Martín Vizcarra
Foto: OtraMirada
26/10/2020
Desde que, a poco de andar, el abogado Abanto descalificara a Martín Vizcarra llamándolo “Presidente casual”, resultó claro que el juego de la reacción se orientaba a lograr, por uno u otro camino, la vacancia de la Presidencia de la República y el establecimiento de una sucesión cualquiera.
En un inicio, los planes apuntaron a Mercedes Araoz, pero su conducta resultó tan errática, que la idea naufragó sin consecuencias mayores. Entonces -como además, el tiempo apremia- surge ahora otra idea: sustituir al Jefe del Estado reemplazándolo por el Presidente del Congreso.
En todo caso, eso asoma “más constitucional” sobre todo si se le alumbraba con la siempre encendida vela de Valentín Paniagua, que cumpliera un honroso papel en el pasado.
Varios argumentos se esbozaron a largo del tiempo para arribar a ese propósito. Se dijo primero que a éste Martín, nadie le había hecho el milagro, ni elegido; que había llegado a esa función por suerte, y porque conspiró -desde Canadá- para derribar al titular de la plaza. Y eso, lo aseguraron quienes pugnaron por echar a PPK dado que querían castigar su “atrevimiento”: le ganó la elección a Keiko el 2016.
La campaña no prendió porque Vizcarra cerró el Congreso, ganándose una reconocida adhesión ciudadana. Allí se alzó la “amenaza” de la señora Araoz como una suerte de Guaidó con faldas, proclamada “Presidenta” para que fuera “reconocida” por quien quiera. Esa maniobra tampoco dio resultado.
La elección de un nuevo parlamento, pareció traer algo nuevo, pero no fue así. De hecho el tema abrió la posibilidad de jugar nuevas cartas. Esta vez apostaron por soplar al oído de cada parlamentario la posibilidad de mantenerse en el cargo un tiempo mayor, o buscar una reelección originalmente descartada. Esas mismas voces tentaron al Presidente del Congreso con una banda presidencial en el pecho. Y pareciera que, en ambos extremos, se cumplió aquello que la gota continua, orada la piedra.
Este año, se han usado otras cartas: una intensa presión destinada a demostrar que el fracaso de la emergencia sanitaria y el incremento del COVID, era exclusiva responsabilidad del Mandatario, al que simplemente adjetivaron de “incapaz”. Repetido el argumento hasta el fin, hubo quienes lo asimilaron.
Nada importó que el Perú fuera en la región, el país con el peor sistema sanitario, y la más deteriorada estructura hospitalaria. Igual, culparon a Vizcarra por la falta de camas UCI, de salas de emergencia, de respiradores mecánicos y hasta de balones de oxígeno.
Ante los ojos de algunos medios, el Presidente era el único culpable de todo lo que faltaba. Tampoco dio resultado. Finalmente se llegó al momento del retorno. Las cifras mortales disminuyeron, y los contagios dejaron de crecer con la rapidez que se temía. Pero eso, fue atribuido a la “inmunidad de rebaño”.
Entonces asomó la nueva carga: acusar a Vizcarra por corrupción. Primero, fue el “caso Swing”, que careció de consistencia real. Luego, se habló del Hospital Regional de Moquegua, y el sustento fue débil. Debieron cambiar de caballo: el Proyecto de Lomas de Ilo, adjudicado a Obrainsa.
La tesis no funciona, porque el proyecto no fue tramitado por Vizcarra, sino por la Oficina de Naciones Unidas encargada de esos asuntos, la ONAPS. Hoy se busca un nuevo tema: el Presidente “no es garantía electoral”. Entonces, debe ser reemplazado. El “caso”, lo difirieron para noviembre.
En realidad, lo que buscan es otra cosa: Instalar un nuevo Presidente cuya decisión sea postergar el proceso electoral próximo, arguyendo la crisis sanitaria y la falta de transparencia en las normas electorales. Esto, porque el Congreso se vio forzado a aceptar a regañadientes, disposiciones que quisiera dejar sin efecto, como la que prohíbe la postulación de sentenciados en primera instancia.
Diferir los comicios por un par de años,-también le conviene a Antauro y a su socio de aventuras Edgar Alarcón- garantizaría superar la pandemia, y reajustar las bases para un “proceso realmente transparente”. De por medio, un Presidente interino, y un Congreso en funciones hasta el 2022.
En el fondo, lo que temen es la dispersión de la derecha y el pánico que aquí se reproduzca el fenómeno boliviano: la unidad de la izquierda, que lleve a una victoria a fuerzas que luchan realmente por un cambio social. Esto último, no es imposible, y les escarapela el cuerpo.
El 20 de octubre habló la “Coordinadora Republicana”, en documento suscrito por lo más rancio de la aristocracia politiquera de hoy. Pide a la Fuerza Armada que retire su apoyo a Vizcarra. Hasta ahí su juego.
Lo que cabe preguntarse es ¿qué vela, en este entierro, tiene el Frente Amplio?, porque la Izquierda –ni el pueblo- sacan nada en claro con este embrollo.
Aquí sólo hay una pendiente golpista de la derecha. Hasta Hildebrandt advierte.
https://www.alainet.org/es/articulo/209488
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