lunes, 17 de junio de 2013

TURQUÍA: ¿UN SEGUNDO 1848…O 1905?


Cihan Tugal · · · · ·
16/06/2013

Cuando la revuelta se extiende a uno de los pilares de la estabilidad capitalista, todo parece indicar que ola internacional de protestas de 2011 sigue viva. Turquía, que es puesta como ejemplo en todo el mundo como un éxito neoliberal (y en el mundo árabe como un modelo de democracia), esta en pie contra el autoritarismo y el capitalismo de libre mercado (o al menos su especulación inmobiliaria). Las revueltas turcas, que ahora se suman al tren de 2011, tendrán consecuencias más allá del país.

Sin embargo, esta ola de protestas, como las de 1848 y 1905, acabará probablemente en pequeñas victorias y derrotas parciales. De alguna manera, las perspectivas son algo peores que las de las anteriores oleadas de protestas. El pesimismo a nivel internacional post-1980 sigue estando presente. Carecemos de alternativas sólidas al actual orden mundial. La desorganización es general e incluso es reproducida por un activismo que ha hecho del espontaneismo un culto.

La ola de protestas de 2011 no terminará en un 1789, 1917 o 1949.

Herencias inesperadas

Como en 1848 y 1905, las herencias culturales y organizativas de 2011 pueden resultar más importantes que las victorias inmediatas. 1848 no dio como resultado ningún régimen democrático estable, pero convenció a la clase obrera y a las clases medías europeas de que era posible un mundo con más democracia y más social. Puso en la agenda la socialización. Es más, las derrotas de las revueltas masivas enseñaron a los militantes que necesitaban una organización y una dirección mucho más consolidadas si querían alcanzar sus objetivos. Los dispersos espacios y ambientes políticos republicanos y obreristas dieron paso a sólidas organizaciones nacionales y continentales hacia finales del siglo XIX.

La ola de 1905 ha pasado a la historia más por sus derrotas que por sus victorias. Pero esas derrotas proporcionaron la experiencia necesaria para una mayor educación y organización política; crearon además las organizaciones de democracia directa de masas autónomas de la historia (los consejos de obreros, campesinos y soldados). Sin las derrotas, semi-victorias y lecciones de 1905-1911 no hubiera habido revolución en Rusia, ni en China (ni tampoco culturas de oposición fuertes y duraderas en México, Turquía e Irán).

Para resumir: aunque el resultado inmediato de las revueltas internacionales en 1905 fue mucho más desmoralizante, la maduración de sus efectos fue mucho más revolucionaria.

La cuestión que se plantea es si 2011 será un segundo 1848 o 1905. ¿Tendremos que esperar décadas para conocer sus frutos o es 2011 el anunció de algo que está por venir muy pronto, quizás un segundo 1917? Alguien podrá preguntar ¿para que queremos un segundo 1917, teniendo en cuenta que las esperanzas puestas en él fueron totalmente desproporcionadas? La revolución de los consejos se extendió rápidamente a otras partes de Europa, pero fue derrotada y aplastada completamente en pocos años. Quizás fue política y económicamente prematuro avanzar hacia el socialismo en una Rusia aislada, como demostró la dictadura de partido único consiguiente. Sin embargo, los primeros años después de 1917 demostraron a todo el mundo que las clases populares eran capaces de auto-organizarse y tomar decisiones que determinasen el destino de sus países y de todo el mundo. Es más, todo el Occidente capitalista tuvo que reorganizar sus estructuras políticas y económicas para incorporar las voces y las reivindicaciones populares ante el miedo de ser destruido por esa experiencia de democracia directa. Y los dirigentes de los consejos rusos hubieran hecho mejor y hubieran ayudado más al resto del mundo si se hubieran impuesto unos objetivos más realistas y hubieran sido más tenaces a la hora de extenderlos al resto del mundo en vez de intentar en vano construir el socialismo en un país semi-capitalista empobrecido y aislado.

El primer intento de revolución post-capitalista fue una tragedia. Como a la gente no le gusta hoy en día, y con razón, las farsas, ningún movimiento querrá aprender de 1917 a menos que encontremos el concepto con el que extraer las lecciones correctas de aquel momento crucial.

La revolución recurrente

Por lo tanto, ¿qué es lo que necesitamos para construir un segundo 1917 sin las ilusiones, derrotas y horrores del primero?

Ni las estructuras económicas ni los niveles políticos e ideológicos de los activistas y de la gente están aun preparados para un mundo post-capitalista hoy en día. Los dirigentes rusos sabían que ninguna de las condiciones necesarias existían tampoco en 1917. Su solución, como la formuló uno de ellos, fue la "revolución permanente" (o en las palabras de otro de ellos, la "revolución ininterrumpida"), que combinase las tareas de preparación con las propias de la revolución; las tareas del cambio capitalista y democrático con las de la transformación post-capitalista. La perspectiva de este desafío era valida: si se deja al capitalismo funcionar a su aire, acabará por destruirse y con él al mundo, en vez de crear las bases en este mundo para una civilización post-capitalista. Por esta misma razón, cualquier transformación post-capitalista tiene que ser necesariamente inmadura.  Pero el siguiente paso lógico que adoptaron estaba equivocado: confiaron en que el proceso revolucionario (del que los consejos eran la columna vertebral) y su propia dirección serían capaces por si mismos de combinar con éxito la preparación del socialismo y la revolución. Su exagerada confianza en la voluntad popular y su equivocado optimismo en relación con su capacidad de dirección revolucionaria fue el crisol de las ilusiones de 1917. En una Rusia aislada, los revolucionarios fueron empujados primero a silenciar a los que disentían, después a los consejos y finalmente a ellos mismos, unos contra otros. Las estructuras que les presionaban no pueden simplificarse en una fórmula rápida que enfatice la mala fe y el autoritarismo de una pocas manzanas podridas. Si las ilusiones vuelven a reaparecer en circunstancias favorables, también lo hacen los horrores.

Pero, si toda transformación post-capitalista tiene necesariamente que comenzar de forma inmadura, ¿qué puede hacerla madurar, sino es una revolución permanente? La energía popular (del tipo que emanaban los consejos, o la Comuna de Taksim hoy y las innovaciones anarquistas de OWS) y la dirección revolucionaria son imprescindibles, pero no suficientes. Dejadas a su propia dinámica, una está condenada a destruir a la otra y viceversa, y con ellas al propio proceso revolucionario. Es necesario un proceso lento de maduración política y co-educación ideológica (una educación interactiva en la que tanto los intelectuales como las masas se transformen simultáneamente) que las acompañe. La gente insatisfecha con el capitalismo tiene también que crear sus propias instituciones post-capitalistas (como cooperativas y otras formas de economía social colectivistas), sin olvidar nunca que no son sostenibles (en tanto que instituciones democráticas y populares) a largo plazo sin intervenciones revolucionarias (y revueltas masivas).

Un proceso así, en el que los activistas y la gente se concentren en construir instituciones alternativas, en la co-educación y en la acumulación de experiencias políticas en los períodos más tranquilos hasta que las barreras y obstáculos que surgirán impidiendo su extensión les obliguen a recurrir de nuevo a la protesta, puede ser llamado una revolución intermitente o recurrente.

La revolución intermitente no es una revolución permanente: parte de la comprensión de que son necesarios períodos de calma para la construcción de instituciones, para la co-educación, en la sociedad civil. Pero los revolucionarios intermitentes, a diferencia de los reformistas, reconocen la necesidad de las revueltas de masas para crear y sostener los órganos de poder popular y las culturas de solidaridad y para superar los obstáculos que se interponen en el camino de las instituciones alternativas.

Los dirigentes de 1917 también tuvieron otra visión parcialmente válida: la imposibilidad de la transición post-capitalista en un solo país. Esta visión, sin embargo, estaba unida a otra ilusión: la inmediatez de la revolución europea (especialmente en Alemania). Para evitar la monstruosidad que implicaría imponer a la fuerza este sueño (¡invadiendo a los países vecinos!), Rusia acabó por sucumbir al pragmatismo autoritario de un dictador (envuelto en los hábitos de un estricto dogmatismo). Pero cuando se abandonan las ilusiones de una transición inminente al socialismo, también se pueden evitar la falsa dicotomía entre revolución mundial y socialismo en un solo país; al mismo tiempo que entre un internacionalismo de manual y un nacionalismo pragmático. Solo podemos construir un mundo post-capitalista a través de una revolución interregional, intermitente; es decir, a través de la cooperación de activistas y gente que no tendrán más remedio que aceptar derrotas y semi-victorias, continuar y perseverar, y hacer de la solidaridad su mejor instrumento. Los cuadros y los dirigentes de la revolución intermitente tendrán sus raíces en sus propios países, pero pensarán estratégicamente y alentarán las posibilidades de cambio en otros lugares, en interacción activa con los dirigentes de esos lugares y sus contextos nacionales. Estas relaciones se están ya forjando hoy en todo el mundo.

A la búsqueda de nuevas formas de organización

¿Qué podemos esperar, por lo tanto de la ola de protestas internacionales de 2011?

Podemos razonablemente esperar la extensión de formas de cultura y organización democráticas y populares. No podemos saber aún que culturas y estructuras estatales existentes cambiarán y hasta que punto, como en las décadas posteriores a 1848. Esa época fue testigo en Europa de la construcción de los primeros pilares del estado del bienestar. ¿Incorporarán de la misma manera las culturas y los estados actuales las nuevas sensibilidades de 2011 en relación con la naturaleza, los derechos urbanos y la democracia participativa? Dependerá sin duda de que se siga extendiendo la revuelta a nivel internacional, ya que hoy las élites y los regímenes en cuestión son mucho más reaccionarios si se les compara con los de la Europa de mediados del siglo XIX.

Por lo tanto, quizás pueda parecer ilusorio hablar, de manera más ambiciosa, de un segundo 1905. Pero la tarea es más urgente hoy: el capitalismo está alcanzando sus límites financieros y naturales. Ya no es sostenible. Si no aparecen alternativas y son puestas en práctica, el planeta será destruido bajo su peso. Cuales pueden ser las alterativas al capitalismo es otro tema, pero esa discusión también es imprescindible. Pero ahora quiero centrarme en otra tarea: la construcción de los sujetos que puedan luchar por esas alternativas.

¿Qué podemos esperar conseguir en este momento? Además de la extensión de la revuelta, podemos trabajar por crear lazos interregionales entre activistas y dirigentes; reclutar y educar a una nueva capa de cuadros de la nueva generación que por primera vez participa en política. Pero este reclutamiento y esta construcción de una red de alianzas solo será relevante históricamente si parte de una visión estratégica. En vez de celebrar el espontaneismo y la falta de dirigentes, los activistas necesitan construir estructuras de dirección flexibles y democráticas, Las revueltas espontaneas se disipan con facilidad o pierden sus objetivos (si no hubiera una "dirección" en Taksim hoy, como pretenden algunos activistas, el movimiento en la plaza hubiera caído rápidamente en las manos de los kemalistas -los nacionalistas liberales laicos-; ha sido gracias a las diferentes gamas de dirección de las izquierdas plurales, a pesar de su dispersión, como se ha podido evitar la amenaza kemalista). Pero también sabemos que una dirección centralizada acaba por despojar a la gente de su poder.

La nueva forma de dirección para una transformación post-capitalista sostenible exige la habilidad de aprender de la base, la voluntad de interactuar con la energía popular, institucionalizar mecanismo de equilibrio entre fuerzas y la constante inmersión en instituciones alternativas y la co-educación. Como 1905 puso su sello en la historia mediante la consolidación de una nueva forma de organización (el partido revolucionario centralizado), 2011 puede crear (o al menos plantear) una nueva forma de organización revolucionaria (más democrática y al mismo tiempo más eficiente).

Solo entonces podremos empezar a hablar de un nuevo 1905.

Cihan Tugat es profesor asociado de sociología de la Universidad de Californía, Berkeley. Autor dePassive Revolution: Absorbing the Islamic Challenge to Capitalism.
Traducción para www.sinpermiso.info: Enrique García
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http://www.counterpunch.org/2013/06/11/turkey-a-second-1848-or-1905/

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