domingo, 22 de enero de 2012

UN NUEVO COMIENZO POR OTRO CAMINO: DIALÉCTICA DE LA EXPERIENCIA


I

Una historia de Tomas Edison creador de la bombilla eléctrica

Cuenta él que estaba con un amigo realizando un experimento y mientras lo hacía creó una pequeña explosión que remeció la habitación donde se encontraban. Luego de la explosión él se levanta, toma su diario mientras su amigo aún temblaba del susto y empieza a escribir. Su amigo le dice:

"¿Qué te pasa, estás loco? Casi nos matas, ¿vas a necesitar fracasar 10,000 veces para dejar esa estúpida idea?"

A lo que Edison le responde diciendo que no había fracasado con ese experimento. Su amigo le dice:

"Este es tu fracaso número 9,999".

Y Edison contesta:

"No, no lo es, he descubierto la forma número 9,999 de cómo NO crear una bombilla eléctrica. Y además descubrí cómo crear una pequeña explosión, que podría ser de utilidad en algún otro sitio."

II

Dialéctica de la experiencia


En cualquier ciencia o arte se necesita conocer la teoría y luego mucha, muchísima, práctica; al cabo de un tiempo y de profusa experimentación, “los resultados de mi conocimiento teórico y los de mi práctica se fusionan en uno, mi intuición, que es la esencia del dominio de cualquier arte.”[1] Esa es precisamente la diferencia entre el aprendiz y el maestro de maestros. El aprendiz aprende, practica, experimenta; el maestro innova, crea, inventa. La experiencia hecha teoría se ha convertido en intuición en tanto la experiencia de otros se ha diluido en mi experiencia. Un experto es un hombre que ha dejado de “pensar”; no necesita experimentar, no pierde el tiempo en averiguar más de lo necesario, simplemente actúa.

Estudiar y experimentar; práctica, más y más práctica es la fórmula auto emancipadora. Esa fue la vía que arrancó a los homínidos de las cavernas y ese es el camino que nos permitirá superar el macro ciclo clasista. ¿No es así como Engels recordaba que Marx decía que ocurrirían las cosas? Véase, el prólogo de l890 donde a la letra se lee: «Para el triunfo definitivo de las tesis expuestas en el "Manifiesto", Marx confiaba tan sólo en el desarrollo intelectual de la clase obrera, que debía resultar inevitablemente de la acción conjunta y de la discusión.»[2] Sin embargo, el doctrinario cree que la realidad es tal como él la imagina. Vive el mundo, entre las cuatro paredes del grupo, sin más contacto material que la información que le llega a través de los medios y los informes sesgados de sus partidarios. Pero, hay que recordar que no se recrea el mundo objetivo con el lenguaje sino con las poderosas y hábiles manos, como dice Francisco Umpiérrez Sánchez.

Los hombres enfrentan al mundo objetivo por la producción material, la lucha de clases y la experimentación científica. La práctica del hombre –enfrentado a ese mundo objetivo– encuentra obstáculos en la realización de sus objetivos, e incluso la imposibilidad de superar algunas dificultades, mientras el mundo objetivo prosigue su propio camino. El destino del hombre es caminar y, aprendemos a caminar, tropezándonos, cayéndonos, luchando. Una caída puede retrasarnos en llegar al objetivo pero no nos detiene. Otra caída puede ser definitiva –para algunos– pero sirve a los sobrevivientes como correctivo: ¡Ese camino no es viable!, exclamamos. Así, de tropezones y fracasos está preñada la historia de la humanidad. Y la sabiduría popular lo registra: ¡La experiencia es la madre de la ciencia!

Marx tenía muchísima razón al relacionar empoderamiento y posicionamiento (acción conjunta y discusión). En 1843 en una carta a Arnold Ruge escribía: «Nada nos impide vincular nuestra crítica con la crítica de la política, con tomar partido en política, con participar en luchas reales e identificarnos con ellas. Por consiguiente, no nos enfrentamos al mundo en actitud doctrinaria, proclamando un nuevo principio: “¡Ésta es la verdad, arrodíllense ante ella!” Desarrollamos nuevos principios para el mundo a base de los propios principios del mundo. No le decimos al mundo: “Termina con tus luchas, pues son tontas; queremos darte la verdadera consigna de lucha”. Nos limitamos a mostrarle al mundo aquello por lo qué está luchando en realidad. La conciencia es algo que tendrá que adquirir, aunque no lo quiera.»[3] Y ésta conciencia no es sólo conciencia de una negación –condicionada por el objeto negado– sino conciencia positiva y prospectiva. “La actitud del hombre que se propone corre­gir la realidad – escribe José Carlos Mariátegui – es, ciertamente, más optimista que pesimista. Es pesimista en su protesta y en su condena del presente; pero es optimista en cuanto a su esperanza en el futuro. Todos los grandes ideales humanos han partido de una negación; pero todos han sido también una afir­mación.”[4] En la historia política del proletariado, los éxitos coronan sus esfuerzos cuando su pragmatismo y realismo se sostiene en la fuerza de la necesidad de las contradicciones. ¡Ese es el camino que Marx y Mariátegui nos proponen!

En la lucha de clases, el campo de batalla fundamental es el cerebro y, entre mejor comprendamos como funciona la mente, mejor comprenderemos como opera el posicionamiento. Desentrañar cómo opera el posicionamiento es prácticamente resolver las dificultades del cambio social porque la hegemonía de clase se define en la conciencia de los hombres. Tomar por asalto los cerebros (posicionamiento) y articular voluntades es el objetivo básico de la política. Sin embargo, no porque el cerebro sea el campo de batalla fundamental quiere decir que el socialismo sea un problema eminentemente teorético. Todo lo contrario, el socialismo es básicamente una dificultad experimental, un problema práctico de madurez (socio-política, socio-económica y socio-humana). El hombre vive la vida (como experiencia - práctica) y aprende de ella (de un modo subjetivo - teoría) perfeccionándose en medio de contradicciones y a través de contradicciones. El cuento de la vida es experiencia, más y más práctica. Sólo a través de la práctica social, el hombre se supera a sí mismo, se aparta del círculo vicioso de la secta y llega a nuevas cumbres. Entonces, el posicionamiento es un problema que fundamentalmente se dirime en la arena social, en el combate día a día. Los trabajadores se liberan de las ataduras ideológicas (burguesas) empoderándose de las contradicciones sociales y, al hacerlo, toman el control de su propio destino histórico.

Ramón García conmemora los 30 años de la revista Punto de Vista – que marca toda una generación del socialismo peruano – pero no recuerda el fracaso de aquél experimento[5]. Ayer, una exagerada “emoción” sólo le permitía ver “oposición por la oposición” a su propuesta. Hoy, no es distinto sigue con la misma copla. El lastre, como una ominosa cadena, lo ata al pasado[6]. No se repara que las críticas pueden ser una alarma providencial de nuestros errores teóricos, de nuestra percepción errada o sesgada de la realidad. A todo esto, nos preguntábamos hace unos días, ¿qué proyecto o paradigma de partido fracasó en aquél entonces? Este sí es un tema vital, para entender cómo articular la red ciudadana, cómo centralizar voluntades en un organismo político y cómo unificar al pueblo en torno a un programa de concentración. Todo eso debe responder a una segunda interrogante: ¿qué relación tiene el revés de 1983 con los tropezones de 2008 y 2011?

En el socialismo peruano los éxitos y fracasos forman parte de su historia. Sus éxitos están impregnados de esfuerzo y talento pero también de intuiciones y pasiones. Poner el alma en un proyecto puede ser devastador cuando el proyecto no funciona. ¿Pero, qué ocurre cuando nos equivocamos? Primero, todos sabemos perfectamente que caerse, está permitido; segundo, sabemos también que levantarse, ¡Es obligatorio!; y tercero, nos levantamos ¡Pero con las lecciones aprendidas bajo el brazo! Por eso, esa misma pasión con la que volvemos a nacer de un impasse, puede inspirarnos a admitir algo que no ha salido bien; y, si lo admitimos estaremos libres para buscar un nuevo comienzo por otro camino.

En 1845, Karl Marx, advertía que no es suficiente con interpretar el mundo de lo que se trata es de transformarlo. Pero para recrear el mundo objetivo hay que ensuciarse los zapatos. ¡Para aprender a nadar es preciso meterse en el agua! Por tanto, ya que la tarea es práctica, las soluciones deben contemplarse en términos prácticos, esto es, potenciando un poder práctico capaz de encarar la tarea. ¿Cuál es ese poder práctico? El joven Marx, y nuestro José Carlos, lo tenían muy claro: la organización del proletariado como partido.

Tacna, 22 enero 2012
Edgar Bolaños Marín

[1] Erich Fromn, El arte de Amar, versión electrónica

[2] Marx y Engels, Manifiesto Comunista, Versión electrónica.

[3] Carta de Karl Marx a Arnold Ruge (1843)

[4] JCM, Alma Matinal, versión electrónica

[5] Algunas preguntas necesarias: ¿Amauta en el proyecto del primer gran partido de masas y de ideas cumple una función decisiva? ¿Punto de Vista a qué proyecto de partido corresponde? Las respuestas a estas interrogantes pueden abrir cerebros a los más duros de roer o terminar de convencer a los indecisos.

[6] Probablemente, educado en la vieja escuela del azote y la infalibilidad del magister dixit, el apotegma la letra con sangre entra forma parte de su estilo para tratar las diferencias.

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