miércoles, 22 de marzo de 2023

INTRODUCCIÓN A LAS ACOTACIONES DE LENIN A DE LA GUERRA DE CLAUSEWITZ

 


INTRODUCCIÓN

Otto Braun

Los extractos que Lenin efectuara de la obra De la guerra de Clausewitz fue­ron publicados por primera vez en 1930 en el tomo XII de las Recopilaciones leninistas. Dicho volumen era una continuación de la edición de los Cuader­nos filosóficos iniciada en 1929 con el tomo IX de las Recopilaciones y, a la vez, su culminación. Este orden se hallaba condicionado tanto por lo que se refiere al tiempo como al contenido. Temporalmente, porque todo indica que Lenin estudió dicho escrito en el transcurso de la primera mitad del año 1915; en lo que respecta al contenido, porque lo realizo en conexión con sus investigacio­nes filosóficas.

Sin duda lo primero que atrajo a Lenin fueron los elementos dialécticos presentes en el interior del pensamiento de Clausewitz. El mismo Engels ha­bía escrito ya en una carta dirigida a Marx del 7 de enero de 1858: «Estoy le­yendo, entre otros, De la guerra, de Clausewitz. Una manera de filosofar muy original; no obstante, en lo referente a su contenido, muy bueno» [101]. Y en 1915 Lenin hacía mención de Clausewitz como «uno de los grandes historia­dores militares cuyas ideas fueron estimuladas por Hegel» [102]. Por su parte, en las anotaciones hechas en el margen de los extractos, Lenin destaca dos veces el pensamiento dialéctico de Clausewitz; en una ocasión llega inclusive a señalar un pasaje como «un paso hacia el marxismo» [103].

Por otra parte, también puede afirmarse, y con toda razón, que Lenin se interesó por De la guerra en el transcurso de la primera etapa de la guerra im­perialista mundial, con el fin práctico de demostrar el carácter clasista de la misma y su vinculación con la política imperialista de las grandes potencias. Pues el «modo de filosofar» de Clausewitz no constituye, ni mucho menos, un fin en sí mismo; consiste más bien en un medio para iluminar el concepto bien concreto de guerra y las leyes objetivas que rigen su conducción. Así lle­gó a la comprobación —novedosa para su época— de que la guerra «debe ser contemplada como parte de un todo, y este todo es la política». Precisamente a esto se aferró Lenin. Transcribió casi completamente el capítulo 6B del libro 8, tomo III, «La guerra como instrumento de la política». Lo caracterizaba como «el capítulo más importante», y en sus discursos y escritos de los años que van desde 1915 hasta 1919, una y otra vez, citaba esta conclusión tan acertada y significativa.

Tal es el caso del folleto El socialismo y la guerra (la actitud del POSDR hacia la guerra), en el cual Lenin trae a colación en calidad de subtítulo la frase: «La guerra es la continuación de la política por otros medios» (a saber: por la vio­lencia), y luego sigue:

Esta famosa tesis pertenece a Clausewitz, uno de los hombres que ha escrito con mayor profundidad sobre temas militares. Con toda razón, los marxistas siempre han considerado esta tesis como la base teórica de las ideas sobre la importancia de cada guerra en particular. Justamente desde este punto de vis­ta, Marx y Engels examinaron siempre las diferentes guerras [104].

Casi con las mismas palabras Lenin se remite también a Clausewitz en el artículo La bancarrota de la II Internacional escrito entre mayo y junio de 1915. Y lo hace con la intención de desnudar la visión ahistórica y no dialéctica de los socialchovinistas de todos los países, que tras consignas tales como «defensa de la patria» o «ni triunfo ni derrota» combatían por la causa de sus propios gobiernos imperialistas, traicionando y renegando del deber de la socialde­mocracia revolucionaria consistente en provocar la caída del propio gobierno y en transformar la guerra imperialista en una guerra civil.

Así, Lenin escribe:

Con referencia a la guerra, la tesis fundamental de la dialéctica, que Plejánov tergiversa tan desvergonzadamente para complacer a la burguesía, dice que «la guerra es una simple continuación de la política por otros (precisamente por los violentos) medios».

[...] Y fue siempre el punto de vista de Marx y Engels, que consideraban toda guerra como la continuación de la política de las potencias dadas, interesadas —y de las distintas clases que existen en ellas—, en un momento dado.

El crudo chovinismo de Plejánov está basado exactamente en la misma po­sición teórica que el chovinismo más sutil, conciliador hasta el empalago, de Kautsky [...]

Sin embargo, un examen más atento de las premisas teóricas de los razona­mientos de Kautsky revelará la misma idea que Clausewitz ridiculizó hace unos ochenta años: ¡Cuando estalla la guerra cesan todas las relaciones políticas for­jadas a lo largo de la historia entre los pueblos y las clases y surge una situación totalmente diferente! Hay, «simplemente», aquellos que atacan y aquellos que se defienden, «simplemente» el rechazo de los «enemigos de la patria» [105].

Y, en un discurso sobre «La guerra y la revolución» del 14 (27) de mayo de 1917, a fin de destacar la diferencia entre la guerra reaccionaria e injusta de una guerra justa y progresiva, vuelve a citar nuevamente a Clausewitz:

Todos conocemos el aforismo de Clausewitz, uno de los más célebres escri­tores sobre la filosofía e historia de la guerra, que dice: «La guerra es la conti­nuación de la política por otros medios». Este aforismo proviene de un escritor que analizó la historia de las guerras y sacó las enseñanzas filosóficas de estas inmediatamente después del período de las Guerras napoleónicas. Este escri­tor —cuyos puntos de vista fundamentales son, sin duda, conocidos en la ac­tualidad por todo hombre que piensa—, luchaba hace ya cerca de ochenta años contra la concepción del común de la gente ignorante de que la guerra es una cosa separada de la política de los gobiernos y de las clases interesadas; como si fuera una simple agresión que altera la paz, seguida luego por el restable­cimiento de esta paz alterada, como quien dice: ¡Se han peleado y luego han hecho las paces!

Este punto de vista groseramente ignorante ha sido refutado decenas de años atrás, y es refutado por cualquier análisis relativamente serio de cual­quier época histórica de guerras [106].

Por consiguiente, es un mérito indiscutible de Clausewitz el haber logrado desentrañar la esencia de la ligazón existente entre la guerra y la política. Si bien algunos perspicaces entendidos en cuestiones militares, tales como el general prusiano C. K. Bülow, los jefes militares rusos P. A. Rumianzev y V. A. Suvárev, habían incluido elementos políticos en la ciencia de la guerra, en el siglo XVIII aún predominaba la «concepción primitiva» según la cual la guerra es algo independiente, sin vinculación alguna con la política, e inclusive se concebía la guerra como lo primario, considerando la política más bien como un medio de la guerra: tal es el caso de un estadista y jefe de campo como fue el rey Federico II de Prusia. Y en lo que se refiere a los epígonos del militarismo alemán, los Ludendorff y Hitler, con su concepción de la «guerra total», sim­plemente invirtieron la teoría de Clausewitz en su contrario antagónico. Por ello no resulta acertado caracterizar a Clausewitz como el antecesor de estos «ignorantes» del siglo XX, tal como aconteció. Esto resulta aún más inadmisi­ble si se tiene en cuenta que Clausewitz distingue en sus escritos con toda cla­ridad entre guerras de conquista y guerras defensivas, guerras de gabinete y guerras populares, con lo cual introduce indudablemente un elemento propio de la democracia, es decir, y para decirlo con palabras de Lenin, da «un paso hacia el marxismo».

Pero, como es natural, Clausewitz no podía reconocer que la guerra es la prolongación, el instrumento, de la política de una clase determinada que procura la imposición violenta de determinados objetivos políticos y econó­micos que le son propios. Como tampoco podía reconocer que el carácter de la guerra y la modalidad de la conducción militar encuentra allí su origen. Esto quedó reservado para los clásicos del marxismo, Marx, Engels y Lenin, quie­nes aportaron con esto una definición cualitativamente nueva de la guerra, definición que permitió distinguir claramente entre guerras progresistas y reaccionarias a la vez que posibilitó fijar de un modo preciso la posición de la clase obrera frente a cada guerra concreta. Lenin redujo esto a su expresión más sencilla cuando en agosto-octubre de 1916 escribió:

«Si era una política imperialista [...] entonces la guerra que surge de esa po­lítica es imperialista. Si era una política de liberación nacional. [...] entonces la guerra que surge de esta política es una guerra de liberación nacional. En el primer caso, la guerra es reaccionaria y la consigna de defender a la patria es un engaño del pueblo. En el segundo caso la guerra es progresista [...] [107].

Con una precisión mayor aun lo expresó, luego del triunfo de octubre, en la polémica contra los «comunistas de izquierda»:

Si la guerra es hecha por la clase de los explotadores para afianzar su do­minación como clase, será una guerra criminal, y el «defensismo» será en esa guerra una abominación y una traición al socialismo. Si la guerra la hace el pro­letariado después de vencer a la burguesía en su país, si la hace en interés del fortalecimiento y desarrollo del socialismo, entonces será una guerra legítima y «sagrada».

[...] Somos defensistas desde el 25 de octubre de 1917.

[...] Cuando éramos representantes de una clase oprimida, no adoptamos una actitud frívola ante la defensa de la patria en la guerra imperialista, sino que negamos por principio esa defensa. Cuando nos hemos convertido en re­presentantes de la clase dominante, que ha empezado a organizar el socialis­mo, exigimos de todos que tengan una actitud seria ante la defensa del país. Y tener una actitud seria ante la defensa del país significa prepararse a fondo y tener en cuenta rigurosamente la correlación de fuerzas.

Si las fuerzas son a ciencia cierta pocas, el principal medio de defensa es replegarse al interior del país (quien vea en esto, solo en el caso presente, una fórmula traída por los pelos, que lea lo que dice el viejo Clausewitz, uno de los grandes escritores militares, acerca de las enseñanzas de la historia sobre el particular). Pero entre los «comunistas de izquierda» no hay el menor indicio de que comprendan la importancia de la correlación de fuerzas [108].

Con esta última observación, que se refiere al armisticio de Brest-Litovsk, Lenin se aventura en la «zona de frontera» entre política y estrategia militar, de igual modo que en sus comentarios a De la guerra no limita su interés a la faz filosófica y política, sino que también muestra preocupación por las cues­tiones militares. Esto queda probado por sus extractos de problemas tan espe­cífica o excluyentemente militares, como defensa y ataque, maniobra y com­bate, Estado Mayor y jefatura de campo, ocupación de territorios y anulación de las fuerzas enemigas, modificaciones históricas sufridas por la ciencia de la guerra y papel de las masas populares en la misma. Cierto es que Lenin no citó ni glosó los extensos comentarios de Clausewitz sobre la guerra y las ba­tallas en el siglo XIX, pero de ello no puede desprenderse en modo alguno que considerara superadas las técnicas de conducción de la guerra de ese siglo por las modernas condiciones del siglo XX. Solo en este sentido bien limita­do resulta acertada la afirmación de que Clausewitz fue el teórico del período manufacturero de la guerra. Pero esto carece de validez si consideramos el curso general del pensamiento de Clausewitz y las conclusiones a que arri­ba. De modo que la opinión vertida oralmente por Lenin, mencionada por W. Sorin en el primer número del periódico Pravda de 1923, según la cual «para los obreros del partido solo puede ser beneficioso el estudio detallado de las obras de Clausewitz» [109], también resulta válida, con las limitaciones que ya mencionáramos, para los actuales funcionarios obreros de Alemania [110].

De lo ya dicho se desprende también la inconsistencia de la concepción di­fundida hace ya mucho tiempo en el sentido de que Lenin no se considera­ba un entendido en cuestiones militares, que no había valorado las obras de Clausewitz desde una óptica militar y que no dejó ninguna orientación sobre problemas militares [111].

Esta concepción insostenible fue desechada debidamente por el XX Con­greso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Es que Lenin se ocupó efectivamente durante su vida de cuestiones militares; además de su condi­ción de político y estadista fue, simultáneamente, un estratega y conductor de batallas. Su esposa, N. K. Krupskaya, se refiere a ello en sus memorias: «Ilich no solo leía todo lo que Marx y Engels habían escrito sobre rebelión y revolu­ción [...] también leía muchos libros sobre el arte de la guerra [...] En realidad se ocupó de esto mucho más de lo que se supone [...]» [112]. Y M. I. Kalinin, el fallecido responsable del Soviet supremo de la URSS, escribió en el artículo «Lenin y la defensa de la patria socialista»; «El estudio de este material [sobre la actividad militar de Lenin] pondría en evidencia con toda claridad el cono­cimiento detallado que Lenin poseía del arte de la guerra, de la estrategia mi­litar y de la táctica» [113]. Esto fue puesto de manifiesto también por contem­poráneos de Lenin, como, por ejemplo, N. I. Podvoiski (que era el responsable de la organización militar en el Comité Central del partido bolchevique y del Comité revolucionario del soviet de Petrogrado en 1917), S. I. Aralow (jefe del departamento de operaciones —jefe del Estado Mayor— en el Comisariado del Pueblo para asuntos militares y miembro del Consejo de guerra supremo del soviet de la URSS en 1917-1918), y del mariscal de la URSS S. M. Budjony (co­mandante superior del Regimiento 1 de caballería montada durante la gue­rra civil) [114].

Otra evidencia en el mismo sentido la brindan los discursos de Lenin, sus escritos y documentos sobre cuestiones militares, que se hallan parcialmente diseminados en sus obras, y que, en parte, solo ahora son publicados en las Obras completas [115].

De modo que puede afirmarse, sintetizando, que Lenin analizó la guerra como un fenómeno social y político, al mismo tiempo que investigó deteni­damente la conducción de la guerra en su condición de ciencia y arte. Asimis­mo, a través de sus trabajos teóricos y de su actividad práctica fundó la nueva ciencia militar soviética.

Quien aspire a estudiar los problemas de la guerra desde el punto de vista marxista y a dominar la moderna ciencia y arte de la guerra no puede prescin­dir de la herencia tan rica que Lenin ha legado en este campo. Y, junto con ello, también deberá leer a Clausewitz, el teórico e historiador de la guerra clásico de la burguesía, así como también a Engels, el primer teórico militar de la cla­se obrera. La presente publicación tiene por propósito estimular un estudio sistemático de tal naturaleza. (Se ajusta estrictamente al texto del tomo XII de las Obras completas de Lenin, en el que fueron cotejados los extractos con la primera edición de De la guerra editada entre 1832 y 1834 por Ferdinand Dümmler en Berlín y que fuera utilizada por Lenin, de resultas de lo cual en el mismo fueron ignorados algunos errores de redacción o imprenta, y algu­nas palabras aisladas fueron adecuadas al lenguaje corriente en la actuali­dad). En la medida en que acumulemos, conservemos, procesemos y aplique­mos creativamente la herencia de los clásicos burgueses y, sobre todo, de los marxistas, es decir de la ciencia militar socialista soviética contemporánea, habremos obtenido una parte nada despreciable del armamento teórico que nos permitirá no solo resistirnos a cualquier agresión imperialista, sino pro­vocar su fracaso y asegurar la evolución pacífica de la humanidad hacia el socialismo.

 

Fuente: Clausewitz en el pensamiento marxista, Lenin-Ancona-Braun-Razin-Stalin-Engelberg-Korfes-Jörg Bahnemann,

EDICIONES UNO EN DOS. Archivo PDF.

Notas:

[101] Karl Marx y Friedrich Engels, Briefwechse [Correspondencia], t. II, 1854-1860. Berlín, Dietz, 1949, p. 336.

[102] Vladimir I. Lenin, Obras completas, 4ª. edic., t. XXI; véase también La bancarrota de la III Internacional [Vladimir I. Lenin, Obras completas, España, Akal Editor, 1977, t. XXII, p. 315].

[103] Véase «La Obra de Clausewitz. De la guerra. Extractos y acotaciones por Vladimir I. Lenin» en el presente volumen.

[104] Vladimir I. Lenin, Obras completas, cit., t. XXI, p. 276 (del ruso); véase también El socialismo y la guerra, Berlín, Dietz, 1955, p. 11 [t. XXII, p. 409].

[105] Vladimir I. Lenin, Obras completas, cit., t. XXI, pp. 194-195; véase también La bancarrota de la II Internacional, cit., pp. 18-19 [t. XXII, pp. 315-316]. En este contexto Lenin cita en nota al pie el pasaje contenido en los extractos del tomo III, libro 8, capítulo 6.B, pp. 139-140.

[106] Vladimir I. Lenin, Obras completas, cit., t. XXIV, pp. 363-364 [t. XXV, pp. 381-382].

[107] Véase Sobre una caricatura del marxismo y el ‹economismo imperialista›, en Obras completas, cit., t. XXIII, p. 21 [Una caricatura del marxismo, t. XXIV, p. 33].

[108] Vladimir I. Lenin, Sobre el infantilismo de «izquierda» y las actitudes pequeñoburguesas, en Obras completas, cit., pp. 299-300 [Vladimir I. Lenin, Acerca del infantilismo «izquierdista» y del espíritu pequeñoburgués, en Obras escogidas, Moscú, Progreso, 1960, t. II, p. 733].

[109] Vladimir I. Lenin, Recopilación leninista (del ruso), t. XII, p. 390.

[110] Las posibilidades concretas de hacerlo las brinda en la actualidad la editorial del Ministerio de defensa nacional, con la edición de la biografía de Clausewitz de Franz Fabian y de la obra De la guerra, prologada y glosada por Ernst Engelberg y el mayor general Otto Kerfes [ambos trabajos se incluyen en el presente volumen].

[111] Compárese con el artículo «Lenin als Militärwissenschaftler» [Lenin como científico de la guerra] de Oberst I. Tschaschnikow, en Militär Wissenschaftliche Aufsätze [Ensayos sobre ciencia de la guerra], cuaderno núm. 6, Berlín, Editorial del Ministerio de defensa nacional, 1956, pp. 5-6.

[112] Ibid., p. 7.

[113] Ibid., p. 11.

[114] Véase «Über Lenins militärische Tatigkeit in den Oktobertagen 1917». [Sobre la actividad militar de Lenin en los días de Octubre de 1917], reconstrucción hecha sobre la base de relatos legados por N. I. Podvoiski, y también «Über Lenins militärische Tätigkeit im Interventions—und Bürgerkrieg 1918- 1920» [Sobre la actividad militar de Lenin en el transcurso de la guerra civil y de intromisión entre 1918-1920], recuerdos de S. I. Aralov y S. M. Budioni, en separatas agregadas al cuaderno núm. 2-3 y 4, del periódico Militerwesen.

[115] Vladimir I. Lenin, «Documentos militares (1917-1920)», Moscú, 1956, y «Sobre la guerra, el ejército y, la ciencia de la guerra», Moscú, 1957, dos tomos editados ambos por la editorial militar del Ministerio de defensa de la URSS, Moscú, 1956-1957, en ruso.

 

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