Por Eduardo Lucita
Si
hasta hace pocos meses atrás la región de Taiwán y el Mar de la China del Sur
era considerado «el lugar más peligroso del planeta», en los inicios del 2022
ese podio está siendo disputado por tensiones que cruzan tanto a Europa
Oriental como a Asia Central y en el Oriente Medio. Todas las zonas donde se
registran focos de tensión tienen importancia geopolítica y comercial.
En los inicios de este 2022 un
enfoque global muestra tres escenarios. Por un lado una economía en
recuperación concentrada en algunas de las principales potencias y por lo tanto
muy desigual. El Banco Mundial proyecta 5,6% de crecimiento para este año,
traccionado por la suba del comercio internacional (+11% sobre el 2019) donde
se destaca el intercambio China-EEUU que a fines del 2021 alcanzaría su récord
histórico (700.000 millones de dólares).
Por otro lado se verifica un
fuerte rebrote de la pandemia que, por la extrema contagiosidad de la variante
ómicron, crece verticalmente en todo el mundo poniendo en riesgo la evolución
de la economía global en el futuro inmediato.
El tercer escenario está
dominado por los nuevos focos de tensión que sacuden el tablero mundial, que es
lo que nos interesa en esta nota. Si hasta hace pocos meses atrás la región de
Taiwán y el Mar de la China del Sur era considerado «el lugar más peligroso del
planeta» (tal como explicáramos en notas anteriores), hoy en los inicios del
2022 ese podio está siendo disputado por tensiones que cruzan tanto a Europa
Oriental como a Asia Central y en el Oriente Medio.
Zonas
estratégicas
Todas las zonas donde se
registran focos de tensión tienen importancia geopolítica y comercial. La
región indo-pacífica es hoy el segundo destino de las exportaciones de la UE y
alberga a cuatro de los diez principales socios comerciales del bloque. El
Oriente medio contiene más del 60% de las reservas petroleras globales y es un
punto de relevancia mundial. Ucrania y Kazajistán son fundamentales para la
reconstitución de un bloque de poder con Rusia como pivote central.
La declinación de EEUU y los
intentos de la administración Biden por recuperar espacios y presencia
internacional frente al ascenso China y Rusia están en el centro de esta
conflictividad.
Medio
Oriente
EEUU busca restablecer el
acuerdo nuclear firmado por la administración Obama con Irán y países miembros
del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (Viena 2015) que tenía por objetivo
detener el plan nuclear iraní. En 2018 la administración Trump, empujada por
Israel y las monarquías árabes, retiró a EEUU del acuerdo y en paralelo
incrementó las sanciones económicas y financieras. El argumento, otra vez sin
mayores pruebas, fue que la nación persa no estaba cumpliendo el acuerdo, pero
el objetivo no declarado, ahora es evidente, no era otro que mellar la
influencia de Irán en la región, esta había crecido luego de que Rusia
destrabara la crisis siria a favor del régimen de Bashar al Assad aliado de los
persas. Por si fuera poco en las afueras de Teherán fue asesinado Mohsen
Fakhrizadeh, el principal científico nuclear iraní y meses antes, en las
cercanías de Bagdad, el comandante Suleiman, considerado un héroe nacional
iraní. Cartón lleno, el resultado de las presiones económico-financiera y
militares fue exactamente inverso a lo buscado. En lugar de detener el plan
nuclear este se aceleró. Informes recientes dan cuenta de que Irán está a punto
de completar el ciclo de enriquecimiento del uranio en un porcentaje que lo
pone a tiro de lograr la bomba nuclear. Adicionalmente se ha revelado como
potencia militar (posee un importante stock de misiles de precisión y largo
alcance).
El reconocimiento de la
peligrosidad de la situación y la responsabilidad de los errores no forzados de
EEUU están llevando a un replanteo general en la región, incluso tanto en
Israel como en los emiratos y otras jerarquías árabes ya se piensa en alcanzar
algún acuerdo con Irán. Mientras tanto la presencia de China crece en la región
y su proyecto de Nueva Ruta de la Seda gana espacios.
Europa
y Asia
Día a día crecen las tensiones
entre Rusia, EEUU y los países europeos por la zona fronteriza que comparten
Rusia y Ucrania y por la crisis en Kazajistán. En 2014, luego de las protestas
del Euromaidán, Rusia invadió primero y anexó después la estratégica península
de Crimea (donde está instalada la mayor base naval rusa), desde hace unos
meses está desplegando tropas a lo largo de toda la frontera con Ucrania
intentando disuadir o bloquear el acercamiento de Ucrania a la OTAN, que habilitaría
la expansión de la alianza hacia el este lo que Rusia considera una amenaza
militar (vínculos culturales, étnicos e históricos suelen justificar acciones
diplomáticas o militares).
Como en la región indo-pacífica
la administración Biden ha declarado que no aceptará una nueva invasión militar
de Rusia, amenazando con sanciones bancarias, financieras e incluso bloquear el
gasoducto Nordstream II, lo que enciende luces rojas en Alemania que depende de
ese gas, más cuando acaba de cerrar numerosas centrales nucleares. Moscú ha
respondido que sería «un error colosal» y que aplicaría «medidas militares y
técnicas». Mientras que la OTAN advirtió que hay «riesgo real de conflicto» y
que la alianza debe prepararse para «un fracaso diplomático».
Incertidumbre
El Asia Central situada entre
Irán y China y en las cercanías de Turquía es un nuevo foco de conflicto
desatado luego de protestas populares en Kazajistán por el aumento del precio
de gas. A diferencia de lo sucedido cuando el Euromaidán, aquí hay fuertes muestras
de autoorganización y contenidos de clase en las protestas, provenientes de una
larga tradición de luchas obreras y huelgas en el país. Rusia a través de la
Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC) intervino
militarmente para controlar la situación en Kazajistán, que es el núcleo
central de la estrategia geopolítica del presidente Putín para recuperar la
Gran Rusia.
Tambores de guerra resuenan en
esas tres zonas en conflicto que tensionan todo el tablero mundial, mientras
que no hay precisiones en cuanto a la extensión y la magnitud de la pandemia,
que está imponiendo nuevas restricciones en una economía global que registra
creciente ausentismo laboral que limita la producción y entorpece la logística
de las cadenas de valor, todo acompañado por una tasa de inflación desconocida
en décadas.
Todo redunda en una gran
incertidumbre sobre el futuro inmediato.
Eduardo
Lucita, integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).
https://kaosenlared.net/nuevos-focos-de-tension-en-el-tablero-mundial/
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