viernes, 17 de marzo de 2023

LA INFLUENCIA DE DE LA GUERRA DE CLAUSEWITZ EN EL PENSAMIENTO MARXISTA DE MARX A LENIN

 


Nota: Publicamos la primera parte de la Obra Clausewitz y el marxismo

 

ÍNDICE

NOTA EDITORIAL 9

LA INFLUENCIA DE DE LA GUERRA DE CLAUSEWITZ EN EL

PENSAMIENTO MARXISTA DE MARX A LENIN 10

LA OBRA DE CLAUSEWITZ DE LA GUERRA. EXTRACTOS

Y ACOTACIONES 31

INTRODUCCIÓN 32

V. I. LENIN. LA OBRA DE CLAUSEWITZ DE LA GUERRA.

EXTRACTOS Y ACOTACIONES 38

NOTA BIBLIOGRÁFICA SOBRE CLAUSEWITZ 39

OBRAS PÓSTUMAS DEL GENERAL CARL VON CLAUSEWITZ

ACERCA DE LA GUERRA Y LA CONDUCCIÓN DE LA GUERRA 40

DE LA GUERRA. TOMO I 40

LIBRO PRIMERO. DE LA NATURALEZA DE LA GUERRA 41

CAPÍTULO I. ¿QUÉ ES LA GUERRA? 41

CAPÍTULO II. FIN Y MEDIOS DE LA GUERRA 43

LIBRO SEGUNDO. LA TEORÍA DE LA GUERRA 44

CAPÍTULO II. SOBRE LA TEORÍA DE LA GUERRA 44

CAPÍTULO III. ARTE O CIENCIA DE LA GUERRA 45

CAPÍTULO VI. LOS EJEMPLOS 45

TOMO I. LA ESTRATEGIA EN GENERAL 45

CAPÍTULO VI LA AUDACIA 46

DE LA GUERRA. TOMO II 48

LIBRO TERCERO. LAS FUERZAS DE COMBATE 48

CAPÍTULO III. RELACIÓN DE FUERZAS 48

CAPÍTULO IV. RELACIÓN DE LAS TRES ARMAS 48

LIBRO CUARTO. LA DEFENSA 49

CAPÍTULO V. CARÁCTER DE LA DEFENSA ESTRATÉGICA 49

6

CAPÍTULO VI. ALCANCE DE LOS MEDIOS DE DEFENSA 49

CAPÍTULO VIII. DE LOS DIVERSOS MÉTODOS DE RESISTENCIA 50

CAPÍTULO XVI. (CONTINUACIÓN DEL DECIMOQUINTO). DEFENSA DE LAS MONTAÑAS 51

CAPÍTULO XVIII. DEFENSA DE RÍOS Y CORRIENTE DE AGUAS 51

CAPÍTULO XXIII. LA LLAVE DEL PAÍS 51

CAPÍTULO XXVIII. (CONTINUACIÓN DEL VIGESIMOSÉPTIMO). DEFENSA DE UN ESCENARIO DE GUERRA 52

CAPÍTULO XXX. DEFENSA DE UN TEATRO DE GUERRA CUANDO NO SE BUSCA UNA DECISIÓN 52

DE LA GUERRA. TOMO III (N.B. Este tomo se compone solamente de esbozos.) 57

LIBRO SÉPTIMO. LA OFENSIVA 57

CAPÍTULO II. NATURALEZA DE LA OFENSIVA ESTRATÉGICA 57

CAPÍTULO III. PROPÓSITO DE LA OFENSIVA ESTRATÉGICA 57

LIBRO OCTAVO. DEL PLAN DE GUERRA 58

CAPÍTULO II. GUERRA REAL Y GUERRA ABSOLUTA 58

CAPÍTULO III. NEXO INTRÍNSECO DE LA GUERRA 58

CAPÍTULO III. B. DE LA MAGNITUD DEL OBJETIVO MILITAR Y LOS ESFUERZOS 59

CAPÍTULO V. (CONTINUACIÓN DEL CUARTO). DETERMINACIÓN PRECISA DE LOS OBJETIVOS A LOGRAR. OBJETIVO RESTRINGIDO 61

CAPÍTULO VI. A. INFLUENCIA DEL OBJETIVO POLÍTICO SOBRE EL PROPÓSITO MILITAR 62

CAPÍTULO VI. LA GUERRA ES UN INSTRUMENTO DE LA POLÍTICA 63

(FIN DE CAPÍTULO) 68

APÉNDICES 70

I. CARTA DEL CORONEL E. RAZIN 71

II. RESPUESTA DEL MARISCAL STALIN 74

III. CARL VON CLAUSEWITZ EN SU ÉPOCA 77

IV. DE LA GUERRA DE CLAUSEWITZ Y SU INFLUENCIA SOBRE LA POSTERIDAD 120

7

V. EL CONCEPTO DE LA ESTRATEGIA EN CLAUSEWITZ, MOLTKE Y LIDDELL HART 150

INTRODUCCIÓN 150

I. ESTRATEGIA, UN CAMPO DE RESPONSABILIDADES DIVIDIDAS 151

a) El político y el Mariscal 151

b) Cometidos y finalidad de la Política 152

c) Cometido de las Fuerzas Armadas 152

d) Fricciones entre la Dirección política y la Dirección militar. Sus causas 153

e) La esfera de la Estrategia 153

II. LA ESTRATEGIA EN CARL VON CLAUSEWITZ 154

a) La Guerra como punto de partida de las reflexiones 154

b) El jefe militar en el Consejo Político 155

c) Limitación e interacción de Política, Estrategia y Táctica 156

d) Comprensión humana y capacitación como fundamentos de una buena Estrategia 157

III. LA ESTRATEGIA EN HELMUTH VON MOLTKE 158

a) Comparación con Clausewitz 158

b) El orden de sucesión de la dirección política y de la militar 158

c) La contradicción de la teoría y la práctica 160

d) Responsabilidad e independencia del Jefe militar 161

e) El principio de misión en el campo de la Suprema Dirección 162

IV. LA ESTRATEGIA EN BASIL HENRY LIDDELL HART 163

a) Determinación de conceptos 163

b) El objetivo de guerra como clave para una adecuada comprensión 164

c) Las teorías superadas 165

d) La Estrategia indirecta 165

e) La participación de la Dirección militar en la Estrategia 166

V. EL DESARROLLO DE LAS RELACIONES ENTRE LA DIRECCIÓN MILITAR Y LA POLÍTICA 167

a) Corrientes y teorías en continuo cambio 167

b) La teoría mal entendida y el fallo de la Política 168

c) La falsa valoración de los conocimientos de la Historia 170

d) Las exigencias del futuro 170

REFLEXIÓN FINAL 171

NOTAS 173

 

LA INFLUENCIA DE DE LA GUERRA DE CLAUSEWITZ EN EL PENSAMIENTO MARXISTA DE MARX A LENIN

Clemente Ancona

Entre los teóricos del movimiento obrero, muchas veces se ha apelado, es­pecialmente en el pasado, al nombre de Carl von Clausewitz. Engels y Marx, además de conocer y apreciar las obras de este escritor, delinearon su visión de la guerra y de los conflictos armados en general en una forma tal que apa­rece para una serie de cuestiones fundamentales (naturaleza de la guerra, re­lación guerra-política, estrategia y táctica, ofensiva y defensiva, etc.) como el desarrollo natural, en sentido materialista y dialéctico, del pensamiento clau­sewitziano[1]. Luego, Lenin, además de haber contribuido de manera deter­minante al pensamiento marxista sobre la guerra y la lucha armada, destacó, más que ningún otro, el nombre y algunas tesis fundamentales del general prusiano —dentro y fuera[2] del movimiento obrero revolucionario y, espe­cialmente, en el período de entreguerras— al haberlo citado ampliamente en sus escritos y en sus discursos y al recomendar repetidamente a sus compa­ñeros la lectura de la obra clausewitziana.

Según parece, en los años comprendidos entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, De la guerra fue uno de los textos más leídos y estudiados en las academias y en las escuelas de guerra soviéticas; y un cuaderno de extrac­tos y de apuntes de Lenin sobre la obra póstuma clausewitziana, publicado alrededor de 1930, tuvo una gran difusión y numerosas reimpresiones. Tam­bién en el movimiento obrero italiano hubo una gran admiración por Clau­sewitz antes, durante y después de la lucha de liberación nacional[3].

Desde hace muchos años ya, esta admiración no se vuelve a encontrar más, menos en la misma medida, ni en Italia ni en otro lugar. Las causas de este hecho son diversas, objetivas y subjetivas; y no es el caso examinarlas aquí en particular. Basta señalar cómo las mismas remiten a la Segunda Guerra Mundial y a la «Guerra Fría»: la primera, una guerra contra un ejército cuyo Estado Mayor gustaba considerarse, con o sin razón, alumno de Clausewitz y había llevado a Alemania a la ruina en dos oportunidades; la segunda, una guerra durante la cual la desenfrenada propaganda antisoviética y anticomu­nista buscaba minimizar los méritos, teóricos y prácticos, del Ejército Rojo y la fulgurante victoria que había obtenido sobre la Wehrmacht, lo cual generó una reacción en sentido contrario. Entre las causas subjetivas bastará recor­dar una serie de ataques anticlausewitzianos producidos alrededor de 1944 [4] en la prensa militar soviética y culminada en un escrito de Stalin aparecido en Bolchevik, en la primavera de 1947; y luego rápidamente difundido en todo el movimiento comunista internacional bajo la forma de una condena defi­nitiva (aun cuando, quizá, no quería serlo) de las teorías expuestas en De la guerra y de su autor [5].

Finalmente, el XX Congreso del PCUS tuvo el mérito de dar a algunos estu­diosos soviéticos el coraje necesario para revaluar la obra del general prusia­no [6]. Lamentablemente, sin embargo, los efectos de la precedente y a veces absurda actitud anticlausewitziana, no pudiendo ser eliminados de un plu­mazo, siguieron haciendo sentir su influencia incluso sobre algunos de los promotores del XX Congreso [7].

Ahora bien, sí en determinado momento Clausewitz fue famoso en el mo­vimiento obrero y ahora no lo es tanto, tendría, de por sí, escasa importancia. Sin embargo, lo cierto es que a Clausewitz, o al menos a ciertas tesis suyas, está ligada la concepción marxista y leninista de algunos problemas concer­nientes a la guerra y a la misma «teoría de la revolución proletaria» como teo­ría de la acción del proletariado tendiente a derrumbar el capitalismo e ins­taurar el socialismo. A lo que se agrega el hecho —de gran importancia en la historia del movimiento obrero— de que la más famosa tesis clausewitziana («la guerra es la continuación de la política por otros medios») fue utilizada en la crítica de Lenin a los «centristas» tipo Kautsky y Plejánov, quienes, según él, no la tenían en cuenta. Y bien, prescindir hoy de este episodio, que tuvo una serie de consecuencias teóricas y prácticas (estrategia bolchevique de la tras­formación de la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria; estigmati­zación del derrumbe total de la socialdemocracia europea), ya no es posible para la teorización marxista. En fin, en la polémica actual en el seno del movi­miento comunista y obrero internacional y en lo que concierne a los proble­mas fundamentales sobre la evitabilidad o inevitabilidad de la guerra, sobre la naturaleza de la guerra, sobre la estrategia de las fuerzas antimperialistas, etc., las tesis de Clausewitz no pueden ser ignoradas si uno quiere mantener­se en el ámbito de la teoría marxista.

Por estas y otras razones se ha considerado útil realizar la presente inves­tigación. En particular, se ha buscado responder a un cierto número de inte­rrogantes (¿en qué medida la obra del general prusiano influyó en el pensa­miento de los dirigentes y teóricos del movimiento obrero que la examinaron y que se expresaron sobre ella? ¿Qué importancia tuvieron, y eventualmente continúan teniendo, las teorías del filósofo prusiano de la guerra?), con la es­peranza de contribuir a tornar más clara, desde un ángulo teórico, la visión de algunos problemas que, hoy como ayer, se encuentran en el centro de la atención del movimiento obrero y revolucionario internacional.

II

Marx y Engels comenzaron a ocuparse de las obras de Clausewitz en oportunidad de realizar una serie de investigaciones y de estudios de carácter militar e histórico-militar, necesarios tanto —en lo inmediato— a su actividad periodística [8], como —menos inmediatamente— a la solución de importantes problemas prácticos y teóricos [9].

Estos eran de tres órdenes. En primer lugar, Marx y Engels, advertidos de la importancia de los fenómenos militares en la historia, buscan conocer mejor su esencia, su historia particular, sus fundamentos. En segundo lugar, los hechos revolucionarios de 1848-1849 en Europa, además de abrir entre demócratas y fuerzas populares y socialistas una serie interminable de polémicas, pusieron en evidencia, por un lado, la falta de preparación y de adecuación para esas circunstancias de los dirigentes y de las fuerzas revolucionarias alemanas y europeas en general, tanto en el plano político como en las barricadas y en el campo de batalla; por otro lado, mostró cómo las luchas populares armadas, en tanto formas específicas de guerra, requieren una formación específica al respecto por parte de los dirigentes. En tercer lugar, en fin, tanto Marx como Engels, luego del fracaso de los estallidos insurreccionales alemanes de 1849, debieron responder a las acusaciones de vileza, de traición, etc., de que fueron objeto por no haber dado su apoyo a algunas iniciativas armadas de revolucionarios democrático-burgueses, y por haberlas también desalentado. A pesar de que les era fácil refutar tales acusaciones en el plano político, surgían algunas dificultades cuando la polémica se instalaba en el terreno puramente militar, habida cuenta de que muchos de sus interlocutores eran exmilitares de profesión [10].

Una especie de acuerdo [11] entre Marx y Engels respecto de la distribución de las tareas concernientes a la elaboración de la teoría de la revolución parece haber asignado al segundo el campo de la acción militar y de la acción revolucionaria armada. A pesar de ello, Marx seguía de cerca el desarrollo de los estudios militares de Engels, participando de ellos casi en la misma medida en la que este, inversamente, participaba a su vez de sus estudios de economía política.

En lo que concierne a Clausewitz en particular, es muy probable que al menos la fama de su obra principal, De la guerra, haya llegado a Marx y a Engels alrededor de 1848, si no antes [12]; en efecto, en aquellos años Clausewitz comenzaba a convertirse en el ídolo de la escuela militar prusiana, y Marx y Engels debieron, ciertamente, haber oído hablar con entusiasmo de él a oficiales o exoficiales —como por ejemplo a su amigo Weydemeyer— salidos de aquella escuela y que frecuentaban la redacción de la Neue Rheinische Zeitung o se afiliaban a la Liga de los Comunistas. El nombre del teórico militar prusiano aparece por primera vez en los escritos de Engels en una carta que dirigió a su amigo Joseph Weydemeyer [13], quien en 1848 se pasó al bando de los insurrectos y luego, emigrado a América, en la década del sesenta toma parte en la guerra de Secesión en las filas del ejército norteño con el grado de coronel [14]. Al mismo amigo, un par de años después, Engels expresaba su primer juicio sobre las obras del general prusiano: «En definitiva, Jomini es el mejor historiador (de las campañas napoleónicas) y, no obstante algunas cosas excelentes, el genio innato que es Clausewitz no me gusta del todo» [15]. En 1855, Engels, en un artículo que describía al ejército prusiano (aparecido en el Putnam’s Monthly), afirmaba: «En su campo Clausewitz junto con Jomini pertenece a los clásicos de todo el mundo» [16]. En 1858, en una carta a Marx escribe: «Ahora leo entre otras cosas lo que escribió Clausewitz sobre la guerra. Extraño modo de filosofar, pero en la sustancia es óptimo» [17]. Finalmente, en la introducción a un folleto de Borkheim aparecido en 1888, Engels define a Clausewitz como una «estrella de primera magnitud» [18]. En cuanto a Marx, comparte el parecer de su amigo sobre Clausewitz; y en tal sentido escribe: «El tipo tiene un common sense que linda con la inteligencia» [19]. En otros pasajes de sus obras, Marx y Engels citan a Clausewitz ya sea para retomar sus tesis o para dar mayor peso y autoridad a las suyas propias cuando se trata de cuestiones concernientes a la guerra.

En un artículo de 1859 aparecido en el New York Daily Tribune, Marx demuestra tener conocimiento no solo de la obra teórica mayor de Clausewitz sino también del trabajo histórico menor que realizó sobre la campaña de Bonaparte en Italia en 1796: «En una parte de su obra sobre la campaña de Italia de 1796-1797 —escribe— Clausewitz observa que, después de todo, la guerra no es un asunto tan espectacular como la gente tiende a representárselo, y que victorias y derrotas, contempladas con el ojo de la ciencia, aparecen de manera inversa respecto a su imagen reflejada en los cerebros de los politiqueros de escritorio. Comparto esta verdad» [20].

En otro artículo, aparecido a su vez en el Das Volk pocas semanas después que el anterior, Marx cita otro escrito menor del teórico prusiano: «El general Clausewitz, en un escrito sobre la guerra austro-francesa de 1799, observa que Austria fue derrotada porque su plan de batalla, tanto estratégico como táctico, no estaba fundado en el logro efectivo de la victoria, sino, sobre todo, en usufructuar la victoria que preveían. Rodear al enemigo sobre sus dos alas, apretar el cerco, destruir su ejército en los puntos más lejanos para impedir todo escondite al enemigo batido en la fantasía: estas y similares medidas para la explotación de la imaginaria victoria fueron siempre los medios prácticos para hacer más segura la derrota. Lo mismo que se dijo respecto a la conducción de la guerra por parte de Austria se puede decir de la diplomacia prusiana» [21]. Engels, a su vez, comentando en una carta a Marx la batalla de Corinth, librada durante la guerra de Secesión americana, recuerda al amigo: «Como dice Clausewitz, la batalla arde lentamente como pólvora húmeda, agota a ambas partes y al final las ventajas positivas arrancadas combatiendo por la parte victoriosa son más de naturaleza moral que material»[22].

Aún más, la tesis sostenida por Engels en el famoso folleto Niza, Saboya y Rin es reforzada por otra, articulada a una cita de Clausewitz «[...] si ya Clausewitz (De la guerra, Libro VI, cap. 23) se burlaba porque en 1814 una armada de 200 000 hombres, en vez de marchar directamente sobre París se dejó inducir por las fantasías de una teoría insensata e hizo el trayecto a través de Suiza [...]; ¿qué debería decir entonces de aquellos planes de guerra que quisieron dirigir el ataque principal contra París a través de la alta Italia y Saboya o, sin más, a través de Niza? Todo ataque a través de Saboya presenta desventajas decisivas en el enfrentamiento con respecto al Rin [...]. También por esto, en la campaña de 1814 las tropas que entraron a Francia a través de Italia cumplieron un papel tan pequeño» [23].

Marx y Engels tuvieron oportunidad de formarse una notable cultura en el campo militar. Sus lecturas y sus estudios teóricos e históricos no se limitaron, ciertamente, a las obras del general prusiano sino que se extendieron desde los mayores hasta los menores teóricos e historiadores del arte de la guerra, franceses, ingleses, alemanes, rusos, austríacos, italianos, desde Maquiavelo hasta Montecuccoli, desde Jomini hasta Chahrmützel, desde Suvorov hasta von Hofstetter y hasta Barclay de Tolly, desde Willisen hasta Küntzel y hasta Napier. Fue Engels, en particular, el que profundizó notablemente sus conocimientos también en el plano propiamente técnico y operativo; prueba de ello son sus numerosísimos escritos sobre la historia del ejército en general, sobre cada uno de los ejércitos europeos, sobre la historia de la carabina, sobre las diferentes guerras contemporáneas, sobre la caballería, la artillería, la ofensiva, el combate, etc. [24].

Por lo tanto, podemos afirmar que las obras de Clausewitz fueron una de las fuentes, entre otras, del pensamiento militar engelsiano y marxiano.

Sin embargo, es convicción bastante difundida que la obra de Clausewitz fue la fuente principal del pensamiento militar engelsiano [25] y hay quien afirmó incluso que todos los criterios de acción política y revolucionaria elaborados por Engels y por Marx estuvieron inspirados en tal obra [26]. Si bien esta segunda opinión aparece claramente desproporcionada, tampoco la primera puede ser fácilmente demostrada en el plano histórico.

Intentar establecer si las relaciones de afinidad efectivamente existentes entre algunas formulaciones clausewitzianas y otras de Engels y Marx sobre cuestiones más o menos fundamentales relativas a la guerra y a su conducta guardan también una relación de derivación es una empresa no solo difícil sino también de una utilidad muy inferior al empeño que demandaría. Si una solución parcial se impone de por sí cuando Marx o Engels afirman en sus escritos de manera explícita coincidir con una cierta tesis o juicio de Clausewitz —cosa, por otro lado, muy rara—, las dificultades se multiplican cuando se quiere establecer si una cierta tesis de Marx o de Engels —que implique la aceptación de una tesis clausewitziana sobre el mismo problema— deriva o no de esta última.

Una dificultad de carácter general está en el hecho de que la dirección de las investigaciones teóricas del general prusiano coinciden muy raramente con la de Engels y Marx. En efecto, Engels se muestra desde el comienzo más interesado en el aspecto «histórico» de la guerra y de su proceso. En los casos en los cuales, como por ejemplo en los capítulos sobre la «teoría de la violen­cia» del Anti-Dühring [27] o como en algunas voces escritas en la New Ame­rican Cyclopaedia [28], su atención está dirigida al aspecto «filosófico» de la acción militar, siendo su principal interés la relación entre el desarrollo de la economía y el desarrollo de las armas y de la técnica de la guerra. En cambio Clausewitz tenía en mente una «elaboración filosófica del arte de la guerra». Quería delinear una teoría orgánica de la guerra, individualizando los princi­pios y las leyes generales que la gobiernan. Los hechos histórico-militares son para Clausewitz el material experimental para obtener las leyes generales de los fenómenos. Además, antes que partir del presupuesto del nexo existen­te entre el desarrollo económico y el militar, lleva adelante su investigación teniendo presente la relación guerra-política, entendiendo por «política» la acción de los gobiernos [29]. Engels, por el contrario, al establecer el nexo en­tre guerra y economía, no tiene en mente la economía entendida como acción económico-política o como acción económica tout court, sino el desarrollo de la producción y de las técnicas de producción; por lo tanto, observa el nexo entre la potencia económica y la potencia militar antes que el entablado entre la acción económica y la acción militar.

Otra dificultad de carácter general está en el hecho de que la doctrina del materialismo científico, además de no ser —como todos saben— una doctrina específicamente militar, presupone una cierta visión ética del mundo, mien­tras que la doctrina clausewitziana prescinde de toda visión de tipo ético, al limitarse a indagar la naturaleza de la guerra, más o menos como Maquiavelo indagaba la naturaleza de la política.

Un ejemplo bastante claro de esta dificultad es el siguiente. Se ha señalado ya muchas veces cómo Marx y Engels, implícitamente, compartían la famosa tesis clausewitziana según la cual «la guerra es simplemente la continuación de la política por otros medios» [30].

El mismo Lenin tuvo oportunidad en más de una ocasión de hacer esta comprobación [31]. Sin embargo, se plantean dificultades para establecer si esta opinión fue tomada directamente de Clausewitz o si fue una consecuen­cia necesaria del desarrollo de un cierto tipo de estudio histórico-dialéctico llevado adelante por Marx y por Engels contemporáneamente a las indaga­ciones sobre fenómenos militares.

Ya vimos, por otra parte, cómo Engels tuvo oportunidad de conocer los tra­bajos de Clausewitz al menos a partir de 1853. Ahora bien, aunque solo fuera un examen superficial le hubiese bastado para conocer desde entonces la ci­tada proposición clausewitziana, repetida diversas veces en De la guerra. En cuanto a Marx, nada permite afirmar que se haya acercado a la lectura de esta obra antes de fines de 1857. Pero, con anterioridad a esta fecha, el autor de El capital expresó más de una vez ideas sobre conflictos armados en las cua­les estaba implícita la aceptación de una tesis similar a aquella fundamental del filósofo militar prusiano. Por otro lado, no se encuentra en los escritos de Marx y de Engels una tesis igual o similar a esta expresada de manera explí­cita. Finalmente, hay que agregar que otros escritores militares u hombres de armas tuvieron oportunidad de plantear, aunque de manera más borrosa y con una insistencia diferente de la del general prusiano, el nexo existente en­tre guerra y política. Es de destacar, en tal sentido, la afirmación de Bonaparte respecto del éxito de la guerra: «Le destin, c’est la politique».

Otro ejemplo, que abona la dificultad mencionada, es el de la estrecha afi­nidad existente entre las opiniones de Clausewitz y las de Marx y Engels a pro­pósito de los conceptos generales de defensiva y ofensiva. Marx hacía notar al amigo en una carta cómo Kugelmann, su conocido partidario y admirador, confunde la forma pasiva de comportamiento en la guerra con la defensiva. «Kugelmann —escribe Marx— confunde una guerra defensiva con operacio­nes militares defensivas. De tal modo, si alguien me salta encima por la calle, yo debería limitarme a parar su golpe y no ponerlo knock down, ¡porque si lo hiciera me transformaría en agresor! La want [ausencia] de dialéctica de esta gente se manifiesta en cada palabra» [32].

Una opinión de este tipo expresa Clausewitz en varios momentos de su obra y, especialmente, en el sexto libro de De la guerra [33]. También en este caso, sin embargo, no hay elementos que permitan afirmar que la opinión de Marx haya sido tomada directamente de Clausewitz, tanto más si se piensa que precisamente sobre tal cuestión el teórico prusiano es muy frecuente­mente mal entendido [34].

En fin, una cosa puede ser afirmada con certeza: Marx y Engels, al menos a partir de cierto momento [35], se dieron cuenta del carácter dialéctico del pensamiento y del método clausewitziano. Este hecho, además de haber sido revelado implícitamente por Engels, se deduce de los dos artículos de Marx que hemos mencionado, y es un argumento a favor de la hipótesis según la cual las ideas marxianas sobre la defensiva y la ofensiva tuvieron origen en De la guerra.

III

Engels y Marx buscaron en el estudio de la teoría y de la historia militar instrumentos para comprender mejor los hechos bélicos y los políticos y para obtener indicaciones útiles para la acción revolucionaria. Jean Jaurès, en cambio, se empeñó —y con particular diligencia— en este tipo de estudio para combatir mejor el chovinismo, el revanchismo y el napoleonismo imperante en los cuadros de las fuerzas armadas y en algunos sectores de la sociedad francesa de su tiempo [36].

Jaurès tuvo oportunidad de ocuparse de cuestiones militares desde los úl­timos años del siglo anterior [37]. A partir de los primeros años del siglo xx orientó sus investigaciones en el campo militar hacia la preparación de una obra en la cual intenta definir lo que habría debido ser «en el pensamiento so­cialista, las instituciones militares y la política exterior de la Francia republi­cana» [38]. Esta obra, publicada en 1911 con el título L’Armée Nouvelle [El nue­vo ejército], ya había aparecido un año antes bajo la forma de introducción a un proyecto de ley para la reforma en sentido democrático y socialista de las fuerzas armadas francesas [39].

En L’Armée Nouvelle el nombre de Clausewitz aparece unas treinta veces: como fuente (mal asimilada o entendida) de las teorías napoleónicas de los militares franceses y de su principal teórico, el capitán Gilbert [40]; como inspirador «involuntario» del militarismo y del espíritu agresivo de los Estados Mayores de aquel tiempo [41]; en fin, como gran teórico militar [42]. Las críticas que Jaurès hace en L’Armée Nouvelle al pensamiento del capitán Gilbert conciernen en un primer momento también a Clausewitz. Según Jaurès, lo que Gilbert afirmaba, resumiendo fielmente el pensamiento de Clausewitz sobre la naturaleza de las guerras de los siglos XVII y XVIII, era «vrai sans doute, au moins en grande partie, mais d’une vérité bien sommaire et bien grossiére» [43]. En este sentido, él rebate: «Prenons garde de nous laisser éblouir et par les théories de Clausewitz et par les coups prodigieux de la tactique napoléonienne» [44]. Un poco más adelante, criticando la opinión del capitán francés sobre la conducción de la guerra revolucionaria por parte de Carnot, Jaurès negaba que este haya seguido la «segunda regla formulada por Clausewitz [...]: la concentración de las fuerzas en el espacio» [45], demostrando implícitamente, de tal modo, tener por válida a esta «regla».

Y más adelante aun, queriendo contraponer sus tesis propias sobre la defensiva a las de Gilbert —diametralmente opuestas— que reconocían la superioridad del principio ofensivo, Jaurès encontró en Clausewitz el más válido sostén. Al capitán francés y a sus discípulos les reprochó haber tenido en cuenta las lecciones del teórico prusiano solo cuando estas ilustraban «los méritos de una ofensiva rápida, concentrada y audaz» [46], y haber ignorado las enseñanzas sacadas por Clausewitz de las guerras defensivas rusas, españolas y prusianas de los años 1812-1814 [47].

Pasando luego al análisis del pensamiento militar germánico de su tiempo, Jaurès lo examinó tanto en sus relaciones con el pensamiento clausewitziano como en relación con las exigencias defensivas de Francia, manteniéndose fiel a la tradicional concepción francesa que veía en Alemania el enemigo hereditario [48]. Jaurès hace referencia a cómo el gran Estado Mayor germánico de su tiempo juzgaba el principio clausewitziano de la superioridad de lo defensivo como superado por los progresos de la ciencia y de la técnica alemana. Para el Estado Mayor alemán, agrega Jaurès, «lo que hace perdurable la obra de Clausewitz es, aparte de su elevada importancia moral y psicológica, el valor de la idea de aniquilamiento que surge por todas partes» [49]. A los responsables de la política y de las fuerzas armadas francesas Jaurès les reprochará no saber hacer frente a estas tendencias, claramente agresivas, de Alemania. Según Jaurès, el reparo sería el indicado por el general Rossel, quien recomendaba para Francia «estructurar los planes de guerra, de organización y disposición de sus fuerzas armadas en un sentido defensivo» [50].

En definitiva, si son justas las críticas de Jaurès a la orientación de los Estados Mayores franceses y alemanes, que los hacía partidarios de la acción militar estructurada sobre la base de la ofensiva pura, del mismo modo son justas las críticas hechas al mismo Jaurès cuando auspiciaba una estructuración de la acción militar sobre la base de la defensiva pura [51]. De tal modo, también Jaurès —a diferencia de Marx y de Engels— parece haber interpretado a Clausewitz unilateralmente. Por ejemplo, es unilateral el concepto jauresiano de la defensiva. El mismo autor declara en L’Armée Nouvelle no haber comprendido bien en este aspecto a Clausewitz. En efecto, él escribe: «Clausewitz [...] insiste sobre lo que hubo de esencialmente defensivo en la guerra conducida en Alemania en 1813 por los aliados y que llevó al emperador al desastre de Leipzig.

No se trató de una defensiva opaca, resignada y, por así decir, definitiva, sino de una defensiva ardiente, pronta a convertirse en ofensiva. Si deduzco bien de esta complicación del pensamiento de Clausewitz lo que da un carácter defensivo a la acción de los aliados en la guerra de 1813 en Alemania es, en primer lugar, el hecho de que todas las fuerzas morales del pueblo son puestas en juego, que el odio por el invasor, por el opresor se acumuló lentamente en todos los ánimos y está pronto a estallar [...]» [52]. En verdad, las «complicaciones» están sobre todo en la interpretación jauresiana del pensamiento de Clausewitz. El socialista francés no parece querer entender el concepto clausewitziano de la defensiva, caracterizado por el hecho de derivar del análisis objetivo de la realidad histórica, independientemente de cualquier consideración de orden sentimental o moral ligada a la idea de patria, independencia nacional, libertad, justicia o similares.

Además, Jaurès no parece haber asimilado la lección clausewitziana sobre la naturaleza instrumental y sobre el carácter social de la guerra, sobre las relaciones entre política y guerra, y tampoco la lección engelsiana, que integra la precedente, sobre las relaciones entre potencia militar y potencia económica [53]. Este parece ser un defecto típico de todos los reformistas [54]. En 1870, Marx criticaba al reformista Kugelmann porque, como se ha visto, consideraba el concepto de defensiva no de un modo dialéctico sino unilateral; Lenin, como se verá enseguida, durante y después de la Primera Guerra Mundial, criticaba despiadadamente a los socialdemócratas Kautsky y Plejánov porque ignoraban las relaciones existentes entre guerra y política tal como lo había indicado Clausewitz.

La subestimación, en él bastante habitual, del momento objetivo del desarrollo histórico, llevó a Jaurès a delinear en L’Armée Nouvelle un programa que tiene los defectos característicos de todos los programas fundados en ideales abstractos sin los méritos correlativos. Él cree tener en cuenta a la realidad limitándose a usar un lenguaje extremadamente respetuoso hacia aquellos que deberían aprobar sus proyectos de ley, formulando cualquier adulación hacia la burguesía, descendiendo a cualquier compromiso ideológico. En otros términos, parece que Jaurès pensaba seriamente en nombre de la patria y que, con el uso de la voluntad como única arma, la burguesía francesa estuviese dispuesta a tender la mano al proletariado sin oponer resistencia. De tal modo, sobrestimaba la fuerza del movimiento obrero francés, considerándola suficiente para garantizar un pasaje tranquilo y gradual del capitalismo al socialismo y desalentar tentativas contrarrevolucionarias por parte de la reacción. Además, no tiene en cuenta con justeza la fuerza de la solidaridad internacional ya sea de la clase burguesa como la del proletariado. Su misma consideración de Francia a comienzos del siglo xx como un país «parcialmente socialista» [55] lo alejó aun más de la realidad. Así se explican, a nuestro juicio, las reservas jauresianas sobre la obra de Clausewitz, el abandono no poco frecuente del método dialéctico en el análisis de las guerras y de su desarrollo, y su misma interpretación de conjunto del pensamiento del teórico prusiano.

IV

Franz Mehring fue también un firme adversario del militarismo imperante en su país. Pero, sin embargo, luego de su adhesión al marxismo y a la socialdemocracia alemana, no cae jamás en las ilusiones pacifistas de Jaurès, Al igual que este, Mehring también comenzó a ocuparse de los estudios militares mientras investigaba la historia reciente de su país. Como Jaurès, pensó en profundizar tales estudios para combatir mejor el militarismo.

Como es notorio, Mehring adhirió al marxismo de manera definitiva solo hacia 1891; vale decir a la edad de 45 años. Comenzó a estudiar las obras de Marx y de Engels no antes de 1880, y a manifestar opiniones marxistas públicamente solo algunos años después. Antes de esa fecha sus opiniones en cuestiones de historia no diferían sustancialmente de las de la historiografía oficial prusiana [56]. En aquel período, a partir de 1875, publicó una serie de escritos sobre la historia de Prusia. Y es improbable que en aquella ocasión no hubiese de algún modo consultado las obras de Clausewitz, cuya importancia era muy frecuentemente enfatizada por los historiadores alemanes, especialmente luego de 1870-1871, para la historia de las guerras napoleónicas y de la lucha de liberación y de unificación nacional prusiana. Sin embargo, en los escritos de Mehring las primeras referencias explícitas a la obra del general prusiano aparecen solo en la nota sobre la Leyenda de Lessing, aparecida por primera vez bajo la forma de artículos en Die Neue Zeit, la revista teórica del partido socialdemócrata alemán [57]. En uno de estos artículos, Mehring expresaba el siguiente pensamiento: «Si se quiere reconocer la superioridad del materialismo histórico también en este campo (el militar) hay que confrontar la exposición de Engels (en el Antidühring) con el compendio de historia militar de Clausewitz: De la guerra». Se entiende que con esta afirmación no se debe arrojar ninguna sombra sobre Clausewitz, cuya obra, por el patrimonio de conocimientos sobre su tiempo, hace época y constituye aún hoy la fuente más importante para la teoría de la guerra [58]. Aquí Mehring parece que eligió la obra de Clausewitz como lo mejor de la producción «burguesa» en hechos de historia militar, respecto a la cual se pone en evidencia del modo más indiscutible la superioridad cualitativa del materialismo histórico. Este juicio suyo, ya sea en lo que respecta al materialismo histórico o al valor de la obra histórica y teórica de Clausewitz, no solo se mantiene luego sustancialmente inmutable, sino que también fue una de las bases de sus estudios específicamente militares. Los resultados de estos estudios fueron expuestos en una conspicua gama de escritos de diferente naturaleza y amplitud, concernien tes no solo a la historia y a la teoría de la guerra, sino también a la historia po­lítica general y a la teoría de la acción revolucionaria [59].

En estos escritos es posible reconocer una concepción de los problemas militares que es, inicialmente, si así se puede decir, «clausewitziana». Esta concepción, quizá a partir de la investigación relativa a La leyenda de Lessing, es luego revisada y desarrollada en un sentido marxista y, finalmente, ade­cuada a la nueva situación histórica que produce la Primera Guerra Mundial. Este trabajo de adecuación, llevado adelante al menos durante tres o cuatro lustros, puede quizá considerarse uno de los méritos principales del gran es­critor socialista alemán en el ámbito de la teoría marxista de la acción militar y de su historia.

En otros términos, es bastante evidente en Mehring aquel explícito nexo de continuidad, aquella relación de derivación con la obra de Clausewitz que no fue posible individualizar en Engels y en Marx (a pesar de que el pensamiento de estos últimos no se contradiga salvo en aspectos de menor importancia —como por ejemplo lo que concierne a la cuestión del genio militar—, sino, antes bien, objetivamente desarrolle y profundice la teoría clausewitziana de la guerra).

Mehring, en efecto, después de haberse servido en La leyenda de Lessing [60] del aporte histórico y teórico de Clausewitz (distinción entre ejercicios lo­cales y nacionales, entre guerra de gabinete y guerra revolucionaria, superio­ridad «objetiva» del general-jefe político respecto al general subordinado a la autoridad política, etc.) para destruir la reaccionaria «leyenda de Federico» [61] —empresa que fue reconocida con justicia como uno de los mayores méritos científicos del gran historiador alemán—, en el escrito de historia y teoría mi­litar (aunque también de educación y agitación política) sobre Gustavo Adolfo destacó la importancia, desde el punto de vista del materialismo histórico, de la tesis clausewitziana sobre el nexo existente entre guerra y política [62]. En el artículo Una vida sin fin, aparecido algunos años después, Mehring desarrolló esta tesis: «La guerra es, según las palabras de Clausewitz, la continuación de la política por medios violentos, la última ratio, el fenómeno inseparable que acompaña a la sociedad capitalista, así como también a toda sociedad clasista; ella constituye el estallido de las contradicciones históricas, agudizadas de tal modo que no pueden ser resueltas de ninguna otra manera. Con esto ya está dicho en definitiva que la guerra no tiene en general nada que hacer con el de­recho y con la moral» [63] El mismo concepto clausewitziano del mismo modo corregido y desarrollado en sentido marxista, fue repetido por Mehring varias veces, y especialmente en dos artículos de 1914 [64], el año de mayor confusión y de más áspera polémica en el seno de la II Internacional a propósito de los problemas de la paz y de la guerra. En uno de estos escritos, Mehring mostró claramente las mencionadas consideraciones de Engels sobre el nexo entre la guerra y la economía como una consecuencia lógica de la afirmación de la relación entre la guerra y la política [65].

En distintos momentos el historiador de la socialdemocracia alemana se ocupó de otro problema fundamental, al cual Clausewitz había dedicado los dos tercios de su obra principal: el de la definición de la ofensiva y de la defensiva y de sus relaciones. La conclusión de Mehring al respecto fue, en sus­tancia, el rechazo de la distinción entre guerra ofensiva y guerra defensiva, a la cual contrapuso el criterio marxista del carácter clasista de las guerras y de los intereses del proletariado [66].

Una lectura, aunque sea superficial, de los escritos militares e históri­co-militares es suficiente para detectar la gran atención que el historiador socialista reservó a la obra, a la vida y al pensar miento de Clausewitz. De estos escritos es también fácil deducir, que Mehring fue buscando pacientemente en los trabajos y obras de Engels y de Marx cualquier referencia, cualquier acercamiento al pensamiento del teórico prusiano que pudiese servirle de in­dicación para una justa interpretación de la teoría clausewitziana de la guerra [67]. Los juicios expresados por Mehring sobre esta y sobre su autor fueron, en términos generales, altamente positivos. Muchos de ellos se encuentran reunidos en forma sintética en algunas páginas del ensayo de historia y de teoría militar aparecida en Die Neue Zeit en 1914 [68] con el título de «Kriegs­geschichtliche Streifzüge». Dada su importancia como posible camino del «clausewitzismo» leninista —del cual se hablará enseguida— no será inútil transcribir algunos párrafos. A propósito de la nueva estrategia formada en el curso de las guerras de la Revolución francesa y en las napoleónicas escribe Mehring que «sus fundamentos fueron aclarados durante los años veinte del siglo pasado y precisamente por Clausewitz, el discípulo predilecto de Schar­nhorst y el más estrecho amigo de Gneisenau» [69]. A propósito de los años juveniles y de la formación de Clausewitz, encontramos: «Él [Clausewitz] per­tenece a la generación pre Jena de los oficiales prusianos, frecuentó hasta los doce años la escuela estatal de Magdeburgo, entrando entonces como Junker en un regimiento de infantería» [70]. En cuanto a la formación cultural de Clausewitz, Mehring agrega: «Es un poco exagerado atribuir a su exposición una belleza goethiana, no obstante que su lenguaje posee un poco de aquella fuerza expresiva que sabe hacerse explicar a través de magníficas compara­ciones. Por el contrario, su estilo recuerda a otro grande del espíritu, Hegel, a pesar de que Clausewitz no había recibido ninguna educación filosófica y no conoce nada del lenguaje escolástico filosófico» [71].

Respecto del método de investigación clausewitziano, Mehring afirmó que «Clausewitz en su trabajo principal, totalmente en el espíritu si bien no en el lenguaje de Hegel, había caracterizado a la guerra como un proceso dialéctico experimentado a través de contradicciones que continuamente se resuelven en una unidad superior. La dura y rígida naturaleza de la guerra lo preservó de toda desviación ideológica. Y aún más, lo preservó su natural y genuino senti­do histórico, aunque sus conocimientos de hechos históricos no eran ni muy profundos ni muy amplios» [72]. A propósito de la naturaleza de la guerra, el historiador de la socialdemocracia alemana destacó una vez que «si él [Clau­sewitz] entendía la guerra en general como la continuación de la política por medios violentos y si le reconocía fines políticos, entonces el objetivo militar de la conducción de la guerra era el aniquilamiento de las fuerzas enemigas y el combate la meta resolutiva de toda estrategia. La batalla es para él aque­llo que los pagos al contado son en el comercio; y si en este, en la realidad, es raro que se dé, en aquella todo tiende a ello, lo cual finalmente debe llegar, y es resolutivo» [73]. Mehring reconoce a Clausewitz el mérito de haber intuido la importancia del momento objetivo en el desarrollo histórico. «Clausewitz —escribe— no se abandonó a banales errores de juicio sobre la estrategia de un Gustavo Adolfo o de un Federico, sino que buscó en cada caso reconocer los fundamentos concretos en base a los cuales ellos actuaron de una manera y no de otra» [74]. Refiriéndose al hecho de que Clausewitz no percibe la importancia del factor económico en el desenvolvimiento de la guerra, Mehring se expresa en estos términos: «Que la estrategia de Gustavo Adolfo y de Federico no estuviese, por así decirlo, derivada de las ideas dominantes sino determinada en última instancia por las condiciones económicas de su tiempo, Clausewitz no podía reconocerlo dado el estado de la investigación histórica de entonces» [75].

Mehring opina también acerca de la distinción clausewitziana entre la guerra de aniquilamiento y la guerra de desgaste, indicando que tal distinción no es suficientemente clara: «No quedó aclarado si él, como se proponía, hubiese llegado, en la ulterior elaboración de su trabajo, a una distinción totalmente clara entre estrategia de aniquilamiento y estrategia de desgaste» [76]. Mehring, además, atribuye el mérito de la buena conducción de las guerras prusianas de 1866 y de 1870 al hecho de que los jefes del ejército de los Hohenzollern, además de conducir una guerra «justa» habían hecho un buen uso de las enseñanzas clausewitzianas; pero criticó el dogmatismo reinante después de 1870 en los ambientes militares alemanes, que observaban a De la guerra como los ortodoxos observaban la Biblia: «Cuando después de la guerra de 1866 a un profesor alemán se le ocurrió decir, con típica presunción profesional, que en Königgrätz vence el maestro de la escuela prusiana, le responde, devolviéndole el ataque y con agudeza, un general prusiano: cierto, y aquel maestro se llama Clausewitz [...] Hace cuarenta años [...] esta ‹estrella de primera magnitud› comenzó a resplandecer con toda su luz. Pero sus deslumbrados admiradores ya han caído en el mismo error que él había evitado siempre cuidadosamente: interpretaron su Clausewitz como los ortodoxos a la Biblia, y como toda conclusión culminaron en el principio del combate y, entonces, la conducción de la guerra que se deriva de este principio, se convierte en una irremediable locura» [77].

Franz Mehring, en definitiva, reconoció y destacó el carácter dialéctico de la metodología clausewitziana. Él fue, probablemente, el primer marxista en poner en clara evidencia y en desarrollar las tesis clausewitzianas sobre la relación guerra-política y sobre la naturaleza de la guerra; es el primero en reconocer la tesis de Engels sobre el nexo entre el desarrollo de la producción económica y el desarrollo de la potencia militar como consecuencia de aquella.

Mehring, además, fue quien, luego de Engels y antes que Lenin, supo mejor que cualquier otro definir el fenómeno de la guerra como «contradicción secundaria» de la sociedad dividida en clases y, por tanto, también de la sociedad capitalista. Él desarrolló luego en sentido marxista la concepción clausewitziana de los binomios guerra-política y ofensiva-defensiva, destacando de ellos la relación dialéctica y superando en mucho las conclusiones de su contemporáneo Jaurès. Mehring, en fin, aun habiendo reconocido el valor po­lítico de las obras de Clausewitz, no consideró la hipótesis —o, de cualquier modo, no la desarrolló— de que esta obra pudiese tener directamente una va­lidez teórica no solo para la acción armada en sentido estricto sino también para la acción política (entendida en general como lucha de clases).

V

A esto solo llegó Lenin. Se lo permitieron su excepcional capacidad para ar­ticular el momento de la «teoría» con el de la «praxis», su vasta preparación económica y filosófica, así como su profundo conocimiento de la teoría y del método marxista. Se lo permitieron también el carácter y la estructura del movimiento obrero ruso, las enseñanzas extraídas de las experiencias de la clase obrera europea y de las elaboraciones teóricas de los estudiosos socia­listas y, en fin, su calidad de excepcional dirigente político y revolucionario además de su condición de hombre de estudio. Lenin, a diferencia de Engels y de Marx, de Jaurès y de Mehring, no parece haber emprendido el análisis de las obras de Clausewitz en el cuadro de un más amplio programa de investi­gaciones específicamente militares. Sus estudios en este campo, aun habien­do tenido —a nuestro juicio— una importancia determinante en la formación de BU pensamiento político, no tuvieron jamás —con la excepción, quizá, para Clausewitz— un carácter orgánico. De estos estudios se sabe poco o nada. Indi­rectamente aparece con cierta evidencia a través de sus escritos y su acción la manera en que estaba interesado por problemas de táctica y de estrategia mi­litares, de organización, etc., desde los primeros años de su actividad política.

En escritos aparecidos en 1904, por ejemplo, es posible individualizar ya elementos concernientes tanto a cuestiones propiamente militares como a problemas de acción revolucionaria que revelan bastante claramente una só­lida preparación en filosofía y teoría militar [78]. Se puede decir, con un cierto fundamento, que las fuentes principales de Lenin en tal materia fueron Enge­ls, Marx y probablemente también Mehring; pero no está excluido que existie­ran otras más específicas.

En cambio, en lo que respecta a los años que van desde 1904 hasta 1907, es decir los años de la guerra ruso-japonesa y de la primera Revolución rusa, la notable cantidad de escritos sobre la organización y la acción armada insu­rreccional, conjuntamente con varios testimonios contemporáneos, demues­tran directa o indirectamente el profundo conocimiento por parte de Lenin de una seria de textos de historia, de teoría y hasta de técnica militar, sobre todo con respecto a la lucha armada insurreccional, pero también sobren la guerra en sentido clásico [79]. Respecto a esta última, nos pareció de particular inte­rés un artículo de enero de 1905: «La caída de Port Arthur». Lenin, al juzgar este momento decisivo de la guerra ruso-japonesa, y en adelante para la re­volución en el Imperio zarista, tuvo oportunidad de referirse de una sola vez a toda una serie de criterios fundamentales de interpretación de los hechos militares elaborados por Marx y Engels u obtenidos por ellos de otras fuentes (entre las cuales estaba Clausewitz): el carácter de masa de la guerra moder­na (es decir, posteriores a la Revolución francesa); el «nexo entre la organiza­ción militar del país y toda la estructura económica y cultural»; la guerra como consecuencia inevitable del desarrollo de una sociedad dividida en clases y «del dominio de clase en general»; la distinción entre guerras justas y guerras injustas, etcétera [80].

También sobre la lucha armada insurreccional las fuentes teóricas princi­pales de Lenin fueron las obras de Marx y de Engels, al menos para el aspecto político de los problemas. En cuanto a la parte más específicamente táctica y técnica, no parecen nada insignificantes dos prefacios de Lenin escritos para el libro del conocido general comunero G. P. Clauseret «Sobre la lucha de ca­lles» y para un estudio del revolucionario ruso Filatov (Severcov) sobre la tác­tica y sobre las fortificaciones en las insurrecciones populares [81]. En cuanto a los testimonios sobre esta fase del pensamiento de Lenin bastará aquí citar el de la Krupskaya, verificados por investigaciones de archivo realizadas por el historiador suizo Piánzola [82]. «Ilich —escribe Nadejda Kostantinovna en sus Recuerdos— no solo había leído y reflexionado con el máximo cuidado todo lo que Marx y Engels habían escrito sobre la revolución y sobre la insurrección. Había leído también algunas obras sobre el arte de la guerra y había ponde­rado por todos lados la técnica y la organización de la insurrección armada. Él se ocupó de esta cuestión mucho más de lo que parece. Y sus afirmaciones sobre las tropas de asalto durante la guerra de guerrillas, sobre la escuadra de cinco y de diez, no eran frases de un diletante sino una propuesta analizada en todos los sentidos» [83].

Del período comprendido entre 1907 y 1914 se sabe con poca precisión acerca de los estudios militares de Lenin. Sus escritos de aquellos años atin­gentes a la guerra o a cuestiones militares en general (examen de hechos de actualidad, como el conflicto ítalo-turco o la guerra balcánica de 1912; polé­micas con los «oportunistas» y «anarquistas» sobre problemas del militaris­mo y de la guerra suscitados en ocasión de los congresos de la Internacional, como por ejemplo el de Stuttgart de 1907; ulteriores consideraciones acerca del problema de la Comuna de París) [84] se limitan, a lo sumo, a utilizar con­ceptos adquiridos anteriormente. Sin embargo, de este período conservan particular interés dos artículos: uno de 1908 sobre la polémica en el seno del movimiento obrero internacional acerca del militarismo y la posición de la socialdemocracia europea frente a él [85], y otro, muy breve, de 1913, sobre el contenido de la propaganda patriotera burguesa y sobre el modo de juzgar­la desde un punto de vista marxista [86]. En el primer escrito, criticando por una parte posiciones patrióticas de «oportunistas» como Bebel, Noske, Vo­llmar o de «pacifistas» como Jaurès, y por otra la posición de «anarquistas» como Hervé o aquella totalmente particular de Rosa Luxemburg, Lenin, en sustancia, anticipó —aunque de manera fragmentaria— los juicios que habría de formular en 1914-1915 sobre la guerra imperialista, sobre la posición de la clase obrera frente a ella y en general frente a varios tipos entonces posibles de guerra y, en fin, sobre la distinción «oportunista», muy difundida en el seno del movimiento obrero de entonces, entre guerra «defensiva» y «ofensiva». En el segundo escrito, como ya señaló el especialista soviético en historia militar Grinijin [87], es posible reconocer con una cierta anticipación el concepto (de origen clausewitziano-mehringiano) convertido más tarde en la base de la vi­sión leninista de la guerra: el concepto del nexo entre guerra y política. «En política —escribe Lenin— no es tan importante quién sostiene determinadas opiniones, como a quién son útiles tales opiniones y tales medidas».

En lo que respecta, en fin, al período de los últimos meses de 1914 y de los primeros de 1915 —durante los cuales Lenin enunció con toda claridad la po­sición de los bolcheviques frente a la guerra— se puede afirmar con alguna certeza solo que conocía los ya mencionados artículos de Mehring sobre pro­blemas militares, aparecidos en la prensa socialdemócrata alemana y suiza. Por lo demás, poco o nada se sabe acerca de las otras posibles fuentes de ca­rácter militar consultadas por Lenin en aquellos meses, excepción hecha de los boletines de guerra y los comentarios de los enviados especiales al frente.

No obstante, es seguro que en el curso de 1915 Lenin examinó las Hinter­lassene Werke de Clausewitz y, en particular, Vom Kriege. No se sabe si antes de entonces consultó directamente esta obra. Como ya ha sido apuntado, no es difícil individualizar en sus escritos anteriores a 1911 ideas singularmente afines a las del teórico prusiano. No obstante, todos los elementos de hecho hoy disponibles coinciden en presentar a tal coincidencia como incidental. En 1915 se destaca ante todo un grueso cuaderno de apuntes, notas y extractos que Lenin realiza durante el estudio de las obras de Clausewitz [88]. En segun­do lugar, antes de 1915, el nombre del filósofo prusiano de la guerra o refe­rencias a su obra no aparecen jamás en los escritos de Lenin; mientras que durante aquel año y los que le siguen las citas, los juicios, las referencias a De la guerra aparecen continuamente. En tercer lugar, en fin, la concepción leni­nista de la guerra, en su forma definitiva, y la misma formulación leninista de la acción política con implicancia militar o atingente con la guerra aparecen solo a partir de 1915. Y están, a veces con toda seguridad y otras solo probable­mente, inspiradas en las teorías del general de Burg.

No se conocen bien los motivos inmediatos que indujeron a Lenin a afron­tar el estudio de las Hinterlassene Werke. En 1915 había emprendido una serie de investigaciones y de lecturas en el campo de la filosofía y especialmente de la dialéctica, en el curso de los cuales llena una serie de cuadernos con notas y extractos que más tarde constituirían la «parte más amplia y orgánica» [89] de los célebres Cuadernos filosóficos. Podemos entonces suponer que Lenin fue inducido al estudio de Vom Kriege por el deseo de pulsar directamente la calidad del método dialéctico clausewitziano, del cual tanto se hablaba en­tonces. En segundo lugar, está fuera de duda que la guerra en curso y la gran discusión que se hacía de estrategia y táctica, de generales y de clásicos del arte de la guerra, habían contribuido a inducirlo a leer la más célebre obra del más «clásico» autor en este campo. En tercer lugar, es probable que las abun­dantes referencias a Clausewitz contenidas en los artículos de Mehring antes examinados, además de aquéllas —se entiende— contenidas en las obras de Marx y Engels, desempeñaron también un papel para decidir a Lenin a estu­diar a Clausewitz. Sea como sea, es evidente que los apuntes tomados de De la guerra tienen un notable interés a los fines de la presente investigación.

Ellos, en efecto, contribuyen en medida no indiferente a aclarar la relación Lenin-Clausewitz, a establecer si existe o no un «clausewitzismo» leninista y, eventualmente, a individualizar su naturaleza, límites, orígenes, así como los posibles reflejos sobre el pensamiento y la acción política del partido bolchevique y de todo el movimiento comunista y obrero internacional.

Un análisis minucioso y particularizado de los apuntes ya fue cumplido por el estudioso clausewitzista alemán Werner Hahlweg [90]. Por ello, para no repetir cosas ya dichas, nos basta aquí poner en evidencia algunos elementos de carácter general no tomados aún en consideración.

Un aspecto concierne al contenido del cuaderno de Lenin sobre Clausewitz. Dicho cuaderno no consiste en un resumen más o menos orgánico de las teorías del general prusiano, sino simplemente en anotaciones sobre tesis, juicios y observaciones de Clausewitz.

Los párrafos clausewitzianos y sus correspondientes comentarios conciernen generalmente a algunos temas fundamentales: el nexo entre guerra y política, las cuestiones relativas a la defensiva y a la ofensiva, las relativas al método de indagación filosófica y a su carácter dialéctico, los factores morales, la función del Estado Mayor, las relaciones entre los pueblos y la guerra.

Los primeros son elementos fundamentales de la teoría clausewitziana. Otros temas, aunque esenciales en Clausewitz, no interesaban a Lenin. Por ejemplo, no transcribe ni siquiera una línea (ni le dedicó ningún comentario) de los primeros 23 parágrafos del capítulo introductivo de la obra, que también son indispensables no solo para la caracterización del método clausewitziano de investigación sino también para los conceptos principales de toda su construcción teórica. Resumamos brevemente la materia de estos parágrafos: la definición del concepto de guerra; la descripción de la relación dialéctica entre los contendientes, considerada en su esencia y en relación con el elemento «violencia» y con los objetivos y los medios de la guerra (primera, segunda y tercera acción recíproca) [91]; los otros elementos que sirven de premisa lógica y metodológica del principio de la «guerra continuación de la política» [92]; las observaciones introductivas de fondo sobre la naturaleza de la defensiva y de la ofensiva y la no aplicabilidad a ella del «principio de popularidad» [93]. El desinterés, o el menor interés, de Lenin por aquellos argumentos puede ser explicado teniendo presente su concepción de conjunto.

La parte introductiva de De la guerra, en efecto, manifiesta indudablemente, tanto desde el punto de vista del método como del de la visión filosófica general, un carácter marcadamente idealista, fichteano para ser precisos (y no kantiano como afirmaron algunos y como lo hace el autor de la voz «Clausewitz» en la vieja edición de la Allgemeine Deutsche Biographie, el general Meerheimb, y que Lenin, si bien la registró en la primera página de su cuaderno, no parece que la haya compartido) [94]. Este carácter es revelado por lo abstracto de las fórmulas, que no parecen tanto el resultado de un «proceso de abstracción» realizado sobre una determinada realidad sino, por el contrario, de algo separado de la realidad misma.

Y bien, está claro que Lenin no podía sino rechazar formulaciones de este tipo. Ni, por otro lado, se podía pretender que un escritor «burgués» como Clausewitz, ligado por mucho tiempo al servicio de los Hohenzollern (para los cuales, entre otros, había preparado un bello plan para sofocar los motines insurreccionales polacos y europeos de los años treinta) [95], muerto cuando Marx tenía 13 años y Engels 11, fuese una especie de marxista ante litteram o de materialista dialéctico. Lenin, entonces, probablemente prefirió limitarse a recoger y a anotar cuanto encontró de bueno en las Hinterlassene Werke, salteando las partes decididamente superadas, además —obviamente— de aquellas que directamente no le interesaron. De tal modo se puede también explicar la insólita, casi total ausencia de observaciones críticas a los textos transcritos y, por el contrario, la casi exclusiva presencia de exclamaciones de admiración, adhesión, complacencia, etc. Que Lenin tuviese la máxima esti­ma por el autor de De la guerra está fuera de duda; sin embargo, de aquí a pensar —como ha sucedido— que aceptase en bloque las teorías del general, hay una gran diferencia.

El examen del cuaderno de Lenin sobre Clausewitz admite otro resultado, confirmado, por otra parte, por algunos escritos posteriores a la lectura de las Hinterlassene Werke y que se esbozarán enseguida: la individualización de una inspiración no tan directamente marxengelsiana como específicamente mehringiana de los estudios clausewitzianos de Lenin.

En efecto, en primer lugar, los elementos de la doctrina de Clausewitz exa­minados por Mehring, especialmente en sus escritos de contenido militar de los años 1914-1915, son todos o casi todos retomados por Lenin: ante todo la conocida tesis de la «guerra continuación de la política por otros medios», su valor y sus relaciones con el pensamiento marxista; también la visión clau­sewitziana de la relación ofensiva-defensiva; las indicaciones sobre las fuen­tes del pensamiento y sobre el carácter dialéctico del método clausewitziano, los aspectos históricos, etcétera.

Por otra parte, los juicios de Lenin sobre algunos aspectos teóricos de Vom Kriege, expresados tanto en el cuaderno de apuntes como en otros escritos, frecuentemente coinciden con los juicios de Mehring o son muy similares. En tales escritos —de los cuales Hahlweg en el ensayo mencionado reprodu­jo casi todas las referencias a Clausewitz, directas e indirectas— hay, por lo menos, párrafos que convalidan lo que acabamos de afirmar. El primero está contenido en el célebre folleto La bancarrota de la II Internacional, de 1915, de esta forma: «Con referencia a la guerra, la tesis fundamental de la dialéctica, que Plejánov tergiversa tan desvergonzadamente, para complacer a la bur­guesía, dice que la guerra es una simple continuación de la política por otros [precisamente los violentos] medios. Tal es la fórmula de Clausewitz, uno de los grandes historiadores militares, cuyas ideas fueron estimuladas por He­gel. Y tal fue siempre el punto de vista de Marx y Engels, que consideraban toda guerra como la continuación de la política de las potencias dadas, intere­sadas —y de las distintas clases que existen en ellas—, en un momento dado» (cursivas de Lenin) [96].

La inspiración mehringiana de este párrafo se manifiesta tanto en lo que concierne al carácter de «principio dialéctico» de la conocida tesis clausewit­ziana, como, especialmente, por la explícita y directa atribución a Marx y a En­gels de un modo de ver la guerra fundado en la máxima misma. En lo que con­cierne al «hegelianismo» clausewitziano, Lenin, aunque parte de ella, va más allá de la idea de Mehring, el cual como se puede apreciar se había limitado a destacar una simple semejanza de lenguaje entre el gran filósofo idealista y teórico prusiano de la guerra. Lenin, en cambio, detecta en las líneas citadas una relación de dependencia, de derivación del pensamiento del primero del segundo («Clausewitz [...] cuyas ideas fueron estimuladas por Hegel [...]»).

Una opinión sustancialmente análoga, excepto en lo que se refiere a la re­lación Hegel-Clausewitz, la expresa Lenin en otro folleto igualmente célebre: El socialismo y la guerra. Un parágrafo de este opúsculo lleva por título: «‹La guerra es la continuación de la política por otros medios› (a saber: por la vio­lencia)». El texto del parágrafo dice: «Esta famosa tesis pertenece a Clausewitz, uno de los hombres que ha escrito con mayor profundidad sobre temas mili­tares. Con toda razón, los marxistas siempre han considerado esta tesis como la base teórica de las ideas sobre la importancia de toda guerra en particu­lar. Justamente desde este punto de vista, Marx y Engels examinaron siempre las diferentes guerras» [97]. Aquí Lenin quiere aludir a aquellos marxistas que consideraban la guerra partiendo del principio clausewitziano y que, en rea­lidad, se reducían a Mehring y a poquísimos otros. En efecto, nada explícito se ha podido encontrar en tal sentido en los escritos de los principales exponen­tes del movimiento obrero del siglo pasado (Liebknecht, Bebel, Kautsky, Rosa Luxemburg, Lassalle, Guesde, Lafargue, etc.). Por fin, en un tercer escrito, en el texto de un discurso pronunciado en mayo de 1917 en Moscú, Lenin repi­te una vez más pensamientos análogos. Es decir, una vez más se destaca con evidencia la inspiración específicamente mehringiana del «clausewitzismo» de Lenin; y aquí no solo en lo que concierne a la tesis del nexo entre guerra y política sino también para otras cuestiones relativas a la historia y a la teoría militar. El discurso lleva el título de La guerra y la revolución [98], y Lenin se expresa en estos términos: «Hay guerras y guerras. Debemos tener claridad sobre las condiciones históricas que han engendrado la guerra, qué clase la libra y con qué fines. Sin entender esto, todas nuestras discusiones sobre la guerra serán completamente estériles, producirán más acaloramiento que claridad. Por ello, me permitiré extenderme en este aspecto de la cuestión, ya que ustedes han elegido como tema para detenerme hoy la relación entre la guerra y la revolución.

Todos conocemos el aforismo de Clausewitz, uno de los célebres escritores sobre la filosofía e historia de la guerra, que dice: ‹la guerra es la continuación de la política por otros medios›. Este aforismo proviene de un escritor que analizó la historia de las guerras y sacó las enseñanzas filosóficas de estas, inmediatamente después del período de las guerras napoleónicas. Este es­critor, cuyos puntos de vista fundamentales son, sin duda, conocidos en la ac­tualidad por todo hombre que piensa, luchaba, hace ya cerca de ochenta años, contra la concepción del común de la gente ignorante de que la guerra es una cosa separada de los gobiernos y de las clases interesadas; como si fuera una simple agresión que altera la paz, seguida luego por el restablecimiento de esta paz alterada, como quien dice: ¡Se han peleado y luego han hecho las pa­ces! Este punto de vista groseramente ignorante ha sido refutado decenas de años atrás, y es refutado por cualquier análisis relativamente serio de cual­quier época histórica de guerras.

«La guerra es la continuación de la política por otros medios. Todas las gue­rras son inseparables del régimen político que las engendra».

Examinando la guerra entonces en curso, Lenin agrega: «Es necesario estu­diar y comprender en su conjunto la verdadera política realizada por decenios de años antes de la guerra en curso por ambos bandos de gigantes capitalis­tas, Inglaterra y Alemania, que con sus aliados se han lanzado los unos contra los otros. Si no lo hacemos, no solo olvidaremos las exigencias esenciales del socialismo científico y de cualquier ciencia social en general, sino también nos privaremos de la posibilidad de comprender algo de la guerra actual. Nos abandonaremos de tal modo a merced de un Miliukov, este mistificador que atiza el chovinismo y el odio entre los pueblos con procedimientos de los cua­les ha hablado hace unos ochenta años, el mismo Clausewitz que he citado antes, y que ya, entonces se ponía en circulación bajo la concepción de: los pueblos viven en paz y, de golpe, ¡he aquí que se matan!...».

Aquí, como en muchas otras ocasiones, Lenin utilizó directamente el prin­cipio clausewitziano para definir de manera marxista la naturaleza de la Pri­mera Guerra Mundial. Aún más, si no se puede negar que la fórmula clau­sewitziana había desempeñado una importante función en la conformación de la posición de Lenin y de los bolcheviques frente a la guerra de 1914-1918, no es menos verdadero que la sustancia de esta posición había madurado in­dependientemente de la influencia de Clausewitz. Ella, en efecto, fue definida inmediatamente después del estallido de la guerra en septiembre de 1914, y de un modo no diferente de los principios establecidos por la Segunda Interna­cional desde los Congresos de Stuttgart (1907) y de Basilea (1912), es decir des­de muchos años antes de que Lenin se dedicase al estudio de Clausewitz» [99].

En definitiva, resumiendo el discurso hecho sobre la relación Clau­sewitz-Lenin, es posible afirmar que:  es lícito hablar de un «clausewitzismo» leninista; el origen del mismo no fue tan directamente marxengelsiano tomo me­hringiano. Así como mehringiano es también el explícito injerto del filón clausewitziano en el contexto de la concepción marxista de la guerra; tal «clausewitzianismo» aparece, por lo menos de manera directa, en 1915; él no se limita al examen y a la definición de la guerra entendida en sentido estricto, sino que se extiende a veces hasta la política, es decir se manifiesta en la interpretación de hechos estrictamente políticos (en­tendiendo, obviamente, a la «política», de manera marxista, en un deter­minado período y en un determinado ambiente histórico, como «lucha de clases», «estrategia de la lucha de clases», etc.); el «clausewitzismo» de Lenin, en fin, no puede ser valorado como de­terminante tal cual aparece en el ensayo del eminente clausewitzista alemán Werner Hahlweg. A partir de este ensayo, por muchas razones digno de atención y tanto más elogiable, por cuanto el autor se esfuerza por no caer, como sus colegas occidentales, en una fácil e imbécil par­cialidad [100], uno se puede ver empujado a pensar que Lenin, en mu­chos momentos centrales de su acción política (la decisión de la insu­rrección, Brest-Litovsk, la batalla por la NEP, etc.), fue solo un perfecto intérprete de ideas o un mero ejecutor de «proyectos» estrictamente clausewitzianos.

Cuando Lenin decide estudiar a Clausewitz era un hombre perfectamen­te maduro, tanto filosófica como políticamente; poseía ya una metodología consolidada respecto a los problemas inherentes a las relaciones políticas, económicas, sociales, culturales, etc., tanto en el plano nacional como inter­nacional. Por ello, es difícil pensar que la influencia clausewitziana sobre su pensamiento haya sido de otro modo que complementaria. Así, no fue deci­siva la ayuda de Clausewitz (si bien, muy importante) en la elaboración de la «teoría de la revolución proletaria» en cuanto, como se ve, las líneas esencia­les de esta última fueron trazadas antes de la lectura de De la guerra y de las otras Hinterlassene Werke. Así, con mayor razón, no parece que Clausewitz haya tenido una función directa en la elaboración de la estrategia y de la tácti­ca bolchevique entre 1901 y 1915. Y, en lo qué concierne al período posterior, la relación entre el pensamiento de Clausewitz y a la acción política de Lenin fue delineada por Hahlweg de manera muy mecánica.

 

Fuente: Clausewitz en el pensamiento marxista, Lenin-Ancona-Braun-Razin-Stalin-Engelberg-Korfes-Jörg Bahnemann,

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[1] Véase más adelante, sección II.

[2] Escribe un general francés de la OTAN: «Clausewitz —a quien muy pocas per­sonas han leído— tiene cierto prestigio, sobre todo a causa de la nota elogiosa que Lenin le dedicó [...]» (Beauffre, Introduction á la stratégie, París, 1965, p. 9).

[3] Véase por ejemplo lo que dice Gramsci (en Il Risorgimento, vol. IV, Opere, To­rino, 1949, pp. 69-94 y en particular p. 93; y en Passato y Presente, vol. VII de las Obras, p. 128).

[4] Mestcheriacov, «Clausewitz y la ideología militar alemana» [en ruso], en Voen­naia Misl, 1945, núms. 6-7; I.S. Bas, Los orígenes de la potencia militar de la Unión Soviética, Bologna, 1951, pp. 14-16.

[5] Véase la carta de E. Razin a Stalin y la respuesta de este (publicadas originaria­mente en Bolchevik, núm. 3, febrero 1947) incluida en el presente volumen.

[6] Véase en particular un significativo artículo del mismo Razin, que aquí se cita en la traducción alemana, la única que fue posible consultar, aparecida en el Mi­litärwesen, periódico militar de la República Democrática Alemana (1958, pp. 377- 392): De Bedeutung von Clausewitz für die Entwicklung der Militärwissenschaft.

[7] Véase, por ejemplo, lo que se afirma en tal sentido en la biografía oficial de Lenin a cargo de Pospielov, Evgrafov y otros.

[8] Véanse, por ejemplo, los artículos de Engels en la Deutsche-Brusseler Zeit- ung de fines de 1847 y especialmente los de la Neue Rheinische Zeitung de 1848-1849 sobre la guerra entre democráticos suizos y Sonderbund de noviembre de 1847; so­bre las insurrecciones parisienses de febrero y de junio de 1848, sobre los enfren­tamientos a campo descubierto entre insurgentes y el ejército regular en Alemania en 1849, etcétera.

[9] Engels escribe a Weydemeyer en una carta del 19 de junio de 1851: «Desde que estoy aquí en Manchester he comenzado a ocuparme de asuntos militares [...] La enorme importancia que la parte militar deberá asumir en el próximo movimiento, una vieja inclinación, mis artículos húngaros de la Zeitung, y finalmente mi gloriosa campaña en Baden, tocias estas cosas me han empujado a ello [...]» (Friedrich Enge­ls, Ausgewählte militärische Schriften, Berlín, 1958, vol. I, p. 166).

[10] He aquí lo que Engels escribía a Marx a tal propósito: «En ningún campo se hacen tantas groseras representaciones tan fácilmente como en la historia militar» (Karl Marx-Friedrich Engels, Carteggio, vol. I, Roma, 1950, carta del 3 de abril de 1851, p. 216). En otra carta escribe también: «Esta canalla soldadesca tiene un esprit de corps inconcebiblemente sucio. Se odian à mort los unos a los otros, pero están to­dos unidos contra los civiles [...] En su momento, mostraremos a estos señores qué significan los civiles. Todas las historias del género me demuestran que no puedo hacer nada mejor que proseguir mis estudios militares hasta que, al menos, uno de los civiles pueda estar a la cabeza de ellos en la teoría» (ibid, carta del 23 de mayo de 1851, p. 242).

[11] Véase al respecto de Franz Mehring «Aus dem Briefwechsel zwischen Engels und Marx», en Leipziger Volkzeitung, 6 de octubre de 1913 y Krieg und Politik, Berlín, 1959-1961, vol. I, pp. 459-479.

[12] Werner Hahlweg, «Lenin und Clausewitz», en Archiv für Kulturgeschichte, Münster-Köln, 1954, vol. XXXVI, fasc, I, pp. 30-31.

[13] Carta citada del 19 de junio de 1851 (en Friedrich Engels, Ausgewählte mili­tärische Schriften, cit., vol. I, p. 168).

[14] Weydemeyer es considerado el primer representante y propagandista del marxismo en América Septentrional. Véase la biografía de Karl Obemann, Joseph Weydemeyer, Pioneer of American Socialism, Nueva York, 1947.

[15] Carta del de 12 abril de 1853, en Karl Marx-Friedrich Engels, Werke, vol. 28, Berlín, 1963, p. 577

[16] Friedrich Engels, Ausgewählte militärische Schriften, cit., vol. I, p. 433.

[17] Karl Marx-Friedrich Engels, Carteggio, vol. III, p. 149, carta del 7 de ene­ro de 1858.

[18] En Appendice a la trad. italiana del escrito de Engels, Violenta ed economía nella formazione del nuouo impero tedesco, Roma, 1951, p. 144

[19] Karl Marx-Friedrich Engels, Carteggio, vol. III, p. 153, carta del 11 de ene­ro de 1858

[20] El artículo Bestätigte Wahrheit, trad. al italiano en Karl Marx-Friedrich Enge­ls, Sul Risorgimento italiano, a cargo de Ernesto Ragionieri, Roma, 1959, p. 302.

[21] El artículo Quid pro quo, ibid., p. 122.

[22] Karl Marx-Friedrich Engels, Carteggio, vol. IV, p. 89, carta del 5 de mayo de 1862

[23] Friedrich Engels, Nizza, Savoia e Reno, Roma, 1955, p. 57.

[24] Gran parte de los escritos de Engels sobre temas militares están contenidos en la ya citada antología a cargo del Ministerio de Defensa Nacional de la Repú­blica Democrática Alemana. Para el resto, véase especialmente la correspondencia Marx-Engels y las cartas de este último a Weydemeyer, distribuidas a lo largo de toda la obra de Marx-Engels en la nueva edición crítica de la Dietz Verlag de Berlín. Véase también W. H. Chaloner-W. O. Henderson, Engels and Marx: Military Concepts of the Social Revolutionaries, en The Makers of Modern Strategy, a cargo de Edward Mead Earle, Princeton, 1944, pp. 155-171; Gerhard Zirke, «Friedrich Engels, der Ers­te Militärtheoretiker der Arbeiterklasse», en Einheit, 1955, pp. 819-816; K. Th., «Erter Kriegswissenchaftler des Proletariats», en Neues Deutschland del 27 de noviem­bre de 1955.

[25] Werner Hahlweg, Das Clausewitzbila einst und jetzt, introducción a la 16 edición crítica del Vom Kriege, Bonn, 1962, p. 35 ss.; Rudolf Schlesinger, Marx his Time and ours

[26] Walther E. Schmitt, «Lenin und Clausewitz», en Das Parlament, 15 de febrero de 1961. Damos cuenta de este escrito solo por prurito de información, puesto que es un ensayo de anticomunismo «visceral» o pagado, repleto además de citas in­exactas o inventadas. Por otra parte, refleja bastante bien las opiniones de ciertos ambientes militaristas de Occidente.

[27] Friedrich Engels, Antidühring, Buenos Aires, Cartago, 1973, pp. 130-150.

[28] En particular la voz Army. Véase la traducción alemana, Engels, Ausgewählte militärische Schriften, cit., vol. I, pp. 511-557.

[29] Véanse las notas introductivas a De la guerra en la óptima 17 edición crítica a cargo del Ministerio de Defensa Nacional de la República Democrática Alemana, Berlín, 1957, antecedida de dos excelentes introducciones, una del conocido histo­riador Ernst Engelberg (Carl von Clausewitz in seiner Zeit) y la otra del general Otto Korfes (Clausewitz’ Werk «Vom Kriege» und seine Nachwirkung), pp. 1-11. [Ambos tra­bajos son incluidos en la presente recopilación.].

[30] Véase, por ejemplo, D. Grinijin, Voennaia deiiatelnost V, I. Lenin [La actividad militar de Lenin], trad. alemana, Berlín, 1958, pp. 106-107. Véase también en el ín­dice analítico agregado a los citados Ausgewählte militärische Schriften de Engels (Berlín, 1964) la voz Krieg (p. 17), los diferentes lugares de la obra engelsiana indica­dos (en parte arbitrariamente, a nuestro entender) que implícitamente contienen la aceptación de la tesis de Clausewitz sobre la relación guerra-política.

[31] Por ejemplo, en el escrito La bancarrota de la II Internacional, Lenin afirmaba entre otras cosas: «[...] Y tal [la definición de guerra de Clausewitz] fue siempre el punto de vista de Marx y de Engels, que consideraban toda guerra como la continua­ción de la política [...]» (V. I. Lenin, Obras completas, cit., t. XXI, p. 315). En el escrito El socialismo y la guerra, repetía: «Con toda razón, los marxistas siempre han conside­rado esta tesis como la base teórica de las ideas sobre la importancia de cada guerra en particular [...]» (V. I. Lenin, Obras Completas, cit., t. XXI, p. 409.).

[32] Karl Marx-Friedrich Engels, Briefwechsel, Berlín, 1950, vol. IV, p. 443 (esta car­ta, del 17 de abril de 1870, no figura en la traducción italiana del Carteggio).

[33] Carl von Clausewitz, Vom Kriege cit., pp. 396, 610 y passim.

[34] Ibid., nota 58, p. 908.

[35] Probablemente durante el invierno de 1857-1858.

[36] Véase la afirmación de Jaurès en este sentido, contenida, por ejemplo, en L'Armée Nouvelle (edición L’Humanité, París, 1915, pp. 1 ss.), además de, en general, toda la actividad publicista y periodística del insigne socialista francés.

[37] Véanse los artículos de Jaurès en la Dépêche de Toulouse y en particular aquel del 12 de febrero de 1887, además aquellos aparecidos posteriormente en la Petite République. Véanse también los discursos parlamentarios pronunciados a partir de 1895, en Jean Jaurès, Textes Choisis (a cargo de Madeleine Rebérioux), París, 1959, t. I, pp. 82-95.

[38] L’Armée Nouvelle, cit., p. 1.

[39] Ibid., p. VII

[40] Ibid., p. 59 ss.

[41] Ibid., pp. 109 ss

[42] Ibid., passim

[43] Ibid., p. 74.

[44] Ibid., p. 77.

[45] Ibid., p. 96

[46] Ibid., p. 102.

[47] Ibid., p. 103

[48] Véase L. D. Trotski, «Doctrina militar o doctrinarismo pseudomilitar», en L’In­ternationale Communiste, 1921, núm. 19, col. 4892. Del mismo autor Véase también el excelente aunque sucinto retrato del socialista francés (L. D. Trotski, Jean Jaurès, Librairie de l'Humanité, París, 1924).

[49] L’Armée Nouvelle, cit., p. 111

[50] Ibid., p. 115 ss

[51] L. D. Trotski, Doctrina militar..., cit., col. 4907

[52] L’Armée Nouvelle, cit., p. 103.

[53] Ibid., cap. V (p. 109 y ss.) del título Ofensiva y defensiva.

[54] Jaurès era, ciertamente, reformista, aunque capaz de ligarse a la tendencia revolucionaria del momento y secundarla.

[55] L’Armée Nouvelle, cit., p. 82.

[56] Th. Höhle, Franz Mehring. Sein Weg zum Marxismus, Berlín, 1956.

[57] Franz Mehring, Die Lessing-Legende, zu Geschichte und Kritik des preussischen Despotismus und der klassischen Literatur, trad. italiana, Roma, Rinascita, 1952, p. IX.

[58] Ibid., p. 156 n

[59] Una buena parte de estos escritos están agrupados por Heinz Helmert en dos volúmenes con el título Krieg und Politik (edición a cargo de Ernst Engelberg, Berlín, 1959-1961).

[60] Franz Mehring, La leggenda di Lessing, cit., p. 155-160.

[61] Nos parece que es prueba «por el contrario» de la validez histórica de la in­terpretación mehringiana el trabajo del historiador idealista alemán Gerhard Rit­ter (Staatskuns und Kriegshandwerk. Das Problem des Militarismus in Deutschland, 2 vol., Munich, 1954-1960) en el cual las tesis de Mehring son ignoradas.

[62] Franz Mehring, Krieg und Politik, cit., vol. I, pp. 337-420.

[63] Ibid., vol. I, p. 130.

[64] Ibid., vol. I. Los artículos son: «Vom Wessen des Krieges» (in Die Neue Zeit, XXXIII, 1914, vol. I, núm. 7, pp. 193-201) y «Kriegsgeschichtliche Streifzüge» (en Die Neue Zeit, XXXIII, 1915, vol. I, núm. 19, pp. 591-596).

[65] Ibid., vol. I, p. 460

[66] Ibid., vol. I, pp. 130 y 507-508. Véase la posición análoga de Lenin en El socia­lismo y la guerra, cit.

[67] Ibid., vol. I, pp. 479 ss. Véase también del mismo autor, Carlos Marx (El funda­dor del Socialismo Científico), Buenos Aires, Claridad, 3ª edición, 1965.

[68] Ibid., passim.

[69] Ibid., vol. I, p. 458

[70] Ibid., vol. I, p. 459

[71] Ibid.

[72] Ibid.

[73] Ibid., vol. I, pp. 459-460.

[74] Ibid., vol. I, p. 460.

[75] Ibid

[76] Ibid.

[77] Ibid., vol. I, pp. 460-461.

[78] Véase en tal sentido la antología de los escritos militares de Lenin: V. I. Lenin., O. voine, armij i voennoi nauke, Moscú, 1957 [tradución alemana: W. I. Lenin, Ueber Krieg, Armee und Militärwissenschaft, Berlín, 1958, vol. i, pp. 13-56].

[79] Ibid., vol. i, pp. 59-336.

[80] Ibid., pp. 62-70, vol. I. [«La caída de Port-Arthur», en V. I. Lenin, Obras Com­pletas, cit., t. VIII, pp. 37-46].

[81] V. Severcov (Filatov), Prilojenie taktiki o fortifikatti k narodomu vostanii. (Siste­ma táctico de fortificación en caso de sublevación popular], Ginebra, 1905, y Mémoi­res du General Clauseret, París, 3 vols., 1887-1888.

[82] Maurice Pianzola, Lenin en Suiza, S. 1, 1952, p. 102.

[83] N. K. Krupskaya, Ricordi su Lenin, París, 1931, vol. I, pp. 178-179.

[84] V. I. Lenin, Ueber Krieg, Armee..., cit., vol. I, pp. 339-406.

[85] Ibidem, vol. I, pp. 359-369. El título es: «El militarismo belicoso y la táctica antimilitarista de la socialdemocracia», en Proletari, núm. 33, 5 de agosto de 1908 [Obras completas, cit., t. xv, pp. 195-205].

[86] Ibid., vol. I, pp. 401-402. El título del artículo es: «¿Quién se beneficia?», en Pravda, núm. 84, 11 de abril de 1913. [En Obras completas, t. XI, pp. 237- 238.].

[87] D. Grinijin, Voennaia deiatelnost’ V. I. Lenina, Moscú, 1957 [traducción alema­na: Die militärische Tätigkeit W. I. Lenin, Berlín, 1958, p. 153].

[88] El cuaderno fue publicado por primera vez en 1930, en el tomo XII de la Le­ninski Sbornik (número de archivo 18674).

[89] Véase, Quaderni filosofici de V. I. Lenin, a cargo de Lucio Colletti, Milán, 1958, p. CLXVII. [Hay edición en español: Cuadernos filosóficos, Buenos Aires, Estudio, 1963, y Obras completas, cit., t. XXXVIII. Sin embargo, el fragmento citado por el au­tor pertenece al prólogo de Lucio Colletti a la edición italiana, que no está traducida al castellano]. [Nota de la Editorial].

[90] Werner Hahlweg, Lenin und Clausewitz, en Archiv für Kulturgeschichte, Müns­ter-Köln, 1954 (vol. XXXVI, fasc. I, pp. 30-59 y fasc. III, p. 357-387). Véase también, del mismo autor, «Clausewitz, Lenin and Communist Military Attitudes Today», en Jour­nal of the Royal United Service Institution, mayo de 1960, pp. 221-225.

[91] Karl von Clausewitz, Vom Kriege, cit., pp. 17-21.

[92] Ibid., p. 26.

[93] Ibid., p. 28.

[94] Véase Rudolf Haus, «Clausewitz und die klassische deutsche Philosophie», en Der Rote Aufbau, III, 1930, pp. 337-343.

[95] Aunque fuese por temor de que los motines insurreccionales pusiesen en peligro la independencia prusiana. Véase al respecto la citada introducción de Ernst Engelberg a la 17 edición del Vom Kriege, p. LVIII.

[96] V. I. Lenin, La bancarrota de la II Internacional, en Obras escogidas, cit., t. XXI, pp. 316-317.

[97] V. I. Lenin, El socialismo y la guerra, en Obras completas, cit., t. XXI, p.409.

[98] V. I. Lenin, «Ueber Krieg», Armee..., cit., vol. II, pp. 103 ss. [Obras completas, cit., t. XXV, pp. 395-417].

[99] Sobre las posiciones de los marxistes frente al problema de la paz y de la guerra véase: Gustav Mayer, Der Deutsche Marxismus und der Krieg, en Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik, vol. 43, Tubinga, 1916-1917; Lotte Kaufmann, Die Einstellung von Karl Marx und Friedrich Engels zu Krie und Frieden, Würzburg, 1932; Milorad Drakhkovitch, Les socialismes Français et Allemand et le probléme de la gue­rre, 1870-1914, Ginebra, 1953 (trabajo algo discutible).

[100] Bastan pocos ejemplos: Marx Vichniac, Lénine, París, 1932, pp. 97-98; Byron Dexter, «Clausewitz and Soviet Strategy», en Foreign Affairs, octubre de 1950, pp. 41- 55; el ya mencionado W. E. Schmitt, «Lenin und Clausewitz», en Das Parlament, fe­brero de 1961; Raymond Garthoff, Soviet Mililary Doctrine, trad. francesa, París, 1955; John Erickson, The Soviet High Command, Londres, 1962.

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