sábado, 10 de diciembre de 2011

ESTADO DE EMERGENCIA PARA APOYAR EL SAQUEO DEL PAÍS


Dr. Hugo SALINAS
salinas_hugo@yahoo.com

¿Cuál es la intención del Estado de Emergencia decretado por el presidente Ollanta Humala Tasso? Sin lugar a dudas que se trata de “preservar la paz y el orden interno”, ¿pero de quién? Si fuera en favor de los habitantes del país y de sus bienes, se sabría.

¿El Estado de Emergencia es una forma moderna de la Santa Inquisición? Es más grave que esta nefasta institución religiosa. Galileo Galilei, por ejemplo, es condenado por la Santa Inquisición para preservar el pensamiento único de aquella época. Prisión a vida porque era imposible admitir que el sol fuera el centro del sistema planetario en el que se vivía. Era imposible admitir que el credo y los postulados de la religión católica tenían grandes fallas.

Pero el Estado de Emergencia no trata de hacer valer un anacrónico pensamiento único, sino un sistema de economía y de sociedad completamente arbitrario, injusto y antihumano. Un sistema que permite que los accionistas de las grandes multinacionales se apropien de casi la totalidad del valor agregado por la sociedad. Además, quienes se están encargando de preservar este “orden” son precisamente los que han sido elegidos para revertir la situación. Un caso de Ripley.

Cuando se descuartizó a Túpac Amaru fue para asegurar el saqueo de los recursos del Tawantinsuyo, y mostrar el principio de autoridad. Fue para dar un ejemplo a todo aquel que quiera subvertir el orden establecido por los españoles. Y quienes se encargaron de este acto de lesa humanidad fueron los mismos españoles. Pero en el caso del Perú, quienes se están haciendo cargo de preservar el “orden establecido” son sus propios hijos. Triste, si tenemos aún moral.

Los militares y el presidente del Perú, otro militar, se han “equivocado” de objetivo. ¿Qué hacen los militares en Conga?, me pregunto. ¿Existe una guerra civil, están cuidando las fronteras? ¿Es función de las Fuerzas Armadas defender el “territorio” de los extranjeros, a costa de herir y maltratar a la población civil? ¿Otra vez los militares han firmado fidelidad al vicio y la corrupción?

Si la pobreza es el enemigo fundamental del país, ¿por qué declarar un Estado de Emergencia? Al contrario, un estado de emergencia corta al individuo y a su sociedad de lo más valioso: la libertad de reunión, movimiento, domicilio, libre expresión, oral y escrita. A una pobreza de seis siglos se le agrega una deshumanización de la persona.

Todo indica que, una vez más, quienes dirigen el país utilizan el aparato policial, militar y económico para preservar el orden interno consistente en extrema pobreza por un lado, y el saqueo de sus recursos por otro. Y como en los tiempos de la invasión española, los pueblos originarios son desplazados sin consentimiento, despojados de sus bienes, y muertos en las minas y obrajes. Como a Túpac Amaru, son descuartizados para sentar el principio de autoridad.

Ya el candidato Ollanta Humala decía a quienes quería convencer: en esta mano tengo una rosa y en la otra un garrote, ¿qué prefieres? O como dijera el presidente del Consejo de Ministros, Salomón Lerner Ghitis: el diálogo es mejor que una bala […]. O como la respuesta del Ministro de Agricultura, Miguel Caillaux, ante la pregunta de un periodista: “¿Declarar el estado de emergencia es un error o una necesidad? Se trata de evitar esas situaciones, pero llegado el momento son herramientas que existen.”

El objetivo central del Estado de Emergencia es, pues, permitir el uso y abuso del cholo barato, depredar sus recursos naturales, y contaminar el medio ambiente sin consideración de los que viven en sus alrededores. Todo ello para que, con mayor facilidad, las grandes multinacionales y sus políticos y empresas intermediarias continúen a acumular inmensos beneficios. Es decir, para que los ricos sean más ricos. No creo que Ollanta Humala sea un real ignorante. Al contrario, ha mostrado todas sus habilidades.

El Estado de Emergencia apunta esencialmente a preservar un sistema de economía y sociedad en donde la Repartición Individualista continúa con su maleficio comenzado hace diez mil años aproximadamente; e introducido en el Perú con la invasión española. Dentro de este sistema no hay ningún espacio para el bienestar general, para un mejor cuadro de vida para todos, para abrir horizontes a toda la juventud, e incluso para morir dignamente. Y, en este caso, la “inclusión social” es algo así como el acto caritativo de quién hace valer, y muestra, su dominio económico y social sobre las mayorías.
Es urgente construir, entonces, un nuevo sistema socio-económico en donde, por un lado, se recupere lo más preciado de nuestros ancestros y, por otro, se instale la forma más perfeccionada de trabajar. Es decir, de lo que se trata es de construir mecanismos que eliminen las grandes desigualdades socio-económicas y, paralelamente, se acelere la instalación de una economía inmaterial.

Lima, 9 de diciembre del 2011

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