domingo, 25 de septiembre de 2016

TIEMPO POLÍTICO




Escribe: Milcíades Ruiz

En el universo, todo es proceso. Todo proceso es una evolución. Los humanos y la humanidad en su conjunto han evolucionado a través del tiempo y aunque no lo percibamos estamos cambiando en muchos aspectos, incluso genéticamente. Por ello, la situación actual en que se encuentra la humanidad corresponde a una de las etapas su proceso histórico, distante ya de la etapa feudal pero cercana al tiempo del socialismo. No hay nada pues en la naturaleza que esté fuera del tiempo. La materia viviente como la inerte, bajo cualquier forma de existencia, tienen calendarios de cambios según como transcurra el tiempo. Todo nace, desarrolla, alcanza su esplendor, decae y muere.

Siendo lo inmaterial producto humano, también tiene la relatividad del tiempo como sucede con los valores de las matemáticas, de la ética, filosofía, ideología y en general con todo conocimiento humano que la evolución des actualiza y actualiza permanentemente. La ciencia siempre está en evolución generando tecnologías innovadoras sin cesar pero que son superadas con el paso del tiempo. La ciencia social también ha evolucionado.

Entonces podemos decir que los procesos son infinitos en el tiempo y en el espacio, pues cada uno de ellos genera otros procesos en cadena dentro del acontecer micro y macro universo. No obstante, la fisiología universal de los procesos va resolviendo al propio tiempo, los conflictos procesales logrando equilibrios que acaban con todo caos. Podemos comprobar esto en el equilibrio del sistema solar como también, en la energía nuclear de los átomos. Pero también en la vida cotidiana y en el proceso de deterioro climático que nos afecta cuando el equilibrio se rompe.

Dentro de esa infinidad procesal, la evolución social generó el capitalismo que es una etapa del proceso histórico de la humanidad, como lo fue la monarquía que lo precedió y que feneció cuando llegó a su fin su ciclo procesal. Por efectos de su propio desarrollo, la humanidad acabó con la predominancia de la monarquía a su debido tiempo, cuando las fuerzas renovadoras del capitalismo pasaron a predominar. Desde entonces, este sistema viene estableciendo las condiciones de vida de la humanidad hasta que su ciclo procesal concluya cuando otro sistema lo desequilibre y supere.

Pero precisamente por tener ese carácter procesal, el capitalismo no es el mismo del siglo XIX. Nació como una negación de la monarquía clamando igualdad social frente a los privilegios de casta consanguínea. Pero su evolución lo ha llevado a generar desigualdades sociales repudiables y privilegios de casta económica. Entonces su negación se anuncia clamando justicia, equidad y derechos humanos. Y así como, la monarquía apeló a muchas justificaciones y represiones para mantener su vigencia, incluyendo el origen divino que la iglesia le atribuyó, así también el capitalismo recurre a toda clase de justificaciones para validar su vigencia pero su ciclo procesal es irreversible y acabará cuando ya sea incompatible con la nueva etapa histórica del desarrollo humano.

Si en los inicios de la revolución industrial el capitalismo se erigió sobre explotando puramente la fuerza de trabajo del proletariado, ahora sin embargo, la situación no es la misma. La fuerza mecánica ha reemplazado en mucho a la fuerza humana y con la tecnología electrónica una sola máquina puede desplazar a cincuenta jornaleros con lo cual las empresas reducen costos y evitan sindicatos. En las grandes explotaciones mineras de nuestra serranía una máquina perforadora reemplaza con mayor efectividad a treinta perforadores manuales y aunque las inversiones mineras se han multiplicado, la masa laboral se ha reducido proporcionalmente. Lógicamente, la fuerza sindical minera en el Perú ya no es la de otros tiempos.

Los trabajadores fabriles actuales ya no son proletarios pues gracias a las heroicas luchas gremiales de sus antecesores pueden ahora disfrutar de beneficios que evitan caer en la condición que sufrían en el siglo XIX, en que los harapientos trabajadores efectivamente no tenían nada, solo su fuerza humana. El capitalismo evolucionado ahora acepta convenios laborales de negociaciones colectivas, otorga ropa de trabajo, comedores, y participación en las utilidades haciendo que los trabajadores defiendan a la empresa como suya, compartiendo intereses de mercado.

En esta evolución podemos ver ahora al gremio de construcción civil de la mano con la patronal CAPECO firmando comunicados conjuntos y obteniendo condiciones laborales envidiables para muchos profesionales. El capitalismo tiene ahora otros métodos para succionar riquezas sin tener que recurrir a la barbarie de su pasado salvaje. Se ha sofisticado y utiliza artificios legales para adueñarse del trabajo ajeno a través del mercado, corrupción de gobernantes, monopolios, oligopolios, tratados de libre comercio y muchas otras formas invisibles de apropiación de plusvalía.

Por consiguiente, si el capitalismo ha evolucionado hasta corporativizarse renovando su ideología en una plataforma neoliberal; si las condiciones de lucha social han cambiado; si estamos en otro tiempo histórico; entonces las organizaciones anticapitalistas no deberían quedarse en el siglo XIX, desfasados de la historia y repitiendo lemas desactualizados. Ni la revolución bolchevique ni la cubana hubieran sido posibles si se hubieran atenido a los viejos apotegmas, esperando que el proletariado sea el que haga la revolución.

Entonces, se hace necesario que los luchadores anticapitalistas, aun cuando lo esencial sigue rigiendo, adecúen su versión de la realidad en función del tiempo y adopten modalidades de acción frente a un adversario cambiante. Esto no significa claudicación ideológica porque los principios fundamentales siguen incólumes por su certeza científica. Pero en nuestro país, ha sido el campesinado (tildado de pequeño burgués) el más aguerrido luchador contra el sistema feudal que los oprimía y aunque derramó mucha sangre finalmente alcanzó su liberación y la recuperación de sus tierras ancestrales. Pero sus luchas desencadenaron cambios que ocasionaron la liquidación de la dominación oligárquica en el Perú. 

Así mismo, en los últimos gobiernos, también son los campesinos indígenas los abanderados de la lucha popular (no la clase predestinada) y son ellos los que siguen derramando su sangre en la lucha contra la destrucción ecológica, la contaminación ambiental y el saqueo de nuestras riquezas. Claro que esta apreciación no calza con los dogmas doctrinarios primigenios pero sea como fuere la lucha de contrarios o la negación de la negación, lo que queda en claro es que se trata de un asunto de poder. Es este, el que otorga capacidad de dominio y solo puede ser desplazado por otro poder de mejor sustentación. De allí la necesidad de construir el poder popular que es la negación del poder del dinero, pues este, tendrá inexorablemente el mismo fin que la monarquía.

No necesariamente la lucha de poderes se define en una sola vía. Si no estamos en condiciones de enfrentar de igual a igual con nuestros adversarios tenemos que buscar estratagemas efectivas y contundentes para contrarrestarlo, debilitarlo y llevarlo al fracaso. Si lo llevamos a nuestro terreno entonces tendremos mayores ventajas. En eso reside el éxito del campesinado en el valle de Tambo y en las zonas mineras de Cajamarca que pararon en seco al poder de los depredadores de nuestros recursos naturales, aun cuantos estos, tienen el favoritismo gubernamental. Otra gran lección fue la marcha popular de los “cuatro suyos” que hizo huir al sanguinario poder fujimorista.

Señalo todo lo anterior porque creo que las organizaciones políticas estando inmersas en el proceso histórico de nuestro país y del mundo, deberían actualizarse yendo de la mano con la evolución de nuestra realidad para no quedar desfasadas. El sistema político de “democracia representativa” en nuestro país ha evolucionado ajustándose a las conveniencias del poder predominante porque no ha encontrado mayor resistencia a sus arbitrariedades fraudulentas. Pero este régimen, que tiene su basamento en los partidos políticos exclusivamente, está muy viciado a tal punto que genera repudio de la población que se siente suplantada por una representación que no la reconoce como suya.

En sus inicios, los partidos políticos en el Perú emergieron como protesta social frente a los gobiernos antidemocráticos y cumplieron un rol histórico desde mediado del siglo XIX logrando la “democracia representativa” que significó un gran paso en aquella época. Los caudillos tomaban la iniciativa y se la jugaban sobre la base de ideales de mejoramiento nacional. Pero la evolución de la realidad nacional ha cambiado considerablemente desde entonces y la “democracia representativa” ha sido desplazada por la “democracia del dinero” reestructurando todo el sistema político nacional.

Aunque el caudillaje sigue siendo el principal resorte de acceso al gobierno, ya no es tampoco el caudillaje puritano de antaño. Los caudillos de ahora son traficantes de la fe popular que actúan por corruptela política bajo los designios del poder económico interno y externo que son los que financian las campañas electorales de sus testaferros. Los partidos políticos ahora surgen de la nada y cualquier aventurero se convierte en caudillo político “sin saber leer ni escribir”, ideologías. No interesa el respaldo popular porque lo que vale es el respaldo electoral que se consigue simplemente financiando campaña política manipulada. 

De este modo suelen llegar al poder personas indeseables sin que la población tenga otra alternativa debido a la exclusividad que el régimen electoral otorga a los partidos políticos aunque fueren mafiosos. En la última contienda electoral, la ciudadana expresó su repudio a los viejos caudillos amenazando apoyar a nuevas figuras sin advertir el peligro. La maquinaria electoral arbitrariamente eliminó las amenazas valiéndose de cualquier pretexto para que queden en carrera solamente los de su conveniencia.

Si bien los partidos de izquierda ponen por delante sus ideales, tampoco son ajenos al caudillaje y a los vicios degenerativos de los partidos políticos en general. No tienen interés en luchar por el cambio del sistema eleccionario para lograr una democracia más equitativa. Por el contrario, se avienen a él, participando en condiciones desventajosas pero con las mismas prerrogativas de un régimen a todas luces injusto, arbitrario y fraudulento. Utilizan las mismas artimañas que los partidos de derecha sin cuestionar el régimen electoral vigente y los oportunistas electoreros sacan provecho sin merecerlo. En estos días, mientras el pueblo viene luchando contra el poder depredador en provincias de Puno, Cusco, Ancash, Loreto y otros lugares, sufriendo las represiones del nuevo gobierno, los oportunistas pugnan por el acomodo partidista en Lima, lejos de la lucha popular.

Pero el proceso histórico sigue su marcha y transcurrido siglo y medio de la “democracia representativa” es claro que ya no encaja con las expectativas de la ciudadanía en la época actual. Sin embargo, los partidos políticos se hacen los desentendidos porque no les conviene otra forma que la que viene rigiendo y habiendo algunos de ellos llegado al poder precisamente gracias al nefasto sistema electoral vigente tampoco están dispuestos a legislar en contra de sus intereses cambiando las reglas electorales. Entonces la ciudadanía pierde la fe en el sistema político del que depende la suerte familiar.

La derecha sabe muy bien de esta necesidad de cambio pero solo opta por remendar el viejo ropaje electoral sin cambiar la estructura del régimen en el que reside el fundamento de la arbitrariedad y el fraude. Financiar a los partidos políticos es una de sus propuestas de reforma electoral que solo encubre la podredumbre. Lo que se reclama no es mejorar el maquillaje de la vieja “democracia representativa” sino una nueva democracia acorde con las expectativas de la sociedad peruana en el siglo XXI. Una democracia auténtica realmente representativa de todos los sectores de la sociedad peruana.

Una nueva democracia debería ser una de las banderas de la izquierda respondiendo al eco nacional con alternativas viables que satisfagan las aspiraciones sociales de este momento histórico. Dado que el régimen electoral vigente ha sido estructurado premeditadamente para impedir el acceso al poder a las fuerzas populares y consolidar una seudodemocracia basada en el dinero, por propia conveniencia necesitamos de un nuevo régimen electoral más equitativo que despeje el camino, eliminando las vallas interpuestas contra la izquierda.

Esto sería ponerse a la altura de las circunstancias de la época actual tomando la iniciativa de enarbolar las banderas del cambio del sistema democrático. Pero tengamos en cuenta que no se trata de cambiar solamente el régimen electoral de por sí fraudulento, sino de formular una nueva concepción de gobierno democrático, un nuevo sistema de representación política, una nueva etapa republicana.

Esta renovación significa también, innovación en los partidos de izquierda acordes con las exigencias de nuestra época. Actualización ideológica del mensaje político, innovación organizativa y de funcionamiento, renovación de los métodos de trabajo, de la democracia interna y del trabajo político con el pueblo. No podremos crecer orgánicamente sino dejamos atrás los viejos vicios que solo nos ocasionan dispersión y aislamiento del pueblo. No podremos construir el poder popular que necesitamos si no nos desprendemos de los viejos hábitos de maniobras deshonestas.

Para romper con el oportunismo electorero hay que acabar con el exclusivismo de los partidos políticos en el régimen electoral dando al pueblo libertad eleccionaria. Actualmente, todos los partidos políticos incluyendo los de izquierda, son suplantadores de representación social. ¿Qué sector socioeconómico del Perú acreditó como representante a cada uno de los congresistas actuales? ¿A qué sector socioeconómico representan Kuczynski, Keiko, Alan, Toledo? ¿A los pescadores? ¿A los productores agrarios? ¿A los industriales? ¿A los comerciantes?

Si queremos una nueva democracia deberíamos ser más equitativos. En el Congreso de la República deberían estar representados todos los sectores socioeconómicos en la misma proporción que tienen en la sociedad peruana, llenando cupos establecidos equitativamente. Pero no necesariamente acceder exclusivamente a través de los partidos políticos sino permitir otras alternativas como podría ser por elecciones sectoriales. En las instituciones representativas sectoriales están los expertos que más conocen la problemática respectiva y están en mejores condiciones para opinar y legislar.

En un sistema como este, la república se institucionalizará necesariamente desde el nivel local hasta el nacional y sería muy difícil que lleguen al poder tanto indeseable. Pero no me extiendo más porque ya no me queda espacio para seguir sustentando esta temática, pero les dejo la inquietud para lo que pueda ser de utilidad.

Septiembre 2016
Milciades Ruiz
Otra información en https://republicaequitativa.wordpress.com/

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