sábado, 3 de noviembre de 2012

POLÉMICA PALINGENÉSICA: TÊTE A TÊTE



Nota Breve

Desde hace poco más de un mes, en tierras peruanas, se ha desatado una polémica que comenzó como una escaramuza entre Eusebio Leyva y la segundilla de la facción "doctrinariamente homogénea". Nuestro conocido Eduardo Ibarra no pudo contener sus impulsos polémicos, y salió al encuentro del inesperado contrincante. Hoy les presentamos los argumentos de ambas partes. Esta serie promete esclarecer una controversia que hunde sus fundamentos en el conflicto entre ideismo y materialismo, metafísica y dialéctica, liberalismo y marxismo, capitalismo y socialismo

Conozcan nuestros lectores los términos de la controversia y saquen sus propias conclusiones. 

03 Noviembre 2012
Edgar Bolaños Marín


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EDUARDO IBARRA Y EL DESCALABRO DEL DOCTRINARISMO


Eduardo Ibarra escribió el artículo “Mucho Ruido y Pocas Nueces (primera parte)” el día 16.10.12 el mismo que fue puesto en conocimiento de los participantes de las listas de correo por medio de su invariablemente servil correveidile César Risso.

Este escrito lo pueden encontrar en la página 42 y siguientes del archivo que adjuntamos y que contiene los materiales del debate hasta la fecha.


El artículo constituye el segundo de una extensa lista que el señor Ibarra papá nos viene dedicando, con pica con rabia y pena, como reza el inmortal valse de los Troveros Criollos,  es aún de más bajo nivel que el anterior al que supo titular "Porqué Una Cortina de Humo"

En esta ocasión Ibarra papá parte de un postulado, de una definición, de una tautología que ya está cimentada en su cerebro y que para variar carece de todo asidero en la siempre verde realidad de la Vida (su sempiterna enemiga).


Tal definición es parte de una ridícula teoría de la conspiración, donde este modesto activista del socialismo resultaría ser un perverso agente de un grupo liderado por un señor llamado Ramón García.

“Tan desesperado debe sentirse el grupo que dirige Ramón García por la resonancia que tiene en algunos círculos la crítica que hemos hecho de sus posiciones oportunistas y revisionistas, que el señor Leyva ha tenido que salir a defenderlo con la argucia de que nadie nos conoce en la clase obrera.”


Así comienza la desdichada perorata del cabecilla de los huachafamente autodenominados “los agonistas conscientes del socialismo peruano.”

Detengámonos un momento en ella y observemos la última parte: “la argucia que nadie nos conoce en la clase obrera”


Argucia de acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española significa “sofisma, argumento falso presentado con agudeza”


Don Eduardo, con todo respeto, Usted está tomando por imbéciles a sus lectores, a los lectores que nos siguen.


¿Es un argumento falso, una argucia, un sofisma esto de que “nadie los conoce en la clase obrera”?

¡En absoluto! esa es una realidad tan maciza, tan incontestable y verificable que le aseguro que nadie, ni siquiera su rastrero y servil lacayuno César Risso se animaría a discutir.

Entonces quien está utilizando una argucia en nuestra discusión es Usted y no este modesto activista. 

Queda demostrado pues que quien hace uso y abuso de métodos reñidos con la honestidad intelectual son ustedes y no yo; y cuando digo ustedes me refiero además de Usted mismo, a su valido Risso que como demostré en un envío anterior, guillotinó mi razonamiento, en la parte condicional de mi pregunta esencial que era:

SI ustedes dicen ser en todos sus discursos los más esclarecidos y lúcidos representantes del proletariado y los más calificados defensores de la pureza doctrinal del marxismo leninismo, 


¿PORQUE  se encuentran absolutamente aislados del movimiento obrero y popular y de la Lucha de Clases en general?

Estamos pues frente a la figura de un ladrón que grita ¡al ladrón! 


Quien hace uso de argucias en el debate es Ud.  Ibarra, y no yo.

Luego de esta grosera mentira, Ibarra papá, pasa a decirnos qué es lo que él quisiera que Leyva haga en el debate. Leámoslo:


“Así pues, lo que hubiera tenido que hacer el señor Leyva, desde su primera intervención, es demostrar que no tenemos la razón, que nuestra crítica es errónea.”

En buen romance, en buen castellano, lo que nos quiere decir Ibarra papá es que nosotros nos pongamos a debatir en los términos donde él se siente como pez en el agua, es decir en ese mundillo del autismo político de discutir quién puede recitar de paporreta las citas de los clásicos, quién puede determinar el sentido del párrafo tal o la oración cual y así hasta el fin de los tiempos.

Es decir caer en la práctica perniciosa de los Ibarras y cia, caer en esa concepción del  marxismo como un cuerpo cerrado de "principios" y "verdades" contenidos en los libros clásicos, y no como un instrumento para conocer, interpretar y transformar revolucionariamente la realidad. 

Le repito lo que le dije a Ibarra hijo, antes de que huyese, en la primera parte de esta polémica: toda la teoría leninista  fue escrita en debates despiadados por parte de Lenin,  en medio de la Lucha de Clases del movimiento obrero, exigido por las necesidades de luchar con mayor eficacia y mayor eficiencia contra la burguesía. 

Luego de el sabelotodo adquiriendo un tonito entre filosófico y sociológico nos dice:

“Ahora bien, el marxismo exige la unidad de la teoría y la práctica, y, por esto, lo ideal es que el debate de ideas se procese en el seno de las clases trabajadores” (subrayado y negritas son nuestras)

Este razonamiento quedaría y estaría perfecta si lo dijese una ama de casa en trance de preparar un Ají de Gallina, pero resulta patético e inaceptable en un teórico que presume de marxista leninista como Eduardo Ibarra.



Si el ama de casa dijese por ejemplo: “lo ideal es que el Ají de Gallina se prepare con leche evaporada, pero si se hace con leche en polvo no queda nada mal” todo estaría perfecto y en su sitio; nada que reprocharle.

Pero que un marxista leninista que dice ser, como vimos, la encarnación del proletariado,  nos diga que “lo ideal es que el debate de ideas se haga en el seno de la clase obrera pero si no se puede no pasa nada” es absolutamente inaceptable.

La lucha política si no está vinculada a “luchar mejor" en, valga lo redundante, la Lucha de Clases,  como condición SINE QUA NON, no sirve absolutamente de nada.

Si debato con Usted y su tendencia, que a estas alturas más que “agonistas” parecen agónicos, es para que recapaciten, dejen a un lado sus taras y lastres vinculadas al más estéril de los doctrinarismos y sectarismos y contribuyan a esa inmensa tarea que está pendiente: fundir la teoría revolucionaria con inmensas capas que se encuentran huérfanas de ella, en un trabajo solidario y conjunto de los activistas del socialismo.

Eusebio Leyva.

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¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!


Mucho Ruido y Pocas Nueces

(Primera Parte)

Tan desesperado debe sentirse el grupo que dirige Ramón García por la resonancia que tiene en algunos círculos la crítica que hemos hecho de sus posiciones oportunistas y revisionistas, que el señor Leyva ha tenido que salir a defenderlo con la argucia de que nadie nos conoce en la clase obrera. Esta argucia es su principal “argumento”. Examinemos, pues, dicha argucia.

Mao señala que “Cualquiera, sea quien fuere, puede señalar nuestros defectos. Si tiene razón, los corregiremos. Si lo que propone beneficia al pueblo, actuaremos de acuerdo a ello”. Sea quien fuere quiere decir que cualquiera puede plantear una crítica a los defectos, y, por extensión, a las limitaciones, a los errores y a las desviaciones de un colectivo político cualquiera, si tiene razónTener razón es, pues, la única condición que anota Mao, pues en el debate de ideas lo que hay que establecer en principio es si la crítica es correcta o no. Esta es una verdad elemental.

Así pues, lo que hubiera tenido que hacer el señor Leyva, desde su primera intervención, es demostrar que no tenemos la razón, que nuestra crítica es errónea. Pero en vez de proceder así, prefirió hacer lo que sabe: echar barro a la defensa del marxismo y encubrir el revisionismo.

Nuestra crítica a la negación del marxismo-leninismo, a la tergiversación de Mariátegui, al reformismo de querer “construir los gérmenes del socialismo” en las condiciones de la sociedad capitalista y al partido-mezcolanza, es una crítica correcta, justa, necesaria y oportuna. En cinco años ella no ha podido ser respondida con argumentos, sino apenas con citas manipuladas, falacias, maniobras, insultos y otros métodos criollos. El propio discurso subalterno de Leyva es una prueba más de la invulnerabilidad de nuestra crítica.

Desde luego, es necesario ser un marxista objetivo para tener la capacidad de reconocer esa simple verdad. Cualquier miembro del grupo revisionista está vedado de llegar a este reconocimiento, salvo que de pronto se decida a proceder con honestidad intelectual. Por eso, ante nuestra crítica, el señor Leyva, repitiendo a Gustavo Pérez, se ha limitado a decir impotentemente: ”farragosos escritos”, “farragosos escritos”.

Y, como mero provocador, no ha aportado, por supuesto, ni una sola prueba de su afirmación. Ni puede aportarla, pues para el efecto tendría que hacer algo que está más allá de sus posibilidades: demostrar con argumentos (no, pues, repitiendo las falacias de Ramón García, Miguel Aragón, Gustavo Pérez y otros) por qué no es válido el marxismo-leninismo, por qué cree que Mariátegui fue marxista pero no marxista-leninista, por qué la lucha contra el revisionismo le produce náuseas, etcétera, etcétera, etcétera.

Nuestra crítica al grupo revisionista es una teoría que beneficia al pueblo, el cual, como es lógico, requiere de la verdad revolucionaria para avanzar en sus luchas. Pero, en su egotismo burgués, el mencionado grupo está lejos de reconocer que nuestra crítica beneficia al pueblo y, por esto, está lejos también de corregir sus desviaciones y actuar conforme a la verdad.

Esta es la primera cuestión que era necesario esclarecer.

Ahora bien, el marxismo exige la unidad de la teoría y la práctica, y, por esto, lo ideal es que el debate de ideas se procese en el seno de las clases trabajadores. Pero lo real es que sólo el PCP (U), PCP (PR), el PCP (SL) y el PSP tienen un cierto arraigo en la clase y las masas, mientras las otras tendencias estamos lejos de eso y todas las organizaciones sin excepción estamos más lejos todavía del proyecto mariateguiano de un partido de masas (“partido de masas y de ideas”). Esta realidad no tiene por qué impedir el debate de ideas. Creer lo contrario es no tener sentido realista, o, en su defecto, tener una actitud puramente negativa.

Específicamente, las tendencias que quedaron fuera de la organización partidaria entre 1975-1976, no pudieron partir sino casi de fojas cero en lo relativo al trabajo de masas. En el caso de la tendencia de Ramón García, es de conocimiento general que la deserción de este personaje lo llevó al extranjero, y que, no obstante tener algunos seguidores que formaban su facción “bolchevique”, se pasó casi cuatro décadas animando y desanimando algunos círculos de estudio, sin vínculos orgánicos con las masas trabajadoras. Esta es una realidad que ha sido subrayada incluso por algunos seguidores suyos. En el caso de mi tendencia, aquello de partir de fojas cero se presentó como una realidad dramática: éramos poquísimos, y no teníamos casi vínculos con las clases trabajadoras.

Sin embargo, en los años ochenta hicimos serios esfuerzos por salir de esa situación, cosechando algunos éxitos relativos, aunque inquietantes para algunos activistas del PCP-SL, que nos consideraban sus rivales. Así, delatados por ellos, varios de nosotros terminamos presos en 1986.

Aunque no es de mi agrado hablar de mí mismo, debo referir, sin embargo, obligado por la circunstancias, que, mientras viví en el país, fui un trabajador –manual y no intelectual– y en esa condición estuve siempre directamente ligado a las luchas de las clases trabajadores. Paralelamente a esto, hice uso de la tribuna para exponer cuestiones teóricas, políticas y programáticas, contribuyendo así a la fusión del marxismo peruano con el movimiento de las clases trabajadoras, sin preocuparme jamás de la popularidad, cosa por la que no doy un comino. 

En esas circunstancias, debido a la persecución policial y a las amenazas del PCP-SL, me vi forzado a exiliarme en mayo de 1993.

Para finalizar con esta parte, diré que, en oportunidad del debate que se produjo a raíz de la publicación de mi libro El pez fuera del agua en 2010, hice una exposición sucinta de mi actividad en el país donde permanezco exiliado. Por eso considero que no es necesario que la reedite.

Desde los primeros años del presente siglo mi tendencia compartió actividades con algunos grupos, pero con una concepción frentista (“todo a través del frente”), lo que retrasó en varios años su vertebración organizativa. Sólo hace dos años que hemos podido vertebrarnos organizativamente, y los que permanecen en el país hacen  serios esfuerzos por penetrar en las masas.

En el trabajo Tareas del proletariado revolucionario en el período actual, 1995, puntualicé: “El trabajo de crítica y preparación es correcto, pero ha sido aplicado inconsecuentemente”. “Si bien el socialismo proletario ha forjado importantes instrumentos intelectuales de la revolución, en cambio no ha forjado casi sus instrumentos materiales”. “Así pues, la política del socialismo proletario ha servido insuficientemente a la revolución”. “En fin de cuentas, no ha tenido la capacidad de conducir a las masas por ningún camino”. “Mariátegui señalaba que ‘no basta predicar la revolución, hay que organizarla’. “Esto significa que no basta interpretar la realidad, hay que transformarla”. “Es decir, hay que dirigir la revolución”. “En este período de reflujo, en este período de crítica y preparación, el socialismo proletario tiene que echar raíces en las masas populares, pues sólo sobre esta base puede florecer la revolución”. “Ahora, sólo hace falta que los revolucionarios proletarios se echen al hombro la tarea revolucionaria”. “Sólo así el Camino de Mariátegui podrá alcanzar la victoria”. “Y, en último análisis, este es el punto”.

Cualquiera puede reconocer que esta es una manera seria de plantear el problema de la relación con las masas. Tan es así, que, el propio Ramón García, con la conciencia no envenenada todavía por el odio, hacia mediados de la primera década del presente siglo reconoció la vigencia del documento citado. Señalo esto no porque la opinión de García sea para mí palabra dirimente, sino simplemente porque es un dato de la realidad que algo le dirá al señor Leyva.

Esta es la segunda cuestión que era necesario esclarecer.

Pero, como el lector habrá comprobado, en lugar de plantear la ligazón con las masas como un problema de cierta parte de la izquierda peruana, el señor Leyva lo ha planteado como mero reproche a algunas personas de mi tendencia, el suscrito incluido. Esto revela su estreches de miras, y, además, sus oscuras motivaciones y sus malévolas intenciones.

16.10.12

Eduardo Ibarra.



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