sábado, 23 de febrero de 2013

UNA MIRADA INDIVIDUALISTA: STALIN EN SU CONTEXTO


Endiosado o Satanizado

23-02-2013
El historiador Antonio Fernández Ortiz presenta el libro “¡Ve y lucha!” en la Academia de Socialismo 21


José Stalin se despidió de su hijo mayor, Yakov Dzhugashvili, el 22 de junio de 1941 cuando éste se marchó al frente. “¡Ve y lucha!”, le espetó. Poco después, Yakov cayó prisionero del ejército alemán. El historiador Antonio Fernández Ortiz ha utilizado estas palabras para titular su último libro, “¡Ve y lucha. Stalin a través de su círculo cercano!” (Ed. El Viejo Topo), presentado la semana pasada en la Academia de Pensamiento Crítico de Socialismo 21.

El texto se aproxima a la figura de Stalin a través de los personajes que configuraron su círculo más íntimo, en concreto, a partir de una larga conversación que el autor mantuvo hace años con Vladimir Fiodorovich Allilvev, sobrino político de José Stalin. En la entrevista se ofrecen claves para acercarse a la historia de la URSS con una mirada diferente, alejada de tópicos y simplificaciones al uso. Introduce el factor de la complejidad.

El libro está escrito por un especialista en Rusia y la Unión Soviética. Hace años que Antonio Fernández Ortiz reside en Moscú. Es autor de ensayos como “Chechenia versus Rusia: el caos como tecnología de la contrarrevolución” (Ed. El Viejo Topo) y en 2008 publicó la novela “Memorias de Espartania (retablo de gentes)” (Ed. Montesinos). Además, ha escrito numerosos artículos sobre su especialidad. De particular interés resultan las “33 tesis sobre la Unión Soviética” y las “Reflexiones sobre la naturaleza de la sociedad soviética. Necesidad de nuevos modelos de interpretación”, ambos publicados en “La Cieza Digital”.

Stalin ha sido una figura muy demonizada por la historiografía. Pero de modo maniqueo, sin introducir matices ni contextos. “Las situaciones de privilegio comenzaron mucho después de la época de Stalin”, cuenta en el libro Vladimir Fiodorovich Alliluev.

Reconoce su sobrino que Stalin “fue una persona dura y severa. Aunque en aquellas circunstancias no tuvo otra opción. Lo ocurrido en los años 1936 y 1937 fue una situación difícil, extrema, con intrigas, conspiraciones, robos y sabotajes. Se puede hablar de un cerco interior, corrosivo (….). Estaba en juego la existencia de la URSS. Y llegó el año 1937. Y todo acabó como es conocido. Sin las detenciones y juicios de aquellos años, eso que la gente llama las represiones de 1937, yo no sé si hubiésemos podido después ganar la guerra”.

¿Qué ocurrió en ese periodo? En 1937 se condenó a muerte en la Unión Soviética a más de 300.000 personas (no todas fueron ejecutadas). Los mismos picos se alcanzaron en 1938. Pero en los años anteriores y posteriores a este bienio, la cifra ronda los 1.300. ¿Qué ocurrió en estos años centrales del mandato de Stalin? Lo que explica la represión en 1937-38 es, en buena medida, la respuesta del poder a determinadas tramas civiles y militares que lo cuestionaban. Se producen entonces juicios sumarísimos. Ahora bien, la cuestión no se reduce, como habitualmente hace la historiografía dominante, a la voluntad política de Stalin o a la querella con los trotskistas. En ese bienio, asegura Fernández Ortiz, “eclosionan las tensiones; se producen luchas fratricidas entre todos los grupos políticos”.

Un superviviente de esos años fue Jruschov, quien “no era antisoviético, pero sí tenía en mente otro modelo de lo que debería ser la URSS”, explica el historiador. Y lo aplicó, según esta tesis, cuando llegó su momento. Cuenta en el libro Vladimir Fiodorovich Allilvev que Jruschov “renunció a la dictadura de la clase obrera, la consideró innecesaria y, en definitiva, sentó las bases para la transformación del estado en un ente burocrático”. Antonio Fernández Ortiz agrega que el XX Congreso del PCUS “intenta destruir la figura de Stalin y de la URSS pero, sobre todo, se dirige al exterior. Se utilizará por algunos disidentes y principalmente durante la guerra fría. Pero el pueblo ruso continuó valorando a Stalin”.

Por lo demás, los trabajos de Fernández Ortiz aportan dos elementos esenciales. Este historiador murciano reside en Moscú y lleva muchos años trabajando con fuentes rusas y soviéticas, cuando lo habitual es el uso de fuentes anglosajonas para el mismo objeto de estudio. Además, no parte de esquemas rígidos, los habitualmente utilizados para las realidades occidentales, sino que incorpora otros más útiles para la investigación histórica de Rusia y la URSS. Por ejemplo, la idea de sociedad tradicional campesina y sus redes de solidaridad, tradiciones y valores. “El protagonismo del campesinado en la revolución condicionó toda la evolución posterior del proyecto soviético”, afirma Fernández Ortiz en sus 33 tesis sobre la URSS. Y añade que el estado soviético fue un estado de nuevo tipo que incorporó las formas tradicionales de organización campesina.

Por el contrario, la Revolución Bolchevique se analiza en Europa como una realidad monolítica, a lo sumo con una o dos tendencias. Pero, a juicio de Antonio Fernández Ortiz, “es algo más complejo, que enlaza con las múltiples corrientes de pensamiento ruso del siglo XIX”. De hecho, al Partido Bolchevique acabaron incorporándose muchos miembros del partido Social Revolucionario, judíos y cristianos ortodoxos. No hay uniformidad, sino complejidad y mezcla.

A fin de cuentas, hay un debate que recorre las últimas centurias en la historia de Rusia y la Unión Soviética, y en el que el historiador hace singular hincapié: el modelo de modernización. ¿Seguir el paradigma occidental, con las pertinentes correcciones en materia de justicia social? O, por el contrario, adoptar un patrón que permanezca fiel a la herencia cultural rusa y a sus tradiciones. Esta es la matriz de los grandes debates, “que después aparecen simplificados, por ejemplo, cuando se habla del conflicto entre la revolución en un solo país y la revolución mundial”, subraya Fernández Ortiz.

Y no se trata de grandes polémicas metafísicas. Este debate sobre la modernidad se materializa en lo más concreto. Así, desde los años de la revolución hasta la década de los 30, estaban proscritos los libros de Pushkin (escritor del XIX y padre de la literatura rusa moderna). No figuraba este autor en los programas escolares, pues se consideraba una herencia de “lo viejo”. Pero en los años 33-34 se reedita a Pushkin y sus obras vuelven a los colegios.

Cuando se decide impulsar las colectivizaciones agrícolas, ¿Qué paradigma seguir? Se celebran congresos y debates políticos en la URSS sobre la cuestión. Y las colectivizaciones dan lugar a realidades poco subrayadas, como la incorporación de una parte del campesinado a la revolución; además, debido al éxodo rural, los campesinos que llegan a las fábricas urbanas traen consigo las tradiciones solidarias del campo ruso (por eso se ha apuntado que el obrero soviético es antropológicamente diferente al occidental). “La línea general del partido, representada por Stalin, tiene una parte de sus apoyos en esta gente que marcha de las aldeas a las ciudades”, recuerda el historiador murciano. La industrialización, asunto también muy debatido, se desarrolla a partir de enormes complejos fabriles, que dan lugar a muchas de las grandes ciudades (“La sociedad soviética se urbanizó a partir de los años 30 a un ritmo desconocido en la histórica”).

Muy a grandes rasgos, brota en este punto una de las semillas de la posterior implosión soviética. Porque en las décadas de los 50 y 60, coincidiendo con la recuperación de la posguerra, empieza a agrietarse la sólida tradición del milenarismo agrario y en las urbes se genera una necesidad de modelos y valores occidentales. Tal es la incertidumbre ante los cambios que Yuri Andrópov (secretario general del PCUS entre 1982 y 1983) llega a afirmar que “no conocemos la sociedad en la que vivimos”. “Los hacedores de la ideología oficial no saben qué respuestas ofrecer a una sociedad soviética ya urbanizada”, subraya Fernández Ortiz.

¿A qué causas responde la debacle final de la URSS? Se han esbozado un sinfín de teorías. A juicio de Antonio Fernández Ortiz, “hay una traición de los dirigentes; por un lado, llegan a la élite del Partido Comunista una serie de políticos cuyos referentes son la socialdemocracia y la cultura escandinava; en ese momento, los personajes que se hallan al frente de las empresas públicas pretenden privatizarlas, aun a costa de empobrecer a la población; es más, la crisis de abastecimiento que tuvo lugar durante la Perestroika fue deliberadamente provocada por la élite del partido, para generar descontento pero sin estallido social. Por eso Gorbachov es el personaje más odiado de Rusia. Muchas personas hoy no votan al Partido Comunista porque lo consideran culpable de la caída de la Unión Soviética”.

En la actualidad, no es baladí el porcentaje de gente joven que tiene a Stalin como referente. Incluso por encima de Lenin, a la hora de buscar iconos de la Revolución Rusa. Y, frente a los apóstoles del fin de la historia, Antonio Fernández Ortiz recuerda algunas conquistas, inconcebibles sin la construcción de la URSS: las revoluciones de Cuba y Vietnam, los procesos de descolonización tras la Segunda Guerra Mundial o la implantación (y actual desmantelamiento) del estado del bienestar en Europa. Y otros pequeños logros, básicos para la vida cotidiana: generalizar la calefacción a precio casi gratuito. En las encuestas, la población continúa defendiendo hoy posiciones estatalistas. “Rusia sigue hoy viviendo gracias a los logros del socialismo”, concluye el historiador.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

MARCELO COLUSSI: “EL SOCIALISMO SIGUE SIENDO UNA ESPERANZA ABIERTA”


“El socialismo sigue siendo una esperanza abierta”, así manifiesta rotundo el psicólogo, profesor, escritor, periodista, activista a tiempo completo por la libertad, la justicia social y la dignidad global, aunque mejor persona, Marcelo Colussi.

Liberto Asudem Ibaraden
Desde Canarias, España



Marcelo Colussi

Pregunta: Según ha manifestado usted en más de una ocasión, y después de revisar seria, rigurosa y profundamente lo que ha sido la historia de los seres humanos, concluye no sin cierto pesimismo (precisamente utiliza la cita del pensador e intelectual Antonio Gramsci en uno de sus últimos artículos que titula “Socialismo y poder” que dice: “hay que actuar con gran pesimismo en la inteligencia, junto a un férreo optimismo de la voluntad”), que en realidad las personas nos movemos en buena medida por un afán de poder, y que, por lo tanto, estamos irremediablemente condenados a seguir ese molde, incluso para apoyar esta tesis también cita al Premio Nobel de Literatura, José Saramago cuando manifiesta que “No nos merecemos mucho respeto como especie”; y llega a concluir que casi estamos tentados a afirmar que “esto no tiene arreglo” ¿Cómo es que si tiene esta “convicción” lo vemos siempre comprometido con las causas que apuestan precisamente por darle “otra” oportunidad al ser humano que lucha, que combate, comprometido, por construir un mundo más justo, más digno, más solidario, más libre; en definitiva, una comunidad socialista, es decir, la aspiración a un mundo más justo, pensamiento este que mantenía desde los años 70 la escritora canaria-cubana Nivaria Tejera, que llegó a manifestar que “…Todo apesta…” , refiriéndose a la condición humana que cuando llega a algún tipo de poder sobre los demás se transforma repugnantemente en una especie de semidios aunque por lo general suelen ser un@s complet@s “analfabet@s funcionales… inept@s … déspotas y terminan convirtiéndose en “presuntos” corrupt@s…. usurpadores de las riquezas colectivas, que , aunque exista la mayor crisis económica o financiera éstos jamás sufren sus consecuencias, mientras la inmensa mayoría apenas tiene para cubrir las necesidades básicas…. aunque trabaje —que se ha vuelto un imposible?

Marcelo Colussi: Que nuestra condición humana nos confronte con esas “mezquindades” (el afán de poderío que pareciera constituirnos tan estructuralmente, ese egoísmo tan enraizado que lleva a Saramago a perder las esperanzas), con esas características tan poco altruistas, tan faltas de solidaridad en muchos casos, no significa de ningún modo que no debamos seguir buscando siempre, con la más absoluta convicción, el mejoramiento de lo que somos. O si se quiere decir de otro modo: la aspiración a un mundo más justo –por el que uno puede estar dispuesto a dar la vida incluso– no riñe con este conocimiento que se pueda tener de nuestros límites. Efectivamente somos finitos, limitados, bastante mediocres, llenos de flaquezas, pero todo ello no significa que se deba abandonar la lucha por un mundo mejor, más justo, más equitativo. En todo caso es necesario saber qué somos, cómo somos, dónde está nuestro talón de Aquiles, saber de nuestros límites, para saber a qué podemos aspirar, para no hacernos ilusiones desmedidas. Pero una cosa no quita la otra. Por otro lado, si es cierto que hoy podemos ver ese tipo de sujeto humano lleno de mezquindades –eso somos, hay que reconocerlo, no lo neguemos– nada nos dice que estemos irremediablemente condenados a seguir ese molde. Cómo será el famoso “hombre nuevo” del socialismo, no lo sabemos; pero sin ninguna duda podemos y debemos seguir aspirando a algo mejor que esto que somos hoy día. En todo caso, el pesimista que cree que esto “no tiene arreglo” es Saramago. Yo soy un convencido radical que la historia humana es una perpetua búsqueda de mejoras, de avances. Es decir: una sucesión interminable de nuevas oportunidades. La historia nunca está escrita, la escribimos con nuevas oportunidades segundo a segundo. El socialismo, aún con todos sus errores, sigue siendo una esperanza abierta. Y si es cierto que la lucha en torno a los poderes vertebra toda nuestra vida (social, subjetiva, relaciones de pareja, etc., etc.), ello no significa que nuestro objetivo no sea tener claro eso y buscar más equidad en esas relaciones. En ese sentido tomaría las palabras de Martin Luther King cuando dijo, con una convicción radical, con una esperanza infinita que también hago mía: “aunque supiera que mañana vaya a ser el fin del mundo, hoy, de todos modos, plantaría un árbol”.

PreguntaUsted afirma que “un sistema económico enfermo da como resultado un planeta enfermo”, en un lúcido artículo el que inicia con una cita de Adam Smith que mantiene que “no puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados” ¿Cuál sería la alternativa a este sistema económico? ¿No cree que para cambiar de sistema económico, y que sea factible y duradero, habría que cambiar las estructuras educativas, sociales, culturales, políticas?

Marcelo Colussi: La alternativa abierta al sistema capitalista –hay que decirlo con todas las letras, aunque hoy, en el medio de la marea neoliberal de estos últimos años esto pueda haber pasado a ser una mala palabra– es el socialismo. Es decir: un sistema donde la estructura última de la organización social no sea la búsqueda del lucro económico. Si el motor de la sociedad, y consecuentemente la ideología de cada uno de los miembros que la componen, se ciñe solo al beneficio económico, estamos ante un absurdo. El capitalismo lo evidencia de modo patético: ese sistema no tiene salida. Un sistema que destruye el medio ambiente en el que vivimos en función de obtener ganancias económicas, que tiene las guerras como válvula de escape siempre presente para resolver sus problemas estructurales insolubles, que puede llegar a la descabellada noción de “poblaciones sobrantes”, que hace de los simples instrumentos para la vida un fetiche donde un teléfono celular o un automóvil –por poner algún ejemplo– pueden llegar a ser “lo más importante” de esa vida, todo eso tiene mucho de absurdo, de tragicómico. El proyecto socialista, del que conocemos solo los primeros pasos balbuceantes –los cuales, pese a enormes dificultades y con los errores del caso, han dado ya resultados infinitamente más justos que los siglos de acumulación capitalista– es un camino que aún prácticamente no se ha recorrido. La involución de la Unión Soviética o de la República Popular China no significa que el capitalismo sea la solución, el fin de la historia, la personificación de la perfección. Un sistema económico que destina tantos recursos a la muerte –condenando al hambre a tanta gente, con su industria bélica siempre en aumento, con el narcotráfico, con la autoagresión que significa el modelo industrial depredador que se ha generado– de ningún modo puede ser el punto final de llegada de la civilización humana. Cambiar ese modelo significa, sin lugar a dudas, un cambio enorme, monumental. Transformar una sociedad no es solamente tomar el poder político, asaltar la casa de gobierno. Un cambio profundo implica enormes transformaciones culturales, eso lo sabemos; y eso lleva generaciones y generaciones. Recién hoy día, con la globalización neoliberal de estos últimos años, puede decirse que el capitalismo se impuso realmente como sistema dominante por todo el mundo. Ese proceso implicó siglos, desde el Renacimiento europeo en adelante, con la destrucción de las poblaciones y las culturas de América y África. Cambiar el curso de esa historia, además de un cambio político, implica hondas modificaciones en la estructura subjetiva, lo cual no puede ser nunca algo fácil. Por el contrario, un cambio de esas proporciones se evidencia como algo sumamente complejo, nunca falto de mucho sufrimiento, de violencia, de terribles luchas. No sabemos si vamos hacia la destrucción de toda la civilización con una guerra nuclear, hacia una huída de los grupos dominantes de este mundo hostil y casi invivible que ha generado el capitalismo para instalarse en otros puntos del sistema solar dejando aquí el actual desastre para los que no puedan abandonar el planeta, o si vamos hacia un paraíso planetario de justicia y equidad con el triunfo del socialismo a nivel global. Esto último, en estos momentos, pareciera casi quimérico. Pero de lo que no cabe ninguna duda es que el sistema económico actual no puede tener salida: hay que cambiarlo de raíz y empezar algo nuevo. Es vergonzoso en términos humanos que, con todo el desarrollo de nuestra tecnología como especie inteligente, el hambre siga siendo la principal causa de muerte. Eso hay que cambiarlo de una buena vez.

PreguntaDe sus artículos y reflexiones publicados en diversos Medios de Comunicación Alternativos de La Internet, en webs como www.aporrea.org y otros, se desprende que es un profundo conocedor de la realidad política, económica, social, cultural, no sólo de Latinoamérica, sino del mundo en general; además, ha sido testigo directo de algunos procesos “revolucionarios” que se han originado en países como Venezuela, donde fue miembro de la webwww.aporrea.org que ofrecía una información alternativa a la que nos daban las grandes agencias de noticias americanas y europeas donde claramente había una manipulación de los sucesos y acontecimientos que ocurrían, no sólo en Venezuela, sino en toda Latinoamérica, en Bolivia, en Nicaragua, en Brasil… en los que, a pesar de tener presidentes salidos de las urnas, y por lo tanto votados por la mayoría del pueblo democráticamente, están constantemente atacados en la forma de gobernar, no sólo por elementos del interior de esos países, sino por países como Colombia o EEUU, ante el silencio vergonzante de la llamada “Comunidad Internacional”, ¿Cómo se vive desde el interior esta injusta injerencia de Países que no son precisamente modelos a imitar, a parte de su escasa, por no decir nula, autoridad moral para dar lecciones a nadie de cómo gobernar?

Marcelo Colussi: La injerencia de los más poderosos sobre los más débiles es una constante en las relaciones políticas entre países. En Latinoamérica, si algo significan los procesos de liberación –pensemos en Cuba, en la Nicaragua sandinista, en la “primavera democrática” que vivió Guatemala entre las décadas del 40 y del 50 del siglo pasado, en el Chile de Salvador Allende, en las propuestas nacionalistas de un Omar Torrijos en Panamá o en el actual proceso bolivariano que se vive en Venezuela con Chávez a la cabeza– es siempre un tomar distancia de la hegemonía de las grandes potencias dominantes, que para el caso en esta región del mundo es siempre la política imperial de Washington. Todos estos procesos que mencionábamos –que no son siempre, en sentido estricto, planteos socialistas con todas las letras, visiones marxistas con un apoyo conceptual en el materialismo histórico– tienen como común denominador el enfrentamiento con el imperialismo. En Latinoamérica, al igual que ocurre en los países de todo el Sur, si bien las luchas de clases a nivel nacional son el núcleo último que define la situación social, la contradicción país periférico-metrópoli tiene un peso muy considerable. Eso no explica todo, pero sin dudas es parte importantísima de la dinámica político-económica de estos países, y por tanto, también de la cultural. El antiimperialismo es algo siempre presente, pero al mismo tiempo se da un fenómeno complejo: Estados Unidos es el país invasor, el que marca el ritmo, el enemigo omnipresente, pero también la fuente de recursos, el lugar donde se mandan las exportaciones, el lugar donde se puede ir a trabajar y desde donde enviar remesas en dólares para las familias que aquí quedan, el punto que se mira como referencia obligada en lo político y cultural. La imagen que se tenga de esa relación depende de quién la observe: para las clases dominantes en general no se siente como opresión; es un dato natural, prácticamente parte del paisaje social cotidiano. Para buena parte de las aristocracias locales, Estados Unidos es el modelo a imitar, el lugar donde se va a estudiar, donde se hacen compras de lujo, el paraíso soñado, el referente a seguir. Para los sectores populares, en muchos casos es una mezcla compleja: causa de los propios males y enemigo por definición, pero también punto ansiado para ir a trabajar porque allí se “gana en dólares”. De todos modos, la conciencia antiimperialista está siempre presente, y cada vez que las situaciones políticas se tensan, eso se deja ver. Se podría decir que toda expresión progresista en nuestros países latinoamericanos tiene que ser, casi por definición, antiimperialista.

PreguntaA parte de su labor como docente y periodista, usted también destaca como excelente escritor de libros de ficción. Uno de los más geniales que he tenido la oportunidad de leer ha sido el libro “Cuentos para olvidar”. (Algunos de estos textos se pueden leer en la web www.elguanche.net de los que destacaría “Decisión” “Telebasura: el show más inaudito de la televisión”….). ¿Tiene algún libro de ficción inédito o algún proyecto en marcha?

Marcelo Colussi: Proyecto editorial propiamente dicho no tengo ninguno ahora. Igual que tantos escritores desconocidos y siempre esperanzados en ganar algún concurso por ahí, en conseguir algún editor por allá, tengo dispersos cantidad de materiales por todas partes. Donde más publico es en internet, que si bien no es lo mismo que un libro en sentido estricto, también tiene una amplia difusión. Creo que en España están por aparecer algunos relatos míos en una publicación colectiva dentro de poco, en una antología de autores latinoamericanos, pero eso no constituye un proyecto editorial en el que yo esté directamente involucrado.

Pregunta¿Cómo y cuándo fue su primer contacto con la escritura, con la palabra?

Marcelo Colussi: Para ser sincero…., ni me acuerdo. Siempre he escrito, pero es más, muchísimo más lo que destruí que lo que conservé. Anteriormente lo hacía con la máquina de escribir, así que lo que eliminaba eran papeles. Años después vino la computadora, y eliminar pasó a ser sinónimo de borrar del disco duro. Pero si bien escribí desde siempre, publico regularmente artículos y ensayos desde hará unos 20 años, en revistas y medios de ciencias sociales y/o derechos humanos. Literatura –ni sabría decir por qué– recién me atreví a publicar hace unos pocos años, en el 2004, luego de haber obtenido una mención en un certamen internacional de relatos.

Pregunta¿Podría decirnos cuáles son los escritores que más le han marcado o cuáles han sido fundamentales en su vida?

Marcelo Colussi: Son tres: Dostoievski, Kafka y Borges.

PreguntaAparte de “intentar” escribir bien ¿se le debe pedir al escritor que salga afuera para sacudir y atacar a la conciencia pública como sugería el francés Antonin Artaud?

Marcelo Colussi: Creo que a un escritor no se le puede pedir mucho, como en general no se le puede pedir a un artista. La creación tiene algo de mágico, y cuando alguien crea, transmite algo que tiene necesidad de decir. Si eso tiene “compromiso” social, político, si ataca a la conciencia pública o no…, es bastante difícil de precisar. Sería deseable que todos los artistas tuvieran una posición política crítica frente a la realidad, pero también sería deseable que todo el mundo la tuviera. Y sabemos que en general eso no es lo más común. Podemos esperar que un escritor sea crítico, pero no tenemos ningún derecho a exigírselo. Y por supuesto, muchos de los más grandes escritores (ahí está Jorge Luis Borges por ejemplo) son reaccionarios políticamente, conservadores, grises y aburridos representantes del statu quo. Así como en un sentido también lo fue Sigmund Freud, un médico de clase media conservador, contrario a las ideas revolucionarias en términos políticos, pero quien, en cuanto a lo que legó como obra intelectual, es uno de los más osados revolucionarios en el orden conceptual, en el campo del pensamiento. Por último: ¿quién se tiene la suficiente autoridad moral para pedirle a un escritor que sea “comprometido”? ¿Desde dónde pedírselo?

PreguntaUna cuestión que se le suele plantear a los escritores es preguntarle por qué escribe. Algunos escritores irreverentes llegaron a responder que “porque me da la gana” ¿Qué nos diría usted?

Marcelo Colussi: Sin el más mínimo ánimo de ser irreverente en la forma de responder, creo que esa respuesta es la más exacta. Es más: creo que es la única respuesta posible. ¿Por qué alguien se dedica a la tarea de crear, de inventar ficciones, de hacer arte y transmitirlo a otros? Solamente porque así lo desea. Si alguien tiene esa pasión, lo hace pura y exclusivamente porque su deseo lo lleva allí, pues en principio nadie vive de la literatura (la gran mayoría de escritores vivimos soñando con el premio o la gran publicación que solo en contadísimas ocasiones llega para muy pocos). Por tanto, sí: uno escribe porque tiene ganas de hacerlo, y no hay mucho más que agregar. En términos psicológicos –y esto es algo muy de orden personal, privado se diría– cada escritor tendrá una particular historia que lo constituye como tal, historia marcada por un entrecruzamiento de causas: subjetivas, familiares, ideológicas, culturales, etc. Pero en definitiva podríamos decir que se escribe porque uno tiene ganas, así de simple. Al menos en lo tocante a literatura.

En lo referido a ciencias sociales, a lo politológico, la situación es distinta: se escribe porque hay un compromiso social, ideológico, porque quien escribe intenta generar debate en torno a ciertos temas, a despertar conciencia, a aportar soluciones en la construcción de alternativas. Que se consiga, es otra cosa, pero el motivo de base anida en el compromiso político.

PreguntaOtra queja muy común entre una gran mayoría de escritores, al menos, en Canarias y en el Estado español, es que la industria editorial sólo apuesta a caballo ganador ¿Ocurre lo mismo, por ejemplo, en Guatemala, en particular, y en Latinoamérica en general?

Marcelo Colussi: La industria editorial, como cualquier negocio dentro del marco capitalista, se mueve por una pura lógica empresarial de lucro. Por tanto, la mercadería literaria se maneja como cualquier otro bien mercantil: si vende, es bienvenida; si no vende, se la deshecha. De ahí que para tantos escritores sea tan difícil abrirse paso en ese mundo editorial, ámbito marcado por todos los juegos económicos, codazos y zancadillas que pueden encontrarse igualmente en cualquier otra esfera del quehacer mercantil. Quizá uno no se sorprende tanto cuando se habla de las mafias de la industria de los armamentos, o del espionaje industrial entre, por ejemplo, los fabricantes de vehículos, o de computadoras, pero sí produce cierto escozor cuando vemos todo esto entre literatos y toda la industria editorial. Pero, más allá que la mercadería en juego en este ámbito es distinta a una ametralladora, un tractor o una motocicleta –yo prefiero un libro, aclaro– en sustancia, en términos empresariales, no hay muchas diferencias en los manejos propiamente mercadológicos. El monopolio, las mafias y las zancadillas también están aquí.

PreguntaDespués del llamado “boom” latinoamericano donde esa industria editorial apostó fuertemente y dieron a conocer a todo el mundo a escritores como Gabriel García Marqués, Mario Vargas Llosa, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Álvaro Mutis, José Lezama Lima… con el llamado “realismo mágico” en el género novelístico (en el poético ya habían conquistado el “mercado” autores como Rubén Darío, César Vallejo, Alfonsina Storni, Pablo Neruda…), pareciera que ya no existiesen más y mejores autores ¿cuál es su opinión al respecto?

Marcelo Colussi: Comparto eso a medias. Siempre hay buenos autores. Sucede que hay momentos especiales, estelares. Las décadas pasadas, años mucho más movidos en términos políticos y culturales, dieron como resultado una gran creatividad rebelde, irreverente, novedosa, desafiante. Y la industria editorial supo transmitir (y hacer negocio) de todo ello. Para los años 70 y 80 del siglo pasado, en toda Latinoamérica hubo una clara involución política (fríamente calculada por los grandes poderes, por supuesto) que marcó un repliegue en todos los avances, en lo político, en lo ideológico, con dictaduras manchadas de sangre que produjeron un silencio generalizado. Por eso hoy día lo que más se produce y se vende son libros de autoayuda –principal rubro de la producción librera a nivel mundial, por otra parte–. Pero entiendo que es un poco exagerado, o quizá injusto, decir que hoy día ya no hay grandes autores en los países latinoamericanos. Preferiría decir que hay una situación distinta. En todo caso, la época de dictaduras y post dictaduras con democracias de baja intensidad como las actuales no favorece ese “boom” de años anteriores, pero no creo que se haya terminado la inspiración. Ya reaparecerá; o, en todo caso, no tendrá la misma forma. Lo que sí es evidente que años atrás hubo un momento de especial creatividad en la literatura latinoamericana, así como hay momentos de especial fertilidad en distintos órdenes, y luego pasan: la filosofía en el siglo V a.C. en Grecia, los pintores en el Renacimiento italiano, los pensadores en el idealismo alemán, los grandes jazzistas negros en las primeras décadas del siglo XX en Estados Unidos, etc., etc. Son momentos especiales, memorables. Es cierto que en Latinoamérica hubo en los 60 y 70 un despertar literario que ahora no se ve. Pero buenos escritores sigue habiendo.

PreguntaLa última cuestión la dejo siempre abierta para que el entrevistado tenga la oportunidad de expresar cualquier asunto, observación o tema que desee sugerir y que considere de interés.

Marcelo Colussi: Yo no sabría si definirme como proyecto de escritor –en sentido de narrador de cuentos– o de pensador –como alguien que intenta reflexionar sobre la realidad–. Quizá como pensador soy un divertido cuentista, y como narrador soy un aburrido filósofo. Pero eso no importa. Lo que creo realmente importante es estimular la reflexión, la creatividad, la imaginación, el espíritu crítico, la sana irreverencia. Y escribir me parece una importante, quizá vital, posibilidad para dar salida a todo eso. Escribir no es nada fácil, porque eso fuerza a poner en orden las ideas, a saber qué se quiere decir para que lo entienda el lector, a decir las cosas con precisión y calidad. Escribir constituye un hermosísimo ejercicio de creatividad, y eso es siempre algo portentoso, casi milagroso: ¿cómo hacer para que, a partir de una hoja en blanco –una pantalla en blanco podríamos decir hoy–, al cabo de un rato, y luego de dejar allí plasmados unos cuantos garabatos, alguien pueda encontrar en esos nuevos símbolos algo que lo conmueva, le transmita conocimiento, le abra una perspectiva nueva, le aclare cosas, lo agrade, lo haga reír o llorar, lo haga querer seguir leyendo más adelante?

Publicado por Con Nuestra América en 6:48 a.m. http://img1.blogblog.com/img/icon18_email.gif

viernes, 22 de febrero de 2013

BIOGRAFÍA Y TESTIMONIO SOBRE JUAN PABLO CHANG NAVARRO



I
Una biografía de nuestro tiempo
Juan Pablo Chang Navarro (1930 -1967)[1]

Hilda Tísoc

Juan Pablo Chang Navarro (1930-1967), fue un político comunista peruano, participante de las guerrillas de Perú y Bolivia en los años sesenta.
Palabras clave: Chang Navarro, Perú, Bolivia

Juan Pablo Chang nació en la ciudad de Lima, capital del Perú, en 1930, el mismo año en que el movimiento popular entró en una importante fase ascendente de sus luchas reivindicativas y políticas; año en que llegó a su fin el “oncenio” del dictador Augusto B. Leguía y en que falleció José Carlos Mariátegui, fundador del Partido Comunista Peruano y ejemplo de vida fecunda y militante para los revolucionarios de nuestra América Latina.

El hogar en el que pasó su niñez y adolescencia era, en el aspecto material y espiritual, similar al de cualquier familia de la pequeña burguesía citadina, salvo el hecho de la presencia de la  tradición china, por parte de su padre, Juan Pablo Chang Navarro, quien caso con Dionisia Lévano, su madre, al poco tiempo de radicar en el Perú.

Muchas familias china-peruanas como las Chang, en lo que va de este siglo, se han incorporado a la vida y a los requerimientos políticos del pueblo peruano. En ese sentido, Juan Pablo Chang no hizo más que adherir, con su vida, al legado histórico de otros notables descendientes chinos muy estimados por nuestro pueblo. Tal es el caso del destacado sindicalista obrero Adalberto Fon –Ken y a Pedro Zu-Len, defensor inveterado de los campesinos indígenas, frente a la explotación y opresión  terrateniente e imperialista.

En la segunda mitad de los años treinta, hizo sus estudios primarios en una escuela limeña. Los estudios secundarios los realizó en la gran unidad escolar “Alfonso Ugarte” de Lima. En 1945, en plena campaña del Frente Democrático Nacional que lanzó la candidatura del Dr. Luis Bustamante y Rivero, contactó con la Juventud Aprista y se vertebró a sus filas. Los últimos años de secundaria, los cursó combinando los estudios con la labor de propaganda política.

Su certificado del 5to.de secundaria (1947), da algunos  elementos sobre su calidad de alumno avanzado. Sus calificaciones más altas fueron en  Historia del Perú y Economía Política, lo que sin lugar a dudas, influyó en su ulterior elección universitaria y política. En cambio, en las asignaturas de Educación Básica e Instrucción Pre-Militar, obtuvo los calificativos más bajos, lo que reafirman los testimonios de amigos y familiares sobre sus carencias físicas, compensadas largamente por sus virtudes políticas, tempranamente manifiestas en sus años de militancia  aprista.

En 1948, ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y participó activamente en las asambleas y manifestaciones políticas de los universitarios. El régimen demoliberal de  Bustamante y Rivero, había entrado en rápida y franca descomposición. El APRA, otra principal fuerza del Frente Democrático Nacional, que había lanzado la candidatura de Bustamante, preparaba su relevo por la vía militar.

Las vacilaciones y claudicaciones de la dirección del APRA frente a las audaces acciones de los comandos apristas que se inmolaron en El  Callao, Lima y otras provincias del interior, frustraron su acceso el gobierno con la instauración de la dictadura militar del general Manuel A, Odría, el 2 de octubre de 1948, desencadenándose ocho años de persecuciones a militantes apristas, comunistas y dirigentes sindicales y populares.

El exilio del líder aprista Víctor Raúl Haya de la Torre, en la embajada de Colombia, presidido  de purgas de los cuadros insurrectos, condujeron a que un fuerte contingente de militantes se sintieran traicionados por la propia dirección del  Partido, y salieron de sus filas; entre ellos se encontró Juan Pablo Chang. En condiciones muy difíciles de perseguido político, dio su examen de admisión para ingresar a la Facultad de Letras en la vieja casona sanmarquina, del Parque Universitario. Su primer año fue irregular dadas las circunstancias políticas. La asignatura de Historia de la Cultura logro su mejor calificación (15). La historia nuevamente aparecía como una materia de significación extra académica, máxime, porque él mismo empezaba  a tomar conciencia de ser uno de sus anónimos protagonistas. Fue encarcelado, durante dos años en la isla-prisión de El Frontón, frente al puerto de El Callao. Las condiciones insalubres de esta prisión, pudo soportarlas estoicamente, a base de autoeducación y debate de las tendencias ideológicas y políticas contemporáneas, así como sobre los problemas del Perú. Entraba así en la fase de ajuste de cuentas con el aprismo y de  aproximación al marxismo.

Recordando su valía como estudiantes de la generación universitaria de 1948, Pablo Macera dice: “Juan Pablo Chang nos llevaba a todos nosotros, además de otras, sobre todo una gran ventaja intelectual y de todos los que entonces conocí que estudiaban en San Marcos, era el que daba una mayor impresión de bondad…”

Al concluir sus años de prisión en el penal de El Frontón, fue deportado a la Argentina, gobernada entonces por el general Domingo Perón. Sin pérdida de tiempo, Juan Pablo se inscribió en la Facultad de Letras de la Universidad de Buenos Aires y se vertebró al movimiento estudiantil y revolucionario de ese país. La lucha contra el peronismo motivaría un  segundo momento en su proceso al aprismo, en su versión argentina, saliendo deportado a Bolivia. La Junta Militar de Bolivia, presidida por el general H. Ballivian Rojas, decidió entregarlo a su símil del Perú. Al ingresar a territorio peruano, Juan Pablo, haciendo gala de ingenio y habilidad, logro burlar la vigilancia policíaca y se  “esfumó”; ingresó clandestinamente por Puno y se quedó a residir varios meses en el Cuzco, donde procuró conservar el anonimato. La policía inicio su búsqueda en el sur y la capital del país, pero no logró ubicarlo.

En el Cuzco, Juan Pablo asistió a algunos cursos que se impartían en la Facultad de Letras de la Universidad San Antonio Abad. Sus intervenciones polémicas en el aula y en el medio universitario, atraen la atención de la policía, fue detenido y trasladado a Lima. Permanece en prisión hasta mayo de 1953 en la cual se entera del triunfo de la revolución boliviana. En la primera quincena de junio, sale al destierro, esta vez a México. Por entonces contaba con 23 años de edad y cuatro deportaciones. En tierras aztecas, se instalo en el D.F. Vivió en un cuarto de estudiante de la calle de Hamburgo num.77, de la colonia Juárez y el 31 de julio se inscribió en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, como alumno de Antropología Social, donde cursó dos semestres.

En el D.F. se vincula al grupo comunista exiliado, al cual se unían otros revolucionarios latinoamericanos, como Jorge Turner (panameño), los hermanos Machado (venezolanos) etc. Entre los comunistas peruanos, destacaba la figura de Genaro Carnero Checa, los poetas Juan Gonzalo Rose y Gustavo Valcárcel, este último también procedente de las filas del aprismo. También participaban, Luis de la Puente Uceda y Manuel Scorza.

En la Escuela Nacional de Antropología e Historia, cursó dos semestres académicos entre julio de 1953 y fines de 1954, en que el régimen del entonces presidente, Adolfo Ruiz Cortinez, decidió expulsarlo del país.

Desde que Juan  llegó a México, participó en diversos actos  políticos y de masas, con los exiliados latinoamericanos y los compatriotas deportados. La campaña anticomunista en Latinoamérica, amparada por las dictaduras militares que cambiaban en el continente. El derrocamiento de Jacobo Arbenz  por el golpe militar de Castillo Armas en Guatemala, son el tema de reflexión y denuncia de Juan Pablo y la comunidad latinoamericana exiliada en México.

Afines de 1954, a raíz de la visita del presidente Eisenhower a México, ante el temor del gobierno de que sufriera un atentado, los exiliados latinoamericanos fueron confinados a la cárcel de Bucarelli. Una delegación estudiantil, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, compuesta por Irene Valencia, colombiana y compañera de Juan Pablo y Cesar Huerta, de nacionalidad panameña, demandaron infructuosamente, su libertad.

El abultado “curriculum” de este joven militante que les mostró la autoridad determinó que la Secretaria de Gobernación lo deportara, esta vez, a Francia, frustrando una vez más sus estudios universitarios.

Las fronteras de América Latina, las que descubrió bajo el fraseario bolivariano del aprismo, se le cerraron. Le quedaba Europa y desde allá, la búsqueda del retorno y la revolución.

En 1955, llegó a Francia, y rápidamente contactó con exiliados de diversas partes del mundo, principalmente latinoamericanos y africanos, con quienes fortalece sus vínculos de probado internacionalista. En París conoce a Guillermo Lobatón, dirigente del MIR en las guerrillas del 65. Entre los africanos, mantuvo estrechos lazos con Marcelino Dos Santos, dirigente del Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO) y más tarde, tras lograr su independencia, vicepresidente de dicha república. Sus ansias de saber, de poner la academia al servicio de la vida, de la política, lo llevaron a inscribirse como alumno de Psicología, en la Sorbona.

Su vida en la capital intelectual europea, le permitió conocer de cerca la experiencia de las guerrillas argelinas que lucharon contra el colonialismo francés, a pesar de lo exiguo de sus fuerzas. En mayo de 1955, junto con los exiliados africanos y latinoamericanos, celebró la constitución del Frente de Liberación Nacional (FLN), que definió el camino en  la lucha por la liberación del pueblo argelino. Frente a ello, el Partido Comunista Francés, levantaba las banderas del chauvinismo francés de gran potencia: el FLN, acusaba el Partido Comunista de Argelia por su renuncia a la lucha armada y de comportarse igual que su símil francés. Esta experiencia marca profundamente a Juan Pablo, que pocos años más tarde se reafirma en el caso de la revolución cubana y se expresará en el seno del Partido Comunista Peruano, del cual es militante.

En 1956 el régimen dictatorial de MANUEL A. ODRIA llegó a su fin. Ante la oposición y el descontento popular, se ve forzado previamente a dar una amnistía, a dejar el mando y convocar a elecciones generales para la presidencia de  la república. Juan Pablo se acogió  a la  amnistía y retorno al Perú, se volvió a matricular en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos y ejerció funciones partidarias, de organización y dirección en el seno del Frente Estudiantil Revolucionario (FER).

Para esas fechas, Richard Nixon visitó América  del Sur; en el Perú, decidió visitar la casona de la Universidad de San Marcos, pero su intento es  frustrado, por la bienvenida que le prepararon los lideres universitarios Juan Pablo Chang, Mario Chiappe y Max Hernández: huevos podridos, “pollos” y pedrea general a la comitiva del tío Sam.

El “Chino” fue encarcelado, al igual que otros estudiantes, en la colonia  penal de El Sepa, en el corazón de la selva peruana. Al obtener la libertad, se dedicó al periodismo en la agencias France Press y Ansa y  a la labor sindical, la que le cuesta dos prisiones más; pero el “Chino”, tiene una vigorosa voluntad y tenacidad para la lucha, su convicción pesa más que cualquier “accidente” de trabajo, en el camino de la vida revolucionaria. Callado y bondadoso pero luchador como ninguno, es el recuerdo de quienes conocieron a Juan Pablo.

En febrero de 1956, se inició una lucha en el seno del Partido Comunista Peruano, contra el oportunismo de derecha, lidereado por Jorge del Prado. Contra esas posiciones de derecha se alineó Juan Pablo Chang. En el transcurso de esta lucha interna, se reivindicó la lucha armada, frente al “cretinismo parlamentario” que quería resucitar, al amparo de la candidatura del oligarca  Manuel Prado, las prebendas conseguidas en su primer gobierno (1939-45), del que por esos años llamaron el “salin peruano”. También se reivindicó el leninismo frente a sus tergiversaciones.

La camarilla de del Prado logró maniobrar con habilidad y resolvió el diferendo ideo político “orgánicamente” en el XI pleno del C.C., en septiembre de 1957, con la expulsión de Virgilio Roel, Héctor Bejar, Hugo Blanco, quienes se constituyeron  en fracción, a través de periódicos como el “PERÚ POPULAR” y “EL MILITANTE “. en 1959,en XV Congreso Departamental de Lima, se formó el Comité Leninista, organización a la que adhirió Juan Pablo Chang. En un manifiesto declararon: “la formación del COMITÉ CENTRAL PROVISIONAL (Leninista) no constituye la fundación de un nuevo Partido Comunista. Significa la separación orgánica de la tendencia revolucionaria, de la tendencia oportunista de derecha, única salida para superar la crisis ideológica, política y orgánica, del partido comunista peruano”.[2]

Posteriormente, este Comité Leninista se dispersó, algunos regresaron a las filas del Partido Comunista Peruano, previa “autocrítica” de sus posturas izquierdistas, otros sectores se  vertebraron a nuevas agrupaciones políticas, como APUIR, Movimiento Túpac Amaru, FIR, ELN. Por ultimo, los menos, quedaron fuera de la escena política peruana.

De la experiencia de la Revolución Cubana y sus precedentes, la Revolución China y más propiamente la Revolución Argelina, Juan Pablo Chang consideró necesario asimilar la formación de un frente revolucionario que  aglutinase a todos los núcleos dispersos de la izquierda, que fueron susceptibles de ser unidos, en la perspectiva de que irrumpieran por el camino de la construcción de un movimiento de masas, que fuera la fuente y el respaldo a la lucha armada revolucionaria. En esta dirección en 1961, promovió la construcción de la “Asociación para la Unificación de la Izquierda Revolucionaria” (APUIR), proyecto que fue duramente atacado por la dirección reformista de Jorge del Prado.

Posteriormente, un año después, aparece la primera respuesta política de tipo programático,  bajo una nueva denominación, la del Frente de Izquierda Revolucioanaria (FIR), de la cual Juan Pablo fue principal animador. Sus objetivos fueron:

Apoyo incondicional a la ocupación de tierras; reorganización de la CTP y lucha por un pliego único de reivindicaciones; amnistía para todos los presos y perseguidos políticos y sociales; defensa incondicional de la Revolución Cubana; confiscación de todos los latifundios y distribución gratuita de la tierra a los campesinos: nacionalización de las empresas imperialistas; reforma y gobierno de los trabajadores”.[3]

Estos puntos que centraron como problema primario del Perú la cuestión campesina agraria, fueron un intento de rectificación de las  tesis obreristas y de voluntarismo pequeño burgués, que hegemonizaron entre los años 1956 y 1961, en el seno de las corrientes antirreformistas. Este viraje se dio bajo influjo de la experiencia de la Revolución China, pero principalmente bajo empuje y ascenso de las acciones del campesinado peruano de  la sierra central con el cual  se entrelazaban solidariamente, las fuerzas del Frente Revolucionario del Cuzco, el POR dirigido por Hugo Blanco; el comité Leninista del Cuzco, bajo conducción de Luis Zapata Bedero; una fracción de la J.C.P. y algunos miembros del APRA rebelde (MIR). El FIR fue penetrado por las corrientes trorskistas, lo cual fue facilitado por la no presencia del PCP y la debilidad ideopolítica de otras corrientes revolucionarias y reformistas. En Lima, se aproximaron al FIR el Partido Socialista de Luciano Castillo, los Socialprogresistas y otros núcleos menores.

El FIR, terminó por decantarse y fracasar como proyecto político y unitario y quedó bajo dirección de Hugo Blanco, adherido a la fracción trotskista de Manuel Moreno. Algunas de sus anteriores fuerzas, se aglutinaron en un organismo electoral denominado FLN, con participación del PCP, en la campaña electoral de 1962–1963. Otros cayeron en el voluntarismo pequeño burgués de corte foquista, como el caso del EJERCITO DE LIBERACION NACIONAL (ELN), al cual se incorporó Juan Pablo Chang en 1964. Para entonces, ya se había inmolado el poeta Javier Heraud y otros combatientes del ELN, que fueron emboscados en las selvas de Madre de Dios antes de llegar a su destino.

Respecto a este lamentable suceso, hay versiones contradictorias. Unos sostienen que fueron los terratenientes quienes avisaron a la policía de la zona de la incursión de los comandos armados, procedentes de Bolivia. otros, sostienen que fueron Holle y Monge, dirigentes del Partido Comunista de Bolivia, quienes pasaron la información al Ministerio de Gobierno y Policía del Perú, vía la Embajada Peruana en La Paz, a fin de descartar la vía armada como el camino para la revolución. Ello explicaría el por qué los sobrevivientes del ELNque se replegaron en Bolivia, evitaron todo contacto con el partido comunista boliviano.[4] La falta de documentación impide esclarecer estos acontecimientos, lo que sí se puede señalar es que la columna guerrillera de Heraud no podía haber alterado el ulterior curso de los acontecimientos político-militares de 1965-1967.

Poco tiempo después, en 1965, a Juan Pablo se le vio acudir a las polémicas entre apristas y feristas para las elecciones de la Federación Universitaria de San Marcos y revolucionaria. Luego viajo a Europa. Se sabe de una corta estancia en Checoslovaquia y de su entrenamiento militar en Cuba, al lado del Che Guevara.

Del 3 al 15 de enero de 1966, participó como delegado del ELM en la Conferencia Tricontinental de La Habana, en la que se constituyó la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia a y América Latina (OSPAAAL) que tuvo como sede la ciudad de La Habana.

El 16 de enero de 1966, Juan Pablo asiste a la reunión preparatoria de 27 delegaciones para la constitución de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), que decide celebrar su I Conferencia en agosto de 1967.

Entre los meses de julio y septiembre de 1966 se adiestra militarmente al lado del núcleo de voluntarios que comandó el Che Guevara. En ese mismo periodo los peruanos José Cabrera Flores (“el negro”) y Lucio Galván (“Eustaquio”) se encontraban ya en Ñancahuazú; ambos al igual que Juan Pablo eran militantes del ELN. El “Chino” no tardó en juntárseles; ya para fines de 1966 estaba encargado de la comunicación con las fuerzas interiores en el Perú y de la responsabilidad directa de coordinar allí la instalación de un nuevo frente, a punto de entrar en acción, con el cual debía realizarse más tarde la reunión.[5]

A fines de 1966 la guerrilla del ELN era derrotada y desarticulada en las montañas de Ayacucho en el Perú. Héctor Béjar (“Calixto”) en esa época el dirigente guerrillero cayó prisionero, poco tiempo después colaboró con la dictadura militar. Pero estas  noticias no desanimaron a Juan Pablo, o en el mejor de los casos no supo evaluar (dada la información fragmentaria que llegaba a Nañcahuazú)  el descalabro del ELN en Perú, ya que no hay otra manera de interpretar el texto redactado por el Che Guevara sobre una conversación sostenida con el “Chino” el 2 de diciembre de 1966, en la que relata:

“temprano llegó el Chino, muy efusivo. Nos pasamos el día charlando. La sustancial: irá a Cuba e informará personalmente de la situación, dentro de dos meses podrán incorporarse cinco peruanos, es decir, cuando hayamos comenzado a actuar; por ahora vendrán dos, un técnico en radio y un médico que estarán algún tiempo con nosotros. Pidió armas y accedí a darle una BZ, algunas máusers y granadas y comprar M1 para ellos. También decidí darle apoyo para que enviaran cinco peruanos a establecer enlace para pasar las armas para la región cercana a Puno, del otro lado del Titicaca. Me contó de sus cuitas en el Perú, incluso un audaz plan para liberar a Calixto que me parece un poco fantasioso, creo que algunos sobrevivientes de la guerrilla están actuando en la zona, pero no lo saben a ciencia cierta, pues no pudieron llegar hasta la zona.

Lo demás de la conversación fue anecdótico. Se despidió con el mismo entusiasmo partiendo para La Paz; lleva fotos nuestras….”.[6]

Luego en el núcleo combatiente del Che, a pesar de que otras eran sus funciones y compromisos militares. En el inicio prematuro de las acciones guerrilleras, se entregó de lleno a construir un perfil de combatiente ejemplar; poco importan sus deficiencias físicas, su miopía extrema y su delicada salud cultivada en las frecuentes prisiones y destierros por adherir a un ideal, Juan Pablo es puesto como ejemplo por el Che ante la guerrilla un 29 de junio de 1967, de cómo no desmayar, modelo de entusiasmo y convicción. Juan Pablo es un modelo de recia voluntad y espíritu de sacrificio. Siempre modesto, siempre sonriente, jamás flaqueó. Fue fiel hasta la muerte a sus convicciones revolucionarias e internacionalistas”.

En Quebrada del Yuro fue capturado junto al Che Guevara y el combatiente boliviano Simón Cuba “Willi” y pasado por las armas a mansalva el 8 de octubre de 1967.

Poco importan las diferencias que nos separen en torno al camino de la revolución, frente a su capacidad  de entrega, a la vida nueva y al estudio. Pese a sus tropiezos errores y caídas, Juan Pablo, camarada inmensamente humano es ejemplo de revolucionario del pueblo y para el pueblo.


Notas:
[1] Ateneo de Estudios Peruanos-Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH ), México, D.F., Cuicuilco, Noviembre De 1981
[2] Perú Popular: enero de 1959
[3] “Revolución Peruana”, Lima 25 de septiembre de 1962
[4] véase, carta abierta de Oscar Zamora al Primer Ministro de Cuba, Fidel Castro. Bolivia, octubre de 1967
[5] Regis Debray la guerrilla del Che.
[6] del Diario del Che Guevara.

Fuente:



II

Juan Pablo Chang Navarro en el testimonio de Jorge Turner
Hilda Tísoc

Jorge Turner es natural de Panamá. Desde 1969 reside en México, llegó en calidad de desterrado. Actualmente se dedica al periodismo, es maestro en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, y un destacado y veterano militante internacionalista. Es autor de “Juan Pablo Chang, un revolucionario latinoamericano”, publicado en la revista Tricontinental, num. 32 en 1968, en La Habana, Cuba, así como de varios ensayos y libros sobre Panamá y América Latina.
Palabras clave: Chang Navarro, Turner, Perú, Bolivia

¿Cómo conoció a Juan Pablo Chang?
Yo he vivido muchos años acá en México, dónde he estado durante varias etapas de mi vida. La década de los 50 corresponde a otra etapa de mi estancia en este país. Fue por el 53 ó 54 cuando conocí a Juan Pablo Chang. No sólo lo conocí a él, sino que conocí a buena parte de las figuras del destierro latinoamericano de aquel entonces, que vivían en México. Los primeros años de la década de los cincuenta son de dictaduras en América Latina y, por consiguiente, de desterrados. Recuerdo algunos desterrados de aquel entonces. De la dictadura de Fulgencio Bautista, antes de que viniera Fidel Castro, al doctor Raúl Roa, quien fue director de la revista Humanismo,[i] de la dictadura de Pérez Jiménez, a los hermanos Machado[ii], al poeta Carlos Augusto León[iii]; y de la dictadura de Odría, a desterrados apristas y desterrados comunistas. Entre los desterrados peruanos Juan Pablo resaltaba entre ellos. Tengo muy presente que durante nuestras pláticas me dijo que había militado en el aprismo y que cuando vino a México ya era un hombre de militancia comunista.

¿Sabe mayores detalles de esa conversión de Juan Pablo del aprismo al marxismo, a qué se debió, en qué circunstancias?
Entiendo que su cambio de posición no obedeció a la sugerencia de las lecturas, si no a experiencias muy concretas y prácticas. Cuando la rebelión de la Marina Peruana contra el gobierno de turno, para favorecer la causa y la posibilidad de toma del poder del aprismo, el líder del aprismo, Víctor Raúl Haya de la Torre, asumió una postura de desautorización de esa rebelión. Esa fue una razón que llevó a Juan Pablo a meditar seriamente en la posibilidad de buscar una tolda política que se ajustara más a su ser revolucionario y a su deseo de hacer la revolución en América Latina. Esta fue la causa primordial cuando vino a México. Había en él una conciencia muy clara de que el aprismo de aquel entonces se entendía muy bien con el imperialismo norteamericano.

Entre los muchos enjuiciamientos que nosotros compartíamos desde aquel tiempo, se encontraba la postura de que la internacionalización del Canal de Panamá, uno de los puntos fundamentales del programa original del aprismo era un planteamiento incorrecto. Víctor Raúl Haya de la Torre en el fondo proponía, con semejante opinión el estado nacional. Desde los años cincuenta teníamos muy precisos los derechos de Panamá a su soberanía y a un canal panameño que impulsara el desarrollo de América Latina y que contribuyera a enlazar eficientemente el comercio marítimo internacional.

Según tengo entendido, usted y él y otros latinoamericanos se reunían en tertulias. ¿Nos podría decir de qué conversaban en ellas?
Teníamos tertulias y no sólo tertulias, sino reuniones formales y sumamente serias de intercambio de experiencias, como hacen todos los hombres con vocación política. El tema principal casi siempre giraba alrededor de la revolución latinoamericana y de las posibilidades que esa revolución tenía en cada uno de nuestros países. A veces soñábamos muy lejos y otras veces nuestra visión era puramente pragmática. Nuestras reuniones frecuentemente no tenían un carácter secreto, si no que, repito, eran reuniones de intercambio de experiencias y de valoración del ángulo desde el cual cada quien analizaba los problemas; teníamos discusiones con los apristas y con los comunistas tendientes a concretar plataformas para la actividad política a largo plazo, no solo para salir del momento dictatorial, sino para lograr regímenes que pudieran enfrentarse al imperialismo y mejorar el nivel de vida de nuestros pueblos latinoamericanos.

¿Quiénes formaban el grupo, quiénes se reunían, recuerda algunos nombres?
Bueno, de los peruanos los recuerdo a todos. El grupo más compacto se daba entre los peruanos de militancia comunista o de simpatía con el comunismo y los apristas más rebeldes y críticos a la dirección de su partido. Entre los apristas se encontraba Luis de la Puente Uceda, que fue consecuente con su vida hasta el final, pues después muere, con las armas en la mano, en las montañas peruanas. También estaba Juan Pablo Chang, quien era militante comunista sumamente profundo en sus convicciones. Por otro lado, estaba Genaro Carnero Checa, que había vivido en otras ocasiones en México y que, por su edad, era una especie de decano del grupo peruano. Asimismo, se encontraban dos poetas de gran valía: Juan Gonzalo Rose y Gustavo Valcárcel. De nuestras reuniones también participaban el hoy destacadísimo novelista, Manuel Scorza, con menor militancia, más absorbido por sus inquietudes literarias, y los periodistas Jorge Raygada, de gran simpatía personal, y Mario Puga.

¿Cómo recuerda usted a Juan Pablo como amigo, como persona y como militante?
Lo recuerdo siempre como un gran amigo y como una persona bondadosa y amable, a pesar de lo cual, o quizá por este mismo, era muy firme en sus convicciones. Era un militante ciento por ciento y hombre de lecturas que se constreñían, en un alto porcentaje, a la lectura política marxista, con poco tiempo para los entretenimientos. O sea que era un hombre dedicado a la militancia y a la organización política. Estaba muy lejos de su ánimo el dogmatismo, era comprensivo frente a los problemas de los demás y mantenía una actitud unitaria hasta donde fuera posible.

¿Qué lecturas recuerda usted que él haya señalado que fueran sus libros de cabecera, como se podría decir?
Como todo peruano de izquierda era mariateguista y leía la obra de Mariátegui, pero era consciente de que a Mariátegui había que actualizarlo, o sea que la mejor manera de ser mariateguista, era ser marxista leninista de su tiempo, del tiempo de Juan Pablo Chang y no del tiempo de Mariátegui. Además, leía los libros de Marx y Engels, de preferencia. En esa época él tenía una gran ilusión con la antropología y también leía muchas obras relacionadas con el tema. Después la vida y su voluntad revolucionaria lo llevan por otro lado, pero en aquel entonces él pensaba que la antropología era muy importante para reforzar su bagaje teórico.

¿Sabe cómo fue que Juan Pablo se conectó con el Che Guevara?
Cuando hace un rato me réferi a los desterrados omití a los desterrados que vinieron de Guatemala, guatemaltecos y algunos latinoamericanos que vivían en Guatemala. El año de 1954, en que cae el gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán, concluyendo así el periodo de diez años que los guatemaltecos progresistas llaman de la “primavera democrática”, resulta el año en que Juan Pablo es expulsado de México, a raíz de la visita del presidente Dwight Eisenhower a este país. Las detenciones preventivas de los revolucionarios con motivo de visitas de esta naturaleza se practicaban antes. En aquel entonces yo no tenía las relaciones con funcionarios públicos que tengo ahora y, por lo tanto, a pesar de mis gestiones, no llegué a saber a qué obedeció la expulsión de Juan Pablo de México, siendo que su detención era pura mente precautoria y que él no violó las condiciones del asilo. Yo no recuerdo con exactitud si cuando el Che vino de Guatemala ya Juan Pablo había sido expulsado de México destino a París. Si el hecho ocurrió antes de que vinieran el Che y los guatemaltecos con seguridad fue que donde se conocieron el Che y Juan Pablo. De haber sido expulsado Juan Pablo antes del viaje del Che, entonces fijo se conocieron en La Habana, el triunfo de la Revolución Cubana.

Los revolucionarios somos una familia que rápidamente se conoce entre sí. Había mil puentes para que el Che y Juan Pablo se conocieran. La primera época del Che, Hilda Gadea, era de nacionalidad peruana y amiga de Juan Pablo. Doña Laura de Albizu Campos, la esposa del más grande prócer puertorriqueño y cuya figura maternal y cariñosa unificada al exilio de aquel tiempo, y que fue atendida por el Che Guevara, aquí en México, de alguna enfermedad, también era de nacionalidad peruana y amigo de Chang. Además Juan Pablo era hombre de un mundo de relaciones amistosas. Que él quien muchos años más tarde, en Europa, me presentó al francés Regis Debray y al argentino William Cooke.[iv] Lo que sí recuerdo mejor fueron las entrevistas del Che Guevara con Raygada y la idea que en aquel tiempo tenia el Che de que toda columna guerrillera importante debía llevar un poeta consigo. Algo así como lo que pensó el rebelde Espartaco antes de Cristo. De ahí que en algún momento pensó en llevarse al poeta Juan Gonzalo Rose al desembarco en Cuba. Pero eso es harina de otro costal.

¿Sabía, ya posteriormente, que Juan Pablo estaba en el grupo armado del Che? ¿Lo intuía?
Con certeza no sabía eso. La última vez que lo vi fue a principios de 1966 en la conferencia de la Tricontinental, en La Habana. Juan Pablo, como todo verdadero revolucionario, no contaba lo que no debía contar ni a la persona de su mayor confianza. Yo sí sabía que él tenía un espíritu y una disposición a desarrollar una actividad revolucionaria en un escalón más alto que el de simple militante de masa. En esa ocasión, la víspera de mi salida de La Habana, me citó con el carácter de urgencia para pedirme un servicio. Habíamos empezado a hablar y apenas si me había comunicado que se encontraba comprometido con el movimiento armado de su patria cuando un hecho imprevisto interrumpió la conversación que ya no se reanudaría. Fue la última vez que lo vi. Yo estaba seguro que no dijo lo que dijo para darse importancia, si no que me iba a encomendar una tarea, desgraciada o afortunadamente no ocurrió así. Pero en aquel momento no pude suponer que estuviera vinculado, o que fuera a vincularse al Che Guevara, en un plan guerrillero que comprendería a varias naciones suramericanas. Por eso me impresionó tanto cuando me enteré por los periódicos de su caída junto al Che Guevara en Bolivia en octubre de 1967.

¿A raíz de qué Juan Pablo se retira del Partido Comunista Peruano e ingresa en el Ejército de Liberación Nacional?
Algo hablamos de su retiro del Partido Comunista, aunque no tengo el asunto muy preciso. Él, al parecer, no le daba mucha importancia al hecho. Es fácil concluir que él sentía la necesidad de enfrascarse en una actividad más a tono con sus sentimientos y sus propósitos vitales. Si la organización comunista no estaba de lleno comprometida en esta actividad, pues él se separa para estar en completa libertad de dedicarse a organizar la lucha armada.

En un articulo suyo aparecido en la revista Tricontinental de noviembre de 1968, usted señala que Juan Pablo Chang no era el combatiente más apto para la guerrilla rural, ¿en qué se basa cuando señala eso?
Juan Pablo Chang era un militante revolucionario ciento por ciento. Eso no quiere decir que fuera un “all around”. Ningún ser humano es bueno en todo. Él era muy corto de vista y era un hombre de ciudad, no un campesino. Su “hábitat” no era el campo. Sus limitaciones para moverse en el monte están patentes en los diarios de Pombo y otros guerrilleros cubanos que sobrevivieron a la experiencia de Bolivia. Hacia el final de la guerrilla, Juan Pablo había perdido los lentes y no veía absolutamente nada de noche. Andaba a tientas. Para superar el problema, él agarraba un cordelito por un extremo y un guerrillero lo halaba por el otro durante las marchas nocturnas.

Juan Pablo era heroico, pero no se solazaba con la idea de serlo. Y, por supuesto que era enemigo del histrionismo e incapaz de intentar realizar descabelladamente lo que estaba fuera de sus posibilidades. Como ahora se sabe, él estaba entre los coordinadores de un plan maestro que comprendía las guerrillas de varios países, inclusive del Perú. Ciertos imponderables lo encerraron en Bolivia y lo abocaron a la guerrilla boliviana. Y él asumió su papel, hasta las últimas consecuencias, según se presentaron las circunstancias. Seguramente él sabía muy bien en qué actividad podía rendir más, de acuerdo con sus facultades, pero no por ello iba a rehusar hacer guerrilla rural, visto que era una persona dispuesta a los mayores sacrificios en pro de sus creencias, si las circunstancias le imponían hacer, guerrilla rural. No demerita a Juan Pablo el hecho de que no haya sido el hombre más calificado para hacer guerrillera rural. Juan Pablo fue un gran hombre por la consecuencia entre su prédica y su acción y por su vocación de sacrificio. En vida fue un gran peruano y un gran ciudadano de la patria grande latinoamericana que amaba al mundo entero. Cuando lo expulsaron de México a París estuvo en esta ciudad cooperando con los revolucionarios africanos, especialmente con los angoleños y con los mozambiqueños. Recuerdo que era íntimo amigo de Marcelino dos Santos[v], hoy vicepresidente de Mozambique.

¿Cómo Juan Pablo conoció a la colombiana Irene Valencia, su compañera?
Se conocieron en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México. En los primeros años de la década de los cincuenta, Juan Pablo era un hombre preocupado por la antropología y estudiante de la Escuela Nacional de Antropología e Irene, por su parte, es egresada de esta Escuela.

Allí se conocieron y allí tuvieron su noviazgo. Ella fue una persona que se activó mucho para evitar que Juan Pablo fuera expulsado de México y que colaboró con él, digamos, en actividades de solidaridad, ya que ella no era propiamente revolucionaria, si no gente de buenos sentimientos y de simpatía por los revolucionarios.

¿Después que lo  deportaron de México, volvió a ver a Irene?
Parece que ya no se vieron más y después ella hizo su vida normal con otra persona

¿Quisiera señalar algo más sobre el itinerario revolucionario de Juan Pablo Chang?
Muchas cosas se me vienen a la cabeza, pero preferiría consultar primero algunas fechas. Sólo agregaré que cuando evoco aquella época de los cincuenta en México me nace la satisfacción vanidosa de que yo, con múltiples errores a cuestas en mi vida capté meridianamente en aquel tiempo la autenticidad de Juan Pablo Chang y de Luis de la Puente Uceda.


[i] La revista Humanismo fue fundada por Mario Puga, intelectual peruano exiliado en México a fines de 1948 tras el golpe de estado del general Manuel A. Odría. La revista Humanismo, en su primera etapa, entre julio de 1952 y junio de 1954 estuvo dirigida por Puga. En ella, colaboraron otros exiliados peruanos como el antropólogo Carlos Incháustegui. A partir de la segunda mitad de 1954 la conducción de la revista pasó a manos del intelectual cubano Raúl Roa.

[ii] Gustavo Machado, comunista venezolano, vivió una nueva etapa de sus exilios entre los años de 1952 a 1958, bajo la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.  parte del cual es vivido en México. Eduardo, su hermano rompió con el Partido Comunista de su país en 1948, pasando a integrar con Luis Miquilena el Partido Revolucionario del Proletariado (PRP), conocidos como «machamiquis» o «comunistas negros».

[iii] Poeta, ensayista y crítico venezolano. Estudió historia y geografía en el Instituto Pedagógico de Caracas. Activista político, por sus ideas de izquierda sufrió prisión  durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y luego el destierro en México. Obras: Pasos Vivientes (1940), Los Nombres de la Vida (1947).

[iv] William Cooke (1920-1968) militó en las filas de la Unión Cívico Radical. Formó parte de la corriente disidente de esta agrupación populista que dio origen a FORJA, deudora parcial del pensamiento político antiimperialista de Haya de la Torre. En 1946 militó en las filas del peronismo y lo representa en el Congreso. Fue un duro crítico del burocratismo sindical inclinándose a la emergente izquierda peronista que saluda a la Revolución Cubana. La visita de Cooke a Cuba en 1960 y su entrevista con Fidel Castro y el Che Guevara signó ideológicamente el último tramo de su existencia.

[v] Marcelino dos Santos (1929), ingeniero, sociólogo y poeta mozambiqueño, uno de los fundadores del FRELIMO. Fue dirigente de la Casa de los Estudiantes del Imperio y en 1953 asistió al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes (Bucarest, Rumania). Se exilió en Francia donde participó en el Primer Congreso de Escritores y Artistas Negros en 1956, y se vinculó a revolucionarios de otros países del Tercer Mundo. A su retorno a África, participó en la fundación del FRELIMO en 1962 y en 1964, en la declaración de Guerra contra el colonialismo portugués.

Fuente: