miércoles, 16 de noviembre de 2022

QUÉ ESCRIBIERON LOS PENSADORES MARXISTAS CLÁSICOS SOBRE LAS COOPERATIVAS

 


Por Camila Piñeiro Harnecker

Este artículo es una actualización del Anexo I, «Los pensadores marxistas clásicos sobre las cooperativas de trabajadores: aportes para el debate actual en Cuba», de mi tesis de doctorado «Desempeño socioeconómico de las cooperativas no agropecuarias: contribución de sus principales determinantes. Estudio de casos» defendida en la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana en enero de 2018. Agradezco a Irán Morejón, cofundador de Co-Emprende, por animarme a publicarlo.

¿Las cooperativas son realmente socialistas? ¿Contribuyen las cooperativas al avance del socialismo en Cuba? Responder estas interrogantes fue la razón que me llevó a editar el libro Cooperativas y socialismo: Una mirada desde Cuba.[1] En ese libro, otros autores abordan con mucha mayor extensión la visión que tenían los marxistas clásicos (Marx, Engels y Lenin), y también no clásicos (Ché, Mészáros).

A poco más de un año de emitirse la normativa que finalmente permite la creación de cooperativas de trabajadores y productores más allá de la agricultura en nuestro país (Ley 47 de 2021), percibo que todavía quedan incomprensiones importantes sobre esta organización socioeconómica, sin dudas compleja; por su carácter dual asociativo y empresarial, que es difícil de entender para los análisis esquemáticos. Buscando contribuir a la mayor comprensión, sin idealizaciones y sin prejuicios, de las cooperativas, en este trabajo intento sintetizar lo que Marx, Engels y Lenin plantearon sobre las cooperativas y su rol en la construcción socialista en la búsqueda del horizonte comunista de justicia y libertad plenas.

Para analizar las observaciones de estos pensadores marxistas clásicos sobre las cooperativas hay que tener en cuenta que, si bien diversos autores identifican los orígenes de las cooperativas haciendo énfasis en distintas bases doctrinarias — cuaquerismo vs. socialismo utópico — y espacios geográficos — Europa durante la expansión del capitalismo industrial vs. pueblos originarios — , los rasgos fundamentales de las cooperativas de trabajadores — el trabajo en colectivo y sin patrones para la satisfacción de necesidades comunes — han existido desde los orígenes de los hombres y las mujeres. De hecho, Engels explica que la especie humana surge, en esencia, producto del trabajo.[2] Y ese trabajo en la mayoría de los casos consistía en actividades que se realizaban de forma colectiva para el beneficio de la comunidad o tribu, y en sociedades donde aún no existía la propiedad privada. Estos pensadores sabían que la cooperación no se limitaba a las prácticas de las cooperativas de su época, pero las analizaron a partir de las experiencias empíricas que pudieron conocer o estudiar.

Las diversas interpretaciones de lo planteado por Marx, Engels y Lenin sobre la utilidad de las cooperativas para el socialismo o comunismo se deben en gran medida a que cuando ellos escribieron en la segunda mitad del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, respectivamente, aun no existía un consenso sobre su modelación teórica. El primer intento de caracterizar a estas organizaciones tiene lugar en 1895, con la fundación de la Alianza Cooperativa Internacional.[3] Pero no es hasta un siglo después que se llega al entendimiento actual.

Marx y Engels

Las cooperativas europeas en la época de Marx y Engels estaban influenciadas por el pensamiento del socialismo utópico pre-marxista, el cual criticaba al capitalismo desde una posición ético-moral, pero sin reconocer las contradicciones antagónicas entre la clase trabajadora y la capitalista. Estas no se organizaron políticamente para defender los intereses de los trabajadores ni lograr avanzar en la superación del capitalismo. Mientras que la burguesía, cuando vio en peligro sus privilegios, logró que a las cooperativas le fueran arrebatadas sus tierras y que se les prohibiera a los funcionarios púbicos comprarles, entre otras medidas.[4]

Tanto Marx y Engels como los socialistas utópicos rechazaban la propiedad privada sobre los medios de producción y veían necesaria la superación del capitalismo para solucionar los problemas que aquejaban a los trabajadores y población en general. Mientras los socialistas utópicos apostaban al desarrollo de la conciencia de los capitalistas de manera que ellos mismos decidieran compartir sus riquezas con los desposeídos y adoptar nuevas formas de organización social más justas;

Marx y Engels defendían que para que su conciencia se transformara deberían cambiar primero las condiciones materiales de su existencia y que serían los trabajadores los que presionarían por el cambio, al cual los capitalistas se opondrían.

En consecuencia, Marx y Engels critican a los socialistas utópicos por rechazar el imperativo de la acción política, de contar con el poder del Estado y de expropiar a los capitalistas de los medios de producción para ponerlos bajo control social. Es por ello que advierten que el lento crecimiento de las formas empresariales cooperativas no lograría el objetivo de transformar el capitalismo: «Por eso, rechazan todo lo que sea acción política, y muy principalmente la revolucionaria; quieren realizar sus aspiraciones por la vía pacífica e intentan abrir paso al nuevo evangelio social predicando con el ejemplo, por medio de pequeños experimentos que, naturalmente, les fallan siempre.»[5]

Sin embargo, Marx y Engels alabaron al menos dos grandes méritos de las cooperativas de trabajadores de su época:

1.      Las cooperativas demostraban que no eran necesarios los patronos capitalistas para organizar la producción y que se podía producir en relaciones de trabajo asociado, incluso en grandes escalas productivas.

2.     Las cooperativas de trabajadores constituían una prefiguración de la organización del trabajo a nivel empresarial en las sociedades post-capitalistas, pues la relación de trabajo asociado que caracteriza a las cooperativas de trabajadores es precisamente la relación social de producción que deberá predominar en el modo de producción comunista.

Ambas ideas afloran claramente en estas palabras que Marx escribió en 1864 para su discurso inaugural de la Asociación Internacional de Trabajadores:

«Pero quedaba en reserva una victoria aún mayor de la economía política del trabajo sobre la economía política de la propiedad. Nos referimos al movimiento cooperativista, especialmente en las factorías en régimen de cooperativas, establecidas sin ayuda alguna, por los esfuerzos de unos cuantos valientes. Nunca se exagerará bastante el valor de estos grandes experimentos sociales. Con hechos, no con palabras ellos han demostrado que la producción a gran escala y de acuerdo con los requerimientos de la ciencia moderna es posible sin la existencia de una clase de patronos que contrate a una clase de trabajadores; que para dar fruto no es necesario que los medios de producción estén monopolizados como medios de dominación y extorsión del hombre trabajador; y que, al igual que el trabajo de los esclavos y de los siervos, el trabajo asalariado no es sino una forma transitoria e inferior, destinada a desaparecer frente al trabajo asociado realizado con mano decidida, mente despierta y corazón alegre […] Al mismo tiempo, la experiencia del período […] ha demostrado sin lugar a dudas que el trabajo cooperativo, por excelente que sea en teoría y por muy útil que sea en la práctica, si no va más allá del estrecho círculo de los esfuerzos ocasionales de unos trabajadores a título individual, jamás será capaz de detener el crecimiento en progresión geométrica del monopolio, de liberar a las masas ni de aliviar siquiera mínimamente la carga de sus miserias. Para salvar a las masas obreras, el trabajo cooperativo tendría que desarrollarse a escala nacional y, consiguientemente, debería ser fomentado con medios de la misma naturaleza. Sin embargo, los señores de la tierra y los señores del capital usarán siempre sus privilegios políticos para la defensa y perpetuación de sus monopolios económicos. Por eso, lejos de promoverla, seguirán poniendo todos los obstáculos posibles en el camino de la emancipación del trabajo […]».[6]

Consecuente con su sinceridad intelectual y su compromiso con mejorar las condiciones de vida de todos los trabajadores,

Marx reconocía también las limitaciones de las cooperativas. Para que las cooperativas logren superar el capitalismo — e incluso para sobrevivir los ataques del capitalismo — el poder del Estado debe ser conquistado por la clase trabajadora.

En esta y otras reflexiones Marx sugiere que ello sería necesario también para que las cooperativas de trabajadores, organizadas en formas de asociación superior hasta el nivel nacional, se liberen de los designios del mercado de manera que les sea posible así evitar la autoexplotación y además orientarse hacia los intereses colectivos y sociales. Esta idea aparece con mayor claridad en su análisis de lo ocurrido en Francia en 1871, donde la Comuna de París organizó la producción no solo bajo la forma cooperativa, sino que también dispuso la creación de una Gran Unión de Cooperativas. A la luz de esto, Marx plantea que ese pretendido «sistema armónico y vasto de trabajo cooperativo»[7] apuntaba hacia cómo debía organizarse la producción en el comunismo. Estas fueron sus palabras:

«Ahora bien si la producción cooperativa ha de ser algo más que una impostura y un engaño; si ha de sustituir al sistema capitalista; si las sociedades cooperativas unidas han de regular la producción nacional con arreglo a un plan común, tomándola bajo su control y poniendo fin a la constante anarquía y a las convulsiones periódicas, consecuencias inevitables de la producción capitalista, ¿qué será eso entonces, caballeros, más que comunismo, comunismo ‘realizable’?»[8]

No obstante, existen distintas opiniones sobre la temporalidad de las cooperativas para la construcción socialista.[9] Mientras para algunos como István Mészáros[10] queda claro que Marx y Engels equiparaban el comunismo con un sistema de asociaciones básicamente de cooperativas de trabajadores guiadas por un plan — aunque no entendido como un sistema de planificación burocrática — , otros como Mark Rosental y Pavel Iudin[11] parecen inclinarse a plantear que el papel de las cooperativas se reduce al comienzo del período de transición. Esta incertidumbre tiene sus raíces en un planteamiento que hiciera Engels en una carta a Bebel en 1886:

«Marx y yo nunca tuvimos duda que, en el paso a una economía completamente comunista, tendremos que emplear ampliamente la gestión cooperativa en calidad de eslabón intermedio. Esto significará organizar las cosas de manera que la sociedad, es decir, inicialmente el Estado, conserve la propiedad sobre los medios de producción de manera que se prevenga que los intereses particulares de las cooperativas se impongan sobre los de la sociedad en su conjunto.»[12]

La incertidumbre que ha reinado entre los estudiosos de Marx y Engels sobre la centralidad o no de las cooperativas para el comunismo se debe, según Bruno Jossa[13] y Benjamín Ward,[14] a dos motivos. Primero, que la muerte sorprendió a Marx sin terminar los capítulos de El Capital en los que se había propuesto describir con mayor precisión cómo imaginaba el nuevo modo de producción comunista. Segundo, que las teorías sobre el funcionamiento de las cooperativas de trabajadores no comenzaron a ser desarrolladas hasta finales de la década de 1950 y sus primeros acercamientos no describían de forma realmente acertada su funcionamiento.

Esas primeras modelaciones teóricas de las cooperativas de trabajadores las presentaban como una organización con la misma lógica de los empresarios privados donde los trabajadores eran sus propios capitalistas. Y es que la mayor parte de los estudios teóricos sobre las cooperativas basaban sus análisis en la experiencia de las cooperativas en Inglaterra y EE.UU., donde los miembros de las cooperativas eran por lo general propietarios individuales de acciones del capital. Pero este no era ni es el caso en otras latitudes.

Las cooperativas de trabajadores promovidas por el francés Philippe Buchez[15] tenían explícitamente normado que el patrimonio de la cooperativa debía ser de propiedad colectiva de todos los asociados y además indisoluble. Los principios propuestos por Buchez fueron adoptados por la Alianza Cooperativa Internacional, por lo que gran parte de las cooperativas de trabajadores que surgen a partir del siglo XX adoptan el principio del carácter indivisible e indisoluble de al menos una parte de su capital.

Las cooperativas en la reforma reanudada: propuestas generales para la Ley General de Cooperativas

Por Camila Piñeiro Harnecker

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Jaroslav Vanek[16] es el primero — en 1970 — en destacar esta diferencia esencial entre las mismas cooperativas de trabajadores: en un caso los trabajadores son dueños individuales del capital o patrimonio, mientras que en el otro caso los trabajadores son dueños colectivos de este. Es este último caso el que modela a las verdaderas cooperativas, en las que los miembros se retribuyen según el trabajo y no según el capital, como sucede en la variante anterior. En estas la toma de decisiones está guiada por el principio un hombre = un voto y no por una acción = un voto, como ocurre en el caso en las sociedades anónimas.

En el Capítulo XXVII de El Capital sobre El papel del crédito en la producción capitalista, Marx apuntó a las sociedades por acciones como otra forma de descomposición de las relaciones capitalistas, pero donde la negación era en dirección contraria a la necesaria socialización socialista; mientras que las cooperativas de trabajadores sí apuntaban hacia el modo de producción comunista:

«Las fábricas cooperativas de los obreros mismos son, dentro de la forma tradicional, la primera brecha abierta en ella, a pesar de que, donde quiera que existen, su organización efectiva presenta, naturalmente, y no puede por menos de presentar, todos los defectos del sistema existente. Pero dentro de estas fábricas aparece abolido el antagonismo entre el capital y el trabajo, aunque, por el momento, solamente bajo una forma en que los obreros asociados son sus propios capitalistas, es decir, emplean los medios de producción para valorizar su propio trabajo. Estas fábricas demuestran cómo al llegar a una determinada fase de desarrollo de las fuerzas materiales productivas y de formas sociales de producción adecuadas a ellas, del seno de un régimen de producción surge y se desarrolla naturalmente otro nuevo. Sin el sistema fabril derivado del régimen capitalista de producción no se hubieran podido desarrollar las fábricas cooperativas, y mucho menos sin el sistema de crédito, fruto del mismo régimen de producción. El sistema de crédito, base fundamental para la gradual transformación de las empresas privadas capitalistas en sociedades anónimas capitalistas, constituye también el medio para la extensión paulatina de las empresas cooperativas en una escala más o menos nacional. Las empresas capitalistas por acciones deben ser consideradas, al igual que las fábricas cooperativas, como formas de transición entre el régimen capitalista de producción y el de producción asociada; la única diferencia es que en un caso el antagonismo aparece abolido negativamente, mientras que en el otro caso aparece abolido en sentido positivo.»[17]

Debe notarse también que Marx daba preferencia a las cooperativas de trabajadores sobre las de consumidores, pues en estas últimas solo se mitigaba la injusticia distributiva del capitalismo parcialmente: no podían brindarse todos los bienes y servicios de consumo. Más importante, ellas no actuaban contra la explotación del trabajo, ni el de los trabajadores que contrataban, ni el de sus propios miembros. Mientras que en las cooperativas de trabajadores desaparecían los patronos, los obreros eran dueños de los medios de producción y del plusproducto. El recelo de Marx sobre las cooperativas de consumidores fue además una reacción a las ideas que entonces se fomentaban sobre la preponderancia del consumo sobre la producción. De hecho, poco después pensadores de las escuelas de Hamburgo y de Nimes, como Franz Staudinger, Hans Müller, Heinrich Kaufmann y Charles Gide, articularon ideas ya expandidas entre las cooperativas de consumidores de Inglaterra y de ahorro y crédito de Alemania y otros países sobre la soberanía del consumidor ante los egoísmos colectivos de los colectivos de productores, quienes debían convertirse en servidores de los consumidores.[18] Es en este contexto que la Primera Internacional Socialista de 1863, con la participación de Marx, previno a los obreros alemanes contra las cooperativas de consumo y criticaba su renuncia a la transformación social.

No obstante, es importante reconocer que la visión más concreta sobre lo que Marx entiende por comunismo la expresa haciendo referencia a la unión de cooperativas que surge en la Comuna de París. Fue ahí donde pudo confirmar en la práctica el resultado que había deducido teóricamente: que el modo de producción comunista estaría caracterizado por las relaciones de trabajo libre asociado como manifestación de la propiedad individual socialista — también referida como propiedad social — , siendo estas las negaciones dialécticas de las relaciones de trabajo asalariado y propiedad privada capitalista que identifican al capitalismo.

Lenin

Lenin defendió la utilidad de las cooperativas para la construcción socialista en un contexto histórico donde los obreros y campesinos rusos ya habían conquistado el poder del Estado y comenzaban a construir el Estado de los Soviets.

Para Lenin, las organizaciones cooperativas eran la mejor opción disponible para lograr dos fines interrelacionados: primero, para concentrar y desarrollar la producción, especialmente en el agro, pero también en la industria; y segundo, para contribuir al desarrollo de la conciencia necesaria para avanzar hacia el socialismo.

Después de la Revolución Rusa de 1917, Lenin declaró en 1918 que las cooperativas eran el único organismo del régimen capitalista que era necesario conservar, defendiéndolas de la confiscación; si bien también era necesario acercarles a intereses sociales. Había entonces 47.000 cooperativas, más de la mitad de consumo, y una organización central de las cooperativas llamada Centrosoiuz. Poco después de alcanzar el poder, los Soviets lograron que 7 de los 13 miembros del Consejo de Administración de Centrosoiuz fueran sus representantes, asegurando su influencia en el sector cooperativo; el cual se consideraba que respondía a una ideología pequeñoburguesa. Desde mucho antes, ya Lenin se había convencido de que las cooperativas de trabajadores debían jugar un papel importante en la construcción socialista, en concordancia con lo planteado por Marx y Engels. Ya para 1899 Lenin disponía de una visión muy teorizada sobre la importancia de la autogestión democrática dentro de las fábricas además de fuera de ellas. Esto se debía a la importancia que le daba al factor subjetivo en dicho proceso, pues Lenin veía en las cooperativas una herramienta para transformar la conciencia de las personas y unir a distintos sectores sociales: desde el campesinado hasta los obreros de las grandes fábricas, pasando por los trabajadores de las pequeñas empresas arruinadas.[19]

En esta línea, en el III Congreso de las Cooperativas Obreras de 1918, Lenin señalaba:

«Todos convenimos en que las cooperativas son una conquista del socialismo. Por eso cuesta tanto lograr las conquistas socialistas. Por eso es tan difícil triunfar. El capitalismo dividió intencionadamente a los sectores de la población. Esta división tiene que desaparecer definitiva e irrevocablemente, y toda la sociedad ha de convertirse en una sola cooperativa de trabajadores.»[20]

Antes del triunfo de la Revolución de Octubre, Lenin observó cómo parte del movimiento cooperativo ruso se radicalizaba y participaba de las acciones que llevaron a la Revolución Rusa de 1905. Teniendo en cuenta esa experiencia, durante el Congreso Socialista Internacional de Copenhague de 1910, Lenin defendió el valor que tienen las cooperativas en la lucha del proletariado por su emancipación, pero señalando que se requieren de ciertas condiciones para que su comportamiento no se reduzca al de simples empresas comerciales.[21]

En los primeros años después del triunfo revolucionario, Lenin llamaba a fortalecer las cooperativas ya existentes, y acercarlas a los objetivos socialistas aumentando la participación en ellas de comunistas. La mayoría de las cooperativas en Rusia en ese momento eran cooperativas de consumo (de pequeñoburgueses) y de productores (terratenientes), algunas incluso simpatizantes del zarismo. Había en ellas un bajo nivel de participación, y era común que ocurrieran fraudes y ocultaciones en su funcionamiento. En diversos trabajos de esos años Lenin convoca a trabajadores y comunistas a hacerse miembros y a librar una lucha ideológica contra la burguesía desde su interior; no nacionalizarlas, sino ganárselas con el apoyo estatal y la intervención de comisarios.

Cinco años después, sus orientaciones se enfocaban en promover la creación de cooperativas entre los campesinos y la apertura de las cooperativas de consumo a los obreros. En medio del desafío que constituía la Nueva Política Económica (NEP), Lenin estimulaba por todos los medios posibles el rol de las cooperativas. Llamaba a los funcionarios estatales a no ponerles trabas, a ayudarles: «Las autoridades soviéticas deben controlar la actividad de las cooperativas, para que no haya fraudes, ocultación al Estado ni abusos. En ningún caso deberán poner trabas a las cooperativas, sino ayudarlas por todos los medios y colaborar con ellas.»[22]

Cooperativas y (r)evolución

Por Iran Morejón Quintana

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Quizás el más conocido de sus escritos en relación a este tema es uno de sus últimos, terminado en enero de 1923, y titulado Sobre la cooperación o Sobre el cooperativismo, donde plantea: «Ahora bien, cuando los medios de producción pertenecen a la sociedad, cuando es un hecho el triunfo de clase del proletariado sobre la burguesía, el régimen de los cooperativistas cultos es el socialismo.»

Las propuestas que hace Lenin en ese escrito son bien relevantes para la situación actual en que se encuentra Cuba, imbuida en la actualización del modelo socioeconómico.

En la transición al socialismo no debe descuidarse el peso relativo de las relaciones de trabajo asalariado que tiene lugar en las empresas privadas en relación con las de trabajo asociado que tiene lugar en las cooperativas.

Esto se deduce del siguiente planteamiento:

«Al implantar la NEP fuimos demasiado lejos, pero no porque atribuimos demasiada importancia al principio de la empresa y comercio libres; fuimos demasiado lejos porque perdimos de vista las cooperativas, porque ahora las menospreciamos, porque ya empezamos a olvidar la enorme importancia de las cooperativas desde los dos puntos de vista arriba indicados.»

Siendo la importancia desde estos dos puntos de vista: «… en primer lugar desde el punto de vista de los principios (la propiedad del Estado sobre los medios de producción), y en segundo lugar desde el punto de vista del paso al nuevo sistema por el camino más sencillo, más fácil y más aceptable para el campesino.»

Para promover las cooperativas, según Lenin, el Estado debía jugar un rol activo, otorgándoles «una serie de privilegios económicos, financieros y bancarios».[23]

Lenin advierte que la creación de cooperativas debe ser un proceso voluntario donde el interés venga desde las propias personas que las vean como una alternativa mejor de organización económica; que no pueden crearse por medio de decretos o presionando desde afuera. Esto debe hacerse «solo si logramos demostrar en la práctica a los campesinos las ventajas del cultivo en común, colectivo, cooperativo de la tierra […] sólo en forma gradual y prudente.»[24] Otra idea clave que Lenin nos lega es que no se debe subestimar la importancia de facilitar el cambio cultural necesario para que la promoción de cooperativas sea posible y efectiva:

«A decir verdad, nos resta ‘solo’ una cosa: lograr que nuestro pueblo sea tan ‘civilizado’ como para comprender todas las ventajas que representa la participación de todos en la labor de las cooperativas, y para que se organice esa participación. ‘Solo’ eso. Ninguna otra sabiduría se necesita ahora para avanzar hacia el socialismo. Mas que realizar ese ‘solo’ es preciso una verdadera revolución, un período de desarrollo cultural de todo el pueblo.»[25]

Ese nivel de civilización implicaba para Lenin no solo eliminar el analfabetismo y dotar de conocimientos básicos sobre contabilidad. También señalaba que había que aprender a comerciar al estilo europeo y no al estilo asiático, lo que significa — obviando la lectura eurocéntrica y racista que se podría hacer de estas frases, y teniendo en cuenta el contexto histórico-cultural de la URSS en esos momentos — comerciar con reglas claras y precios que reflejen equivalentes en lugar de fijar los precios más altos posibles.

Así, desde su experiencia práctica, Lenin constata las ideas de Marx y Engels sobre la centralidad de las cooperativas de trabajadores para la construcción socialista.

Quizás su legado más importante en relación a las cooperativas es que ellas permiten avanzar de forma simultánea en dos tareas fundamentales que no deberían ser incompatibles: el desarrollo de la base material necesaria para hacer sostenible el socialismo mediante la socialización de la producción; y la transformación cultural sin la que es imposible avanzar en la construcción socialista: que cada persona se sienta y actúe como parte de una gran familia o cooperativa.

Implicaciones prácticas para el desarrollo de cooperativas socialistas

Marx y Engels nos advierten que las cooperativas tienen naturaleza socialista solo en la medida que ellas cumplan con sus principios identitarios, en particular la gestión democrática (2do principio universal) y el interés o compromiso con las comunidades (7mo principio universal), para lo cual necesitarán evadir la lógica atomista y egoísta de las relaciones de mercado. Para lograr esto, el poder del Estado debe estar al servicio de las clases trabajadoras, de manera que la producción, circulación y consumo respondan a sus intereses. Si bien las cooperativas, como empresas autónomas, necesitan un amplio espacio para establecer relaciones de intercambio horizontal, ellas deben evitar que la racionalidad mercantilista las conduzca a abandonar la gestión democrática, a ignorar o ir en contra de intereses sociales, e incluso a caer en la explotación. Para que las cooperativas sean socialistas, deben estar orientadas a la satisfacción de intereses sociales, más allá de los intereses de los grupos de personas que las integran.

Lo anterior tiene implicaciones prácticas de crucial importancia para el diseño de políticas hacia el sector cooperativo. De lo planteado por Marx y Engels se deduce que es fundamental promover las cooperativas de grado superior,[26] y la incorporación de todas en federaciones sectoriales y territoriales hasta el nivel nacional en la forma de una confederación; que dialoguen con los respectivos representantes de intereses sociales. Esta infraestructura organizativa es imprescindible para que puedan establecer relaciones horizontales de intercambio basadas en la cooperación en lugar de la competencia, priorizando intereses sociales sobre el lucro.

Por su parte, Lenin nos legó cuatro aportes muy importantes en relación a las cooperativas en la transición socialista:

− Para que pueda lograrse esa gestión democrática y responsabilidad social — o compromiso con las comunidades — en las cooperativas no basta con conquistar el poder del Estado, sino que es imprescindible una revolución cultural que facilite la incorporación de nuevas actitudes y habilidades: no basta con las organizaciones y marco legal, deben promoverse valores, normas sociales/informales y comportamientos para que ellas puedan lograr sus objetivos.

La práctica en las cooperativas es la vía principal mediante la cual se logra el cambio cultural necesario.

Las cooperativas de todo tipo — incluyendo a las de productores y las de consumidores — pueden ser la vía más factible para socializar las distintas actividades de actores económicos aislados.

− La cooperativización debe ser voluntaria y no impuesta, para que sea efectiva y sostenible.

Apuntes finales

Como se ha visto, Marx, Engels y Lenin comparten el criterio de que las cooperativas de trabajadores son una prefiguración de lo que deberá ser la organización del trabajo a nivel empresarial en el comunismo; las cuales deberían estar insertas en un marco institucional que promueva su articulación o integración y adopción de intereses sociales más amplios.

Cooperativas aisladas, es decir, sin integración entre ellas y con las comunidades, no son socialistas.

A diferencia de los socialistas utópicos, no consideran que las cooperativas por sí mismas pueden trascender el sistema capitalista, pero sí proponen que ellas — en un contexto institucional adecuado — son una de las vías principales para lograr el cambio cultural necesario para ello. Las cooperativas son escuelas de los valores y habilidades sociales — de democracia, trabajo en equipo, tolerancia, empatía — que deben caracterizar a los hombres y mujeres «nuevos» de una sociedad post-capitalista.

Una sociedad verdaderamente comprometida con la superación del capitalismo debe promover la expansión de todo tipo de verdaderas cooperativas, pero no de cualquier forma. Estas organizaciones desde sus orígenes, además de recibir una efectiva educación cooperativa, deben estar articuladas entre ellas y en interlocución con intereses sociales.

Esto último puede materializarse de distintas maneras, según la actividad que realicen, las aspiraciones de sus asociados, y el nivel de organización de los gobiernos y otras organizaciones sociales locales. En un marco institucional propicio, las cooperativas de diversos tipos — no solo las de trabajadores o de productores; sino también las cooperativas de consumidores, las cooperativas de participantes múltiples,[27] y las cooperativas de grado superior — servirían para lograr que los trabajadores y productores estén más cerca de ser realmente dueños de los procesos productivos, así como para que los ciudadanos en general puedan realmente controlar sus economías — producción, distribución y consumo — y, por tanto, sus vidas.

Notas

[1] Piñeiro, Camila (comp.): Cooperativas y socialismo: una mirada desde Cuba, La Habana: Editorial Caminos, 2012. Disponible en https://www.researchgate.net/publication/301688439_Cooperativas_y_Socialismo_Una_Mirada_desde_Cuba

[2] Engels, Federico: «El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre» en Obras Escogidas de Marx y Engels, Moscú: Editorial Progreso, 1980 (1876), pp. 66–79.

[3] La Alianza Cooperativa Internacional (ACI) es la organización que aglutina a las cooperativas en el mundo. https://www.ica.coop/es/cooperativas/identidad-alianza-cooperativa-internacional (2/10/2022)

[4] Tugan Varanovski, M.: La Cooperación (en ruso), Minsk: Ed. Pensamiento, 1988.

[5] Marx y Engels: «Manifiesto del Partido Comunista» en Marx y Engels. Obras Escogidas Tomo I, Moscú: Ed. Progreso, 1980 (1848), p. 68.

[6] Marx, Carlos: «Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores», en Marx y Engels. Obras Escogidas, Tomo II, Moscú: Ed. Progreso, 1980 (1864), p. 395.

[7] Engels, Federico: «Prólogo a ‘La guerra civil en Francia’», en Obras Escogidas de Marx y Engels, Moscú: Editorial Progreso, 1980 (1891), p. 501.

[8] Marx, Carlos: «La guerra civil en Francia», en Marx y Engels. Obras Escogidas, Tomo II, Moscú: Ed. Progreso, 1980 (1871), pp. 546–547.

[9] Debe notarse que se utilizan los términos y calificativos comunismo/comunista y socialismo/socialista indistintamente. Como se puede apreciar en el Manifiesto Comunista, Marx y Engels utilizaron el término comunismo para referirse a la sociedad post-capitalista diferenciándose de las distintas propuestas de socialismo que así se autoproclamaban en su época. En las últimas décadas el término socialismo está siendo más utilizado que el comunismo para referirnos a la sociedad post-capitalista, para hacer énfasis en que la transición es un proceso gradual, que requiere tiempo, y que tendrá avances y retrocesos para establecer plenamente las condiciones de su autorreproducción.

[10] Mészáros, István: Socialismo o barbarie. La alternativa al orden social del capital, Ciudad México: Ed. Paradigmas y Utopías, 2005.

[11] Rosental, Mark M. y Pavel F. Iudin: Diccionario Filosófico. Guantánamo: Edición Revolucionaria, 1985, p. 379.

[12] Engels, Federico: «Carta a Bebel de 1886», en Marx y Engels. Obras Escogidas, Vol. 47, Moscú: Editorial Progreso, 1980 (1886), pp. 389.

[13] Jossa, Bruno: «Marx, Marxism and the cooperative movement», Cambridge Journal of Economics, 29, 2005, pp. 3–18.

[14] Ward, Benjamín. N.: «The firm in Illyria; market syndicalism», American Economic Review, 48 (4), 1958, pp. 566–589.

[15] Buchez, Philippe: «Moyen d’améliorer la condition des salariés des villes», Journal des sciences morales et politiques, Tomo I, №3, 1831, pp. 36–39.

[16] Vanek, Jaroslav: The General Theory of Labor-managed Market Economies, Ithaca: Cornell University Press, 1970.

[17] Marx, Carlos. El Capital, Tomo III. Distrito Federal México: Fondo de Cultura Económica, 1966 (1894), pp. 418–419.

[18] Lezamiz, Mikel. Relato Breve del Cooperativismo, Guipuzcoa: Otalora, 1994, pp. 22–24.

[19] Gil, Iñaki: «Cooperativismo y autogestión», en Piñeiro Harnecker, Camila (compiladora), Cooperativas y Socialismo: Una Mirada desde Cuba, La Habana: Ed. Caminos, 2011, pp. 103, 107–109.

[20] Lenin, Vladimir I.: «Discurso en el III Congreso Cooperativo Obrero», en Obras Completas. Tomo 30, Buenos Aires: Ed. Cartago, 1971, (1918), p. 190.

[21] Miranda, Humberto: «Cooperativismo y autogestión en las visiones de Marx, Engels y Lenin», en Piñeiro Harnecker, Camila, Cooperativas y Socialismo: Una Mirada desde Cuba, La Habana: Ed. Caminos, 2011, pp. 95–96.

[22] Gil, Iñaki: ob. cit., p. 97.

[23] Lenin, Vladimir I.: «Sobre el cooperativismo», en Obras Completas. Tomo 36, Buenos Aires: Ed. Cartago, 1971 (1923), pp. 496–503.

[24] Lenin, Vladimir I.: «Discurso en el I Congreso de Comunas Agrícolas y Cooperativas Agrícolas. 4 de diciembre de 1919», en Obras Completas. Tomo 32, Buenos Aires: Ed. Cartago, 1971 (1919), pp. 183.

[25] Lenin, Vladimir I.: ob. cit., p. 498.

[26] Son cooperativas de cooperativas. Las cooperativas de segundo grado son cooperativas cuyos miembros o asociados son cooperativas de «primer grado». Las cooperativas de primer grado pueden ser: 1) cooperativas de trabajadores (personas naturales que se unen para tener una fuente de trabajo decente, poseen en colectivo los medios de producción y aportan fundamentalmente su trabajo); 2) cooperativas de productores (productores independientes como agricultores, artesanos o MIPYMES, que se unen para brindarse servicios de apoyo a la producción y/o alcanzar mayores escalas productivas, y aportan fundamentalmente los resultados de su trabajo); 3) cooperativas de consumidores (personas naturales que se unen para poder acceder bienes o servicios de calidad a precios asequibles, y aportan fundamentalmente su capacidad de consumo efectivo); o 4) cooperativas de participantes múltiples (ver la última nota).

[27] Las cooperativas de participantes múltiples, también conocidas como híbridas o mixtas (no de actividades mixtas) son aquellas que tienen más de uno de los tipos de miembros: trabajadores, productores o consumidores. En Cuba, las cooperativas de crédito y servicios (CCS) fortalecidas son cooperativas de participantes múltiples que unen a productores y los trabajadores, sobre todo administrativos, pero también operarios de mini-industrias en algunos casos. En el mundo, las cooperativas de consumidores y trabajadores son las más comunes, las cuales surgen generalmente por dos dinámicas. En algunos casos para superar la contradicción de que las cooperativas de consumidores se convirtieron en explotadoras de fuerza de trabajo, como ocurrió eventualmente — a pesar de los lamentos de sus fundadores — con las fábricas que creó la cooperativa de Rochdale y como ocurría desde sus inicios y de forma planificada en las cooperativas de ahorro y crédito y de productores agrícolas alemanas. Ejemplo de ello son los esfuerzos de Eroski, cooperativa de consumidores que forma parte de la Corporación Mondragón. Por otro lado, también están los casos en que cooperativas de trabajadores que brindan un servicio de interés social — relacionados con la salud, educación, entre otros — deciden darles participación a sus usuarios o «consumidores» de sus servicios. En la práctica, estas cooperativas les han dado espacio no solo a sus usuarios sino también a representantes de organizaciones sociales que atienden esos temas, y los gobiernos locales se han involucrado además como proveedores de capital en la forma de locales y/o financiamiento mediante subsidios o préstamos blandos. Ejemplo de ello son las cooperativas solidarias canadienses, las cuales, teniendo como centro al colectivo de trabajadores que brinda un servicio, incluyen también a los usuarios y representantes de organizaciones comunitarias y de gobierno local. En algunos casos, participan los tres tipos. Un ejemplo es la cooperativa El Arca en Mendoza, Argentina, que une a productores, consumidores y trabajadores de sus locales de venta.

Fuente: https://medium.com/la-tiza/qu%C3%A9-escribieron-los-pensadores-marxistas-cl%C3%A1sicos-sobre-las-cooperativas-818af6b9aa32

 

¿QUÉ PODEMOS ESPERAR DE CHINA CON XI JINPING?



Marc Vandepitte

16/11/2022

Si algo debe preocuparnos no es China, es lo que nos espera de EEUU y de todo una serie de otros países occidentales

Vivimos tiempos muy turbulentos. Se avecinan muchas crisis y desafíos: el calentamiento global, el COVID-19, la crisis energética, la guerra en Ucrania... ¿Qué podemos esperar ahora que Xi Jinping ha sido elegido para un tercer mandato? ¿Qué dirección tomará China en los próximos años y acaso debe preocuparnos?

La cobertura mediática del vigésimo Congreso del Partido Comunista Chino fue pésima. Toda la atención se centró casi exclusivamente en un hombre y en su supuesta consolidación del poder. Sin embargo, este congreso no trataba de la persona de Xi Jinping, sino de la cambios y retos fundamentales del país más grande del mundo en términos de población. Pero no descubrimos prácticamente nada al respecto, salvo algunos tópicos recalentados.

En este artículo sí queremos hablar de esos grandes retos fundamentales a los que se enfrenta China y el mundo entero. Para ver lo que podemos esperar de China en este sentido, observamos cómo ha respondido a algunas crisis recientes y comparamos esta forma de actuar con el modo en que Occidente, y en especial EEUU, lo afronta.

Paz

Con México y Canadá como vecinos, EEUU tiene casi las fronteras más estables y seguras del mundo y no tiene que preocuparse por su seguridad nacional. A pesar de ello, en los últimos veinte años el país ha librado guerras contra siete países: Afganistán, Iraq, Siria, Libia, Yemen, Somalia y Pakistán. En la actualidad EEUU libra una 'guerra por delegación' (1) contra Rusia y no hace la menor presión por unas negociaciones de paz, todo lo contrario, quiere debilitar todo lo posible a Rusia.

Según un informe del Congreso de los EEUU, este país ha emprendido hasta 251 intervenciones militares desde 1991. EEUU tiene repartidas por todo el mundo más de 800 bases militares y casi 5 mil emplazamientos de defensa. Respecto a China, Washington se dirige cada vez más hacia una Guerra Fría. Con los años ha ido creando un verdadero cerco militar (2) y ha establecido asociaciones militares con países de la región (3) para aislar a China: la Cuadrilateral, AUKUS, los Cinco Ojos.

Hoy en día EEUU mantiene sanciones económicas contra más de 20 países. Todo esto forma parte del empeño de EEUU por mantener su supremacía absoluta (4).

En el caso de China se observa un planteamiento muy diferente. En siglos pasados la economía china era en gran medida autosuficiente y el país podía permitirse vivir aislado del mundo exterior y a menudo lo hacía. Incluso en el apogeo de su poder imperial, China difundía su cultura más a través de relaciones diplomáticas y económicas que mediante conquistas militares.

También ha mantenido esta política exterior en su historia reciente. China aspira a un mundo multipolar caracterizado por la igualdad entre todos los países. Considera la soberanía como la piedra angular del orden internacional y rechaza cualquier injerencia en los asuntos internos de otro país por el motivo que sea.

China gasta en armamento doce veces menos per cápita que EEUU. Tiene exactamente una base militar en el extranjero, concretamente en Yibuti que se utiliza para operaciones antipiratería.

La última guerra que libró China fue en 1979, contra Vietnam. Salvo un incidente fronterizo con India en 2020, el ascenso de China en Asia Oriental ha estado notablemente libre de conflictos, a pesar de las numerosas disputas fronterizas no resueltas del pasado. China es también el único de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU que en los últimos 30 años no ha disparado un solo tiro fuera de sus fronteras.

Al igual que la mayoría de los países del Sur, China no se deja llevar por la fiebre bélica, que se ha desatado especialmente en los países occidentales desde la guerra de Ucrania. En cambio, impulsa las negociaciones de paz y se opone a las sanciones económicas contra Rusia.

China no responde a su cerco militar construyendo bases militares en torno a EEUU, sino con la construcción de pequeñas islas en el Mar de China Meridional y reclamando gran parte de este territorio. La supervisión de las rutas marítimas por las que se transportan sus productos energéticos e industriales es vital para Pekín. En este mismo contexto es donde hay que ver la Nueva Ruta de la Seda: es una salida por tierra para eludir el cerco marítimo.

Junto con otros países del Sur China intenta construir un mundo multipolar caracterizado por un mejor equilibrio de poder que el actual. Actualmente forma el BRICS junto con Brasil, India, Rusia y Sudáfrica. Pronto, Irán, Argentina, Arabia Saudita, Turquía y Egipto se unirán a este grupo de países.

COVID

La pandemia es la crisis sanitaria más grave de la historia reciente del mundo. La forma de actuar frente a esta crisis enseña mucho sobre un país, no solo sobre su asistencia sanitaria, sino también sobre cómo está organizado, cuáles son sus prioridades, la eficacia de sus políticas, etc. En otras palabras, el COVID-19 es una prueba de resistencia sólida como una roca.

En EEUU la gestión de la pandemia fue francamente abominable. Al principio el gobierno Trump no tomó en serio la amenaza. El 10 de febrero Trump incluso proclamó que el virus desaparecería por sí solo cuando subieran la temperaturas... Solo cuando los mercados bursátiles cayeron en picado el 12 de marzo, su gobierno empezó a despertarse.

Hasta el último momento el gobierno Trump trató de asegurar los intereses de los grandes grupos de capital, incluso a costa de la prevención y protección de la población. Por eso Trump quería evitar al máximo y durante el mayor tiempo posible medidas como la «distancia social», y mucho menos aplicar un confinamiento.

Un segundo motivo que explica la lentitud de la respuesta del gobierno Trump fue la consideración de los recortes presupuestarios, que han reducido en gran medida, por no decir demolido totalmente, la capacidad para luchar contra las epidemias en el país. Ambas razones se dieron también en muchos otros países occidentales, con fatídicas consecuencias.

Las consecuencias de esta gestión o de la falta de ella son desastrosas. En total murieron más de 1,3 millones de ciudadanos estadounidenses a causa del COVID-19. Los epidemiólogos están convencidos de que la cantidad de muertos podía haber sido diez veces inferior si se hubiera declarado el confinamiento dos semanas antes.

Después de una salida falsa en Wuhan, el gobierno chino actuó muy rápidamente con medidas drásticas como un confinamiento. El objetivo principal era, y sigue siendo, mantener la cantidad de víctimas lo más baja posible. Los motivos económicos se dejan de lado.

Para combatir la pandemia el gobierno desplegó importantes recursos. En la fase inicial, se trasladó desde el resto del país a 40 mil médicos y enfermeres a la provincia de Hubei, el epicentro de la epidemia. Unas 3 mil empresas, desde fabricantes de automóviles y empresas textiles hasta gigantes farmacéuticos, cambiaron temporalmente su producción para fabricar mascarillas, ropa de protección, desinfectantes, termómetros y equipos médicos.

La OMS describe el método chino como «quizás el control de la enfermedad más ambicioso, flexible y agresivo de la historia». Esta gestión ha dado sus frutos. El número de muertes por COVID en China es 5 mil 226. Un residente en EEUU o España tiene mil 100 veces más probabilidades de morir de COVID-19 que un chino.

La lucha contra el virus también tiene una dimensión internacional: solo se puede superar una pandemia si se supera en todo el mundo. Y aquí también las diferencias de planteamiento entre Occidente y China son sorprendentes.

Los países occidentales ricos se negaron a ayudar financieramente a los países de ingresos bajos y medios. Se salvaron ellos mismos primero y omitieron garantizar un suministro global adecuado y una distribución equitativa de los bienes esenciales, incluidos los equipos de protección, los materiales de diagnóstico, los medicamentos y los dispositivos médicos.

Contrasta fuertemente con el planteamiento chino. En 2020 los chinos exportaron 220 mil millones de máscarillas al resto del mundo. Con las vacunas pasó algo similar. En las primeras etapas los países ricos acapararon las vacunas para sí mismos en detrimento de los países del Sur. En ese período crucial China suministró 3 mil 800 millones de dosis al mundo. Sólo en una etapa posterior, cuando hubo un excedente de vacunas en el país, EEUU exportó algo más de 600 millones de dosis.

Clima

Los países ricos son responsables de más de la mitad de las emisiones de CO2. Su riqueza y desarrollo se basan en eso. Solo EEUU, es responsable de una cuarta parte de todas las emisiones del pasado. Por eso, países como EEUU tienen la mayor responsabilidad en la prevención de un (mayor) deterioro del clima.

A pesar de las promesas anunciadas con bombo y platillo por el gobierno Biden, las inversiones actuales en materia de clima en EEUU ascienden solo a una cuarta parte de lo que se necesita para cumplir los objetivos climáticos acordados. EEUU solo promete una reducción de las emisiones de 9 a 11% en comparación con 1990, lo cual es demasiado poco.

Con Biden no habrá ningún impuesto sobre el carbono ni aumento del impuesto sobre la gasolina. Por el contrario, las empresas de combustibles fósiles ganan hoy en día miles de millones en rebajas fiscales como resultado de la ley «Reconstruir mejor» (5).

No hay que buscar mucho para encontrar la razón de ese bajo esfuerzo; muchos miembros del gobierno tienen vínculos directos con la industria del petróleo y el gas. En otras palabras, el gobierno de EEUU está con las manos y pies atados por los gigantes de la energía que, evidentemente, pisan el freno a fondo en todo lo que respecta a la transición climática.

Y eso que el actual presidente ni siquiera es tan malo. El anterior era un negacionista del clima y hay una posibilidad razonable de que el próximo vuelva a serlo.

En China la situación es muy diferente. Allí no son las grandes empresas (energéticas) las que mandan y dirigen la dirección política. El Partido Comunista chino es el que determina las políticas que se siguen. Y apuesta decididamente por un futuro sostenible. Recientemente el gobierno chino lanzó el concepto de 'eco-civilización', que significa que se presta tanta atención al desarrollo de los ecosistemas como al bienestar humano.

China solo es responsable de 13 por ciento de las emisiones históricas, pero sí es el mayor emisor en la actualidad. Por otro lado, una parte no despreciable de las emisiones actuales se debe a la producción de bienes consumidos en Occidente (6).

En términos per cápita, China tiene actualmente las mismas emisiones que los países occidentales en 1885. Las emisiones acumuladas de China por persona son solo una octava parte de las de EEUU.

China se compromete a ser neutral desde el punto de vista climático en 2060. En ese periodo de transición sigue dependiendo del carbón, pero está haciendo grandes esfuerzos para alcanzar el objetivo climático.

En la actualidad las empresas chinas producen 72 por ciento de todos los paneles solares del mundo, 69 por ciento de las baterías de iones de litio y el 45 por ciento de todas las turbinas eólicas. Solo en 2021 China añadió más capacidad eólica marina que el resto del mundo contando los cinco años anteriores.

Gracias a las innovaciones de China, los costes de producción de la energía hidroeléctrica, eólica y solar han disminuido en todo el mundo han caído tanto que ahora pueden competir en precio con los combustibles fósiles en gran parte del mundo.

La capacidad total de las energías renovables de China es mayor que la de EEUU, la UE, Japón y el Reino Unido juntos. Pekín también promete multiplicar su capacidad de energía eólica y solar casi por tres.

En la actualidad, el país representa 42 por ciento de los puestos de trabajo en energías renovables del mundo. El 98 por ciento de todos los autobuses eléctricos del mundo circulan en China y el 70 por ciento de todos los trenes de alta velocidad. Desde principios de la década de 1980 la zona forestal se duplicó.

Crisis política

Aparentemente hay algo que no funciona en el sistema político occidental. Con figuras como Trump, Johnson, Bolsonaro, Duterte, etc., este sistema parece cada vez más un biotopo para personajes peligrosos que no rinden cuentas a nadie. Los líderes políticos con una agenda abiertamente racista y/o autoritaria cuentan cada vez más con el favor del votante, basta pensar en Orban en Hungría, Meloni en Italia, Modi en la India, Le Pen en Francia y Morawiecki en Polonia. La lista, por desgracia, es cada vez más larga.

Varios estudios recientes muestran que los ciudadanos comunes no tienen prácticamente ninguna influencia en la política y que sus deseos o necesidades se tienen poco o nada en cuenta. Las élites económicas son las que más influyen en la toma de decisiones políticas en Occidente.

En la crisis del COVID-19 los gigantes farmacéuticos fueron los protagonistas y quienes obtuvieron grandes beneficios. Son los gigantes de la energía los que tienen secuestrada la crisis climática y los que están haciendo mucho dinero a costa de los ciudadanos comunes en la actual crisis energética.

La industria militar es la que alimenta la fiebre de la guerra y la que se nutre de grandes beneficios. Y son los bancos los responsables de la crisis financiera de 2008, pero fueron los trabajadores quienes pagaron la factura.

La confianza en la política se erosiona cada vez más porque se hace más evidente para la población que vivimos en una plutocracia. Antes de la crisis financiera alrededor del 40 por ciento de la población estaba insatisfecha con la democracia, hoy en día ha aumentado a un 59 por ciento. Así lo indica un estudio realizado en 77 países.

Solo un tercio de los europeos sigue confiando en su parlamento o gobierno nacional. La confianza es aún menor en los partidos políticos. En Bélgica supone un 17 por ciento y apenas un 9 por ciento en Francia.

¿Y China? A ojos de Occidente no es una democracia. Su sistema no cumple en absoluto las normas que hemos establecido. Pero es un punto de vista occidental. Para la mayoría de los chinos la democracia significa principalmente gobernar en el interés del bien común y de una buena gestión.

Nosotros hacemos mucho más hincapié en cómo y quién toma las decisiones. Los chinos dan más importancia a la calidad de sus políticos que a los procedimientos de elección de sus dirigentes. Para optimizar esa calidad el Partido Comunista recluta a las personas más capaces. El proceso de selección para la promoción de altos cargos es objetiva y rigurosa. Kishore Mahbubani, un gran experto en Asia dice: «Lejos de ser un sistema dictatorial arbitrario, el Partido Comunista Chino ha conseguido crear un sistema de gobierno que es fuerte y duradero, ni frágil ni vulnerable. Y más impresionante todavía, este sistema de control ha sacado adelante al que quizá sea el mejor conjunto de líderes que China haya podido producir».

En cualquier caso, el partido puede contar con un fuerte apoyo popular. Casi tres cuartas partes de los chinos dicen que apoyan el sistema de partido único. De hecho, el apoyo al gobierno central en los últimos años ha estado entre 80 y 90 por ciento. Esta puntuación está muy por encima de la de los países occidentales.

Que esas puntuaciones sean tan altas no debería sorprender. Los chinos están mejorando juntos su situación a pasos agigantados. Mientras que en muchos países los salarios están estancados o disminuyen, en China han triplicado en la última década. Entre 1978 y 2015 los ingresos del 50 por ciento de los chinos más pobres aumentaron en un 400 por ciento mientras que en EEUU se redujo un 1 por ciento durante ese periodo.

Según la ONU, desde 1981 han salido de la pobreza 853 millones de chinos, lo que supone el 76 por ciento de todas las personas que salieron de la pobreza en el mundo durante ese periodo. Con un PIB per cápita que es casi cuatro veces menor que el de EEUU, la esperanza de vida de un chino en la actualidad es mayor que la de un ciudadano estadounidense.

The Economist, un diario que es todo menos un amigo de China, concluye: «El Partido Comunista Chino tiene una poderosa historia que contar. A pesar de sus muchos defectos, ha creado prosperidad y una esperanza que una generación anterior habría considerado impensable». Esto también explica la gran estabilidad política de los últimos 30 años.

¿Debemos preocuparnos?

No es que China no tenga problemas. La lista de retos a los que se enfrenta el país es larga. En el plano social está la redistribución de la riqueza y la cuestión de los 'migrantes internos' (7). En el plano económico se plantean los problemas del envejecimiento de la población, la transición al mercado interno y la disminución de la deuda.

En el plano político la coexistencia armoniosa con las distintas minorías, el freno a los resentimientos nacionalistas, la lucha contra la corrupción, el desarrollo del estado de derecho, la mayor democratización de la toma de decisiones, el freno a la capa capitalista, el restablecimiento de la moral socialista y llenar el vacío ideológico.

En el plano ecológico está el calentamiento global, sobre todo con la eliminación del carbón, pero también la eliminación de la contaminación ambiental. Y luego está la guerra económica y tecnológica que EEUU ha declarado contra China.

Viendo cómo los chinos han manejado las grandes crisis de los últimos años, es probable que también sepan manejar estos desafíos. Si algo debe preocuparnos, es lo que nos espera de EEUU y de todo una serie de otros países occidentales.

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Notas:

(1) Una «guerra por delegación» (en inglés, proxy war) es un conflicto en el que una parte (normalmente una superpotencia) delega en otra parte, que hace la guerra y actúa como retaguardia. En otras palabras, el trabajo sucio lo hace otro. La superpotencia proporciona apoyo económico, ideológico, logístico y/o militar. El delegado suele ser un país más pequeño y suele correr con las consecuencias negativas de una guerra de este tipo.

(2) En abril de 2020 el Pentágono publicó un nuevo informe en el que abogaba por una mayor militarización de la región. El plan es instalar misiles balísticos en sus propias bases militares o en las de sus aliados (flechas rojas). Si además instalan misiles de crucero en los submarinos (ver mapa), podrían alcanzar la China continental en 15 minutos.

(3) Hay tres asociaciones de este tipo: La llamada Quad (asociación entre Australia, India, Japón y EEUU), AUKUS (pacto de seguridad entre Australia, Reino Unido y EEUU) y los «Cinco Ojos» (asociación basada en la inteligencia entre Nueva Zelanda, Australia, Canadá, Reino Unido y EEUU).

(4) El Departamento de Estado de EEUU lo articuló en 1947 de la siguiente manera: «La supremacía absoluta debe ser el objetivo de la política estadounidense».

(5) La ley Reconstruir mejor es una ley con disposiciones sobre el cambio climático y la política social. Originalmente el plan era invertir 3 mil 500 millones de dólares en proyectos verdes y sociales. Tras las negociaciones esa cantidad se redujo a unos un millón 700 millones de dólares. La ley se aprobó el 19 de noviembre de 2021.

(6) Las exportaciones chinas representan actualmente alrededor del 5 por ciento de las emisiones mundiales de combustibles fósiles.

(7) Los «emigrantes internos» son chinos que van a las ciudades desde las zonas agrícolas, sobre todo del oeste del país, en busca de trabajo. A partir de mediados de la década de 1980 sucedió en las zonas cercanas, pero más tarde también en los principales polos industriales, especialmente en las regiones costeras (en el este).

Al Mayadeen

Fuente: https://www.lahaine.org/mundo.php/ique-podemos-esperar-de-china