En
1991, durante una visita a China, la primera ministra británica
Margaret Thatcher le dijo al presidente Jiang Zemin que era imposible
establecer un sistema con las características que se proponía
China, es decir, que combinara la sociedad socialista con algunas
reglas del mercado.
Este
texto es una continuación del artículo ¿Hacia dónde va China?,
publicado el 23
de junio.
Según
Thatcher, el socialismo era incompatible con la economía de mercado.
Los dirigentes chinos, por el contrario, preconizaban que tal
propósito si era posible en los marcos de la teoría marxista del
materialismo histórico y dialéctico y la idea de "buscar la
verdad en los hechos" que propugnaba Mao Tse-Tung.
En
este sentido, Deng Xiaoping expuso que un país como China, que había
vivido tantas adversidades a través de su historia, solo había
podido levantarse tras hacer suyo el marxismo como instrumento de
liberación, que le permitió construir un nuevo país de orientación
socialista, lo cual habría sido imposible si hubiera elegido el
camino capitalista, según él, la prueba fueron los más de treinta
años de gobierno del Kuomintang tras proclamar la república.
Deng
pensaba que la integración del marxismo con la realidad china para
crear un camino propio permitió la liberación del país en 1949,
esto no sólo proporcionó la independencia, también la unidad del
país que es el bien más preciado tras milenios de separación,
conflicto y guerras intestinas.
El
marxismo contribuyó no sólo como teoría necesaria para vencer en
la guerra de liberación; también después de la victoria aportó
elementos valiosos para terminar con el caos, controlar la inflación,
comenzar a combatir la miseria y el atraso secular y empezar la
transformación de la industria y la base material necesaria para la
evolución del país, todo esto obligaba a persistir en el marxismo y
el socialismo de forma creadora.
Para
ello, se hacía imprescindible desarrollar las fuerzas productivas a
fin de forjar una abundancia de bienes materiales, lo que hizo
deducir que ésta sería la tarea fundamental que debía emprender el
sistema político socialista a fin de lograr una superioridad sin la
cual era imposible construir la nueva sociedad. El no haber entendido
esto desde el principio fue el mayor error de la dirección del país
luego de 1949.
Sin
el desarrollo superior de las fuerzas productivas, no hay
mejoramiento de las condiciones materiales y culturales de vida del
pueblo y, sin esto, no hay socialismo. ¿Cómo hacerlo?, fue la
pregunta más importante que tuvieron que formularse los dirigentes
chinos tras superar la Revolución Cultural y las desviaciones
propugnadas por la Banda de los Cuatro. Nuevamente, la respuesta
estaba en permanecer en la ruta del socialismo, como única manera de
resolver el problema del desarrollo en un país tan extenso, tan
poblado y tan complejo culturalmente como China.
La
aplicación del principio socialista de distribución 'a cada cual
según su trabajo', permitiría superar las diferencias en un período
de entre 20 y 30 años. Tales aseveraciones obligaban a un gran
debate contra aquellos que defendían ideas liberalizadoras por un
lado, y la copia del modelo soviético, cuando éste comenzaba a
'hacer aguas', por el otro.
La
liberalización que proponía tomar un camino capitalista después de
la derrota de la Banda de los Cuatro en 1980, llevó a la dirección
del Partido Comunista de China (PCCh) a luchar contra tal corriente,
incluso en el seno de la Asamblea Nacional a fin de combatir tal
propuesta considerada una idea burguesa.
A
ello, el PCCh opuso las cuatro modernizaciones socialistas en la
agricultura, la industria, la defensa y la ciencia y teconología.
Así mismo, los dirigentes chinos dejaron claro que a pesar que la
estructura política del país después de 1949 se había edificado a
partir del modelo soviético, éste no pudo ajustarse a las
condiciones de China porque su realidad era distinta, además en ese
momento estaba en una crisis, que posteriormente la llevó a su
colapso.
En
estas condiciones, en el XIII Congreso Nacional del PCCh,
celebrado en octubre de 1987, se propuso que la economía china sería
planificada y establecida como pública para los productos básicos,
mientras se definía que el Estado debería guiar al mercado y el
mercado a las empresas, combinando de esa manera las funciones de
planificación y de mercado en la sociedad. Ante las crecientes
críticas internas e internacionales sobre tal supuesto, Deng volvió
a insisitir en la necesidad de "buscar la verdad en los hechos"
como forma de comprobar la factibilidad de llevar adelante la
política de reforma y apertura, y a ello se abocaron.
Los
procesos de reforma en la Unión Soviética y en China se produjeron
casi al mismo tiempo, con menos de diez años de distancia, pero la
diferencia fundamental para el fracaso de uno y el éxito del otro,
es que mientras los soviéticos desarrollaron simultáneamente los
aspectos económicos y políticos del proceso, en China comenzaron
con la transformación de la economía.
Así,
desataron una fase de mejoramiento de la situación social, mientras
que la agenda política se desarrollaba paulatinamente pero a un
ritmo mucho más pausado a fin de ir midiendo los impactos que iban
causando las medidas tomadas y prestando especial atención a que se
mantuviera una dialéctica adecuada entre reforma, desarrollo y
estabilidad.
El
PCCh y el Gobierno la llamaron una estrategia de "avance paso a
paso de manera ordenada". Es decir, la estabilidad
política interna era condición 'sine qua non' y una garantía para
la reforma y la apertura, por ello, los dirigentes chinos plantearon
que los dos puntos más importantes eran desarrollar la democracia en
lo político y la reforma en lo económico.
La
historia china y la experiencia del último siglo mostraban con
creces cuán dolorosa era la pérdida de la estabilidad política y
la unidad, las cuales son las dos condiciones de mayor interés para
el desarrollo de los procesos vividos en el país en los últimos
2.200 años. En esas condiciones, la aplicación de la política de
reforma y apertura, no tuvo el correlato en la situación política
que mostró en la Unión Soviética como Occidente esperaba.
Las
consideraciones acerca de la necesidad de la estabilidad política
como soporte de la metamorfosis de la sociedad y el Estado en China,
pronto tuvieron su prueba de fuego cuando en 1989 estallaron
disturbios políticos que tuvieron su epicentro en la Plaza Tiananmen
en Pekín y otras ciudades, buscando una inserción en el país de
reformas de corte occidental, las que pusieron en juego la
posibilidad de desarrollo y avance de las medidas tomadas a partir de
1978.
La
respuesta contundente del Gobierno chino hizo alusión a la necesidad
de mantener la estabilidad interna a riesgo de quiebre de la unidad
política del país. Así lo hizo saber Deng Xiaoping en dos
ocasiones, tanto al presidente de Estados Unidos, George H.W. Bush en
febrero de 1989 y en octubre del mismo año, cuando conversó con el
expresidente Richard Nixon, a ambos le dijo lo mismo: "la
estabilidad es más importante que cualquier otra cosa".
De
esta manera, se desestimaba de forma definitiva la posibilidad de
mutaciones políticas similares a las que estaban ocurriendo en la
Unión Soviética y Europa Oriental que fueron consideradas el
preludio del fin de la Guerra Fría.
Este
contexto fue el que permitió el avance económico de China. Al
llegar al XVIII Congreso del PCCh en 2012, las mayores aspiraciones
eran conservar los fundamentos que dieron origen a ese partido y no
olvidar su misión principal que era la construcción del socialismo
con peculiaridades chinas, luchando "incansablemente por
materializar el sueño chino de la gran revitalización de la
nación", que culminaría con la creación integral de una
sociedad modestamente acomodada.
Desde
que el marxismo fue introducido en China, los primeros militantes y
fundadores del PCCh se propusieron utilizar su teoría científica
para buscar soluciones a los problemas del país. A partir de
entonces y a través de los casi 100 últimos años, han hecho
denodados esfuerzos para encontrar respuestas a cada reto que se ha
planteado.
Hoy,
el PCCh entiende que la construcción socialista pasa por lo que han
denominado el gran sueño chino. En esa medida, todo el Partido se ha
volcado a fortalecer más conscientemente su convicción en el
camino, la teoría, el sistema y la cultura lo que han llamado las
cuatro convicciones y no seguir ni el viejo camino del
enclaustramiento y el anquilosamiento, ni el mal camino de cambiar su
bandera por otra, sino mantener su firmeza en lo político,
perseverar en un trabajo sólido para vigorizar el país, persistir y
desarrollar el socialismo con peculiaridades chinas.
En
torno a este importante tema, empeñándose en la guía del
marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Tse Tung, la teoría de
Deng Xiaoping, el importante pensamiento de la triple
representatividad y la concepción científica del desarrollo,
manteniendo la idea de buscar la verdad en los hechos, adoptando una
actitud realista y práctica, y perseverando en el materialismo
dialéctico y el materialismo histórico, el PCCh con una visión
completamente nueva en estrecha combinación con las condiciones del
tiempo actual y las nuevas exigencias de la práctica, ha
profundizado en la comprensión de la ley del ejercicio del gobierno
por parte de los partidos comunistas, la ley de la construcción
socialista y la ley del desarrollo de la sociedad humana.
Además,
ha llevado adelante una ardua exploración teórica al respecto,
obteniendo importantes logros en la innovación teórica, creando así
el pensamiento sobre el socialismo con peculiaridades chinas de la
nueva época, que es la forma cómo entienden su sociedad y la manera
de transformarla a corto, mediano y largo plazo.
El
pensamiento sobre el socialismo con peculiaridades chinas da
continuidad y hace un aporte en el desarrollo del marxismo-leninismo
a través de las contribuciones que se han ido haciendo a lo largo de
la historia, no sin cometer errores, algunos de ellos, generadores de
graves consecuencias.
En
la actualidad, ese proceso ha cobrado renovada fuerza y se expresa
como la 'chinización' del marxismo, que es expresión de la
cristalización de las experiencias prácticas y de la sabiduría
colectiva del pueblo, constituyéndose en un importante componente
del sistema teórico del socialismo con peculiaridades chinas, por lo
que no hay dudas que mantendrán este pensamiento durante largo
tiempo y lo seguirán desarrollando sin cesar, a pesar de las
incomprensiones y el menosprecio de Occidente.
La
práctica no tiene límites, como tampoco los tiene la innovación
teórica. El mundo está cambiando a cada instante, como también lo
hace China. En este marco, el PCCh se ha propuesto seguir los pasos
de este tiempo en lo referente a las teorías, dominar
progresivamente las leyes objetivas e impulsar constantemente la
innovación teórica, práctica, institucional y cultural.
En
este marco, el presidente Xi Jinping ha insistido en la necesidad de
lograr el firme desarrollo de la labor ideológica, entendiendo que
ésta determina el rumbo de avance y el camino de desarrollo de la
cultura. En esto le da prioritaria importancia a continuar haciendo
una adaptación coherente y creativa del marxismo a las condiciones
de China, construyendo una ideología socialista dotada de una
poderosa fuerza conductora para incorporar y cohesionar estrechamente
al pueblo en torno a los ideales y las convicciones, a su
propia concepción de valores y conceptos morales.
En
la etapa que ha seguido al XIX Congreso del PCCh realizado en octubre
de 2017, Xi ha insistido en la necesidad del apertrechamiento teórico
para hacer que el pensamiento sobre el socialismo con peculiaridades
chinas eche hondas raíces en el pueblo, para lo cual se han
planteado profundizar en la investigación y la construcción teórica
del marxismo, acelerando la creación de unas ciencias sociales y una
filosofía con peculiaridades chinas y fortaleciendo la construcción
de laboratorios de ideas que deben ser dotados de dichos
conocimientos.
En
su informe a este Congreso, Xi hizo un llamado a: "que todo el
Partido y el pueblo de todas las etnias del país se unan
estrechamente en torno al Comité Central del Partido, enarbolen la
gran bandera del socialismo con peculiaridades chinas, avancen con un
espíritu pujante y se entreguen completamente a su cometido,
continúen luchando por cumplir las tres tareas históricas: el
impulso de la modernización, la culminación de la reunificación de
la patria y la salvaguardia de la paz mundial y la promoción del
desarrollo conjunto, hasta lograr el triunfo definitivo en la
culminación de la construcción integral de una sociedad
modestamente acomodada, conquistar la gran victoria del socialismo
con peculiaridades chinas de la nueva época, materializar el sueño
chino de la gran revitalización de la nación china y hacer realidad
la aspiración del pueblo a una vida mejor".
He
ahí el proyecto chino para la construcción del socialismo, que como
se observa ha tenido continuidad en el tiempo, lo cual hace prever
que China perseverará en la lucha por su consecución. Nuestro
problema es entender esta tarea estratégica en términos de la
temporalidad del mismo. Sus tiempos no son los nuestros, he ahí,
desde mi perspectiva, la principal dificultad para comprenderlo.
La
finitud del tiempo occidental, hablando en términos filosóficos, no
tiene correspondencia en China, donde el carácter infinito del
tiempo permite pensar en la realización de obras materiales y
sociales en muy largos plazos. He ahí la explicación de la
construcción de todos los tramos de la gran muralla china durante 22
siglos de labor continua.
Si
la perspectiva socialista en China no fuera realidad, sería difícil
comprender que Donald Trump dedicara parte de sus últimos dos
discursos en las más recientes asambleas generales de la ONU a
desprestigiar su ejecutoria.
El
20 de septiembre de 2017 expuso que: "…el socialismo ha
sido implementado fielmente. Desde la Unión Soviética hasta Cuba y
Venezuela, donde quiera que se haya adoptado el verdadero socialismo
o comunismo, se ha generado angustia, devastación y fracaso.
Aquellos que predican los principios de estas ideologías
desacreditadas solo contribuyen al sufrimiento continuo de las
personas que viven bajo estos crueles sistemas".
Y
el 25 de septiembre de 2018: "Prácticamente en todas partes
donde se ha intentado el socialismo o el comunismo, se ha producido
sufrimiento, corrupción y decadencia. La sed de poder del socialismo
conduce a la expansión, la incursión y la opresión. Todas las
naciones del mundo deberían resistir el socialismo y la miseria que
trae a todos".
¿Por
qué preocuparse tanto por una ideología "desacreditada" y
"fracasada"?. ¿Sigue creyendo usted amigo lector o lectora
que la confrontación que desató Estados Unidos contra China es solo
comercial? Saque sus propias conclusiones.