sábado, 26 de mayo de 2018

A PROPÓSITO DE UN DEBATE SOBRE SITUACIÓN REVOLUCIONARIA




PREVENCIÓN CONTEXTUAL DEL ARTÍCULO

   La discusión planteada dentro de un sector de izquierda socialista en Perú respecto a la necesidad o no de la fundación de un partido de clase cuando no hay situación revolucionaria es importante solo en la medida en que (luego de que una etapa de hegemonía ultraizquierdista en el interior de la izquierda revolucionaria ha sido identificada, minimizada y rechazada en parte) se conoce con mayor difusión después de su larga repetición en años anteriores dentro de círculos muy cerrados.

   No obstante, tal debate es doctrinario en grado sumo y ahistórico, se realiza solo en base a las experiencias estrictamente referidas a la revolución Rusa, a la Comuna de París y a otras referencias teóricas muy antiguas, las cuales tienen validez referencial pero no necesariamente vigencia absoluta. Sobre todo se utilizan en ambas partes, en su gran mayoría, argumentos únicamente de autoridad, las citas de obras de los clásicos, llamados así con cierta  equívoca o negativa atmósfera, pues se evidencia una especie de culto a los “padres fundadores” del marxismo leninismo y a la vez se perfila una falsa idea de caducidad de sus doctrinas  o  sus posiciones en su totalidad; los dos extremos se oponen pero a la vez se sugieren de la tónica que le dan los participantes a sus argumentaciones. Tales se mueven, sin embargo, en un mismo carril circular: el doctrinarismo al margen del análisis material e histórico real y actual. 

  Tal debate es atemporal: pudo haber acontecido con poquísimos cambios en 1936, 46, 66, 76…pero sigue en 2018 con una absoluta prescindencia de hechos y cambios históricos en el mundo y en Perú. Un factor implícito en esa petrificación o círculo vicioso es la visión estratégica de que la centralización lograda en los 20 del siglo pasado ya lo dijo todo  y lo que falta es o inducir la fuerza del mito en las masas, o impulsar las organizaciones de base de éstas;  concepción muy en boga y enraizada profundamente aproximadamente desde 1967; cuando todas, absolutamente todas, las tendencias latentes del socialismo pequinés de entonces declararon cerrado el debate con la asunción del marxismo-leninismo pensamiento Mao en lo internacional y el legado de Mariátegui en lo nacional, estableciendo las tareas prácticas de organización, propaganda y movilización como las prioridades. Se confundió la asunción de una base de unidad con la tarea permanente de análisis concreto de la realidad concreta.

   La distancia de la centralización del 20 con la realidad ya se notaba desde los años 40, pero un análisis de las posiciones de la izquierda de ese entonces es competencia de otro artículo y esfuerzo, basta decir en esta prevención introductoria que la repetición dogmática de consignas y programas, impulsadas desde fuera en algunos casos, con la mejor intención pero sin investigación local actualizada,  fue la tónica general en esas épocas; por otro lado, algunos núcleos de socialistas defendían las centralizaciones del 20, con un sesgo de personalización en Mariátegui, esta tendencia fue resuelta en 1967 dividiendo “la situación internacional” de la “situación nacional”, en una yuxtaposición de marxismo leninismo Mao en lo internacional con legado, camino o sendero de Mariátegui en lo nacional. Fuera del marxismo otras tendencias, liberales y étnicas, fueron desarrollando sus propias posiciones.

  No he mencionado un solo nombre ni personaje en apoyo a estas declaraciones de mi autoría, ni he censurado o motejado ni ridiculizado a nadie en particular. La idea es ayudar a salir, por lo menos a algunos cuadros, del círculo vicioso de doctrinarismo extremo, excomuniones mutuas, odios prolongados, sarcasmos, ridiculizaciones y ataques personales que desde aproximadamente 1981 o 1982 vienen protagonizando los principales protagonistas participantes de este debate. Tal polémica se realizó primero por cartas, luego por publicaciones, luego por correo electrónico y ahora en redes y blogs, con una reproducción literal año tras año de las mismas citas de los fundadores, repetición litúrgica y prácticamente religiosa, opiniones conexas con perfiles bizantinistas y con tipificaciones de herejía entre estos intérpretes. 

  Las contradicciones siguen vigentes, y agudizándose, ocurrirán nuevas situaciones revolucionarias, nos parece que más ligadas que antes a factores mundiales y no solo locales; responsabilidad de los activistas comprometidos es entonces actualizar sus análisis y activar un programa de lucha que incluya las propuestas en forma creativa, completa y con línea de masas adecuada a las nuevas generaciones de clases oprimidas que insurgen muy circunstancialmente, muy economicistamente, a la lucha contra la burguesía intermediaria, los neofeudalismos y la injerencia imperialista y corporativa dentro del ámbito del trabajo de los campesinos obreros, comerciantes y trabajadores dependientes en general. (Max Denier, 25/05/2018)

PRIMERO; EL MUNDO,  LA VISIÓN DEBE SER GLOBAL

   ¿Por qué la oleada revolucionaria en el mundo (nacionalista y democrático-popular pero muy poco socialista) de los 60 se diluyó?  A largo plazo, el factor más importante fue el desarrollo en los países capitalistas adelantados de una diversificación de la producción, de la promoción de bienes de consumo y de entretenimiento1 y, en los países atrasados dependientes y semicoloniales sobre todo,  el crecimiento de una población “informal”  de trabajadores aparentemente independientes, pero realmente oprimidos indirectamente por el gran capital. Sin embargo,  esta dispersión de la clase obrera, proceso mundial desde 1960, destruyó los vínculos de solidaridad que traía el trabajo en una fábrica o en un solo local, estos factores objetivos son de vital importancia para explicar la atenuación o falta de situaciones revolucionarias; el crecimiento del capitalismo se hizo a costa de la sobreexplotación de la naturaleza, la dispersión de los trabajadores, el crecimiento de una economía de servicios adjunta y la precariedad de los puestos de trabajo, todo lo cual logró dividir y aislar a los núcleos de trabajadores más conscientes y activos. Además, lentamente (con mayor fuerza desde 1973 y 1979) se fue configurando un perfil de intervención y de hegemonismo político y económico en los países dependientes y semicoloniales del campo occidental: la cancelación de las políticas desarrollistas y de keynesianismo y la puesta a punto y aplicación del neoliberalismo y su complemento económico cultural e ideológico, la globalización. 

   Por otro lado, aunque la teoría dice que los factores subjetivos no hacen parte de una situación revolucionaria, el agudo enfrentamiento que protagonizaron los soviéticos revisionistas y los dirigentes chinos, enfrentamiento a nivel de Estado y públicamente propalado hasta llegar a los extremos de apoyar los complots e intrigas de los Estados Unidos contra la URSS (aunque la deriva de ésta hacia el capitalismo era evidente, eso no justificaba que se hiciesen pasar los motines y asonadas de Hungría, Berlín y Checoeslovaquia como “una resistencia de los pueblos contra el socialimperialismo soviético”), además de lanzar la confusa y equívoca tesis de los tres mundos2, con la incongruencia del acercamiento diplomático a Estados Unidos y a los gobiernos reaccionarios de América Latina; todos estos aspectos y fenómenos, por su extensión y profundidad, influyeron en las consciencias y en los activismos en todo el mundo, bien diluyendo la iniciativa de los sectores populares básicos de la producción, bien radicalizando a las comunidades de estudiantes universitarios; todos estos factores, sumando los de naturaleza objetiva fundamental, crearon las aventuras putchistas, el ultraizquierdismo sectario y dogmático y, sobre todo, el electorerismo parlamentario y acomodaticio que impregnó a las dirigencias gremiales y sindicales y a los partidos de izquierda progresista, los cuales devinieron en un sector republicanista liberal con tintes rosados (el ciudadanismo y toda su agenda diversionista de movimientos de minorías y de reforma civil) o en nuevas versiones de socialdemocracia. 

   Dicho de otro modo, se atenuaron las condiciones de situación revolucionaria en una de sus características “las masas ya no quieren vivir como antes, el extremo pauperismo y opresión que sufren los obreros y los campesinos”. Entiéndase que la historia vivida se convierte en realidad, aunque sea en la forma de consciencia deformada o parcializada sobre el reciente pasado, pero consciencia extendida3. Además, se debe añadir a lo antedicho el impacto producido por la caída de China socialista, la increíblemente fácil reversión de Albania y la destrucción de la URSS.  Fueron hechos objetivos, malinterpretados, todo lo que se quiera, pero que crearon el desaliento, el escepticismo y la conversión reaccionaria en intelectuales y muchas masas que tenían expectativas en las diferentes versiones de socialismo. No se debe soslayar este aspecto en la situación de las décadas del 70, 80 y 90 del siglo pasado y del 00 del siglo actual, pues así como el desarrollo de las contradicciones agudiza la opresión sobre los sectores trabajadores y populares, alentando en principio la rebelión; también las derrotas y retrocesos referidos, objetivamente, impulsan una situación no revolucionaria o antirevolucionaria; desviándose y dándose el impulso de las masas hacia movimientos convulsos, meramente nacionalistas, integristas o religiosos o fascistoides4.

 A CONTINUACIÓN; EL PAÍS, EL ANÁLISIS DEBE SER REAL, CONCRETO E HISTÓRICO

   La migración en el Perú (patente desde el 40, cuantiosa y masiva desde los 60) fue como una válvula de escape para el estallido social, los primeros migrantes traían una “inercia revolucionaria”, por ser de origen campesino y urbano provinciano, pero la canalizaron en la lucha por metas concretas: trabajo independiente y propiedad urbana; los estudiantes de reciente origen provinciano fueron una sección popular más radicalizada hacia corrientes revolucionarias, marxistas y populistas o hacia nuevas versiones de corrientes como el trotskismo y la socialdemocracia. El país también vivió una paulatina desindustrialización, producto, entre otras causas, de la crisis económica que se inició con Morales  Bermúdez, tal proceso retrotrajo al sector más consciente y activo de la clase obrera clásica, industrial, concentrada y organizada. El sector minero fue también protagonista de fuertes luchas, pero el cambio de matriz tecnológica (de socavón a cielo abierto con gran mecanización)  y la tercerización contribuyeron a que este sector histórico de la clase obrera se contrajera en número y en combatividad.  

Cuanto más comenzaba a disminuir la clase obrera clásica, más crecían los sectores tercerizados y más crecían los sectores “independientes” de comerciantes y servicios, más radicales e incandescentes se convertían las comunidades izquierdistas universitarias, fue un periodo positivo, pues se forjó un grado de unidad entre el movimiento universitario y el movimiento popular y se promovieron cuadros y organizaciones. 

  Sin embargo, la direccionalidad de los movimientos populares comenzó a pasar lentamente a los sectores rosados liberales, todavía con ropajes socialistas (el PUM, el PCR la fenecida UPP, con la ayuda de un hipertrofiado cúmulo trotskista), consiguieron extender entre el pueblo la idea del electorerismo, con la consigna de “recuperar la democracia”; por otro lado, los sectores izquierdistas más radicales o bien se enquistaban en nichos sindicales y universitarios, o bien   comenzaban a activar en el seno de las masas con una visión sectaria y dogmática, promoviendo putchismos, los cuales derivaron luego en ultraizquierdismo indiscriminado. Este panorama de fines del año 1979 configuró una retracción de la situación convulsa hacia la expectativa parlamentarista; por otro lado, la desesperación por no perder vigencia ni actualidad originó el ascenso del movimiento ultraizquierdista que, primero con una versión formalmente maoísta y luego con una autoexaltada versión propia, pretendió sustituir a los movimientos populares, primero, arrinconándolos y luego realmente disolviéndolos, al coaccionar a los dirigentes para  militarizarlos, o reprimirlos5.

 LUEGO; LA ACTUALIDAD, LA DETERMINACIÓN GLOBAL ES CRECIENTE

 Todo lo expuesto hasta aquí  no quiere decir que en estas condiciones de dispersión de la clase obrera y de alienación clasemediera en muchos sectores de trabajadores dependientes y supuestos independientes ya no sea posible la ocurrencia de situaciones revolucionarias; al respecto, la experiencia (prefiero no citar personalidades, a las que respeto, pero atosigan las citas, muchas veces se esgrimen con una intención de falacia de autoridad) de los movimientos populares, socialistas y comunistas revela y se decanta por la aparición de situaciones revolucionarias localizadas (que pueden devenir por falta de partido o de lucidez en  los movimientos populares en fascismo) en los preámbulos de guerras o como resultados de éstas (“o la revolución detiene la guerra -Revolución rusa del 17- o la guerra desata la revolución” -revoluciones democrático populares y Revolución china subsiguientes a la IIGM-), así  las guerras de agresión, las subversiones, los conflictos artificiosos, las intervenciones imperialistas abiertas, han sido después de la década del 60 del siglo pasado cosa cotidiana en la situación mundial, con la consiguiente ocupación de, principalmente, la potencia imperialista USA en sofocar o utilizar, subvirtiendo e infiltrando las situaciones convulsas producidas, algunas veces situaciones revolucionarias con los tres aspectos básicos, a su favor. 

   Ejemplo de lo anterior son Bahía Cochinos, Santo Domingo 1965, Jamaica y Panamá (intervención imperialista); Nicaragua, el Salvador, Panamá de Torrijos,  Chile pre-Pinochet, Perú 74 (subversión imperialista), Perú 77-79 (situación casi revolucionaria con reversión a situación convulsa);  las operaciones Gladio en Europa, la operación Cóndor en América Latina y las Revoluciones de Colores en diferentes latitudes del globo; todas combinadas con infiltración de movimientos ultraizquierdistas y con atentados de falsa bandera.

  Esta amplitud de la política imperialista de USA y de algunos de sus aliados  implica la dispersión de  sus fuerzas y por eso también ocurre que movimientos pequeñoburgueses en América Latina y en África logren, en medio de crisis económicas provocadas por aplicación de políticas neoliberales, llegar al gobierno, con resultados internos inciertos, reformistas y precarios; no obstante, esos gobiernos son objeto de una furiosa represalia a todo nivel por parte de la potencia hegemónica USA. En otras partes del mundo también surgen nuevos centros de resistencia nacional a la expansión furiosa del bloque occidental, se debe considerar que el reparto del mundo producido en las dos guerras mundiales no significó la aniquilación absoluta de clases nacionalistas dentro de los países de Oriente y de Asia, así lo demuestran las reacciones contra las agresiones occidentales y contra pretensiones rapaces sobre el petróleo en Irak, Irán, Siria y Yemen. Estos son aspectos nuevos que se han configurado más agudamente después de la consolidación capitalista en Rusia y China6.

   En la actualidad, la expansión de Estados Unidos y el campo occidental, luego de la caída de la URSS choca con la emergencia económica de China como potencia y la reconstrucción de una Rusia independiente y contrapuesta a la OTAN y a Estados Unidos en particular. Se configura no la repetición del consabido diagnóstico de las “contradicciones entre imperialismos” y la táctica de “bloque del tercer mundo contra las superpotencias”, pues la realidad es muy diferente. El gran poder de USA ha cercado a China, con apoyo de sus aliados Australia, Japón y Corea del sur y también viene cercando agudamente a Rusia con el despliegue directo de innumerables emplazamientos coheteriles, radáricos y de concentración de tropas en todas las fronteras de Rusia. Estos dos países, Rusia y China se han aliado con una rapidez y un pragmatismo que hubieran sido imposibles en la época socialista de ambos. 

  Las acciones para contrarrestar las operaciones de guerras híbridas, revoluciones coloridas y terrorismo controlado que han impulsado primero los pueblos de Novorossia, Siria, Irak, Palestina, Irán y Yemen contra la desaforada ofensiva del “estado profundo” estadounidense han dado un vuelco con la intervención militar indirecta de Rusia en esos conflictos, intervención en apoyo a la resistencia contra las invasiones e intervenciones destinadas a someter a esos países y expoliar sus recursos. En esos casos se debe tipificar como situación convulsa derivada en guerra de resistencia nacional la actividad objetiva de esos países; vale decir, no todas las crisis políticas derivan obligatoriamente en una situación revolucionaria, pueden prologar, como es el caso, una guerra nacional de frente unido de salvación o independencia, pues la revolución social no está al orden del día. Postulan lo contrario, que debe derrocarse al poder, incluso aprovechando el terrorismo y la intervención imperialista, sectores trotskistas que siempre, por definición, recrean la situación prerrevolucionaria de  Octubre en Rusia para todas las situaciones y para todas las épocas. Es por eso que esos sectores hacen de agentes, conscientes o no, no es importante, en las actuales circunstancias.

  Por último, en esta sección referirse a los asuntos de Nicaragua, Cuba y Venezuela, es posible que haya situaciones muy criticables desde una perspectiva de principio teórica, desde los requisitos de clase y de programa en relación con un verdadero socialismo, al interior de esos estados por las políticas internas de sus clases gobernantes (vale para Venezuela y Nicaragua, no para Cuba), pero es incorrecto atacar y descalificar como negativos a los movimientos antiimperialistas que representan las iniciativas de esas naciones; pues, a nivel de nuestra situación de desorganización y ánimo todavía adverso hacia una línea más radical en el plano del socialismo y del comunismo, es necesario unir fuerzas contra el enemigo principal, el estado imperialista de Estados Unidos, matriz de toda la sistemática neoliberal y globalizadora que supone el intervencionismo, la desarticulación y la persecución de cualquier movimiento centrífugo y nacional, por tibio que sea. 

AUTOR: Max Denier


NOTAS

1 No se está planteando aquí ningún capitalismo postindustrial, sociedad de la información, o posmodernismo; la visión que nos orienta es que la lucha por el socialismo y el comunismo futuro está vigente desde la época de Marx, época que no debe reducirse al simplista punto de vista de “capitalismo de libre competencia”, no solo porque tal libre competencia no existió totalmente, debido a la expansión imperial previa en ultramar por parte de Inglaterra y otros países colonialistas, a costa de India, Suramérica, Portugal y otras regiones (base que les dio oportunidad también para su política de libertad de mercados tutelada por su marina de guerra), sino, fundamentalmente porque el socialismo no está automáticamente en función de las etapas del capitalismo (somos conscientes de que esta idea contradice el análisis de Lenin del año 1916, se asume el compromiso de probarla o de desecharla), sino de la lucha programada y decidida del proletariado primero y luego de las clases obreras actuales con los aliados necesarios: es una lucha política, pues el núcleo del marxismo no es el análisis sino la transformación revolucionaria de la sociedad en base al poder  planificado, organizado y consolidado. Se tiene en cuenta principalmente la correlación de fuerzas políticas tanto a nivel global como a nivel nacional o local; por supuesto que los movimientos económicos internos del capitalismo determinan en última instancia, las contradicciones particulares, en etapas históricas, no económicas mecánicamente, debido a la combinación de avance de fuerzas productivas con sobreproducción, disminución de tasa de ganancia, cambios tecnológicos y creación de consumos, además de expoliación de nuevos sectores naturales, determinan claro, las situaciones políticas; sean estables, convulsas, fascistizantes, democratistas , revolucionarias, antirevolucionarias, progresistas, nacionalistas o disputas interimperialistas.

  Entonces, el inevitable desarrollo de las fuerzas productivas, la electrónica, la energética, la biotecnología, (que llaman algunos, quizá pomposamente, “tercera, cuarta y quinta revolución tecno-científica”) y el consiguiente descenso de la tasa media de ganancia hicieron que el capital buscase nuevas fronteras y campos donde expandirse, así se impulsó la economía de servicios consumista y luego la tercerización de la producción en base a los métodos de maquila y sucursales, lo que posteriormente llevó a la deslocalización y la puesta de fábricas en Asia y China furiosamente, después de la apertura de Teng Siao Ping. Un punto de inflexión fue la crisis interna de la ciudad de Nueva York en 1971 y luego la crisis del petróleo de 1973. Esta también es una “etapa” dentro del capitalismo y la situación mundial, pues la clase obrera se expande, pero se encuentra más dispersa, el consumismo alienador de modas, música, video y electrónicos se expande a costa de la anomia y desocupación de amplias masas en los países más urbanizados, la tercerización, los trabajos “independientes” que dan la falsa ilusión de emprendurismo o empresa también constituyen otros tantos factores objetivos que convierten en un mayor reto el lograr la conciencialización de las nuevas generaciones y la elaboración adecuada de los consiguientes programas de lucha;  además está el reto de incorporar al programa socialista y comunista la lucha por renovar y defender el ambiente y de una relación ambiental con la naturaleza compatible para el soporte del planeta, dimensión nueva del programa que no existía anteriormente; no es ninguna creación genial, se trata sólo de una necesidad evidenciada primero por la ciencia y luego por las poblaciones afectadas, sobre todo el campesinado en todo el mundo. 

2 Se debe precisar que fueron los dirigentes soviéticos los que introdujeron primero la confusión dentro de los sectores populares y revolucionarios del mundo con su versión de “coexistencia y competencia pacífica entre los sistemas socialista y capitalista”. Una línea es el tratado de paz y la negociación diplomática para lograr la estabilidad interna del Estado socialista y avanzar en la construcción o consolidación, con centralización de la clase dirigente y productora,  y otra diferente fue el reduccionismo a lo meramente cuantitativo de metas económicas con indicadores de producción, que no ponen acento en la diferencia abismal y cualitativa de las relaciones de producción entre el socialismo y el capitalismo. Por otro lado, se hace necesario resaltar que no solo contendieron y se sabotearon mutuamente China y Rusia, también pudieron ponerse de acuerdo en el apoyo a ciertas revoluciones democrático populares o movimientos en ese sentido, son los casos de Vietnam, Angola, Afganistán en parte, al igual que Kampuchea. Por otro lado, lo que está mal con la tesis de los tres mundos es que reemplaza con una denominación metafórica, muy al estilo literario chino, el análisis científico de la situación internacional –ahora mundial- en base a las contradicciones principal y secundarias, a las contradicciones interimperialistas o intercapitalistas, a las contradicciones específicas entre los bloques capitalistas y grupos particulares de países independientes, dependientes y semicoloniales, o a otras determinaciones que no sean artificiosamente englobantes, pues la tesis de los tres mundos justificaba la política particular y conveniente para China de vinculación diplomática y comercial con toda clase de países, muchos de ellos con duros regímenes opresores de burguesía intermediaria, como el chile de Pinochet y muchos otros casos en donde China pretendió otorgar un aura de lucha independentista a estados realmente alineados con el imperialismo norteamericano, así se fue revelando lo erróneo de la línea china de considerar a Estados Unidos casi como país neutral y antagonizar duramente el trato con la URSS de entonces, táctica inadecuada a nivel de relaciones internacionales, que fomentó y ayudó posteriormente al surgimiento de Teng y su programa de capitalismo de estado. 

3  Los enfrentamientos entre los países conocidos como comunistas entre las masas del mundo se internalizaron también como una realidad objetiva de división, precariedad y debilidad; por supuesto que la propaganda del campo occidental liderado por Estados Unidos coadyuvó a esta deformación, pero plantear que se debe considerar solo el extremo pauperismo como factor objetivo y que la falsa conciencia internalizada no puede ser incluida entre los factores objetivos es un fatal error de determinismo económico excluyente que arrastra,  sea consciente o no,  gran parte de la izquierda revolucionaria, es negar la historia, la acumulación de experiencias y de consciencia reactiva de los pueblos y clases sociales sobre las posiciones enfrentadas y las opciones de lucha. Es como si los pueblos fueran entes puramente biológicos, en una especie de reacción meramente refleja y pavloviana: “hay hambre, luchemos contra el poder”. La reacción ocurre efectivamente pero desde la auroral y heroica época del socialismo en Europa, inaugurada por la Revolución de Octubre, tal oleada revolucionaria necesitaba de masas obreras como mayoría de la población o, en su defecto, de grandes sectores empobrecidos de campesinos para apoyar a una clase obrera minoritaria. Pero luego del fracaso de las revoluciones alemana del 18 y húngara del 19, lentamente el retroceso o la pasividad fueron también objetivándose dentro de los sectores populares pese a otras circunstancias críticas presentes, luego vino el fascismo, la crisis del 29, el ascenso del nazismo y la guerra mundial, donde ya el centro revolucionario se había desplazado desde los países de mayoría obrera hacia los países de reciente colonización, como China, parte de Oriente y el sudeste asiático, configurándose una nueva situación. 

  Por otro lado, no se está postulando aquí un kautskismo o berteinianismo de atenuación de las condiciones económicas y de la opresión social;  las condiciones de explotación de las masas trabajadoras han empeorado hasta llegar a niveles semiesclavistas en muchas zonas; desnutrición, violencia y enfermedad son situación cotidiana no solo entre los trabajadores congregados clásicos, sometidos a un cuerpo visible de empresarios y sus agentes, sino también entre los sectores independientes los cuales permanecen subyugados por deudas y control de financiamiento, abastecimiento y mercado a sus patrones, pese a su pretendido estatus medio o autónomo, el trabajo familiar semifeudal y semiesclavo es muy común. 

4 De alguna manera es lo que ocurrió con el movimiento foquista, salida desesperada ante la derechización de los eurocomunistas, la poltronería sindicalera y economicista de los anquilosados partidos comunistas pro-Moscú y luego el confusionismo traído por la pseudo revolución del mayo francés estudiantil. Posteriormente, la crisis del movimiento socialista influyó en el surgimiento de posiciones iluminadas y de salvación hacia doctrinas abiertamente religiosas como varios fundamentalismos islámicos o versiones adulteradas y farsescas del marxismo como el gonzalianismo guzmanista, el prachandismo y otras (falta investigar Kampuchea y Norcorea) basadas en la previa exageración puesta a  punto por Lin Piao en la Revolución Cultural China.

5 Así se fue retrayendo la situación convulsa del 77-79 y se fue creando entre la acción represiva del estado y la de las acciones armadas (indiscriminadas en sus efectos) del movimiento ultraizquierdista la falsa consciencia del comunismo como sinónimo de terrorismo, tipificación que no por ser satanizada y exorcizada con el eufemismo de conflicto o de guerra interna dejó de ser una realidad, al final de 15 años o 20 años de vigencia,  y un factor de consciencia negativo en las masas. Durante mucho tiempo en el seno de las clases populares primó la idea de que el progresismo, el socialismo y el comunismo eran equivalentes a la caricatura grotesca y fatal que tal movimiento inculcó o impuso a la fuerza, sustituyendo “el poder nace del fusil” por  “el poder se crea gracias a las bombas”. Esta última situación de rechazo de las masas comenzó a decaer no solo por el recambio generacional, sino porque la lucha de clases siguió adelante, imponiéndose a la propaganda del emprendurismo y a las ofensivas del FMI y la burguesía intermediaria nativa contra los derechos laborales; por ejemplo, la movilización contra la ley “pulpín”. Por otro lado, otro factor, no cuantificable ni acondicionable en la anquilosada perspectiva, ahora, por las circunstancias, de los sectores socialistas y comunistas ordinarios, sean heroicos o internacionales, es la movilización de comunidades nativas y de campesinos por la subsistencia de su ambiente y sus medios de vida. Bagua, Conga, Tambo, Piura y otros hitos pequeños señalan un reto tanto teórico como práctico de actualización del programa revolucionario de una clase obrera más ampliada pero dividida, programa que supere ya las omisiones y los defectos de la centralización lograda en los años 20 del siglo pasado y  de la otra centralización de los años 68 del siglo pasado.

6 Actualmente el poder sin precedentes que ha logrado, en el desarrollo desigual del capitalismo, el país estadounidense, plantea un serio reto a varias ideas consolidadas desde los años de la revolución socialista de Octubre, es obvio que la tesis del capitalismo agonizante fue una perspectiva de coyuntura válida solo para esa época. Luego de la crisis económica del 29, el capitalismo se consolidó frente a la amenaza de una revolución socialista mundial, cuyos avances llegaron hasta la Alemania del 18. Pero la expansión del fascismo frenó en Europa la revolución basada en una mayoría de población obrera, el socialismo tuvo que construirse en un baluarte, en consonancia con el desarrollo desigual de los capitalismos nacionales y la consiguiente fisuras y contradicciones entre ellos, lo cual fue justamente aprovechado para, con errores de principiante, el desarrollo del socialismo en la URSS. Pero luego de la reanimada oleada de revoluciones desatada como consecuencia de la segunda guerra mundial, el capitalismo recuperó la iniciativa, tanto a nivel político como económico, según los parámetros que ya hemos especificado sectores nuevos, bienes de consumo y de entretenimiento, con lo cual logró poco a poco consolidarse e incluso tentar a las masas de los países socialistas a su estilo de vida; su apogeo innegable fue en la década del 50 y del 60, simultáneamente al surgimiento de múltiples revoluciones o movimientos populares nacionalistas localizados en África, América latina, y Asia.

  Estados Unidos desató la guerra fría achacando todos los movimientos a la URSS, logró infundir el miedo y la animadversión sobre todo en las nacientes clases dependientes especializadas en administración, gerencia, servicios y creación intelectual y teórica, su mayor éxito fue reprimir y degenerar por infiltración y apoyo a movimientos revisores por dentro a los partidos comunistas antiguos, los de Europa occidental y hasta varios sectores de la URSS, aunque la historia oficial no contemple esta situación. Todo esto,  luego de la caída de la URSS, condujo a la difusión de tesis escépticas y acomodaticias como el capitalismo transnacional de corporaciones, el posmodernismo como complemento a la aceptación tácita, vía irracionalismo, de la situación de poder económico y político occidental, al comunitarismo cristiano y también a los chauvinismos neofascistas, como en Perú, el etnofascismo tawantinsuyano; o conservadores, como en Rusia el nacionalismo ortodoxo y heideggeriano.

   Rusia capitalista como nación es progresista en el plano internacional, aunque esa realidad sea incompatible con la idea petrificada de una revolución mundial (postulada afiebradamente por las versiones actuales del gonzalianismo guzmanista y sus satélites internacionales, al margen de la dura realidad del retroceso o enquistamiento de éstas organizaciones) liderada por el proletariado en guerra popular contra los imperialismos chino, ruso y estadounidense en un solo bloque; idea que atenuada se acepta o se tolera con la tesis del socialismo heroico y  nacional sin calco ni copia; es decir, sin definición frente a la situación mundial, sin actualización del marxismo, con un culto doctrinarista al pasado, recalcando las efemérides, sin tener en cuenta la enorme heterogeneidad de las clases trabajadoras, de los sistemas de trabajo y las idiosincrasias de la pequeña burguesía, todos factores que no son considerados desde hace 40 años o más en las discusiones de los cuadros de los sectores izquierdistas doctrinaristas.



Véase el siguiente enlace que motiva el comentario de Max Denier:
 





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