miércoles, 31 de enero de 2024

LENIN Y LA CONQUISTA DEL PODER

 


Publicado el 31 de enero de 2024 

Por Antonio Liz

 

Índice

Presentación

Marx

Tesis de Abril

Las contradicciones se agudizan

Jornadas de Julio

Kerenski y Kornilov

La rueda gira a la izquierda

La Revolución de Octubre

Presentación

Este texto monográfico explica y documenta cómo Lenin dirige la conquista del Poder. Pertenece a parte del Capítulo IV de mi biografía “Lenin. Estratega de los desheredados (1870-1924)”. Lo precedo con unas citas de Marx que muestran la interrelación política estratégica entre Marx y Lenin.

Madrid, 7, diciembre, 2023.

Marx

Marx en 1845, en la XI Tesis sobre Feuerbach,  dijo que “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo[1] y en 1864, en un texto que será incluido en los Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) en 1871, concretó el camino a recorrer: “En su lucha contra el poder unido de las clases poseedoras, el proletariado no puede actuar como clase más que constituyéndose él mismo en partido político distinto y opuesto a todos los antiguos partidos políticos creados por las clases poseedoras[2]. Esta constitución del proletariado en partido político es indispensable para asegurar el triunfo de la Revolución social y de su fin supremo: la abolición de las clases. La coalición de las fuerzas de la clase obrera, lograda ya en la lucha económica debe servirle asimismo de palanca en su lucha contra el poder político de sus explotadores. Puesto que los señores de la tierra y del capital se sirven siempre de sus privilegios políticos para defender y perpetuar sus monopolios económicos y para sojuzgar al trabajo, la conquista del Poder político se ha convertido en el gran deber del proletariado[3][4].

Marx dejaba claro lo que significaba el marxismo en el terreno político, la lucha de la clase trabajadora no solo para defenderse de la explotación inmediata sino para conquistar el poder a través de su propio partido político con un objetivo estratégico para el conjunto de la humanidad: la abolición de las clases.

Lenin seguirá la enseñanza de Marx de principio a fin: creará el Partido de la clase trabajadora, conquistará el Poder y dejará bien claro que el Estado socialista es un Estado transitorio en el camino de conquistar una sociedad planetaria sin explotación y discriminación, una sociedad sin clases.

Entre finales del XIX y comienzos del XX Lenin creó el Partido revolucionario de la clase trabajadora, conocido genéricamente como el Partido Bolchevique. El proceso de creación se consolida cuando la fracción bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR) se convierte en un partido de revolucionarios y revolucionarias profesionales, es decir, de hombres y mujeres dedicados a tiempo completo a la tarea de organizar y concienciar a la clase trabajadora con el objetivo estratégico de conquistar el Poder.

Tesis de Abril

La posibilidad histórica de conquistar el poder empezó en la Rusia zarista en febrero de 1917. Previamente, la Revolución de 1905 había sido una fuente de enseñanza capital para Lenin lo que le permitió poner en la escena histórica al Partido Bolchevique. No obstante, en febrero de 1917 el Partido Bolchevique era una espada política sin afilar porque Lenin estaba en el exilio y la “dirección” del Partido en Petrogrado[5] (Kámenev, Stalin y Muránov) no tenía las luces políticas puestas ya que se dedicaba a apoyar “críticamente” al Gobierno Provisional. Este apoyo era criticado por los cuadros revolucionarios bolcheviques entre la clase trabajadora, los marineros y soldados. Esta contradicción entre la “dirección” y los cuadros revolucionarios la vendrá a solucionar Lenin a partir de su llegada a Petrogrado en abril de 1917.

A las 23.00 horas del 3 (16)[6] de abril de 1917 Lenin llega a la estación Finlandia de Petrogrado. En palabras de Sujánov, actor y cronista de la revolución, “el tren llegó muy tarde. Pero al final llegó. En el estrado se oyó una “Marsellesa” atronadora, se oyeron vítores”[7]. Hay una muchedumbre de obreros y soldados esperándole, la militancia bolchevique ha divulgado la noticia de la llegada de Lenin por fábricas y regimientos. Un destacamento trae un proyector que iluminará la escena. El Soviet ha mandado al presidente de su Comité Ejecutivo, Chjeidze, para que reciba oficialmente a Lenin. Llega el tren, las tropas están formadas, los obreros apiñados. Para sentir un poco el apasionado ambiente recurramos a una coetánea de los hechos que nos advierte que “aquellos que no han vivido la revolución no pueden imaginar su belleza solemne y grandiosa”[8]. Lenin baja del tren, la banda militar toca la Marsellesa, le reciben con un ramo de flores y Chjeidze echa un discurso ajeno al pensar de Lenin. Este, sin hacerle el menor caso, se sube a una mesa y dice unas palabras que se oyen por primera vez en la capital de la revolución: “¡Queridos camaradas, soldados, marineros y trabajadores! Me alegra saludar en su persona a la revolución rusa victoriosa, saludarles como la vanguardia del ejército proletario mundial. La guerra imperialista de saqueo es el comienzo de una guerra civil en toda Europa (…). El amanecer de la revolución socialista mundial ya ha comenzado.

Todo está hirviendo en Alemania. Hoy o mañana, o cualquier día puede estallar el colapso de todo el imperialismo europeo. La revolución rusa, realizada por ustedes, sentó las bases y abrió una nueva era. ¡Viva la revolución socialista mundial!”[9]. Más Marsellesa y gritos populares. Lenin se sube a una tanqueta que está en la plaza y se dirige otra vez a la multitud. Vuelve a machacar el argumento, “la quiebra del imperialismo europeo puede producirse cualquier día, incluso hoy o mañana. La Revolución rusa hecha por vosotros, es el comienzo de esa quiebra y el inicio de una nueva época. ¡Viva la revolución socialista mundial!”[10].

Desde la estación le llevan al Palacio Kshesinskaia, en la bifurcación del río Neva, donde han instalado los bolcheviques su cuartel general. La distancia es muy corta, ya que solo hay que cruzar un puente, pero la marcha duró alrededor de una hora porque “toda la multitud siguió en masa al automóvil”[11] en el que va Lenin. En el Palacio Kshesinskaia Lenin, ya sobre las 00.30 horas, echa un discurso que es una primera exposición de lo que serán las Tesis de Abril. El auditorio se queda pasmado. Como no se conocían sus Cartas desde lejos y el discurso de la estación aún no se había asimilado, las palabras de Lenin cogieron de improviso a los oyentes. Cuenta el marinero bolchevique Raskólnikov, el líder de los marineros de Kronstadt, que estaba en la sala de recepción, “el discurso del camarada Lenin duró casi una hora. La audiencia permaneció inmóvil con una atención intensa y constante. Los trabajadores más responsables del partido estaban allí representados pero, incluso para ellos, lo que Ilich dijo constituyó un verdadera revelación. Entre las tácticas del pasado y las actuales había un Rubicón (…). Este discurso fue histórico, en todo el sentido de la palabra”[12]. Cuenta el menchevique y cronista Sujánov, “no puedo olvidar este discurso atronador, que conmocionó y asombró no solo a mí, un hereje errante accidentalmente, sino a todos los fieles. Sostengo que nadie esperaba algo como esto”[13]. Al poco de terminar el discurso Krupskaia y Lenin se van a dormir a la casa de Anna y su marido Mark. Era la primera noche de Lenin y Krupskaia en Petrogrado después de años de emigración. Las sensaciones que tenían eran tan intensas que apenas hablaron: ¡ya en Petrogrado y en plena revolución!

Al día siguiente, el 4 de abril, Lenin dará dos discursos en el Palacio de Táuride, sede del Soviet y del Gobierno Provisional. Primero ante una reunión de bolcheviques y después ante un auditorio de bolcheviques y mencheviques. Lenin insiste en los argumentos de la madrugada anterior y el efecto que producen sus palabras entre los oyentes de la segunda reunión es rotundo. Uno de los presentes, después de oír el discurso grita “¡Delirios! ¡Los delirios de un loco!”[14], mientras otro dice, “Lenin ha presentado ahora su candidatura a un trono en Europa, que ha estado vacío durante 30 años: ¡este es el trono de Bakunin! En las nuevas palabras de Lenin se pueden escuchar los viejos tiempos: escuchan las verdades del obsoleto anarquismo primitivo”[15]. Y Plejanov, el que fuera el introductor del marxismo en Rusia, dirá que “Lenin vive en un universo fantástico donde no hay días ni meses”[16]. Chjeidze, el presidente del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, comentará “dejémosle vivir fuera de la revolución mientras que nosotros –el resto de nosotros- seguimos el camino revolucionario”[17]. De los allí presentes, Aleksandra Kollontai fue la única persona que salió en defensa de las tesis de Lenin y lo hizo con un “fervoroso discurso”[18].

La lucha política continúa. Lenin el día 7 publica, con su exclusiva firma, sus Tesis de Abril en Pravda, que serán reproducidas por otros periódicos bolcheviques de Moscú, Járkov, Ufa, Bakú, Tiflis y otras ciudades. En las diez tesis sintetiza la esencia política de sus anteriores discursos:

1.      “En nuestra actitud ante la guerra, que por parte de Rusia sigue siendo indiscutiblemente una guerra imperialista de rapiña, también bajo el gobierno de Lvov y Cía., en virtud del carácter capitalista de este gobierno, es intolerable la más pequeña concesión al “defensismo revolucionario”. El proletariado consciente solo puede dar su asentamiento a una guerra revolucionaria, que justifique verdaderamente el defensismo revolucionario, bajo las siguientes condiciones: a) paso del poder a manos del proletariado y de los sectores más pobres del campesinado a él adheridos; b) renuncia de hecho, y no de palabra, a todas las anexiones; c) ruptura completa de hecho con todos los intereses del capital (…).

2.     La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso[19] de la primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado de conciencia y organización, a su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado (…).

3.     Ningún apoyo al Gobierno Provisional; explicar la falsedad de todas sus promesas, sobre todo de la renuncia a las anexiones. Desenmascarar a este gobierno, que es un gobierno de capitalistas, en vez de propugnar la inadmisible e ilusoria “exigencia” de que deje de ser imperialista.

4.    Reconocer que, en la mayor parte de los Soviets de diputados obreros, nuestro partido está en minoría y, por el momento, en una minoría reducida, frente al bloque de todos los elementos pequeños burgueses y oportunistas –sometidos a la influencia de la burguesía y que llevan dicha influencia al seno del proletariado (…). Explicar a las masas que los Soviets de diputados obreros son la única forma posible de gobierno revolucionario (…). Mientras estemos en minoría, desarrollaremos una labor de crítica y esclarecimiento de los errores, propugnando al mismo tiempo la necesidad de que todo el poder del Estado pase a los Soviets de diputados obreros, a fin de que, sobre la base de la experiencia, las masas corrijan sus errores.

5.     No una república parlamentaria –volver a ella desde los Soviets de diputados obreros sería un paso atrás-, sino una república de los Soviets de diputados obreros, braceros y campesinos en todo el país, de abajo arriba. Supresión de la policía, del ejército y de la burocracia. Es decir, sustitución del ejército permanente con el armamento general del pueblo. La remuneración de los funcionarios, todos ellos elegidos y amovibles en cualquier momento, no deberá exceder del salario medio de un obrero cualificado[20].

6.    En el programa agrario, trasladar el centro de gravedad a los Soviets de diputados braceros. Confiscación de todas las tierras de los latifundistas. Nacionalización de todas las tierras del país, de las que dispondrán los Soviets locales de diputados braceros y campesinos. Creación de Soviets especiales de diputados campesinos pobres (…).

7.     Fusión inmediata de todos los bancos del país en un Banco Nacional único, sometido al control de los Soviets de diputados obreros.

8.    No “implantación” del socialismo como nuestra tarea inmediata, sino pasar únicamente a la instauración inmediata del control de la producción social y de la distribución de los productos por los Soviets de diputados obreros.

9.    Tareas del partido: a) celebración inmediata de un congreso del partido; b) modificación del programa del partido, principalmente: 1) sobre el imperialismo y la guerra imperialista, 2) sobre la posición ante el Estado y nuestra reivindicación de un “Estado-Comuna”, es decir, de un Estado cuyo prototipo dio la Comuna de París, 3) reforma del programa mínimo, ya anticuado; c) cambio de denominación del partido. En lugar de “socialdemocracia”, cuyos líderes oficiales han traicionado al socialismo en el mundo entero, pasándose a la burguesía (lo mismo los “defensistas” que los vacilantes “kautskianos”), debemos denominarnos Partido Comunista. 10. Renovación de la Internacional. Iniciativa de constituir una Internacional revolucionaria, una Internacional contra los socialchovinistas y contra el “centro””[21].

Eran el programa de la revolución social. No obstante, el Comité Bolchevique de Petrogrado las rechaza. Stalin dirá que “estas tesis no son más que un esquema que carece de hechos”[22]. Kámenev también las rechaza públicamente en un artículo en Pravda, “en cuanto al esquema general del camarada Lenin, nos parece inaceptable en la medida en que parte del reconocimiento del carácter acabado[23] de la revolución burguesa y confía en la transformación inmediata de esta en revolución socialista. La táctica que se desprende de esta apreciación está en profundo desacuerdo con la que los representantes de Pravda defendieron en la conferencia panrusa de los soviets”[24]. Así, estos “líderes” bolcheviques se posicionaban contra Lenin tal y como lo hacían los mencheviques y socialistas-revolucionarios. El líder de estos últimos, Víctor Chernov, que al poco será ministro de Agricultura, escribirá en Dielo Naroda (La Causa del Pueblo), el periódico de los eseristas, que “Lenin es hombre de gran capacidad pero las condiciones anormales de la vida clandestina han empequeñecido y embotado del modo más lamentable sus facultades”[25]. Además de esto se empezará a decir que Lenin es un espía de la Alemania del II Reich y a proferir amenazas de muerte en su contra. Pero Lenin no se arredra y el 9 de abril advierte a los “líderes” bolcheviques en Pravda que está dispuesto a la escisión ya que dice que creará “un partido comunista proletario del que los mejores partidarios del bolchevismo ya han puesto las bases”[26]. Era todo un aviso para los komitetchiki (hombres del comité) ya que los obreros bolcheviques sí estaban con Lenin como van a demostrar rápidamente las dos Conferencias del Partido Bolchevique, la de Petrogrado que se celebra del 14 al 22 de aquel mismo mes de abril, a la que asistieron 57 delegados en representación de unos 15.000 militantes, y la VII Conferencia del POSDR, que se celebra también en Petrogrado, desde el 24 al 29 de abril, en la que participaron 151 delegados que representaban alrededor de 80.000 militantes. Lenin abrió la VII Conferencia de la siguiente manera: “Camaradas: Nuestra conferencia se reúne como la I Conferencia del partido proletario en condiciones de avance no solo de la revolución rusa, sino también de la revolución internacional (…). Al proletariado ruso le ha correspondido el gran honor de empezar pero no debe olvidar que su movimiento y su revolución son solamente una parte del movimiento proletario revolucionario mundial, que en Alemania, por ejemplo, aumenta de día en día con fuerza creciente. Solo desde este ángulo visual podemos determinar nuestras tareas. Declaro abierta la Conferencia de Toda Rusia y ruego que se proceda a elegir la mesa”[27]. Esta Conferencia, como la anterior, aprueba las Tesis de Lenin. Además, elige un nuevo Comité Central y Lenin es el más votado de todos los candidatos. El Partido Bolchevique ya tenía su propia línea política gracias a la dirección de Lenin y al apoyo de los cuadros obreros del partido. Esto se daba en el momento en que las contradicciones políticas de la revolución democrática se estaban agudizando.

* Dada la extensión del texto lo adjuntamos en versión PDF para que puedan seguir leyéndolo.

·         Texto completo: LENIN y la conquista del Poder

 

[1] K. Marx. F. Engels. Obras escogidas, 2. Akal (1975), p.428.

[2] La cursiva es nuestra.

[3] La cursiva es nuestra.

[4] K. Marx. F. Engels. Obras escogidas, 1. Akal (1975), pp.400-401.

[5] Al comenzar la Primera Guerra Mundial San Petersburgo pasó a llamarse Petrogrado (la ciudad de Pedro) porque el primer nombre sonaba a alemán.

[6] El calendario ruso (juliano) iba 13 días atrasado con respecto al occidental (gregoriano). Así, las fechas entre paréntesis indican el día correspondiente al calendario occidental.

[7] Nicolas N. Sukhanov. La Révolution Russe, 1917.Editions Stock (1965), p. 134.
[8] Nadiezhda Krupskaya. Lenin. Su vida, su doctrina. Rescate (1984) PDF, p. 307.

[9] Nicolas N. Sukhanov. La Révolution Russe, 1917.Editions Stock (1965), p. 135.
[10] E.H. Carr. Historia de la Rusia soviética. La Revolución bolchevique (1917-1923). Tomo I. Alianza (1972), p. 95.
[11] Lenin. Obras Completas en 55 Tomos. Tomo 31. Progreso (1981-1988), p. 104.
[12] Alan Woods. Bolchevismo, el camino a la revolución. Fundación Federico Engels (2003), pp. 644-645.

[13] Nicolas N. Sukhanov. La Révolution Russe, 1917.Editions Stock (1965), p. 142.
[14] E.H. Carr. Historia de la Rusia soviética. La Revolución bolchevique (1917-1923). Tomo I. Alianza (1972), p. 96.
[15] Nicolas N. Sukhanov. La Révolution Russe, 1917.Editions Stock (1965), p. 142.
[16] Jean-Jacques Marie. Lenin. POSI (2008), p. 146.
[17] Robert Payne. Vida y muerte de Lenin. Destino (1965), p .282.
[18] Nadiezhda Krupskaya. Lenin. Su vida, su doctrina. Rescate (1984) PDF, p. 309.
[19] Cursivas en el texto original.
[20] En el texto se dice “calificado” pero el propio contexto indica que es “cualificado”.
[21] Lenin. Entre dos revoluciones. Artículos y discursos de 1917. Progreso (1981), pp. 51-54.
[22] Jean-Jacques Marie. Stalin. Palabra (2003), p. 154.
[23] Cursiva en el texto original.
[24] Gerard Walter. Lenin. Grijalbo (1983), p. 285.
[25] Robert Payne. Vida y muerte de Lenin. Destino (1965), p. 283.
[26] Jean-Jacques Marie. Stalin. Palabra (2003), p. 154.
[27] Lenin. Obras Escogidas en 3 Tomos. Tomo 2. Akal (1975), p. 83.

Fuente: https://kaosenlared.net/__trashed-12/

 

LA GESTIÓN SOCIAL DEL BIEN COMÚN

 


Dr. Hugo SALINAS

hugosalinasgonzalez@gmail.com

Cada vez es más evidente que nos encontramos en una Crisis de Civilización. Este fenómeno económico, social, político, filosófico, religioso…, se presenta con mayor crudeza desde el siglo XVI, cuando la acumulación y centralización de riquezas, en muy poquísimas manos y en cantidades nunca antes imaginadas, se realiza a nivel local, nacional y mundial. Pero, en verdad, esta crisis de civilización tiene sus orígenes hace unos diez mil años, a partir del cual, todo el esfuerzo de un pueblo se concentra y se centraliza en muy poquísimas manos.

Nos encontramos ante un fenómeno de globalización que, por tanto, debería ser positivo para el desarrollo de todos los seres humanos y de su sociedad. Y, sin embargo, viene acentuando cada vez con mayor crudeza el desempleo y la pobreza en inmensas franjas de la sociedad a nivel mundial. Y a partir de ello se generaliza con intensidad inaudita enfermedades sociales como la corrupción, la criminalidad, el negocio ilícito, la drogadicción, el odio del otro…

Esta crisis de civilización, lo estamos viendo, tiene por origen a lo que hemos llamado la Repartición individualista de la totalidad de la riqueza generada por todo un pueblo. Y no hay otra salida que implementar, conscientemente, un nuevo tipo de repartición como el que la Humanidad ya ha practicado en sus orígenes. Y se trata de la Repartición más o menos igualitaria de la totalidad de la riqueza creada entre todos los habitantes del país. Es decir, lo que genera un pueblo vuelva hacia él, en partes más o menos iguales.

Cada uno de estos dos tipos de repartición genera sus propias instituciones para perdurar en el tiempo. En el caso de la Repartición Individualista, como lo estamos viviendo actualmente, y desde hace diez mil años, se tratan de la Democracia Censitaria en su modalidad de Democracia Representativa; de la propiedad privada y de la organización centralizada del Estado en sus diferentes niveles de gestión, así como de la violencia organizada institucionalmente y de sus medios de comunicación masivo, incluido un sistema de educación pública ad hoc al pensamiento de los poderes dominantes.

La nueva civilización, que inexorablemente se apoyará en la Repartición más o menos igualitaria de la totalidad de las riquezas creadas por el pueblo, está ya generando nuevas instituciones para su puesta en vigencia y su perduración en el tiempo, como la propiedad común o comunitaria, la organización del Estado en forma horizontal, las empresas-país para la gestión social del bien común, la emisión monetaria en su forma de financiamiento ilimitado para incentivar y apoyar el emprendimiento individual en plena armonía con su sociedad. De igual modo, este financiamiento ilimitado facilita la creación y desarrollo de las empresas-país destinadas a gestionar los rubros más importantes del país. Sin olvidar que se requerirá de una policía de proximidad.

El funcionamiento, eficiente y eficaz, de estas nuevas instituciones se realizará con una implicación directa, mental y material, de cada uno de los habitantes del país, puesto de lo que se trata es de realizar la mejor gestión de sus propios bienes económicos comunitarios en provecho tanto del individuo como de la sociedad. Este será la gran diferencia, en el manejo del bien común con el que actualmente se realiza.

Es decir, la gestión social del bien común será el gran sello de la nueva Civilización en curso de formación. Con ello habremos alcanzado el reencuentro entre el individuo y su sociedad; entre un resultado de la actividad socio-económica en provecho tanto del individuo como de su sociedad. En corto, estamos frente al nacimiento de una nueva Civilización que facilitará el florecimiento de la individualidad en una igualdad de oportunidades para todos y en plena armonía con los intereses de la sociedad.

Una vez más, la nueva Civilización en proceso de formación tendrá por sello, la gestión social del bien común, en total contradicción con la gestión individualista de los bienes de la sociedad, tal como se conduce actualmente. Y ello conlleva la tarea de cada uno de los miembros de la sociedad, en las décadas a venir, consistente en el aprendizaje de la gestión social del bien común.

Durante diez mil años los poderes fácticos y sus lacayos nos han apartado del manejo de nuestros bienes comunes y nos han puesto en un enfrentamiento permanente con nuestro medio ambiente. Es hora de volver a ser seres humanos a cuerpo entero, en plena armonía con la Naturaleza, y dejar de ser las bestias de carga de aquellos que, con nuestro esfuerzo se enriquecen y, además, nos someten manu militari.

Saint-Nazaire 29 de enero del 2024

 

lunes, 29 de enero de 2024

DENG XIAO PING Y EL MARXISMO COMO ARTE PROLETARIO DE GOBERNAR

 



Internacional  

Sebastián León

 

“No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato.”
 Deng Xiaoping, durante la gira de inspección del sur de China

Cuando pensamos en la modernidad solemos pensar en el capitalismo y en las instituciones jurídico-políticas que a menudo lo acompañan. Esto puede llevarnos a una concepción de la modernidad como un evento mayormente negativo, por la serie de sucesos históricos sangrientos que acompañaron y hasta el día de hoy acompañan la expansión del capitalismo y de la democracia liberal[1].

Por ello, tendemos a olvidar su faz “subjetiva”, “cultural” o, más precisamente, “normativa”: el hecho de que, en un inicio, para los principales representantes intelectuales y políticos de la incipiente cultura burguesa, la modernidad era concebida fundamentalmente como un proyecto político de raigambre platónica, cuya finalidad era la organización racional de la sociedad con miras al bienestar individual y la prosperidad general.

Hoy en día solemos concebir el liberalismo como una ideología política que defiende la “libertad individual” (concebida, en términos puramente abstractos y negativos, como la falta de constreñimientos), pero el padre de la teoría política liberal, John Locke, entendía su propuesta filosófico-política como la defensa de un nuevo “arte de gobernar[2]”, según el cual la mejor manera para que un Estado se volviera rico, próspero y poderoso era, por un lado, el aumento de las tierras laborables en su territorio, y por el otro, el garantizar el derecho de los individuos a emplearlas para aumentar su valor (y, por supuesto, la disponibilidad de mano de obra presta para trabajar)[3].

La libertad defendida por esta primera versión del liberalismo no implicaba tanto la libertad de los individuos en toda la extensión del término como la posibilidad de estos de disponer libremente de su propiedad[4] y de participar en una serie de transacciones económicas fundadas en el principio del libre cambio[5]. Locke no era tanto un demócrata como el defensor del gobierno de una élite cuya legitimidad descansaba sobre la posesión de un saber sobre la manera correcta de gobernar (esto es: de organizar la sociedad); lo que diferenciaba a esta élite liberal ilustrada de la antigua aristocracia platónica es que la sabiduría de aquella ligaba la prosperidad del Estado inextricablemente al derecho del individuo a procurar su propio bienestar (aunque fuera en la dimensión restringida de lo económico)[6].

Eventualmente, con la superación del modo de producción feudal y la maduración de la economía de mercado, este novedoso arte del gobierno liberal evolucionaría en la primera ciencia propiamente moderna: la economía política. El escocés Adam Smith, padre de esta nueva ciencia, comprendería a la perfección la relación entre los mercados y el gobierno, insistiendo en su famosa obra La riqueza de las naciones (que definiera como un tratado sobre el gobierno) que este último no solo era el encargado de crear las condiciones morales, jurídicas e institucionales[7] que hacían posible la existencia de los mercados, sino que debía usarlos para crear un equilibrio entre las fuerzas antagónicas de las distintas clases sociales que conformaban la comunidad política. Para Smith, el buen gobernante debía alzarse por sobre los intereses cortoplacistas de empresarios y trabajadores, estableciendo condiciones que los llevaran a aumentar la productividad del trabajo social y a generar un grado de riqueza tal que dirigiría a la nación hacia la opulencia general[8].

El filósofo alemán Georg Hegel, a quien Marx consideraba como su maestro, daría un paso más allá de Smith, explicitando lo que para él era el principio fundamental del Estado nación moderno: “la esencia del nuevo Estado es que lo universal está unido con la completa libertad de la particularidad y con la prosperidad de los individuos”[9].

A diferencia de los pensadores liberales, Hegel (que, además de estar influido por las ideas económicas de Smith, también estaba muy influenciado por el republicanismo francés[10]) consideraba que los individuos modernos no se darían por satisfechos con la mera persecución del interés económico: la idea moderna del bienestar individual (atada, como hemos mencionado, a la idea de la paz y la prosperidad colectivas) evolucionaba de tal manera que ningún individuo ya era capaz de concebir su propio bienestar como algo independiente del grado más elevado posible de libertad individual.

Por ello, para Hegel, una sociedad que no garantizara tanto libertad como bienestar material para cada uno de sus ciudadanos (ya no meramente súbditos) era una sociedad que inevitablemente estaba condenada a destruirse desde dentro, corroída por la lucha entre los que podían disfrutar de este derecho y los que no. Así, para Hegel, el crisol histórico del que emerge la sociedad burguesa tiene como resultado el hecho de que, por primera vez en la historia, la libertad, junto con el bienestar material que permite disfrutarla, se convierte en una obligación ética de la sociedad hacia cada uno de sus miembros en particular, que de no verse satisfecha daría lugar a una crisis de legitimidad de las instituciones y al caos social.

En pocas palabras, el autor alemán reconocía que, si la sociedad no estaba a la altura de sus obligaciones hacia sus miembros, estos últimos no tenían mayores razones para respetarla o preservarla. La paradoja de la sociedad burguesa, de la que ya Hegel era consciente, es que el mismo mecanismo de mercado que le habría permitido producir más riqueza que en cualquier otro momento de la historia humana – esto es, el imperativo de la acumulación de capital— habría dado lugar al mismo tiempo a la miseria más inhumana que jamás haya existido, incrementando las filas de los desposeídos a en la misma proporción en que la riqueza producida se va concentrando en cada vez menos manos[11].

Esta realidad llevaba a que un sector cada vez mayor de la sociedad no pudiera beneficiarse de la riqueza material y cultural producida, y que, como consecuencia de esta precariedad, le resultase imposible vivir libremente (convirtiéndose en un riesgo permanente para la sociedad burguesa). No obstante, si bien Hegel llegó a vislumbrar el problema y propuso una serie de correctivos para mantener la sociedad cohesionada, será Marx el primero en comprender que se trata de un fallo estructural del sistema capitalista, una ley necesaria de su funcionamiento que no puede ser superada desde las coordenadas del mismo:

«Las mismas causas que desarrollaron el poder expansivo del capital también desarrollan la fuerza de trabajo a su disposición. Así, la masa relativa del ejército industrial de reserva incrementa con la energía potencial de la riqueza. Pero mayor es la masa de la población superflua consolidada, cuya miseria está en razón inversa a la cantidad de tortura que debe sufrir bajo la forma del trabajo. Finalmente, cuanto mayor es la miseria dentro de la clase obrera y el ejército industrial de reserva, mayor es el pauperismo oficial. Esta es la ley general, absoluta, de la acumulación capitalista.» [12]

Por esta razón Marx ya no propondrá paliativos, sino atacar directamente la raíz estructural del problema: la institución burguesa de la propiedad privada, fundamento último del control capitalista de los medios de producción y del conjunto de las relaciones sociales capitalistas, así como causa eficiente de la insalvable asimetría de poder social entre trabajadores y capitalistas. Solo aboliendo la propiedad privada de los medios de producción y trascendiendo el capitalismo será posible realizar en el mundo material esa armonía entre el interés universal de la sociedad y la libertad y bienestar de cada individuo particular que Hegel consideraba la “esencia” del Estado moderno. Paradójicamente, hacer realidad dicho ideal implicará abandonar toda concepción abstracta del Estado como una entidad “neutral”, situada por encima del antagonismo entre clases sociales (es decir, toda concepción ahistórica del mismo).

Es así que, a medida que se va consolidando como la ideología del movimiento obrero, el marxismo defenderá una praxis política revolucionaria que exige, como un primer paso crucial para la reestructuración de las relaciones sociales y la transformación radical de la sociedad, la toma del poder estatal por parte del proletariado y la consolidación de una dictadura del proletariado, inaugura el camino al socialismo[13] con la expropiación política de la burguesía. Los socialistas han de dejar atrás, por principio, todo flirteo con el ideal de un entendimiento entre clases productoras y clases propietarias[14].

Durante muchos años, el marxismo (el materialismo dialéctico y su aplicación al mundo social como materialismo histórico), sería teoría de la táctica y estrategia revolucionarias, sistematización de la experiencia de lucha de la clase trabajadora con miras a la revolución política y el establecimiento de la dictadura del proletariado[15]. Pero cuando llegaron las primeras revoluciones socialistas exitosas, el marxismo tuvo que estar a la altura de las nuevas circunstancias: los revolucionarios que habían llegado al poder debían convertirse en estadistas. La teoría revolucionaria debía convertirse en un arte de gobernar diferente del de la burguesía. Se hacía necesario un arte de gobernar proletario, que ayudara a organizar la sociedad en función de los intereses de la clase trabajadora (y de las demás clases populares).

La diferencia fundamental entre ambas formas de entender el gobierno probablemente se halla en el método del marxismo, que lo diferencia de la economía política burguesa: el marxismo tiene una aproximación dialéctica y materialista, que presupone que en el universo material que nos revelan las ciencias modernas no existe nada estático, que en este rigen siempre el cambio y el movimiento y que lo que en el presente es de una cierta manera, bajo ciertas condiciones, puede transformarse en su contrario. Por esta razón, el marxismo no acepta fórmulas abstractas universalmente válidas, y, aplicando la comprensión dialéctica a la sociedad, descubre el terreno de la historia (en contraste con la ciencia burguesa, que a menudo desconoce la historicidad de sus objetos de estudio y no llega a comprender adecuadamente las dinámicas internas de la sociedad).

Así, la característica principal de un aparato gubernamental orientado por la teoría marxista será su capacidad de adaptarse y responder adecuadamente a las crisis y problemáticas que van presentándose en el largo proceso durante el cual se busca crear las condiciones materiales que posibiliten la eliminación de la propiedad privada, la superación de las relaciones sociales capitalistas y la abolición definitiva de las clases sociales (con miras a hacer una realidad efectiva la promesa moderna de autonomía y bienestar material).

Entre todos los grandes revolucionarios que han surgido de las filas del marxismo, quizá quien mejor ha encarnado el ideal del estadista proletario haya sido Deng Xiaoping. Esta es una afirmación polémica, ya no solo porque ha habido tantos otros políticos geniales en la historia del comunismo internacional[16], sino sobre todo por la reputación que tiene Deng entre algunos círculos socialistas, especialmente entre los llamados “maoístas”, de haber “traicionado” a su antecesor Mao Zedong y a la Revolución China, y por haber llevado a la República Popular China “de regreso al capitalismo”.

Esta acusación, por supuesto, se refiere a la famosa política de “reforma y apertura” iniciada por el líder chino a inicios de la década del 80, que encuentra su justificación teórica en lo que el Partido Comunista Chino llama la “Teoría Deng Xiaoping”.

Quisiera defender brevemente que es precisamente en la reforma y apertura y en la Teoría Deng Xiaoping que podemos identificar el perfeccionamiento al que llevó Deng al marxismo, entendido como un arte de gobernar.

Primero, es necesario preguntarse, ¿de dónde derivan las acusaciones contra Deng? La respuesta es sencilla: derivan, principalmente, de la identificación del socialismo con la colectivización de la propiedad, basada en el modelo instaurado en la URSS por Stalin a inicios de la década del 30, y que, con más o menos diferencias, adoptarían la mayoría de países socialistas durante la segunda mitad del siglo XX.

No obstante, dicha identificación olvida, en primer lugar, la historia económica de la URSS: el primer país socialista del mundo contó, por lo menos, con tres distintos modelos económicos, siendo el primero de ellos el llamado “comunismo de guerra” (básicamente, el racionamiento de los recursos, la distribución de la escasez para sobrevivir al período de guerras); el segundo sería la llamada “Nueva Política Económica” de Lenin, cuyo objetivo principal era utilizar la inversión y el emprendimiento privados para reconstruir y desarrollar la producción soviética.

Lenin habría manifestado en al menos una ocasión que su intención era que la NPE se aplicara durante largo tiempo[17]; sea como fuera, la inminencia de la guerra llevaría a Stalin a iniciar el proceso de colectivización que haría posible la industrialización acelerada de la URSS, bajo la dirección del Estado. Suelen olvidarse, pues, tanto los procesos de cambio en la organización de la economía de la URSS, como los hechos concretos que en cada caso llevarían al Estado soviético a realizar dichos cambios.

En segundo lugar, suele olvidarse la historia económica de la China Popular: si bien el PCCh no llegaría a tomar el control del territorio de toda la China continental hasta 1949, varias regiones estuvieron bajo su dominio desde al menos veinte años antes; en estas regiones, el Partido experimentaba con distintas formas de organización de la propiedad: tanto propiedad “estatal”, bajo el mando del Partido, como propiedad privada y cooperativas. Es decir, se trataba de una organización “mixta” de la producción[18]; en 1940, en sobre la Nueva Democracia, Mao defendería este carácter “peculiar” de la Revolución China, su negativa de expropiar completamente a los propietarios privados, debido al atraso de la economía china[19].

Para el padre de la República Popular China, la revolución en países como el suyo debía pasar por dos etapas, o por una revolución en dos partes: un momento de revolución política (de la creación de una institucionalidad “democrática” y soberana, en el sentido de que debía estar dirigida por las clases populares, esto es, por la alianza entre obreros y campesinos, liderada por el Partido Comunista Chino, diferenciándose de la democracia formal de occidente y adecuándose a las necesidades particulares del pueblo chino, poniendo el desarrollo de las fuerzas productivas al servicio de los intereses nacionales) y una de revolución social propiamente (durante la cual podrían aprovecharse los frutos de la producción para ir transformando progresivamente las relaciones sociales en relaciones post-capitalistas, aboliendo definitivamente la propiedad privada y el Estado como forma de dominación de clase, dando lugar a una completa socialización de los medios de producción)[20].

En la primera etapa no se expropiaría completamente la propiedad privada de la burguesía, pero sí se le sometería a una expropiación política[21]. No sería sino hacia 1958, en gran medida como consecuencia de la Ruptura Sino-Soviética y el retiro de la ayuda económica d la URSS (sumada a la permanente amenaza del imperialismo estadounidense), que se optaría por la colectivización de la economía china. Como se sabe, este intento de colectivización económica (entre 1958 y 1976) no tuvo buenos resultados, y sería abandonado poco después de la muerte de Mao[22].

Llegado al poder en 1978, Deng Xiaoping iniciaría un radical proceso de cambio en la República Popular. La situación en el país en aquel punto, económica y social, era bastante crítica, como consecuencia de los graves errores cometidos en las dos décadas previas. Sobre la base de aquello que sí podía rescatarse del período previo (los avances en educación, salud y esperanza de vida), Deng inició una serie de reformas que empezarían por el campo (transformando gradualmente el régimen de propiedad comunal en uno de propiedad familiar que permitiera a los campesinos gestionar sus tierras y cultivar y vender sus productos en el mercado[23]), que darían lugar a la apertura progresiva China al mercado internacional.

Ya en este momento era evidente, desde hacía más de una década, que la productividad de la URSS y los demás países socialistas había comenzado a estancarse, y que iban adentrándose a una seria recesión; iba quedando claro que el incentivo heroico de los trabajadores (su ímpetu patriótico y revolucionario, su necesidad de sacar adelante la producción en nombre de la nación y de la revolución), que tan bien había servido a la patria de Lenin durante las primeras décadas de su existencia, había comenzado a agotarse durante el período de “convivencia pacífica”. Por ello el mercado, con su incentivo material, tendría que ser usado como una herramienta para incrementar la productividad del gigante asiático. Deng justificaría este recurso al mercado:

Tener más planificación o más mercado no es la diferencia esencial entre socialismo y capitalismo […]. Economía planificada no quiere decir socialismo. El capitalismo también tiene planes. Economía de mercado no es sinónimo de capitalismo. El socialismo también tiene mercado. Tanto planificación como mercado son medios económicos.[24]

La completa estatización de la banca y la dura legislación antimonopólica permitirían al PCCh condicionar las inversiones del capital en China, y la apertura al capital extranjero permitiría por primera vez que un país socialista pudiera superar el duro bloqueo tecnológico impuesto por EEUU. Asimismo, el Estado conservaría el control de una serie de industrias clave (entre ellas la industria pesada), poniendo en manos del mercado fundamentalmente la producción de bienes de consumo (en cuya adecuada producción y distribución se presentaban las principales limitaciones de la planificación). De esta manera, el mercado podía utilizarse para aumentar la productividad (esto es, para generar valor) antes que para generar ganancias (mero valor de cambio) sin beneficiar al resto de la sociedad.

De este modo se echan luces sobre aquel mantra infame del período de Reforma y Apertura, tradicionalmente atribuido a Deng: “Ser rico es glorioso”. En una entrevista, ante la pregunta de qué podía tener que ver dicha frase con el comunismo o el socialismo, Deng respondería:

De acuerdo al marxismo, la sociedad comunista se basa en la abundancia material. Solo cuando exista esta abundancia material puede el principio de la sociedad comunista – esto es, ‘de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad’, aplicarse. El socialismo es la primera etapa del comunismo. Por supuesto, abarca un largo período histórico.

La gran tarea durante la etapa socialista es desarrollar las fuerzas productivas, seguir incrementando la riqueza material[25] de la sociedad, mejorar de manera constante la vida de las personas y crear condiciones materiales para la llegada de la sociedad comunista. No puede haber comunismo con pauperismo, ni socialismo con pauperismo.

Así que volverse rico no es un pecado. Sin embargo, lo que queremos decir con volverse rico es diferente de lo que usted quiere decir. La riqueza en una sociedad socialista pertenece al pueblo. Volverse rico en una sociedad socialista quiere decir prosperidad para todo el pueblo. Los principios del socialismo son: primero, desarrollar la producción y segundo, prosperidad común. Permitimos que algunas personas en algunas regiones se vuelvan prósperas primero, con el propósito de alcanzar la prosperidad común más adelante. Por eso nuestra política no llevará a la polarización, a la situación en la cual los ricos se harán más ricos mientras que los pobres se hacen más pobres.[26]

Así, bajo la dirección del PCCh, por un lado, la inversión debía usarse para crear infraestructura, seguridad y trabajo allí donde hacían falta[27]; asimismo, la garantía de la competencia[28] debía incentivar la innovación tecnológica y el incremento de la productividad. Finalmente, con la llegada del capital extranjero, los chinos aprenderían poco a poco a producir aquella tecnología que se había vuelto clave para consolidarse como una potencia económica (liberándose en el proceso de la dependencia económica de las potencias capitalistas y reconfigurando la correlación internacional de fuerzas).

No obstante, para Deng nada de esto sería posible si no se mantenían la institucionalidad creada por el PCCh durante los años previos: el futuro de China estaba casado con la implementación centralismo democrático y la férrea dirección de los comunistas. Solo manteniendo su propia forma de gobierno, diferente del parlamentarismo liberal de occidente, se podrían hacer realidad las llamadas “cuatro grandes modernizaciones” (agricultura (1), industria (2), defensa (3) y ciencia y tecnología (4))[29]. Como puede apreciarse, esta idea de Deng se enmarca perfectamente en la línea establecida por Mao cuatro décadas antes sobre la Nueva Democracia.

Hasta aquí hemos visto el primer pilar de la Teoría Deng Xiaoping: la necesidad del gobierno del Partido Comunista de hacer uso del mercado para crear riqueza para toda la sociedad, disciplinando a los empresarios mediante la competencia y el uso de subsidios para desarrollar las fuerzas productivas[30]. Vemos aquí que la reforma y apertura económica se convierten en un principio de gobierno, en una herramienta para gobernar a la usanza moderna; es a este primer pilar de su teoría al que Deng Xiaoping llamó “socialismo con características chinas”.

El segundo pilar de la Teoría Deng Xiaoping tendría que ver con su reinterpretación del pensamiento de Mao Zedong: Deng resaltaría la importancia de reconocer la deuda de la sociedad china con Mao, y la importancia de sus enseñanzas como revolucionario y teórico del marxismo-leninismo, pero no debía ser elevado al estatus de una deidad. Mao había sido capaz de cometer errores (algunos bastante gruesos); lo fundamental de su pensamiento se hallaba en su defensa de la cientificidad del marxismo, en su llamado a “buscar la verdad en los hechos” (el reconocimiento crucial de la práctica como único criterio de verdad).

Hacer del pensamiento de Mao Zedong un dogmatismo era alejarse de las enseñanzas de Mao, era depurar su pensamiento de cientificidad. Esto no solo le permitiría a Deng legitimarse ante los cuadros y ante la sociedad china, estableciendo la continuidad entre él y Mao, sino también fundamentar epistemológicamente su teoría: la necesidad de la Reforma y Apertura en el socialismo con características chinas se fundaba en la experiencia, en la confrontación de la realidad con la práctica y el consecuente aprendizaje. En ese sentido, la Teoría Deng Xiaoping puede concebirse como una innovación dentro del Pensamiento de Mao Zedong.

Para concluir este largo ensayo, podemos ver en qué medida Deng recoge la idea de Mao de que el socialismo es un largo proceso de transición entre el capitalismo y el comunismo como sociedad post-capitalista sin clases, y no un modo de producción claramente definido. Lo que permite llegar de un punto a otro sería la dirección del Partido Comunista, que debe crear las condiciones materiales para romper con las relaciones sociales capitalistas y sus consecuencias nocivas.

Para esto, el Partido puede emplear recursos diversos, como la planificación o la economía de mercado, según lo requieran las condiciones objetivas; lo fundamental de este arte proletario de gobernar sería que, a diferencia del arte del gobierno burgués, reconoce (1) que los intereses de la clase capitalista, ligados directamente a la ganancia, previenen un desarrollo saludable de la sociedad[31], (2) por lo que deben ser alejados del poder político y de las instituciones del Estado; (3) asimismo, que aquello solo puede lograrse poniendo en el poder político al proletariado, al campesinado y en general a las clases populares. Finalmente, (4) el Estado y sus instituciones deben tener la capacidad de adaptarse rápidamente a las circunstancias, de reconocer y corregir los errores y de reestructurar sus políticas en consecuencia[32].

Solo de esta manera puede garantizarse el grado de riqueza material que puede hacer realidad el principio normativo del gobierno moderno, según el cual el fundamento del gobierno es garantizar el bienestar de cada miembro de la sociedad y maximizar su libertad. Solo el reconocimiento de la importancia de las luchas de clases y de la necesidad de la dictadura del proletariado pueden llevarnos en última instancia a la “opulencia general” de la que hablaba Adam Smith, y que no es otra cosa que la superación del capitalismo y la realización del comunismo. Deng Xiaoping se alza sobre los hombros de gigantes, ciertamente, pero fue el primero en comprender esto con toda la claridad del caso, como lo demuestran en los hechos los resultados de su práctica gubernamental.

Notas:

[1] Y que aquellos que vivimos en la periferia poscolonial conocemos tan bien.

[2] El término anglosajón sería “statescraft”. Aquí la palabra “arte” (en inglés, “craft”) no refiere tanto a una producción estética (es decir, artística) como a la raíz del término “artesano” (en inglés, “craftsman”), que refiere a la capacidad de hacer o producir algo metódicamente, es decir, aplicando una serie de reglas o preceptos; se trataría de un “saber práctico” antes que de un conocimiento teórico.

Otra palabra que se aproxima a su sentido en castellano podría ser “técnica”. En occidente, la tradición del arte de gobernar y el problema de la educación de los gobernantes hunde sus raíces en la filosofía de la Antigua Grecia (específicamente, en la filosofía de Platón); no obstante, habría llegado a Grecia proveniente de Asia, encontrando precedentes en las tradiciones de Persia, India, China, etc.

[3] Ver Locke, J., Segundo tratado sobre el gobierno civil.

[4] Incluyendo entre las propiedades, en particular en el caso de los pobres, el propio cuerpo entendido como fuerza de trabajo.

[5] La raíz del término “liberal” no sería “libertad”, sino “liberalidad”, un sinónimo de “generosidad” que la intelectualidad anglosajona moderna (desde Thomas Hobbes hasta David Hume) consideraba como la virtud por excelencia de la aristocracia: el ideal moderno de la clase gobernante era el de una clase liberal, generosa, pues en el largo plazo sus políticas debían traer un grado de bonanza del que eventualmente pudiera disfrutar hasta al más pobre de los súbditos del Estado. Aquí hallamos el precedente histórico del famoso “efecto de chorreo” de la teoría económica neoclásica.

[6] Por supuesto, se omiten aquí otros aspectos importantes de la teoría política de Locke, como lo es su inhumana defensa de la institución de la esclavitud. Para Locke, el espacio de libertad económica garantizado por el gobierno liberal era perfectamente compatible con la privación de todo derecho a aquellos individuos que, por una razón u otra, no ostentaban el estatuto de súbdito del Estado ni tampoco, como consecuencia, el privilegio de participar de dicho espacio (estos apestados incluían tanto a aquellos que eran considerados como una amenaza para los derechos de propiedad como a quienes se consideraba racialmente inferiores por su cultura “primitiva”– en ciertos períodos de la historia de Inglaterra la línea divisoria entre estos dos subconjuntos se hizo más o menos difusa; ver D. Losurdo, Contrahistoria del liberalismo).

[7] Y, por supuesto, también militares.

[8] Ver Smith, A., Una investigación sobre la riqueza de las naciones.

[9] Ver Hegel, G.W.F., Principios de la filosofía del derecho.

[10] Sería en el contexto de la Revolución Francesa y de las múltiples revoluciones que le siguieran que comenzaría a surgir, poco a poco, un arte popular de gobernar (en contraposición al arte del gobierno burgués). Retomaremos esta idea más adelante.

[11] En El Capital Marx termina de desarrollar esta idea, explicando cómo el imperativo de abaratar costos de producción para maximizar las ganancias lleva, por un lado, a reemplazar trabajo humano por tecnología (aumentando los números del “ejército industrial de reserva”, que han perdido el “privilegio” de ser explotados y pasan a ser una amenaza para las condiciones de trabajo de quienes siguen estando empleados), y por el otro, a una agresiva competencia entre capitalistas, en la que los capitales más pequeños eventualmente son sacados de la competencia y fagocitados por los capitales más grandes.

[12] Ver, Marx, K., El Capital.

[13] El período de transición entre el capitalismo y una sociedad post-capitalista, sin clases (que convenimos en llamar, con Marx y Engels, comunismo).

[14] Lenin, V., El Estado y la revolución. Lenin denunciará el sueño de opio de la armonía entre clase sociales que resurge periódicamente en el seno del movimiento socialista como un síntoma de la corrupción de un sector más privilegiado de la clase trabajadora europea por parte de los capitalistas (beneficiados con mejores condiciones laborales, garantizadas mediante la extracción de plusvalía de la periferia colonial).  Así, por ejemplo, el giro de la socialdemocracia hacia el reformismo durante la época del Segunda Internacional se explicaba en gran medida por el “aburguesamiento” de los dirigentes obreros en Europa occidental.

[15] Lenin diría que el marxismo debía ser entendido como “el análisis concreto de la situación concreta” (en contraste con el revisionismo socialdemócrata, que apostaba por una metafísica de la historia, en la que todas las sociedades atrasadas tenían que desarrollarse necesariamente como un reflejo de la historia europea, atravesando una por una una serie fija de “etapas históricas” antes de llegar a la sociedad burguesa y eventualmente al socialismo).  En las condiciones del imperialismo, Lenin apostaría por un apoyo de las clases obreras a las luchas de liberación nacional de los países coloniales y semicoloniales; en las condiciones nacionales de Rusia, por una alianza popular con el campesinado. En las condiciones particulares del Perú, Mariátegui apostaría por un socialismo en el que los indígenas ocuparan un lugar protagónico, y en las de la China Mao Zedong propondría la línea estratégica de una revolución que fuera “del campo a la ciudad”, con el campesinado como principal actor político.

[16] Es importante mencionar que, durante sus años a la cabeza de la República Popular China, Deng y sus compatriotas pudieron disfrutar de un nivel de paz y estabilidad social bastante elevado en comparación con el que otros líderes socialistas y sus respectivos países llegaron a conocer. La alianza estratégica y los acuerdos comerciales que Mao Zedong forjó con EEUU tras la desafortunada ruptura sino-soviética liberaron a la República Popular de buena parte de la presión que el imperialismo estadounidense históricamente ha ejercido sobre los países socialistas. Fue importante, asimismo, el abandono de la línea política que se había inaugurado durante la Gran Revolución Cultural Proletaria.

[17] “La política es de largo aliento y se adopta con plena convicción”, diría el fundador de la URSS durante el cierre de la Décima Conferencia Rusa del Partido Comunista Ruso en 1921. No es un dato secundario el hecho de que Deng Xiaoping viviera en la URSS durante el período de implementación de la NPE. Durante la década de los 80, varios años después de iniciada la apertura económica de China, Deng diría que quizá el modelo de la NPE en la URSS fuera el modelo más correcto para alcanzar el socialismo.

[18] Ver Losurdo, D.,

[19] Algunos seguidores de Mao olvidan este hecho; otros consideran que Mao tenía una postura equivocada en aquella época. Los marxistas que menosprecian la Revolución China y a la República Popular, por su parte, consideran que estas posturas son la evidencia de que China fue “revisionista” desde los tiempos de Mao. Yo considero que, en efecto, aquí se ve una cierta continuidad entre Mao Zedong y Deng Xiaoping, aunque no pienso que ninguno de los dos revolucionarios haya sido un “revisionista” (salvo que revisionismo implique heterodoxia; no obstante, los propios Stalin y Lenin habrían sido heterodoxos en su momento, y habrían contrapuesto el bolchevismo al “marxismo dogmático” de la socialdemocracia).

[20] Ver Mao, Z., Sobre la Nueva Democracia.

[21] La idea está en Mao, pero el precedente está en la NPE de Lenin (una clase capitalista a la que la clase proletaria dirigente le permite enriquecerse en nombre de los intereses nacionales). La explotación capitalista persiste parcialmente, pero por primera vez en la historia es la clase explotada la que posee el poder político.

[22] La colectivización china tendría diferencias importantes con la que se llevó a cabo en la URSS. La intención de Mao sería apoyarse menos en los cuadros para la planificación y más en la deliberación directa de las masas. Hua Guofeng, el sucesor inmediato de Mao antes de la consolidación de Deng, buscaría adoptar una política más semejante a la que siguiera la URSS durante la década previa. Su falta de habilidad como gobernante lo llevaría a depender cada vez más de Deng, que eventualmente asumiría el poder, sin ostentar nunca de manera oficial los cargos de cabeza de gobierno ni del PCCh.

[23] Giovanni Arrighi, en su libro Adam Smith en Pekín, insiste en la importancia de estas reformas en el campo: a juicio de Arrighi, sería el sustento que el grueso de los trabajadores chinos (de origen campesino) puede procurarse independientemente del trabajo en las ciudades, y el establecimiento de cooperativas en sus lugares de origen, uno de los grandes diferenciales de la RPCh respecto a los países capitalistas.

[24] Deng, X., Extractos de charlas dadas en Wuhan, Shenzhen y Shanghai

[25] Las cursivas son mías.

[26] Entrevista a Mike Wallace.

[27] Es importante mencionar aquí las Zonas Económicas Especiales, donde se tolera que existan relaciones sociales capitalistas.

[28] Que ya Adam Smith reconocía que estaba siempre en riesgo debido a que era contraria al interés de los empresarios, y debía ser garantizada por la intervención del gobierno. Ver Riqueza de las naciones, Libro I.

[29] Las cuatro modernizaciones, pilar del socialismo con características chinas, serían enumeradas por primera vez en 1963 por el entonces premier de la RPCh, Zhou Enlai.  

[30] Uno podría pensar en el uso de los capitalistas como “combustible” para la modernización de China.

[31] Por razones de espacio no se ha desarrollado esta idea lo suficiente, pero también da lugar a la relación de dependencia del Tercer Mundo respecto al Primero, al neocolonialismo, y a aquella lucha de clases internacional que los marxistas llamamos imperialismo.

[32] Lo que implica, sobra decirlo, una inmensa capacidad para reunir y gestionar recursos según la necesidad de cada contexto.

Fuente: https://marx-engels.com/deng-xiao-ping-y-el-marxismo-como-arte-proletario-de-gobernar/