sábado, 29 de enero de 2022

LLAMAMIENTO A LA PROTESTA CONTRA LA “CONFERENCIA DE SEGURIDAD” DE MÚNICH 2022

 


 27 ENERO, 2022 

Afganistán nos enseña de nuevo: ¡Guerra nunca más! Ese fue y es el lema correcto 

 

La guerra de la OTAN en Afganistán ha costado la vida a cientos de miles de personas, ha dejado un país devastado y empobrecido y, al mismo tiempo, ha fomentado el terrorismo.

En lugar de sacar las conclusiones correctas y abstenerse de realizar intervenciones militares en el futuro, destacados políticos alemanes y europeos piden que la UE siga desarrollando sus capacidades militares para poder actuar militarmente en el futuro, también con independencia de los Estados Unidos. Este será el tema central de la próxima “Conferencia de Seguridad de Múnich”.

La “Conferencia de Seguridad” de Múnich (SIKO) no trata la seguridad

 

En la SIKO, que tendrá lugar del 18 al 20 de febrero de 2022, se reunirán jefas y jefes de Estado y de gobierno, así como representantes políticos – principalmente de los países de la OTAN – con altos mandos militares, representantes de grandes empresas, incluida la industria armamentística, y servicios de inteligencia. No se preocupan por la seguridad de los ciudadanos, ni aquí ni en el resto del mundo. Se preocupan solamente por asegurar la supremacía estratégica de los estados capitalistas occidentales y sus corporaciones. La “SIKO” sirve sobre todo como plataforma publicitaria de la OTAN, actualmente de la Estrategia 2030, así como de justificación de los miles de millones gastados en armamento por Alemania y la UE y de sus misiones de guerra, vendiendo todo eso a la población como “misiones de paz”.


El nuevo gobierno federal: nuevos colores, viejas políticas


El gasto militar y armamentístico de Alemania se ha duplicado con creces en los últimos 20 años.  De acuerdo con las “Recomendaciones de Política Exterior” de los organizadores de la SIKO, La nueva coalición del semáforo [partidos rojo, amarillo y verde] quiere continuar este curso de rearme de acuerdo con las “Recomendaciones de Política Exterior” de los organizadores del SIKO. Quiere aumentar aún más los gastos militares, adquirir drones de combate armados para el Bundeswehr [Ejército Federal], mantener el estacionamiento de armas nucleares estadounidenses en Alemania y comprar nuevos aviones portadores de armas nucleares por 8.000 millones de dólares en Estados Unidos para su uso por el Bundeswehr. Además, se impulsará el rearme militar de la UE.

La creciente militarización de Alemania y de la UE no sirve para la paz, ni tampoco el curso de confrontación incendiaria, la retórica bélica y las maniobras de guerra contra Rusia y la RP China, que podrían escalar militarmente en cualquier momento y conducir a una guerra entre las potencias nucleares. 

Hay que acabar con esta política de confrontación. La paz en Europa y en el mundo sólo puede lograrse con y no contra Rusia y China. Al contrario de la aplicación violenta de los intereses de

las grandes potencias y los intereses de la supremacía, el desarme y la cooperación internacional deberían estar a la orden del día.

Luchamos por el desarme y por una política de distensión


En el año 2020, los gastos militares mundiales alcanzaron la suma astronómica de 2.000 billones de dólares. Ahí solamente los países de la OTAN representan 1.100.000 millones de dólares. Esto significa 18 veces más que los gastos de Rusia y 4 veces más que los de China. Una fracción de estos miles de millones bastaría para acabar con el hambre en el mundo, proporcionando atención médica y acceso a la educación para todos.

Las crisis presentes y futuras ni se van a resolver con arsenales de armas cada vez más grandes, ni con la competencia capitalista, ni con la rivalidad entre grandes potencias.

Para hacer frente al mayor reto de nuestro tiempo, que es detener la catástrofe climática, se necesitan billones de dólares de inversión. Pero el dinero que se necesita urgentemente se está despilfarrando en armamento militar que es perjudicial para el clima. Ni siquiera se están cumpliendo las promesas de ayuda totalmente inadecuadas de 100.000 millones de dólares anuales para los países pobres del Sur. Por tanto, así no se alcanzará el objetivo tope de 1,5 grados de calentamiento ambiental.

Por eso exigimos:

 

• ¡Desarme en lugar de rearme! En lugar de despilfarrar miles de millones en armamento y en preparaciones de guerra, hay que invertir el dinero de nuestros impuestos en los sistemas sociales, en los sistemas de salud y educación y en la protección del clima.

• Exigimos el fin de todos los despliegues del ejército alemán (Bundeswehr) en el marco de la  alianza bélica de la OTAN y de todas las estructuras militares de la UE. Cero participación  en los proyectos de rearme de la UE. No a la adquisición de drones armados.

•  La complicidad de Alemania en las guerras de agresión contra el derecho internacional y en la guerra ilegal de drones que se libra a través de la base aérea estadounidense de Ramstein debe terminar.  Hay que cerrar todas las bases  de tropas de Estados Unidos y la OTAN en Alemania y todos los centros de mando de  Estados Unidos y la OTAN ahí presentes.

• El fin de la participación en la estrategia bélica nuclear estadounidense. No a la adquisición de aviones de combate estadounidenses para el uso de armas nucleares estacionadas en Alemania. El gobierno federal debe adherirse al Tratado de la ONU sobre la Prohibición de las Armas Nucleares y cancelar el estacionamiento de armas nucleares estadounidenses en Büchel.

Hay que detener las exportaciones de armas alemanas.

 

Alemania ocupa un escandaloso cuarto lugar en el ranking mundial de exportaciones de armas.  Los clientes de las entregas de armas alemanas son Estados dictatoriales y beligerantes, entre  ellos Turquía, que libra una sangrienta guerra contra la población kurda y ha invadido el norte de  Siria violando el derecho internacional para aplastar el proyecto democrático y emancipador de  Rojava.

Hay que acabar con el mortífero negocio de los traficantes de armas y los especuladores  de la guerra, así como con la concesión de licencias y la deslocalización de las empresas armamentísticas en el extranjero.

 

Hay que eliminar los motivos de la huida en lugar de luchar contra los refugiados.

 

Las guerras, el cambio climático, la pobreza extrema, la persecución política y las violaciones de los  derechos humanos empujan a millones de personas a huir. Sólo unos pocos reciben asilo en  Alemania. El gobierno alemán es parcialmente responsable de la mayoría de estos motivos de  huida. Las relaciones económicas y comerciales injustas, las sanciones y las guerras van  destruyendo las bases de vida en los países del Sur Global. Sin embargo, Alemania y la UE se  cierran en banda, devuelven a los refugiados de forma ilegal sin tener en cuenta los  derechos humanos y permiten que miles de personas se ahoguen en el Mediterráneo. No  debemos resignarnos ante ello.

Basta de políticas económicas explotadoras, que producen guerra,  pobreza y huida. Nuestra solidaridad pertenece a los refugiados, especialmente a los que huyen de las guerras libradas con armas alemanas. La huida no es ningún crimen. Ningún ser  humano es ilegal.

 

La juventud necesita perspectivas y no guerras.

 

El movimiento pacifista y las asociaciones juveniles progresistas llevan años protestando contra la falta de perspectivas y contra la guerra. Aunque cada vez hay menos seguridad laboral, las  condiciones de trabajo van empeorando y los salarios reales disminuyendo, la Bundeswehr se  presenta como un empleador atractivo y se presenta en las escuelas, en las ferias y en las redes  sociales buscándo a atraerse a la gente con su fascinación por la tecnología, sus ofertas de  plazas de estudio y posibilidades de formación profesional. ¡Esto debe terminar! La  juventud no se debe quemar en ningún tipo de guerra!

Por eso exigimos:

¡Educación en vez de bombas! No publicidad para morir.  Más plazas de aprendizaje civil y mejores condiciones de trabajo y  formación.

 

Únete a nosotros en las calles por el desarme y contra la preparación de la guerra, por la justicia social mundial, por la solidaridad con los que huyen de la guerra, el hambre y la destrucción de sus países de origen, y por una transformación democrática, social y ecológica para salvar la naturaleza y el clima.  

 

Implícate, actívate, porque la política de paz, el desarme y la protección coherente del clima sólo serán posibles mediante una creciente presión social y un fuerte movimiento extraparlamentario. 

 

Acuda a la manifestación el sábado 19 de febrero de 2022 a las 13:00 horas en Múnich, en el Stachus (Karlsplatz)

 

Alianza de Acción contra la Conferencia de Seguridad de la OTAN

 

Fuente: https://attac.es/llamamiento-a-la-protesta-contra-la-conferencia-de-seguridad-de-munich-2022/?utm_source=feedly&utm_medium=rss&utm_campaign=llamamiento-a-la-protesta-contra-la-conferencia-de-seguridad-de-munich-2022

 

LA IMPROVISACIÓN INDUCE AL ERROR

 


John Montalvo Romero

Las recientes entrevistas al presidente Pedro Castillo han desatado una gran polémica en torno a sus habilidades comunicativas y su posicionamiento en el espectro político. Han permitido, además, acrecentar las críticas de una oposición hambrienta de vacancia, que tras las respuestas del mandatario no dudaron en calificarlo de incapaz y mediocre, incluso aseverando que sus expresiones generaban una vergüenza nacional. Esto, como era de esperarse, fue difundido por medios de comunicación comprometidos con la “noble causa” de la derecha peruana de concretar la salida (renuncia) del Presidente, una pretensión que empieza abrirse espacio.

No obstante, conviene aclarar que esta controversia sobre las tres primeras entrevistas dadas por el presidente Castillo en lo que va de su gobierno radica en las reiteradas declaraciones sobre su nula preparación para ocupar el cargo de Presidente de la República, una sincera pero imprudente respuesta que estimuló el ensalzamiento de la retórica de la meritocracia en un país lleno de informalidad, donde “periodistas”, que no estudiaron periodismo, exigen estudios y capacitación académica, o congresistas traumados con el fantasma del comunismo piden seriedad y compostura. La más selecta hipocresía cultural en Perú, haciendo que el negacionismo sea el arma de satisfacción personal, creyendo que señalando los errores ajenos uno se volverá perfecto. Pero lo más irónico no es ello, sino lo que se intenta resaltar en el fondo, haciendo creer que la formación académica y la buena oratoria en la política son indispensables para ser buen presidente, cuando la histórica contemporánea nos demuestra lo contrario, con expresidentes educados en el extranjero y de verbo fluido que ahora afrontan procesos judiciales.   

Queda claro que estas interpretaciones sobre las declaraciones de Castillo han sido generalizadas y convenientemente direccionadas para alimentar el descontento que se percibe en la población, tal como lo reflejan las últimas encuestas. Sin embargo, poco se ha tratado sobre los preocupantes problemas de fondo que transmite Castillo al brindar estas entrevistas. El primer problema se encuentra en su pésimo asesoramiento para aceptar tres entrevistas seguidas, lo que obviamente le generó desgaste y mostró sus limitaciones al responder superficialmente preguntas que fueron repetidas, o lo que fue peor, aceptar una entrevista a la cadena CNN, con el periodista Fernando Del Rincón, quien apoyó abiertamente el golpe de Estado en Bolivia y sugirió la salida del ejército para reprimir a ciudadanos del vecino país. Otro problema lo encontramos en la poca preparación política del Presidente, que no logra definirse dentro de los parámetros de izquierda o derecha, haciendo que las dudas sobre su populismo se incrementen al ver las cercanías del mandatario con personajes como Ricardo Belmont o Daniel Salaverry. Esta percepción no se centra solo en el Perú, sino que basta ver las declaraciones del exvicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, quien tras ser consultado sobre las semejanzas entre Evo Morales y Pedro Castillo manifestó lo siguiente: “Hay una diferencia de personalidad muy fuerte (..). Castillo tiende más a preservar que a transformar. Evo llegó para transformar, no tanto para preservar las cosas” (2022).

Una sincera pero imprudente respuesta que estimuló el ensalzamiento de la retórica de la meritocracia en un país lleno de informalidad, donde “periodistas”, que no estudiaron periodismo, exigen estudios y capacitación académica, o congresistas traumados con el fantasma del comunismo piden seriedad y compostura. La más selecta hipocresía cultural en Perú, haciendo que el negacionismo sea el arma de satisfacción personal, creyendo que señalando los errores ajenos uno se volverá perfecto.

Por otro lado, las falencias de Castillo no solo corresponden a él, sino que constituye un problema que incluso nos sobrepasa como país, y nos referimos a la ausencia de partidos políticos sólidos. Recordemos que Pedro Castillo fue invitado por Perú Libre como una salida de último momento, no recibió ningún tipo de formación ni educación en política, tampoco se evaluó su liderazgo para hacer realidad las propuestas del partido. Esto revela la precarización de la política en el Perú, donde los partidos políticos han renunciado a la formación de cuadros, a la reflexión intelectual y a la configuración de la voluntad popular.

Con todo lo mencionado, reflexionar sobre lo que hoy representa Pedro Castillo es indispensable; pensar sobre las acciones que toma y las que no toma; pensar sobre sus reflejos políticos ante los problemas que se le presenta. Castillo no pierde la oportunidad de generar un cambio, pero su entorno y al parecer su despreocupación por su formación política podría ocasionar su vacancia, y con ello la desilusión de un país que clama por cambios. 

Referencia

García Linera, A. (2022) “Álvaro García Linera: «En Bolivia, todo vicepresidente espera ser algún rato presidente»/ entrevistado por Jorge Fontevecchia, revista Perfil.

 

Fuente: https://barropensativocei.com/2022/01/28/la-improvisacion-induce-al-error/

 

LA FRAGILIDAD RUSA: LA MALDICIÓN DE LA AUTOCRACIA

Rafael Poch

Publicado el 2

Sobre la fragilidad de Rusia. Una advertencia contra la sobrevaloración de su potencia.


Procesión de Pascua. Ilya Repin

Me parece que algunos observadores de izquierda del Sur global son excesivamente optimistas, y están demasiado deslumbrados por la combinación que resulta de la alianza ruso-china por un lado, y del declive de Occidente en el mundo por el otro. Ambos procesos son verdaderos, pero el primero, la alianza ruso-china, es incierto a medio plazo. No sabemos cuanto va a durar, teniendo en cuenta el desequilibrio de potencia entre ambos países y la nula vocación de Rusia por ser “hermana menor” de nadie. Respecto al segundo, es tendencia histórica, es decir tiene lugar desde hace décadas y es lento en sus efectos. Así que la promesa de un mundo multipolar, con varios centros de poder, que suceda al hegemonismo occidental a punto de quebrar, es al mismo tiempo verdadera, problemática y relativa…

Todo esto es un gran asunto del que no sabemos qué resultará, pero aquí vamos a centrarnos solo sobre un aspecto del mencionado optimismo: la exagerada sobrevaloración de la potencia rusa.

Por más que algunos despechados intelectuales “euroasianistas” de su régimen lo insinúen, Rusia no es Asia. Con su milenaria tradición cristiana, su alfabeto de tipo griego, su etnia y lengua mayoritariamente eslavas, sus coordenadas de civilización son inequívocas. Parafraseando a Pavel Miliukov, el principal historiador de su cultura política de principios del siglo XX, podemos afirmar que Rusia no es Asia, sino Europa complicada por Asia. Rusia es periferia occidental -como España lo era hasta que su reciente asfaltado intelectual europeista evaporizó a Don Quijote de la escena. Eso quiere decir que desde esa posición, Rusia forma parte y está inserta en la tendencia histórica del declive occidental.

En los años noventa, tras el fin de la URSS, por algunos momentos nos pareció que el país se iba literalmente al garete de la mano de su degenerada casta política administrativa, concentrada en el saqueo y la privatización del patrimonio que con la URSS solo administraba sin poseer ni heredar. El restablecimiento llevado a cabo por Putin corrigió esa perspectiva de hundimiento, pero hay que ser conscientes de que, en el mejor de los casos, ese restablecimiento no pasa de ser una mera administración del inexorable declive general, tal como pronosticaba en los noventa Lev Gumiliov. Para entendernos, ese restablecimiento no tiene nada que ver con los combustibles que impulsan el ascenso de China.

En mi opinión el fortalecido papel de la Rusia de Putin, en su entorno y en el mundo, es más engañoso que real. Bajo su aparente contundencia se oculta una inquietante fragilidad.

LOS TRES CÍRCULOS DEL “SOCIALISMO”

Desde el punto de vista de su cohesión territorial, la Unión Soviética se creó como una federación de repúblicas. A diferencia del Imperio Ruso, en el acrónimo “URSS” ni siquiera figuraba “Rusia”, pero el carácter dogmático y casi religioso de su ideología exigía una absoluta unidad y obediencia. Esa exigencia acabó por anular por completo no solo lo federal sino cualquier atisbo de autonomía, aunque esto último se recuperó en la época de Brezhnev, por lo menos a nivel de la holgura con que las élites de las diferentes repúblicas hacían y deshacían en sus territorios.

El nuevo imperio ruso que fue la URSS -imperio “raro”, en el sentido de que no había succión de recursos de la periferia desde el centro ruso- ejerció un dominio basado en la ideología. Desde que Stalin afirmó el “socialismo en un solo país” frente al precedente internacionalismo, el “socialismo” fue el cemento nacional ruso de dominio y cohesión territorial que se acabó instalando una vez anulados los impulsos liberadores y de radical ruptura de la Revolución de 1917. Como decía el historiador y maestro Dmitri Furman (1943-2011), “Stalin fue la síntesis entre un clásico del particular marxismo ruso, un nuevo Lénin, y un reformulador del nacionalismo ruso, un nuevo Iván el terrible”. La analogía con Napoleón, a la vez verdugo y reformulador imperial de la Revolución Francesa, tiene cierto sentido. En todo caso, gracias a ese “socialismo”, un nacionalismo ruso camuflado pudo seguir manteniendo el enorme espacio euroasiático durante 80 años mas.

El espacio imperial soviético tenía tres círculos concéntricos. El primero era su matriz rusa, la República Socialista Federativa de Rusia (RSFR), el segundo las repúblicas de la URSS, y el tercero los países del bloque socialista. Con la disolución de la URSS y la anulación de su muy erosionada ideología, se evaporó el cemento que adhería toda la construcción. Con la disolución de la autocracia zarista en 1917 pasó algo parecido. En el caos que sobrevino algunos territorios (entre ellos Polonia y Finlandia) abandonaron el imperio. Con la disolución de la URSS y su previa liberalización, fue todo el bloque del Este y las repúblicas soviéticas, el tercer y segundo círculo, las que se fueron. Pero de la misma forma en que tras la Revolución de 1917 el espacio se recompuso con otras fórmulas mediante la URSS, tras la disolución de ésta se inventó la CEI, la Comunidad de Estados Independientes, para rescatar los restos del naufragio con una nueva integración.

LA DOBLE COMPLICACIÓN DE LA INTEGRACIÓN POSTSOVIÉTICA

Desprovista del cemento ideológico y de toda idea cohesionadora, este nuevo invento integrador que la Rusia postsoviética lleva a cabo desde hace años en la CEI, ya es una lucha por refundar un espacio rusocéntrico sin matices ni camuflajes. Está empresa está resultando extremadamente complicada, tanto a nivel institucional como a nivel ciudadano.

Institucional, porque el esfuerzo de Moscú por recuperar espacios e influencias, algo que tiene pleno sentido nacional ruso, choca con la afirmación nacional de las nuevas repúblicas independientes. Para ellas, la independencia y la soberanía son el presupuesto ideológico básico de su cohesión nacional. La integración de la enorme Rusia con las pequeñas y no tan pequeñas repúblicas contiene, además, una certeza de desigualdad implícita en los diferentes pesos de cada una de ellas comparadas con Rusia. En la integración de los pequeños con el grande no hay posibilidad alguna de ecuanimidad. Pasaría lo mismo si Estados Unidos creara una especie de federación con Canadá, México y las siete repúblicas centroamericanas. En la Unión Europea también se observan tendencias desintegradoras pero las correlaciones son diferentes, por la existencia de varias naciones “grandes” en cierto equilibrio que amortiguan el propósito dominador de Alemania, la mayor de ellas. Por Varufakis y muchos otros testimonios, sabemos que en las reuniones del Euro grupo, esa especie de Politburó tecnocrático-neoliberal, es Alemania la que lleva la voz cantante, mientras los otros escuchan. Pero es otra escala.

Los dirigentes de las repúblicas ex soviéticas solo pueden ver en la integración un yugo desigual, una mera disciplina y sometimiento a designios rusos sin mayores matices. Entonces, ya sin fundamentos ideológicos comunes y con la necesidad de afirmar su propia cohesión en colisión con los designios de Rusia, ¿qué es lo que les mantiene unidos a Moscú a pesar de todo? La respuesta a esa pregunta es inequívoca: el nuevo cemento es la común naturaleza autocrática de sus regímenes. Y la maldición de este nuevo intento de integración del espacio euroasiático es precisamente que ese cemento es sumamente quebradizo.

CLUB DE REGÍMENES AUTORITARIOS

Todos los regímenes postsoviéticos que participan en el esfuerzo integrador ruso tienen en común su condición de “democracias de imitación”. Sus parlamentos son irrelevantes, sus elecciones trucadas, sus regímenes autoritarios/oligárquicos con gran nivel de corrupción, y sus dirigentes no tienen alternativa: se suceden en el poder o nombran a sus sucesores, sin que haya posibilidad alguna de cambio. Aunque el sentido, económico, comercial, cultural, lingüístico, histórico y político, de la integración sea enorme y genuino, en la práctica la principal y última razón de ser institucional es el mantenimiento de los regímenes autocráticos formados por cada oligarquía nacional en diversas modalidades. Esa característica fragiliza enormemente la empresa ante las sociedades y ciudadanías de todos esos países para las cuales un horizonte de mayor libertad y holgura es una aspiración ineludible.

Desde Kirgizstán a Ucrania, pasando naturalmente por Rusia, todas las sociedades se miran a efectos de futuro en el espejo “europeo”. No estamos en China donde se juega en otra liga (¿de momento?), la liga de las “características chinas”. El caso de Mongolia, que no es una “democracia de imitación” sino una democracia homologable con las occidentales desde todos los puntos de vista, sugiere que no hay un límite geográfico en Eurasia a esos efectos. Con mayor o menor intensidad, la aspiración a una vida con menos corrupción, desigualdad e injusticia, y mayor espacio de libertad, incluida la posibilidad de cambiar de gobierno en elecciones, es una presión que se manifiesta periódicamente (que en caso de realizarse, esa aspiración tenga muchas probabilidades de convertirse en sumisión y vasallaje a otro poder extranjero, cambia poco la situación). Ese es el principal fundamento de las llamadas “revoluciones de colores” y es mucho más importante que el intervencionismo occidental de propósitos manifiestamente bastardos y sin la menor conexión con la democracia en ellas. Sin un movimiento nacional-popular genuino, el cambio de régimen del 2014 en Ucrania, que incluyó inequívocos aspectos de golpe de estado, no habría sido posible, por más dinero y esfuerzos que hubieran puesto Washington y Bruselas.

Ante esos movimientos sociales y civiles, Rusia actúa en la CEI como la URSS actuaba en Europa del Este en el anterior ciclo histórico: defendiendo el estatus quo, e impidiendo la autonomía social. Las contradicciones están llegando a tal extremo que hasta en Bielorrusia, la más soviética y hermana de su matriz rusa de las repúblicas de la URSS, Rusia empieza a ser vista como impedimento y obstáculo de emancipación y evolución hacia un sistema político para el que la democracia de baja intensidad común en Europa Oriental y Occidental es manifiestamente preferible a la autocracia de Lukashenko que ha preservado una nivelación social y un estado asistencial de tipo soviético considerable y valioso (aspecto que explica la frialdad obrera ante los últimos grandes movimientos ciudadanos contra el caudillo bielorruso).

En Kazajstán acabamos de ver cómo se ha aplastado y reprimido un movimiento social antioligárquico (el grito “¡vete viejo!” dirigido al Caudillo Nursultán Nazarbayev) con la ayuda de Moscú y su estructura militar de seguridad euroasiática. El contenido práctico de esa ayuda ha sido discreto, las tropas no han participado en la represión y apenas han estado en Kazajstán una semana para no ofender al nacionalismo local (sería interesante saber qué decían al respecto los chinos, que tienen mucha mas inversión en el país), pero han servido para imponer a una facción de la oligarquía kazaja sobre otra, la familia de Nazarbayev, que monopolizó el saqueo del patrimonio energético del país durante treinta años.

Se está llegando a una situación en la que Moscú es el impedimento de cualquier evolución política. Lo máximo que pueden esperar los bielorrusos es que el Kremlin encuentre un recambio autocrático de su gusto al desprestigiado, astuto y conflictivo Lukashenko. Respecto a los kazajos, no creo que puedan esperar mucho más del cambio de la familia y los clanes de Nazarbayev por la de Tokayev y los suyos.

En la actitud del Kremlin no hay solo consideraciones, digamos “geopolíticas”, evitar que tal o cual república se pase a Occidente con toda la pérdida económica, política y de seguridad que supone. Es muy importante también el miedo a un contagio: miedo a una revuelta social y anti oligárquica en Rusia, algo que tarde o temprano sucederá…

Así, si la desproporción de pesos específicos y la correlación de fuerzas de las repúblicas de la CEI con respecto a Rusia, complican todo horizonte de soberanía por arriba, la defensa a ultranza del orden oligárquico, por miedo de que las sociedades huyan hacia Occidente y que la ola llegue a Rusia, complica sobremanera la integración por abajo. La conclusión es inequívoca: este embrollo solo puede desenredarse con un cambio político en Rusia. Llegamos así a lo más complicado.

AL CAMBIO POR LA CONVULSIÓN

El cambio evolutivo hacia una democracia homologable con las de Occidente (entiéndase una democracia de baja intensidad, plutocrática, corrupta e injusta, por todo aquello que hace al capitalismo incompatible con una democracia genuina) es en Rusia más difícil que la caótica quiebra de su régimen. Como expliqué en mi libro Entender la Rusia de Putin (2018), una sociedad civil excluida de toda responsabilidad política, sin posibilidad de cambio institucional, con pocos altavoces para expresar legalmente su disconformidad, etc., etc. tenderá siempre a una actitud de derribo más que de reforma o enmienda del orden establecido. Si no se puede intervenir vía elecciones, vía las cámaras representativas y los medios de comunicación, solo queda la calle y la fuerza como espacio y método de cambio. En esas condiciones, la autocracia considerará siempre, y con razón, cualquier propósito de reforma desde abajo como subversivo, cuando no obra de agentes extranjeros. El pacto y el consenso son figuras complicadas que tanto arriba, en el poder, como abajo, en la sociedad, tienden a verse como expresión de debilidad. En esa dialéctica, el cambio tiene muchas probabilidades de plantearse como convulsión.

Si, como consecuencia de tal quiebra, regresaran al poder en Rusia las fuerzas “liberales” que gobernaron el país tras la disolución de la URSS de 1991, el resultado podría ser parecido, o igual, o peor, al actual. Esto no es una profecía, sino la constatación de algo conocido y experimentado, algo que ya hemos visto.

El actual régimen ruso, tan denostado por Occidente, no lo fundó Putin, sino Boris Yeltsin en nombre de valores liberales-occidentalistas. No hay en esto ninguna paradoja. Recordemos que Rusia es el país en el que los espantosos crímenes de los años treinta de Stalin se cometieron en nombre del socialismo… Fue en los años noventa bajo el gobierno “liberal” y pro occidental de Yeltsin (con raras excepciones mas bien habría que hablar de “liberales-estalinoides”), cuando se bombardeó el primer parlamento plenamente electo de la historia rusa entre el aplauso de Occidente (octubre de 1993) y se impuso sobre aquella masacre (unos 200 muertos y miles de detenidos) un presidencialismo y una constitución autocráticos y un parlamento (Duma) consultivo e irrelevante. Esta memoria nos advierte contra el aplauso y el padrinazgo occidental de personajes alternativos a Putin como el envenenado y encarcelado Aleksei Navalny: puede haber algo peor que Putin. Muchos rusos, seguramente la mayoría, así lo piensan.

Otra consideración importante es la contradicción entre el propósito “nacional” del Kremlin (lo político) y la dependencia que la oligarquía rusa tiene del entramado occidental, en cuyas instituciones bancarias y paraísos fiscales guarda sus capitales. En ese “internacionalismo” de los ricos hay un claro potencial de cisma interno del régimen ruso que es un conglomerado burocrático-oligárquico…

No hay en estas consideraciones nada de determinismo fatalista. Son el resultado de una observación de los ciclos de la historia rusa y de los datos y señales que ofrecen el país y las circunstancias de su sociedad, un trabajo que en gran parte está aún por hacer. Y ese análisis apunta mas bien a que solo mediante turbulencias podrá Rusia llegar a un gobierno y una condición económica y socialmente más estables. El día que los rusos así lo decidan me parece que un escenario de tipo socialista-colectivista, tiene más futuro que uno oligárquico-occidentalista, pero quizás para eso tenga que pasar una generación. En ese escenario será mejor un estricto no intervencionismo, dejar a Rusia en paz, para no repetir los desastres que agravaron el salvajismo de su guerra civil después de la Revolución, contribuyendo al “comunismo de guerra” y a la génesis del estalinismo. Rusia es material inflamable que conviene no agitar. Y es demasiado grande, en todos los sentidos, para ser colonizada y aleccionada.

ACTITUD HIPOCRÁTICA

Esa debería ser la actitud europea hacia ella, una actitud, podríamos decir, hipocrática: no agravar con nuestra intervención el estado de salud del paciente, los traumas y complejos que su complicada historia imprimieron en la psiqué colectiva de su sociedad. Eso quiere decir, por ejemplo, aquí y ahora, acceder a sus razonables exigencias de “garantías de seguridad”, retomar la diplomacia y renunciar a la política de sanciones. Al fin y al cabo estipular un estatuto de neutralidad para países como las repúblicas bálticas, Ucrania o Georgia, y delimitar un continente libre de armas nucleares, no equivale al “nuevo Yalta”que invocan nuestros políticos. Finlandia y Austria tuvieron estatutos de neutralidad en el siglo XX cuando Rusia era mucho más poderosa que ahora, sin vender por ello su soberanía a Moscú. Si Europa convive, e incluso sanciona tácitamente, anexiones tan violentas y abusivas como las de Israel, la de Turquía en Chipre o la de Marruecos en el Sahara occidental, ¿por qué hacer escándalo de Crimea, secular tierra rusa, incorporada a Rusia sin violencia y con el beneplácito de su población?

La tensión con Rusia conviene a Estados Unidos cuyo dominio político-militar del continente depende de ella. Una relación normalizada entre Rusia y la UE acabaría con ese dominio (otro asunto es cómo se proyectaría en el mundo tal sintonía si llegara a integrarse desde Vladivostok a Lisboa).

La simple realidad es que en el mundo de hoy, Rusia y China, practican una política exterior mucho más prudente, opuesta al belicismo y abierta a la diplomacia y el consenso en la resolución de los problemas internacionales, que sus adversarios occidentales. Basta con observar la crónica bélica de los últimos veinte años para convencerse de ello. No hay aquí tampoco gran paradoja, pues Occidente mantiene niveles de pluralismo de puertas adentro, perfectamente compatibles con la dictadura, el racismo y las matanzas, características del colonialismo y el imperialismo, de puertas afuera.

Si la tensión con Rusia se mantiene hoy en Europa, no es solo a causa de esa maldición de la autocracia que condena a la fragilidad al espacio euroasiático con centro en Moscú, sino también, y sobre todo, a causa de otras enfermedades, particularmente occidentales. Pero esa es otra historia mucho más conocida entre nosotros, y hoy solo queríamos abordar el problema de la fragilidad de Rusia y las contradicciones que encuentra la complicada integración del espacio postsoviético.

Los partidarios de ese orden internacional no imperial, menos injusto y más democrático que necesitamos para afrontar los retos del siglo (calentamiento global, desigualdad, exceso de población y proliferación de recursos de destrucción masiva), deben ser realistas y no hacerse falsas ilusiones.

(Publicado en El Salto)

Fuente: https://rafaelpoch.com/2022/01/26/la-maldicion-de-la-autocracia/

 

viernes, 28 de enero de 2022

TRES MOVIMIENTOS DEMOCRÁTICOS DEL PUEBLO.



(28 de enero de 2022)

Por Miguel Ángel Aragón

En la contienda político electoral del año 2021 participaron 19 agrupaciones políticas, en representación de las diferentes clases y facciones de clases sociales del Perú actual. Fue la contienda electoral más reñida de los últimos años.

 I

En un esfuerzo por simplificar el análisis, y forzando un poco la figura, podemos agrupar a las diferentes agrupaciones en tres grandes bandos sociales y políticos.

1.- La ultraderecha reaccionaria, que pretende desconocer todos los derechos de los trabajadores conquistados en 100 años de lucha, y regresar al orden social que existió en el siglo XIX. Esta ultraderecha feudal burguesa está agrupada en tres corrientes principales: Renovación Popular, Fuerza Popular y Avanza País. 

En su conjunto esas tres agrupaciones ganaron las elecciones parlamentarias del 11 de abril, y por eso actualmente tienen mayoría y controlan el actual Parlamento. En cualquier propuesta que se haga tenemos que partir de este hecho real y objetivo, la ultraderecha ganó las elecciones de abril de 2021, así como hace cinco años ganó las elecciones de abril de 2016. Esta es una realidad que muchos izquierdistas superficiales no toman en cuenta al hacer propuestas que no corresponden a la actual correlación de fuerzas. 

2.- La derecha conservadora, que pretende mantener al país en el siglo XX. Esta derecha burguesa, agrupada en tres corrientes principales: Partido Morado, Somos Perú, y una parte de Acción Popular (el ala acaudillada por Lescano). 

Aprovechando las pugnas entre los dos extremos que hay en el Parlamento, y ganando el apoyo de un sector de la ultraderecha, los representantes de esta derecha conservadora, ganaron la elección para la actual Mesa Directiva del Parlamento.

Confundir a la derecha burguesa, con la ultraderecha feudal burguesa, es un grave error táctico de algunos izquierdistas "puristas" y superficiales. 

3.-Los movimientos democráticos del pueblo, más conocidos como "movimientos de izquierda", que se identifican con los intereses y con las demandas del pueblo peruano, que aspiran a la renovación peruana para posicionarse y avanzar en este ya iniciado siglo XXI. Estos movimientos también están agrupados en tres corrientes: Frente Amplio, Juntos por el Perú, y Perú Libre. 

Los candidatos del Frente Amplio no alcanzaron representación en el Parlamento, mientras que los candidatos de Juntos por el Perú y Perú Libre en su conjunto suman más de 40 representantes del pueblo en el Parlamento. 

Este es un destacado mérito que hay que reconocer, saber aprovecharlo para la lucha   legal, y no dilapidarlo por cuestiones menores. La lucha parlamentaria debe ser un complemento de la lucha de masas.

Las otras 10 agrupaciones que participaron en la contienda electoral de abril de 2021, de una u otra manera, se ubican en la ultraderecha o la derecha, señaladas anteriormente. 

 II

 En la segunda vuelta electoral, los tres movimientos democráticos (Frente Amplio, Juntos por el Perú, y Perú Libre,) en su conjunto apoyaron la candidatura de Pedro Castillo, quien resultó elegido presidente del Perú (2021-2026), con una muy ajustada votación. 

Estas tres corrientes de izquierda (Frente Amplio, Juntos por el Perú y Perú Libre), son movimientos democráticos, que representan a diferentes sectores del pueblo peruano. Esta es la primera consideración que debemos tener en cuenta, al evaluar el comportamiento individual de sus dirigentes, y el actuar conjunto de sus respectivos movimientos políticos. Cometeríamos un grave error, por una pretendida "objetividad", el considerarlos parte de la derecha conservadora o arrinconarlos al lado de la ultraderecha reaccionaria, como equívocamente vienen haciendo algunos doctrinarios de izquierda marginales. 

A los movimientos democráticos del pueblo, no los debemos evaluar con los requisitos y exigencias propios que deberían cumplir las tendencias socialistas. Sería como pretender evaluar a un estudiante de educación primaria, con un examen de educación secundaria. 

No pues, no es así. Revisemos la acertada propuesta de Mariátegui de utilizar el "relativismo histórico". (revisar 7 Ensayos)

Además, en todo momento debemos tener en cuenta en primer lugar la etapa histórica en la cual estamos viviendo, así como la coyuntura del momento actual.

En lo primero, actualmente, la lucha   de clases en el Perú, todavía continúa en "la etapa democrática de la revolución socialista". Ya quedó atrás la revolución democrática que debió dirigir la burguesía; y todavía no se ha ingresado a la etapa socialista de la revolución socialista. (recomiendo revisar nuevamente los "Principios Programáticos" propuestos por Mariátegui el año 1929).

En lo segundo, referente a la coyuntura, reiteró que actualmente "no hay situación revolucionaria" en el país. (recomiendo hacer el análisis concreto de la situación concreta del momento presente, y dejarnos de especulaciones antojadizas que no corresponden al momento actual). 

Con estos criterios básicos de referencia, estoy revisando las diferentes opiniones que se han expresado a propósito de la necesaria e importante renovación de la directiva del Movimiento Nuevo Perú, uno de los movimientos democráticos más importantes de los inicios del presente siglo XXI. (continuaremos).




jueves, 27 de enero de 2022

SI HAY TERCERA GUERRA MUNDIAL, LA CUARTA SERÁ A GARROTAZOS

 


No faltan los estrategas dentro del Pentágono que hablan de “guerras nucleares limitadas” o de “guerras atómicas de baja intensidad”. Otros estrategas militares, conocedores de estos temas y con visiones más racionales, afirman que eso sería incontrolable.

27/01/2022

El título de este opúsculo es una frase habitualmente atribuida a Einstein, muy elocuente de la situación actual que vive la Humanidad. Es sabido que de desatarse una nueva guerra mundial, las grandes potencias implicadas (Estados Unidos y Rusia principalmente, China en segundo lugar) poseen una capacidad en armamentos nucleares tan monumental que podría pensarse en la desaparición de toda especie viva de la faz del planeta. Sería un holocausto superior incluso al que ocurrió hace 66 millones de años, con la caída de un meteorito en lo que hoy se conoce como el Cráter de Chicxulub, en la península de Yucatán, México, cuando desapareció el 75% de toda forma viva (animal y vegetal), produciendo la extinción de los dinosaurios. 

Hoy día, en realidad, el gran público no puede saber con exactitud cuánto armamento nuclear existe efectivamente en el mundo. Como todos los muy guardados secretos de orden militar, los ciudadanos de a pie podemos tener retazos de información, podemos especular un poco, intuir algo. Los académicos y centros de investigación que estudian estos temas tienen acceso a determinados datos, aunque todo indica que no a su totalidad. Muchos menos, a los planes estratégicos que tienen trazadas las potencias que manejan el orden global. 

Lo cierto es que, hasta donde se sabe, existen en el mundo alrededor de 15.000 armas nucleares. En el momento más álgido de la Guerra Fría, que enfrentaba a Estados Unidos y la Unión Soviética como superpotencias con poder atómico, hacia 1985 llegó a haber 65.000 armas activas. Con el desmantelamiento de la segunda, se produjeron significativos recortes a esos arsenales. De todos modos, muchas de esas armas que oficialmente salieron de servicio de acuerdo a los tratados de desarme firmados, nunca se destruyeron, sino que fueron parcialmente desmanteladas, estando en condiciones de volver a ser operativas con rapidez. El poder de fuego nunca desapareció; en todo caso se redujo al nivel de la época en que se desató la llamada “crisis de los misiles”, en 1962, cuando la Unión Soviética estacionó armamento nuclear en la isla de Cuba, a kilómetros de La Florida. 

En otros términos: la capacidad de destrucción total nunca desapareció, aunque hoy día no se curse una Guerra Fría (y caliente en determinadas regiones del mundo, donde se enfrentaban las dos superpotencias a través de guerras locales: África, Medio Oriente, Centroamérica). La capacidad instalada en la actualidad, aunque menor a los peores momentos de aquella guerra nunca desatada, continúa siendo altamente letal. Del total de bombas atómicas, el 92% pertenece a las dos superpotencias nucleares: Estados Unidos y la Federación Rusa, heredera de la Unión Soviética, con alrededor de 7.000 cada una. Otros países –curiosamente, todos los otros miembros del Consejo de “Seguridad” de Naciones Unidas– completan el cuadro: Francia, China y Gran Bretaña. Junto a ellos, también otros Estados poseen este armamento, en mucho menor medida: India, Pakistán, Corea del Norte e Israel (que oficialmente dice no disponerlo). 

Debe remarcarse que el poder destructivo de cada uno de estos artefactos es, como mínimo, 20 veces superior a las bombas que lanzó Estados Unidos en 1945 sobre Japón (Hiroshima y Nagasaki), único país de la historia en utilizar este armamento en acciones de enfrentamiento real, y justamente cuando la Segunda Guerra Mundial ya estaba decidida y la nación nipona prácticamente rendida. Pero hay un agravante: los medios para hacer llegar esos ingenios a sus objetivos han seguido desarrollándose, y hoy asistimos a misiles hipersónicos, con una velocidad estratosférica, capaces de burlar todas las defensas enemigas. En estos momentos Rusia tiene la total delantera al respecto, siendo que China acaba de realizar una prueba –negada por Pekín, agigantada por Washington, que vivió esa experiencia como un nuevo y devastador “momento Sputnik”– de un misil de este tipo que va dejando a Estados Unidos a la zaga. Se calcula que el país americano lleva un retraso de, al menos, tres años en relación a sus rivales en esta capacidad bélica. 

¿Por qué decir todo esto? Valen aquí palabras de Freud, judío de familia, en respuesta a una carta de otro judío atemorizado por el avance del nazismo en la década del 30 del pasado siglo: Albert Einstein. En contestación a esa carta-pregunta del físico alemán, ¿por qué los seres humanos pareciera que viven matándose continuamente a través de la historia?, el médico vienés respondió en 1932, en un texto imprescindible conocido luego como “El porqué de la guerra”: “Usted se asombra de que sea tan fácil incitar a los seres humanos a la guerra y supone que existe en los seres humanos un principio activo, un impulso de odio y de destrucción dispuesto a acoger ese tipo de estímulo. Creemos en la existencia de esa predisposición en el ser humano”. A eso Freud lo llamó, en lo que él mismo consideraba su “mitología” conceptual: pulsión de muerte (Todestrieb). 

Todo indica, desde la clínica individual al estudio del curso de la historia, que efectivamente habría una tendencia destructiva muy grande en los seres humanos. “La violencia es la partera de la historia”, pudo decir Marx al ver la marcha de la Humanidad. Entonces: ¿es posible hoy la desaparición de la especie humana producto de una guerra que desate la furia nuclear acumulada? Sí, sin dudas. 

Según los científicos conocedores de estos asuntos, de activarse todos los arsenales nucleares disponibles en la actualidad se podría producir una explosión de tales dimensiones cuyas secuelas llegarían hasta los confines del Sistema Solar, hasta la órbita de Plutón. Ello podría ocasionar la muerte de millones y millones de seres humanos en forma inmediata producto del impacto, más otros miles de millones al corto tiempo por efecto de las nubes radioactivas que envolverían todo el planeta. Quienes eventualmente sobrevivieran, morirían de hambre a la brevedad, porque el invierno nuclear (polvo levantado por las explosiones, similar a lo del meteorito de Yucatán) cubriría el sol por una década como mínimo, creando una noche continuada que eliminaría toda forma viva. La frase de Einstein respecto a una posible cuarta guerra mundial queda así demasiado esperanzadora, en exceso optimista: ¡no quedaría nadie! 

Es imposible predecir si eso puede pasar. Queremos creer que la racionalidad y la sensatez se impondrían, y que nadie quiere comenzar un conflicto que puede terminar en ese Armagedón atómico. De hecho, las potencias utilizan la expresión MAD: Mutually Assured Destruction (Destrucción Mutua Asegura), relación también conocida como “1+1=0”, para referirse al eventual escenario de una guerra nuclear: ninguno de los dos adversarios sobreviviría. Mad, curiosamente, significa “loco” en idioma inglés. Confiamos en que nadie va a ser tan “loco” de oprimir el primer botón. Pero la intuición freudiana –no muy distinta a lo que pueden haber dicho Marx o Einstein– parece tener mucha consistencia. 

En estos momentos se está jugando con fuego. Y no debe olvidarse que cuando se juega con fuego… nos podemos quemar. El detalle a tener en cuenta es que ahora esa quemazón implica la posible desaparición de la Humanidad. ¿Por qué decir esto? Porque una vez desatado un ataque nuclear, la vuelta atrás es imposible. Todos los análisis coinciden en que es técnicamente imposible una conflagración nuclear, porque allí no habría ganadores. Las bravuconadas, amenazas y mentiras son parte esencial de la guerra. 

Es obvio que, aunque sin nombrarla, vivimos ya una nueva guerra fría. La clase dominante de Estados Unidos, o mejor aún: el complejo militar-industrial de ese país, que es quien fija su política exterior, se beneficia de ese clima de bravuconería y amenazas. Ver en el otro un enemigo monstruoso obliga a mantener siempre en funcionamiento la industria militar. Industria, no olvidarlo nunca, que es la más próspera de todas en el planeta, con facturaciones que equivalen al Producto Bruto Interno de muchos países juntos del Sur global. 

Ese complejo militar-industrial necesita enemigos; de su aparición, y cuanto más temible sea, depende su éxito comercial. La Unión Soviética fue la excusa perfecta para mantener ese gran negocio por décadas. Ahora es Rusia, y recientemente también China pasó a ser buen candidato. En un libro aparecido en plena pandemia, en 2021: “2034: A Novel of the Next World War” (“2034: una novela de la próxima guerra mundial”), el almirante de la Marina estadounidense, ahora retirado, Jim Stavridis, quien fuera comandante de las fuerzas de la OTAN en Europa, junto al escritor Elliot Ackerman, pintan el escenario de una tercera guerra mundial iniciando en el Mar de China. Más allá del posible sensacionalismo novelesco, más de algún comentarista preguntó por qué poner esa guerra con China tan lejana, porque ya estaría comenzando en un par de años. 

¿Estados Unidos desea una guerra nuclear? Una guerra total con todas las armas desplegadas, no. Pero no faltan estrategas dentro del Pentágono que hablan de “guerras nucleares limitadas”, “guerras atómicas de baja intensidad”. Locura absoluta. Otros estrategas militares, conocedores de estos temas y con visiones más racionales, afirman que eso es incontrolable, por dos motivos: 1) las nubes radioactivas se diseminan por todo el planeta (Europa Occidental, casi en su totalidad, sigue sufriendo contaminación en sus suelos por el desastre de Chernóbil de hace ya varias décadas). 2) El inicio de una guerra solo habla de cómo comienza la misma, jamás de cómo termina. Esto significa, como dijera Freud, que es “tan fácil incitar a la guerra [pues] supone que existe en los seres humanos un principio activo, un impulso de odio y de destrucción” por el que nadie quiere perder. Además, en el transcurso del combate, pueden surgir imponderables que deciden el final: errores humanos, sabotajes, aprovechamiento del escenario por terceras fuerzas que indirectamente se benefician de la situación, acciones locas y desesperadas de quien va perdiendo. Las guerras no son racionales: son humanas. Y los humanos distamos mucho de ser robots racionales. 

La clase dominante de Estados Unidos pareciera que realmente se cree depositaria de un destino manifiesto de salvación de la Humanidad. Articulando eso con los negocios y con un american way of life que solo ve al resto del mundo como subordinado, al que hay que llevarle los “buenos principios” de la democracia liberal y la prosperidad capitalista, desde hace 100 años la emprende contra todos. Los Documentos de Santa Fe, piedra basal de esa élite dueña de buena parte del mundo, llevan por título “Por un nuevo siglo americano”, dando por supuesto que los destinos de la Humanidad deben seguir siendo regidos desde la Casa Blanca de Washington en el siglo XXI, similar a lo ocurrido en el XX. 

Pero el mundo no es más unipolar, como pareció serlo cuando caía el Muro de Berlín, se desintegraba la URSS y China abrazaba el libre mercado. Aunque la Unión Europea –otrora dominadora del planeta, arrogante y racista– ahora sea un triste furgón de cola de Estados Unidos, ahí están Rusia y China mostrando que el mundo no es solo como lo conciben los halcones guerreristas de Washington. El mundo no es un paraíso, y ninguna de esas dos potencias euroasiáticas lo promete. En realidad, no hay paraíso, ni lo podrá haber nunca. La historia humana se escribe con sangre. Pero puede haber algo más equitativo que el actual desastre del capitalismo global al que asistimos, donde su principal negocio ¡es la guerra! El experimento del primer estado obrero y campesino en Rusia muestra que otro mundo sí es posible. La actual Rusia capitalista y mafiosa ¿será solo un accidente de la historia y volverá el socialismo? La Nueva Ruta de la Seda china no es, hoy por hoy, la solución a los problemas de la Humanidad, pero abre preguntas sobre el mundo por venir, mostrando que hay alternativas al capitalismo más rapaz y sanguinario. Las provocaciones cada vez más descaradas de Estados Unidos contra Rusia (con el calentamiento de Ucrania en este momento, lo que forzó a Moscú a declarar que si la OTAN no cesa en su acercamiento preocupante llevará a instalar misiles rusos en Venezuela y Cuba) y contra el gigante asiático (con la militarización del Mar de la China y una subida provocación con una tremenda flota de guerra en el área) pueden deparar cualquier cosa. Quizá todo no pasa de escaramuzas bélicas con algunos muertos con armamento convencional, pero ¿quién lo sabe? Insistamos: se puede saber cómo empiezan las guerras, pero no cómo terminan. 

Nadie quiere perder en una guerra, y la avidez de la clase dirigente norteamericana parece no tener freno, más aún ahora que comienza a ver que va cayendo su hegemonía planetaria. ¿El gigante herido estará dispuesto a hacer cualquier cosa para mantener su predominio? ¿Armas nucleares? Pero… quien juega con fuego, se quema. Alguien, parafraseando la frase de Einstein que sirve como título del presente escrito, dijo mordazmente: “Que venga de una vez la guerra atómica total. Quizá así, los que sobrevivan pueden empezar de nuevo y no lo hagan tan mal como se hizo hasta ahora”. ¿Valdrá la pena esperar el holocausto termonuclear para recomenzar, o mejor luchar ahora por un mundo sin las inequidades de las que, aunque quiera, no puede salir el sistema capitalista?

Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/214807