lunes, 30 de octubre de 2017

TITIRITEROS Y LOS KURDOS: ARABIA SAUDÍ INTENTÓ UTILIZAR A LOS KURDOS PARA CORTAR LAS ALAS A IRÁN




Con Estados Unidos en retirada, Arabia Saudí se queda más débil que nunca como resultado de su juego con los kurdos


Middle East Eye
30-10-2017
Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós.


Desde el momento en que Massud Barzani, presidente de la región del Kurdistán iraquí, convocó su referéndum estaba claro qué grupo de países formaría una coalición para cortar de raíz un Kurdistán independiente. 

En una región con 30 millones de kurdos que abarca cuatro países, Turquía, Irán e Iraq compartían un interés particular en suprimir al estado en ciernes desde su nacimiento, incluso aunque para Ankara significara abandonar al único aliado kurdo del que dependía en su guerra contra el Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK) en el país y contra el Partido de la Unión Democrática del Kurdistán (PDK) en Siria.

Menos claro parecía, sin embargo, qué grupo de Estados respaldaría a Barzani. Israel fue el único actor regional que lo hizo expresamente. Como declaró su primer ministro Benajmin Netanyahu, “Israel apoya los esfuerzos legítimos del pueblo kurdo para lograr su propio Estado”.

Aunque Israel consideraba al PKK como un grupo terrorista, Yair Golan, antiguo subjefe del ejército israelí, declaró en una conferencia en Washington que él personalmente no. “Cuando miras a Irán en el este, cuando ves la inestabilidad en la región, una entidad kurda estable y unificada en medio de este espacio empantanado no es tan mala idea”.

El razonamiento de Golan no era del todo ajeno a otra potencia regional con un interés en utilizar a los kurdos para cortar las alas a Turquía, a Irán y a Iraq: Arabia Saudí. De cara a la galería, el Rey Salman respaldaba firmemente la unidad de Iraq. Detrás de escena, la corte real despachó una serie de emisarios para animar a Barzani en su proyecto de dividir el Estado iraquí y cuestionar la integridad territorial de Turquía e Irán. Uno de ellos es un general retirado en las fuerzas armadas saudíes, Anwar Eshki, presidente en la actualidad del think-tank saudí Centro de Estudios Estratégicos y Legales para Oriente Próximo.

Eshki fue explícito sobre el razonamiento del reino. Manifestó ante el Consejo de Relaciones Exteriores que trabajar para la creación de un Gran Kurdistán por medios pacíficos “reduciría las ambiciones iraníes, turcas e iraquíes. Ello desarticulará un tercio del territorio de cada país a favor del Kurdistán”. Eshki reiteró su apoyo a un Estado kurdo independiente en una reciente entrevista telefónica con la agencia de noticias rusa Sputnik, donde afirmó que el reino saudí no se interponía en el camino de la voluntad del pueblo. “Creo que los kurdos tienen derecho a tener un Estado propio. […] Iraq ha do muy lejos en la marginación de los kurdos. Y como el propio Barzani señaló, él no se ha adherido a la constitución que dividió Iraq en razas y sectas. Si el gobierno iraquí sigue por el mismo camino, podría ser que Iraq se acabara dividiendo en más de dos”.

Otra señal es la enviada en marzo de este año por un asesor de la corte saudí: Abdulá al Rabiah declaró a Saudi Okaz Daily que el Kurdistán iraquí tenía un alto potencial económico, cultural, político y militar imposible de eliminar por Irán y Turquía. Tras reunirse con Barzani, Rabiah señaló que el Kurdistán tenía “las bases necesarias para la independencia y defendía su existencia”. Otro miembro clave de la alianza saudí, Emiratos Árabes Unidos, hizo lo propio. Me cuenta una fuente fiable que el hijo de Barzani, Masrur, jefe del Consejo de Seguridad Nacional, hizo una visita secreta a Abu Dhabi solo un mes antes del referéndum del 25 de septiembre.

En Emiratos Árabes Unidos, académicos a la sombra del Príncipe Heredero de Abu Dhabi, Muhammad bin Zayid, hicieron mucho más que emitir declaraciones de apoyo. Abdulá Abd al Jaliq publicó un mapa donde se representa el Estado de Kurdistán que se establecería dentro de unos años y que tendría una población que podría ascender a 30 millones. También pidió al presidente turco, Recep Tayip Erdogan, que no penalizase a Kurdistán por el referéndum pues, dijo, “es una medida democrática”.

Todo esto no pasó desapercibido en Bagdad. The New Arab citó a un funcionario iraquí que denunciaba que Irbil había firmado un “memorando de entendimiento” con Ibtisam al Kutbi, director del Centro de Políticas de Emiratos Árabes Unidos, para ayudar a organizar el referéndum. Emiratos Árabes Unidos negó informes de que su cónsul en Irbil hubiera asistido al referéndum y hubiera visitado algunos colegios electorales.

Arabia Saudí muestra sus intenciones

Arabia Saudí envió otras señales de que su política en la región estaba cambiando. Sorprendió una visita secreta del ministro saudí para asuntos del Golfo, Zamer al Sabhan, a Raqqa (Siria). Según Al Quds al Arabi, al Sabhan fue fotografiado con Brett McGurk, enviado especial de Estados Unidos para la campaña contra Daesh, acompañado por comandantes militares de las Fuerzas Democráticas Sirias respaldadas por Estados Unidos, los mismos que erigieron un retrato del líder del PKK Abdulá Ocalan, en las ruinas de la ciudad recién liberada de Daesh. Era aparentemente un mensaje dirigido a Turquía.

Una vez que se derrumbó la resistencia de los peshmerga kurdos en Kirkuk, Riyad abandonó rápidamente el barco. Salman llamó a Haider al Abadi, primer ministro de Iraq, para subrayar el apoyo del reino a la unidad de Iraq y lo invitó a visitar Riad la semana siguiente. El jefe de personal del ejército iraquí ha visitado el reino esta semana.

El fiasco de Kirkuk es el último ejemplo de la inestabilidad asociada al desmoronamiento del imperio estadounidense en Oriente Próximo. Tanto Turquía, como el Gobierno Regional del Kurdistán, Iraq y Arabia Saudí son aliados en los que Estados Unidos ha invertido mucho dinero. Pero eso ya ha dejado de significar algo habida cuenta de cómo estos aparentes aliados militares de EEUU se miran entre sí: recuerdan más a cómo se comportaron los estados o principados de la Europa del siglo XVIII que a cualquier otra cosa que hayamos presenciado en el siglo pasado.

Las unidades del ejército iraquí entrenadas y financiadas por EEUU operaron junto a las milicias chiíes respaldadas por Irán para expulsar a las fuerzas kurdas peshmergas equipadas por EEUU, que eran instrumentos esenciales en la lucha contra el Daesh en el norte de Iraq.

La limpieza étnica alrededor de Kirkuk durante la última semana ha sido real. Cerca de 100.000 kurdos han tenido que huir de sus hogares, muchos de sus negocios han sido incendiados y decenas de combatientes peshmerga asesinados.

Mientras esto sucedía Washington se ha mantenido al margen. Un portavoz del Departamento de Estado ha declarado que “la reafirmación de la autoridad federal sobre las áreas en disputa de ninguna manera cambia su status; siguen siendo disputadas hasta que su estatuto se resuelva de acuerdo con la constitución iraquí”.

El paraguas militar estadounidense echo jirones

De hecho, la lucha sobre Kirkuk constituye la primera gran violación del pacto en el Iraq post Sadam según el cual Bagdad no usaría la fuerza militar contra los kurdos. El primer ministro iraquí, Abadi, ha reafirmado su autoridad. La recuperación de Kirkuk le favorece en la lucha contra su rival, el ex primer ministro Nuri al Maliki, en las elecciones nacionales del próximo año, y lo que diga o no la Constitución iraquí poco cuenta.

De manera que ser aliado de EEUU no supone tener garantías de contar con un paraguas diplomático estadounidense y mucho menos militar. El vacío dejado por la retirada de Estados Unidos –yo veo en el nacionalismo de America First de Donald Trump la continuación de la atenuación que inició Barack Obama respecto al intervencionismo de Bush– es aún más desestabilizador que un presidente que ha convertido la Casa Blanca en un reality show.

Cualquiera que fuera el apoyo con el que contaba internamente de los peshmerga leales a la UPK, que no ha recibido, Barzani también interpretó equivocadamente las señales de Riad y Abu Dhabi. Bienvenidos al mundo post-occidental. Tanto Gran Bretaña como Rusia atravesaron el doloroso proceso de la pérdida de sus imperios. Ahora le toca el turno a Washington.

La retirada estadounidense no deja un nuevo equilibrio de poder controlado por potencias regionales fuertes. Deja una vasta zona de espacios disputados controlada por ejércitos independientes y curtidos en guerras con armas occidentales. Se abandonan aliados tradicionales y se desintegran políticas de la noche a la mañana.

Irán gana, nuevamente

Por supuesto hay ganadores. Uno de ellos es Irán. En ausencia de un mediador internacional fuerte y confiable, Qasim Suleimani, el dirigente de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria Islámica, parece haber jugado un papel mucho más eficaz al convencer al sector de la familia Talabani de la UPK de llegar a un acuerdo con las fuerzas de Hashd al Shaabi, aunque la milicia chií rápidamente retiró a sus combatientes dejando el control a ejército y policía federal iraquíes.

Solo dos días después de que su contrato nuclear fuera “descertificado” por Donald Trump, Irán, a través de sus representantes subsidiarios chiíes, ha logrado controlar efectivamente otra parte estratégica de los bienes raíces de Iraq y varios de sus pozos de petróleo.

Turquía ha sido empujada todavía más a la esfera de Teherán. La fuerza simbólica de Turquía en Iraq está ahora rodeada por todas partes de milicias chiíes de Hashd al Shaabi, respaldadas por Irán y utilizadas para encabezar el asalto a Kirkuk.

Arabia Saudí es más débil regionalmente que nunca. ¿Comprenderá y aprenderá algo cada vez que juega a Juego de tronos y pierde? El legado resultante de estas luchas es un listado cada vez más largo de ciudades suníes en ruinas y millones de refugiados. Esas ruinas y los refugiados son el resultado del llamado liderazgo saudí en el mundo árabe suní.


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