lunes, 24 de enero de 2022

¿QUÉ ORGANIZACIÓN POLÍTICA DEBEMOS CONSTRUIR?

 


Davide Gallo Lassere

20 enero 2022 |

[Davide Gallo Lassere comenta aquí el libro de Rodrigo Nunes Neither Vertical nor Horizontal. A Theory of Political Organization (Verso, 2021). Este libro retoma la cuestión de la organización política, un verdadero punto ciego en la mayor parte del pensamiento emancipador -incluido el de la tradición comunista- que se ha desarrollado en los últimos veinte años.]

Poner en primer plano la teoría de la organización política es una tarea cada vez más urgente. No importa cómo se aborde la cuestión, si se hace desde arriba o desde abajo. Después de la "era de los extremos", de la reacción de los años 80, de la resaca neoliberal de los 90, de la guerra contra el terrorismo de los 2000, de la crisis de 2008 y de la pandemia de 2020; o después de los fracasos del movimiento obrero clásico y del movimiento de liberación anticolonial, de las derrotas de la política radical de los años 60 y 70, del agotamiento del altermundismo y de los impases de las luchas de los 2010: Sea cual sea el ángulo desde el que nos enfrentemos al problema, pensar en lo que podemos hacer, concretamente, para aumentar nuestra capacidad de actuación es una exigencia que no pierde vigencia. Esto es aún más cierto si abordamos la emergencia climática con sobrio realismo. Por todo ello, el hermoso y denso libro de Rodrigo Nunes, Ni vertical ni horizontal, merece ser leído y discutido colectivamente.

Como anuncia emblemáticamente el título, el libro procede a una deconstrucción filosófico-política de una larga serie de binarismos que, según el autor, han limitado el potencial práctico de quienes se oponen al actual estado de cosas: verticalidad/horizontalidad, centralización/descentralización, unidad/diversidad, macropolítica/micropolítica, molar/molecular, partido/movimiento, organización/espontaneidad, hegemonía/autonomía, etc.

Con demasiada frecuencia, en la historia de los movimientos sociales, estos pares conceptuales se han considerado -y se siguen considerando- como "disyunciones excluyentes", "dualismos paralizantes" (p. 13), de manera que, si te adhieres a una perspectiva, debes renunciar necesariamente a la otra. Las dos "melancolías de la izquierda" (pp. 51-80) a las que dieron lugar, una fechada metonímicamente a (el fracaso de) 1917, la otra a (el fracaso de) 1968, tienden a abordar la cuestión de la organización política normativamente, partiendo de lo que esperan que ocurra en lugar de lo que es, aquí y ahora.

¿Qué forma de organización deben adoptar los actores del proceso de transformación para revolucionar el mundo? ¿Qué principios encarnan mejor nuestros ideales políticos? Alejándose de estas cuestiones, que han animado muchas orientaciones políticas radicales, Nunes adopta pragmáticamente una actitud basada en el examen de las fuerzas en juego y en la práctica del objetivo: dada la presencia de tal o cual sujeto en unas coordenadas espacio-temporales concretas, ¿qué nos permite aumentar el poder global de los que están de nuestra parte?

Como queda claro desde la primera línea, el ensayo se presenta como una respuesta al ciclo de luchas desencadenado por las primaveras árabes y las ocupaciones de plazas. Según el autor, las dificultades que han encontrado las protestas de 2011 son, en cierto modo, el 1989 de 1968, es decir, la demostración material de la imposibilidad de continuar como estábamos acostumbrados desde el surgimiento de la Nueva Izquierda. Si la ontología "horizontalista" ha vencido efectivamente -el mundo está irremediablemente estructurado en redes, mientras que la crítica a la vieja metafísica “fundacionalista” parece insuperable-, algunas de las exigencias desarrolladas en el marco del enfoque "verticalista" (el primer polo de los pares conceptuales antes mencionados) no han perdido su pertinencia (p. 16).

Al contrario, incluso han adquirido una nueva centralidad. Así, uno de los puntos más interesantes del libro de Nunes es repensar las aportaciones de la tradición "verticalista" a la luz de sus propios errores políticos y carencias históricas, así como a la luz de los descubrimientos practico-teóricos de la tradición "horizontalista", y viceversa[1].

Para llevar a cabo tal tarea, continúa Nunes, es indispensable adoptar una visión ecológica de lo que llama Organisfragen (fragmentos organizacionales), partiendo del irreductible pluralismo subjetivo presente en un entorno determinado. Pensar, por tanto, en términos ecosistémicos, el espacio en el que los distintos sujetos se esfuerzan por transformar el mundo, conscientes de que son parte integrante del entorno en el que están inmersos. Este es el gesto filosófico que está en el corazón de la crítica que Lenin y Luxemburgo dirigieron a la Segunda Internacional y que, unos años más tarde, la cibernética de segunda generación dirigió a la primera: “si no estamos fuera del mundo que describimos, sino dentro de él o junto a él, no sólo las descripciones que producimos son en sí mismas acciones en ese mundo, sino que nuestras acciones en general tienen efectos sobre lo descrito" (p. 11).

Esta disposición política y epistemológica implica una lógica relacional diferente de la soberana que anima el espectro de relaciones intersubjetivas dentro de un movimiento, que van desde alianzas más o menos exitosas u oportunistas hasta antagonismos más o menos rígidos e ideológicos.

El abandono de las piedras angulares de la teoría clásica de la revolución invita, pues, a una revisión profunda de la teoría de la organización política. Desde mediados del siglo XIX hasta la posguerra, los tres pilares de la gramática revolucionaria estaban constituidos por la necesidad intrínseca de la ruptura en el continuum histórico (ya sea pensada en términos procesuales o eventuales), por la coincidencia determinista entre la posición objetiva ocupada en la estructura social y la subjetivación política, y por la supuesta maleabilidad infinita del ser social.

Sin embargo, ahora que la teleología histórica ha sido sustituida por la contingencia, la transitividad economicista por el excedente de composición subjetiva, y el idealismo demiúrgico por el análisis de la complejidad (pp. 81-120), es necesaria una drástica reconfiguración del método organizativo. En este sentido, Nunes elabora varias categorías cuya utilidad para enriquecer los debates contemporáneos sobre los movimientos sociales y la teoría crítica, así como la lucha contra el calentamiento global, es indiscutible; de hecho, esta última constituye un verdadero banco de pruebas sobre el que evaluar la solidez de cualquier propuesta política, ya sea teórica u organizativa.

Entre estas categorías, hay tres que parecen especialmente fructíferas: núcleos organizativos (organising cores), acción distribuida (distributed action) y ecología organizativa (organisational ecology)."‘Núcleos organizativos’ es [...] un término genérico para designar los nodos o grupos de nodos que animan un área o una red, proporcionando la función de concentrar y orientar la capacidad colectiva de actuar en determinadas direcciones, ya sea de forma continua o sólo ocasionalmente."

Por tanto, "toda organización es un núcleo organizativo, [...] pero no todo núcleo organizativo es una organización" (p. 203). Este concepto permite dar cuenta de los diferentes focos (grandes o pequeños, más o menos intensos y estructurados) capaces de influir en el curso de los acontecimientos. De hecho, las actividades de un núcleo organizativo recuerdan a las formas de funcionamiento de las plataformas, que se rigen por "una lógica de creación de espacios de colaboración, que condiciona, pero no determina los resultados" (p. 205). Los núcleos organizativos crean así las condiciones para posibles encuentros, desencadenando dinámicas, alimentando caminos, lanzando consignas, etc. Estimulan en lugar de obstaculizar. Estimulan más que dirigen las movilizaciones; toman la iniciativa, sin monopolizarla; inducen efectos canalizando los esfuerzos colectivos. En este sentido, un núcleo organizativo ejerce funciones de vanguardia y liderazgo, sin ocupar sistemáticamente estas posiciones (pp. 201-11) [2].

Desde esta perspectiva, es más fácil reconocer y apreciar el alcance de lo que Nunes llama “acción distribuida”. Con esta expresión, el autor se refiere al hecho de que nunca se trata de simples acciones agregadas (la insondable suma de una nebulosa de actividades dispersas) ni de acciones colectivas monolíticas (más o menos coordinadas por un cerebro pensante), sino siempre de variaciones intermedias: la combinación más o menos virtuosa de actividades realizadas por grupos organizados (partidos, sindicatos, asociaciones, ONG, medios de comunicación independientes, activistas de diversos colectivos, etc.) con las de miles de personas cuyo grado de participación y afiliación a un movimiento es extremadamente heterogéneo y variable.

Obviamente, la densa red de relaciones que se establece entre los sujetos (individuos y colectivos) que constituyen una dinámica política puede dar lugar a montajes más o menos exitosos y potentes; pero para Nunes es importante tener siempre presente este complejo mosaico de relaciones cuando nos encontramos en la fase de análisis y elaboración táctica y estratégica:"una teoría de la organización debe, por tanto, empezar por cómo los individuos no afiliados coordinan sus acciones fuera de las organizaciones, o cómo se coordinan con las organizaciones, así como cómo las organizaciones se coordinan entre sí. Por lo tanto, el término "organización" se refiere en primer lugar a este fenómeno, y sólo después a organizaciones concretas. Las segundas surgen en el contexto de las primeras, y cosas como los partidos son, por tanto, parte de una teoría de la organización, pero no son su objeto principal". (p. 27)

Este es el tercer elemento importante de la propuesta del activista e intelectual brasileño. El punto de partida de una teoría de la organización no es tanto un examen de la coyuntura, ni una teoría del sujeto, de la forma política a instituir o de la perspectiva revolucionaria a realizar, sino un análisis de lo que él llama "ecología organizativa" (pp. 159-73):"lo que totalizamos como "el movimiento" es en realidad una red no totalizable compuesta por muchas redes diferentes, una ecología de redes siempre cambiante, que a su vez se entrelaza con ecologías más amplias que se superponen de diversas maneras (la ciudad, la nación, el capitalismo global, los miembros de una determinada clase, los que hablan una determinada lengua)" (p. 164).

En este marco, Nunes extrae seis lecciones que merece la pena destacar: 1/ al actuar sobre el entorno compartido, los componentes de una ecología pueden modelar indirectamente el campo de posibilidades de los demás; 2/ la diferenciación funcional es una de las características (y puntos fuertes) fundamentales de una ecología; 3/ la riqueza producida por un nodo o un grupo no le pertenece exclusivamente, sino que también está disponible para el conjunto de la ecología; 4/ pensar ecológicamente en la organización implica no concebirla como una competición de suma cero entre las partes; 5/ nadie gana solo; 6/ tratar la competición entre las partes como un conflicto entre fuerzas y no como una contradicción irreconciliable permite considerar esta tensión como una cuestión de fuerza relativa y no como una oposición absoluta.

Sin embargo, si trasladamos este marco metodológico del nivel meta-analítico al nivel práctico y cotidiano de la lucha contra el cambio climático, se abren varias vías. Me limitaré aquí a indicar la más importante. El principal objetivo implícito de este enfoque es, sin duda, la unilateralidad de la perspectiva política.

En las luchas y debates ecológicos contemporáneos, este paradigma se encarna en dos ejemplos antitéticos: el modelo de autogestión del ZAD y el leninismo ecológico esbozado en algunos textos de Andreas Malm. A pesar de su oposición simétrica (anticipación prefigurativa a pequeña escala frente a una transición a gran escala dirigida por el Estado), ambas perspectivas favorecen el enfoque disyuntivo "o bien" frente al enfoque articulador "y ambos/y" propuesto por Nunes [3]. Aunque ambos tienen varios argumentos históricos y políticos a su favor, ninguno de ellos es lo suficientemente poderoso hoy en día como para imponer un equilibrio de poder que revierta el agravamiento de la crisis ecológica. Sin embargo, es posible imaginar el desencadenamiento de acciones expansivas conjuntas en las que cada una de estas perspectivas políticas, al aumentar su propia capacidad de acción, refuerza el margen de maniobra de la otra[4].

Cómo cultivar estos procesos y hacer crecer conjuntamente los diferentes componentes que sustentan una movilización es una pregunta a la que sólo podemos dar una respuesta contingente, situada en la materialidad de los contextos singulares. Algunas indicaciones de método, válidas en abstracto, son sin embargo desarrolladas con pasión por Nunes en Ni vertical ni horizontal, una obra cautivadora que alterna la crítica de autores clásicos y contemporáneos de la tradición revolucionaria con el análisis de los movimientos sociales que han sacudido la última década. Se trata, sin duda, de una excelente lectura en el contexto de la década que acaba de comenzar y que, incluso más que la anterior, nos obligará a reflexionar sobre el tema de la organización a través de la lente de la ecología política.

 Notas

 [1] Cualquiera que participe activamente en una movilización puede ver cómo muchos activistas tienden a culpar del fracaso de la dinámica política a los demás componentes del movimiento. Viviendo y actuando en Francia en los últimos años, he escuchado decenas de veces a miembros de la izquierda institucional culpar al bloque negro de impedir la masificación de las manifestaciones; o a activistas autónomos centrarse principalmente en criticar a las federaciones sindicales en lugar de hacer su propia autocrítica. Significativamente, con los Gilets Jaunes, un levantamiento que alteró los patrones habituales, estos reflejos improductivos estuvieron mucho menos presentes. Sin embargo, esto no impidió que los "representantes" de ambas izquierdas juzgaran el interés o la importancia del levantamiento en función de su grado de proximidad a la línea anticapitalista "correcta" (desde su punto de vista), un conocimiento que tendrían en virtud de su pertenencia a la tradición política "correcta".

[2] En este sentido, Nunes habla de vanguardias sin vanguardismo, o de liderazgos sin "liderismo", y de la importancia de la horizontalidad por encima del horizontalismo.

[3] Para la crítica de Malm al horizontalismo de las luchas, véase A. Malm, El murciélago y el capital, La Fabrique, París, 2020, especialmente pp. 138-40. Para una crítica de la perspectiva "centrada en el Estado" de Malm, véase Max Ajl, https://brooklynrail.org/2020/11/field-notes/Corona-Climate-Chronic-Emergency, y Bue Rübner Hansen, https://viewpointmag.com/2021/04/14/the-kaleidoscope-of-catastrophe-on-the-clarities-and-blind-spots-of-andreas-malm/. Por mi parte, he intentado desarrollar un enfoque alternativo en la línea de lo presentado en esta breve reseña, basado en la teoría del poder dual y la pluralización de las prácticas en la intersección de las luchas ecológicas, sociales y decoloniales en el Norte y el Sur globales, por un lado, y las diferentes formas de acción directa (manifestaciones, campamentos, ocupaciones, bloqueos, levantamientos, huelgas, sabotajes, etc.), por otro. Véase D. Gallo Lassere, Retour au present: espaces globaux, nature sauvage et crises pandémiques, https://www.contretemps.eu/retour-present-espaces-globaux-pandemiques/.

[4] Para seguir con la secuencia que sacudió a Francia entre 2016 y 2020, puede decirse que algunas de las fases más estimulantes de las luchas tuvieron lugar en momentos en que estas combinaciones se expresaron con un vigor significativo. En cuanto a las relaciones entre los diferentes componentes del movimiento de 2016 (la procesión de plomo, la Nuit debout, las bases sindicales), me remito a D. Gallo Lassere, Contre la Loi Travail et son monde, Eterotopia, París, 2016, pp. 31-68, mientras que en cuanto a las relaciones dentro de los diferentes componentes de los Gilets Jaunes y entre los Gilets Jaunes y otros grupos (sindicatos, autónomos, ecologistas), véase id, "A Crise dos Gilets Jaunes e o Horizonte de Possìveis", en O trabaho das linhas, A. Mendes, G. Cocco (sob a direcção de), Autografia, Rio de Janeiro, 2020, pp. 65-80, (versión corta en francés Revue K, Cahier spécial printemps 2020, https://revue-k. univ-lille.fr/data/medias/KV4.pdf, pp. 93-101), E. Chédikian, D. Gallo Lassere, P. Guillibert, "The Climate of Rond About: the Gilets Jaunes and Environmnetalism", en Southern Atlantic Quarterly, n° 119/4, 2020, pp. 877-87 y D. Gallo Lassere, C. Lavergne, "Soulèvement Gilets Jaunes : expériences et compréhensions plurielles de l'émeute", en Socio, n° 16/2021, de próxima aparición.

Fuente: https://vientosur.info/que-organizacion-politica-debemos-construir/

 

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