mié, 28 may, 18:09 (hace 16
horas)
Srs. Tacna Comunitaria, muy
agradecido, por divulgar esta propuesta de investigación del pensamiento de
Mariátegui sobre "el pensamiento de Lenin". Nos encontramos en el año
del Centenario de la publicación del libro "La Escena Contemporánea",
En ese libro de siete capítulos, el capítulo más importante es el capítulo
*Hechos e Ideas de la Revolución Rusa", y dentro de ese capítulo, el
artículo más importante es el artículo "Lenin", escrito el 23 de
setiembre de 1923. Artículo que "por motivos no conocidos" no está
incluido en ninguna de las ediciones del libro. Les recomendamos a ustedes que
trascriban y difundan ese artículo, que fue incluido en el número 30 de la
revista "Amauta". Para conmemorar el Centenario del Libro "La
Escena Contemporánea" se ha constituido el *Foro 25 de Noviembre",
los invitamos a inscribirse y participar en las lecturas, estudios y debates.
Miguel Aragón
La figura de Lenin está nimbada de leyenda, de mito y de fábula, Se
mueve sobre un escenario lejano que, como todos los escenarios rusos, es un
poco fantástico y un poco aladinesco. Posee las sugestiones y atributos misteriosos
de los hombres y las cosas eslavas. Los otros personajes contemporáneos viven
en roce cotidiano, en contacto inmediato con el público occidental. Lloyd
George, Poincaré, Mussolini, nos son familiares. Su cara nos sonríe consuetudinariamente
desde las carátulas de las revistas. Estamos abundantemente informados de su
pensamiento, su horario, su menú, su palabra, su intimidad. Y se nos muestran
siempre dentro de un marco europeo: un hotel, una villa, un automóvil, un
pullman, un boulevard. Lenin, en cambio, está lejos del mundo occidental, en
una ciudad mitad asiática y mitad europea. Su figura tiene como retablo el Kremlin
y como telón de fondo el Oriente. Nicolás Lenin no es siquiera un nombre, sino
un seudónimo. El leader bolchevique se llama Vladimir Illicht Ulianow, como podría
llamarse un protagonista de Gorki, de Andrejew o de Korolenko. Hasta
físicamente es un hombre un poco exótico: un tipo mongólico de siberiano o de
tártaro. Y como la música de Balakirew o de Rimsky Korsakow. Lenin nos parece
más oriental que occidental, más asiático que europeo. (Rusia irradia
simultáneamente en el mundo su bolchevismo, su. arte, su teatro y su
literatura. Sincrónicamente se derraman, se difunden y se aclimatan en las ciudades
europeas los dramas de Checow, las estatuas de Archipenko y las teorías de la
Tercera Internacional. Agentes viajeros del alma rusa, Stravinsky seduce a
París. Chaliapine conquista Berlín, Tchicherine agita a Lausanne).
Lenin ejerce una fascinación rara en los pueblos más lontanos y
abstrusos. Moscú atrae peregrinos de Persia, de la China, de la India. Moscú es
actualmente una feria de abigarrados trajes indígenas y de lenguas esotéricas.
La celebridad de Oswald Spengler, de Charles Maurras o del general Primo de
Rivera no es sino una celebridad occidental. La celebridad de Lenin, en tanto,
es una celebridad unánimemente mundial. El nombre de Lenin ha penetrado en
tierra afgana, siria, árabe. Y ha adquirido timbres mitológicos.
Quienes han asistido a asambleas, mítines, comicios, en los cuales ha
hablado Lenin, cuentan la religiosidad, el fervor, la pasión que suscita el
leader ruso. Cuando Lenin se alza para hablar, se suceden ovaciones febriles,
espasmódicas, frenéticas. Las gentes vitorean, gritan, sollozan.
Pero Lenin no es un tipo místico, un tipo sacerdotal, ni un tipo
hierático. Es un hombre terso, sencillo, cristalino, actual, moderno. W. T.
Goode, en el “Manchester Guardian”, lo ha retratado así: “Lenin es un hombre de
estatura media, de cincuenta años en apariencia, bien proporcionado. A la
primera mirada, los lineamientos recuerdan un poco al tipo chino; y los cabellos
y la barba en punta tienen un tinte rojizo oscuro. La cabeza bien poblada de
cabellos y la frente espaciosa y bien modelada. Los ojos y la expresión son
netamente simpáticos. Habla con claridad y con voz bien modulada: en todo
nuestro coloquio no ha tenido nunca un momento de agitación. La única neta
impresión que me ha dejado es la de una inteligencia clara y fría. La de un
hombre plenamente dueño de sí mismo y de su argumentación, que se expresa con
una lucidez extraordinariamente sugestiva.” Arthur Ransome, también en el
“Manchester Guardian”, ha dado estos datos físicos y psicológicos del caudillo
bolchevique: “Lenin me pareció un hombre feliz. Volviendo del Kremlin a mi alojamiento,
me preguntaba yo qué hombre de su calibre tiene un temperamento alegre como el
suyo. No encontré ninguno. Aquel hombre calvo, arrugado, que voltea su silla de
aquí allá, riendo ora de una cosa, ora de otra, pronto en todo momento a dar un
consejo serio a quien lo interrumpa para pedírselo —consejo bien razonado que
resulta más imperioso que cualquier orden— respira alegría; cada arruga suya ha
sido trazada por la risa, no por la preocupación”.
Este retrato de un periodista británico, circunspecto y anastigmático
como un objetivo Zeiss, nos ofrece un Lenin sana y contagiosamente jocundo y
plácido, muy disímil del Lenin hosco, feroz y ceñudo de tantas fotografías. Ni
taciturno, ni alucinado, ni místico, Lenin es, pues, un individuo normal,
equilibrado, expansivo. Es, además, un hombre bien abastecido de experiencia y
saturado de modernidad. Su cultura es occidental; su inteligencia es europea.
Lenin ha residido en Inglaterra, en Francia, en Italia, en Alemania, en Suiza.
Su orientación no es empírica ni utopista, sino materialista y científica. Lenin
cree que la ciencia resolverá los problemas técnicos de la organización socialista,
Proyecta la electrificación de Rusia. Bertrand Russell, que califica de ideológico
este plan, juzga a Lenin un hombre genial.
La vida de Lenin ha sido la de un agitador. Lenin nació socialista.
Nació revolucionario. Proveniente de una familia burguesa, Lenin se entregó,
sin embargo, desde su juventud, al socialismo y a la revolución. Lenin es un
antiguo leader, no sólo del socialismo ruso, sino del socialismo internacional.
La Segunda Internacional, en el Congreso de Stuttgart de 1907, votó esta moción
suya y de Rosa Luxemburgo: “En el caso de que estalle una guerra europea, los
socialistas están obligados a trabajar por su rápido fin y a utilizar la crisis
económica y política que la guerra provoque para sacudir al pueblo y acelerar
la caída del régimen capitalista.” Esta declaración contenía el germen de la
revolución, rusa y de la Tercera Internacional. Fiel a ella, Lenin explotó las
consecuencias de la guerra para conducir a Rusia a la revolución. Timoneada por
Lenin, la revolución rusa arribará en noviembre a su sexto aniversario. La
táctica diestra y cauta de Lenin ha evitado los arrecifes, las minas y los
temporales de la travesía. Lenin es un revolucionario sin desconfianza, sin vacilaciones,
sin grimas. Pero no es un político rígido ni inmóvil. Es, antes bien, un
político ágil, flexible, dinámico, que revisa, corrige y rectifica sagaz y
continuamente su obra. Que la adapta y la condiciona a la marcha de la historia.
La necesidad de defender la revolución lo ha obligado a algunas transacciones,
a algunos compromisos. Sobre él pesa la responsabilidad de un generalísimo de
millones de soldados que, mediante retiradas, fintas y maniobras oportunas,
debe preservar a su ejército de una acción imprudente. La historia rusa de
estos seis años es un testimonio de su capacidad de estratega y de conductor de
muchedumbres y de pueblos. Lenin no es un ideólogo, sino un realizador. El ideólogo,
el creador de una doctrina carece generalmente, de sagacidad, de perspicacia y
de elasticidad para realizarla. Toda doctrina tiene, por eso, sus teóricos y
sus políticos. Lenin es un político; no es un teórico. Su obra de pensador es
una obra polémica. Lenin ha escrito muchos libros y, con frecuencia, interrumpe
fugazmente su actividad de presidente del soviet de comisarios del pueblo, para
reaparecer en su tribuna de periodista en “Pravda” o “Izvestia.” Pero el libro,
el discurso, el artículo no son para él sino instrumentos de propaganda, de
ofensiva, de lucha. Su temperamento polémico es característica y típicamente
ruso. Lenin es agresivo, áspero, rudo, tundente, desprovisto de cortesía y de eufemismo.
Su dialéctica es una dialéctica de combate, sin elegancia, sin retórica, sin
ornamento. No es la dialéctica universitaria de un catedrático, sino la
dialéctica desnuda de un político revolucionario. Lenin ha sostenido un duelo
resonante con los teóricos de la Segunda Internacional: Kautsky, Bauer,
Turatti. La argumentación de éstos ha sido más erudita, más literaria, más
elocuente. Pero la disertación de Lenin ha sido más original, más guerrera, más
penetrante.
Lenin es el caudillo de la Tercera Internacional. El socialismo como se
sabe, está dividido en dos grupos: Tercera Internacional y Segunda
Internacional. Internacional bolchevique y revolucionaria e internacional menchevique
y reformista. La doctrina de una y otra rama es el marxismo. Su divergencia, su
disentimiento, no son, pues, de orden programático, sino de orden táctico. Algunos
atribuyen al bolchevismo una idea mesiánica, milagrista, taumatúrgica de la
revolución. Creen que el bolchevismo aspira a una transformación instantánea,
violenta, súbita del orden social. Pero bolchevismo y menchevismo son gradualistas.
Sólo que el bolchevismo es gradualista revolucionariamente
y el menchevismo es gradualista reformísticamente. El bolchevismo sostiene que no es posible
utilizar la máquina actual del Estado para reformar la sociedad, sino que es
indispensable sustituirla con una máquina adecuada; que el Estado proletario,
distinto del Estado burgués en sus funciones tiene que ser también distinto en su
arquitectura. El tipo de Estado proletario creado por los bolcheviques es el
Estado sovietal. La República de los Soviets es la federación de todos los
soviets locales. El soviet local es la asociación de obreros, empleados y campesinos
de una comuna. En el régimen de los soviets no hay dualidad de poderes. Los soviets
son, al mismo tiempo, un cuerpo administrativo y legislativo. Y son el órgano
de la dictadura del proletariado. Lenin dice, defendiendo este régimen, que el
soviet es el órgano de la democracia proletaria, tal como el parlamento es el
órgano de la democracia burguesa. Así como la sociedad contemporánea y 1a
sociedad medioeval han tenido sus formas peculiares, sus instrumentos típicos,
sus instituciones características, la sociedad proletaria tiene que crear
también las suyas.
Y esta resistencia al parlamento no es original ni bolchevique. Desde
hace varios años se constata la crisis de la democracia y la crisis del parlamento.
Y se sugiere la creación de un tipo de parlamento profesional o sindical basado
en la representación de los intereses más que en la representación de los
electores. Joseph Caillaux sostiene que es necesario “mantener asambleas
parlamentarias, pero no dejándoles sino derechos políticos, confiar a nuevos
organismos la dirección completa del Estado económico y hacer, en una palabra,
la síntesis de la democracia occidental y del sovietismo ruso.” La aparición
del Estado bolchevique coincide, pues, con una intensa predicación
antiparlamentaria y una creciente tendencia a dar al Estado una estructura más
económica que política. El parlamento, en fin, es atacado, de una parte, por la
revolución, y de otra parte, por la reacción. E1 fascismo es esencialmente
antidemocrático y antiparlamentario. Mussolini conquistó el poder
extraparlamentariamente. Primo de Rivera
acaba de seguir la misma vía. Los organismos de la democracia, son dec1arados
inaparentes para la revolución y para la reacción.
Lenin y Mussolini, el caudillo de la revolución y el caudillo de la
reacción, oponen una dictadura de clase a otra dictadura de clase. El choque,
el conflicto entre ambas dictaduras inquieta a muchos pensadores contemporáneos.
Se presiente que este choque, que este conflicto de clases reducirá a escombros
a la civilización y sumirá el mundo occidental en una oscura Edad Media. El
Occidente se distrae de su drama con sus boxeadores, y se anestesia con sus
alcaloides y su música negra. Y, en tanto, como escribía Luis Araquistain a don
Ramón del Valle Inclán en julio de 1920, “por Oriente otra vez el evangelio
asoma, como hace veinte siglos el cristianismo.”
[1] Publicado en “Variedades”, Setiembre 1923. Reeditado
en Defensa del Marxismo La emoción de
nuestro tiempo y otros temas, con “Una palabra sobre Mariátegui” por Waldo
Frank, Ediciones Nacionales y Extranjeras, 1934 (JCM,
“Lenin”, setiembre de 1923; reproducido en Amauta Nº XXX, abril mayo 1930, pag
11)
3 comentarios:
A la luz de la realidad, el pensamiento de Lenin y su figura es y sera tema del debate contemporáneo.Un gigante que supo unir la teoria con la practica para llevar dialécticamente a la Victoria la gran revolucion Proletaria.Fue un genio .Un revolucionario de campo y no de escritorio.Desnudo.Revolucionariamente y no reformista. el capitalismo y participo activamente en el parto del Socialismo real .Por lo mismo es un gigante incomparable hasta hoy vilependiado y admirado , pero no igualado. Lenin seguira siendo el guia por la transformacion del caduco sistema Capitalista hacia otro El socialismo de las Comunas.
Totalmente de acuerdo
Hace algún tiempo atrás compartí en https://tacnacomunitaria.blogspot.com/2021/11/el-partido-de-mariategui-ii-octubre.html un artículo a propósito de Lenin y Mariátegui. Saludos.
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