11-03-2013
Traducido
para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
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Introducción
Grecia se enfrenta al sexto año de la peor crisis económica europea con un desempleo del 30 % (el 52 % en el caso de los jóvenes) que está deshaciendo su tejido social; el índice de suicidios se ha disparado y más del 80% de la población ha visto reducido su nivel de vida.
Grecia se enfrenta al sexto año de la peor crisis económica europea con un desempleo del 30 % (el 52 % en el caso de los jóvenes) que está deshaciendo su tejido social; el índice de suicidios se ha disparado y más del 80% de la población ha visto reducido su nivel de vida.
Las relaciones familiares e
intergeneracionales han quedado muy resentidas y las certezas anteriores han
desaparecido. Se producen protestas masivas a diario causadas por la
incertidumbre, el miedo y la ira.
Se han convocado más de una docena de huelgas generales en las que han
participado desde escolares a octogenarios que luchan desesperadamente para
conservar los últimos restos de dignidad y su supervivencia material.
Cada vez es más habitual que tres
generaciones convivan bajo el mismo techo, y a duras penas sobrevivan con las
pensiones menguadas de los abuelos y algunos hogares están al borde de la
miseria. La prolongada depresión capitalista –que nunca acaba y sigue
empeorando- ha provocado una profunda ruptura en el ciclo de vida y en las
experiencias vitales de abuelos, padres e hijos. Este artículo se centrará en
ello.
La ruptura intergeneracional se puede
comprender mejor en el contexto de las diferentes "experiencias de
vida" de las tres generaciones. Nos centraremos en las experiencias
laborales, políticas, familiares y de tiempo libre.
Experiencia laboral: los abuelos
Las familias de los abuelos procedían
en la mayoría de los casos de áreas rurales o pequeñas ciudades y emigraron
durante el periodo posterior a la guerra civil (1946-49), asentándose muchos de
ellos en los suburbios pobres de Atenas. La mayor parte de los miembros de
estas familias apenas había completado la educación secundaria y encontraron
trabajos mal pagados en empresas textiles, de construcción y públicas. Apenas
existían sindicatos y los pocos que había eran semiclandestinos y estaban
sometidos a una dura represión por los regímenes derechistas apoyados por
EE.UU. A finales de la década de los sesenta, los abuelos se comenzaron a
inclinarse por los partidos de "centro-izquierda" y reactivaron la
actividad sindical. Esto fue especialmente notorio entre los trabajadores de
las factorías de montaje y del sector público y en las industrias de
electricidad, telecomunicaciones, puertos y transportes. El golpe de estado de
1967, apoyado por Estados Unidos, y la junta militar resultante (1967-1973)
tuvieron como resultado la prohibición de la actividad sindical y las
negociaciones colectivas, por un lado, y la estimulación del crecimiento
económico basado en la inversión extranjera y el clientelismo corporativo por
el otro.
La lucha clandestina contra la dictadura,
la revuelta estudiantil, la infame masacre de la Universidad Politécnica
(1973) y la caída de la dictadura militar tras su golpe abortivo en Chipre
"radicalizaron" a los abuelos. La legalización de los partidos
políticos y los sindicatos produjo un resurgir de las organizaciones obreras,
de sus luchas y avances sociales. La caída de la Junta trajo consigo un
aumento de los salarios. La incorporación a la Unión Europea y el
flujo masivo de "fondos de cohesión social" produjeron una expansión
del empleo en el sector público y un aumento del clientelismo de los partidos
políticos que se extendió mucho más allá de los tradicionales regímenes
derechistas.
La seguridad del empleo, las pensiones
y el aumento de las indemnizaciones por despido crearon una mano de obra
relativamente segura y estable, excepto en los sectores manufactureros,
perjudicados por las importaciones de los "socios" europeos más
industrializados.
En 1981, el triunfo del movimiento
socialista panhelénico, el Pasok, puso en marcha una legislación social
populista y aumentos salariales que sirvieron de sustituto de una auténtica
socialización de la economía. Los beneficios económicos y de seguridad social
fueron constantes, acumulativos y produjeron un aumento en los niveles de vida.
Los abuelos se apuntaron a los sindicatos, sus dirigentes negociaban mejoras
salariales y de las condiciones laborales y afrontaban el futuro con un
relativo optimismo: un retiro cómodo, una mejor educación para sus hijos, un
modesto apartamento ya pagado y un coche pequeño. Estaban deseosos de disfrutar
de su tiempo libre con familiares, amigos y vecinos. O al menos eso parecía en
vísperas de la
Catástrofe Griega de 2008.
Como veremos, el progreso económico
griego se levantó sobre cimientos podridos: préstamos de la UE obtenidos gracias a cuentas
fraudulentas, un tesoro público saqueado por los cleptócratas de los dos
principales partidos e inversiones "públicas" en proyectos
mastodónticos improductivos con socios empresariales corruptos. En pocas
palabras, los "años dorados" del retiro confortable de los abuelos
estaban basados en la ilusión de que medio siglo de avances sociales y
laborales darían por fruto una vida digna.
Los padres: trabajar y disfrutar
pagando luego
Los padres nacieron en la ciudad,
tuvieron una educación mejor que los abuelos y recibieron la enorme influencia
del espíritu consumista que penetró en Grecia. Entraron a formar parte del
mercado laboral a comienzos de los noventa. Se consideraban a sí mismos más
"europeos", menos nacionalistas, con menor conciencia de clase y
menor participación en las luchas sociales que la generación anterior. Su
interés por los deportes y las celebridades así como por su propio avance
social impidió que participaran en las grandes luchas sociales de los abuelos.
Disfrutaron de mejoras salariales mediante negociaciones de arriba abajo. No
prestaron atención al grotesco enriquecimiento de la cleptocrática élite
política socialista e ignoraron el aumento de la deuda, tanto pública como
personal, que "financiaba" sus vacaciones en el extranjero, la
segunda vivienda y los coches alemanes de importación. Pagaban generosamente a
los tutores que preparaban a sus hijos para las pruebas de entrada a la
universidad. Su futuro estaba asegurado por las estadísticas oficiales cada vez
más optimistas (falsificadas) y las evaluaciones positivas de los expertos de la UE. Los sindicatos y las
asociaciones empresariales se centraban exclusivamente en los aumentos de
salario, de ingresos, de créditos baratos y de acceso a los últimos juguetes
tecnológicos del momento.
Los padres hablaban inglés, eran
partidarios de una integración europea aún mayor y rechazaban las dudas y las
críticas de los abuelos hacia la
OTAN y las guerras promovidas por Israel, a las desigualdades
dentro de la UE y
a los efectos de la liberalización económica. Ignoraron las críticas vertidas
contra los estrechos vínculos entre los cleptócratas del Pasok, los banqueros
propios y extranjeros, los propietarios de yates y los plutócratas millonarios.
El cinismo era su "reacción
moderna" ante la omnipresente corrupción y el creciente endeudamiento.
Mientras ellos tuvieran lo suyo, ¿por qué desafiar al statu quo? Con la llegada
de la Catástrofe
Griega , los padres lo perdieron todo: empleo, seguridad
social, casas, coches y vacaciones. Los que habían sido "europeístas"
se convirtieron de repente en críticos virulentos de los eurobanqueros –la Troika-, que ordenaban a
los padres sacrificar todo lo que poseían para salvar a los gobernantes
cleptocráticos, los millonarios evasores de impuestos y los banqueros
endeudados. La catástrofe económica fue erosionando hasta hacer añicos la
conciencia consumista "europea moderna" de los padres de clase media
y trabajadora con movilidad ascendente.
Primero sufrieron sucesivos recortes
salariales y luego perdieron la seguridad del empleo, cuando se produjeron
despidos masivos con y sin indemnización.
La consternación, el miedo y la
incertidumbre dieron paso a la certeza de estar frente al pelotón de ejecución
financiero. Fueron conscientes de estar atrapados en una interminable caída
libre. Se echaron a la calle y descubrieron que toda su generación y toda su
clase estaban desarraigados y desechados. Los padres descubrieron que no valían
nada y que tenían que manifestarse y luchar para reafirmar su propia valía.
Los hijos: ¿quién trabaja?
La inmensa mayoría de los hijos está
desempleada: a comienzos de 2013, más del 55 % no ha tenido nunca un empleo. Su
número aumenta día a día y semana tras semana, mientras familias enteras se
empobrecen y los hogares se desintegran. La asistencia escolar ha disminuido,
mientras las posibilidades de empleo se desvanecen y el espectro del desempleo
masivo de larga duración acecha cada día. Las posibilidades de que los jóvenes
formen parejas estables y nuevas familias han desaparecido.
Se ha multiplicado la "cultura de
la calle" y los salones recreativos se han convertido en un lugar de
encuentro más que de juego. Se ha reducido la asistencia a conciertos pop y se
acude masivamente a las manifestaciones de protesta. Ahora, la creciente
politización y radicalización de los hijos comienza en la escuela media y se
profundiza en las escuelas técnicas y secundarias y en la universidad.
Muchos jóvenes cercanos a los treinta
nunca han tenido empleo, ni se han marchado de casa de sus padres o sus
abuelos, por lo que no pueden planear un matrimonio futuro o formar una
familia. La falta de experiencia laboral supone la ausencia del compañerismo
ligado al trabajo y de afiliación sindical. En su lugar ha cobrado importancia
la solidaridad informal del grupo de semejantes. Las perspectivas de trabajo se
centran en la emigración, o en la búsqueda ajetreada de un trabajo ocasional
miserable o en unirse a la lucha. Hoy en día vagabundean por las calles llenos
de ira, desesperación y una profunda frustración. A medida que pasan los años,
los hijos cada vez votan más por la Izquierda (Syriza) pero están hartos de la
ineficaz oposición parlamentaria, las manifestaciones rituales y los foros
sociales sin trascendencia, por los que desfilan conferenciantes radicales
locales y extranjeros que exponen teorías sobre la crisis, pero que siempre han
tenido un trabajo y un sobre a fin de mes. La inmensa mayoría de jóvenes sin
empleo cree que "prometer no cuesta nada". Los intelectuales, los
políticos de nueva izquierda y los griegos del extranjero no tienen nada que
ver con su experiencia cotidiana ni les ofrecen soluciones tangibles. Por eso
los hijos se han unido a la guerrilla urbana anarquista. De momento, son pocos
los hijos desempleados que han acudido a la llamada neonazi del Amanecer
Dorado. Pero no simpatizan mucho con el apoyo de la Izquierda a los
inmigrantes en busca de empleo, especialmente cuando en sus barrios sufren los
abusos de camellos y proxenetas albaneses, de Oriente Próximo y de los
Balcanes.
Experiencia política: los abuelos y el legado radical
La trayectoria política de los abuelos
difiere enormemente de la de su progenie. Muchos de sus propios padres habían
sido guerrilleros en el movimiento de liberación nacional dirigido por los
comunistas que llegó a contar con un millón de miembros (ELAS-ELAM). Lucharon
contra el ejército ocupante de los fascistas italianos y los alemanes nazis y
tomaron parte activa en la guerra civil. Tras la intervención angloamericana y
la derrota de los insurgentes, cientos de miles de griegos fueron enviados a
campos de concentración o de trabajos forzados, donde muchos murieron. Una
salvaje represión cayó sobre campesinos y habitantes del mundo rural que fueron
expulsados de sus tierras. Sus propiedades fueron confiscadas y millones
emigraron a las ciudades en busca de anonimato y empleo. Cuando el partido
comunista fue prohibido, muchos de sus miembros y antiguos miembros se unieron
a los "partidos progresistas", la EDA , en busca de una alternativa.
Los abuelos tuvieron su bautismo
político con el renacimiento de la "política populista" a comienzos
de los sesenta, promovida por el partido de Unión de Centro. Tras el golpe de
Estado de 1967, tuvieron que hacer frente a seis años de gobierno militar
respaldado por Estados Unidos (1967-1973). Bajo la junta militar, algunos
abuelos participaron en actividades políticas y sindicales clandestinas. Cuando
ésta cayó, la mayoría de los abuelos se unieron al partido socialista recién
creado por un radicalizado Andreas Papandreu. El decenio posterior a la Junta fue un periodo de
intenso debate político donde proliferaron los libros, conferencias, revistas,
periódicos, foros y acontecimientos culturales populares de inspiración
marxista, anteriormente prohibidos. Mikis Theodorakis, el gran compositor
comunista, atraía a sus conciertos a decenas de miles de personas, incluyendo
muchos trabajadores, evocando escenas parecidas a los actos en los que Pablo
Neruda leía poesía a miles de trabajadores y campesinos en Chile. En las
elecciones de 1981, los abuelos votaron en abrumadora mayoría por la izquierda:
el Pasok consiguió más del 50 % de los votos y los comunistas casi el 15 %.
Casi dos terceras partes de los griegos y más del 80 % de los trabajadores
votaron por el socialismo (¡o eso es lo que ellos creían!). Los abuelos
celebraron la derrota de la extrema derecha y el fin de más de medio siglo de
gobiernos nazis, norteamericanos y militares derechistas. Los abuelos tenían
grandes esperanzas en que Papandreu cumpliera su promesa de
"socializar" la economía. Veían en la ascendencia electoral de la
izquierda un preludio de la ruptura con la OTAN y una transición hacia un estado del
bienestar socialista independiente. A pesar de la celebración de diversas
conferencias socialistas y sindicalistas de asistencia masiva sobre
"autogestión obrera de una economía socializada" y de la quiebra de
montones de empresas privadas endeudadas, Papandreu afirmó que "la
crisis" impedía "una inmediata transición al socialismo";
defendió la recuperación de la derecha capitalista, pues según él solo entonces
podrían ponerse en marcha políticas socialistas. Con ello, ignoraba el hecho de
que fue la propia crisis capitalista la que condujo a su elección. Muchos
abuelos se sintieron defraudados, pero Papandreu, con hábiles discursos propios
de demagogia de balcón, propuso una serie de importantes aumentos salariales,
legalizó y amplió los derechos laborales y puso en marcha y mejoró las
prestaciones sociales y las pensiones. Los abuelos se conformaron con las
reformas populistas y la moderación del proceso político. A partir de mitad de
los ochenta, los abuelos siguieron votando socialista, aunque ahora solo para
mantener los beneficios económicos y la ampliación de la coberturas sociales en
sanidad y pensiones.
Bajo el liderazgo de Papandreu, el
Pasok degeneró hasta convertirse en un "tábano" sin trascendencia
dentro de la OTAN. Su
entusiasta incorporación a la CEE
y el mantenimiento de las bases militares norteamericanas en su territorio
acabó con los últimos vestigios de antiimperialismo de los abuelos. Estrecharon
su campo de mira y se centraron en el Pasok como una maquinaria política
clientelista, necesaria para asegurar el empleo y garantizar sus pensiones.
Con la llegada de la catástrofe
económica en 2008 y los recortes sociales salvajes puestos en marcha por el
absolutamente inepto, corrupto y reaccionario George Papandreu hijo, los
abuelos sintieron las primeras ondas sísmicas de inestabilidad y la amenaza de
perder sus pensiones seguras de vida. En 2010, abandonaron por completo su
apoyo al Pasok. El descubrimiento de casos de corrupción y el recorte de un 35
% de las pensiones empujó a los abuelos a las calles en protestas masivas.
Posteriormente, una mayoría votó por el nuevo partido de izquierdas, la
coalición Syriza.
Los abuelos han recorrido un círculo
completo: la nueva radicalización coincide con el retorno de un gobierno
derechista autoritario, bajo el dictado colonial de la Troika europea. Pero ahora
sus pensiones tienen que mantener a tres generaciones. Una vez más, la búsqueda
de un nuevo partido político cobra tanta urgencia como durante el periodo
inmediatamente posterior a la caída de la junta militar.
Los padres y las políticas de movilidad descendente
Los padres alcanzaron su mayoría de
edad política durante el apogeo del clientelismo electoral. En los noventa
votaron al Pasok, aunque sin los ideales o las ilusiones de sus padres, los
abuelos; tampoco participaron en ninguna lucha histórica. Votaron a los
candidatos y los partidos que les facilitaban acceso al crédito y a préstamos a
bajo interés al tiempo que les adjudicaban concesiones lucrativas dentro de una
administración pública muy politizada. Los padres no solían abordar los
aspectos ideológicos de mayor calado. Creían que los debates sobre
"capitalismo frente a socialismo" eran un anacronismo. Estudiaron
inglés y utilizaban anglicismos en su discurso y sus escritos. No volvieron a
prestar atención a las consecuencias negativas de la pertenencia a la OTAN y a la Unión Europea. Los
grandes temas eran los Juegos Olímpicos que organizaría Grecia y cómo sacar el
máximo provecho de los presupuestos desorbitados y el gasto generalizado. Los
dirigentes del Pasok dieron ejemplo escamoteando su parte de cada contrato de
construcción, amañando las cuentas, evadiendo impuestos y asesorándose con
Goldman Sachs sobre cómo acumular deudas y convertir los déficit en superávit.
Cuando estalló la crisis económica, los padres no estaban preparados. En un
principio intentaron racionalizarla, con la esperanza de que "la
crisis" sería temporal, que llegarían nuevos préstamos para su rescate;
que ellos –especialmente el sector público- no se verían afectados. Cuando la Catástrofe se instaló,
los padres abandonaron su apatía e indiferencia: las decisiones políticas que
se tomaban ahora afectaban a sus salarios, sus beneficios sociales y su
capacidad de hacer frente a las hipotecas y las deudas de sus tarjetas de
crédito. La conformidad cínica se vio reemplazada en primer lugar por la
incertidumbre y la ansiedad. Cuando el régimen del Pasok dejó caer la
guillotina y refrendó los despidos masivos de trabajadores públicos y la
reducción de salarios, los padres empezaron a protestar ante "sus"
líderes y, ante la carencia de resultados, les castigaron en las urnas. La
mayor parte se desplazó hacia la izquierda, apoyando a Syriza, con la esperanza
tanto de regresar al pasado como de construir un nuevo futuro socialista.
Los hijos y la política del "No
future"
Los hijos han alcanzado la mayoría de
edad política sin ninguna experiencia previa de lucha o de movilidad
ascendente. Están atascados al fondo o en perpetuo descenso. Al no haber tenido
nunca trabajo ni oportunidad alguna, pasan a la acción para afirmar su
existencia, su presencia y su capacidad de reaccionar ante las sucesivas
oleadas de ataques salvajes a su vida cotidiana respaldados por la UE. Se unen a padres y
abuelos en marchas multitudinarias que afirman la solidaridad
intergeneracional. Pero solo ellos llevan la carga de no haber pertenecido
nunca a ningún partido político o sindicato ni haber experimentado "la
buena vida". Nunca recibieron préstamos ni favores políticos, pero ahora
se les exige que sacrifiquen su futuro con el fin de enriquecer a los acreedores,
los evasores de impuestos y los cleptócratas. Su sabiduría política se basa en
el conocimiento visceral de que toda la clase política está podrida; y
tienen sus propias dudas sobre aquellos políticos que abandonaron el Pasok, se
unieron a Syriza y ahora dicen ser sus salvadores. Dieron la espalda a esos
politólogos y periodistas que hablan una lengua y elaboran un discurso completamente al margen de su
experiencia cotidiana. Se preguntan, francamente, si el lenguaje fabulado
de un filósofo italiano muerto (Gramsci) podrá sacarles de la catástrofe. Los
teóricos extranjeros vienen, se van, y la vida cada vez se hace más
desesperada. Algunos creen que solo quienes arrojan un cóctel Molotov pueden
aportar cierta luz temporal al oscuro túnel de su experiencia diaria. Los hijos
más combativos participan en batallas callejeras y se apuntan al bloque negro (black bloc). Los menos audaces
buscan en Internet formas de reubicarse; piensan que es preferible emigrar a
los centros imperiales que sufrir toda la vida en esta colonia saqueada y
devastada.
Los abuelos: El regreso a la familia extendida
La comida del domingo era un sello
distintivo de la época de los abuelos: la familia se juntaba alrededor del
cordero asado con patatas, una ensalada campesina con queso feta y aceitunas y
dulces de postre.
Los abuelos mantuvieron la costumbre
hasta que la Catástrofe
acabó con otra "estupenda tradición familiar", como con el resto de
cosas placenteras. Tres generaciones viviendo juntas, bajo un mismo techo, de
una sola fuente de ingresos (la pensión menguante del abuelo) no es una
situación que permita mantener buenas relaciones. Los ahorros disminuyen, las
deudas se acumulan y la frustración provoca conflictos y rencores.
Ocasionalmente, la ira se dispara contra los seres más próximos. La falta de
independencia produce discusiones; los préstamos familiares no se devuelven.
Las comidas se convierten en el momento para contar las penalidades. Las bromas
ligeras, el buen humor y las historietas desaparecen en un miasma de
preocupaciones sobre la próxima comida, el precario presupuesto familiar y la
búsqueda infructuosa de empleo.
Las comidas han pasado a ser un momento
para reflexionar sobre las tensiones de la supervivencia cotidiana.
Los padres: La familia como precaria red de seguridad
Los padres se preguntan, ¿qué pasará
cuando muera mi padre y desaparezca su pensión? ¿Cómo podemos sobrevivir cinco
personas cuando el régimen, presionado por la Troika , ha reducido a la mitad la pensión de mi
padre? ¿Cómo pueden vivir dos familias con 500 euros al mes? Lo único que
separa a muchos padres de la miseria absoluta es la familia extendida, pues los
recortes sociales han reducido las pagas por desempleo y los ahorros están
agotados.
Antes de la Catástrofe , los padres
y sus mujeres se juntaban con otras parejas en la taberna, el viernes o el
sábado por la noche, para escuchar música tradicional y disfrutar una buena
mesa repleta de aperitivos, una garrafa de buen vino y muchas risas. A
diferencia de los abuelos, que eran clientes del panadero y el carnicero del
barrio, los padres hacían la compra en supermercados y centros comerciales
multinacionales, signos de "modernidad europea" y buena
"relación calidad-precio" y pagaban con sus tarjetas de crédito.
Las vacaciones en Londres son ya un lejano
recuerdo. La casa familiar en el Egeo hace tiempo que se vendió para poder
pagar deudas. Como mucho, pueden aspirar a una escapada de fin de semana a las
atiborradas y contaminadas playas de Ática huyendo de los calores de agosto.
Los hijos: La familia está donde la encuentras
Las familias se han convertido en algo
sombrío, ya no son un refugio frente al duro mundo exterior: en casa siempre
hay motivos para quejarse. Los hijos vienen y se van. Escuchan música solos en
su habitación. ¿Quién quiere llevar a la novia a un dormitorio diminuto, bajo
la mirada de desaprobación de la abuela y caras largas por todas partes? Se van
a la esquina, bajan al centro de Atenas, al barrio de Exarchia1 y pasan el rato en un portal o un
salón recreativo, o se echan al hombro una bandera negra en una manifestación
contra toda la podrida mierda, contra los ladrones, banqueros y acreedores. Si
su profesor se atreve a hablar de "democracia y deberes cívicos" –muy
pocos lo hacen, pues incluso sus empleos están en peligro- una tímida risilla
da paso a un tsunami de carcajadas e insultos; las clases se interrumpen y los
compañeros de colegio se juntan para compartir ratos de amistad íntima, ausente
en la sombría austeridad de sus hogares desintegrados.
¿Quién anima a su equipo de fútbol?
¿Quién se burla del farsante Papandreu, de la cara de cerdito de Venizelos2,
de los vampiros Stournaras y Samaras3...? Los políticos apestan como
un pescado podrido al que no se acerca ni el gato más hambriento. Los hijos
asisten a los mítines de Syriza. Todo está muy bien, hacen claras denuncias con
llamadas a la acción... pero ¿otra manifestación? ¿Otro llamamiento para
"captar jóvenes”? Los hijos piensan: "Nos sentamos por aquí, nunca en
las primeras filas; les escuchamos, parecen conocerse unos a otros; hablan en
códigos que solo comprenden ellos... Así que salimos, damos vueltas, nos
fumamos un porro, gorroneamos una cerveza, o nos juntamos con los amigos y
hablamos de lo nuestro".
El paternalismo, el patriarcado y la
devoción filial están acabados. Las relaciones ocasionales sin perspectivas a
largo plazo son la nueva realidad.
El ocio: Los abuelos y el café como
refugio
Los abuelos tienen sus cafés favoritos
en el barrio. En sus paseos dejan atrás montones de locales clausurados (más de
160.000 quiebras desde el inicio de la Catástrofe ). En estos días, una taza de café es
el pase que permite sentarse a una mesa, con un mazo de cartas manoseadas que
aún muestran cierto color en los reyes y las reinas. Hubo un tiempo en que, en
el trascurso de una tarde, un abuelo podía invitar a copas de ouzo4 y surtidos de aperitivos –queso
Kasseri y aceitunas- a sus compañeros de juego. Luego los golpes del dominó y
los movimientos rápidos de las fichas de backgammon resonaban en el ruidoso
café, lleno de humo. Ahora, el camarero se mueve entre los parroquianos
buscando alguna propina olvidada en una mesa. Incluso los camareros
profesionales se encuentran desorientados para sobrevivir en una habitación
llena de supervivientes. ¿Dónde está la generación que reemplace a los abuelos?
Los padres no tendrán una pensión que pague la posibilidad de sentarse en una
mesa a tomar un café.
El ocio: Los padres y el final del ocio
en Europa
Hubo un tiempo en que los padres
pasaban largas horas en Internet, leyendo publicidad de consumo con un fondo de
música pop cantada en inglés, mientras planeaban las excursiones de fin de
semana. Los domingos veían los partidos de fútbol en la tele, para discutirlos
el lunes en el almuerzo con los colegas o compañeros de trabajo. No era una
vida lujosa, pero era una rutina cómoda. El tiempo libre, que se pasaba con los
amigos o la familia, los compañeros de trabajo y los vecinos, suponía un
agradable respiro de las tensiones del trabajo diario, una escapada hasta la
playa o a alguna posada rural a cenar el fin de semana.
Ahora, con la Catástrofe , el tiempo
libre es forzoso y abundante: no hay trabajos estresantes, no hay ni trabajo ni
dinero. Las monedas tintinean al fondo del bolsillo, quizá suficientes para
comprar un litro o dos de gasolina para poder llamar a puertas cerradas que no
contestan o que tienen clavadas anuncios de quiebra. ¿A quién ir a ver y dónde
acudir?
Hay otro acto político donde se puede
saludar a los amigos, envidiosos de quienes todavía tienen trabajo o de quienes
reparten invitaciones para la comida. Hay marchas de protesta y se vive la
cordialidad y solidaridad del momento. Hay explosiones de abucheos a los
trajeados cleptócratas, agazapados en el Congreso o deslizándose
subrepticiamente por la puerta de atrás después de aprobar otra pena de muerte
–la llaman "orden de austeridad"- condenando al suicidio a otra
docena de personas la próxima semana. El tiempo libre ahora no es placentero,
es preocupante: ¿quién pagará las facturas médicas de los abuelos, las inyecciones
de insulina, los honorarios escolares de los hijos, los gastos del coche?
Bueno, al menos los pagos de la hipoteca ya no cuentan: el apartamento ha sido
embargado. El padre está "liberado" de esa obligación, por eso duerme
con su esposa en una habitación libre de casa de los abuelos. Esas veladas
haciendo el amor se han convertido ahora en noches insomnes de profunda
ansiedad. Cuando al fin se duerme inquieto, tiene pesadillas paranoicas –o
reales- de persecuciones por oscuros laberintos, corriendo por todos lados sin
dirección aparente, sin conocer las calles, los edificios o la gente. El
propósito de la vida se ha desvanecido, junto con los recuerdos de excursiones
felices y planes futuros. Ahora, la necesidad principal es encontrar trabajo,
eso lo domina todo. El padre tiene que afrontar que se acaban sus prestaciones
de desempleo. ¿Tendrá que hacer cola junto con su familia, para conseguir un
plato de sopa? ¿De Syriza o de Amanecer Dorado? ¿Cuál de los partidos ofrece un
muslo de pollo con la sopa?
El ocio: los hijos y la lucha en la
calle
Era divertido ir por ahí después de la
escuela: los chistes, los porros, los abrazos y besos en público... Los viajes
en ferry con mochilas y los ratos estudiando con los amigos... los exámenes,
los cursos difíciles y la ansiedad por tener que elegir una carrera dentro de
unos años. Esas "preocupaciones" han desaparecido. La catástrofe ha
eliminado el "curso difícil", las dudas a la hora de escoger
carrera... ahora hasta los profesores se han ido de las aulas –una liberación
involuntaria- los despidos han reducido las ofertas. El futuro de los hijos
está echado a perder... así que cualquier "carrera" puede servir.
"Los mayores ladrones no son los
que roban un banco, sino los dueños del banco", contaba un estudiante de
filosofía a una multitud de hijos mientras les enseñaba cómo fabricar un cóctel
Molotov. Otro estudiante, éste de ciencias exactas, calculaba el número de
veces que los académicos revolucionarios locales y extranjeros habían
mencionado la "crisis" en una hora y planteaba una ecuación que
equivalía a cero resultados positivos. La pérdida de perspectivas de futuro y
el peso de una vida hogareña sombría están eliminando cualquier resto de
respeto por un sistema político y legal que impone miseria, indignidad y
humillaciones para poder pagar a los acreedores extranjeros. "Les pagamos,
de modo que puedan sentarse al sol en nuestras playas, comprar nuestras casas,
comer nuestra comida, bañarse en bolas en nuestro océano y decirnos que somos
perezosos y que nos merecemos la miseria que tenemos".
Los hijos tímidos, joviales o
asustadizos están creciendo rápidamente. La madurez empieza a los quince. La
asistencia a manifestaciones antes aún. Luego las ideas políticas radicales. ¿Y
después qué, "hombrecito"?
Los hijos forman un ejército cada vez
mayor de desempleados y están madurando rápidamente. En la actualidad están
dispersos. Algunos quieren salir, irse de Grecia... pero la mayoría se
quedarán. ¿Conseguirán organizarse e ir más allá de la actual oposición
electoral, diseñar un nuevo movimiento radical que rompa con el podrido sistema
electoral represivo? ¿Se convertirán en los militantes de un nuevo movimiento
de resistencia heroico? ¿Cuál de los nietos escalará las paredes del parlamento
desafiando a los colaboradores coloniales y a sus amos de la Troika ? ¿Quién levantará la
bandera de una nueva Grecia libre, independiente y socialista?
Notas del Traductor:
1: Barrio estudiantil del centro de
Atenas, núcleo de movimientos contestatarios y anarquistas.
2: Vicepresidente y Ministro de
Finanzas de junio de 2011 a
marzo de 2012, líder actual del Pasok (sucesor de Papandreu).
3: Respectivamente, ministro de
finanzas y primer ministro actual (y líder del partido Nueva Democracia).
4: Licor con fuerte sabor dulce y olor
a regaliz usado en bodas y fiestas familiares.
Rebelión ha publicado este artículo
con el permiso del autor mediante una licencia de
Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
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