Por GRAN COMBO CLUB - Publicado el 30-03-2015
En
el último número de “Hildebrandt en sus Trece” el politólogo Carlos León Moya
publica un artículo titulado “El mito Flores Galindo”. Allí el autor asegura
que Alberto Flores Galindo ha sido presentado por sus seguidores como alguien
mitológico e inalcanzable, con veneración y “adulación silenciosa”. Esta
actitud contradiría lo que el propio Flores Galindo reclamara, que “se le
pierda admiración y respeto” a su generación y que el pensamiento crítico se
ejerza también sobre ella. Para “salir del atolladero” el autor del artículo
afirma que las 17 cartas de Alberto Flores Galindo publicadas hace cinco años
constituyen a su juicio una “gran revelación”. Flores Galindo habría sido
alguna vez un ser obsesivo y nervioso, con limitaciones de dinero y afecto y
con errores de ortografía, que crítica a la doble moral de la academia limeña y
raja del historiador Heraclio Bonilla.
Tonterías.
El
autor está más en comidillas y en plan de troleos restrospectivos y póstumos.
Desde luego que no sale de ningún supuesto atolladero ni desmitifica nada. La
evidencia que presenta no le da para jactarse de ninguna “gran revelación”. Por
favor. Eso no es ejercer ningún “pensamiento crítico” sobre nada ni es
desmitificar a alguien que, para comenzar, ni siquiera está mitificado.
Los
planteamientos de Flores Galindo fueron demolidos duramente por Carlos Iván
Degregori, sin que los seguidores del primero hicieran mucho por defender a su
maestro o a sus tesis. Y se podría haber dicho mucho. Hoy Flores Galindo es un
florero, no un mito. Quien hoy está mitificado más bien es Degregori. Nadie
critica sus planteamientos, y menos nadie se mete con su vida privada, como sí
se atreven a hacer con Flores Galindo (y con, por ejemplo, Arguedas, a quien
rompiendo toda ética profesional, hasta le publican la correspondencia con la
psicóloga). Tal vez en algunos años alguien se anime a escribir alguna tesis o
libro sobre la vida privada, y en particular sobre la orientación sexual, de
Degregori. Y no nos sorprendamos de que los seguidores de Degregori,
supuestamente tan progresistas, reaccionen ante ello con indignación similar a
la de algunos apristas cuando un escritor se atrevió a escribir sobre la
homosexualidad de Haya de la Torre.1 Tabú.
El
pensamiento crítico que Flores Galindo reclamaba para su generación iba por
otro lado. Flores criticaba el adocenamiento de su generación y su desencanto
del horizonte revolucionario y socialista, en el cual él tercamente insistía.
Para Flores el fracaso de los socialismos reales no era en absoluto una razón
para renunciar al socialismo y a la revolución. El muro de Flores cayó mucho
antes que el muro de Berlín y sin embargo Flores no se desencantó de nada. La
fortaleza socialista y revolucionaria de Flores no venía de ninguna experiencia
extranjera venida a menos, ni tampoco se ató de manos en idealizar a Sendero
Luminoso. Flores Galindo era un historiador y su fortaleza venía de la propia
historia peruana, de su análisis y comprensión de largo plazo. Flores rechazó
duramente las tesis del “otro sendero”, del “desborde popular”, de los
“conquistadores de un nuevo poder” y de buena parte de la producción
intelectual de los años ochentas asumida por intelectuales otrora
revolucionarios. Era una producción que pintaba un avance capitalista que traía
progreso y democracia al Perú, ubicándose en buena cuenta de furgón de cola de
un relanzado pensamiento neoliberal encabezado por Hernando De Soto.
Pero
Flores Galindo no se quedó allí. Se metió con su base material:
“Está de por medio también la incorporación de
todos nosotros al orden establecido. Mientras el país se empobrecía de manera
dramática, en la izquierda mejorábamos nuestras condiciones de vida. Durante
los años de crisis, debo admitirlo, gracias a los centros y las fundaciones,
nos fue muy bien y terminamos absorbidos por el más vulgar determinismo
económico.”
Reencontremos la dimensión utópica
Reencontremos la dimensión utópica
La
cosa no va para nada por que Flores haya sido obsesivo, nervioso y de mala
ortografía. Hay en él una invitación a pensar colectivamente sobre un problema
real, de importancia para el país.
Por
ejemplo:
“El capitalismo no necesita de ese mundo andino, lo
ignora. Se propone desaparecerlo. Sobre todo ahora que tenemos nuevamente un
discurso liberal, repetitivo y dirigido contra las formas de organización
tradicionales. Dispone de instrumentos y posibilidades que antes no tenía.”
Totalmente
acertado. Se vio bien clarito con el discurso de “la utopía arcaica” de Mario
Vargas Llosa y se ve en la actualidad.
Y
pioneramente Flores señalaba:
“Hay que discutir el poder, entonces no hay que
discutir la producción y los mercados, sino también dónde está el poder,
quiénes lo tienen y como llegar a él. Cuestionar el discurso liberal. Los
jóvenes lo pueden hacer. Muchos somos viejos prematuros.”
Pero
muchos de estos “viejos prematuros” lejos de cuestionar este discurso liberal,
siguieron por el camino socialdemócrata de buscar un “acercamiento entre
socialismo y liberalismo” (“Sí, pues, socialdemócrata” sería el título de un
artículo de Degregori publicado en la revista “Sí”, aceptando el calificativo
de socialdemócrata, atribuído en debates a su organización política).
Después
de dos décadas y media de neoliberalismo, buena parte de la izquierda se ha
alejado totalmente de los planteamientos de Flores Galindo. No hay “dimensión
utópica”, sino oportunismo y transfuguismo. Si vamos a señalar algún atolladero
real, habría que comenzar por ahí.
P.S.
Más al respecto en: La polémica Flores-Degregori (libios contra zorros), Mariátegui, Arguedas y Flores Galindo y Pueblos originarios e izquierdas originarias.
- Algo así para nada es irrelevante en entender a una persona. Aquí el problema es la opresiva y oscurantista sociedad peruana, que condenó y condena a mucha gente a vivir su vida en las sombras. En el caso de Haya es alucinante que se considere su homosexualidad como un defecto y su claudicación ante la oligarquía como una virtud, cuando las cosas son al revés. A Haya se le debería reconocer por haber sido capaz de vivir su vida privada como quería y dirigir un partido de masas en una sociedad totalmente conservadora, y se le debería criticar por renunciar a su programa antioligárquico primigenio. [↩]