31-05-2017
No todos
los días una guerrilla en Colombia, toma la decisión de dejar las armas y
convertirse en un partido político; la última vez fue en 1.991 y ahora parece
tocarle el turno a las FARC, organización nacida el 27 de mayo de 1.964.
Digo que parece corresponderle el turno a las FARC,
porque su Dirección tiene esta decisión tomada, pero es claro que el régimen
colombiano, no tiene la misma decisión, porque la mitad afirma que si quieren
ver a las FARC como un partido político, mientras que la otra mitad se opone a
esta transformación. Ambas facciones coinciden en que la solución política del
conflicto interno, consiste en que desaparezca la resistencia guerrillera, es
decir que deje de existir la rebelión armada revolucionaria, pero sin acabar
las causas que la generan.
Si la elite dominante considera correcto acabar las
consecuencias del conflicto, dejando intactas las causas, habría que hacerles
una medición de inteligencia para entender cómo piensan; pero no, no se trata
de falta de inteligencia, es más bien de falta de voluntad política para
cambiar, sin ceder en sus privilegios, porque así se encuentran cómodos.
Varios pensarán que el actual gobierno de Santos,
si quiere cambiar las causas del conflicto, pero no puede hacerlo. Lo mismo le
dijeron en 1.957, a Juan de la Cruz Varela, el último guerrillero liberal:
“Incorporar su gente al ejército, darles tierra
a los que quisieran volver al campo y además dinero para la vaca y el caballo.
(Son) peticiones excesivas, una cosa imposible” [1].
Las peticiones excesivas
Los guerrilleros que se desmovilizaron en 1.991,
contribuyeron a hacer una Asamblea Nacional Constituyente, que supuestamente
consagró a Colombia, como un Estado social de derecho; pero un cuarto de siglo
después, las elites gobernantes le han introducido varias docenas de cambios, a
favor de las corporaciones multinacionales y de las minorías privilegiadas...
estos son los cambios que le gustan al régimen.
Ahora las FARC piden al régimen tres seguridades:
física, jurídica y socioeconómica. Ante las cuales, otra vez desde las clases
dominantes dicen que son “peticiones excesivas”. Porque la realidad está
demostrando, que las bandas paramilitares proliferan y ya llevan 60 líderes
sociales asesinados este año; además, la Corte entregó los acuerdos con las
FARC al Congreso, donde sufren una nueva andanada de cambios, ¿adivinen a favor
de quiénes?; y en cuanto a los proyectos socieconómicos, de todos es sabido que
las finanzas de los banqueros patrocinadores de Santos van bien, pero el tesoro
público va mal.
Incumplimientos S.A.
Es notable el esfuerzo que hacen las FARC para
seguir cumpliendo lo acordado, mientras el gobierno apurado logra llegar al 13
por ciento de cumplimiento de lo que le corresponde. Pero el asunto de fondo es
de falta de voluntad del régimen para cumplir; por ejemplo, el Proyecto de ley
sobre tierras, presentado recientemente por el gobierno, sirve al agronegocio
multinacional y a los grandes propietarios nacionales, desconociendo
abiertamente lo pactado con las FARC sobre este asunto.
El panorama en cuanto a justicia no es mejor,
porque en lo pactado sobre verdad y asumir responsabilidades por los hechos del
conflicto; mientras las FARC se apegan a lo acordado, en las clases dominantes
y sus agentes, realizan un verdadero campeonato por quién saca más ventajas de
la Jurisdicción Especial de Paz, en términos de quién elude mejor su
responsabilidades y se las achaca a niveles inferiores de mando. Lo peor de
todo, es que los sectores de la derecha extrema, hacen política gritando que
van a “hacer trizas” los acuerdos de paz, que les conceden una supuesta
impunidad a las FARC.
Las elites gobernantes mantienen la tradición
centenaria de incumplirle al pueblo y sólo cumplirse a sí mismas y a
extranjeros poderosos; por esto está en curso una oleada de protestas sociales
que van desde los 250 mil educadores, pasando por paros en regiones como el
Chocó, Buenaventura, Cauca y Barrancabermeja; las que son las más excluidas y empobrecidas,
al estar pobladas por minorías negras e indígenas.
¿Y el ejército?
Para terminar la comparación con los acuerdos
hechos por la elite con la guerrilla hace 6 décadas, debo decir, que en esta
coyuntura, está en duda si el gobierno cumplirá sus promesas de entregar
tierra, vacas y caballo, a quienes dejen de ser guerrilleros. De incorporación
de los guerrilleros al ejército estatal no se habló en estos acuerdos, porque
es algo inconcebible para el régimen.
En cualquier país normal, el ejército se dedica a
cuidar las fronteras, pero en Colombia desde antes del asesinato de Gaitán en
1.948, las clases dominantes involucraron al ejército y a la policía en el
conflicto interno; por esto volver a colocar a las fuerzas militares en la
función para la que Bolívar las creó, requiere mucha presión desde la sociedad.
En vez de pensar en reducir el ejército y los
presupuestos de guerra, el régimen decidió afiliar a Colombia a la máquina
bélica de la OTAN, decisión poco conocida por las y los colombianos, pero
rechazada por nuestros vecinos; como lo expresan decenas de intelectuales de
Latinoamérica y el Caribe:
“Al ser Colombia parte de la OTAN inmediatamente
se convierte en un objetivo de la guerra inhumana que la misma OTAN ha
fomentado lo que pone al mismo tiempo a todo nuestro continente en riesgo.
Creemos que Colombia y todos nuestros países deben
avanzar para hacer realidad plena el objetivo que América Latina y el Caribe
sean una Zona de Paz como proclamó la CELAC, en enero de 2014, en La Habana,
Cuba.
Pedimos que Colombia revierta esta decisión, se
retire de la OTAN, y siga su camino y su compromiso por la paz” [2].
El Día de la Dignidad
En las FARC han declarado el 27 de mayo, como el
Día de la Dignidad, decisión que todas y todos acompañamos, porque si bien la
oligarquía mantiene una estrategia de desaparecer a toda fuerza que les rete su
monopolio del poder; desde el campo popular contamos con las FARC, para seguir
adelante con la lucha por las transformaciones, que urge la sociedad
colombiana. En el entendido que las bases de un Nuevo País las sentamos con la
participación de las mayorías nacionales.
El legendario líder que fue Manuel Marulanda,
sostuvo como Camilo, que es la oligarquía quien decide en qué forma le entrega
el poder al pueblo, porque para él la estrategia revolucionaria es un machete
doblemente afilado, que por un filo tiene la lucha por la solución política del
conflicto y por el otro está la resistencia armada.
Notas
[1] “Eso también explica la muerte de Gaitán”.
Entrevista con José María Villarreal. Por Rocío Londoño y Medófilo Medina,
Revista Análisis Político N° 38, septiembre/noviembre de 1999.
[2] Carta abierta a Juan Manuel Santos.
"Queremos manifestar nuestra preocupación por el acuerdo firmado entre
Colombia y la OTAN". Rebelión.org, 29-03-2017.
Pablo Beltrán es jefe de la Delegación de diálogo
del ELN.