sábado, 26 de mayo de 2012

EL CEREBRO Y EL MITO DEL YO (55)

La Red: tal vez un centro de atracción, pero ¿una mente colectiva?

Además de la Red, consideremos otros sistemas de comunicación actuales. La señal de televisión llega a millones de personas, tal como lo hacen los periódicos, aunque éstos últimos mucho más lentamente. Pero ninguno de los dos es interactivo. Cuando se expresa un mensaje u opinión, lo recibimos, opinamos sobre él y ahí termina el caso. Puede que lo discutamos con amigos, pero no contribuimos realmente en nada a ese flujo unidireccional de información. Podríamos escribirle al editor, pero esto no pasaría de ser lo mismo que apedrear a un elefante y, lo que es peor, esta interacción es irritantemente lenta. Comparado con una simple conversación en la cena, lo anterior no puede considerarse como interactivo.

El rango y la velocidad de transmisión del teléfono y de algunas formas de radio es prácticamente instantáneo, pero al aumentar un poco el número de usuarios, la comunicación bidireccional rápidamente se torna en unidireccional. Todo conductor de taxi podrá decir que pese a oír la actividad por determinado canal, cuanto mayor sea el número de usuarios, más difícil resultará captar una palabra aquí y allá. La anchura de bandas de frecuencia se satura, lo cual desafortunadamente ocurre muy fácilmente.

El teléfono conecta prácticamente sin retraso a mucha gente en cualquier sitio. ¿Pero, con cuánta gente podría usted interactuar de esta manera? En teoría, se podría llenar un auditorio y dirigirse a esta multitud por altoparlante o conferencia telefónica, pero si más de dos personas responden, se genera un ruido ininteligible.

De nuevo, cuanto mayor sea el número de usuarios, menos bidireccional y más unidireccional será la comunicación, de modo que la interacción se limita a escuchar o a hablar, pero no a las dos cosas.

Muchas cosas han cambiado desde los tiempos de Paúl Reveré, en temas como el detalle, la exactitud, el rango y velocidad de la comunicación, en los cuales ya no existen limitaciones importantes para la comunicación individual. Nuestras capacidades sólo se ven limitadas cuando insistimos en que el flujo de información sea bidireccional o interactivo y que sus rangos sean amplios y prácticamente simultáneos entre un vasto número de emisores y receptores. Si lo que deseamos es un flujo de comunicación semejante a la del cerebro, saltan a la vista las limitaciones de la transmisión global.

Sin embargo, estas limitaciones están desapareciendo. Al menos en teoría, la Red es una estructura análoga al sistema nervioso, puesto que en cierta medida parece funcionar resolviendo el problema de la unificación de la sociedad (figura 12.2).

Hoy en día, la Red suministra una activación comunicativa simultánea, completamente nueva hasta el momento, lo que permite a un solo individuo enviar un mensaje a miles, a cientos de miles, incluso a millones de personas de manera casi instantánea. Además, a pesar de estos números, la interacción sigue siendo bidireccional: cualquiera de los receptores o todos ellos pueden responder al mensaje, retrasándose tan sólo en lo que tarden en formular las ideas y en redactar la respuesta. Es decir, en gran parte el retraso dejó de ser de tipo técnico.

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Figura 12.2
La World Wide Web. (Red Mundial de Computadores.)

Vemos una buena analogía entre el flujo de información en la Red y el flujo de información entre neuronas, pero, ¿demostrará también la Red algún tipo de interiorización intrínseca? En tal caso, ¿qué será lo que interioriza? Por los capítulos 3 y 8 sabemos que la operación global del sistema nervioso reconoce e incorpora los patrones repetitivos de actividad neural (memorias, PAF y otros similares), y que constantemente intenta aumentar la eficiencia de cómputo, a la vez que trata de disminuir su sobrecarga. Intuitivamente, el aumento en velocidad y volumen del flujo de información que vemos en la Red debería encajar en este concepto de interiorización, pero, ¿es ésta una analogía válida? Y si lo es, ¿serán provechosos sus resultados?

Si las neuronas engendran la mente, puede la gente — las mentes — que representa cada punto nodal de la Red generar o convertirse en una mente colectiva? ¿Puede la Red soportar a la conciencia humana y, en tal caso, en qué consistiría esto? A primera vista, la Red y el cerebro son muy diferentes. El cerebro es algo viviente y la Red no lo es. ¿Puede algo no biológico tener mente?

Esta última cuestión no es retórica, ni se limita a las discusiones sobre la Red. Es de gran importancia potencial para la sociedad humana y exige la atención seria y concertada de muchas disciplinas.

A primera vista, el funcionamiento de una Red parece tener características comunes con el cerebro, pero, al examinarla de cerca, incluso esta seudoanalogía se derrumba rápidamente. A lo largo de este libro he puesto constante énfasis en la perspectiva de una arquitectura funcional y, vista así, en el mejor de los casos la Red es a lo sumo muy torpe. En la práctica, tal como la conocemos, la Red no podría soportar la conciencia de muchos. Por un lado, es un sistema muy "ruidoso" y, aunque veloz para muchas tareas, como transportar un mensaje de un sitio a otro, no es lo suficientemente rápida en sus parámetros integradores como para soportar a la conciencia de la manera como lo hace el sistema nervioso (que aún es nuestra mejor, si no la única, referencia o parámetro estándar). Se recordará que el sistema nervioso aumenta su propia eficiencia mediante la modularización de su función (ver Miklos, 1993). La Red, como la conocemos actualmente, no es modular. La mejor comparación que pudiera hacerse de la Red sería con un celentéreo hidra o medusa. Y si la medusa tiene alguna conciencia, ésta no tiene las características que soporten, en conjunto, una mente colectiva. Finalmente lo que se necesita es un subsistema de captación y otro de distribución, con una interacción simple en el punto de unión entre ambos.

El concepto de conciencia colectiva no es nuevo. El resultado de unas elecciones se toma como un mandato del pueblo que representa la decisión colectiva de la gente. Las ventajas de interactuar con un número aun mayor de mentes y las experiencias de cada una de ellas serían muy provechosas para la interiorización, pues el sistema nervioso atiende en particular a estímulos novedosos, convertidos en propios a través de la repetición. Si alguien nos previene: "No juegues con una araña negra que tenga una mancha como un reloj de arena en la barriga", pero pasa a decir inmediatamente: "No lo creerás, pero una vez vi una ballena voladora", probablemente recordaremos la precaución de la araña cuando ya nos esté picando. Por otro lado, si repetidamente, amigos, padres, profesores y médicos nos previenen sobre los riesgos que corremos si estas arañas nos pican, es muy posible que las evitemos desde el primer encuentro. Lo que queda en la mente es lo que se repite, y la "impresión" de este conocimiento evolucionó debido al remolino repetitivo de la información en muchas mentes, antes que en la propia.

Pero un momento; el conocimiento colectivo y la mente colectiva son dos cosas diferentes. Aunque puede haber muchas maneras de definir la mente colectiva, podemos ponernos de acuerdo en que una de ellas seria: los elementos que componen un todo se combinan de tal manera que, cuando son confrontados en conjunto, se produce e implementa una decisión acerca de lo que habrá de hacerse. Esta decisión puede no ser representativa y probablemente no lo será de la opinión de cada uno de los elementos, pero será un consenso benéfico para el grupo en su totalidad. Es lo mismo que los sacrificios y ganancias de las células aisladas, cuando optaron por socializarse para llegar a los organismos multicelulares. Este proceso culminó con las estructuras colectivas que asumen el papel de tomar las decisiones del animal, a saber, el sistema nervioso.

Considerando seriamente los componentes que deben constituir una mente colectiva, la Red es una buena candidata, en cuanto a requisitos potenciales, para soportar la conciencia de muchos. También se puede argüir que la Red fue creada por el hombre sin el deseo expreso de crear una mente colectiva.

¿Es la Red un sistema nervioso compuesto de sistemas nerviosos, una mente compuesta de mentes? Como ya lo dije, todavía no, al menos no en el sentido clásico de mente colectiva. Comunica ciertamente, pero no piensa. Sin embargo, se esboza ya un proceso global de toma de decisiones, que comienza a tomar forma — y que continuará tomándola —, afectando a todos para bien o para mal.

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