lunes, 14 de julio de 2025

EL ALMA Y LA TRINCHERA: MITO, CRISIS Y REVOLUCIÓN EN EL PENSAMIENTO VIVO DE MARIÁTEGUI

 


NAHUEL

 

Comentario al libro 'El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy' del revolucionario pensador marxista peruano José Carlos Mariátegui

 

Presentación

José Carlos Mariátegui no es un autor del pasado. Es un revolucionario del porvenir. En El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy, el pensador peruano escapa a la clausura de los manuales y de biografías comunistas (excesivamente elogiosas) para hablarnos, con una claridad intempestiva, desde los escombros de la civilización burguesa. En un tiempo donde la democracia liberal se pudre entre tecnocracias vacías, fascismos en ascenso y una izquierda domesticada al cálculo electoral, volver a José Carlos Mariátegui no es un ejercicio de memoria: es un acto de insubordinación intelectual. Este comentario propone una lectura radical y actualizada de El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy, no como documento histórico, sino como arsenal teórico para los combates del presente.

Aquí se examinan las intuiciones del pensador peruano sobre la farsa del parlamentarismo burgués, el fascismo como forma orgánica de contrarrevolución, el mito como fuerza motriz de la política revolucionaria y el internacionalismo como única salida frente a la barbarie del capital global. Lejos de la museificación académica, se plantea a un Mariátegui como un pensador vivo, urgente, dispuesto a incendiar nuestras certezas con una sola pregunta: ¿estamos dispuestos a crear, como él exigía, un "socialismo" con alma?

Este texto está dirigido a militantes, estudiantes, teóricxs y soñadorxs que no se resignan a administrar el desastre, y que aún creen --como Mariátegui-- que la revolución no es una fórmula, sino una creación heroica.

1. La democracia burguesa como mascarada del capital

Mariátegui parte de una intuición decisiva: el liberalismo político no representa la culminación del ideal democrático, sino su distorsión grotesca, su fosilización en formas huecas. La democracia, en su acepción burguesa, ha sido despojada de su contenido popular y convertida en una escenografía ritual donde se encubren las verdaderas relaciones de poder. No es la plaza pública, el foro (ágora) donde el pueblo delibera su destino, sino el teatro donde se consagra, una y otra vez, la soberanía del capital.

En esta crítica, el régimen parlamentario no aparece como un campo de juego abierto ni como un espacio neutral de deliberación ciudadana. Muy por el contrario, Mariátegui nos muestra que el parlamentarismo burgués es una superestructura funcional al dominio de clase, una máquina institucional diseñada para garantizar la reproducción del orden económico capitalista bajo el disfraz de representación. En este sentido, la «democracia-forma», como él la denomina, es la farsa que sustituye a la "democracia-idea": una pantomima regulada por el dinero, donde la libertad es propiedad, la igualdad es mercancía y la participación se reduce al voto cada cuatro años bajo tutela mediática y coerción estructural.

«La democracia de los demócratas contemporáneos es la democracia capitalista. Es la democracia-forma y no la democracia-idea».

Este desdoblamiento entre forma e idea, entre apariencia e impulso histórico, es el núcleo del análisis mariateguiano. Mientras la democracia como idea se nutre de una voluntad colectiva de autogobierno, de justicia social y de dignidad humana, la democracia capitalista no busca otra cosa que asegurar la continuidad del dominio plutocrático bajo el barniz de la legalidad constitucional. No es, pues, un modelo agotado por el uso, sino una forma deliberada de simulación política: la máscara tras la cual se esconde la dictadura del dinero.

Pero esta ficción no es eterna. Mariátegui, lector dialéctico de las contradicciones sociales, entiende que cuando la lucha de clases se intensifica, cuando las masas ya no consienten en su subordinación y los aparatos de hegemonía comienzan a hacer agua, la burguesía abandona incluso esta fachada democrática. El Estado burgués, que había intentado legitimarse mediante el consentimiento, muestra entonces su rostro descarnado y recurre al terror organizado como forma de restauración del orden.

En este tránsito, el fascismo no surge como un accidente ni como un error del sistema. No es el "otro" de la democracia, sino su reverso funcional en tiempos de crisis. Es la continuidad del dominio burgués por otros medios. La forma liberal y la forma autoritaria del Estado capitalista son, para Mariátegui, parte de una misma arquitectura de poder, articuladas por la necesidad de asegurar la reproducción del capital ante cualquier amenaza de emancipación.

El gesto es revelador: allí donde el orden económico se tambalea, donde la conciencia proletaria se organiza, la clase dominante no vacila en destruir su propio aparato representativo, en suprimir libertades públicas y en movilizar a las fuerzas del odio y del nacionalismo para defender sus privilegios. Lo que parecía civilización se revela entonces como barbarie latente, lista para ser convocada por la desesperación del capital. El parlamento se convierte en cuartel; el voto, en bayoneta; y la ciudadanía, en sospecha.

Mariátegui anticipa, con precisión casi profética, lo que Antonio Gramsci denominará más tarde "cesarismo reaccionario": el momento en que la hegemonía burguesa, en crisis, ya no puede sostenerse en el consenso y debe recurrir abiertamente a la coerción. Pero el peruano va más allá. No se limita a señalar una estrategia de dominación; advierte que esta deriva autoritaria no es una anomalía del liberalismo, sino su resultado lógico en la medida en que el capital ya no puede gobernar democráticamente sin poner en riesgo su existencia.

La conclusión es tan radical como ineludible: la democracia burguesa no es el terreno desde el cual profundizar la emancipación social, sino el cerrojo institucional que la impide. Su crisis no es el colapso de un ideal común, sino la apertura de una posibilidad histórica: la de reinventar la política desde abajo, desde los explotados, desde una nueva forma de soberanía que no se subordine a la lógica del capital.

Mariátegui, desde esta trinchera teórica, nos entrega una enseñanza vital para el presente: si la izquierda se limita a disputar espacios dentro de la maquinaria liberal sin cuestionar su fundamento económico-social, no hace más que prolongar la agonía de un mundo moribundo. La verdadera tarea revolucionaria no es restaurar la democracia burguesa, sino superarla; no es reparar el edificio en ruinas, sino encender la llama que lo consuma.

2. Fascismo: modernidad reaccionaria y gestión del miedo

Para José Carlos Mariátegui, el fascismo no es una aberración del curso histórico ni un desvío accidental de la racionalidad política. Tampoco es, como pretende el liberalismo, una simple patología de la democracia. Muy por el contrario: es la respuesta lógica, coherente y brutal del capital cuando la estabilidad de su dominio se ve amenazada. El fascismo no nace de la nada, ni de la locura colectiva, ni de la mala voluntad de algunos caudillos exaltados. Nace del miedo de la burguesía. Nace de su pánico de clase ante la irrupción de los explotados en la escena de la historia.

«La burguesía, asustada por la violencia bolchevique, apeló a la violencia fascista».

Con esta frase demoledora, Mariátegui despoja al fascismo de sus ropajes nacionalistas, de su estética imperial, de sus símbolos arcaicos y su retórica teatral. Lo muestra tal cual es: una contrarrevolución organizada, financiada y legitimada por la clase dominante cuando ya no puede sostener su hegemonía mediante el pacto republicano. La violencia fascista no es una desviación de la democracia capitalista, sino su continuidad bajo otras formas. Es la dictadura abierta de la burguesía, su reacción instintiva cuando percibe que el terreno se inclina en favor de la revolución.

A diferencia de las explicaciones liberales, que interpretan el fascismo como una explosión irracional o como una regresión primitiva, Mariátegui nos invita a leerlo como un fenómeno modernísimo. No se trata de un retorno al pasado, sino de un proyecto político deliberado que busca reconfigurar el orden capitalista bajo nuevas coordenadas autoritarias. En este sentido, el fascismo no es un simple intento de restauración tradicionalista; es una modernidad reaccionaria, una racionalización totalitaria del poder económico, estatal y cultural, al servicio de la perpetuación del capital.

Esta modernidad autoritaria se expresa en su aparato simbólico, en su fetichismo por la técnica y la disciplina, en su exaltación de la producción industrial subordinada al Estado corporativo. Pero también --y fundamentalmente-- en su capacidad de absorber los elementos de crisis y canalizarlos hacia un proyecto de reorganización social basado en el miedo, la obediencia y el nacionalismo agresivo. El fascismo no inventa las frustraciones del pueblo: las manipula, las redirige, las subvierte. El odio de clase se desvía hacia el odio étnico; la miseria estructural se oculta tras el enemigo externo; la solidaridad se reemplaza por la lealtad vertical.

Mariátegui detecta con agudeza la dimensión cultural de este proyecto. El fascismo italiano no solo reprime a los sindicatos, encarcela a los comunistas y militariza a la juventud: también teje una alianza estratégica con la Iglesia y con el imaginario nacionalista. Restituye una mística imperial --romana y católica a la vez-- que busca dotar de sentido trascendente a una sociedad desgarrada por el desarraigo moderno:

«El fascismo se declara filo-católico. Mussolini mira en la Iglesia una fuerza de difusión de la italianidad en el mundo».

En esta simbiosis entre el Estado autoritario, la gran propiedad privada y la institución religiosa, Mariátegui reconoce el rostro más siniestro de la contrarrevolución: su vocación totalizante. El fascismo no busca únicamente suprimir derechos políticos; busca colonizar la subjetividad, imponer una cultura de la obediencia, aniquilar la imaginación emancipadora. Por eso apela a la tradición, al mito nacional, al cuerpo del líder, a la familia, a la tierra y a Dios. Porque necesita reconstruir el tejido simbólico que el capital ha roto, pero que ya no puede suturar mediante la democracia liberal.

En este punto, la crítica mariateguiana anticipa con claridad los mecanismos actuales de las nuevas derechas autoritarias. La invocación a la patria, la criminalización del disenso, la alianza con iglesias fundamentalistas, la glorificación del orden, el odio al feminismo, la xenofobia y la exaltación del trabajo como sacrificio... todo ello pertenece al mismo guion. El fascismo, en sus versiones del siglo XXI, ha mutado en formas más sofisticadas, pero conserva su función esencial: ser la barrera de contención ante el avance de las luchas sociales, la alternativa represiva al agotamiento del modelo neoliberal.

Frente a este escenario, Mariátegui no se limita a denunciar. Nos llama a comprender el carácter estructural de la amenaza. Si el fascismo es el recurso extremo del capital en crisis, entonces su derrota no será obra del republicanismo liberal ni de la nostalgia por las viejas instituciones. Será el resultado de una confrontación frontal entre dos proyectos históricos: el del capital autoritario y el de la revolución socialista. En esa disputa, la lucha no es solo por las formas del poder, sino por el sentido de la vida en común.

Porque, como él mismo intuye, el fascismo triunfa cuando la esperanza revolucionaria se disuelve en la gestión tecnocrática de la miseria. Y se derrota, no con discursos morales, sino con organización popular, con mito combativo, con imaginación política y con fuerza colectiva. El fascismo es la reacción del sistema cuando la revolución asoma. La única respuesta es que esa revolución llegue y venza.

3. El mito revolucionario como fuerza material

Hay en Mariátegui una herejía luminosa que escandaliza a los dogmáticos de su tiempo y desconcierta a los marxistas de manual: su reivindicación del mito revolucionario. En un siglo atravesado por la fe ciega en la razón, por el cientificismo como religión del capital y por la burocratización de las esperanzas populares, Mariátegui se atreve a decir que la revolución no será obra de estadísticas ni de economías planificadas, sino de pasiones colectivas, de símbolos ardientes, de creencias insurgentes que hagan temblar los cimientos del orden burgués.

«La emoción revolucionaria es una emoción religiosa. Los motivos religiosos se han desplazado del cielo a la tierra».

Esta afirmación, lejos de ser un desliz espiritualista, es una intuición materialista profunda: los pueblos no se movilizan por fórmulas abstractas, sino por horizontes encarnados en imágenes, relatos y convicciones. Cuando Mariátegui habla de mito no se refiere a la fábula irracional, sino al impulso vital que anima la acción transformadora; al relato común que permite a los oprimidos reconocerse como protagonistas de la historia. Frente al racionalismo cínico de la burguesía decadente, que todo lo mide y todo lo relativiza, el mito revolucionario aparece como la afirmación de un sentido radical: la certeza de que otro mundo no solo es necesario, sino posible.

El mito no es el opio de los pueblos, sino su lenguaje insurreccional. En el pensamiento mariateguiano, herencia de Sorel (1) y eco del romanticismo revolucionario, el mito no reemplaza a la teoría, sino que la alimenta. No niega la lucha de clases, la organización ni el análisis, pero sabe que sin un horizonte simbólico común, sin una épica de liberación, la revolución se vuelve cálculo frío o mera administración. Mariátegui denuncia así el vacío espiritual de la civilización burguesa, su escepticismo impotente, su lógica del desencanto. Lo dice con lucidez premonitoria:

«El racionalismo no ha servido sino para desacreditar a la razón».

No se trata de volver a la superstición, sino de restituir a la política su dimensión poética. El socialismo no puede construirse solo con estructuras técnicas; necesita de un alma, de una mística, de una emoción que lo arranque de la inercia. Porque la clase trabajadora no es únicamente fuerza productiva: es también deseo, imaginación, afecto colectivo. El mito revolucionario es ese fuego que transforma la frustración en coraje, la derrota en esperanza, el presente miserable en futuro palpable. No es una consigna, sino una forma de vivir y morir por algo que aún no existe.

Por eso Mariátegui no quiere un socialismo "calco y copia", sino creación heroica. La revolución no será una traslación mecánica de modelos extranjeros, sino una expresión particular, histórica y cultural de los pueblos en lucha. Y en ese proceso, el mito cumple un papel esencial: tejer un relato común que ancle la lucha en lo más profundo de la memoria y de la proyección, que una el pasado indígena, el presente obrero y el porvenir comunista en una misma narrativa de redención. La huelga, el pan, la tierra, la dignidad: todo eso necesita inscribirse en un relato fundacional que le devuelva al pueblo no solo sus derechos, sino su historia y su destino.

Frente a la crisis espiritual del orden burgués --esa mezcla de cinismo, individualismo y vacío existencial-- el mito revolucionario se erige como afirmación de sentido colectivo. En una época donde la razón instrumental ha conducido a la humanidad al borde del colapso ecológico y moral, Mariátegui nos recuerda que sin creencias combativas, sin una estética de la insurrección, sin una ética del sacrificio y del amor, no habrá revolución posible. El comunismo no será un algoritmo: será una pasión compartida.

Así entendido, el mito no es antítesis de la ciencia, sino su complemento histórico. La teoría puede iluminar, pero solo el mito puede incendiar. Y solo un pueblo incendiado de sentido puede romper las cadenas de un mundo que lo condena a la repetición infinita de la miseria.

4. Internacionalismo o barbarie: contra las patrias del capital

En Mariátegui, el internacionalismo no es una consigna exterior al pensamiento revolucionario: es su eje vertebral. En un continente fragmentado por fronteras impuestas, por repúblicas oligárquicas nacidas del pacto entre la espada criolla y el capital extranjero, el marxista peruano se atreve a pensar América Latina como totalidad histórica y política. Pero no como un bloque geográfico, ni como un folclore continental, sino como una unidad en la lucha contra el imperialismo, la explotación y la miseria estructural. Su internacionalismo no es una utopía abstracta, sino una estrategia concreta de liberación.

En un contexto de ascenso del fascismo europeo y de consolidación del capitalismo transnacional, Mariátegui desenmascara el nacionalismo burgués como una máscara más de la reacción. A diferencia del nacionalismo insurgente de los pueblos colonizados, el nacionalismo burgués opera como ideología de la defensa del capital en crisis, como culto a una soberanía ficticia que sirve para preservar las relaciones sociales de dominación. No defiende la patria como espacio de vida popular, sino como propiedad de clase:

«La reacción se llama, sucesiva o simultáneamente, chovinismo, fascismo, imperialismo».

Estos tres aspectos mencionados en la cita, aparentemente contradictorios, condensan la forma en que el capital se protege cuando se siente amenazado: se envuelve en la bandera, en la cruz y en la "luma". El nacionalismo, en su forma burguesa, no emancipa; encadena. No construye pueblo; fabrica enemigos. No combate al imperialismo; lo administra desde el sur. Y lo hace apelando a un discurso de unidad nacional que silencia la lucha de clases y convierte a los trabajadores en carne de cañón de proyectos autoritarios.

Mariátegui lo vio con claridad al analizar el fascismo italiano, pero su intuición atraviesa los Andes y se asienta en nuestra historia continental. ¿Acaso no es el mismo nacionalismo conservador el que moviliza a las Fuerzas Armadas contra los pueblos mapuche en Chile? ¿No es el que encarcela líderes campesinos en el Perú, criminaliza piqueteros en Argentina, militariza favelas en Brasil y levanta muros en la frontera con Centroamérica? Este nacionalismo no es el grito de los oprimidos: es la retórica del patrón.

Por eso Mariátegui no plantea un internacionalismo de cumbres diplomáticas, sino un internacionalismo obrero, indígena y anticolonial. Un internacionalismo que se construye desde abajo, en la solidaridad entre explotados, en la conciencia de que la patria verdadera está en la clase, en los cuerpos que producen, en las comunidades que resisten, en los pueblos que luchan. Un internacionalismo insurgente que no diluye las identidades históricas, sino que las pone en común como fuerzas vivas de transformación.

Este internacionalismo no excluye lo particular; lo potencia. Frente al cosmopolitismo burgués --donde la circulación del capital ignora toda frontera mientras las personas son cercadas por muros y tratados--, Mariátegui propone una unidad de los pueblos que no se subordine al mercado global ni al imperialismo cultural. Una unidad desde la lucha, no desde la sumisión. Una América Latina forjada no en los despachos de Washington ni en los ministerios de Exteriores, sino en las huelgas, en las comunas, en los territorios recuperados, en las universidades en toma, en los sindicatos insurgentes.

Esta visión prefigura las discusiones contemporáneas sobre el carácter internacional del capitalismo financiero, sobre el extractivismo como neocolonialismo del siglo XXI, y sobre la necesidad de una articulación global de las luchas. Mientras la burguesía globaliza la miseria, los pueblos deben globalizar la rebeldía. Y esa es la apuesta de Mariátegui: construir un socialismo que no sea nacionalismo de Estado, ni comunismo de salón, sino un internacionalismo encarnado en la solidaridad activa, en la praxis común, en el combate compartido contra la barbarie.

Porque si algo enseña la historia del siglo XX --y también del XXI-- es que el capital, cuando ya no puede gobernar con legitimidad, convoca al fascismo. Y que la única muralla contra esa ofensiva no vendrá desde las instituciones capturadas, ni desde las izquierdas domesticadas, sino desde la convergencia radical de las luchas en todas partes. Esa es la alternativa que Mariátegui nos deja escrita con fuego:

Socialismo o barbarie. Internacionalismo o muerte lenta. Rebelión o domesticación.

Conclusión: Mariátegui, o la herejía necesaria

En tiempos de derrota, de gestión progresista de la catástrofe, de socialismos de mercado y de izquierdas sedadas por el parlamentarismo, la voz de José Carlos Mariátegui resuena como una herejía necesaria. No porque esté anclado en el pasado, sino porque señala un futuro que todavía no ha comenzado. Su pensamiento, como pocas veces en la historia del marxismo latinoamericano, no es un dogma sino un incendio: no cierra preguntas, las abre; no entrega fórmulas, ofrece herramientas; no llama a administrar lo posible, sino a conquistar lo imposible.

El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy no es un libro más. Es una cartografía de la crisis del orden burgués escrita desde las ruinas de la razón liberal y con la tinta roja de una esperanza insurrecta. En sus páginas se despliega una crítica orgánica al Estado capitalista, no desde la nostalgia por el contrato social perdido, sino desde la convicción de que su estructura es, desde el origen, una máquina de dominación. Frente al agotamiento histórico del liberalismo, Mariátegui no clama por su reforma: proclama su entierro.

Su lectura del fascismo, en tanto respuesta coherente del capital en crisis, desenmascara las formas contemporáneas de autoritarismo que se expanden hoy con nuevos rostros: el del fundamentalismo financiero, el del nacionalismo extractivista, el de las derechas piadosas que predican con la cruz y gobiernan con metralla. Contra ellas, el llamado mariateguiano no es a resistir pasivamente, sino a encender el mito revolucionario, esa chispa de sentido colectivo que puede convertir la desesperación en organización, el sufrimiento en horizonte, la clase en sujeto histórico.

Mariátegui no fue un espectador de su tiempo. Fue un combatiente, un creador de pensamiento desde el sur del sur, que comprendió que el socialismo no podía ser importado como mercancía teórica, sino fundado como creación heroica. Que no bastaba con aprender de Europa: había que superarla. Que no bastaba con citar a Marx: había que pensar desde las venas abiertas de América Latina, desde sus pueblos originarios, sus trabajadores explotados, sus mujeres sublevadas, sus juventudes rebeldes.

En un presente donde la crisis ya no es coyuntura, sino condición estructural del capitalismo, el desafío no es preservar la democracia liberal, sino destruir el mundo que produce su decadencia: un mundo de cuerpos descartables, de naturaleza saqueada, de vidas endeudadas y de futuros privatizados. Mariátegui lo supo entonces. Hoy, nos toca a nosotros levantar esa bandera sin nostalgia ni folclorismo, sino con la conciencia de que no hay futuro posible sin ruptura radical.

Su pensamiento nos invita a ser intransigentes con la miseria, irreconciliables con la injusticia, impacientes con la resignación. Nos exige abandonar el cinismo y recuperar la fe --no en el sentido religioso tradicional, sino en la creencia activa y militante en que otro mundo es posible y necesario. No como esperanza pasiva, sino como tarea urgente.

Porque en esta encrucijada civilizatoria, donde los heraldos del orden nos prometen paz a cambio de obediencia, futuro a cambio de olvido, y seguridad a cambio de cadenas, Mariátegui nos recuerda que la historia no está escrita. Que su curso puede romperse. Y que la revolución no es una metáfora, sino una realidad latente.

Hoy más que nunca, frente al retorno de las viejas pesadillas con nuevos disfraces, el alma matinal que Mariátegui anunciaba no es un fenómeno literario, sino una necesidad política. Una nueva aurora que solo nacerá del choque, de la creación, de la lucha. Y en esa aurora por venir, su palabra será semilla, será trinchera, será relámpago.

José Carlos Mariátegui no es pasado. Es urgencia. Es porvenir. Es combate.

 

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Nota: (1) George Sorel: influyente teórico social y político francés del siglo XX, conocido por sus ideas sobre el sindicalismo revolucionario y la violencia como motor del cambio social. Creía en el poder movilizador del mito y la violencia en la transformación social.

 

www.escuelapopularpermanente.cl

 

Fuente: https://www.lahaine.org/mundo.php/el-alma-y-la-trinchera

viernes, 11 de julio de 2025

EEUU – ISRAEL vs IRÁN: EL LEÓN VERSUS LA PROMESA

ÁNGEL GARCÍA

Análisis político-militar de la guerra imperialista contra Irán, el más reciente en una serie de conflictos globales, sintomáticos de lo viejo que se resiste a morir y lo nuevo que puja por nacer.

«La Guerra de los Doce Días» es como será recordada en los libros de historia la confrontación del imperialismo colectivo contra la República Islámica de Irán. Poco a poco, la neblina del enfrentamiento militar se levanta y se evidencian algunas conclusiones.

Esta guerra obedeció a los derroteros estratégicos de dos órdenes mundiales en disputa: primero, el viejo orden mundial imperialista, que recurre a aventuras bélicas para sostenerse a cualquier precio, hasta el extremo de arriesgarse a un nuevo Chernóbil; y, segundo, el nuevo ordenamiento emergente -multipolar y multinodal- con el eje Rusia-China-Irán como centro de gravedad, que lucha con intensidad por consolidarse y asume, con claridad meridiana, que la voluntad política por sí sola es insuficiente sin el poder militar que la acompañe.

La Guerra de los Doce Días ha sido el más reciente en una serie de conflictos globales, sintomáticos de lo viejo que se resiste a morir y lo nuevo que puja por nacer. Sus antecedentes inmediatos son la guerra entre la OTAN y Rusia en Ucrania (2022-presente), la guerra de exterminio de Israel contra el pueblo palestino (2023-presente), la guerra del sionismo contra el Líbano (2024), e incluso la breve confrontación entre Paquistán y la India (abril del 2025).

Podríamos hablar de que esta es la segunda guerra contra los BRICS+; siendo el derrocamiento del gobierno de Siria, en noviembre del 2024, la primera. En aquella, un miembro de los BRICS -Turquía-, se alineó con los EEUU e Israel contra el gobierno sirio, el cual tenía una alianza estratégica con Irán y Rusia, miembros claves de los BRICS.

La Guerra de los Doce Días se enfoca en el derrocamiento de un Estado que forma parte del eje vital de los BRICS, de la triada Rusia-China-Irán. La derrota de Irán hubiese significado un golpe contra la seguridad energética de China -ya que compra el 90 % del petróleo iraní-, y contra el Estado que ha sido el corazón latiente del Eje de la Resistencia desde 2011 -cuando inició la guerra occidental de cambio de régimen contra Siria-. Irán es la nación que ha sostenido la resistencia palestina, libanesa y yemení desde hace mucho y, en especial, desde el 7 de octubre de 2023. La derrota de la República Islámica era una pieza vital en la colonización total de Palestina, pasando por el exterminio de su pueblo.

El imperialismo intentó colocar a Irán en una disyuntiva sin salida: la claudicación absoluta ante las demandas imperiales o someterse a la total destrucción de su país y su revolución. Irán escogió un tercer camino: la resistencia.

Asia occidental en el centro de la tormenta

Los vectores de guerra de la disputa geopolítica global confluyen nuevamente en Asia occidental, tal como sucedió en noviembre de 2024 con la caída de Siria.

En la madrugada del 13 de junio del 2025 (en el calendario gregoriano) y 23 (Khordad 1404 en el calendario persa), Israel lanzó la «Operación León Naciente», un ataque sorpresa contra Irán. Esa misma noche, la República Islámica de Irán lanzó el contrataque con la «Operación Promesa Verdadera 3».

El sábado 21 de junio, EEUU bombardeó tres instalaciones nucleares de Fordow, Isfahan y Natanz, en clara violación de la Carta de las Naciones Unidas.

La guerra contra Irán marca un antes y un después. El eje sionista (Israel-EEUU-Gran Bretaña-Francia-Jordania-Alemania) se configuró para lanzar una campaña militar contra Irán, cuyo objetivo no era acabar con el programa nuclear de la nación persa, sino acabar con la Revolución islámica mediante una operación de cambio de régimen; como se logró en Afganistán en 2001, Iraq en 2003 y Libia en 2011.

Recordemos que, luego del 11 de septiembre de 2001, el general retirado del Pentágono, Wesley Clark, elaboró la hoja de ruta de cinco años para lograr cambios de régimen en siete países islámicos; comenzando con Iraq, continuando con Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán y, la joya de la corona, Irán.

La operación del 13 de junio, donde se infiltraron cientos de drones y se activaron células del Mossad dentro de Irán, fue una operación conjunta del MI6, la CIA y el Mossad. De hecho, se llevó a cabo con el mismo modo operativo de la «Operación Telaraña», de Ucrania, realizada el 1ro. de junio del 2025 contra las bases rusas de bombarderos estratégicos TU-95. Se especula que el Mossad colaboró con el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) en esa megaoperación contra Rusia.

Los paralelos tácticos entre la «Operación Telaraña» del SBU y las acciones con drones del Mossad no son pocos. Según filtraciones de ambas agencias, las operaciones se planificaron a largo plazo, implicaban el contrabando de drones explosivos en territorio enemigo, el funcionamiento de un taller encubierto con participación israelí en los dominios del enemigo para ensamblarlos y desplegarlos, y la realización de un ataque sorpresa y sincronizado contra objetivos de seguridad clave.

Los sionistas lanzaron un ciberataque la madrugada del viernes 13 de junio, que inutilizó parcialmente el sistema de defensa aérea iraní durante 10 horas, dándole a Israel en parte el control de los cielos persas. Afortunadamente, en poco tiempo, el sistema de vigilancia fue reestablecido e Irán pudo reactivar sus defensas.

Los primeros misiles alcanzaron objetivos civiles, en una operación de decapitación del alto mando iraní. En cuestión de minutos, las Fuerzas de Defensa Israelí (FDI) consiguieron alcanzar las viviendas de varios altos mandos del Cuerpo de Guardia Revolucionaria de Irán (CGRI) y de científicos, centrales nucleares diseminadas por todo el país, bases militares, puestos de defensa aérea y de respuesta rápida.

Algunas de las figuras más destacadas e importantes de Irán que fueron martirizadas son Hossein Salami, jefe del Estado Mayor del CGRI; el general Gholam-Ali Rashid; los investigadores Tehranchi y Fereydoon Abbasi; y el general de división Mohammad Bagheri, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas.

Israel utilizó bases en Iraq para llevar a cabo el ataque, disponiendo también del espacio aéreo sirio y jordano para sus operaciones. Centenares de drones partieron de Azerbaiyán, país ubicado justamente entre Rusia e Irán. Antes, el gobierno de Assad disponía de sistemas de defensa antiaérea y de alerta temprana y operaba en coordinación con Irán. Tras la caída de Bashar Al Assad, Israel destruyó todo equipamiento militar del depuesto Gobierno sirio.

El diseño sionista-imperial era simple: con el ataque sorpresa de la madrugada del 13 de junio, el asesinato de líderes militares y científicos, el caos causado por los cochebombas y otros actos de terrorismo, y el llamado a la sublevación popular por parte de Reza Palhaví, hijo del último Sha de Irán y títere del imperialismo (casi desconocido en Irán), se conseguiría el cambio de régimen que el Occidente Global ha anhelado durante más de cuatro décadas.

La negociación como extensión de la guerra

Ahora bien, ¿por qué Israel logró tomar por sorpresa a Irán? Simplemente, porque Irán se confió en las negociaciones con los EEUU por un nuevo acuerdo nuclear que se estaban llevando a cabo en Omán. Las negociaciones solo fueron una artimaña para que Irán bajara la guardia. Trump montó un teatro, declarándose en contra de una guerra con Irán, fingiendo contradicciones fuertes entre él y Netanyahu.

El imperialismo empleó la misma artimaña con Putin, pues cuando atacaron las bases aéreas el 1ro. de junio, Rusia estaba en negociaciones con los EEUU para poner fin a la guerra de Ucrania.

En ambos casos, tanto las negociaciones con Rusia como con Irán, fueron distractores para preparar y lanzar operaciones militares ofensivas. Ahí se demuestra, una vez más, que para el imperialismo y los poderes hegemónicos (incluyendo al gobierno de Colombia en sus negociaciones con la guerrilla del ELN) las negociaciones no son más que una extensión de la guerra.

El teatro y la artimaña funcionó, pues de lo contrario, los jefes militares y científicos iraníes martirizados no hubieran estado durmiendo tranquilos en sus casas ese viernes de madrugada, sino protegidos en un búnker bajo tierra.

Entra la Promesa: la Revolución islámica se repone para la contraofensiva

Irán repuso rápidamente a su alto mando militar, que se activó para la contraofensiva. Esta consistió en 22 olas cada vez más potentes de contrataques combinados de misiles balísticos, drones y misiles hipersónicos desde el mismo 13 de junio.

En los primeros días la cantidad de misiles y drones fue mayor que en los siguientes. Se lanzaron aparatos más antiguos (algunos misiles balísticos ya tenían 10 años), pues el propósito fue saturar y agotar las defensas antiaéreas de los sionistas de la Cúpula de Hierro, preparando las condiciones para los ataques sucesivos. Los días posteriores, se lanzó un menor número de misiles y drones, pero ya de las nuevas generaciones y con mayor precisión y destrucción. Por ejemplo, se estrenó el misil hipersónico Hajj Qassem (nombrado así en honor al general Qassem Soleimani), que viaja a 15 veces la velocidad del sonido.

Irán logró golpes directos en las instalaciones del puerto de Haifa, incluyendo la refinería y la central eléctrica; múltiples golpes en Tel Aviv; la sede de la central de Inteligencia del Mossad; las bases militares aéreas Hatzerim, Nevatim y Tel Nof, en el desierto Negev; el complejo militar-industrial de Rafael (que se especializa en misiles, drones, ciberguerra y componentes de la Cúpula de Hierro); el Instituto Weizmann de investigación científica (clave en el desarrollo militar sionista); y la bolsa de valores en Tel Aviv, entre otros.

Israel no esperaba que la respuesta iraní fuera de esa magnitud, subestimó su capacidad militar, y por ello sus defensas antiaéreas colapsaron y la economía está sangrando. La única forma de sobrevivir a esta confrontación era convencer al bloque imperialista en su conjunto de que asumiera la guerra contra Irán como propia, formando una gran coalición internacional, tal como hicieron con Afganistán en 2001 e Iraq en 2003.

Irán cuenta con decenas de miles de misiles y municiones, suficientes para sostener una larga guerra de años; Israel no. Irán tiene más profundidad estratégica, por contar con un territorio 27 veces más vasto que Israel. Esto les ha permitido mover sus misiles y material estratégico hacia el oriente del país, cerca de la frontera con Paquistán. En cambio, Israel es un país muy pequeño, con ninguna profundidad estratégica: todos los objetivos militares, políticos, de Inteligencia y económicos están a fácil alcance de cualquier misil hipersónico iraní.

La disputa entre doctrinas de guerra

El imperialismo aplicó la doctrina del «choque y pavor», la misma que aplicó en Afganistán e Iraq. Esta doctrina, también conocida como Dominio Rápido, se define así: «... afectar la voluntad, percepción y entendimiento del adversario para luchar o responder a nuestros fines políticos estratégicos a través de la imposición de un régimen de Shock y Pavor».

En el caso de Irán, el choque y pavor no funcionó, pues Irán no es ni Iraq ni Libia. El país persa es un Estado fuerte, consolidado y resiliente, con un pueblo que aprueba a su gobierno, que lleva más de veinte años preparándose para esta guerra. Fue capaz de soportar los golpes y las bajas de altos mandos, y lanzar la contraofensiva que abrumó a las defensas sionistas.

Militarmente, el CGRI transitó de su doctrina de la «paciencia estratégica» -que los ha caracterizado hasta ahora-, a la «disuasión estratégica» y a la «ofensiva estratégica», ya que son ellos -y no los sionistas-, quienes tienen «dominio de la escalada».

En contraste con la doctrina imperialista de «choque y pavor», Irán se mantiene fiel a los principios de la guerra asimétrica, optando por la «muerte por mil cortes», manteniéndose en el camino del desangramiento lento de la entidad sionista.

Irán dijo que, hasta ahora, la respuesta de ellos se mantuvo en el campo de la disuasión, con la intención de obligar a Israel a frenar sus ataques. No obstante, advirtieron que, si la disuasión no funcionaba, pasarían a la fase «punitiva» de la guerra. Para ello tienen escondido mucho armamento de nueva generación que aún no han utilizado, más letal y más preciso.

El fin del mito sionista

Con independencia del desenlace estratégico de esta guerra, el mito sionista quedó herido a muerte. Israel se ha sostenido sobre el imaginario de la prosperidad, la seguridad y la invencibilidad militar. Estos tres pilares han sido reventados por los misiles hipersónicos persas.

La economía está en hemorragia, las empresas en quiebra[1], los puertos de Eilat (por los misiles yemeníes) y Haifa también quebrados, negocios y fábricas cerradas; mientras, los israelitas emprendieron un nuevo éxodo bíblico, esta vez en reversa. Decenas de miles de colonos hacen cola para salir del país. Israel, quizá, ya no podrá garantizar prosperidad ni seguridad para sus ciudadanos.

La Cúpula de Hierro, promocionada como el sistema de defensa antiaérea más sofisticado del mundo, ha colapsado.

En cuanto a su invencibilidad militar, Irán ha demostrado que supera Israel en su capacidad de absorber los golpes recibidos y de proporcionarlos al enemigo sionista.

En veinte meses de guerra, el sionismo, con toda su superioridad militar, no ha sido capaz de derrotar a la resistencia palestina, que mantiene sus capacidades militares en condiciones completamente desiguales.

Hoy, el régimen de Netanyahu sobrevive por la respiración artificial que le proporciona los EEUU y el resto del Occidente Colectivo.

La hegemonía del imperialismo norteamericano en Asia occidental ha dependido de la supremacía de Israel en la región, y eso se está desmoronando.

La disyuntiva del imperialismo norteamericano

El imperialismo norteamericano no entró en la guerra el 22 de junio con el bombardeo a las instalaciones nucleares; ha estado directamente involucrado desde el inicio.

Días antes del ataque sionista, EEUU estuvo enviando secretamente a Israel al menos 300 misiles «Hellfire» (AGM-114 misil aire-tierra, guiado con láser). Además, EEUU ha apoyado en la selección de objetivos con tecnología de punta de IMR (Inteligencia Monitoreo y Reconocimiento), con armamento y logística, suministrando aviones, bombas, reabastecimiento en pleno vuelo e, incluso, codesarrollando y financiando los sistemas de defensa antimisiles e intentando interceptar activamente misiles y drones iraníes.

El bombardeo de las tres instalaciones nucleares iraníes produjo daños superficiales que no afectaron el enriquecimiento de uranio. El Centro Nacional del Sistema de Seguridad Nuclear ha afirmado que no se detectaron indicios de contaminación radiactiva ni fugas durante las inspecciones de emergencia en las instalaciones afectadas. El Organismo Internacional de Energía Atómica indicó posteriormente que no se había reportado un aumento en los niveles de radiación en Fordow, Natanz e Isfahán.

En realidad, todo indica que el ataque imperialista fue más un teatro político diseñado para forzar un cese de fuego (algo que Netanyahu venía solicitando secretamente desde la segunda semana de esta guerra).

La respuesta iraní no se dejó esperar: el 23 de junio atacaron a la base militar Al-Udeid, en Catar, la principal base imperialista en Asia occidental y sede del CENTCOM en la región. Es decir, la guerra ya se amplió al Golfo Pérsico y puede ampliarse más al resto de Asia occidental, ya que los EEUU cuentan con bases militares en Iraq, Siria, Kuwait, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita.

Si el sionismo-imperialismo tiene la capacidad de sostener una guerra larga, o si es de su conveniencia estratégica hacerlo, son las preguntas claves para este momento geopolítico.

Los objetivos estratégicos de una guerra son siempre políticos, no militares. La guerra ya se expandió al resto del Golfo Pérsico y el sionismo-imperialismo no ha logrado sus objetivos declarados: 1) impedir el programa nuclear de Irán, 2) generar un cambio de régimen y 3) obtener una rendición incondicional.

Un cese de fuego tóxico

Inmediatamente después de los ataques de Irán contra la base militar norteamericana en Catar, se anunció un cese de fuego que ya fue violado por Israel.

Los ceses de fuego son «trampas de desgaste» o de atrición. Una forma de encerrar a uno de los adversarios mientras el otro mantiene sus ataques. Así ocurrió con el cese de fuego entre Rusia y Ucrania (2025), entre el sionismo y Hamás y Hezboláh (2024) o entre el gobierno colombiano y el ELN (2023).

Es lógico esperar que este cese de fuego no sea distinto: una táctica para atarle a Irán una mano detrás de la espalda, mientras el sionismo-imperialismo se reorganiza para mantener la ofensiva.

Una guerra contra el emergente orden multipolar

Irán, un eslabón clave en la arquitectura multipolar mundial, que cuenta con pactos estratégicos con Rusia y China, recibe la concentración de fuego de un imperio decadente dispuesto a incinerar el planeta antes que ceder su puesto de supremacía global.

Irán, que conecta Asia oriental con Asia occidental y Europa, es una pieza clave para la arquitectura de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR) de China. El 29 de mayo del 2025, apenas dos semanas antes del inicio de los ataques sionistas-norteamericanos el 13 de junio, fue inaugurado el Corredor Ferroviario China-Irán, en abierto desafío a las sanciones que el imperialismo le ha impuesto al país persa.

Irán también es miembro de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), es miembro clave de los BRICS+, hace parte del Corredor de Transporte Internacional Norte-Sur (CTINS) -una ruta multimodal que conecta el Océano Índico y el Golfo Pérsico con el Mar Caspio a través de Irán y, desde allí, al norte de Europa a través de Rusia-. China importa el 90 % del petróleo iraní.

La guerra larga

Los objetivos geopolíticos del imperialismo implican una guerra de larga duración, donde los conflictos bélicos de Asia occidental -Palestina, Líbano, Siria e Irán- han jugado la parte central en estos últimos tres años.

La operación de cambio de régimen en Iraq empezó con la Operación Tormenta del Desierto, en 1990 y culminó con el derrocamiento del presidente Saddam Hussein en 2003: tomó un total de trece años. La operación de cambio de régimen en Siria inició en 2011 y se logró en 2024: otros trece años. Es decir, estos son planes de largo plazo, y no se debería esperar nada distinto para Irán.

La mirada imperial es de largo alcance, se concentra en contener la influencia de sus dos grandes competidores: China y Rusia. Por ello, debemos comprender que los propósitos estratégicos de esta reciente guerra con Irán son:

- Mantener la hegemonía de los EEUU en el Oriente Medio.

- Prevenir que Irán desarrolle capacidades nucleares.

- Acabar con el Gobierno revolucionario de Irán.

- Destruir al Eje de la Resistencia, haciendo posible la completa colonización de Palestina.

- Desestabilizar y debilitar al BRICS, siendo que Irán es uno de sus miembros más poderosos.

- Dividir y debilitar al Sur Global.

- Romper la alianza estratégica Irán-Rusia-China.

- Aislar a China de sus aliados para poder concentrar los esfuerzos contra la primera amenaza al imperialismo norteamericano.

El ejemplo de Irán para el Sur Global rebelde

El imperialismo intentó colocar a Irán en una disyuntiva sin salida: claudicación absoluta ante las demandas imperiales o someterse a la destrucción total de su país y su revolución.

Irán escogió un tercer camino: la resistencia.

Irán se enfrentó a la «primera superpotencia mundial» y a su proxy más peligroso. A pesar de sufrir algunos golpes dolorosos, Irán se defendió con ferocidad. El humo y las ruinas de Tel Aviv y Haifa (las fotos no se distinguían de las de Gaza) son prueba de ello.

Israel no logró destruir a la República Islámica ni a su programa nuclear. La agresión del régimen de Netanyahu ha consolidado a la sociedad iraní más que en ningún otro momento desde la década de 1980.

El Sur Global expresó su solidaridad con Irán, no con Israel y los EEUU.

Esta lucha dista de haber terminado, pero los iraníes tienen hoy muchos motivos para sentirse orgullosos de su país.

Esta resistencia debe servir como lección para todo el Sur Global rebelde, ya que toda negociación con el bloque imperialista está destinada a fracasar.

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Nota: [1] Se estima que el costo para el régimen sionista de los doce días de guerra con Irán supera los 20 mil millones de dólares. https://www.middleeasteye.net/opinion/iran-dismantles-israels-war-economy-trump-cashes-in

 

La Tizza

 

Fuente: https://www.lahaine.org/mundo.php/el-leon-versus-la-promesa

SOCIALISMO CHINO: ¿QUIÉN HA DICHO QUE UNA PLUMA NO PUEDE VOLAR HASTA EL CIELO?

 



10 de julio de 2025

China muestra avances prometedores en la construcción del socialismo, pese a los desafíos y contradicciones que enfrenta.

Queridas amigas y amigos,

Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

En 1957, Mao Zedong supervisó la publicación de El auge socialista en el campo chino, una colección de artículos reunidos en tres volúmenes por el Partido Comunista de China para la educación política del campesinado. Al año siguiente, se publicaron versiones abreviadas y ediciones regionales con una selección de estos textos. Una de estas ediciones incluía un informe de la Oficina del Movimiento Cooperativo del Comité Regional del Partido Comunista de Anyang, acompañado por una introducción de Mao. Este texto, titulado ¿Quién ha dicho que una pluma no puede volar hasta el cielo?, da el nombre a este boletín.

La tarea de la pluma es la tarea del socialismo: lograr lo que muchxs consideran imposible. Según escribió Mao, el campesinado de Anyang se enfrentaba a una disyuntiva entre el capitalismo y el socialismo, aunque cualquier intento de construcción socialista inevitablemente llevaría las marcas del sistema capitalista, pues surge de formas sociales de producción ya existentes. “Lxs pobres se están librando de su antiguo estado.”, escribió Mao. “El viejo sistema se halla moribundo y otro nuevo nace ahora. En efecto, las plumas pueden volar hasta el cielo”.

Aun así, Mao se mantenía cauteloso. En el prefacio de otro artículo, insiste en tomar el camino de la cooperación (20 de septiembre de 1955), escribió:

El socialismo, este fenómeno nuevo, sólo puede nacer en medio de una seria lucha contra lo viejo. En un período determinado, un sector de personas de la sociedad muestra gran obstinación por seguir su viejo camino. Pero, en otro, ellas mismas pueden cambiar de actitud y dar su aprobación a lo nuevo.

Desde que las fuerzas socialistas se propusieron construir una sociedad libre de las consecuencias devastadoras del capitalismo, han debido enfrentar el desafío de superar las relaciones sociales preexistentes. Los mecanismos de asignación de recursos en el sistema capitalista, como el “incentivo al lucro”, generan condiciones para el control privado de los procesos sociales, lo que a su vez produce enormes niveles de despilfarro y desigualdad. Cuando lxs socialistas imaginaron una sociedad sin la mercantilización del trabajo –uno de los rasgos fundamentales del capitalismo–, muchas veces terminaron replicando el sistema salarial mediante experimentos como los bonos laborales basados en el tiempo trabajado. La transición hacia una forma de trabajo no mercantilizada no podía ser abrupta ni sencilla, sino un proceso prolongado de lucha para desmercantilizar esferas clave de la vida social (como la salud, la educación o el transporte) y crear mecanismos que permitieran a las personas acceder a bienes de uso personal sin depender de un salario.

Cuando las fuerzas socialistas accedieron al poder estatal, como en la Unión Soviética tras 1917 o en China a partir de 1949, afrontaron la necesidad de construir formas elementales de socialismo, al tiempo que enfrentaban una serie de dilemas persistentes:

Sistemas limitados para la gestión de información. Las economías socialistas eran vastas y complejas, pero no contaban con mecanismos adecuados para recopilar y procesar toda la información necesaria para planificar de manera efectiva una economía dinámica, desafío que persiste incluso hoy en día, a pesar del desarrollo de tecnologías informáticas avanzadas.

Incertidumbre estructural en la toma de decisiones. Las autoridades encargadas de la planificación debían tomar decisiones presupuestarias y de inversión en contextos de incertidumbre, fundamentalmente porque los rápidos avances en ciencia y tecnología ponían en riesgo que inversiones clave quedasen obsoletas en muy poco tiempo.

Tensión entre la planificación a largo plazo y la demanda inmediata. Los planes centrales muchas veces entraban en conflicto con los cambios en los gustos de lxs consumidorxs, lo que dificultaba alinear las inversiones de largo plazo con las necesidades y deseos inmediatos de la población.

Objetivos políticos en disputa. Las metas económicas no siempre estaban unificadas políticamente, y las visiones contradictorias que convivían dentro de distintos planes solían derivar en formas agudas de burocratización.

No existe una fórmula para resolver estos ni otros problemas que enfrentan los proyectos socialistas una vez que acceden al poder estatal. Deben abordarse de manera experimental o, como dice un conocido refrán chino, “cruzando el río tanteando las piedras” (摸着石头过河). Por eso resulta muy apropiado que la edición de junio de 2025 de Wenhua Zongheng, publicada por el Instituto Tricontinental de Investigación Social y dedicada a los Experimentos chinos en la modernización socialista, comience con un ensayo del escritor chino Li Tuo titulado La naturaleza experimental del socialismo y la complejidad de la reforma y apertura en China. Uno de los aportes clave del fascinante ensayo de Li Tuo, que recorre desde la Comuna de París hasta la reforma y apertura en China, es que las revoluciones socialistas, particularmente en países anteriormente colonizados o con bajo nivel de desarrollo económico, no pueden avanzar directamente hacia un “socialismo completo”, sino que, citando a Lenin, deben pasar por “una serie de intentos concretos, imperfectos y variados de crear uno u otro Estado socialista”.

Me gusta el énfasis en “uno u otro Estado socialista”. No hay un modelo único, pero sí ejemplos que deben ser estudiados y procesos históricos que deben ser asimilados con atención. Eso es precisamente lo que hace Li Tuo en su ensayo, que concluye maravillándose ante la creación del sistema ferroviario de alta velocidad en China.

El ensayo que sigue en esta edición de Wenhua Zongheng, escrito por Meng Jie y Zhang Zibin,  titulado Política industrial con características chinas: La economía política de las instituciones intermediarias chinas, examina la modernización socialista de China con el rigor que exige: no solo con asombro, sino a través del estudio minucioso. Cada vez que escucho una conferencia de Meng Jie o leo su trabajo sobre la economía de mercado en China, me impresiona profundamente su insistencia en construir teoría a partir de investigaciones activas en las propias fábricas que producen los bienes de la China contemporánea. El ensayo de Meng Jie y Zhang Zibin no es distinto: se basa en trabajo de campo realizado en diversas fábricas vinculadas a la cadena de suministro del tren de alta velocidad.

Lxs autores muestran que el sistema de producción del tren de alta velocidad se construyó dentro del sector de propiedad estatal, pero se concibió bajo un enfoque de “mercado constructivo”, donde la “competencia dentro del gobierno” operó como motor de la innovación. En otras palabras, el Estado chino construyó un mercado que no solo incorporaba al sector privado orientado por el lucro, sino también a un sector público orientado al producto, cuyas instituciones competían por alcanzar objetivos nacionales de desarrollo. El financiamiento de este sistema provino de instituciones financieras estatales, que dirigieron la acumulación de capital hacia el uso social y no únicamente hacia la obtención de ganancias. Como escriben Meng Jie y Zhang Zibin: “El objetivo primordial del capital estatal es implementar los objetivos de la producción socialista y cumplir las tareas fijadas por los planes y estrategias nacionales de desarrollo”. Este ensayo forma parte de un esfuerzo más amplio de Meng Jie y su equipo por comprender el sistema de relaciones de producción e innovación que China ha desarrollado. Un ámbito de investigación clave ahora que el país ingresa a la era de las “nuevas fuerzas productivas de calidad”, un concepto central en la política de desarrollo china contemporánea.

Uno de los elementos centrales de esta nueva edición de Wenhua Zongheng es mostrar que la lucha de clases continúa durante el período de construcción del socialismo. Esto implica que, a lo largo del camino, son necesarios diversos experimentos para ver qué funciona y qué no —tanto para desarrollar las fuerzas productivas como para establecer relaciones sociales más equitativas. En este proceso ha persistido una lucha ideológica dentro de China, ya que lxs capitalistas buscan formas de reproducirse.

Sin embargo, bajo el sistema socialista chino, a lxs capitalistas no se les permite organizarse como clase con poder político a través de la propiedad de medios de comunicación, sistemas financieros, partidos políticos u otras instituciones. No pueden enviar libremente sus ganancias al extranjero ni invertirlas donde quieran. Existen varios diques estratégicos —entre ellos, controles de capital— que regulan el flujo de capital e impiden que lxs capitalistas en China se conviertan en una oligarquía que se niegue a invertir en su propio país (un problema común en muchos países del Norte y del Sur Global, donde las oligarquías pueden trasladar su capital a voluntad o incluso “declararse en huelga” negándose a invertir en infraestructura o industria). El capital chino permanece dentro del país y bajo el alcance de un sistema bancario estatal que lo canaliza según los lineamientos del plan nacional de desarrollo. Quienes buscan obtener ganancias pueden operar en el país, pero no pueden dominar el sistema ni convertir su comportamiento orientado al lucro en el principio rector. De este modo, la lucha de clases se inclina a favor del pueblo. Eso es lo que diferencia al sistema socialista de China de los sistemas capitalistas de otros países.

En La ideología alemana (1846), Marx y Engels escribieron sobre “el cieno en que está hundida” [la clase trabajadora], que únicamente por medio de una revolución, logrará volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases. Ese proceso de transformación llevará mucho tiempo.

La pluma ciertamente no ha llegado aún al cielo, pero tampoco está en el infierno.

Cordialmente,

Vijay

Fuente: https://thetricontinental.org/es/newsletterissue/boletin-china-desarollo-socialista/

 

jueves, 10 de julio de 2025

HÉROES POPULARES OLVIDADOS

Escribe: Milciades Ruiz

Abandonada Lima por las tropas realistas que, determinaron defender la monarquía española desde la sierra sur, frente a las tropas extranjeras independentistas comandadas por José de San Martín, cuyo objetivo era establecer una monarquía propia, trayendo un rey europeo, pudo entonces ingresar este general argentino y proclamar la independencia del Perú, el 28 d julio de 1821. Lo apoyaban todos los colonialistas descontentos por la segregación de la “Madre Patria”. En esta conmemoración histórica de la dominación, me ocuparé de los héroes populares segregados en estos homenajes.

No es lo mismo, luchar por la independencia territorial que, luchar por la liberación y emancipación del Perú. Nuestro país se encontraba cautivo, desde que la conquista de Tahuantinsuyo le quitó su autonomía. No era que, los intrusos se retiraban y devolvían su patria a la población nativa. No. Era solo separar a Perú de España, manteniendo toda la estructura de dominación vigente. Las pruebas de esta afirmación, son abundantes y documentadas. La emancipación todavía está pendiente.

Fue el movimiento nativo liderado por Túpac Amaru II, el que se propuso liberar al Tahuantinsuyo del cautiverio en que se encontraba, liberando también de la esclavitud a los africanos cazados como animales para servir a la nobleza colonial, pasando a ser propiedad privada de estos. (En su sentencia se lee: “Considerando, pues a todo esto, y las libertades con que convidó este vil insurgente a los indios y demás castas para que se le viniesen, hasta ofrecer a los esclavos la de su esclavitud” …).

Como sabemos, aquel día, José de San Martín, exclamó: El Perú, es desde este momento, libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende." Decía una falsedad, ya que, ningún pueblo fue consultado ni fueron liberados. Lo mismo hacen hasta ahora, los políticos de la dominación actual para estafar la fe popular. El engaño manipulador, es parte de la dominación. Los profesores “clasistas” seguirán enseñando la historia oficial.

Muchos peruanos lucharon y murieron creyendo que Perú, sería liberado de la opresión colonial. Los documentos de la “Colección documental de la independencia del Perú guerrillas y montoneras durante la independencia”, edición auspiciada por el Congreso de la República, certifica que, en 1922, “los indios de Jauja reunieron su consejo de guerra y se ofrecieron a pelear a nombre de su padre el Inca” y que, había muchos grupos populares luchando por la independencia. Entre estos, las guerrillas de Carreño agrupaban hasta 720 negros africanos que huyeron de la esclavitud. En ninguno de estos casos, luchaban por mantener el mismo sistema colonial que mantuvo la independencia.

Pensando en estos héroes olvidados, este julio del 2025, me viene a la memoria las luchas de las mujeres peruanas creyendo en la independencia, liberación y emancipación del Perú. Una de ellas, fue Matiaza Rimachi, chachapoyana de 52 años, que con valentía, coraje y fuerza indesmayable lideró a las mujeres para colaborar en la preparación de municiones y toda arma de combate. Es una heroína desconocida.

Bajo el liderazgo de Matiaza, un grupo de mujeres se unieron al frente de batalla en Higos Urco, librada el 6 de junio de 1821, en apoyo a la causa patriota frente a las tropas realistas. Armadas con cuchillos, palos y hondas, estas mujeres desafiaron las órdenes de los oficiales para que se pusieran a salvo, insistiendo en su resolución de combatir. Según registros históricos, ante la duda de algunos soldados, las mujeres exclamaron: "Si se acobardan, entréguennos los fusiles y reciban nuestras polleras". Así, se logró la victoria e independencia de Chachapoyas.

Este julio, tampoco se hablará de la montonera huamanguina María Parado de Bellido, hija natural de la “indía” Jacinta Jayo con el criollo Fernando Parado, quechua hablante, analfabeta, que, colaboraba con los guerrilleros y morochucos independentistas, entre los que se encontraban su esposo e hijos. Ella era enlace con las huestes guerrilleras, en concordancia con Lima. Avanzaban las huestes represivas, comandadas por brutal el coronel realista José Carratalá.

Fue entonces que, encargó hacer una carta a su esposo Mariano Bellido: “Idolatrado Mariano: Mañana marcha la fuerza que de esta ciudad a tomar la que existe allí, y a otras personas, que defienden la causa de la libertad. Avísale al Jefe de esa fuerza, señor Quirós (Jefe Guerrillero), y trata tu, de huir inmediatamente a Huancavelica, donde nuestras primas las Negretes; porque si te sucediese una desgracia (que Dios no lo permita) sería un dolor para tu familia, y en especial para tu esposa”.

Lamentablemente, la carta cayó después en manos realistas. Capturada la valiente mujer, nada dijo, a pesar de las amenazas y vejámenes de Carratalá. Se la interrogó también en torno a la persona que había escrito la misiva, puesto que era ella iletrada. No confesó tampoco quiénes estaban conjurados entre los huamanguinos. La ira realista la fusiló. Este año, los medios de prensa tampoco hablarán de ella. Los héroes solo son militares y no, los luchadores populares.

Pero tampoco se hablará de los héroes guerrilleros patriotas de la independencia desde antes y después de la llegada de la “Expedición libertadora” de San Martín, en todo el territorio nacional. Han quedado segregados por la historia oficial, los movimientos guerrilleros encabezados entre otros por Vidal, Acuña, Ninavilca, Huavique, Zárate, Quiroz, Elguera, Ayulo, Villar y muchos otros comandantes guerrilleros que dieron su vida por la emancipación del Perú

Nadie hablará del Comandante guerrillero Velasco, fusilado por Carratalá, del Capitán Faustino Aliaga, igualmente pasado por las armas, del «Cholo Fuerte», ajusticiado en Moya, ni del Capitán Orrantia, decapitado en Tarma y, muchos otros omitidos por la historia oficial. El bravo jefe montonero Cayetano Quiroz fue cogido y, asesinado. Su esposa murió también luchando. Igual sucedió con otros grupos de valientes luchadores, como el morochuco Basilio Auqui y sus hijos.

Basilio Auqui preparó un barrizal en la pampa de Seqchapampa en forma de trampa para la caballería española, el 21 de noviembre de 1821. La caballería se precipitó sobre el barrizal y fue atacada por las fuerzas rebeldes. Se dice que 400 soldados españoles fueron abatidos. A modo de venganza por este hecho, Carratalá atacó Cangallo el 17 de diciembre de 1821, incendiándolo completamente y su población fue masacrada, incluyendo niños, mujeres y ancianos. Basilio Auqui fue fusilado.

Pero también mucho antes, el 1 de julio de 1783, sucedió la sublevación de Felipe Velasco Túpac Inga Yupanqui, primo de José Gabriel Túpac Amaru en el Pueblo de Carampoma (Huarochirí), Capturado por el corregidor en el pueblo de Ascencion, fue juzgado, se le ahorcó y descuartizó el 7 de Julio. Su cabeza dentro de una jaula de hierro fue exhibida como escarmiento. Se confiscaron todos sus bienes declarando infames a sus hijos y nietos. Luchó por la emancipación de la población nativa oprimida por los colonialistas.

En Julio también, bajo promesa de indulto, fue arrestado, ahorcado y descuartizado, Diego Cristóbal Túpac Amaru, por continuar la gesta de Túpac Amaru II, su primo hermano. Su madre, y su esposa también fueron ejecutadas horriblemente el 19 de julio de 1783, en la plaza del Regocijo (Quispicanchis) Cusco. Había decretado la abolición de la esclavitud y sus proezas se extendieron a todo el altiplano de Puno, Alto Perú (Hoy Bolivia), llegando hasta Jujuy en lo que hoy es Argentina.

Bueno, pero que objeto tiene escarbar lo oculto y rememorar la lucha de los héroes populares, en momentos ya pasados. Los tiempos, las condiciones y circunstancias son ahora diferentes. El asunto es que, a pesar del tiempo transcurrido, los peruanos ancestrales no estamos conforme con el sistema de dominación imperante y vemos a la patria en cautiverio todavía. No existe la emancipación en todos los aspectos y, mientras eso subsista, persistiremos en nuestros ideales de liberación.

Al igual que la lucha entre el bien y el mal, entre lo positivo y lo negativo, entre la verdad y la mentira, la lucha social contra las injusticias seguirá, aunque pasen los tiempos, mientas no haya equidad de justicia social. Van a ser quinientos años de lucha por salir del cautiverio. La lucha política es parte de esta lucha. Llevamos en nuestro ser, la rebeldía genética frente a las inequidades. Seguiremos luchando por nuestra reivindicación, aunque muchos quedaremos en el camino. Disculpen la impertinencia.

9 julio/ 2025

Mayor información en https://wordpress.com/view/republicaequitativa.wordpress.com