jueves, 20 de junio de 2024

CENSURA Y ALGO MÁS EN LA RED

 

Nota: 

1. Tacnacomunitaria se solidariza con Tarcoteca de by Pablo Heraklio

2. La verdad nunca podrá ser acallada ni mucho menos derrotada. 

3. La libertad de información es un don preciado para la humanidad.

4. Multiplicar la información es la manera más eficaz de combatir los intentos de imponer un sólo discurso.

Tacna, 20 junio 2024


2024: Jaque Mate a la Tarcoteca

Saludos compañerxs. Este es un artículo triste.


Muchxs de vosotrxs han preguntado por qué la tarcoteca ha dejado de publicar, qué es lo que ha sucedido para que dejemos de emitir nuestra contrainfo y análisis habituales. Muchxs han respondido correctamente. Desde hace un tiempo, venimos sufriendo acoso. Pero no en la red, Persecución física.

Creemos que todo empezó con la Censura a las Páginas Amarillas Anarquistas PAMA/AYP, en la que Aquí tenéis un breve resumen. Primero fueron unos post esporádicos pero muy concretos allá por 2019. Más tarde aumentó el ritmo de denuncias hasta que nos hicieron retirar bloques enteros de publicaciones. A partir de 2022 la cosa se intensificó aún más escudándose en las leyes anti spam. En 2023 llegaron las primeras denuncias a los juzgados. En 2024 tuvimos que retirar más de 200 post, el trabajo de año y medio. Al principio, blogger era obligada por los jueces a retirar post. Después, blogger comenzó a participar activamente en la persecución, como denunciamos reiteradas veces. 

Hasta que, un día, llegaron los hombres de negro, spanish version. Un archifamoso sindicato ultrafascista, piojosapol o algo así, había mandado a sus lacayos a investigar. Obviamente, nuestra identidad no es, ni ha sido nunca, secreta, sino que usamos un pseudoanónimo; es decir, usamos siempre el mismo anónimo, desde los mismos aparatos, hacia las mismas direcciones  y los registros de actividad son públicos, incluida la IP original. No hacemos nada delictivo, así que quien nos quiera buscar no tiene que escarbar mucho para encontrarnos. Y eso fue lo que pasó. Se presentaron dos tipos en un Opel gris; uno enjuto, despeinado y con cara de yonki; el otro gordito, con cortinilla a lo torrente y armado con un móvil. De película de Jaimito. Merodearon un par de veces. La última vez, pasaron la noche en el coche, aparcados frente a mi casa. Finalmente, se me presentaron haciendo fotos y preguntas; enseñando chapa y pipa. Se les respondió como merecían; bastante educado fui entre grito y grito. Acabé en el juzgado.

LA TARCOTECA FUE DERROTADA; de todo se aprende. No voy a contar pormenores ni el final de esta historia, porque no ha acabado, pero si voy a reconocer que cometí un grave error de cálculo. Nunca creí que el fascismo quisiera encargarse de purgar un blog minoritario como este. Nunca creí que la maldad humana tuviese tiempo que dedicar en mi. Ahora sé que la próxima purga será minuciosa, profunda y definitiva. Los rojos serán exterminados y los azules que queden serán esclavos infrahumanos, que es lo que son.

Malditos fascistas, este humilde blog no merece que su autor acabe entre rejas, o algo peor, como mencionaron los "funcionarios". No lo vamos a cerrar, pero a partir de ahora lo mantendrémos al mínimo, como habréis podido comprobar, dedicándose a la divulgación y traducciones, que es lo que más alegrías nos han dado. Pero movemos los análisis a algún lugar al que no podáis llegar. до свидания, фашистские собаки!

Desde estas páginas dar de nuevo las gracias a Organizaciones como Kaos en la Red, en especial a Diana Cordero, a Tercera Información, A las Barricadas, CNT, a Antiimperialistas de Txema e Iñaki, Africando, y muchas otras, por su apoyo. Esperamos haber servido en algo a alguien. 


¡Solo hay un camino, Seguir la Lucha!

¡Hasta la Victoria Siempre!                


https://tarcoteca.blogspot.com/2024/06/jaque-mate-la-tarcoteca.html

NUESTRA BRÚJULA IDEOLÓGICA

 


Escribe: Milciades Ruiz

Lejanos están los días en que solíamos escuchar en el Congreso de la República, partidos políticos, universidades y eventos públicos, fundamentar ideas sobre bases doctrinarias. Los movimientos políticos tienen ahora, una ideología de mercado. Se invierte con fines de lucro y venden más, los que ofrecen sus mercancías políticas con mercadotecnia. ¿Nos adecuamos a estas condiciones?

 Es la dominación la que impone condiciones a los dominados. Todo sistema de dominación se justifica mediante una ideología en nombre de la cual, construye la estructura jurídica que condiciona la conducta social con ataduras fijas. Todos los valores ideológicos están orientados a fortalecer el sistema vigente, reprimiendo lo contrario.

Se construye así, una ideología de la dominación, generando al mismo tiempo la ideología de los dominados como su contraparte. Es que acción y reacción son parte de una misma paridad indisoluble. No puede haber ricos, sin que haya pobres. Esta dualidad automática de contrarios no desparecerá hasta que no desaparezca la causa que la originó.

Pero la ideología capitalista nos dice tramposamente que todos podemos ser ricos. Una falacia que oculta un imposible, como concebir luz sin oscuridad. No hay otra manera de ser ricos sin empobrecer a los demás. Tampoco pude haber países ricos sin que haya países pobres porque son contrapartes de la misma unidad inseparable. Solo se acumula riqueza, quitándola a otros países.

Es una estafa que nos ofrezcan tratados de libre comercio en los que podemos intercambiar sin pagar impuestos. Pero mientras un país pobre tiene poco que intercambiar, los países ricos nos devoran por el intercambio desigual. Ahora nos venden papa y quinua cuyos genes se llevaron gratis. En tecnología digital la desigualdad es extrema porque intercambiamos en condiciones onerosas. Entonces, los países ricos acumulan, sin que los países pobres puedan capitalizar.

La ideología neoliberal en boga, nos dice que la competitividad debe primar en el mercado para que los consumidores elijan libremente. Propugna eliminar toda regulación que permita proteger a los más débiles y así, tener el campo libre para los más fuertes. Esto mismo se aplica en el mercado político. No es cuestión de justicia sino, de competitividad. El acceso al poder está bajo las reglas neoliberales.

Esto, nos plantea el dilema de someternos al sistema, o luchar por su eliminación. La sumisión puede ser absoluta y relativa según el grado de identificación con los valores imperantes. De igual modo, la lucha contra el sistema puede ser absoluta o relativa según el grado de rechazo. Todo depende de la convicción a la que lleguemos al analizar el problema en todas sus dimensiones.

Si encontramos que el capitalismo es un sistema de dominación que condiciona nuestras vidas en todo aspecto, tendremos que buscar explicaciones y eso, nos llevará a tener conocimiento de cómo es que surgió, si antes no había. Veremos que antes, había otros sistemas de dominación social cuyo ciclo terminó con el surgimiento de uno nuevo y que el ciclo del capitalismo llegará a su fin cuando surja otro que lo superará.

Esto, nos da la convicción de que tarde o temprano el sistema vigente se acabará y, lógicamente, toda lucha en esta dirección es acertada. Si desde diversos ángulos científicos llegamos a la misma conclusión, nuestras convicciones se reforzarán, dándonos mayor consistencia ideológica y seguridad conceptual. Esta es nuestra base doctrinaria.

Analizando la evolución del capitalismo hasta nuestros días, estaremos en capacidad de sustentar nuestros fundamentos políticos con toda certeza. Si el eje del desarrollo capitalista es la primacía de los intereses particulares sobre el interés social, la reacción opuesta es la primacía del interés social, sobre los intereses particulares.

Tenemos entonces. un rumbo político, un horizonte ideológico para enfocar nuestra lucha contra el capitalismo. Es así como, se van cimentando los ideales de nuestra doctrina política con la que, sustentamos nuestra posición ideológica, organicidad y estrategia de lucha. La claridad ideológica nos ayudará a superar la incertidumbre política que generen nuestros contrarios.

Pero, algunos movimientos políticos que fueron doctrinarios, han perdido la brújula ideológica. Otros nacen si ella, porque lo que importa es mostrar la mercadería política vendible en la coyuntura. Los que la tienen no la usan, no saben aplicarla o, la interpretan equivocadamente. Entonces, la desorientación desalienta nuestra lucha. Nos dejamos llevar por la coyuntura sin ver la salida del túnel del sistema.

Ante el vacío, suele recurrirse a los referentes de la antigüedad y usan sus nombres como los católicos a los profetas bíblicos. A Mariátegui lo jalonean de todos lados para justificar lo que no pueden sostener por sus propios fundamentos. De igual modo se hace con otros referentes cuyo actuar corresponde a otra época y otra realidad, pero los usan indebidamente colocándolos por encima de la doctrina.

Por eso es importante encausar a las nuevas generaciones en los términos de la realidad actual. Si el momento histórico nos plantea nuevas condiciones de enfrentamiento social, tendremos que estar preparados para desempeñarnos con éxito. La tecnología es un derivado de la ciencia. Esta prevalece porque es la matriz, como la doctrina lo es para la política.

Desmitificar nuestra doctrina nos ayudará a ver la realidad con mayor certeza, sin desviarnos del rumbo ideológico. No se trata pues de adecuarnos al sistema sino, a las condiciones de lucha. Podemos avanzar como los sindicatos que logran mejores condiciones laborales y salariales mediante medidas de lucha. Así, lograríamos empoderar nuestras filas elevando nuestra capacidad de negociación.

En el plano electoral, se precisa conseguir mejores condiciones de participación para contrarrestar las inequidades del sistema. Las elecciones locales bajo régimen electoral propio para lograr una auténtica representatividad de las autoridades electas, podría ser un importante paso para lograr avanzar hacia una representatividad mayor en el ámbito regional y nacional.

Se quebraría así, el régimen actual de acceso al poder, en el que la representatividad es capturada por los grupos de poder económico, a través de sus testaferros políticos. Si queremos un Congreso de la república que represente los intereses del pueblo, hay que luchar para cambiar el régimen fraudulento en el que los oprimidos votan a favor de sus opresores. Salvo mejor parecer.

20 junio-2024

Mayor información

 en https://wordpress.com/view/republicaequitativa.wordpress.com

 

martes, 18 de junio de 2024

DE CÓMO LOS PARTIDOS COMUNISTAS SE ENTREGARON (INTEGRARON) AL CAPITAL Y DE CÓMO LAS NUEVAS IZQUIERDAS QUE YA NACIERON INTEGRADAS (ENTREGADAS), TERMINARON DE DAR MUERTE AL PROYECTO SOCIALISTA. EL CASO EUROPEO.

 


11 de junio de 2024

Andrés Piqueras 

En marzo de 1977, en su encuentro en Madrid para la legalización del PCE, Santiago Carrillo, Georges Marchais y Enrico Berlinguer (secretarios generales de los partidos comunistas español, francés e italiano, respectivamente) dieron carta de constitución a lo que venía siendo un hecho consumado: el eurocomunismo. Con este término-concepto querían indicar la independencia de los PC respecto de la URSS y la aceptación de la vía “democrático-parlamentaria” para competir por el poder institucional (es decir, el poder con minúsculas). También lo que ellos pensaban que era una ruptura con el leninismo: el descarte de la insurrección revolucionaria.

Sin embargo, lo que realmente entrañaba aquel proceso era una ruptura con Marx: a partir de ese momento no se trataba ya de llevar a cabo la “lucha de clases” con el fin de abolir la explotación humana ni la injusticia de que unos pocos tengan acaparados los medios de vida de la sociedad y la absoluta mayoría de ésta tenga que depender de si aquéllos les dan trabajo o no. Se descartaba la meta de superar el capitalismo o se la desplazaba a un tiempo indefinido en el largo futuro. En adelante se trataba de aprovechar las oportunidades que el sistema brindaba para mejorar las propias posiciones electorales. Con ello se daba prioridad también a la política pequeña, con minúsculas (la minipolítica).

Se rompía, además, con la milenaria tradición republicano-democrática, que siempre abogó por la igualdad como base de la democracia, y la soberanía económica (sin depender de tener que trabajar para otros) como elemento imprescindible de la libertad y la autonomía.

En lo sucesivo, la mayor parte de los PC europeos aceptaban el Estado Social capitalista como una muestra inobjetable de las posibilidades del reformismo, que se apresuraban a abrazar contra los pecados del “comunismo leninista”. Las libertades, la democracia, el consumo permanente y masivo, los derechos humanos, que eran supuestamente intrínsecos a ese Estado Social (que muchos llamaron “del Bienestar”) se asumían también como compatibles con la explotación del ser humano por el ser humano, con la extracción de plusvalía y la dictadura de la tasa de ganancia, con la centralización y concentración del capital y con la depredación del hábitat.

Los cambios experimentados en la estructura de clases, el nuevo “capitalismo de Estado” (con sus vías fuertes de integración de la población a través de la seguridad social y el creciente consumo) y el programado descrédito del Bloque Soviético en la población europea occidental, habían ido preparando el terreno, a su vez, contra las “viejas” formaciones partidistas o más en general, contra las “viejas” formas de organizarse y hacer política. Frente al “obrerismo” propio del capitalismo industrial-fordista, se abrió paso el movimientismo ciudadano como rechazo a ello y como forma predominante de contestación social en el capitalismo de consumo keynesiano. Recuperada de las aún más viejas luchas del pre o proto-proletariado europeo, esta forma de intervención social se expandió pronto por las formaciones centrales del Sistema en su conjunto. Las reivindicaciones, con ello, se habían hecho parciales, los campos de conflicto e intervención dejaron atrás lo universal para irse haciendo cada vez más reducidos, más sectoriales, más locales, más particulares (cada quien ‘protestaba’ por lo suyo). Los logros sociales, por tanto, también menguaron. Y unas y otros quedaron convenientemente dentro del Sistema, un Sistema que supuestamente lo admitía todo y era capaz de reformarse a sí mismo, con la ayuda de la ciudadanía, indefinidamente, hasta poder llegar a conseguirse a través de él cotas cada vez más altas de… no se sabe muy bien qué.

Un Sistema prometedor, en cualquier caso, “el menos malo de los sistemas posibles”, que irradiaba la fe en su capacidad de regenerarse a sí mismo y de secretar indefinidamente mayores niveles de “bienestar”, “democracia” y “crecimiento”. Para conseguir ese estado de conciencia colectiva, de “cosmovisión” europea, la OTAN político-cultural trabajó duro desde los años 50, con sus miríadas de dispositivos, mecanismos, agentes, publicaciones, instituciones culturales y académicas, institutos creados ‘ad hoc’, convenciones, congresos y fondos destinados a ello, y sus correspondientes “intelectuales” y científicos sociales en dedicación plena o parcial [como ha sido bien detallado por Francis Stonor en La CIA y la Guerra Fría cultural (http://www.abertzalekomunista.net).  También Gabriel Rockhill, desde una mirada marxista, da cuenta en terrenos más acotados de ese proceso en diferentes textos, como por ejemplo, https://conversacionsobrehistoria.info/2022/09/02/la-cia-y-el-anticomunismo-de-la-escuela-de-frankfurt/https://canarias-semanal.org/art/33563/gabriel-rockhill-la-industria-de-la-teoria-global-capitalista-al-descubierto-video].

No parecía extraño, pues, que la absoluta mayor parte de las izquierdas se integraran en él (abrazaran al capitalismo como un modo de producción aceptable siempre que se vigilase que no hubiera ni excesiva corrupción ni desmadrada desigualdad en él o quedara en manos de malvados personajes, como los propios del oscuro mundo financiero, porque el capital industrial-productivo se juzga en adelante positivo de por sí), para en vez de querer trascenderle, algo ya absolutamente descartable en sus proyectos, asumieran su simple mejora, que se pregonaba permanentemente posible (How Nato seduced the European Left – UnHerd). Así, el postmodernismo se fue haciendo dominante en el terreno cultural, el post-estructuralismo en el filosófico y el postmarxismo en el más estrictamente político.

Esas izquierdas políticas y culturales, que se decían a sí mismas “modernas”, “democráticas”, miraban hacia atrás con una mezcla de desaprobación y autosuficiencia frente a las “derivas” de la “vieja izquierda” que se antojaba dogmática y sectaria, visionaria e irrealista, cuando no directamente dictatorial. El culto al progreso, le fe en el futuro, que era presentado como el realizador del mejor de los mundos, traslucían un sentido de la historia “progresista”, mientras que el encumbramiento del universalismo abstracto que predica la abolición de las fronteras y el desarraigo identitario y comunitario en general, aportaban un elemento más de comunión con la nueva derecha, «cosmopolita». La aceptación del marco dado de lo posible y de lo pensable, ocupó el lugar de las “viejas” ideas de ruptura y transformación social. El concepto de justicia universal fue sustituido por el del mérito personal, no importa que estuviera basado en una profunda desigualdad de oportunidades, porque ésta era también ampliamente asumida como necesaria o, al menos, inevitable.

La descomposición de los Grandes Sujetos [clases, movimiento obrero, organizaciones de masas, naciones…] que habían ido surgiendo del capitalismo “pre-democrático” de la Primera y Segunda Revolución Industriales, se extremó con el capitalismo “post-democrático” propio del nuevo modelo de crecimiento neoliberal-financiarizado. Las vías de “integración” de la población se hicieron “blandas”, ya no a través de la seguridad social, sino del consumo a crédito y del endeudamiento masivo, de la (pretendida) revalorización financiera de los bienes inmuebles (una suerte de keynesianismo de precio de activos) que, además de “democratizar la especulación” para más capas sociales, hacía seguir manteniendo la ficción del consumo y de “clase media” de la población trabajadora, ayudada aquella ficción también inestimablemente por la entrada masiva de productos chinos ultrabaratos.

Así hasta que llegó la debacle de este modelo de crecimiento arrastrada por la propia Crisis del modo de producción que le sustenta. Todos los palos de su sombrajo empezaron a caerse: crédito, deuda, solvencia, consumo, empleo, vivienda… El destrozo de la “seguridad” social ha traído una vuelta acelerada al mundo de las inseguridades: inseguridad de empleo y por tanto de vivienda, de alimentación saludable, de acceso al consumo, al crédito y a los bienes… Inseguridad del presente y todavía más del futuro. Generaciones enteras sin presente y sin futuro empezaron a preguntarse por las promesas que les habían hecho de una vida mejor que la de sus padres.

Una vez desaparecida la URSS y el “comunismo” en Europa, otra vez desatada sin freno su Crisis, el capitalismo empezaba a mostrar, de nuevo, su verdadera cara.

Y cuando su profunda y muy probablemente irreversible Crisis se empezó a llevar por medio las condiciones que posibilitaron el Estado Social, y hace tiempo que ha deslegitimado este modelo de crecimiento neoliberal-financiarizado (que no todavía al capitalismo en sí mismo), la primera víctima suya ha sido la propia izquierda integrada. El declive de la opción reformista, de las posibilidades de mejorar el capitalismo realmente existente arrastra consigo a esas izquierdas bienpensantes, moderadas y racionales que a la postre asistieron impasibles a la trasmutación del Sistema de keynesiano a fridmaniano.

El fin del reformismo se llevó también hace tiempo, como no podía ser de otra forma, al eurocomunismo y sus cutres propuestas políticas, con la consiguiente desaparición o su relegación a la marginalidad más absoluta de las formaciones dizque “comunistas” que lo promovieron.

Sin embargo, las izquierdas que ya nacieron integradas llevarían a cabo un postrer intento de salvarse a sí mismas y de salvar el reformismo. Una última pirueta posibilista, a través del electoralismo, de la llamada al voto en torno a la idea de las mayorías amorfas, de los 99%, de las multitudes, pretendidamente más allá de las clases, de la izquierda y la derecha, de la ideología y de la Política con mayúsculas (la que afecta al conjunto del metabolismo del capital). Como si todo eso no estuviera sujeto a las propias luchas, y no existiera por tanto la posibilidad de contender también en torno al peso social construido, sociológico, histórico y estructural que contienen esas “etiquetas”, sino que fueran meramente superables, por arte de birlibirloque, desde el discurso electoral.

Así, fueron muchos los que en medio de la barbarie neoliberal propugnaban la necesidad de un populismo de izquierdas capaz de hacer frente a través de esquemas, consignas y convocatorias simples, a todo el aparataje ideológico-mediático-cultural capitalista que destrozaba las conciencias y empobrecía las vidas de una generación tras otra de “ciudadanos”, o de “la gente”, como esas izquierdas dirían a partir de cierto momento.

Y claro, en congruencia, todo ello no podían hacerlo de otra forma que bajo un proyecto dirigista, vertical, en el que reducidos núcleos desclasados (que asumen y exhiben una pretendida condición de “clase media” intelectual) lanzan desde arriba unas consignas fáciles e intentan hacer llevar a cabo alguna suerte de ingeniería social a lo pobre, con la ayuda de ciertos resortes de los poderes del propio capital (dado que esos proyectos poco les incomodan a éstos), al pugnar en torno a una hegemonía débil. Con ella me refiero a la detentación de posiciones no alternativas en el campo ideológico, ni albergadoras de un proyecto social económico-productivo propio, sino válidas sólo para competir en la política pequeña, la que se centra en la contienda electoral, para la gestión del propio capital y el respeto por encima de todas las cosas a su ley del valor.

La cuadratura del círculo quedaba así completada: asumir la ley del valor, las bases de explotación y de la acumulación capitalista, y hacer pensar que el capital puede ser “corregible” o “encauzable” para el bien común. Sobre todo, en plena Crisis del mismo.

Pero no, lo que fue corregido y encauzado del todo fue el pensamiento alternativo, altersistémico, y las izquierdas integradas fueron totalmente absorbidas no sólo dentro de los límites marcados por el Sistema, sino que se les hizo ahondar en su subordinación a las reglas, dinámicas e instituciones globales del capital, incluso las más nocivas para las sociedades, como la UE y la OTAN. De hecho, su alianza subordinada con la parte progresista de la “casta” del capital, no podía deparar otro final.

Entonces, según se deterioran las condiciones laborales y sociales del conjunto de las sociedades, no sólo el papel de esas izquierdas queda convertido en obsceno, sino que se hace cómplice necesario de las políticas de esa casta, así como impulsor por defecto de las versiones populistas “bulldogianas” del Sistema (las más salvajes del mismo), que son las que ahora requiere una vez destrozadas las izquierdas altersistémicas, integrales.

Y es que la carencia de una izquierda integral, altersistémica, verdaderamente socialista, deja a las sociedades huérfanas de orientación, guía o proyectos coagulados y organizados para la posibilidad de encontrar cauces alternativos, mientras la parte del mundo bajo dominio del Eje Anglosajón (y del Poder Sionista Mundial) gira hacia la barbarie política y una Europa cada vez más subordinada al mismo experimenta un acelerado proceso de renazificación, paralelo a su suicidio económico-energético, político y militar. El daño de las izquierdas integradas (y especialmente el que hicieron los PC entregados al capital), dejando expedito el camino a esa renazificación, será duradero.   

Por eso es urgente empezar a reconstruir el proyecto socialista. Para frenar la barbarie. Para posibilitar la Paz. Contra la OTAN y la UE, contra las políticas del capital. Para superar este modo de producción devastador, al que nada le importan los seres humanos.

Andrés Piqueras

Fuente: https://andrespiqueras.com/2024/06/11/de-como-los-partidos-comunistas-se-entregaron-integraron-al-capital-y-de-como-las-nuevas-izquierdas-que-ya-nacieron-integradas-entregadas-terminaron-de-dar-muerte-al-proyecto-socialista/

 

jueves, 13 de junio de 2024

APOYAR EL GENOCIDIO PARA DETENER LA MULTIPOLARIDAD

 


LUNES 10 DE JUNIO DE 2024,

Pepe Escobar

El Hegemón está calculando una guerra mundial para detener la multipolaridad. Apoya el genocidio de Israel en Gaza como un mal necesario para ganar con fuerza en Asia Occidental, pensando a quién le va a importar una vez que la guerra se haga global.

Esta semana se celebra el Foro Económico de San Petersburgo (SPIEF). Es una de las reuniones anuales más importantes de Eurasia. El tema general en 2024 es la «multipolaridad», muy apropiado teniendo en cuenta que este es el año de la presidencia rusa de los BRICS. La cumbre de los BRICS del próximo octubre en Kazán será crucial para trazar los contornos de la hoja de ruta hacia la multipolaridad en el futuro.

Ahí está el problema. Lo que nos lleva a la cuestión clave a la que se enfrenta la Mayoría Global: ¿Cómo podemos permitirnos soñar con la multipolaridad cuando estamos inmersos en Lo Impensable, reducidos al papel de meros espectadores, viendo un genocidio retransmitido 24 horas al día, 7 días a la semana en todos los teléfonos inteligentes del planeta?

La Corte Internacional de Justicia (CIJ), abiertamente imperfecta, al menos ordenó a los genocidas bíblicos que dejaran de bombardear Rafah. ¿La respuesta de Israel? Bombardearon Rafah. Peor aún, quemaron vivos a niños en tiendas de refugiados. Con misiles estadounidenses.

Y el genocidio continuará al menos hasta el final de este año multipolar, como alardea la inteligencia israelí. La Mayoría Global al menos ve claramente cómo funciona el «orden internacional basado en reglas». Sin embargo, eso no es un gran consuelo.

La orden de la CIJ de detener la carnicería de Rafah, más la iniciativa de la CPI de solicitar órdenes de detención contra altos dirigentes israelíes por crímenes de guerra en serie en Gaza, como era de prever, provocó un frenesí histérico en el combo Israel-EE.UU. unido por la cadera.

El meollo de la cuestión afecta a los verdaderos amos y gestores del Imperio del Caos y el Saqueo, mucho más que a sus humildes emisarios. Los amos no pueden permitir que ninguna institución afloje su control sobre la narrativa oficial.

La narrativa oficial es que «no hay genocidio en Gaza» y que no se han traspasado las «líneas rojas». Este es el dictado oficial del Occidente colectivo. No se permiten infracciones. Llegarán a extremos inconstitucionales para imponer un control narrativo total, con una férrea operación de relaciones públicas para envolver a todo el planeta en capa tras capa de estupor propagandístico.

Contradiciendo ligeramente a Mao Zedong, el poder real no viene del cañón de una pistola (o de un misil nuclear hipersónico); viene del control narrativo, o lo que solíamos llamar «poder blando». La diferencia ahora es que el Hegemón ya no controla el poder blando. La Mayoría Global está perfeccionando, en tiempo real, sus propios contragolpes de poder blando.

Una sociedad sistémicamente sociópata

Los controladores de la narrativa todavía pueden borrar hechos clave de la opinión pública occidental, por ejemplo, sobre la limpieza étnica. Los árabes cristianos han sido objeto de una limpieza étnica sistemática en Palestina. A principios de la década de 1950, Belén tenía un 86% de cristianos, cifra que desde entonces se ha desplomado a un triste 12% en la actualidad. Los psicópatas bíblicos construyeron un muro alrededor de Belén, anexionaron tierras en beneficio de colonos judíos armados y limpiaron étnicamente a los cristianos.

Los estudios serios sobre el hiperetnocentrismo o el carácter sistémicamente sociópata de la sociedad israelí no ofrecen mucho consuelo cuando se trata de detener un genocidio.

Porque la herida es mucho más profunda. Alastair Crooke, ex diplomático con amplia experiencia sobre el terreno, no tiene parangón entre los occidentales cuando se trata de comprender los entresijos de Asia Occidental.

En sus columnas y podcasts, aborda la principal herida que ha dejado al descubierto la guerra/genocidio de Gaza: el cisma, en el corazón de Occidente, entre un «proyecto de ingeniería social antiliberal» que se hace pasar por liberalismo y un proyecto para «recuperar los valores “eternos” (por imperfectos que sean) que una vez estuvieron detrás de la civilización europea».

Para agravar el problema, las estructuras de poder de Estados Unidos e Israel están unidas por la cadera. Y funcionan bajo una especie de lógica complementaria. Mientras que la versión israelí del saqueo se encarna en el colonialismo de colonos, el Hegemón -como explica brillantemente Michael Hudson- ha estado en una orgía de colonialismo financiarizado de búsqueda de rentas desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Y lo que Michael Hudson califica como el tinglado FIRE (finanzas-seguros-bienes raíces) se ha calcificado, como señala Alastair, en «un marco permanente para el sistema político y geopolítico occidental».

Por lo tanto, no es de extrañar que la Mayoría Global vea instintivamente el combo Israel-EE.UU. - portador de diferentes formas de explotación/explotación hasta el genocidio - como el epítome del colonialismo, ahora «suavizado» por una operación de control narrativo en un «orden internacional basado en reglas» sin sentido.

Tampoco es de extrañar que el genocidio de Gaza haya desencadenado una renovada ola anticolonial en toda la Mayoría Global.

Aún así, no es suficiente. Nadie está deteniendo realmente el genocidio. Eso sólo sería posible en la práctica infligiendo una devastadora derrota militar a Israel, con los vencedores dictando los términos de la capitulación. Eso no es factible -al menos no todavía- y contribuye a que los psicópatas bíblicos crean que pueden salirse con la suya.

Un nuevo horizonte de sacrificios humanos

Andrea Zhok es profesor de Filosofía Ética en la Universidad de Milán y uno de los intelectuales italianos independientes más destacados. Zhok nos adentra en el callejón sin salida - apropiadamente trágico - que contempla ahora el Occidente colectivo.

Occidente bajo el Hegemón, dice, sólo tenía un Plan A. No había Plan B. Eso implica que Occidente seguirá aplicando todas las formas de Divide y vencerás contra las principales potencias euroasiáticas: Rusia, China e Irán. Zhok señala, correctamente, que India está sustancialmente bajo control.

Ese es el escenario de encrucijada en el que nos encontramos ahora mismo. De cara al futuro, se trata o bien de una guerra caliente abierta o bien de una serie de guerras híbridas entre las grandes potencias y sus vasallos: esencialmente, la Tercera Guerra Mundial.

Zhok muestra cómo Occidente bajo el Hegemón está ahora obsesionado con crear «heridas sistémicas» capaces de una destrucción cíclica. Para abrir estas «heridas» existen dos procedimientos principales: la guerra y las pandemias.

Sostiene que sólo «un nuevo horizonte de sacrificios humanos» es capaz de permitir que la «Verdad Última» de Occidente siga en pie sobre sus pies de barro.

De hecho, es este «nuevo horizonte de sacrificio humano» el que está condicionando la falta de respuesta -o peor aún, la legitimación- de Occidente ante el genocidio de Gaza. Y eso está corroyendo inexorablemente la psique europea desde dentro. Lo que solía llamarse civilización europea -ahora completamente vasallada por el Hegemón- puede que no se cure nunca del cáncer.

Por si estas pruebas y tribulaciones no fueran suficientes, mensajeros irracionales -bajo órdenes- se ocupan de acercarnos día tras día a una guerra nuclear.

Y algunos funcionarios de bajo rango incluso lo admiten, a bocajarro.

Todo está aquí, en una conversación entre el juez Andrew Napolitano y los analistas Larry Johnson y Ray McGovern, durante la cual el primero se refiere a un correo electrónico que recibió de una fuente militar/inteligente. Esto es lo que le dijo la fuente:

Hoy he escuchado una extensa entrevista con un ex oficial de inteligencia de las FDI. Su posición era clara: «Estamos -dijo- apuntando hacia una guerra mundial» (la cursiva es mía). Israel, por tanto, no debería dejar de aplicar algunas de las medidas más radicales porque sus acciones se medirán retroactivamente en el contexto del brutal conflicto mundial que se avecina.

Esto debería verse como la explicación última de la escalada frenética sin pausa de los Hegemón/Vasallos en el frente entrelazado de las Guerras por Siempre -desde Gaza hasta Novorossiya.

Eso incluye el genocidio - y los derivados del genocidio, como la estafa del muelle de «ayuda» de 320 millones de dólares que ahora se ha convertido en chatarra en la costa de Gaza, devolviéndolo todo de nuevo al genocidio, ya que la estratagema del pan rallado de expulsar/enviar a los palestinos al extranjero ha fracasado miserablemente.

«Apuntando hacia una guerra mundial» deja todo tan claro quién dirige realmente el espectáculo. Y todo el mundo multipolar sigue siendo rehén.

 Fuente: https://geoestrategia.es/noticia/42926/geoestrategia/apoyar-el-genocidio-para-detener-la-multipolaridad.html

 

CAMBIO SOCIAL Y DESEO. CONVERSANDO CON AMADOR FERNÁNDEZ-SAVATER


Publicado el 13 de junio de 2024 / Por Laura Vicente

Capitalismo libidinal. Antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar (Ned Ediciones, 2024) de Amador Fernández-Savater es un libro en el que el autor continúa reflexionando sobre los temas que le preocupan, que le «afectan», que le traspasan el cuerpo y que aparecen en sus libros anteriores y en sus artículos en la prensa. Es significativo el título del Prólogo: «En guerra con mis entrañas», y es que en este libro hay mucha atención a las posiciones de deseo, a las fluctuaciones del ánimo, a los malestares y a los bienestares, al amor, al cuidado protector, a la sensibilidad, a los cuerpos y a la vulnerabilidad. No descuida el autor la necesidad de tener una idea del funcionamiento del capital, del capitalismo libidinal, un monstruo, un centauro bipolar que se mueve entre una pulsión de conservación, de normalidad y otra totalmente desquiciada de conquista y pillaje. ¿De dónde extrae las energías el capital, o las nuevas derechas a su servicio? ¿Cómo opera el centauro dentro de nosotras mismas? ¿Es posible resistir al monstruo loco o no tenemos nada que hacer? Estas y otras preguntas han guiado esta conversación que nos ha facilitado pensar, dudar, encontrar resonancias en los cuerpos, sentirnos afectadas. Aunque aquí aparece toda la conversación muy ligada, ha habido silencios, emociones, vacilaciones, vida, en definitiva.

Amador Fernández-Savater es investigador independiente, activista, editor y «filósofo pirata». Ha codirigido la editorial Acuarela Libros y la revista Archipiélago. Ha participado activamente en diferentes movimientos y colectivos (antiglobalización, copyleft, V de Vivienda, 15 M, entre otros).

1.      Memoria del pasado 

L. V.: Mencionas en tu lectura de Ahora del Comité invisible que nuestra sociedad vive aplastada en un «presente perpetuo», cerrado sobre sí mismo, sin apenas memoria del pasado ni proyecto de futuro y que nos hace falta recuperar el «sentido histórico».

El pasado produce efectos sobre el presente y enterrar las experiencias emancipadoras del pasado es la mejor forma de que no se puedan percibir posibles futuros. Si nos prohíben el futuro, el pasado solo se repite bajo la forma de nostalgia y retromanía.

Hay experiencias como lo que llamo «revolución de la existencia» que llevaron a cabo Mujeres Libres durante la Guerra Civil totalmente desconocidas.

 ¿Cómo crees que podemos recuperar el «sentido histórico»?

A. F-S.: Me parece básico. Me obsesiona esta cuestión. La descripción del «hombre unidimensional» de Marcuse, actualizada a día de hoy, describiría un ser humano sin memoria ni proyecto, encerrado en una actualidad —definida por los medios de comunicación y el mercado— ¡que ni siquiera es presente! Me distancio de los que hablan de «presente perpetuo» porque nuestra sociedad ha perdido, junto al pasado y la apertura a lo nuevo, el mismo presente. Lo indican todos los trastornos de la atención y la dificultad experimentada masivamente de estar «aquí y ahora».

El pasado y el porvenir se recuperan justamente desde el presente. Es un fogonazo de intensidad en el presente (una búsqueda, un movimiento, la activación del deseo) la que abre el pasado y el futuro, haciendo del primero un «depósito» infinito de pistas, de visiones, de posibles; y del segundo un camino desconocido por recorrer.

Estar en diálogo con el pasado, como la experiencia de Mujeres Libres que me citas, es precisamente poder escapar de la unidimensionalidad, de un presente plano, de una actualidad instantánea. Dotarse de una memoria propia es parte de la búsqueda de autonomía, no quedar dependientes del mundo de referencias de los medios de comunicación, tan pobre y superficial. Hay que ser intempestivo, atreverse a vivir «en otro tiempo», aferrarse a recuerdos y a una biblioteca, desde los que podemos también hablar del presente con fuerza.

L.V.: ¿Qué importancia puede tener recuperar esos momentos en los que gente común en la calle opuso su propio orden del día a la agenda de los aparatos gubernamentales y empresariales?

A. F-S.: Justo acabo de terminar un artículo sobre «el fantasma del 15M». Agarro esa figura del fantasma, del espectro del pasado que asedia y acecha al presente, para hablar del 15M. La retomo por supuesto de otros: Bloch y su «todavía no», Marcuse y sus «potencialidades», Derrida y su «hauntología», Mark Fisher y los «fantasmas de su vida». La idea es que el 15M a día de hoy es un fantasma, la presencia de una ausencia, que todavía nos habla con sus preguntas sin respuesta, sus problemas irresueltos, sus promesas incumplidas.

La nostalgia no me parece para nada triste, al revés que la melancolía. La nostalgia es añoranza activa de un posible. En el caso del 15M, la posibilidad de una acción política de cualquiera y para cualquiera, capaz de tejer en la diferencia y no pese a ella, de alojar lo extraño en lugar de temerlo. Sus anhelos de democracia real, de igualdad efectiva y de vida vivible aún no se han materializado. Sus preguntas siguen pidiendo respuestas, dado que las que supimos dar en su día fallaron.

L. V.: A lo largo del libro señalas la relevancia de las mujeres y el feminismo en sus aportaciones a otra manera de entender la lucha y el cambio social. Recuperar su manera de entender la revuelta como mutación cultural, como cambio de la existencia más que como suplantación de modos de gobierno o de cambios económicos es muy difícil de investigar. En tu libro recuperas la lectura de Marcuse para plantear la necesidad de pasar de una cultura de la conquista de la realidad a una cultura de la acogida del mundo mediante la sensibilidad. Marcuse piensa la política revolucionaria como una política en clave femenina. Esa experiencia existió, la desarrolló Mujeres Libres cuando demostró que la revolución, si lo es, cambia la existencia en lo cotidiano: creando guarderías, comedores colectivos, cambiando las maternidades, la sexualidad, atendiendo a personas refugiadas y niños o niñas huérfanas, afrontando el problema de la higiene, es decir, resolviendo problemas con enfoques prácticos y de eficacia. ¿Crees posible que la recuperación de esta «otra» historia pueda influir en el presente? ¿Cómo canalizar esos saberes hacia quienes están interesados en conocerlos? ¿Tus talleres de pensamiento trabajan en esta dirección?

A. F-S.: Qué bien que hayas detectado ese hilo, Laura. Desde la reflexión que citas de Marcuse sobre la cualidad revolucionaria de la «receptividad» hasta la conversación con Yayo Herrero sobre la «política terrena», pasando por ese apunte de Freud sobre el miedo a lo femenino que atenaza a los cuerpos victimizados, hay una clave «femenina» que resuena en el libro y en mi pensamiento todo el rato, aunque sea muchas veces con sutileza y sin explicitar. Viene, sobre todo, de mis amistades femeninas y feministas de hace ya mucho tiempo…

Hablo en este sentido de «fuerza vulnerable». La política en clave femenina activaría un tipo de fuerza que brota de la exposición al mundo, de la intemperie y la herida, del hecho de que no somos un todo cerrado y autosuficiente, una bola de billar rodando por ahí. Me interesa pensar lo vulnerable desde la fuerza, es decir, no sólo como debilidad o fragilidad, sino potencia de afectación al dejarse afectar. Y a la vez pensar la fuerza desde la vulnerabilidad, distinguiendo entre la fuerza de los fuertes, que es la fuerza de la conquista, del adueñamiento del mundo, de la toma de posesión, y la fuerza de los débiles que consiste en ser parte de lo que se defiende, ser uno con las tramas de la vida, de los vínculos, del cuidado, de la tierra.

Cuanto más atados, más fuertes: esa es la fuerza paradójica de lo vulnerable. Frente a la idea masculina, solipsista e identitaria, de que somos más fuertes cuánto más solos estemos, más independencia y desarraigo consigamos.

Los talleres de pensamiento a que me dedico abundan en esta idea a partir de lecturas (Suely Rolnik, Simone Weil, Mercedes de Francisco, Hannah Arendt, Isabel Escudero, por citar sólo las de este curso), pero sobre todo por la experiencia de lectura que se anima en ellos: dejarnos afectar por lo que leemos, poner en acción el cuerpo a través de la memoria y la imaginación, no querer saber a toda prisa el sentido de algo, aceptar pérdida e incertidumbre, extraer fuerza de un cierto no-saber.

2. Capitalismo libidinal

 

L. V.: Dices en tu libro que el neoliberalismo es mucho más que un tipo de capitalismo, que es una forma de sociedad, una forma de existencia. ¿Puedes explicarnos a qué te refieres? ¿Por qué hablas de capitalismo libidinal?

A. F-S.: Podemos leerlo de varias formas. Es una pregunta por la relación entre deseo y capital. Es una llamada a pensar el capitalismo por el lado de los afectos, complementando un análisis «en economía política» con un análisis «en economía libidinal». Es también, finalmente, un diagnóstico sobre el presente: nuestro presente se cierra porque la vida se ha vuelto mercado.

El hecho decisivo de esta época me parece ese: la vida misma se ha hecho mercado, hay una especie de fusión entre ambos, una coincidencia (casi) plena. Vivir es reproducir el mercado, a través de todas las aplicaciones que este nos garantiza (viajar en Uber, ligar en Tinder, informarnos en Google, entretenernos en Netflix) y de nuestra propia concepción de nosotros mismos como «capital humano» que explotar.

El capitalismo afronta crisis, pero si no hay una respuesta en términos de deseo, es capaz de atravesarlas todas. Sólo un «ataque libidinal», como lo pudo ser la contracultura de los años 60, es capaz de desafiar al capital en profundidad. Hay que disputar al capitalismo en términos de deseo, lo que significa la producción de un ser humano distinto, capaz de sentir, hacer, pensar, atender distinto. La disputa política es, en gran medida, una disputa antropológica.

L. V.: Este capitalismo despierta pulsiones de deseo, pero también malestares que nos desbordan. Intentar que cada una de nosotras considere que su malestar es solo suyo, que es exclusivamente individual es un objetivo del neoliberalismo. ¿Explícanos esos malestares y cómo podemos compartirlos para que entendamos que son colectivos?

A. F-S.: Exacto, la presión al rendimiento, mandato capitalista por excelencia que arraiga muy profundo en nuestro interior, produce todo tipo de «daños» en la vida personal y colectiva, malestares que podrían ser el motor de un cuestionamiento del sistema y nuestras formas de vida en él.

El malestar nos habla de un fuera-dentro. Es decir, el cambio requiere pensar el entrelazamiento entre el plano personal (la relación con uno mismo), el plano social (la relación con los otros) y el plano terrenal (la relación con la tierra).

En el plano personal, se trata de dejar de concebirse como capital humano para entrar en lógicas de deseo, de invención de caminos singulares en la vida; en el plano social, se trata de reinventar la cooperación con el otro diferente, frente a las lógicas individualizadoras de emburbujamiento, de competencia y negación del otro. En el plano terrestre, aprender una nueva relación con el mundo en términos de cuidado y escucha de las potencialidades que existen, frente a la lógica apropiadora, de dominación y conquista de lo existente.

En los tres planos, eso pasa por una reactivación del Eros frente a la alianza endiablada entre los mandatos capitalistas y nuestro inconsciente, vía superyó. Hay que volver a articular a Marx con Freud, política y psicoanálisis, atacar ese «entre».

L. V.: Afirmas que la izquierda tiene una auténtica «sordera libidinal» que le impide entender de dónde extrae sus energías el capital¿Cómo recuperar la audición para afrontar un capitalismo que nos invade hasta lo más íntimo de nuestra existencia? Por otro lado, parece que las nuevas derechas están captando mejor que la izquierda el dolor, el sufrimiento, el malestar que nos acucia. ¿Esa fuerza libidinal cómo la canalizan, qué lógica reaccionaria reintroducen?

A. F-S.: Sordera libidinal significa por ejemplo no entender por qué los más débiles pueden apoyar con su voto las opciones de derecha, repetir que los «trabajadores de derecha» son idiotas manipulados, ver sólo que se quiere ver, lo que el esquema progresista nos permite ver.

Hay razones del corazón que la razón (la más estrecha) no entiende. Razones libidinales. Como el enganche que tienen las nuevas derechas en un victimismo de masas que se satisface en los chivos expiatorios señalados por ellas como los «causantes del daño».

A mi juicio, la derecha está sabiendo conectar hoy con una subjetividad victimista y victimizada. Atravesada por el malestar  ̶ de la precariedad de los vínculos y de la vida ̶ , pero que no se anima al encuentro y la cooperación, a la transformación, sino que busca descargar una agresividad feroz en algún culpable de lo que pasa.

La base de esta nueva derecha es «somática», es algo del cuerpo, es algo de los afectos, es algo de los estados de ánimo. La izquierda está «sorda libidinalmente» en el sentido de que sigue pensando que se trata de manipulación, de relatos, de datos, algo a contrarrestar sólo «racionalmente». El mensaje de la derecha prende porque toca los cuerpos, tanto la «libertad» de Ayuso (que arraiga en la libertad de la vida-mercado) como los «enemigos internos» de Vox (que sintonizan con miedos y esperanzas de regreso a una completud soñada). Sin plantear la batalla en el cuerpo y la sensibilidad, en los cuerpos dañados y las sensibilidades oscurecidas, me parece que perdemos esta guerra de antemano.

3. Cambio social

 

L. V.: Alguien dijo (creo que fue Slavoj Žižek) que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. El hecho de que haya tenido tanto éxito esta afirmación debe querer decir que nos cuesta pensar en la posibilidad de un cambio social. Quizás para empezar a vislumbrar el deseo de cambio social debamos deconstruir el concepto de revolución que tanto ha influido desde el siglo XIX en dichos deseos. En tu libro parece claro que planteas el descarte de la llamada revolución modelizada, es decir, una revolución condicionada por un modelo de sociedad más o menos definido hacia el que hay que caminar de manera lineal y que si surge la posibilidad de revolución hay que aplicar. Se trata además de una revolución universal, con un sujeto definido y que se inicia con la hecatombe de la «gran noche» en la que todo se desploma. Todo se sacrifica a aplicar ese modelo de sociedad por lo que el fin justifica los medios.

Nos interesan mucho los rasgos que defines en tu libro respecto al cambio social y, en especial, la necesidad del deseo de cambio.

A. F-S.: Esquematizando mucho, hay una primera idea de revolución como toma del poder cuyo problema es, me parece, la idea de «tabula rasa» que la sostiene. La revolución como corte mayor en la historia, como apertura de lo absolutamente nuevo frente a lo viejo, como Modelo o Ideal. La revolución como «borrón y cuenta nueva» ha tenido derivas terroristas (el terror contra todo lo viejo, burgués, diferente al modelo) que tenemos que pensar, entender y asumir.

Hay una segunda idea de revolución como éxodo, que toma fuerza a partir de los años 60, cuyo problema hoy es que no hay ningún «afuera» hacia el que apuntar. Las sociedades paralelas acaban siendo así pequeños guetos autorreferenciales, que se desprenden del desafío de transformación de la sociedad. Podemos hacer un balance propio, una especie de «duelo», de estas imágenes de revolución y concebir así tal vez una nueva, que no haga recurso a la «tabula rasa» o al «afuera».

L. V.: Nos interpela directamente esa idea de que transformar pasa por descartar la lucha por la existencia para impulsar la pacificación de la existencia ¿puedes desarrollar esta propuesta?

A. F-S.: La encuentro en Marcuse y la reinterpreto. Marcuse resume el paradigma dominante como «lucha por la existencia» (struggle for life): control de la naturaleza, el trabajo como medio de ese control, el tiempo del progreso como tiempo de la conquista progresiva del mundo. Una relación de agresividad y sometimiento del otro exterior (la naturaleza, los otros como competidores) y del otro exterior (uno mismo y sus pulsiones).

La pacificación de la existencia significaría aquietar esa pulsión de dominio: hacia los demás, hacia la tierra, hacia uno mismo. Debilitando los mandatos mortíferos del superyó, relajando la obligación de competencia introducida por la presión al rendimiento, instaurando otra relación con la naturaleza que no pase por el adueñamiento y el control.

La Tierra ya no aparecería entonces como ese «medio» a nuestro servicio del que debemos tomar control, sino como un conjunto de potencialidades que escuchar, cuidar y desplegar, mediante una transformación de la tecnología en técnica, en arte. Los demás dejarían de ser competidores en la guerra a muerte de la competencia, sino cómplices en los juegos de la cooperación. Uno mismo ya no sería esa «carne» a disciplinar o «hacer rendir», a controlar y explotar, sino un sujeto dividido, con su parte de misterio y de opacidad, de inclinaciones ingobernables y deseo.

Pacificar la existencia es reinventar el trabajo como medio de esa otra relación con el mundo, creadora y no dominadora; reinventar el tiempo como presente abierto a un pasado y a un futuro, sin ansiedad de dominación; reinventar el sentimiento de estar vivos, más allá de ese «hambre insaciable» (de poder, de consumo) que hoy nos moviliza y a la vez nos mortifica.

L. V.: Autorizarnos a pensar partiendo de lo que sentimos, pensar desde los malestares sin fijarnos como objetivo acabar con ellos, ¿debemos cambiar de planteamiento y pensar que desde el malestar podemos construir el bienestar?; ¿desde el caos y la fragmentación del mundo se pueden generar vínculos, lugares, saberes y comunidades?

A. F-S.: Muy buenas preguntas. Yo diría lo siguiente: partiendo del malestar, podemos construir otro bienestar. Un bienestar que ya no pase por aplacar un cierto «mal de vivir», sino por saber-hacer con él. Hay y habrá siempre, como dice Freud, «malestar en la cultura». La cuestión, el desafío, es saber-hacer con ese malestar. Convertir el sufrimiento en una energía de transformación, en lugar de pretender erradicarlo, neutralizarlo, apagarlo. Es lo que se llama «sublimación».

Lo mismo con la segunda pregunta: desde el caos y la fragmentación del mundo, asumiéndolas positivamente y no como «errores» a eliminar, podemos construir otros «órdenes» y otras «unidades», otros modos de vivir juntos sin aspiración a la armonía y la perfección, sino haciendo fuerza en el caos de lo humano. Partir del malestar, partir del caos, usarlos como palanca, quiere decir hacerse otras ideas de lo que es salud, de lo que es un «cuerpo social». Abandonar las ilusiones de omnipotencia, de completud.

L. V.: ¿El cambio social se debería basar, no en derrocar el sistema vigente para sustituirlo por otro, sino en no aceptarlo, en rebelarse contra la opresión por considerarla inaceptable y de esta manera producir una destitución del sistema de dominación? Hablaríamos, pues, de un cambio social sin épica ni heroicidad, de aguas subterráneas que horadan la roca granítica a través de disposiciones más humanas y sencillas. ¿Cómo podemos empezar ese proceso que tú señalas como de escucha y atención, de «pasividad activa»?

A. F-S.: Me parece que, sí o sí, la transformación social, sobre todo si la entendemos antropológicamente como estamos haciendo aquí, requiere un tiempo largo, un tiempo de proceso, un tiempo no lineal ni instantáneo. Un verdadero desafío, hoy cuando somos completamente incapaces de esperar.

Simone Weil habla de la atención como «espera». No espera de algo conocido, sino desconocido. No como facultad pasiva, sino activa. Esperar lo desconocido es hacer, sembrar, sin garantías de lo que va a venir. Ayudar a desplegar un posible, del que nuestro presente está ya embarazado, sin que su crecimiento dependa enteramente de nosotros. Aportar, sin obstruir, ni tomados por la ansiedad de la responsabilidad (el militante como sujeto-héroe del que todo depende).

No podemos todo, pero sí algo. Lo primero es detectar, por medio de la sensibilidad, esos potenciales que se quiere desplegar, intensificar.

L. V.: En tu libro tienen relevancia los cuerpos y sus potencias tras décadas de predominio de las ideologías. ¿Quizás por ese motivo afirmas que las izquierdas no saben qué hacer con el cuerpo? ¿Qué papel tienen los cuerpos, las pulsiones y la subjetividad en el cambio social?

A. F-S.: La provocación del libro es pensar que el mundo cambia tal y como nosotros cambiamos, por afectos. Nadie cambia por un razonamiento, por una idea, por una cifra, sino por experiencias. Algo nos toca, nos afecta, nos conmueve, a partir de ahí somos sensibles a otra cosa, a algo distinto, y también a nuevas ideas. ¿Podemos pensar una «política experiencial»? Una política que no pasa por aleccionar, pedagogizar, tampoco por seducir o hipnotizar como hace el mercado, sino por abrir espacios de deseo, espacios de encuentro, espacios de libertad, donde cada cual pueda hacer su recorrido, tener su espacio, hacer lo suyo. A eso le llamo hacer experiencia.

 4. Políticas del deseo

L. V.: Si entendemos el deseo como potencia singular de desplazamiento y apertura, ha existido en momentos determinados de la historia una «retirada del deseo». Un ejemplo fueron los movimientos sociales de los años 1960 que dieron lugar a una gigantesca retirada del deseo que, como se señala en tu libro, vació de savia los canales y los objetos establecidos: familia tradicional, trabajo de fábrica, individualismo en serie, autoridad, dinero, consumo, propiedad, amor de pareja como propiedad del otro, etc. ¿Cómo nos pueden ayudar estas experiencias, estos saberes, para disponer de otra forma el deseo?

A. F-S.: Lo que nos pueden enseñar las experiencias de los 60 es a captar la fuerza política del deseo, su capacidad de trastornar el principio de realidad. El rechazo del trabajo en los años 60, en forma de huelgas, de abstencionismo de masas, de sabotaje, de éxodo, fue un desafío formidable que obligó al capital a una respuesta, a una reestructuración que llamamos neoliberalismo. Sí, el enemigo también juega y hay que tenerlo en cuenta. La contrarrevolución neoliberal no ha sido sólo una «vuelta de tuerca» del poder sobre los gobernados, sino el intento de volver a pegar lo que en los años 60 se había despegado: la relación entre deseo y trabajo.

L. V.: Hemos hablado de que no se cambia la sociedad adueñándose del poder y de la importancia del cuerpo, las pulsiones y la subjetividad, ¿Cómo podemos cambiar el modo de desear?

A. F-S.: No hay receta. El deseo es altamente inconsciente, con su parte oscura. Educar el deseo ha sido siempre el sueño de los sacerdotes, hoy de los políticos y del mercado: enseñar a desear, desear lo correcto. Podemos tratar de activar el deseo, mediante el encuentro, un poco como un profesor o una maestra trata de suscitar en sus chicxs el deseo de aprender tal o cual cosa, propiciando un encuentro con el saber, con un autor o una autora. Pero el deseo siempre opera por desviación, por desplazamiento, es algo que se «tuerce». Cada uno debe hacerlo propio, encontrar su modo, hacer su recorrido.

No hay camino correcto del deseo, en términos machadianos, sino que se hace deseo al desear. Hay que alegrarse de que el otro no repita, no asimile, no es un fallo de la transmisión, sino justamente el único modo de la transmisión posible, por malentendido, por equívoco, por desvío.

L. V.: Señalas también que el neoliberalismo ya no nos dice que NO como en el pasado, sino al contrario: SÍ puedes y debes. No nos fuerza con un poder exterior, sino interior y voluntario. No reprime el goce, sino que lo suscita. Pero, al hacerse cargo del deseo, lo maltrata y provoca un enorme sufrimiento. ¿Dirías que el primer paso para partir del malestar, del sufrimiento, es la resistencia y buscar líneas de fuga para escapar de lo que nos hace ser como somos y desmontar su organización del deseo?

A. F-S.: Sí, es una gran transformación, que trata de responder a su modo a los movimientos de los años 60 entre otras cosas. El superyó clásico, represivo, dice «no hagas» y pone el goce ahí, en la obediencia y la sumisión, el orden y el autocontrol. Es el sujeto de las disciplinas, el «homo economicus».

El superyó hoy, sin embargo, lo que ordena es maximizar el rendimiento, la competitividad, la autosuperación y gozar eso. El sujeto económico ya no es el sujeto de la austeridad, de la moderación, del ahorro, de la contención, sino de las finanzas, la especulación, el riesgo, la ilimitación. Más el lobo de Wall Street que el viejo Mr. Scrooge de Dickens. Es algo muy distinto, las respuestas políticas deben tomar nota de ello.

L. V.: Hablas de «huelga humana», una propuesta muy sugerente ¿Nos puede explicar en qué consiste?

A. F-S.: Justamente, cuando el capitalismo obliga a hacer, la respuesta revolucionaria es la huelga: detener el hacer, la producción, el trabajo. Hoy, cuando el capitalismo añade un mandato a «ser», a ser el sujeto del rendimiento, la superación, la competencia, la respuesta subversiva pasa de alguna manera por «no ser», por dejar de ser lo que tenemos que ser, por desobedecer los mandatos de subjetivación. Ahí se entiende la propuesta de «huelga humana», elaborada por el no-grupo Tiqqun. Una huelga de los modos de ser, de las identidades, del deseo. Una huelga libidinal. Dejar de desear lo que supuestamente debemos desear.

L. V.: ¿Has pensado en que quizás no hay líneas de fuga y que lo único que nos queda es lo que hoy se denomina «Gran Dimisión o Gran Renuncia»?

A. F-S.: La Gran Dimisión o Gran Renuncia es la concreción que toma hoy la propuesta conceptual de la «huelga humana». Un rechazo que reabre la grieta que décadas de neoliberalismo habían intentado tapar: la grieta entre deseo y trabajo hoy se reabre.

El tiempo de pandemia, donde aparentemente no pasaba nada, fue un tiempo de crisis de sentido y de elaboración de esas crisis. ¿Para qué trabajar? ¿Para qué vivir así, aquí? La retirada del trabajo que se pudo verificar en tantos países tras la pandemia se extiende luego como gesto de retirada de otros mecanismos productores de ansiedad de nuestro presente, el consumo, la política y los medios de comunicación.

Pero, a diferencia de los años 60, cuando el éxodo se hizo colectivo y político, esta retirada hoy es masiva pero individual, no se nombra con un lenguaje político explícito. Es por ahora sobre todo un síntoma, un síntoma que debemos interrogar, que nos habla de los malestares del presente, de lo que duele y daña. Escuchar el síntoma puede ayudarnos a ensayar-imaginar respuestas a la altura de lo que sucede.

L. V.: Demos una vuelta de tuerca al pesimismo y pongamos manos a la obra para descifrar los malestares que nos traspasan los cuerpos. Y acabemos con una pregunta que tú mismo te haces al final del libro. ¿Se pueden experimentar otras políticas, otros lenguajes, otros haceres y otros decires? ¿Cómo hacerlo?

A. F-S.: Claro que sí, sólo tenemos que aceptar el consejo machadiano sobre el deseo y ponernos a caminar, en lugar de esperar con miedo la guía del camino correcto, la autorización de la tradición y la historia, las certezas de la identidad. Abiertos al deseo, sin garantías, podemos poner a nuestro favor su potencia de variación, de desplazamiento y desvío, para inventar nuevos caminos singulares, tanto personales como políticos y colectivos. Que nuestro deseo vibre en lo que decimos, en lo que hacemos, en lo que escribimos, es señal de que estamos tratando de decir algo propio, de autorizarnos a vivir en nombre propio.

Fuente: https://kaosenlared.net/cambio-social-y-deseo-conversando-con-amador-fernandez-savater/