domingo, 7 de octubre de 2012

EL CAOS Y UN DIOS






Sábado, 6 de octubre de 2012



El 1 de octubre celebramos una de las reuniones quincenales del Centro de Estudios Karl Marx. Teníamos como objeto de estudio dos pequeñas secciones de la obra de Ovidio titulada Metamorfosis: El origen del mundo y la creación del hombre. Nuestro objetivo era aprender la sintaxis del texto de Ovidio y la selección del léxico. La ventaja consiste en que Ovidio es un gran escritor y mientras lo estudiamos nosotros estamos a su altura o lo intentamos. Empleamos una hora y media en estudiar cuatro páginas. Y sólo obtuvimos una primera impresión. Todos estos textos hay que estudiarlos muy a fondo y para ello se necesitan varias lecturas detenidas y detalladas. Sólo así podremos obtener algún fruto digno de crédito. Todos admiramos y disfrutamos de la enorme calidad literaria de Ovidio. Y le sacamos cierto partido.
Uno de los asuntos que planteé en la reunión es que bajo el punto de vista de la representación este tipo de literatura tiene ciertas facilidades. Todo está sustantivado, todo es sujeto: el mar, el aire, la tierra, el viento,… Hay cierta candidez e inocencia en todo esto. A nosotros no nos cabe en la cabeza que la gente de aquel entonces pudiera pensar así. Pero han pasado más de dos mil años desde que las fuerzas de la naturaleza fueran representadas como dioses. Hubo aquí un pequeño problema. Uno de los miembros del Cekam tenía dudas acerca de cómo tenía que representarse a los dioses. Aclaré que no deberíamos confundir la claridad propia del ámbito científico con la claridad propia del ámbito religioso. Justamente la religión se distingue de la ciencia por su falta de claridad. Debemos poner en el caso de la religión mucha fe y una buena dosis de imaginación y fantasía. Así que no hay que buscar en las representaciones religiosas la intelección que tenemos de los conceptos científicos. Lo importante es representarse las fuerzas y entes de la naturaleza como sujetos que tienen intencionalidad. Si consideramos que todos los entes de la naturaleza son dioses, el azar quedará fuera de la vida del hombre y todo ocurrirá por alguna razón o causa. La religión puede ser considerada en este sentido como la primera envoltura del conocimiento científico: allí donde el hombre y la mujer de hoy buscan las leyes que expliquen los fenómenos naturales y sociales, el hombre y la mujer de antaño ponían un dios.
 Una vez estuve en mí casa repasé el libro de Aby Warburg sobre Sandro Botticelli,  un estudio histórico artístico sobre dos de las obras del pintor del primer  renacimiento: El nacimiento de Venus y La Primavera. Justamente en el cuadro El nacimiento de Venus aparecen dos vientos que soplando sobre las olas empujan a Venus hacia la orilla. Aquí el viento viene representado por el soplo realizado por dos figuras humanas. No sabría decir, en primera instancia, si esa es la representación adecuada del viento en tanto dioses: una figura humana que sopla. O no: tal vez deberíamos representarnos a los vientos como dioses sin más. Sólo con nombrarlos, llamando Euros al viento del este, Zéfiro al viento del oeste, Bóreas al viento del norte y Austro al viento del sur, debería bastar. Tal vez deberíamos quedarnos en el nombre y no ir a la representación. Aunque la pintura no puede hacer tal cosa: su esencia está en la representación.

Dice Ovidio que al principio el único aspecto de la naturaleza en todo el orbe era el caos: desorden, confusión y oscuridad. Así era el mundo antes que el dios benefactor actuara. Pero cuando se puso manos a la obra todo cambió: realizó una tarea de diferenciación separando del cielo las tierras y de las tierras las aguas,  liberó a todas las cosas del oscuro montón,  y luego unió las partes distintas del mundo en armoniosa paz. No creó el mundo de la nada como el dios cristiano, sólo puso orden y luz a lo ya existente. Bienvenido fue.


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