidad que nos rodea, como el medio ambiente, el equilibrio social y la economía a largo plazo.

Un exitoso hombre de negocios no debe preocuparse por la educación previa ni por la suerte posterior de sus empleados cuando pierden su trabajo. En gran medida, de eso se encarga el maldito Estado, por no hablar de otros aspectos, como la represión policial de la violencia causada por los obscenos desequilibrios sociales causados por el éxito de unos pocos. Estado al que se acusa de desangrar a los exitosos empresarios con injustos impuestos que impiden que los exitosos sean más exitosos.

Por ponerlo en un par de figuras: que un jugador de fútbol sea un excelente pateador de penales no lo hace un excelente director técnico. Un hombre de negocios es un hábil jugador de ajedrez cuando su mano está dando jaque mate a la reina adversaria (acosando al adversario antes de cerrar un excelente trato), pero eso no lo hace un gran jugador de ajedrez que debe planificar la jugada desde el inicio.

Más gráfico: esa naturaleza del exitoso hombre de negocios ya se está observando en la primera semana del gobierno de Donald Trump. Sus tempestuosas y erráticas medidas y decretos revelan la mano del hombre de negocios: presión, intimidación a corto plazo para cortar el árbol sin considerar el bosque. La idea de castigar a México con un veinte por ciento de aranceles a sus exportaciones a Estados Unidos no considera que todas esas exportaciones, según las reglas del mundo capitalista que el Sr. Trump presume representar, no se producen por una arbitrariedad fantástica sino por las viejas reglas de la oferta y la demanda. Un colapso de las relaciones comerciales entre México y Estados Unidos, dos grandes socios comerciales, significara un castigo a la misma economía estadounidense. Aparte de las consecuencias geopolíticas, como sería un México buscando alianzas con China, por ejemplo.

Si observamos cada decisión tomada por el presidente Trump, cada una está basada en la misma superstición de cómo funciona el mundo, como si las externalidades no existieran, como si todo se redujese a una puja entre dos poderosos hombres de negocios: la aprobación del oleoducto de Dakota sin considerar sus posible efectos ecológicos; el bloqueo de refugiados de países víctimas de la globalización, como si no existiesen los derechos humanos de los niños de la guerra y no existiesen resentimientos de posibles aliados; el inicio del acoso a México, su tercer socio económico más importante, como si la economía estadounidense fuese una isla o respondiese al contexto mercantil del planeta Júpiter; y un largo etcétera.

La sola idea que Trump supo vender muy bien a sus votantes, de devolver los puestos de trabajo de la industria a los estadounidenses presionando e intimidando a las empresas estadunidenses puede ser un gol de penal, pero a largo plazo significa varios goles en contra. Otra vez, según la lógica del capitalismo, no es posible producir los mismos autos y las mismas sillas con obreros que en China ganan unos pocos miles de dólares al año con unos obreros que en Estados Unidos ganan cuarenta o sesenta mil dólares.

La causa y consecuencia la hemos venido repitiendo desde hace años: la solución que encontraran las empresas ante ese desbalance entre costos y precios finales es una aún más rápida automatización: en la industria automovilística es una tendencia que tiene décadas, pero hay otros sectores donde los robots seguirán expandiéndose y las malditas universidades seguirán aportando cada vez más valor agregado en detrimento de los tradicionales puestos de trabajo: en la agricultura, en los servicios e, incluso, en el trasporte. Hoy en día, en muchos de los viejos estados industriales del norte centro de Estados Unidos (inesperados votantes de Trump) la profesión de conductores de camiones es una de la principales debido a la expansión de la economía. Sin embargo, la realidad de los autos, autobuses y camiones que no requerirán conductores irá en aumento.

Es una realidad inevitable, al menos que se invente una guerra civil o internacional y volvamos a etapas anteriores del capitalismo industrial.

Por supuesto que un exitoso hombre de negocios puede ser un gran estadista, como puede serlo un sindicalista, un militar o un profesor. Pero ninguno de ellos sería un buen estadista, ni siquiera un buen presidente, si creyera que aplicando sus exitosos métodos sindicalistas, militares o pedagógicos sería la clave para gobernar un país. Eso es miopía y tarde o temprano la realidad nos pasa por encima cuando la ignoramos a fuerza de narraciones autocomplacientes.

Mucho más si estamos hablando de un ego enceguecido por su propia luz. Entonces lo único que podemos esperar son crisis de todo tipo: económicas en el mejor caso; sociales y hasta bélicas en el peor.

- Jorge Majfud es escritor y profesor uruguayo estadounidense, autor de Crisis y La reina de América entre otros libros.