miércoles, 28 de marzo de 2012

PARA TEJER LA RED - 02


LA PRIMACÍA MOTORA Y LA ORGANIZACIÓN DE LAS REDES NEURONALES:
EL PENSAMIENO COMO MOVIMIENTO INTERIORIZADO


El primer paso para explorar, desde un punto de vista científico, la naturaleza de la mente es rechazar la premisa de que ésta apareció como resultado de una “intervención espectacular”. La naturaleza de la mente debe entenderse con base en su origen, en el proceso de su desarrollo, que emana del perenne mecanismo biológico de ensayo y error. La mente, o lo que llamaré “el estado mental”, es el producto de los procesos evolutivos que han tenido lugar en el cerebro de los organismos dotados de movimiento. Esta evolución cerebral se presentó de manera paulatina, desde las formas más primitivas hasta las más altamente evolucionadas. Por lo tanto, el examen de las bases científicas de la mente requiere una perspectiva evolutiva rigurosa, ya que es a través de este proceso como se generó la mente. Cómo llegó la mente a nosotros (o nosotros a ella, como veremos más adelante) es una bella historia de más de 700 millones de años que, como todo lo biológico, aún no termina su arduo caminar.

Para comprender la naturaleza de la mente, el requisito primordial es disponer de una perspectiva apropiada. Así como la sociedad occidental, sumida en el pensamiento dualista, debe cambiar de orientación para captar las premisas elementales de la filosofía no-dualista, también es necesario un cambio fundamental de perspectiva para abordar la naturaleza neurobiológica de la mente. Mi ciclo de charlas en las Conferencias de ex alumnos estadounidenses de St. Andrews constituyeron un intento de tal reorientación; el presente libro procederá en esta línea de pensamiento.

En su ciclo de conferencias Gifford en Edimburgo, en 1937, tituladas “Reflexiones del hombre sobre su naturaleza”, Charles Sherrington (1941, capítulo 12) insinuó una posibilidad de que si algún día los seres humanos llegaran a enfrentarse cara a cara con su verdadera naturaleza, este conocimiento podría desencadenar la caída de la civilización. Evidentemente, para Sherrington, el hombre prefiere considerarse como el más bajo de los ángeles y no el más alto de los animales. Mi opinión es que si algún día llegáramos a comprender en su totalidad la portentosa naturaleza de la mente, de hecho, el respeto y la admiración por nuestros congéneres se verían notablemente enriquecidos.

Utilizar la mente para entenderla

Al abordar la mente desde un punto de vista científico, es necesario considerar algunas pautas básicas. Como este libro no pretende ser una novela detectivesca, daré algunas definiciones del término mente o “estado mental”, que demarquen los conceptos que vamos a utilizar. Desde mi perspectiva monista, el cerebro y la mente son eventos inseparables. Igual importancia que lo anterior tiene entender que la “mente”, o el estado mental, constituye tan sólo uno de los grandes estados funcionales generados por el cerebro. Los estados mentales conscientes pertenecen a una clase de estados funcionales del cerebro en los que se generan imágenes cognitivas sensomotoras, incluyendo la autoconciencia. Al hablar de imágenes sensomotoras, no sólo me refiero a las visuales, sino a la conjunción o enlace de toda información sensorial capaz de producir un estado que pueda resultar en una acción. (…)

En resumen, el cerebro es algo más que el litro y medio de materia grisácea e inerte que ocasionalmente se ve como un encurtido en frascos, sobre algún estante polvoriento de laboratorio. Por el contrario, el cerebro debe considerarse como una entidad viva que genera una actividad eléctrica definida. Tal actividad podría describirse como tormentas eléctricas. “autocontroladas” o, si adoptamos el término de uno de los pioneros de la neurociencia, Charles Sherrington, como un “telar encantado” (1941, p.225) En el contexto amplio de redes neuronales, dicha actividad es la mente.

La mente es codimensional con el cerebro y lo ocupa todo, hasta en sus más recónditos repliegues. Pero al igual que las tormentas eléctricas, la mente no representa simultáneamente todas las posibles tormentas, sino sólo aquellas que son isomorfas (o sea, que coinciden con la representación del mundo externo) con el estado del mundo que nos rodea mientras lo observamos y que lo reconstruyen, lo transforman y modifican. Al soñar, liberado de la tiranía de los sentidos, el sistema genera tormentas intrínsecas que crean mundos “posibles”, en un proceso que quizá se asemeje al pensamiento.

La tesis central de este libro es que el yo es un estado funcional del cerebro y nada más, ni nada menos.

Continuemos la discusión con un poco más de precisión. Propongo que el estado mental, represente o no (como en los sueños o en lo imaginario) la realidad externa, ha evolucionado como un instrumento que implementa las interacciones predictivas y/o intencionales entre un organismo vivo y su medio ambiente. Para que tales transacciones tengan éxito, se requiere un instrumento “precableado”, genéticamente transmitido, que genere imágenes internas del mundo externo, que puedan compararse con la información que éste nos proporciona a través de los sentidos. Además, estas imágenes internas deben cambiar continuamente a la misma velocidad con que cambia la información sensorial proveniente del mundo externo, y todo esto debe realizarse en tiempo real. Por percepción se entiende la validación de las imágenes sensomotoras generadas internamente por medio de la información sensorial, que se procesa en tiempo real y que llega desde el entorno que rodea al animal. La base de la predicción -que es la expectativa de eventos por venir- es la precepción. La predicción, función tan radicalmente diferente al reflejo, constituye la verdadera entraña de la función cerebral.

La predicción es la función principal del cerebro

Antes de proseguir, aclaremos el significado de “predicción”, término que se refiere al pronóstico de algo específico que puede suceder. Todos los días predecimos cosas –como el ardor que sentimos al caminar descalzos sobre el pavimento caliente o el inevitable accidente si no se gira el automóvil al llegar al final de una calle. Al correr en un partido de tenis, es necesario predecir el momento y sitio adecuados en que la pelota se encuentre con la raqueta. (…)

La capacidad del cerebro de predecir no se genera sólo al nivel consciente, ya que evolutivamente la predicción es una función mucho más antigua que la conciencia. (…)

La predicción y el origen del “sí mismo” El “sí mismo” es la centralización de la predicción, y no nace del dominio de la autoconsciencia, pues ésta sólo se genera al darse cuenta de sí mismo. Según esto, la el sí mismo puede existir sin conocimiento de la propia existencia. Aun en nosotros, los humanos, como individuos autoconscientes, la autoconsciencia no está siempre presente. (…)

Predecir ahorra tiempo y esfuerzo. La predicción es crucial para que el cerebro genere un movimiento activo, no sólo orientado hacia una meta, sino también como función básica de ahorro de tiempo y energía. (…)

Las sinergias ahorran tiempo. Con respecto a las sinergias, cabe anotar que la carga funcional se reducirá de manera espectacular si el cerebro controla colectivos o sinergias y no músculos individualmente. Esta reducción será proporcional al grado de activación simultánea de ciertos subgrupos de músculos y no de músculos aislados. El control de colectivos de músculos y no de músculos aislados disminuye el número de grados de libertad y, por ende, la complejidad de dicho control. (…)

Resumen. Hemos discutido dos razones fundamentales por las cuales el cerebro debe anticipar. En primer lugar, los animales que se mueven activamente deben anticipar para interactuar exitosamente con el exterior. En segundo lugar, la interacción motora exitosa debe ser inteligente y rápida, o de lo contrario moverse resultaría definitivamente peligroso. (…)

La interiorización de los universales mediante la interiorización de la motricidad

Es justo mencionar que la ciencia contemporánea se inclina más al análisis que hacia la síntesis. La neurociencia no es una excepción a esta regla, ya que, en general, no trasciende a la descripción objetiva de las propiedades de las neuronas o de las redes que éstas entretejen. (…)

Las propiedades del mundo externo o universales tienen que estar representadas de alguna manera en el funcionamiento del cerebro. Una de las características esenciales de la función cerebral es dicha interiorización, es decir, la integración de universales en un espacio funcional interno.

¿Es posible describir en términos fisiológicos tales entidades complejas y transitorias? Por supuesto, y lo haremos en este capítulo, pero comencemos por entender algo de la geometría funcional del cerebro.

El cerebro en realidad no computa nada, al menos no en el sentido del manejo algorítmico de unos y ceros característico del “computador universal2 de Allan Turing (Turing, 1947; Millican y Clark, 1996) (…)

Antes de abordar el problema de cómo llegó el cerebro a utilizar representaciones anticipatorias para seleccionar e integrar un conjunto de transformaciones universales que representen el mundo externo, propongo que el cerebro es un sistema cerrado modulado por los sentidos. Recordemos que un sistema abierto acepta las señales sensitivas nacidas del medio externo e independientemente de su complejidad, las procesa y las devuelve de manera refleja a ese mismo medio. (…)

Volviendo a nuestra hipótesis: un sistema cerrado como el sistema nervioso central debe haberse desarrollado durante la evolución como una red neuronal que, en un comienzo, manejaba relaciones de conectividad muy simples entre sistemas sensoriales y motores. A medida que el sistema nervioso evolucionó, las limitaciones impuestas por los sistemas de coordenadas que describen el cuerpo se integraron lentamente en su espacio funcional interno. Ello permitió que la criatura tuviera una comprensión natural de su propio cuerpo, que depende de la actividad, requisito obvio para el movimiento intencional (como el comportamiento de juego mostrado por la mayoría de los animales jóvenes, que en realidad es una exploración de las propiedades del espacio funcional interno) (…)

Las células nerviosas y sus personalidades.

La unidad celular da lugar a la unidad mental. Se ha mencionado varias veces ya que la mente es uno de los muchos estados funcionales globales del cerebro. Otro modo de decir lo mismo es que “la mente es uno de los muchos estados generados por la sociedad de neuronas que llamamos cerebro” (…)

Las cuestiones concernientes a la función de la mente se rigen por las mismas reglas biológicas que resultaron en la evolución del sistema nervioso, a saber, el desarrollo evolutivo por ensayo y error por parte de la selección natural, tanto en células singulares como en el animal como en el sistema completo. (…)

Es importante identificar las propiedades que les permiten a las células nerviosas organizarse en una red social capaz de representar universales e interactuar significativamente, y en tiempo real, con el mundo exterior. (…)

En el cerebro la variedad en las propiedades eléctricas de las neuronas y su conectividad permiten que las redes cerebrales interioricen las imágenes del mundo externo y las transformen en comportamiento motor. Tales redes generan las tormentas eléctricas fugaces que señalan el rápido y continuo cambio en la realidad exterior. Esos eventos eléctricos son lo suficientemente ricos para representar a nivel celular todo lo observable o imaginable. La mente y el yo son, en fin, interpretaciones propias de las redes neuronales.

(…) Así, pues, ¿qué es una neurona? Las neuronas o células nerviosas constituyen una extraordinaria especialización de las células eucarióticas a partir de la cual las asambleas celulares desarrollaron una “computación” natural. Una vez evolucionadas, las neuronas constituyeron la estructura central de todos los cerebros en todas las formas animales: transmiten información, construyen, soportan y memorizan el mundo interno –mundo compuesto de neuronas que simula la realidad externa apropiándose de sus principios operativos, para después volver a introducir en el mundo exterior el producto de la cognición por medio de los movimientos que denominamos la conducta.

Las neuronas emergieron con el fin de facilitar y organizar la complejidad creciente de las transformaciones sensomotoras. (…)

Lo que nos enseña la evolución del ojo

La invención de los órganos sensoriales. ¿Cuál es el impulso evolutivo que genera la vida de los animales? ¿Cómo se generó la espectacular y compleja arquitectura celular que es un animal? ¿Qué puede decirse de los diferentes órganos y de su gran diversidad de formas y funciones? Desde la perspectiva de la división fisiológica del trabajo, los órganos suelen considerarse como componentes del cuerpo con funciones tan especializadas que a menudo resultan sorprendentes. En su mayoría tales funciones son vitales para el organismo en su totalidad, para la vida del individuo (corto plazo) y para la supervivencia de la especie (largo plazo) El corazón, los ojos, el hígado, son módulos funcionales, y al mismo tiempo tienen individualidad y localización. (…)

¿Qué significa “ver”? ¿Por qué es el aparato visual como es y qué nos enseña acerca del cerebro –de la mente? En el capítulo 4 se aclaró que no son solamente las propiedades de conjunto las que dan lugar al comportamiento y función única de determinado circuito; es la arquitectura del conjunto lo que confiere al circuito sus propiedades macroscópicas (como en el caso del corazón), su contexto e intencionalidad.

La capacidad de predicción que da origen a la visión comienza con la habilidad de criaturas muy primitivas de detectar la luz. (…)

-.o0o.-

Nota.- Hay tiempos de análisis y hay tiempos de síntesis. Así ocurre con el Socialismo Peruano. El análisis prevaleció cuando desarrolló su forma nacional (7 Ensayos) Rescatada esta etapa (mediante laboriosa síntesis), se está ahora en plena labor para hacerla realidad, para Tejer la Red.

Por eso la ayuda que nos presta este gran trabajo de investigación. (2-4)

Ragarro
28.03.12

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