lunes, 3 de diciembre de 2018

MIGUEL GUTIÉRREZ, LITERATO MARIATEGUISTA


Miguel Gutierrez Correa





MIGUEL GUTIÉRREZ, LITERATO MARIATEGUISTA

Antonio Rengifo Balarezo, Lima, Agosto 2018



Sería ridículo, absurdo e incluso estúpido hasta no más poder,
pretender que el arte permanece indiferente
a las convulsiones de nuestra época.
Son los hombres los que preparan los acontecimientos,
son los hombres los que los realizan,
ylos acontecimientos a su vez
actúan sobre los hombres y los cambian.
Trotsky:“Literatura yRevolución”
(1924)

         Miguel Gutiérrez Correa es, sin lugar a dudas, un sobresaliente literato y declarado mariateguista.  Ser literato significa que todo lo que Miguel tocaba, lo convertía en literatura; tal como el rey Midas, que todo lo que tocaba lo convertía en oro.  Ser mariateguista implica plantearse la relación dilemática del arte y la política y asumir la lucha de clases.

         Intentaré una explicación de las dos proposiciones expuestas –referidas a Miguel-, señalando tres hitos o estaciones en su periplo vital que no son tajantes sino que se interpenetran: La evasión de la universidad católica, la aparición de la revista Narración y la captura de Abimael Guzmán.

I.- La evasión de la Universidad Católica
y su ingreso a la Universidad Nacional de San Marcos.  (1959)

         Miguel nació en la ciudad de Piura el año de 1940. Su primera infancia transcurrió en un barrio pobre de los extramuros de la ciudad. Según sus propias palabras, había sido un niño introvertido y debilucho. Por haber mejorado la economía hogareña,de la escuela fiscal pasó a estudiar educación secundaria en el colegio particular de sacerdotes salesianos y a residir en otro barrio.La ciudad de Piura de la década del 50 era una ciudad tradicional y es el escenario donde se desenvuelve la rebelión de la adolescencia contra las costumbres imperantes de un grupo de colegiales, entre los que se encontraba Miguel.  Sus vivencias han sido recreadas, de manera descarnada como corresponde a un buen piurano, en su primera novela: El viejo saurio se retira. (1969).

         A los 14 años leyó Crimen y castigo por recomendación de su tía Dioselina, admiradora de Dostoievski. También leyó Los perros hambrientos de Ciro Alegría, gracias a un regalo que le hiciera su padre. Ambos libros estimularon su vocación literaria y su sensibilidad social; pues, precozmente, tuvo sentido de pertenencia y una premonición de su devenir:  Desde niño supe siempre de qué lado estaba mi corazón. (“Celebración de la novela” p.147).Y ya en plena adolescencia hasta la senectud fue un lector impenitente de ficciones.

         Llega a Lima en 1958 e ingresa a la Pontificia Universidad Católica; al año siguiente ocurrió un suceso de gran influjo en su formación ideológica.En unos vistosos kioscos localizados en plazuelas de intenso tránsito ofertaron al pueblo peruano por un precio asequible, las primorosas Ediciones populares de las obras completas de José Carlos Mariátegui en 20 tomos de tamaño bolsillo con notas explicativas e índice onomástico.  En suma, un generoso aporte de la familia Mariátegui Chiappe a una necesidad sentida en el país.  (En estas “obras completas” no se incluía los escritos juveniles de Mariátegui).

         En la época que Miguel estudió pre letras la Pontificia Universidad Católica se caracterizaba por ser conservadora, respecto a la universidad nacional de San Marcos.  Deberá recordarse, que la Universidad Católica se fundó el año 1917 para preservar a los hijos de la clase dominante de la república aristocrática,de las ideas renovadoras que empezaban a penetrar, aunque débilmente aún en la Universidad de San Marcos.  Hasta el año 1959 la Universidad Católica, guardaba resabios inquisitoriales. Ese año ocurrió la expulsión de un grupo de estudiantes por asistir sin permiso de la universidad al congreso de la Federación de Estudiantes del Perú y haberse solidarizado con la Revolución Cubana (1959) Dichos estudiantes continuaron sus estudios en la Universidad de San Marcos. La universidad se enriqueció con la pléyade de estudiantes que expulsados o trasladados voluntariamente llegaron a San Marcos; entre ellos, Miguel. A Miguel le incomodó el tipo de enseñanza de la Historia y el ambiente social.  Narrado, años después, en el capítulo II de su magna obra, La violencia del tiempo. (Octubre 1991). 

         El ingreso de Miguel a la universidad Nacional de San Marcos no fue un simple traslado, sino una evasión; pues, fue una decisión deliberada.La universidad de San Marcos estaba conmocionada por la onda expansiva de la Revolución Cubana.  Se había constituido en la caja de resonancia de los levantamientos campesinos, las huelgas de los obreros mineros y la toma de tierras en la zona periurbana de Lima; así como también de la Guerra de Vietnam y las luchas de liberación nacional de los pueblos de Africa. Además, se suscitaban animados debates entre jóvenes comunistas y apristas. (Recuerdo que en esa época a un alumno de segundo de pre-letras, de apellido Tola, su padre lo envió a continuar estudios en Madrid; para evitar que se volviera comunista si se quedaba en San Marcos).

         En el año 1962 Miguel estudia simultáneamente literatura y sociología en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de San Marcos; luego de haber cursado dos años de pre-letras. Ahí se inició mi amistad con Miguel, pues, también estudiaba sociología.

         El año anterior había sido creado el Departamento de sociología y, por consiguiente, la profesión de sociología resultaba novedosa. Miguel era un joven idealistas, incómodo con la desigualdad social y desadaptado ante el orden establecido.  Estas características estimulan la idea de un cambio social y la germinación de la imaginación creadora para fabular y hacer “soportable” la vida personal del futuro literato.

         La seducción del socialismo en los jóvenes universitario lo provocaron los siguientes libros:  El Manifiesto comunista de Carlos Marx y Federico Engels, Principios elementales de filosofía marxista de George Politzer, La Madre de Máximo Gorki y Reportaje al pie del patíbulo de Julius Fucik.  Pero no solo las obras en sí, sino la atrayente biografía de sus autores.

         La formación marxista de los jóvenes lo ejercía la URSS, representado por el Partido Comunista Peruano a través de Manuales.  A manera de ilustración, uno de esos manuales: Los fundamentos de la filosofía Marxista de Fedor Vasielevich Konstantinov; adscrito al Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de la U.R.S.S.  Lo que pretendían con los manuales era formar militantes en cantidades industriales, estandarizados; de manera similar a como lo hacía EE.UU. en su área de influencia con el pragmatismo, la filosofía del capitalismo. Sin embargo, ya Mariátegui en 1926 había aconsejado a los socialistas un antídoto contra tal tendencia:

La verdadera imagen de Marx no es la del monótono materialista que nos presentan sus discípulos.  A Marx hace falta estudiarlo en Marx mismo.  Las exégesis son generalmente falaces.  Son exégesis de la letra, no del espíritu. (p. 118)
MARIÁTEGUI, José Carlos:
La agonía del cristianismode Miguel de Unamuno
Variedades. Revista, Lima 2 de enero de 1926

         Aprobadas las asignaturas del tercer año, Miguel desertó de Sociología y continuó únicamente con literatura. La evasión temprana de Miguel fue causada porque avizoró precozmente la limitación de la sociología académica, al parcelar la realidad en especialidades o sectores, delimitando el objeto de su estudio; lo que imposibilita cuestionar la realidad en su totalidad para revolucionarla. 

         Igualmente, la Sociología,  al inculcar la neutralidad ética en los estudios, interfiere con la creatividad en el arte para el despliegue de la fantasía.  A Miguel le fue suficiente llevarse en su deserción –del Departamento de Sociología-, el libro de C.W. Mills  La Imaginación Sociológica. Mills, crítico de la sociología norteamericana, y del “Sumo pontífice”, Talcott Parsons con su difundida obra:  Social sistem, tan influyente en el flamante Departamento de Sociología.  (Uno de sus destacados discípulos, el sociólogo francés Francois Borricaud fue profesor visitante del flamante Departamento de Sociología).

         En San Marcos conoció y estableció lazos de amistad con el poeta y maestro universitario Washington Delgado y el escritor José María Arguedas, profesor de Introducción a la Antropología.  Ahí consolidó su hábito de leer novelas y concluyó sus estudios de literatura. Al egresar, en lugar de irse a París becado, como era el anhelo de buena parte de los egresados, optó por irse a Muquiyauyo, una comunidad del valle del Mantaro en donde fue profesor de la escuela de educación secundaria.

         Mientras fue estudiante universitario, Miguel se recurseaba como profesor de redacción en la academia Brown para secretarias bilingües y como reportero del diario El Correo. En uno de sus reportajes del año de 1964, Miguel conoció y se enamoró de Vilma Aguilar, profesora de matemáticas del colegio nacional Rosa de Santa María, gran aficionada al canto y a la literatura; y poco después de egresar de la universidad, se casó el año 1965; adoptando a Carlos Eduardo de 08 años, hijo de Vilma, y tuvieron un segundo hijo, Dimitri, nacido el 02 de mayo del mismo año.

         En suma, en la universidad Miguel tuvo el acceso a la modernidad literaria, la filosofía marxista y al socialismo creativo de Mariátegui.

II.- La aparición de “Narración”,
revista de literatura peruana (1966)

         En noviembre de 1966, se publicó el primer número de Narración con acentuado color rojo en su portada y contraportada, y de formato apaisada.  La diagramación correspondió a Vilma Aguilar Fajardo.
         Narración fue el órgano de expresión de escritores jóvenes, aun no conocidos ni reconocidos con la excepción de Oswaldo Reynoso. Se habían agrupado para irrumpir en el escenario de la cultura peruana y ser tomados en cuenta por su calidad literaria. Puesto que los escritores de la clase dominante no necesitaban agruparse, ya estaban situados en el poder.
         Aunque no había un director nominal, en este primer número, quienes dirigían al grupo con la batuta ideológica eran Miguel Gutiérrez y Oswaldo Reynoso.  Oswaldo era el escritor de mayor edad con 34 años y con obra publicada: Los inocentes (1961), libro de relatos que incorpora el lenguaje popular de los jóvenes limeños y En octubre no hay milagros (1965), novela;  Miguel tiene 26 años y el de menor edad, entre todos, con 19 años, Andrés Maldonado; quien  no tenía estudios universitarios era Toshiiko Arakaki.  Casi todos no eran limeños la mayoría procedía de la Costa y de la Sierra, ninguno de la Selva.  Se agruparon por necesidad. Todos eran emergentes; que no quiere decir arribistas.

         La revista se financiaba con los aportes de sus integrantes.  La reuniones se efectuaban en la casa del flamante hogar de los esposos Gutiérrez/Aguilar.
         La aparición de Narración fue el inicio de una lucha con los pertrechos bélicos que otorga el arte de la escritura y también el establecimiento de una cabeza de puente de la literatura popular en el Perú.  Su presentación es una declaración de principios subversivos, en el ámbito cultural de la época.Nada mejor para caracterizar la revista que extraer los tres últimos párrafo de la Presentación:
CREEMOS como narradores socialistas, que nuestra única fuente de vida y de creación es el pueblo.

COMPRENDEMOS como narradores revolucionarios, comprometidos con su pueblo, que nuestra tarea es formar, a través de la acción y de la obra creadora, en la conciencia de las clases explotadas, la necesidad urgente de la revolución.

POR ESO NUESTRA MISIÓN es aprender del pueblo, para poder escribir, sin equivocarnos, sobre la realidad nacional.

         La referida Presentación guarda correspondencia con el texto doctrinario de Mao: Sobre el Arte y la Literatura, reproducido en la revista.  Contribuye a sentar posición y lograr unidad doctrinaria de los integrantes de la agrupación.

         En este primer número de Narración, y en los dos siguientes, caracteriza a la revista la beligerancia en el lenguaje y una decidida adhesión socialista; además, mostraban su solidaridad con las luchas de masas y los pueblos dentro y fuera del Perú.

         Miguel contribuyó, en la sección Opiniones comprometidas, con la crítica literaria: Mito y aventura en “La Casa Verde”, y un adelanto de novela: Perfil del traidor.  El comentario a la novela de Vargas Llosa está orlado con un apotegma mariateguiano que sirve de epígrafe:…no soy un crítico imparcial, objetivo.  Mis juicios se nutren de mis ideales, de mis sentimientos, de mis pasiones.  En su crítica, Miguel comenta: lo siguiente:

Vargas Llosa sostiene en la actualidad que el creador se halla un poco por encima de los hechos históricos de su país.  Y define el compromiso como fidelidad del autor con los personajes de sus ficciones:  que ningún credo político, que ninguna ideología perturbe su ánimo a la hora de la creación:  el escritor debe mantenerse aparte, velando por la libertad de sus personajes.  Hoy se sabe que esto es sólo una argucia..  La objetividad es lícita sólo como técnica. (p. 29)
…Vargas Llosa parece enseñar finalmente que toda rebelión es inútil y conduce al fracaso. (p. 29)

         No cabe duda que Miguel escribió su comentario iluminado por la convicción de Mariátegui:

El artista que no siente las agitaciones, las inquietudes, las ansias de su pueblo y de su época, es un artista de sensibilidad mediocre, de comprensión anémica. (p. 58 El artista y la época)

         A fines de la década del 60, la inquietud de Miguel lo condujo a conocer al legendario Mayor del Ejército Víctor Villanueva; quien había conducido la insurrección armada en el Callo el 3 de octubre de 1948.  De esa experiencia, Don Víctor, como así lo llamábamos por nuestra reverencial admiración, escribió un libro que toda persona con sensibilidad social debería leer: La tragedia de un partido y de un pueblo.  Dicho sea de paso, Miguel no tenía predisposición para hacer amistades; a diferencia, de Vilma; a quien yo consideraba que era su ventana hacia el exterior.

         En 1968 viajó con su familia a Huamanga en cuya universidad se incorporó como profesor de literatura.  Lo recargaron de cursos; pero, todos de literatura.  Vilma ocupó la dirección del colegio de aplicación Huamán Poma de Ayala.  Ahí permanecieron hasta 1970. 
         De Huamanga vino con Vilma a Lima por unos días  y presentó en el legendario bar Palermo su primera novela: El viejo saurio se retira (1969).En medio de la alegría del acontecimiento, pensé: que tal ojo de zahorí ha tenido Vilma al casarse con Miguel. Pues, yo también tenía la convicción que Miguel llegaría a ser un extraordinario novelista.
        El segundo número de Narración apareció en julio de 1971 bajo la dirección de Miguel Gutiérrez. La portada la diseñó Lorenzo Osores y diagramó Vilma Aguilar. Miguel contribuyó con una selección de textos de José Carlos Mariátegui bajo el título genérico: Sobre el Realismo.  De la Presentación de los textos seleccionados, sustraigo unos párrafos introductorios:
No se puede ser realista, si no se acepta la lucha de clases como ley del desarrollo social y la obra literaria como expresión ideológica. (…)  como Lenin y Brecht, José Carlos Mariátegui lejos de ver una contradicción entre realismo y fantasía, ve en esta última un instrumento poderoso para el descubrimiento y exploración de lo real. (pp. 4-5)
Por ser de interés para conocer los criterios clasificatorios, de la selección de textos, expondré su esquema (pp. 5/11):
1.El Escritor
1.1. Marxismo, Política y Libertad
1.2. El oportunismo de los intelectuales
1.3. Destino del escritor en la sociedad capitalista
2. El Realismo
2.1. Vigencia del realismo
2.2. El realismo proletario
2.3. El realismo crítico
2,4. Naturalismo y populismo
3. La forma artística
3.1. El rol de la imaginación
3.2. El problema del lenguaje y la técnica

         También contribuyó en la sección Opiniones comprometidas, con una crítica literaria que lleva por título: Un mundo para Julius, un fastuoso vacío.

         La actividad de Miguel era intensa. A las contribuciones ya mencionadas se sumó la crónica en coautoría con Antonio Gálvez Ronceros: Los sucesos de Huanta y Ayacucho, ocurrido los días 21 y 22 de junio de 1969, sucintados por el Decreto Supremo promulgado por el gobierno militar en el mes de febrero de 1969. Imponía sanciones económicas (cien soles mensuales) a los alumnos secundarios que obtuvieran notas desaprobatorias. Con esta crónica se inauguraba un suplemento de “Narración”:  Nueva crónica y Buen gobierno; en alusión a la extraordinaria denuncia que hiciera Huamán Poma.

         El 31 de julio de 1974 publicaron Narración N° 3.  Desde la Presentación, explicitan la postulación del grupo a la compatibilidad de la actividad política insertada en la lucha de clases y el valor artístico de la obra narrativa.  Y lo demuestran con la fusión de la revista con el suplemento:Nueva crónica y buen gobierno.

         Empieza la revista con un debate:  la vía pacífica hacia el socialismo o la captura del Poder a través de la lucha armada. Se tomó como escenario el caso de Chile con el triunfo electoral de Salvador Allende y el golpe militar del general Augusto Pinochet el 11 de setiembre de 1973; lo que demostró el fracaso de la transición pacífica al socialismo.  Uno de los argumentos: 

El poder se sustenta en la burocracia y el ejército, y éste, es el principal sostén del poder.  Mientras no se les derroque, de ninguna manera puede hablarse de toma del poder.

         Miguel contribuyó con un cuento Una vida completamente ordinaria. Plantea en él, las implicancias de la militancia política clandestina y una vida completamente ordinaria.  Otra contribución fue su extenso artículo en cual demuestra, una vez más, haber  asimilado la obra de Mariátegui; se trata de: Mariátegui, marxista-leninista. La finalidad de dicho artículo, en palabras de Miguel: desenmascarar y combatir a los que tergiversan, mutilan y calumnian al fundador del socialismo científico en el Perú.

         Sin embargo, su contribución trascendente fue 1971: Gran huelga minera.  Es un relato de los antecedentes, desarrollo y culminación de la huelga general del proletariado minero de Lima, Pasco, Junín y Huancavelica que confrontó a la empresa norteamericana Cerro de Pasco Corporation entre el 26 de octubre y el 15 de noviembre de 1971.  El equipo de redacción estuvo integrado, además de Miguel,  por Vilma Aguilar, Ana María Mur y Gregorio Martínez. De similar valía es La Cronología de los sucesos de Moquegua y Cuajone, redactada por Ricardo Raéz y Oswaldo Reynoso.

         Por primera vez en el Perú se demostró que el trabajo en equipo, de investigación y redacción, ligado a las masas y desde una perspectiva clasista, es factible.  Dicha fecha de aparición, 31 de julio de 1974, debe ser considerada como una efeméride en el calendario de la historia social peruana.  Hicieron patente el verso hecho aforismo de César Vallejo:  toda voz genial, viene del pueblo y va hacia él.

         En suma, el principal aporte, entre otros, de Narración fueron las crónicas clasistas.  Mediante dichas crónicas participaron de manera directa en las luchas campesinas, obreras y masas pobres de la ciudad y del campo. Los textos hablaban de la resistencia popular y sus protagonistas, de sus vidas y situación económica y social.

         Paradójicamente, cuando el grupo de la revista había logrado resolver el dilema entre arte o política socialista y establecer una cabecera de playa en la lucha de clases cultural, se retiró  del teatro de operaciones. ¿Por qué sucedió tal implosión?

         Se pueden aventurar varias hipótesis explicativas.  ¿Problemas económicos?  ¿Diversidad ideológica interna?  ¿Viajes de sus integrantes?  ¿Desarrollo de  proyectos literarios personales?  ¿Temor a la represión de las instituciones del Estado y de las empresas trasnacionales?  En fin… únicamente quedan formulados los interrogantes.

         El mismo año 1974, que coincidió con la aparición del tercer y último número de Narración, Miguel sustentó su tesis de Bachiller, después de diez años de haber egresado de la universidad de San Marcos; la tituló:  Estructura e ideología en Todas las sangres. Si acaso le interesó  a Miguel un grado académico fue únicamente  para afianzarse como profesor de literatura y asegurar su medio económico de sustentación.

         Al año siguiente, 1975, vio la luz, Monólogo desde las tinieblas que consagró a Antonio Gálvez Ronceros; quien le dio protagonismo  a los afrodescendientes de la campiña chinchana. (Ilustración del propio autor)

         En 1976 viajaron a China Miguel, Vilma y su pequeño hijo Dimitri llegaron el 29 de setiembre, a los veinte días del fallecimiento de Mao.  No fueron para prepararse en guerra de guerrillas; sino para oficiar de correctores de estilo de la revista China reconstruye, editada en castellano. Estuvieron alojados en el hotel de La Amistad junto con colegas de diversos países del mundo.

         En China sostuvieron un cotejo, nada agradable, entre su imagen del socialismo en China y el contacto con la realidad cotidiana al empezar las reformas económicas de Deng Xiaoping. Con la misma finalidad laboral de Miguel, Oswaldo Reynoso, se ausentó del Perú y viajó a China el año 1977.

         Mientras tanto, en Lima apareció el jocoso relato Canto de Sirena, que consagró a Gregorio Martínez como “el Arguedas de la Costa”. En dicho libro, Goyo acoge la vivacidad del lenguaje oral y la profundidad de la filosofía popular de los campiñeros de Nazca.  El mismo año, otro de los escritores del grupo Narración, Augusto Higa publica Que te coma el tigre; relatos del mundo de los adolescentes de barrio.  El equipito de Mogollón, fue el relato de ambiente futbolero que logró gran difusión. 

         En China Miguel concibió Babel El Paraíso; sin embargo, tuvieron que pasar varios años para que la plasmara en un relato. También en China seguía gestando su obra magna, La violencia del tiempo, pues en China adquirió, fortuitamente, el nombre de Primorosa para el personaje principal de su futura novela.  Miguel y Vilma permanecieron en China hasta el año 1979.  Año que ellos decidieron dar por concluido su contrato y retornar al Perú. 

         Deberá recordarse que al año siguiente de su retorno, el 17 de mayo de 1980, en víspera de elecciones, el Partido Comunista del Perú –denominado después, Sendero luminoso- expresó su rechazo a la democracia mediante la quema de la oficina electoral instalada en el pueblito de Chuschi (Ayacucho).  De esta manera dio inicio a la lucha armada para capturar el Poder

         Luego de su regreso de China, Miguel se reincorporó a la Universidad La Cantuta como profesor de literatura y, además, dirigió una investigación con un equipo de auxiliares referida a La Generación del 50; incluía no solo a literatos, sino a intelectuales.

         Los días 18 y 19 de junio de 1986, durante el primer gobierno de Alan García acaeció el genocidio del penal El Frontón.  Entre los 135 reclusos asesinados figuraba Carlos Eduardo. Como todo padre, Miguel sintió mucho la muerte de su hijo; sin embargo, la ejecución extra judicial perpetrada con su hijo, en lugar de deprimirlo, le provocó un estado de frenesí creativo o para decirlo en términos de Miguel, estar con la mecha prendida o con el fuego encendido.  Acometió con mayor ímpetu la escritura del ensayo La Generación del 50 y también de la novela El Viento y la memoria. (Posteriormente titulada La Violencia del tiempo).
         La única arma punitiva que Miguel podía esgrimir era su acerada pluma.  Tal como lo explicita en una carta remitida al periódico El Diario. Lima 24 de abril de 1987. Apareció publicada el jueves 30 de abril en la sección Opinión.  Se trata de un entredicho que sostuvo con el periodista César Hildebrant:

Mi lucha la desarrollo en el plano de las ideas, de la escritura, de la creación de ficciones, pero -eso sí- al margen y en contra de la cultura y las instituciones oficiales.(…)Nada heroica ni notable mi opción (reconozco) es modesta y por encima de las limitaciones y defectos que como individuos los tengo procuro ser coherente con el camino elegido.

         La guerra contrasubversiva era el telón de fondo de la época y desde donde escribía Miguel; en consonancia con ello, el 14 de mayo de 1988 fueron torturados, asesinados 39 campesinos desarmados entre madres, padres e hijos del pueblo de Cayara (Ayacucho).  Los cadáveres fueron desaparecidos por el ejército. Luego, también  fueron asesinados varios testigos. En esa fecha estaba de presidente de la república Alán García y como jefe del comando político militar de la zona de emergencia, el general José Valdivia Dueñas.

         En ese clima de tensión salió a la luz, el mismo año de la masacre de Cayara, en Ediciones Sétimo Ensayo, La Generación del 50: un mundo dividido. Historia y balance  La editorial registra como domicilio la casa de Miguel y de Vilma Aguilar:  Jr. Manuel Cuadros 382, departamento 507, Lima 1.  Miguel le dedicó el libro a su hijo:

A Carlos Eduardo Ayala Aguilar, mi hijo, desaparecido durante el genocidio de los combatientes sociales presos en la isla El Frontón, Callao, Perú, los días 18 y 19 de junio de 1986, con estas palabras de Balzac:
“De todas las semillas confiadas a la tierra, la que da más rápida cosecha es la sangre vertida por los mártires”.
GUTIÉRREZ, Miguel:
La Generación del 50:  un mundo dividido.
Historia y balance.
Ediciones SETIMO ENSAYO 1.
Primera edición (Lima 1988) pp. 286.-


         En la solapa de la primera edición se expone lo que constituye el libro:

Este ensayo es un intento de estudiar críticamente a toda una generación a la luz de los acontecimientos históricos que caracterizan al Perú actual (…) Estas páginas fueron escritas desde la perspectiva de un pensamiento situado, entendiendo por tal una teoría general del conocimiento, una posición de clase, la dialéctica como método y la concepción de la sociedad como un todo en permanente contienda entre los factores retardatarios y las fuerzas transformadoras que la conforman. (…)

         Apeló al ensayo como género expositivo, continuando con la tradición mariateguiana y lo definió con suma claridad en el prólogo de su investigación:

El ensayo –discurso libre que navega entre la literatura, la filosofía y la ciencia- es una forma que conquistó desde siglos su autonomía (Montaigne lo legitimó confiándole su nombre, pero ya lo encontramos en Platón o en San Agustín) y se caracteriza por exponer de manera viva y vívida reflexiones, perplejidades o algunas certezas pensando en el lector común, no especializado, aunque sí amante de la aventura y la imaginación:  Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana –“el discurso del método del proletariado”, según Lenin- puede ser leído por un obrero y los ensayos de nuestro Mariátegui (además del placer que produce su lectura) sirven de reflexión y arman ideológicamente para sus luchas al proletariado y a los intelectuales progresistas y democráticos del Perú y Latinoamérica.  El ensayo, legítimo en sí mismo, es la forma que más convenía a un estudio que no oculta el yo, que incorpora a la subjetividad en el proceso de racionalización de una determinada democrática.

         La Generación del 50 fue un libro que tuvo una gran acogida y comentado de manera soterrada; así como también, criticado desde todos los flancos.  Pues, Miguel, hasta cierto punto,  no dejó títere como cabeza. Deberá tomarse en cuenta que su aparición ocurrió en el marco del auge de la guerra subversiva y contra subversiva.

         Miguel no recibió mayores críticas por los títeres que había degollado con su guadaña punitiva; sino por los personajes que había ponderado: Abimael Guzmán, intelectual y conductor de la guerra subversiva, Mario Vargas Llosa, novelista y, Jorge Eduardo Eielson, poeta.  Además, fue anatematizado de pro senderista.

         Había indicios que Miguel tenía cierta expectativa respecto al desenvolvimiento de la guerra subversiva; ya que el diagnóstico de la realidad peruana justificaba una subversión. Era consciente que Abimael Guzmán era quien le había puesto “el cascabel al gato” en la disyuntiva en que se debatía la izquierda peruana:  vía pacífica  o vía armada para la conquista del Poder y transitar hacia el socialismo.  Por lo demás, como mariateguista sabía que:

no hay revolución mesurada, equilibrada, blanda, serena, plácida.  Toda revolución tiene sus horrores.  (p. 59)

MARIÁTEGUI, J.C.:  Aspectos viejos y nuevos del futurismo. Publicado originalmente en el diario El Tiempo:  Lima, 3 de agosto de 1921.  Tomado de El Artista y la Ëpoca, vol.  6 de las Obras completas de J.C.M.

         Sin embargo,  Miguel no era consciente que si triunfaba el fanatismo y la intolerancia él sería una de sus víctimas por su misma convicción mariateguista; es decir, su autonomía de pensamiento.  Y para ese ejercicio de la autonomía, se necesita libertad, como bien lo ha expresado Mariátegui:

El arte, como el hombre y la planta, necesita aire libre.

(p. 27  MARIÁTEGUI, J.C.: La torre de marfil.  Publicado en Mundial, revista. Lima, 7 de noviembre de 1924. Reproducido en El Artista y la Época, editorial Amauta, colección Obras Completas, Vol. 6.-

         El mismo año de 1988 también apareció Hombres de Caminos.  Libro que forma parte de la saga narrativa de la familia Villar, próxima a aparecer: con el título: La violencia del tiempo.

         Al poco tiempo de la publicación de Hombres de caminos, sostuve una conversación en su casa en torno a dicha novela.  En ella comprobé la tesitura mariateguista de Miguel. Teniendo en mente un principio fundamental de Mariátegui en su 7 Ensayos: 

El problema de nuestro tiempo no está en saber cómo ha sido el Perú.  Está, más bien, en saber cómo es el Perú.  El pasado nos interesa en la medida que puede servirnos para explicarnos el presente.(7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana,p. 327)

Le formulé a Miguel el siguiente planteamiento para obtener su apreciación:

A.R.- Es fácil hallar sociólogos, historiadores, literatos, antropólogos, psiquiatras, etc., que estudian el pasado como una evasión para no comprometerse con la situación presente. En cambio, hay otros que a pesar de su temática ubicada en el pasado no se quedan allí; sino que la relacionan con el presente aportando elementos a la ideología dominante y disuadiendo a los sectores populares en sus propósitos reivindicativos. Tú encarnas una opción diferente, como lo has demostrado con Hombres de caminos; en tal sentido, quisiera que la hagas explícita.

M.G.- A mí el pasado mismo no me interesa. El pasado me interesa en la medida que explica un presente y prepara un porvenir. Cuando un escritor o un novelista -para situamos en mi propio campo- toma una lucha popular ocurrida hace cincuenta o cien años, pero hablando al presente plantea que esta lucha, tan cargada de heroísmo y abnegación, fue, sin embargo inútil, está dando un mensaje, revestido con la caduca filosofía del humanismo burgués, según el cual los pueblos no deben seguir el camino de la rebelión armada; pues ésta no trae sino muerte y destrucción. Por cierto, un mensaje de esta naturaleza va contra la corriente de la historia; porque si las rebeliones fracasan o han fracasado -lo cual es verdad-, no por eso el pueblo deja de seguir levantándose en armas, ya que el pueblo tiene otro sentido de la muerte y, además, mediante el desacato la rebelión de los pueblos adquiere su mayor dignidad humana.

Entonces yo no utilizo el pasado, digamos, en el caso de la rebelión popular para condenarla, por el contrario, lo exalto y comprendo.

         Prosiguiendo mi indagación para comprobar la tesitura mariateguina de Miguel, le ofrecí otro planteamiento para que se proyectara, y es el siguiente:

A.R.-Dime, Miguel ¿no serás un hombre poseído de una fuerte agresividad que la descargas vigorosamente en el escenario literario -donde contienden las ideas- con la destreza de tu pluma bajo la orientación de la filosofía marxista?  En relación a lo dicho, ¿suscribirías la siguiente proposición?:  las armas no son los únicos pertrechos bélicos. ("1879 cien años después", exposición de Luis Jaime Cisneros -Julio de 1979- ante los jefes y oficiales de la Guarnición de Lima, en el auditórium del Ministerio de Guerra).

M.G.-En efecto, existe también el arma de la crítica; pero nada se podría alcanzar sin la crítica de las armas. Si no se comprende esto último, estaremos condenados a vivir para siempre en la ilusión.
La presente conversación se llevó a cabo
en la casa de Miguel Gutiérrez el año 1988.
Publicada por la revista SIETEVIENTOSN°4,
Año III, Sullana, Piura, diciembre de 1992, pp. 25/37.-

         Antes de la reaparición de Miguel después de 19 años, desde su novela formativa El Viejo saurio se retira del año 1969, el caustico periodista César Hildebrant le había dicho que era un escrito mínimo; y no le faltaba razón. Parecería que el impacto de esa frase le sirvió de acicate, pues, desencadenó su ímpetu creativo.  Pero, no es tan simple; puesto que Miguel vivía una situación conflictiva.  Dejemos que Miguel nos lo explique a través de la pregunta que le formulé en el conversatorio en torno a Hombres de caminos¿Cuál es tu concepción del oficio del escritor? He aquí su respuesta:

Pienso que el escritor se debate entre dos solicitaciones. Por una parte, la pasión literaria y, por otra parte, el requerimiento social. Tú sabes que las pasiones son exclusivas o tienden a lo exclusivo. Es una contradicción que el escritor debe darle solución de alguna manera.

         En alusión a la respuesta de Miguel, traigo a colación que en alguna de las conversaciones personales,me dijo que se interesaba por el escritor y militante comunista mexicano José Revueltas; quien tuvo un conflicto similar al de Miguel.  Para Revueltas no debía existir la separación entre política y arte, entre escritor y militante. Pero es curioso, que Miguel es sus escritos o exposiciones públicas no mencionara a Revueltas… 

         Publicadas La generación del 50, y Hombres de caminos, Miguel tomó una determinación transcendental en su vida: dedicarse exclusivamente a escribir.  Asimismo, se dijo: uno no puede ser literato de fin de semana.  Para lo cual solicitó su jubilación adelantada por sus servicios prestados a la universidad.  Y se dedicó al ejercicio de su vocación hasta la última exhalación de su existencia.  Escribir era su manera de vivir.

         Como aún le faltaba concluir La Violencia del tiempo; Miguel se dedicó a continuar escribiéndola.  En esa época, Miguel me buscaba para dar un paseo por algún parque.  Mientras caminábamos, me narraba sus avances; luego de escucharlos, me preguntaba mi opinión y nunca la discutía.  Presumo que era por cortesía, pues, yo no tenía un gran conocimiento de literatura y lo que se de literatura lo aprendí por conversaciones con él.  Me parece que los paseos conmigo los hacía para afianzarse en lo que estaba escribiendo y relajarse.

         Sin embargo, ese relativo relajamiento era intermitente, pues, no podía ser indiferente ante la represión gubernamental durante el primer gobierno aprista de Alan García contra los dirigentes sindicales como es el caso del secuestro, tortura y asesinato de Saúl Cantoral Huamaní, secretario general de la Federación Nacional de Trabajadores  Mineros, Metalúrgicos y Siderúrgicos del Perú; y de Consuelo García, promotora social, ocurrido en Lima el 13 de febrero de 1989.  Otro suceso de gran repercusión, se produjo la noche del 09 de noviembre: la caída del muro de Berlín y el inicio de la reunificación de Alemania que marca el fin de la era estaliniana…

         Uno de esos días se presentó Vilma con la alegría que la caracterizaba para anunciarle a Miguel que había conseguido el lugar ideal para que continuara escribiendo, pues era amplio cómodo y apacible. Al ver a Vilma alborozada con la noticia, Miguel la percibió esplendorosa como una libélula batiendo sus alas y suspendida en el aire.  Era una especie de hostal ubicado en Santa Clara,lugar cercano a Lima.  De propiedad de la Asociación Nacional  de Cesantes y Jubilados de Educación (ANCIJE).

         Al hospedarse en el local de ANCIJE, Miguel pasó a la “clandestinidad”.  Era la manera de que se concentrara y no tuviera interrupciones.  Yo era el único de los amigos que sabía en donde estaba y permitido de visitarlo de vez en cuando.  Sin embargo, Miguel tuvo algunas distracciones.  Se averiguó, con el viejo guardián, a quien había pertenecido el local y qué función tuvo.  El local había pertenecido opulento banquero limeño y homosexual, proyectado para sus fiestas íntimas de fin de semana.  También se informó de la vida de los dos únicos huéspedes: un sacerdote y un exdirector de teatro, ambos jubilados.

         En octubre de 1991 salió a la luz pública La Violencia del tiempo. A los pocos meses de su publicación, se agotó y fue reeditada.  El acierto editorial correspondió a Carlos Milla Batres; quien, con intuición de artista y empresario, se aventuró a publicar una novela de más de mil páginas y de un autor, entonces, no tan conocido.  La corrección de las pruebas de galera estuvo a cargo del historiador Carlos Araníbar, a petición de su alumno el editor Milla Batres.  Miguel;  se sintió sumamente complacido.

         Aunque el “epicentro” de su novela es Piura los escenarios trascienden la frontera nacional.  Miguel nos presenta y explica literariamente el problema de nuestro país como nación; premunido, implícitamente, del aserto mariateguista de que nuestro país es una nación en formación.  Manejó dialécticamente la disolución de las identidades que constituyen nuestra nación, aunque no desemboca en el eclecticismo ni en el nihilismo; tampoco provoca una reacción fundamentalista.  Aquí es pertinente recordar que Miguel es, ante todo, un literato.  Con ello contribuye a contrarrestar las verdades absolutas, el fanatismo, los prejuicios, el maniqueísmo, las historias oficiales y demás estigmas.  En ese sentido, su propuesta es literaria y novedosa:  El libro perpetuo de la comunidad

         Sorprendió que “El Comercio”, que lo había ignorado, publicara, el 15 de diciembre de 1991, un comentario a  La violencia del tiempo de Ricardo González Vigil, colaborador del diario y reconocido crítico literario.  Calificó a la novela como una de las mejores novelas del idioma.  Con ello le dio el espaldarazo literario.

         A pesar de su relación ambivalente con Piura, Miguel estuvo arraigado a su terruño.  La violencia del tiempo está “salpicada” de piuranismos, que tal vez haga difícil su traducción.  La comida típica de Piura era de su agrado; por eso le solicitaba a su mamá que el día de su cumpleaños fuera ella quien cocinara.  A su piuranidad también ha contribuido su entrañable y fiel amigo, desde su etapa escolar, Efren Alfajeme.  A él, seguramente, le debe alguna historia de las noveladas por Miguel.

         Efren tenía la prestancia de los humildes y una discreción expresiva.  Tal era la amistad de ambos, que cuando Miguel intentó viajar a EE. UU.  le dije:  ¿Y qué te vas hacer, sin Efren?  ¡Tienes qué llevarlo! La piuranidad de Miguel también se expresó al presentarle a mi amigo Yamunaqué, notable ceramista de Chulucanas. Rápidamente simpatizó con él; y lo trataba de “paisano”; es decir, coterráneo.  Otro amigo piurano fue Aurelio Díaz, notario, quien lo auxiliaba de los aprietos burocráticos que le ocurrían.

         Con La violencia del tiempo, Miguel no solo reveló su excelencia artística; sino también su vocación literaria; es decir, su extraordinaria fuerza de voluntad para compensar su restricción presupuestaria.  No tenía máquina de escribir y mucho menos computadora.  Le presté mi vieja máquina de escribir.  Y escribió a máquina un original y dos copias con papel carbón.  ¡Imagínense! Borrar cada error de tipeo, pacientemente, de un texto que impreso tuvo más de mil páginas.

         Después de ese agotador esfuerzo, tomó la decisión de comprarse una computadora.  Fue a mi casa para que lo acompañara a comprar una computadora.  Al poco tiempo aprendió a escribir en computadora.  Lo que motivó que yo también me comprara una computadora. Pues, pensé, si Miguel es un inútil para las cosas prácticas, entonces yo también puedo escribir en computadora.  (Gracias, Miguel por tu motivación) 

         El 3 de noviembre de 1991, es decir, al mes siguiente de la publicación de La Violencia del tiempo, sucedió la llamada Matanza de los Barrios Altos en aplicación de la política de terrorismo de Estado del presidente Fujimori.  Ahí mataron hasta un niñito.

         Por esa fecha, un paisano de Miguel, el fotógrafo Julio Olavarría, que residía en Suiza, le remitió unas postales de su autoría para que escribiera glosas al pie de cada una. Miguel emprendió la tarea en el contexto de la época marcada por la ofensiva antisubversiva del gobierno de Fujimori.

         La intensificación de la ofensiva antisubversiva se inicia el 5 de abril de 1992 con el llamado “autogolpe”; el presidente Alberto Fujimori centraliza todos los poderes del Estado bajo su jefatura y consolida su dictadura cívico-militar. El terrorismo de Estado como política se había trasladado a la capital.

         Con los amplios poderes que detenta, el gobierno emprende, desde el 6 al 9 de mayo un operativo militarizado que derrota la resistencia, al traslado, de los prisioneros y prisioneras  por el delito de subversión en el Establecimiento Penal de Máxima Seguridad “Miguel Castro-Castro”. En el desigual operativo bélico, cayeron abatidos numerosos prisioneros; entre ellos, la que fuera esposa de Miguel, Vilma Aguilar Fajardo (03.06.1930/07.05.1992).

         El Estado, representado por el presidente Fujimori no recurrió a mecanismos alternativos tendientes a lograr una solución negociada del conflicto con los internos del penal y rechazó la intervención de la Cruz Roja Internacional, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Comisión Episcopal de Acción Social y la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, cuyos representantes ofrecieron mediar en el conflicto.  El estado tampoco prestó auxilio humanitario a muchos internos gravemente heridos.

         La incineración de su cadáver se llevó a cabo en el crematorio del cementerio Británico de Bellavista. Antes de depositar sus cenizas, Cecilia accionó su tocadiscos portátil y escuchamos cantar a Vilma “Huérfano pajarillo” a través de un Lp. que grabara con el Conjunto Evocación Huanta. El arrobamiento fue de tal magnitud que permanecimos estáticos y silentes. Fue una experiencia mística.  Luego Miguel leyó un breve texto de su autoría que por el contenido y la excelencia artística merecería compartirlo con quienes nos  encariñamos con Vilma.

         Continuando con su inflexible política de Estado del presidente Fujimori, el 18 de julio de 1992 perpetraron el asesinato e incineración de nueve estudiantes y un profesor de la Universidad La Cantuta ejecutado por el escuadrón de la muerte, llamado grupo Colina, perteneciente al Servicio de Inteligencia de las FF.AA. 

         Mientras tanto, Miguel escribía las glosas a las fotos que su amigo Olavarría le había remitido; se entusiasmó tanto,que le  dio vuelo a su imaginación creadora; resultando una novela.  En agosto de 1992 se terminó de imprimir La destrucción del Reino; novela escrita y publicada poco antes de la captura de Abimael Guzmán, bajo el sello de la editorial Milla Batres S.A.  Ahí se patentiza el concepto de Mariátegui de la interrelación entre ficción y realidad:

… la ficción no es libre. Más que descubrirnos lo maravilloso, parece destinada a revelarnos lo real.  La fantasía cuando no nos acerca a la realidad nos sirve bien poco. (…)  La fantasía no tiene valor sino cuando crea algo real.  Esta es su limitación.  Esta es su drama. 

(MARIÁTEGUI, J.C.:  La realidad y la ficción. Publicado en la revista Perricholi, Lima, 25 de marzo de 1926. Reproducido en El Artista y la Época, editorial Amauta, colección Obras Completas, Vol. 6, p. 26.  (Lima, 1959)

         En La destrucción del reino, Miguel, nuevamente, revela aspectos de la historia social piurana con el enfoque de la lucha de clases.  Es un escritor situado, pues se identifica con una de ellas. Mencionaré una de las historias de mi preferencia; me refiero a La Zarca, mujer que jefatura una partida de bandoleros en Piura (pp. 63/90). Este es uno de los dos casos excepcionales en el mundo; el otro ocurrió en La India, según lo ha registrado el renombrado historiador inglés Eric Hobsbawm.

         De las galanuras del lenguaje artístico de toda obra literaria, sustraigo unas palabras que me encantaron:

… las apetencias crapulosas se tornan más imperiosas cuanto más el cuerpo declina y la filuda guadaña de la muerte se alza centellante. (p. 95)

         De La destrucción del reino tomo una paráfrasis que Miguel elabora a partir de un concepto de Mariátegui, en la que sustituye la palabra revolución por guerra; he aquí:

En toda guerra los hombres abjuran de la civilización cometen excesos y dan rienda suelta a sus soterrados instintos homicidas.
(p. 25 La destrucción del reino Ed. Milla Batres S.A. (Lima, setiembre de 1992)

         Asociada al protagonismo de género de La Zarca en La Destrucción del reino, deberá recordarse que el comité central de Sendero luminoso estaba compuesto por trece mujeres y siete hombres. Otro caso excepcional.

III.-La captura de Abimael Guzmán Reynoso

         La captura de Abimael Guzmán es el tercer hito que señala el último punto de inflexión en el periplo vital de Miguel.  La noche del 12 de setiembre de 1992 aconteció en Lima la captura de Abimael Guzmán.  La captura de un dirigente de un movimiento subversivo no es improbable; pero la captura de Abimael Guzmán causó sorpresa y conmoción en todas partes.  No tanto por el hecho en sí mismo; sino por la forma de la captura.

         Fue una exitoso operativo “de alta cirugía” de la Dirección Contra el Terrorismo (DIRCOTE).  Contó con el estímulo económico y con el apoyo tecnológico de la Central de Inteligencia Americana (CIA) por mediación de la embajada norteamericana.  Sucedió tal como en el ajedrez; la jugada brillante, no solo se produce por la genialidad de uno de los jugadores; sino por un error del adversario.

         La captura de Abimael Guzmán no fue llamada como tal por Miguel, sino, con su intuición de literato, la denominó la caída de Abimael Guzmán. Aquí la impresión que le produjo relatada varios años después del acontecimiento:

Recuerdo que mientras veía por la televisión las incidencias de la caída del “Presidente Gonzalo”, acudieron en tropel a mi mente sucesos, escenas e imágenes sobre el altísimo costo que significó para el pueblo peruano y los propios combatientes el desarrollo de la guerra.  Entonces recordé la primera visita que hice a un familiar en el Frontón.  A la entrada del pabellón de los prisioneros de guerra había un enorme cartel en el que se leía una cita de Mao:  Quién se atreve a ser cortado en mil pedazos podrá desmontar al emperador, y como lo fui sabiendo, no se trataba de una frase retórica o demagógica, pues no pocos militantes murieron de esa manera, literalmente, pero ahora el “Presidente Gonzalo”, según veía por televisión las incidencias de su apresamiento, había olvidado la vieja sentencia maoísta. (Figura en el prólogo ampliado a la 2da. Edición de La Generación del 50 del año 2008; pp. 22 y 23)

         La expresión escrita, de un suceso impactante, siempre es meditada y, más aún, cuando han transcurrido varios años de la ocurrencia.  En cambio la conducta reactiva expresada con la inmediatez del suceso y coloquialmente tiene la carga emotiva de la vivencia.  Miguel no estuvo consternado; sino, sumamente indignado.  Pues, había estado a la expectativa del desenvolvimiento de Sendero Luminoso como lo corrobora su estudio de La Generación del 50.

         El Partido Comunista del Perú, llamado Sendero Luminoso fue denominado así porque sus comunicados oficiales concluían con un eslogan o consigna: Por el luminoso sendero de Mariátegui; sin embargo, no mariateguisaron el camino hacia el triunfo de la revolución; lo que condujo a la derrota, sobre todo, militarmente; aunque, su mayor aporte fue la militarización del partido.  ¡Vaya paradoja! De lo que se concluye, que la preparación militar no es suficiente para la victoria de cualquier revolución.

         Luego de la captura de Guzmán por la DIRCOTE, el grupo Colina, ya mencionado, asesinó el 18 de diciembre de 1992 a Pedro Huillca Tecse, secretario general de la Confederación General de Trabajadores del Perú; lo que facilitó la conculcación de los derechos laborales y sociales obtenidos en largos años de luchas.

         Con el ímpetu narrativo desencadenado, Miguel, el año 1993, publicó Babel el paraíso; que, según su autor: Puede ser considerada como una parábola burlesca sobre el socialismo, el poder y la convivencia humana.  Ese mismo año trabó amistad con el crítico de literatura Ricardo González Vigil; quien le diera el espaldarazo en 1991 con su comentario a La violencia del tiempo.

         A partir de la captura de Abimael Guzmán, Miguel empieza a publicar con profusión una serie de ensayos sobre literatos y sus obras. A la pregunta:  ¿En qué tipo de lector piensa cuando escribe sus ensayos?  Miguel, responde:

Pienso en un lector que ama la literatura, pero que no ha tenido acceso a la vida académica, que no ha seguido cursos especializados, pero que quiere saber más de literatura. Pienso, también, en los profesores de secundaria que van a transmitir esto a los alumnos, pienso en estos alumnos y en los universitarios. Por supuesto empleo todo el rigor, pero procuro que sea un lenguaje no difícil, no hermético como se utiliza en el mundo académico.
Por Carlos M. Sotomayor
Fuente: Correo, Lima 01/07/7
http://www.correoperu.com.pe/paginas_nota.php?nota_id=50973&seccion_nota=4

         
Paralelamente a los ensayos, Miguel continuó escribiendo y publicando novelas que son de conocimiento público.  Toda su vida la organizó para escribir.

         La posición actual de Miguel la explicitó en el párrafo final del prólogo que escribió en abril del 2007 para su libro de ensayos Un Pacto con el Diablo(Ensayos 1966/2007), ahí declaró:

Visto desde la perspectiva que confieren los años, el autor de los trabajos aquí reunidos es un individuo que, persistiendo en los principios básicos que han orientado su vida –su adhesión a la causa popular y al socialismo, y su distancia de los poderes que gobiernan al mundo-, no ha permanecido inmune ante los acontecimientos históricos, sociales y políticos que sacudieron al Perú y el mundo en las décadas finales del siglo pasado y comienzos del siglo XXI.  Este proceso, naturalmente, ha influido en mi pensamiento y en mi escritura.  Así he morigerado en algo el tono confrontacional, de mis exposiciones.  He cuidado en matizar más mis planteamientos, he conferido más peso a la línea del placer que toda obra válida suscita, he acentuado cierto espíritu heterodoxo que siempre estuvo en mí y he añadido una razonable dosis de escepticismo a todas mis certezas sociales humanas.

         El comentario del importante párrafo le corresponde a los lectores. Yo simplemente hago dos pequeñas observaciones al voluminoso libro de la compilación de sus ensayos.  La primera, quien estuvo al cuidado de la edición y colaboró con la selección de los textos fue Mendiz Inocente F., profesora de literatura y a quién Miguel llamaba cariñosamente “mi flaquita”.  Me permito decir que Miguel sin Mendiz ni Vilma, sus esposas, no hubiera sobrevivido y llegado a ser el connotado escritor que conocemos.  La segunda observación que refleja la personalidad de Miguel se refiere a la dedicatoria del mencionado libro: A mis buenos hermanos José y Socorro.  Indudablemente, que Miguel tiene justificada razón; pero, tuvo, además, otro hermano y otra hermana...

         En sus afectos o desafectos, Miguel, como artista, es apasionado. En tal sentido, su cariño y admiración al Mayor E.P. (R) Víctor Villanueva lo retribuyó el año 2013 escribiendo el prólogo a La Mina y otros relatos; del cual transcribo el párrafo final:

el mayor Villanueva incursionó en la narrativa, porque, entre otras razones, vio en la literatura, tal como la concebía el realismo social, un medio para continuar en el combate por un mundo social más justo y humano.  Y lo hizo como todos los compromisos que asumió en su vida con convicción, disciplina y solvencia literaria.

         Finalmente, no dejo de mencionar –de pasada- que a Miguel lo han criticado por sus novelas cuya trama comprende la guerra interna ocurrida en nuestro país: Kymper (2014) y Confesiones de Támra Fiol (2009); poniendo en cuestión su esencia marxista.  En contraposición, me aventuro a suponer que si Mariátegui estuviera redivivo, le haría a Miguel el mismo comentario que le hiciera a la escritora rusa Lidia Seifulina:

…no es posible pedirle una literatura de rigurosa trama socialista.  La Seifulina no es una teorizante ni una funcionaria socialista; sino una artista.  (Trotsky ha planteado ya, en sus justos términos, la cuestión del arte proletario).
Mariátegui, J.C.:
Caminantes” por Lidia Seifulina
Variedades, revista. Lima, 15 de enero de 1927.
Tomado de Signos y Obras.
Ediciones populares de las obras completas
Primera etapa, volumen N° 7
Empresa editora Amauta
1ra. Edición. (Lima, 1959) pp. 186.-


         A manera de colofón, concluyo el ensayo Miguel Gutiérrez, literato mariateguista con las palabras iniciales de Miguel al recibir la distinción como Doctor Honoris Causa por la Universidad Ricardo Palma el 15 de noviembre del 2013:

El título de mi conferencia es La novela y la vida, que como ustedes habrán advertido pertenece a José Carlos Mariátegui.  Lo he tomado en préstamo por dos razones: porque soy un mariateguista de corazón y porque fue Mariátegui quien me introdujo en las escuelas de vanguardia de las dos primeras décadas del siglo XX.
Antonio RengifoBalarezo
Lima, agosto del 2018.

Nota.-
Texto que formará parte del libro en homenaje a Miguel Gutiérrez que publicará en diciembre la universidad particular Ricardo Palma.








Celebración de Miguel Gutiérrez

Por: Ricardo González Vigil | 
Homenaje al escritor piurano que revolucionó la novela peruana.


Sacudido por la noticia inesperada de la muerte de Miguel Gutiérrez (Piura, 1940-2016) en la aciaga tarde del 13 de julio, me embargó la tristeza. Tuve el privilegio de ser su amigo desde 1993; primero fui comentarista elogioso de sus novelas Hombres de caminos (1988), La violencia del tiempo (1991) y La destrucción del reino (1992), antes de compartir inolvidables encuentros, conversaciones telefónicas, presentaciones de libros, etc., beneficiándome con su entusiasmo por la creación y crítica literarias, su lúcida familiaridad con las grandes novelas de todas partes, así como su buen humor y calidez humanísima.

A la tristeza le sucedió la cólera. Ha muerto sin el reconocimiento que merecía, conocido insuficientemente en nuestro país y casi desconocido en el extranjero, víctima de satanizaciones ideológicas, mezquindades y caracterizaciones inadecuadas de su obra: “sociológica”, “politizada”, “aferrada a una novelística obsoleta”, etc. Resulta indignante que organismos estatales como el Congreso de la República o, cuando menos, el Ministerio de Cultura no hayan mandado representantes o mensajes de condolencia a su velorio y cremación, ya que se trataba de uno de los escritores peruanos más importantes del siglo XX. Igualmente, el poco espacio que le dedicaron los medios de comunicación (algo la prensa escrita, casi nada la radio y la televisión) y el magro público que honró sus restos en la Casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y el cementerio de Jardines de la Paz de Lurín.

Pero, poco a poco, se impuso el agradecimiento por su contribución literaria de primer orden, la seguridad de que el futuro le pertenece como clásico pendiente de la literatura hispanoamericana y la novela contemporánea en general. A nuestro juicio, ostenta más méritos que los extraordinarios Ciro Alegría, Alfredo Bryce Echenique y Edgardo Rivera Martínez, para conformar con José María Arguedas y Mario Vargas Llosa el trío mayor de la novela peruana.

Si Arguedas es la expresión culminante de la tendencia indigenista y de la transculturación andina del lenguaje novelístico (hasta llegar a rivalizar en experimentación narrativa con el boom hispanoamericano de los años 60, en Todas las sangres y, sobre todo, El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo) y Vargas Llosa la madurez plena en el Perú de la tendencia urbana y cosmopolita, junto con el virtuosismo en el uso de la técnicas narrativas “modernas”, irguiéndose como voz capital del mencionado boom (con una capacidad única para reinventarse y dialogar con los cambios introducidos por el posboom); Gutiérrez encarna la asimilación crítica de los aportes del boom en síntesis compleja con la narrativa anterior al boom y la exploración de nuevos caminos (la crónica o testimonio, el texto híbrido, el relato policial, la metaliteratura al modo de Poderes secretos –1995–, la parábola kafkiana y la distopía –Babel, el paraíso, 1993–, el erotismo sin tabúes –el incesto entre hermanos: El mundo de Xóchitl, 2001–, en fin) que tipifica al posboom, marco en el cual Gutiérrez no resulta menos ambicioso y múltiple que el consagrado chileno Roberto Bolaño.

Además, al igual que Arguedas y Vargas Llosa, Gutiérrez fue un formidable ensayista. Comparte con Vargas Llosa la “celebración de la novela” (título emblemático de sus ensayos reunidos) como el género por excelencia de los tiempos modernos: espacio abierto, capaz de retratar la condición humana entera, sin dogmas ni maniqueísmos. Pero, además, fue un gran animador cultural, y maestro de vocaciones literarias, comparable con su amigo Oswaldo Reynoso (fallecido hace poco): dieron vida a la revista Narración (1966-1974), leyeron manuscritos incontables de jóvenes autores, presentaron innumerables libros, al día con la creación de Lima y provincias. Repárese en que Gutiérrez fue de los primeros en destacar que en este siglo XXI ha surgido una notable hornada de narradores peruanos: Narrativa peruana del siglo XXI: hacia una narrativa sin fronteras y otros textos (2014).











La Violencia del Tiempo
(Novela)

     Autor:            Miguel Gutiérrez Correa

      Comentario:  Antonio Rengifo Balarezo

Lima, Unidad Vecinal N°3,
 13 de Julio del 2017

(Reimpresión)







Gutiérrez, Miguel:
La Violencia del Tiempo
Editorial Milla Batres S.A.
1ra. edición, Tres tomos, Lima, octubre, 1991

            La Violencia del Tiempo apareció, sintomáticamente, la víspera de los 500 años de la invasión española y de la publicación del primer tratado gramatical de lengua castellana y, a la vez, del mundo. Su calidad corrobora la valoración de la novela hispanoamericana como una de las mejores del mundo. En nuestro país, ha sido calificada como una de las mejores novelas del idioma ([1]).

            A los pocos meses de su publicación, Octubre de 1991, se agotó y fue reeditada. El acierto editorial correspondió a Carlos Milla Batres; quien con intuición de artista y empresario, se aventuró a publicar una novela de más de mil páginas y de un autor, entonces, no tan conocido.


            La novela de Miguel Gutiérrez exacerba nuestros traumas ancestrales, revelando su vigencia en nuestras pasiones contradictorias y antagónicas del presente.  Esta obra seguramente hubiera contado con la complacencia de Kafka, para quien solo deben leerse los libros que corroen y hieren en lo vivo.  No obstante, es difícil substraerse al influjo de su encantamiento y a los planteamientos conceptuales subyacentes, lo que también le confiere un efecto catártico y reconstructivo.

            La Violencia del Tiempo, como toda obra literaria, posee legítimamente múltiples interpretaciones.  A los lectores que toman habitualmente la literatura como si únicamente fuese un ansiolítico o un estabilizador emocional les podría resultar un revulsivo.  Algo similar les ocurriría a los que emplean exclusivamente las novelas como divertimento o música de ameublement.  En suma, no es un producto de usar y desechar, tan propio de la sociedad de consumo.  Es una obra que -por su excelencia artística-  se alza con fuerza inaudita contra las corrientes devaluadoras de la novela contemporánea.

            La Violencia del Tiempo trata de la vida de Martín Villar, joven piurano, trigueño mestizo;  quien tempranamente descubre que aún permanece indeleble el sello colonial de la sociedad.  Sus conflictos internos no lo esterilizan; sino, por el contrario, desencadenan  -por un lado- su irrefrenable vocación de escritor vindicativo y  -por otro lado-  su afán de comprender su incómoda situación a través del entrecruzamiento de la historia social con la familiar.

            Así es como va configurando su identidad.  Pero, como la problemática de Martín no es únicamente de él sino de todos los Martines Villar del Perú, Gutiérrez nos presenta y explica literariamente  el problema de nuestro país como nación.  Este importante problema tiene cabida en una gran novela.

            A contracorriente de la tendencia andinista, el principal escenario está ubicado en la Costa piurana; se focaliza en el pueblito de Congará.  No obstante, traspasa el contexto regional y nacional, ampliando el horizonte involucrado:  España, Francia y Alemania.  Recién la novela peruana se quita el corsé de la circunscripción nacional

            También se despoja con gran desenfado de la pacatería que la aquejaba hasta fecha cercana. En La Violencia del Tiempo los tabúes son transgredidos; la irreverencia, la procacidad y el erotismo son promovidos a sus cotas más elevadas.  Y no podía ser menos, pues se trata de un autor de lenguaje vigoroso, imaginación exuberante y con idiosincrasia subversora.  Fuera de todo eso, Gutiérrez hace gala de un lenguaje culto, elegante y serio en función de las circunstancias y los personajes.

            Otra novedad que aporta La Violencia del Tiempo a la novela peruana es la cantidad de personajes.  (Este es uno de los aspectos parangonable con las novelas clásicas),  Si el autor no hubiera tenido pericia en el oficio, se les hubieran escapado a su control;  felizmente los domeñó para hacerlos consistentes y atractivos.  En forma sinóptica son presentados en la obertura de la obra.

            Las descripciones contextuales han sido elaboradas con gran acopio de datos y con cierto regodeo erudito; pero, afortunadamente, sin el barroquismo que empequeñece a los personajes y sin una atmósfera sumamente recargada, que los asfixia; ni tampoco con una fidelidad realista de la que se extraiga una representación cartográfica o una crónica histórica.  Sus descripciones cobran vida, sentido, al unimismarse con la trama de la obra.  La transcripción ilusoria de la realidad tiene como objetivo timar al lector;  sujeto que, por lo demás, está avisado.  La Violencia del Tiempo logra eso y algo más...

            La novela de Gutiérrez está preñada de formas de pensamiento o teorías de la sociedad como pocas veces lo ha tenido novela peruana alguna.  Y mayor aún es su mérito por no asemejarse a la novela comprometida o panfletaria.  A través de los personajes se abordaban temas, problemas e ideologías que pautan la conducta de los hombres o justifican su existencia:  nacionalismo, internacionalismo, patriotismo, racismo, humanismo, anarquismo, socialismo, religión arte, violencia político-social, etc.  Algunos personajes, como Cruz Villar, un campesino analfabeto de Congará, se expresa de manera primaria con sus actitudes y creencias;  otros, como Bauman de Metz, un socialista europeo, preferentemente con conceptos. 

            Aún cuando los personajes militen o se comprometan en un evento histórico que los lleve a una situación-límite, no se anulan sus universos privados; estos afloran en algunos episodios.  En cualquier caso, los personajes se justifican o se valoran -sobre todo- como posibilidades humanas  que buscan o van tras la consecución de sus objetivos.

            En toda novela, al configurar los personajes  -por más diversos, contradictorios y fantasiosos que fuesen-  el autor proyecta su propio yo.  Pero, inevitablemente, en alguno de ellos esa proyección se empoza y contiene rasgos autobiográficos.  En el caso de La Violencia del Tiempo ese es Martín Villar, personaje-narrador que sustenta un buen tramo de la novela.

            Para apreciar a Martín Villar, en un primer momento, nada mejor que parearlo con otro personaje:  Daniel Sarango, uno de sus amigos piuranos de la adolescencia.  Ambos son mestizos, tienen un origen bastardo y una rama indígena en su ascendencia familiar por la que sienten vergüenza;  tanto es así,  que admiran el mundo de los terratenientes.  Los dos tienen la aspiración de ser profesionales; para lo cual viajan a Lima e ingresan a la universidad en donde asumen posiciones divergentes.

            En la universidad Católica Martín se halla socialmente desubicado.  Y desde esta posición es descrito el entorno institucional y las sensaciones de su desgarramiento interior.  Hasta que una actitud de rebeldía  -abandonar el salón de clase en presencia de su profesor de historia-  le confiere el estatuto de persona; o dicho literariamente, logró erguirse sobre las más ominosas ataduras (I-22).  Ahí es cuando toma forma su ideal de convertir la escritura en un acto de vindicación. (II-114).  Y, a la vez, se abre a la cultura popular y a la memoria colectiva.  Martín deserta de la universidad e inicia su “camino de perfección”.

            Los impulsos de Martín no sólo emanan de su rencor; sino, también del amor, una especie de amor platónico por Deyanira Urribarri, quien lo encausa.  Ella y Zoila Chira  -otro amor de Martín-  no son figuras mayormente relevantes. Ambos personajes  -aunque polares-  son propiciatorios; le sirven a Martín para dar curso a su ímpetu narrativo.

            Además de Martín, destacan en la historia-eje, tres personajes:  Cruz Villar (bisabuelo de Martín, campesino blanco de ojos azules, heredero de la estampa de su padre, un soldado godo desertor del ejército del Virrey La Serna), Odar Benalcazar (lujurioso y autoritario terrateniente piurano) y Primorosa Villar (joven sumamente atractiva, hija de Cruz Villar).  Estos tres personajes están involucrados en un asunto que a simple vista podría calificarse de manido o simple.  Dicho brevísimamente:  en el pueblo de Congará Odar Benalcázar adquiere por trueque a la hija de Cruz Villar;  lo que luego desencadena una serie de acontecimientos.  Este argumento no sería trascendente, sí sólo se hubiera presentado  -para decirlo en términos de Freud-  el contenido manifiesto;  cuando lo terriblemente maravilloso es el contenido latente o trasfondo expresado literariamente.  Algunas claves interpretativas para desentrañar la trama se hallan al inicio del tomo III:  El blasón de los Villar.

             La venta por trueque de Primorosa a Odar Benalcázar es un episodio importante del problema anidado en al alma de Cruz Villar.  Quien vivió obsesionado por la imagen de su padre y trató, como contraparte, olvidar a Sacramento Chira, su agraviada madre indígena.  A pesar de la gran brecha generacional, similar problema está presente en su bisnieto; aunque diferentes son las vías de comprenderlo y los intentos de solución.  Los resultados son planteados literariamente, generando en los lectores un seguimiento expectante.

            La vida de Cruz Villar, así como la de otros personajes, está rodeada de enigmas.  En su indagación Martín ha apelado al recurso del San Pedro, alucinógeno que le produce visiones reveladoras; también recurre a la memoria colectiva, cuyos testimonios o versiones son proporcionados por ancianos o voces anónimas.  El momento más álgido de la obra  -y mantenido con un largo suspenso-  es el acto de contrición de Cruz Villar, luego de haber sido agraviado por Odar Benalcázar.

            La lujuria de Odar Benalcázar se hace patente por los numerosos bastardos con que ha prodigado a la tierra piurana; pero, sobre todo, cuando posee sexualmente por primera vez a Primorosa; cuyo relato induce a los lectores a compartir sensaciones insospechadas.  La descripción, en poco más de una página (II-203), se lee con unción místico-libidinal; lo que podría suscitar las consabidas reacciones fisiológicas.

            Odar Benalcázar tenía todas las condiciones para ser feliz; pero fue “víctima inocente” de sus propios atributos, corroborando una de las aserciones de la novela:  una de las pasiones más torturantes es la de las apetencias carnales, más allá del amor y del arrebato placentero que lleva a la fecundación y a la vida. (II-39)

            Primorosa Villar es una protagonista que se desenvuelve desde la adolescencia hasta la ancianidad y muerte;  en un momento de su vida, luego de vengarse de Odar Benalcázar, se sumerge en los laberintos de la locura, mejor dicho,  su espíritu quedó perturbado para siempre. (III-49)  Un personaje de tales características, demanda amplia sensibilidad y manejo de recursos expresivos.  Primorosa pone a prueba la pluma de Gutiérrez.

            Este autor debe haber llegado al momento orgiástico de su actividad creativa en el penúltimo capítulo:  La Churrupaca.  Ahí expone una serie de encuadres, perspectivas, juegos y demás artificios con gran dominio del oficio e imaginación desbordante.  Es ilustrativo el retorno de Primorosa Villar a Congará.  Con ello, los lectores “nos ganamos”, como ahora suelen decir los jóvenes.

            Aunque sin pertenecer al relato-eje, pero contribuyendo a él, hay otro personaje sumamente rico; es el médico rural Augusto González, un humanista, lector del filósofo Espinoza.  En la arquitectura de la novela tiene un valioso papel.  Articula la tradición popular  -que es viva y móvil-  con el conocimiento científico y los acontecimientos nacionales e internacionales.  El lenguaje del doctor González es serio, exento de refinamiento.

            Casi en el mismo rango destacable del Dr. González figura el Padre Azcárate, sacerdote español, de amplio horizonte cultural y gran sensibilidad; aunque algo problematizado, pues se debate permanentemente entre las solicitaciones de la fe y la razón.

La mayoría de sus personajes se van perfilando mientras discurre la novela.  No son creados de una sola pieza ni tampoco son puros.  Hasta un personaje en plena disolución puede, en algún momento, contribuir con un aporte valioso.  Si bien es cierto que ninguno resulta ajeno, el lector logra aprehenderlos por aproximaciones sucesivas.  En suma, los personajes no son estereotipados; pero, con el tiempo, podrían convertirse en paradigmáticos.

            La referencia a pequeños detalles de los personajes -con un leguaje adecuado- contribuye también a su caracterización.  Cuando se alude, por ejemplo, al órgano sexual de dos personajes disímiles, el lenguaje guarda correspondencia  con las respectivas particularidades.  De ahí que a un refinado aristócrata, como Ventura Gandamo, catedrático de historia de la universidad Católica, le otorga un trato decoroso en concordancia a su alta investidura; para él  una locución nominativa:  el parvo mirlo de Catulo (I-120).      Y a un hombre fortachón, rústico y de pocas luces; pero que destaca por un solo atributo, un apodo connotativo:  Guasarpón Boza. (II-47)

            Otro ejemplo similar es el referido a un miembro de la alta jerarquía eclesiástica; quien, a pesar de ser un común mortal desde el punto de vista fisiológico, todos sus actos tienen que ser eminentemente distinguidos; he aquí el tratamiento:  el señor obispo evitó otro eructo, mas no así el céfiro de una alada ventosidad. (I-28).  El lenguaje apropiado que alude a pequeños detalles también tiene un efecto disonante.  Apreciemos:  Martín Villar contemplaba por última vez la mansión refaccionada y pintada de marrón excrementicio, donde naciera Riva Agüero. (II-63)   La asociación cromática es precisa; pero no por eso deja de validar un antiguo adagio:  “En el detalle está el diablo”.

            Pues bien, que esos chispeantes y necesarios detalles, dejen paso para advertir una característica de Gutiérrez mucho más importante:  la de ser un escritor conceptuoso.  Su novela está taraceada de conceptos o pensamientos profundos expresados con la concisión de una fórmula.  Viene a propósito el siguiente:  uno nunca es uno mismo ni se tiene la edad que se pone. (II-127)   Este es un concepto matriz.  De ahí que la disolución dialéctica de la identidad inunda la obra.  Penetra tanto en la identidad personal como en la identidad nacional.

            La disolución dialéctica de la identidad la lleva hasta tal punto, que no se detiene ni ante él mismo, como narrador.  En efecto, Gutiérrez “no existe” en su obra; su relativa ausencia es propiciada por la prodigalidad de personajes-narradores. Por eso, la pesquisa que conduce a su identificación quizá concluya sobreseída.  Sin embargo, la sutilidad de su presencia como el narrador de narradores es prodigiosa.

            La disolución de la identidad personal la hace extensiva a personajes que no son mayormente influidos por el entorno familiar: sino, sobre todo, por las luchas sociales.  Es el caso de Bauman de Metz. La disolución de la identidad la logra con una especie de técnica policiaca; con la cual obliga al lector a una prolija pesquisa para identificar quien es el verdadero personaje.  El lector, luego de ardua tarea, saca una provechosa lección.  (Vidas paralelas, tomo II).

            Los conceptos de Nación y Patria, que confieren identidad, también son disueltos; y, por consiguiente, son cuestionadas las categorías de lengua, raza y territorio.  Dicha disolución se lleva a cabo con la actuación de Agustín Benalcázar, joven terrateniente y fervoroso patriota, y Bauman de Metz, revolucionario internacionalista;  así como también, con el desenvolvimiento de dos conflictos armados:  La Guerra con Chile  (III-145/65)  y  La Comuna de París (II-169/85); en donde las armas no son los únicos pertrechos bélicos.  El lector es catapultado a  los escenarios de la guerra y vivencia la intensidad conmovedora de las hostilidades, gracias a la fusión de una depurada técnica expresiva con el alto sentido de la historia.

            La disolución de la identidad racial se lleva a cabo, específicamente, con los aportes de dos personajes tradicionales y racistas:  Ventura Gandamo de la Romaña y Sancho Dávila, un aristócrata hispanista, y Juan Evangelista Chanduví Mechato, exponente del indigenismo popular.  Ambos creen en la pureza de la raza, se interesan por sus genealogías y sienten orgullo de sus antepasados.  Aunque ellos no tienen la oportunidad de enfrentarse directamente, sus ideologías  -excluyentes y antagónicas-  contienden y ambientan buena parte de la novela.

            Las convicciones de dichos personajes son puestas a prueba por los hallazgos de Martín Villar en sus investigaciones históricas.  Y se evidencia también las diferencias y jerarquías al interior de cada grupo.  En suma, Gutiérrez, debido al manejo dialéctico de la disolución de las identidades, no desemboca en el eclecticismo, ni en el nihilismo; tampoco propicia una reacción fundamentalista.  Entonces, cuál es su propuesta?

            Llegado aquí, es pertinente recordar que Gutiérrez es sobre todo y principalmente un literato.  En su obra se hallan ideas o formas de pensamiento que se aprecian a la luz de una trama determinada o en un conjunto particular de ficciones verosímiles.  Así es como contribuye a contrarrestar las verdades absolutas, el fanatismo, los prejuicios, el maniqueísmo, las historias oficiales, etc.  En ese sentido su propuesta es literaria y novedosa:  El libro perpetuo de la comunidad.

¿Libro perpetuo?  Sí porque era un libro incesante, en perenne desarrollo y reelaboración continua; libro entregado a cada generación en usufructúo para que escriba su propio capítulo de alabanzas y vituperios y registre su resistencia y lucha contra el ultraje y la opresión; libro que contiene juicios contra las generaciones indignas y los seres descastados; libro de la justicia póstuma para que con aquellos hijos que por descubrir una nueva verdad fueron incomprendidos, calumniados, expulsados y aun destruidos;  libro, en suma, del renacimiento sin término, porque como individuos, como padres, como hijos, como hermanos, como amantes, a menudo olvidamos (y es justo que así sea, pues es preciso que la vida continúe), de modo que solo los pueblos y las comunidades vigilan las tumbas e inscriben sobre las lápidas los nombres borrados. (III-378)

            Finalmente, no debo dejar de decir que desde cualquier lugar donde hubiéramos estado, al conectarnos con la mágica escritura de un embustero genial, hemos sido transportados a  todos los parajes y circunstancias por la potencialidad de sus encantadoras ficciones.

            Sí nos deleitamos escuchando atentamente el chismorreo de Las Peladas Sullón en el velorio de Santos Villar (I-57/64), también hemos actuado  -al menos, quien esto escribe-  sumándonos al coro de imprecaciones al señor Obispo por haber atentado contra la religiosidad popular (II-46) o tomando posición en las filas comuneras para luchar hasta la muerte por una gran causa de la humanidad (II-169/85).  Y aun los reptiles piuranos nos resultan familiares; a veces nos asalta la sensación que macanches, colambos y pacasos transitan libremente por nuestro cuerpo.  En fin, continuar sería de nunca acabar...

            Lo máximo que podríamos decirle, a quien todo eso se lo debemos, es que nos ha hecho vivir.

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            Bueno, después de todo, ¿quién es el narrador de narradores de La Violencia del Tiempo?¿Quién es ese monstruo de la literatura?  Pero, contra toda expectativa, la única referencia será un simple episodio de la vida cotidiana; que, a la vez,  revela una fobia del escritor.  (Previamente, digámonos todos, como se dijo asimismo Martín Villar:  aparta el rencor, recupera por un instante la inocencia. (III-9)

            Miguel Gutiérrez vive en un edificio multifamiliar de un barrio populoso del Cercado de Lima (Jr. Manuel Cuadros 382, departamento 502).  Ahí acude diariamente llevándole el almuerzo, la hija de la señora que le da pensión.  Uno de esos días, a principios de Diciembre, la niña le dijo que se había enterado que era escritor y le pidió que le escribiera un discurso para leerlo en la ceremonia de despedida de su promoción, puesto que terminaba 5to. año de primaria en su escuela fiscal.

            El autor de la novela peruana más voluminosa le respondió  -algo atemorizado y con toda sinceridad-  que le era difícil preparar discursos; pero que ella, más bien, lo escriba tal como le salga y que él se comprometía, únicamente, a darle un retoque.  Así fue el acuerdo.  Cuando le trajo el discurso, le dijo que se lo devolvería a las 8 a.m. del día siguiente.  Gutiérrez se levantó, previsoramente, a las 5 a.m. y se puso a  revisar con cuidado el discurso para luego reescribirlo a máquina.  De esta manera cumplió con su compromiso; pero quedó exhausto, tal vez más aún que cuando concluyó La Violencia del Tiempo.

(Antonio Rengifo Balarezo)
Lima-1992

SIETEVIENTOS.  Revista, homenaje a Miguel Gutiérrez. Año XXV, N° 28.
Sullana, octubre 2015, (“La Violencia del Tiempo”, comentario, pp. 51/64).





MIGUEL GUTIERREZ Correa
CONVERSA CON
ANTONIO RENGIFO Balarezo
EN TORNO A SU NOVELA: “HOMBRES
DE CAMINOS”

         Después de “El Viejo saurio se retira”, novela publicada en 1969, Miguel Gutiérrez Correa (n. Piura, 1940) no volvió a publicar ninguna otra novela -aunque sí lo hizo con un cuento memorable, "Una vida completamente ordinaria", en la revista “Narración” N° 3, 1974, y ensayos literarios o ideológicos, ahí mismo o en otras publicaciones– hasta 1988 en que aparece “Hombres de caminos”, novela que motivó esta entrevista que le hiciera el sociólogo Antonio Rengifo. En esta entrevista se alude a otra novela aparecida en 1991, “La violencia del tiempo”, aunque ahí se la menciona con el título primigenio -después desechado- "El viento y la memoria". Pese al tiempo transcurrido, la entrevista de Antonio Rengifo -que, por diversos avatares, no pudo publicarse oportunamente- tiene un insoslayable valor testimonial como asimismo una riqueza conceptual que la hacen conservar frescura, importancia y actualidad. (SIETEVIENTOS, revista)

A.R.- Si “Hombres de caminos” conforma un ciclo de cinco novelas, y ya tienes terminadas tres, ¿cómo es que decides publicar esa y no cualquiera de las otras?

M.G.- En realidad, yo pensaba publicar “El Viento y la Memoria” que es, dentro del ciclo, la novela más amplia y compleja; pero en la conversación que sostuve con el editor me hizo reparar en su amplitud y en el alto costo que significaría la publicación; en seguida me preguntó si tenía otra u otras novelas que servirían para lanzar, si se quiere, "El Viento y la Memoria". O también, si esta novela tan amplia, (unas ochocientas o novecientas páginas ya en libro editado), se pudiera desglosar en dos o tres partes. Le respondí que por su estructura no podía comprimirse ni desglosarse.

Bueno, esto me hizo pensar en las otras novelas del ciclo ya concluidas y determiné la publicación en primer lugar de “Hombres de Caminos”; pudo haber sido "El nacimiento de Martín Villar", la primera novela de esta serie que empecé el 79 y terminé el 80, y que no he vuelto a leer desde entonces, cosa que haré apenas termine de mecanografiar "El Viento y la Memoria"; en cambio, ya había pasado en limpio “Hombres de caminos”.  Esa fue la razón.

A.R.- ¿Cómo se produjo y de dónde vino el envión o el despegue para que agarraras vuelo y escribieras “Hombres de caminos”?

M.G.- Creo que no hubiera producido Hombres de caminos, si no hubiera estado con todo el fuego prendido debido al trabajo constante de mi novela grande. Yo sabía, dentro de mi proyecto novelístico, cuyo eje es la familia Villar, que una de las novelas iba a versar sobre Isidoro Villar, uno de los descendientes de Miguel Francisco Villar con la india Sacramento Chira, un Villar de la tercera generación que había escogido el camino del bandolerismo; pero no sabía cuándo iba a escribirla.  Y, un poco como se narra en la obertura, ocurrió que una noche mientras escribía un capítulo de "El viento y la memoria" sentí que había llegado el momento de contar la historia de Isidoro Villar el bandolero.  De modo que hice un paréntesis en la novela que, en medio de enormes dificultades y tensiones, venía trabajando desde hace varios años, y en cincuenta días escribí, como tú dices, de un solo envión, lo que después titulé “Hombres de caminos”. En total esta novela me ha llevado unos tres meses, entre su escritura y el pasado en limpio.

         Repito, esto fue posible porque estaba en un trabajo continuo de doce horas diarias. De tal manera que la historia de Isidoro Villar surgió espontánea y muy fluidamente. No pensé su estructura. En ese sentido, yo no soy -digamos- el escritor que hace esquemas, planos y otros recursos para escribir su novela. Un poco que yo la estructura la tengo en la cabeza y la voy desarrollando. “Hombres de caminos” surge de esta manera, espontáneamente y de un solo tirón. Creo que ya me era conocido, me era familiar el mundo de los Villar, y, además, todos estos años de trabajo me habían aligerado la mente y los dedos para escribir.

A.R.- Después de saber cómo se ha gestado “Hombres de caminos”, quisiera que me digas cuáles han sido las fuentes.

M.G.-Yo creo que en “Hombres de caminos” hay tres fuentes principales.  La primera es la tradición oral, la memoria colectiva en la que se incluye también la memoria familiar.  Una segunda fuente es la novela regionalista, la narrativa anterior a Ciro Alegría y José María Arguedas; y también la propia narrativa de Alegría y Arguedas. Creo que en mi lectura de Ciro Alegría, que la hice cuando estaba en segundo o tercero de media, me impactó mucho; por ejemplo-en el caso de Los perros hambrientos- de la historia de los hermanos Celedonios; recuerdo mucho el capítulo "Las papayas".  Luego en “El Mundo es Ancho y Ajeno”, la figura del "fiero" Vásquez. Además, esto me ha de recordar toda esa tradición de rebeldía y las historias de bandoleros que yo había escuchado en mi infancia. Estas son las fuentes primarias.

         Ahora bien, sobre esas bases actúa la invención; porque la novela es fundamentalmente invención, una ficción.  Por ejemplo, tomemos el nombre de Carmen Domador. Ese nombre no me pertenece a mí. Ese nombre existió y yo lo tomé del hermoso libro de López Albújar “Los Caballeros del delito”.  Pero tan sólo he tomado el nombre de Carmen Domador, toda la historia que cuento es invención, fabulación.

         Naturalmente, yo no puedo escribir ya como los regionalistas; entonces aprovecho todo el aporte de la modernidad literaria. Admiro mucho a Alegría y a Arguedas, pero ya no se puede escribir como ellos.  De tal manera que en Hombres de caminos rindo homenaje a este tipo de escritores; es el caso de "Sansón Carrasco", uno de los seudónimos de López Albújar. Como te habrás dado cuenta en “Hombres de caminos” hay una cierta parodia del lenguaje ampuloso tan propio del naturalismo y modernismo, porque soy, finalmente, un escritor de mi época. Y así, de una parte, rindo homenaje a la tradición narrativa, y de otra, señalo mi distanciamiento. Esto se lo debo a lo que se llama la modernidad literaria.  Después de leer a Proust, Joyce, Kafka, Faulkner, Beckett, ya no se puede escribir como lo hicieron esos grandes novelistas.

A.R.- Hombres de caminos” -título de la novela- es la denominación que das a los bandoleros en sentido figurado. Pero, además de la metáfora, el surgimiento del bandolerismo obedece a determinadas condiciones sociales y. existe una tipología de bandoleros. ¿Qué opinión te merece el tratamiento del bandolerismo en tu novela y cómo aprecias a los protagonistas de tu ficción?

M.G.- No puedo tener yo una apreciación demasiado objetiva sobre si he tratado bien o no este fenómeno del bandolerismo. Aunque las historias de bandoleros me subyugan desde la infancia, en la actualidad no tiene un interés vital para mí escribir sobre bandoleros. Los bandoleros me interesaban como una de las formas de rebeldía popular.  Hasta qué punto he logrado reflejar esta forma de rebeldía popular, No te lo puedo decir.

         Ahora, conversando con diferentes gentes, algunos tienen preferencias por uno u otro bandolero de “Hombres de caminos”. Por ejemplo, algunas amigas se han quejado y me han dicho que he matado muy temprano a Carmen Domador.  Incluso, una de esas amigas me dijo que Carmen Domador era su tipo de hombre. A otros les Impresiona Isidoro Villar, en fin...

         Tal vez la figura de Carmen Domador resulte más cautivante por la forma  romancesca como cuenta su historia; lo que cuenta a Sansón Carrasco viene a ser una paráfrasis de una "cumanana" que acompañada por la guitarra le contara el propio Carmen Domador sin que él supiera que era el famoso bandolero.

A.R.-... y hasta "El Negro Chokeko" resulta atractivo.

M.G.- No eres tú la primera persona que me lo dice; otro amigo también se refirió a "Chokeko" con mucha simpatía. En cuanto a mí me interesaba este personaje por el proceso de transformación que se opera en él, pues finalmente los hombres por más degradados que estén pueden asumir otro camino, superar su propia vileza y abyección,  Siempre hay la posibilidad de transformar o enrumbar la existencia que por ciertos factores ha caído muy bajo.  "Chokeko" se transforma porque durante la expedición de exterminio descubre que si bien tiene rivalidad con Isidoro Villar, Carmen Domador y Pasión López, hay algo en común con sus adversarios, y es el odio contra el blanco, contra el terrateniente. Y el propio "Lindura", que es el personaje de mayor defectividad humana, al final encuentra -sí se quiere- una reivindicación. Perdida toda esperanza y a la hora de la verdad, termina maldiciendo al terrateniente y Prefecto Lama; de modo que en su monólogo final, revela que ha entregado su alma al Diablo e Invoca a sus poderes para que destruya y castigue al blanco Lama Farfán de los Godos, hombre místico y lujurioso y que está sembrando la desolación y la muerte en la tierra piurana.

A.R.- Entre los personajes que ocupan mayor espacio en Hombres de caminos figuran Isidoro Villar, el bandolero, y Rodolfo Lama Farfán de los Godos, el terrateniente. ¿A cuál de ellos lo consideras como el personaje mejor logrado?

M.G.- Mira, tampoco en esto puedo ser objetivo. Creo que ésta es tarea de los críticos y de los lectores. Hace poco, en la presentación de mi libro, Vargas Vicuña destacó una cosa de Isidoro Villar de la cual yo era consciente, en parte; digamos que Isidoro Villar, a pesar de que es un hombre hermético, que no tiene ese encanto de Carmen Domador, sin embargo, posee toda una doctrina, una filosofía de vida. Es un hombre, digamos, que ha nacido para la paz; pero la realidad misma lo conduce al camino de la violencia.

         Hay una parte en que él lleva toda una educación, se impone una dolorosa educación para erradicar de sí mismo todo residuo de piedad.  Sí, hay un aprendizaje de la violencia, no porque ame la violencia, sino porque comprende que la violencia es necesaria; pero en el fondo es un hombre bueno, pacífico, cargado de sabiduría. De los Villar es, entre esos dos mundos en que está dividido el linaje de los Villar –el mundo de los indios y el mundo encarnado por el godo fundador del linaje Miguel Francisco Villar- el que opta por el mundo de Sacramento Chira, el mundo de los gentiles, de los antepasados; y tiene toda una concepción de la vida. De ahí que él pida ser enterrado con sus antepasados en el fondo del desierto, donde subyacen sus  mayores y en donde lo están esperando. El piensa en la reivindicación final de su raza.

         Sin embargo, algunos han hecho notar que Rodolfo Lama Farfán de los Godos está concebido con el mismo decoro literario que el delos bandoleros u otros personajes.  Esto me alegra. Porque -de acuerdo a mi concepción de la novela y del novelista- la novela debe reflejar el mayor número posible de personajes, de seres humanos, hombres, mujeres, niños, ancianos, hombres cultos, hombres primitivos, hombres heroicos, hombres degradados, etc.

         Entonces, junto con su caracterización de clase,· yo necesitaba comprender a Rodolfo Lama en su individualidad como ser humano, aunque sea una humanidad degradada.

         El novelista debe reflejar el mayor número de personajes como símbolo de la complejidad de la vida. ¿Lo he logrado o no lo he logrado? Bueno, me han dicho que Rodolfo Lama Farfán de los Godos es uno de los personajes mejor caracterizados.

A.R.- Isidoro Villar es un bandolero que puede reflexionar sobre su propia condición a diferencia del resto...

M.G.- Sin embargo, yo creo que el propio Isidoro Villar dice en algún momento que el de la doctrina es Pasión López. Pasión López es el que les da la dimensión social; porque tanto Carmen Domador como Isidoro Villar se han rebelado por situaciones de tipo familiar o individual.  El caso de Carmen Domador, porque se siente defraudado moralmente por su padre adoptivo que ha descreído de él; Isidoro Villar ha sufrido, a nivel de familia, una humillación y él quiere vengar ese agravio.

         En el caso de Pasión López, ha sido Rodolfo Lama quien mató a Vardelú López, su padre, en el levantamiento comunero de los chalacos en 1883 cuando tomaron Piura. En esa circunstancia, Rodolfo Lama, quien era un joven que no sabía qué camino seguir, descubre la raíz de su ser y fusila a numerosos comuneros y da muerte al padre de Pasión López. De modo que Pasión López es impulsado al bandolerismo no por razones de tipo económico ni de resentimiento individual, sino porque en él se conjugan la venganza familiar y el mandato de toda la comunidad.  Pasión López es el que forja el frente de los bandoleros.  De ahí que Isidoro Villar afirme que Pasión López es el de la doctrina.

         Esto de la doctrina tiene que ver más adelante con un personaje de "El Viento y la memoria". Es el personaje Bauman de Metz, alsaciano lorenés que llegó a Piura durante la ocupación chilena y a quien los historiadores adictos a los terratenientes señalan como el incitador de los comuneros contra los terratenientes de Piura. Los comuneros de Chalaco entraron gritando ¡Viva La Comuna! Vemos ahí cómo este extranjero le da un contenido y una perspectiva a una lucha secular que tenían los comuneros de Chalaco contra los terratenientes piuranos.  Pasión López acoge esa "doctrina", como la llama Isidoro Villar.  Carmen Domador e Isidoro Villar al comprender el pensamiento de Pasión López elevan el sentido de sus luchas, trascendiendo la motivación de reivindicación meramente individual o familiar.

A.R.- En buena parte de Hombres de Caminos  se desencadena la violencia.  Considero que no hay ninguna exageración. Sabemos que la vida es violenta y que la rebeldía popular ha sido sistemáticamente reprimida, ocultada o distorsionada por los detentadores del poder y por su ideología dominante. De ahí surge uno de los méritos de “Hombres de caminos”:  rescatar la tradición de lucha campesina y contribuir a mover conciencias en el momento actual. Esta apreciación que se ha suscitado en , como lector, ¿también se ha producido en ti como novelista?  O, dicho en otras palabras, ¿hubo premeditación de tu parte?

M.G.- Nosotros vivimos en un mundo de violencia, nacemos dentro de la violencia; existen, por supuesto, diferentes formas de violencia. Pienso que desde niño he tenido un sentimiento -por no decir conciencia- del mundo en que nos desarrollamos. En Piura, como en todos los pueblos, el espacio urbano está distribuido por clases sociales.

En mi infancia viví en los extramuros de Piura, en los barrios de gente pobre.  Los pobres de Piura llamaban "blancos" a los terratenientes o poderosos, fueran o no étnicamente blancos; en cambio a los blancos pobres se les decía "colorados" o "serranos" contra quienes ejercían violencia y marginación cuando iban a vivir en sus barrios; ésta era una. de las cosas que me causaba mayor desazón porque yo sentía que  era una actitud injusta; después fui comprendiendo que aquello se debía a la impotencia e imposibilidad de descargar su legítima cólera y arremeter sobre las clases sociales privilegiadas; los blancos pobres  representaban vicariamente a los blancos terratenientes y demás poderosos.

         Bueno, yo me he criado en ese mundo de violencia espesa y soterrada. Más adelante pude descubrir las raíces de la violencia que existe en los poderosos como sistema de explotación para ejercer la violencia, violencia policial, política, clerical, social, cotidiana; asimismo, pude descubrir la razón de ser de la otra violencia, la popular, que en zonas atrasadas se manifestaba; más allá de lo individual, en forma de bandolerismo.  Por eso, yo he querido rescatar  la tradición de lucha. de rebeldía, la respuesta a la violencia de los ricos, de los terratenientes, de los poderosos, por parte de las capas oprimidas del pueblo ... Esto que las capas ilustradas de Piura nos hacían pasar como conductas aberrantes.

         En tomo a los comuneros de Chalaco, había toda una mitología. Decían que eran gentes traidoras, sanguinarias, despreciables. Estudiando el porqué de esa aversión a los chalacos, descubrí que eso tenía un origen en la gran rebelión de los chalacos, contra los terratenientes piuranos; yo he querido rescatar esa tradición de lucha. Es decir, yo he sido consciente en la propuesta, y, en esto tiene que ver mi propia posición ideológica, mi propia posición de clase; en última instancia yo he adoptado un camino que no es, por supuesto, el de los poderosos ni de los terratenientes del Perú.

A.R- Una obra literaria también se valora por el momento de su aparición. y Hombres de caminos” ya se encuentra en las librerías. Desde esta perspectiva, ¿tu novela guarda correspondencia con la situación actual que vive nuestro país?

M.G.- Las acciones de la novela se sitúan en 1910; sin embargo, mientras yo escribía Hombres de caminos no olvidé en ningún momento lo que viene ocurriendo en el Perú. Creo yo que el lector al leer la novela en alguna forma también está leyendo el presente, lo que está ocurriendo en este momento. Yo he procurado, eso sí, que esté expresado literariamente, y no de manera explícita como discurso aparte' he procurado que surja de las acciones mismas, de la misma trama de la novela. En eso sí he tenido especial cuidado. Es el trabajo propio de un artista, de todo escritor.

A.R.- Efectivamente, al leer Hombres de caminos me asaltan incontenibles asociaciones con los sucesos que más conmocionan a nuestro país. Numerosos son los pasajes que suscitan tales asociaciones. Sólo mencionaré los siguientes: la coligación de todos los Poderes del Estado bajo la dirección del Prefecto Rodolfo Lama Farfán de los Godos en los preparativos, elaboración y aplicación del plan de exterminio de los bandoleros; el otro pasaje se refiere a los funerales de Isidoro Villar que, por lo demás, considero un gran logro literario. Si lo que te acabo de exponer sucediera con otros lectores, ¿cómo lo tomarías?

M.G.- Lo tomaría como un éxito. Lo tomaría, en alguna medida, como un logro parcial de mis objetivos. A propósito de los funerales de Isidoro Villar -esto se relata en el epílogo que se llama "Ninguna lágrima por Isidoro Villar"-, te diré que mientras escribía este episodio, en realidad, yo estaba pensando en el genocidio del 18 y 19 de Junio de 1986 en los presidios de "El Frontón", “Lurigancho" y “Santa Bárbara".  Estaba pensando en esa resistencia heroica de los combatientes sociales, entre los que se encontraba mi hijo Carlos Eduardo.

A.R.- Es fácil hallar sociólogos, historiadores, literatos, antrop6logos, psiquiatras, etc., que estudian el pasado como una evasión para no comprometerse con la situación presente. En cambio, hay otros que a pesar de su temática ubicada en el pasado no se quedan allí, sino que la relacionan con el presente aportando elementos a la ideología dominante y disuadiendo a los sectores populares en sus propósitos reivindicativos. Tú encarnas una opción diferente, como lo has demostrado con “Hombres de caminos”; en tal sentido, quisiera que la hagas explícita.

M.G.- A mí el pasado mismo no me interesa.  El pasado me interesa en la medida que explica un presente y prepara un porvenir.  Cuando un escritor o un novelista -para situamos en mi propio campo- toma una lucha popular ocurrida hace cincuenta o cien años, pero hablando al presente plantea que esta lucha, tan cargada de heroísmo y abnegación, fue, sin embargo inútil, está dando un mensaje, revestido con la caduca filosofía del humanismo burgués, según el cual los pueblos no deben seguir el camino de la rebelión armada, pues ésta no trae sino muerte y destrucción.  Por cierto, un mensaje de esta naturaleza va contra la corriente de la historia; porque si las rebeliones fracasan o han fracasado -lo cual es verdad-, no por eso el pueblo deja de seguir levantándose en armas, ya que el pueblo tiene otro sentido de la muerte y, además, mediante el desacato la rebelión de los pueblos adquiere su mayor dignidad humana.

         Entonces, yo no utilizo el pasado, digamos, en el caso de la rebelión popular para condenarla, por el contrario, lo exalto y comprendo.  Porque aún en el caso de que yo tratara de denigrarla y por encima de lo que yo pudiera decir, los pueblos y en particular el pueblo peruano seguirá combatiendo. Pero, justamente, por mi  posición de clase, por el camino que yo he adoptado, por el realismo que profeso planteo que aun cuando Isidoro Víllar es ajusticiado, es colgado, sin embargo, la rebelión continuará y eso no lo detiene nadie; no lo detendrán los que ejercen el poder en el Perú, los que gobiernan el Estado con sus instituciones mucho menos lo detendrán la imaginación de cualquier novelista por más capaz que formalmente sea para construir la ficción novelística.

A.R.- A ti te pareció, según recuerdo, que “El Viejo saurio se retira” tulo de tu anterior novela- no debió llamarse así, sino “Ejercicios espirituales" por ser breve y por representar directamente su contenido.  En efecto, los ejercicios espirituales son una práctica para consolidar la fe católica y se suele llevar a cabo en el Colegio Salesiano de Piura, en donde estudiaste y en donde se desarrolla buena parte de esa novela.  En vista de ello, resulta sorprendente que seas el más agudo y descarnado crítico de la Iglesia y de los Ministros del Señor, así como también de las llamadas instituciones tutelares; lo que ahora en “Hombres de caminos” se corrobora. ¿Cómo explicarías lo que ha sucedido en tu persona para llegar a poseer ese ojo develador?

M.G.- Como todo peruano yo me crié en un hogar profundamente católico, pero ya en la niñez entré en contradicción con la fe católica, con la fe cristiana, y eso se hizo más patente durante la adolescencia. No estaba de acuerdo con una religión que se basaba en la noción del pecado de la caída original, que ponía en término central la muerte y el castigo eterno. Esta concepción de la vida, del mundo, que genera sentimientos de culpabilidad, que enturbian la existencia de los hombres me pareció humillante.  Entonces, una primera rebelión es contra esa concepción del mundo basada en el pecado, contra esa concepción que niega la alegría de vivir, que niega la legitimización de los placeres de la vida. 

Contra eso me rebelé y también contra los que manipulaban las conciencias de las gentes a través de la Iglesia.

         Más allá de que existan buenos o malos curas, yo sentía una oposición contra la iglesia como entidad que constreñía y manipulaba, gobernaba las conciencias y esto al servicio de las clases dominantes; cosa que en la época de adolescente no era totalmente consciente, pero si lo intuía.  Con los años, con la experiencia, con la práctica, con los estudios  he ido entendiendo el papel de la Iglesia.  De ahí lo que en “El Viejo saurio se retira” se expresa a nivel juvenil, a nivel instintivo, en “Hombres de caminos” y en todo el ciclo hay ya una condena a la Iglesia en forma más profunda, más total. Sin embargo, no dejo de tomar en consideración que dentro de la Iglesia existen diferentes tipos de sacerdotes; pero yo los tomo como individualidades, porque Incluso cuando tienen buena fe y quieren llevar adelante los supuestos evangelios de Cristo, entran en contradicción con la propia Iglesia, con los propios jerarcas y terminan, además, destruyendo sus propias vidas, como en el caso del Padre Azcárate que aparece tangencialmente en “Hombre de caminos”; pero que ocupa un rango más Importante en "El Viento y la memoria”.

A.R.- En cuanto al aspecto formal de “Hombres de caminos” considero un acierto tu peculiar manera de mostrar la realidad a través de las versiones de los diferentes protagonistas sobre un mismo suceso, tal como se presenta en nuestra vida cotidiana. Igualmente, es un 1ogro el manejo del suspenso; a medida que se avanza en la lectura, se siente la incitaci6n de volver sobre las paginas ya pasadas para desentrañar de una vez lo que uno está presumiendo; este efecto se produce con la narraci6n de diversas escenas relacionadas, pero
que se interrumpen para luego ser interpoladas.  Te advierto que lo vertido aquí es pura sensación, puesto que carezco de conocimientos sobre estructura y técnica de la novela; y como podrían estar en la misma situaci6n muchos lectores, te pido una explicación al respecto.

M.G.- Voy a relacionar mi respuesta a una de tus preguntas anteriores, a la de mis fuentes. Yo te decía que una de mis fuentes era también el aporte de la modernidad literaria; en el sentido de que ya no se puede contar una historia de la manera como lo hacían nuestros grandes escritores como Arguedas o Alegría.  Bien, en “Hombres de caminos” he incorporado todo lo que me parece que es un aporte de la novelística Contemporánea.  Justamente uno de los aportes de esa novelística es dejar al lector, o mejor dicho, que el lector también fuese un personaje más de la novela, porque el lector recompone finalmente todo el proceso en su propia mente, en su propia conciencia.

         Por otra parte, eso está ligado a mi concepción de la novela en el sentido de que ésta es un espacio para la experimentación formal. Aquí puede haber un peligro:  el de caer en el formalismo. Se cae en el formalismo cuando se experimenta en el aire, cuando ese experimentalismo no está al servicio de los contenidos humanos. Yo he dicho en otra oportunidad: que la novela es un hecho humano, y social.  Toda la experimentación técnica que hace un novelista debe servir para que el lector perciba de manera más viva, más sugestiva e inquietante, la historia que se está contando; en ese sentido, la novela contemporánea ha hecho aportes fundamentales.

         Yo utilizo estos recursos que se dan a nivel estructural, a nivel técnico y a nivel lingüístico.  Por ejemplo, algunos han reparado en la diversidad estilística que hay en “Hombres de caminos”.  La primera parte, dejando de lado la obertura, el primer capítulo adopta un lenguaje que recuerda, pero a la vez parodia, el de un escritor regionalista, Gonzálezpradista de comienzos de siglo. En el segundo capítulo hay un contrapunto, se cuentan dos historias:  la epopeya de Rodolfo Lama Farfán de los Godos y el diálogo entre Sansón Carrasco e Isodoro Villar.  En el último capítulo, "Debajo de la línea equinoccial", se nos cuenta el final de este movimiento de debelación del frente de bandoleros a través de tres testigos; de dos testigos fijos el caso de Antonio "El Moro" y el caso del Dr. González; y además, con los puntos de vista de los policías y también de "Lindura" que completan desde diferentes perspectivas este mismo hecho.

         Bien, me quiero referir al segundo capítulo. En el segundo capítulo hay un contrapunto: se cuenta la historia de Rodolfo Lama Farfán de los Godos y se alterna con la historia de Isidoro Villar. La historia de Rodolfo Lama Farfán de los Godos está contada en un tono de epopeya burlesca, es decir, como parodia de un "Homero" aldeano que cuenta !a historia desde el punto de vista de los terratenientes. El punto de vista de clase del narrador se nota precisamente en esto, que es una epopeya burlesca; porque las clases dominantes que llevan a cabo una campaña de cerco y exterminio contra los sectores populares no son verdaderamente héroes, o en todo caso lo son de manera degradada si vale la contradicción. Esta concepción me llevó a elegir el tono de epopeya, pero de epopeya en joda, de kitsh homérico. De ahí que el lenguaje tiene un tono vanguardista, irreverente, de tomadura de pelo; sin embargo, dentro de la burla me sirve también para comprender el pensamiento y la conciencia de Lama Farfán de Godos.

         Permíteme ser reiterativo: pienso que un escritor, por lo menos
éste es mi caso, debe echar mano de todos los recursos que le proporciona la novela contemporánea; además, debe desarrollarlos -está la gran enseñanza de Joyce- con el fin de presentar en forma más sugestiva y desde perspectivas inéditas las realidades humanas y sociales materia de la novela. Entre estos recursos se halla la diversidad estilística que debe responder a necesidades internas del relato y tener un carácter funcional.

         Ahora debo reconocer que todo esto no es un proceso enteramente racional.  Como ya he dicho, yo no soy un escritor que, previamente al ponerse a escribir, hace un esquema minucioso sobre la novela como, de manera legítima, lo hacen otros novelistas; pero no es ésta mi manera. Al empezar cada capítulo yo no sé cómo voy a escribirlo, medito algo y luego voy experimentando hasta que surge el tono y me doy cuenta. Al narrador, cuando empieza un capítulo, se le  abren mil posibilidades, de acuerdo a su capacidad inventiva y a la dimensión de su cultura literaria. Pero uno descubre que una sola forma -estructura, punto de vista, lenguaje- es la adecuada, la necesaria.  A veces se escribe mucho y al fin se da cuenta que ha errado el camino, y no hay más remedio que desandar lo recorrido y empezar de nuevo.

Pero volvamos a la diversidad estilística. En “Hombres de caminos”
existe una cierta variedad de estilos, pero es en mi novela grande,
“El viento y la memoria” donde la diversidad estilística alcanza su máximo desarrollo, pues tiene trece capítulos y cada capítulo contiene
dos subcapítulos ;-que cuentan dos historias relacionadas de manera
posee su propia estructura, lenguaje y técnicas. ¿Responde esto a una demostración de fatuo virtuosismo? No lo creo, pues responde a necesidades internas y, a la vez que está reconstruyendo la probable historia de los VilIar, está dejando testimonio de su propio proceso espiritual, que incluye su propio aprendizaje del arte de la novela.  Por  cierto, esto lo lleva a utilizar formas que recuerdan a sus grandes maestros.  En el caso de la literatura occidental recuerdan a Joyce, Proust, Kafka, FauIkner, Beckett y tantos otros más. De los escritores latinoamericanos se notan ecos de Borges, Guimaraes Rosa, Asturias, Carpentier, Onetti, Rulfo; pero siempre con un toque personal que señala un cierto distanciamiento.

         Te diré lo siguiente: si la historia que estoy narrando me
impusiera una prosa barroca a lo Lezama Lima, lo haría, lo mismo si
requiriese de una prosa cartesiana y decimonónica como la de Ribeyro; desde luego, en ambos casos lo haría con su pátina de parodia e ironía.

A.R.- ¿Cuál es tu concepción del oficio del escritor?

M.G.-Pienso que el escritor se debate entre dos solicitaciones. Por
una parte, la pasión literaria y, por otra parte, el requerimiento social.
Tú sabes que las pasiones son exclusivas o tienden a lo exclusivo. Es
una contradicción que el escritor debe darle solución de alguna manera.

         En el caso mío, esto me produjo situaciones conflictivas de cómo ser escritor y a la vez responder a las solicitaciones de la realidad social; pues, como hombre público, todo escritor es llevado a adoptar  una posición.  No se puede ser indiferente. Tendría yo que hablarte dentro de mi oficio de escritor de la experiencia de “Narración”.

         Curiosamente, desde el punto de vista individual, yo soy un tipo que tiende más bien al aislamiento; pero por la situación de mi país, por la propia práctica me di cuenta que era necesario intervenir en la contienda si es que se quiere vivir con algún decoro. No sé si lo he logrado. No sé si estoy a la altura de las circunstancias. En fin, uno de los caminos fue sacar una revista como “Narración”, que no fuera una revista puramente literaria.

         Ahora bien, esto me llevó a asumir tareas ante las cuales yo siempre me sentí impotente, como el de ejercer la crítica, por ejemplo.  Pero no sólo la crítica literaria, la crítica del pensamiento, sobre cuestiones de ideología, de política, otra manera fue escribiendo crónicas sobre las luchas populares y en fin otras formas de compromiso.  Sin embargo, entre los géneros, la novela, no diré que es la más difícil pero sí el que requiere mayor dedicación, mayor trabajo. No se puede ser novelista los fines de semana.  No se puede ser novelista en las vacaciones anuales que nos da nuestro centro de trabajo.  Esto me produjo serios problemas y tal vez explique -por lo menos en parte- porqué no he publicado con mayor continuidad; así que tuve que optar por priorizar mi tarea de novelista, de narrador sin
dejar las otras actividades, especialmente el debate de las ideas, particularmente lo que tiene que ver con la literatura y con las formas de compromiso social del escritor.

A.R.- Te he escuchado decir, contrariando la opini6n de un escritor, que el oficio de novelista no es solitario. Ahora quisiera que precises lo dicho.

M.G.- El planteamiento pertenece a un escritor por el que siento la mayor admiración y dice -poco más o menos- que el novelista practica el oficio más solitario de la tierra.  Es verdad: nadie más que el propio novelista puede escribir la novela que lo obsesiona, al margen de si el producto de su trabajo resulte un éxito o fracaso. Pero la aseveración es sólo parcialmente verdadera.  ¿Es exacto decir que el novelista está solo cuando escribe?  No, pues el novelista está con su memoria y el lenguaje.  Y qué es la memoria, sino el mundo metido dentro de la conciencia; y en cuanto al lenguaje,  es una realidad social, comunitaria y en permanente desarrollo.

         Cualquier novelista que respete su oficio puede aceptar la demanda flaubertiana de buscar la palabra justa, la palabra insustituible, pues, como dice también Borges no existen los sinónimos en literatura.  Esto es pertinente, pero hay que agregar que la palabra justa no siempre se encuentra en los diccionarios. Recuerdo haberle escuchado a Arguedas decir que cuando tenía problemas de lenguaje iba a los mercados populares a escuchar a las  placeras; y Rabelais, no habría sido Rabelais si no hubiera tenido oído para oír el lenguaje callejero, el lenguaje de las ferias y de las grandes celebraciones populares.  En mi caso, debo confesar que muchos problemas de lenguaje me fueron resueltos por mis excelentes padres y cuánto debo a mi memoria donde persisten las viejas voces de los barrios pobres y de los pueblos perdidos entre los arenales.

         Por otro lado, en mi caso tampoco he estado solo, sino que he sido sostenido por la fe, la solidaridad y el apoyo práctico y efectivo de tantos amigos y amigas y por los míos más cercanos.

A.R.- ¿Qué aconsejas a los escritores de filiación popular?

A.M.- A los escritores que tuvieron la ventura de nacer en el seno del pueblo, yo les pedirla que no se desclasen, que no se dejen ganar por los supuestos encantos de la burguesía, que no sucumban a sus mitos, como aquellos que afirman que la "maginalidad", los "exilios interiores" y la “facultad de indiferencia" constituye la más alta dignidad de un escritor.  Pero esto es pura basura; en cambio, si permanecen fieles a su extracción de clase y profundizan su vinculación con las masas más  pobres, evitarán, de un lado, caer en el formalismo esteticista cocinado con materia popular (mercancía muy bien cotizada por el gusto burgués); de otro, estarán en condiciones de interpretar de manera profunda y con lenguaje nuevo y vigoroso el Perú actual cuyos rasgos más saltantes son, por una parte, la descomposición del  Estado y la caducidad histórica de las clases explotadoras, y la otra, la heroica insurgencia de las fuerzas nuevas que sin duda habrán de prevalecer.

A.R.- Dime, Miguel ¿no será un hombre poseído de una fuerte agresividad que la descargas vigorosamente en el escenario literario -donde contienden las ideas- con la destreza de tu pluma y bajo la orientación de la filosofía marxista?  En relación a lo dicho, ¿suscribirías la siguiente proposición?:  las armas no son los únicos pertrechos bélicos. ("1879 cien años después", exposición de Luis Jaime Cisneros -Julio de 1979- ante los jefes y oficiales de la Guarnici6n de Lima, en el auditórium del Ministerio de Guerra).

M.G.- En efecto, existe también el arma de la crítica; pero nada se podría alcanzar sin la crítica de las armas. Si no se comprende esto último, estaremos condenados a vivir para siempre en la ilusión.
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La presente conversación se llevó a cabo
en la casa de Miguel Gutiérrez el año 1988.
Publicada por la revista SIETEVIENTOS.
Año III, Sullana, Piura, diciembre de 1992, N°4, pp. 25/37.-






MIGUEL GUTIERREZ Correa

CONVERSA CON

ANTONIO RENGIFO Balarezo


EN TORNO A SU NOVELA: “HOMBRES DE CAMINOS”



[1]Ricardo González Vigil, El Comercio, diario, Lima, 15 de diciembre de 1991, p. 19.


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