lunes, 27 de septiembre de 2021

EL NEFASTO MUNDO DE LAS ONGs Y LOS MAQUILLADORES DEL CAPITALISMO

 


 

EL COMPLEJO CORPORATIVO-NO-LUCRATIVO. Componente integral y fuerza motriz del imperialismo en la fase financiero-monopolista del capitalismo

 

Efe Can Gürcan

 

Artículo publicado en Monthly Review, vol. 66, nº 11, abril de 2015, pp. 37-53. Traducción de Joan Quesada. Efe Can Gürcan es doctorando en la Universidad Simon Fraser. Es coautor de Challenging Neoliberalism at Turkey’s Gezi Park [El desafío al neoliberalismo en Gezi Park, Turquía], publicado por Palgrave Macmillan en 2015.

 

 

Según Michał Kalecki, el sistema imperialista de la era keynesiana descansaba sobre una estructura triangular compuesta de (a) la producción militar financiada por el Estado (el complejo corporativo-militar, a menudo llamado «complejo industrial-militar»), (b) la propaganda de los medios de comunicación (el complejo corporativo-mediático), y (c) unan superestructura de supuesto pleno empleo y orientación al bienestar (el keynesianismo) apuntalada por la máquina de guerra y que servía para justisficarla.[1] A partir de la obra de Kalecki, John Bellamy Foster, Hannah Holleman y Robert W. McChesney nos proporcionaron una versión actualizada de la teoría del imperialismo de tradición capital-monopolista y pusieron el énfasis en el papel primordial del citado triángulo en la reestructuración y la preservación del sistema imperialista contemporáneo.[2] En un intento de ampliar el trabajo de estos, sostengo que uno de los cambios más significativos en la estructura triangular del imperialismo contemporáneo es el que se ha producido en el tercer pilar, sobre todo con el abandono del paradigma de la orientación al bienestar y la adopción del proyecto de globalización neoliberal.

Las cuestiones aquí son: ¿Qué es lo que ha venido a llenar el espacio dejado por el abandono del keynesianismo de pleno empleo/orientación al bienestar? ¿Cómo ha sido posible sostener un imperialismo incapaz de resolver los problemas del desempleo y el empeoramiento de los niveles de vida? ¿De qué modo la amenaza implícita que representa la globalización sirve para reforzar una nueva dialéctica neoliberal de militarismo acompañado por acumulación por desposesión?

En la primera parte de este artículo presentamos la teoría del imperialismo de la escuela del capital monopolista y aportamos una breve discusión de esta que tiene en cuenta las recientes metamorfosis del imperialismo bajo el influjo de la financiarización y la neoliberalización. En la segunda parte, ofrecemos un análisis teórico y empírico del desarrollo del complejo corporativo-no-lucrativo como componente integral y fuerza motriz del imperialismo neoliberal contemporáneo.

La metamorfosis del capital monopolista y la reestructuración de la estructura triangular del imperialismo

Es útil distinguir entre dos puntos de inflexión en el sistema imperialista posterior a la Segunda Guerra Mundial, ambos con raíces en la situación de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. El primero fue el declive de la hegemonía británica en la economía capitalista mundial y el ascenso de los Estados Unidos, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial.[3] La ascensión de los Estados Unidos a la posición hegemónica coincidió con la instauración de las instituciones de Bretton Woods: el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Acompañándose de medios y estrategias militaristas, los Estados Unidos priorizaron las oportunidades de inversión para las grandes empresas estadounidenses y les facilitaron el acceso a los recursos naturales de la economía mundial. En otras palabras, la posición hegemónica y los medios milita-res del imperialismo estadounidense se han utilizado para incrementar la competitividad internacional y las ganancias del capital monopolista del país.[4]

El segundo punto de inflexión fue la financiarización y la neoliberalización de la economía mundial, que cobraron fuerza en la década de 1980 bajo liderazgo de los Estados Unidos.[5] Los teóricos del capitalismo monopolista sostienen que la tendencia económica general del capitalismo tardío es al estancamiento, principalmente por falta de oportunidades de inversión que sean provechosas. Debido a la ralentización del crecimiento económico en la década de 1970, la financiarización y el neoliberalismo —el segundo como contrapartida política de la primera— se presentaron como soluciones parciales al problema de estancamiento del capitalismo tardío. El control de la economía pasó de las juntas de dirección de las empresas a los mercados financieros, lo que hizo que la economía mundial fuera cada vez más dependiente de las burbujas financieras. La financiarización, el crecimiento especulativo de la deuda en relación con la economía en su totalidad, se institucionalizó progresivamente como forma de amasar riqueza y estimular indirectamente la acumulación de capital. Aun así, la financiarización por sí misma es incapaz de resolver la tendencia al estancamiento y tan solo añade nuevas contradicciones al problema subyacente de la sobreacumulación. Como demuestran Foster y Magdoff, la financiarización no ha alterado la esencia real del sistema en esta fase, que se manifiesta en el desarrollo del capitalismo monopolista como forma dominante del capital. El resultado es sencillamente un nuevo sistema híbrido de capital financiero-monopolista.[6]

La teoría del capitalismo monopolista resalta el hecho de que el imperialismo —el sistema en toda su dimensión global— constituye una formación histórica/estructural que trasciende a las políticas particulares de ciertos Estados o a la personalidad de los diseñadores de políticas.[7] Foster, Hooleman y McChesney, basándose en la obra de Kalecki, argumentaron que la estructura históricamente incrustada del sistema imperialista descansaba sobre tres pilares clave complementarios que permitían al capital monopolista mantener y fortalecer el control sobre las materias primas y el trabajo en las zonas periféricas y generar oportunidades para la absorción de plusvalía: el complejo corporativo-militar, el complejo corporativo-mediático y el Estado keynesiano del bienestar/empleo.[8]

Por lo que respecta al complejo corporativo-militar, Foster, Holleman y McChesney señalaron que el gasto militar estadounidense es mayor que el de ningún otro país o grupo de países. Entre 2001 y 2007, el gasto nacional de defensa creció un 60% en dólares reales, hasta alcanzar la cifra de 553.000 millones de dólares (en gastos militares reconocidos), y hoy en día ha llegado a superar el billón de dólares.[9] Esto indica hasta qué punto los sectores militar y empresarial están entrelazados en la economía y el Estado norteamericanos.

Para complementar el análisis, sugiero que resulta útil distinguir entre tres factores principales que conducen a la formación y la consolidación del complejo corporativo-militar: (a) el deseo del capital monopolista estadounidense de lograr la dominación mundial; (b) la revolución científica y técnica de la posguerra mundial que potenció la producción militar, y (c) la creciente unión de las élites del Estado y del capital monopolista en los Estados Unidos.[10]

Es igualmente importante reconocer dos grandes complicaciones que los factores que acabamos de mencionar han provocado. En primer lugar, en la medida en que el complejo corporativo-militar tiende a ser intensivo en tecnología, pierde su efecto de estimulación del empleo. En segundo lugar, tras la desaparición de la URSS, los Estados Unidos, como única superpotencia, han recurrido a estrategias militaristas e imperialistas más manifiestas en zonas que antes estaban dentro de la esfera de influencia soviética o próximas a esta, lo que se puede fácilmente entender como un nuevo proyecto imperial en el que los Estados Unidos pretenden utilizar su poder militar, la supremacía financiera del dólar y otros medios (como las políticas neoliberales y los acuerdos comerciales) para reforzar nuevamente su hegemonía económica.[11]

En la actualidad, el complejo corporativo-militar es una realidad institucionalizada e inherente al propio desarrollo del capitalismo y al contexto político-económico específico que da forma al capitalismo.[12] Según István Mészáros, el componente militar del imperialismo actual es uno de los elementos más cruciales del capitalismo monopolista. Si consideramos el estado actual de la tecnología militar:

Hemos entrado en la fase más peligrosa del imperialismo en toda la historia. Porque lo que hoy en día está en juego no es el control de una parte del planeta en particular, sino el control de la totalidad de este por una superpotencia económica y militar hegemónica, por todos los medios, incluidos los medios militares más extremadamente autoritarios y, si es preciso, violentos. Es eso lo que exige la racionalidad última del capital globalmente desarrollado.[13]

En cuanto al complejo corporativo-mediático, Foster, Holleman y McChesney sostienen que los medios de comunicación corporativo-imperiales estadounidenses se cuentan entre los principales beneficiarios de la globalización neoliberal que lideran los Estados Unidos, ya que sus ingresos fuera del país se han disparado y el propio gobierno apoya a los monopolios de medios de comunicación en los acuerdos comerciales y sobre propiedad intelectual. El papel esencial del complejo corporativo-mediático es la despolitización de las masas, así como la prestación de apoyo ideológico a la máquina de guerra estadounidense mediante todo tipo de propaganda.[14]

Como señala Peter Philips, la industria estadounidense de medios de comunicación está cada vez más centralizada y monopolizada por menos de una docena de grandes corporaciones que dominan la circulación de noticias en todo el mundo. Los miembros de los consejos de dirección de las once mayores corporaciones de medios de comunicación de los Estados Unidos (un total de 155 personas) se entrelazan con las más altas instancias del capital financiero-monopolista, de la Agencia Central de Inteligencia (o CIA) y de otros sectores clave del aparato estatal.[15] En la medida en que los medios de comunicación están cada vez más monopolizados, algo que el desarrollo de internet solo ha acelerado, el entretenimiento y las noticias se combinan para multiplicar las ganancias de esas corporaciones globales hasta niveles nunca vistos, como ejemplifica perfectamente el caso de Time Warner, uno de los mayores conglomerados mediáticos, cuyas actividades incluyen la producción cinematográfica y televisiva, la industria editorial y los servicios de canales de cable.[16] Como tal, el complejo corporativo-mediático se manifiesta claramente en el uso extensivo que se hace de los medios de comunicación en guerras de agresión «humanitarias» como la guerra de la OTAN contra Yugoslavia, en el transcurso de la cual se estigmatizó a los serbios y, posteriormente, se los asaltó, o las guerras de Irak, las más televisadas de la historia (y de las que los medios proporcionaron la versión más aséptica). El complejo corporativo-mediático también tiene su papel en el debilitamiento de los llamados «Estados villanos», como Venezuela y Cuba.

La supresión de las estrategias keynesianas (es decir, la retirada del Estado del fomento del empleo civil) y la introducción del neoliberalismo en la agenda imperialista allanaron el camino para el debilitamiento de la autonomía del Estado frente al capitalismo monopolista. El espacio que dejó vacante el abandono de las políticas estatales keynesianas se ha con un nuevo paradigma de desarrollo neoliberal que coloca en primer plano al sector sin ánimo de lucro como enclave de ingeniería social y para la financiarización de esferas sociales cada vez mayores. En consecuencia, en la década de 1980 surgió, como tercer pilar de la estructura triangular del imperialismo contemporáneo, un complejo corporativo-no-lucrativo (apoyado en las organizaciones no-gubernamentales u ONG) que domina todo un espectro de los servicios sociales, muchos de los cuales prestaba el Estado anteriormente. Este representa una especie de «tercera vía» por parte del capital, que privatiza las funciones del Estado y ocupa puntos estratégicos clave dentro de la sociedad civil (con la cooptación de los movimientos sociales), mientras que, en apariencia, se mantiene fuera del ámbito del capital privado, lo que permite la aceleración de la privatización y el fortalecimiento de la hegemonía global del capital financiero-monopolista.

Según Mészáros, la contradicción entre las tendencias globalizadoras del capital monopolista y el mantenimiento del dominio de los Estados-nación supone una de las limitaciones más importantes al imperialismo contemporáneo.

Hemos alcanzado una nueva fase histórica en el desarrollo transnacional del capital: una fase en la que ya no podemos evitar enfrentarnos a una contradicción fundamental y una limitación estructural del sistema. Dicha limitación es el grave fracaso a la hora de instaurar el Estado del sistema capitalista como tal, como complementario a las aspiraciones y la articulación transnacionales del capitalismo, de modo que se haga posible superar los explosivos antagonismos entre Estados nacionales que han caracterizado al sistema de manera cada vez más grave durante los dos últimos siglos.[17]

El complejo corporativo-no-lucrativo, surgido en este contexto, está dominado por las ONG internacionales. Tras ocupar un espacio marcado por la ausencia del Estado, se ha convertido en un nuevo vehículo para intentar resolver en los términos del capital la contradicción entre las tendencias globalizadoras del capital monopolista y el mantenimiento de la centralidad de los Estados-nación sustituyendo a ciertos aspectos de estos últimos.

El gran auge de las ONG se puede vincular al espectacular aumento de los fondos destinados por los Estados Unidos al complejo corporativo-no-lucrativo. Los datos de la OCDE indican que la ayuda oficial estadounidense al desarrollo osciló entre los más de 3.000 millones de dólares del año 1970, hasta los más de 7.000 millones de 1980, los 11.000 millones de 1990, los 9.000 millones del año 2000 y los 30.000 millones de 2013, en desembolso neto de fondos en dólares estadounidenses actuales.[18] De forma parecida, los pagos a ONG estadounidenses, no estadounidenses e internacionales aumentaron en más de un 130% entre 2001 y 2012, desde algo más de 2.000 millones a 5.000 millones de dólares.[19]

En la obra de 2007 titulada The New Cold War: Revolutions, Rigged Elections and Pipeline Politics in the Former Soviet Union [La nueva guerra fría: revoluciones, amaños electorales y política de oleoductos en la antigua Unión Soviética], Mark McKinnon traza la aparición del complejo corporativo-no-lucrativo hasta la Administración Reagan y los prolongados intentos del capital monopolista con base en los Estados Unidos por desestabilizar la Unión Soviética y los regímenes socialistas de la Europa Oriental. MacKinnon sostiene que la Fundación George Soros y el Fondo Nacional para la Democracia [o National Endowment for Democracy] son dos de los actores primordiales en la formación del complejo corporativo-no-lucrativo. Además, aporta pruebas de cómo Soros financió Solidarność, uno de los principales actores en el debilitamiento del régimen socialista, junto a Carta 77, una de las fuerzas que lideraron la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia en 1989. El hecho de que la Fundación Soros destinara millones de dólares a financiar la publicación de libros de texto no marxistas y a apoyar a Alexander Yakovlev es un indicador significativo del desarrollo del complejo corporativo-no-lucrativo.

Esos mismos métodos se repitieron para el derrocamiento del gobierno de Slobodan Milošević en Serbia (¡durante el cual la organización Otpor!, financiada por Soros, se convirtió en un modelo emblemático de movilización para forzar un cambio de régimen) y de muchos otros gobiernos durante las Revoluciones de Colores en los antiguos países socialistas durante la década de 2000. Como ilustran las entrevistas de Tamara Vukov con activistas serbios de ONG, es bien sabido que la financiación occidental a las ONG llegaba en bolsas de dinero en efectivo, en lugar de hacerlo mediante legítimas transferencias bancarias, con la sola condición de participar en acciones contra Milošević. Los donantes cortaron la financiación a quienes querían diversificar sus acciones y dirigirlas a cuestiones más amplias, incluidos los derechos humanos, la educación y el poder judicial. Además, la financiación por proyectos sirvió para desviar la atención de las ONG serbias de las estrategias más a largo plazo y concentrarla en objetivos a corto compatibles con la adaptación al mercado capitalista.[20]

El Fondo Nacional para la Democracia es otro actor destacado en el desarrollo del complejo corporativo-no-lucrativo, asociado a las ONG. Se creó en 1982 como una organización sin ánimo de lucro financiada por el gobierno y destinada a contrarrestar la expansión del comunismo en el mundo, con un presupuesto anual de 18 millones de dólares, que llegarían a ser 80 millones en la primera década de este siglo. Contribuyó con sus fondos a la consolidación de organizaciones como el Instituto Andrei Sajarov, el Centro para la Democracia, el Capítulo 77 y Solidarność, con la vista puesta en movilizar a los disidentes de los regímenes socialistas. También presta apoyo a los esfuerzos desestabilizadores de los disidentes en países como Venezuela y Cuba.[21] El historial de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) no resulta menos impresionante. Los documentos de WikiLeaks y muchas otras fuentes creíbles han revelado cómo la USAID, en calidad de «agencia civil de ayuda exterior», ha transferido millones de dólares a ONG cubanas y venezolanas que defienden un cambio de régimen proestadounidense.[22]

De distintas maneras, el complejo corporativo-no-lucrativo ha quedado establecido como uno de los componentes integrales y una de las fuerzas impulsoras del imperialismo actual del capital monopolista-financiero estadounidense. Vale la pena atender a cómo surgió este complejo ONG-imperial y se afianzó en distintas partes del mundo. Dylan Rodríguez define el complejo corporativo-no-lucrativo como «el conjunto de relaciones simbióticas que vinculan las tecnologías políticas y financieras del Estado con la supervisión y la vigilancia del discurso político público, sobre todo el de los movimientos sociales emergentes de izquierdas y progresistas, que efectúan las clases propietarias desde mediados de la década de 1970».[23] El complejo corporativo-no-lucrativo surgió como respuesta a la expansión de los movimientos revolucionarios en 1968 y al ascenso de los movimientos sociales radicales antibelicista, de liberación de la mujer y de liberación gay durante la década de 1970.[24] Rodríguez sostiene que el complejo corporativo-no-lucrativo es «la cartera de terciopelo de la represión estatal». Implícitamente, promueve la institucionalización de relaciones de dominio. El autor revela cómo las organizaciones de la izquierda liberal financiadas por las fundaciones fueron cooptadas por el Estado y se transformaron en agencias de servicios sociales no antagonistas y agencias reformistas defensoras del Estado que venían llenar el vacío dejado por el declive del Estado de bienestar.[25]

Con el complejo corporativo-no-lucrativo, la absorción de los movimientos radicales queda garantizada gracias al establecimiento de relaciones de patrocinio entre el Estado y/o el capital privado y los movimientos sociales. La represión ideológica y la subordinación institucional se basan en «una gestión del miedo burocratizada que atenúa la ruptura radical con el capital de las clases propietarias (léase: el apoyo de las fundaciones) y con el sentido común hegemónico (léase: la ley y el orden)».[26] La crucial implicación del capital monopolista (por ejemplo, a través de las fundaciones Mellon, Ford y Soros) en el sector sin ánimo de lucro ayuda a transformar «proyectos de resistencia política en aventuras casi empresariales de estilo corporativo».[27] El valor neto de todas esas fundaciones aumentó el 400% entre 1981 y 1996, hasta los 200.000 millones de dólares en total.[28] «En el año 2000, el sector no lucrativo controlaba más de 1,59 billones de dólares de activos financieros y tuvo gastos de más de 822.000 millones».[29]

El papel de las fundaciones corporativas en el desarrollo del complejo corporativo-no-lucrativo ha aumentado en peso y en importancia. Christine Ahn explica que, «con escasas excepciones, los consejeros de las fundaciones son una extensión de los bancos estadounidenses, las casas de correduría, los bufetes de abogados, las universidades y las empresas».[30] Señala también que las juntas de administración y el personal de las fundaciones más filantrópicas están formados por individuos blancos, de mediana edad y de clase alta que socaban abiertamente la rendición de cuentas de las fundaciones ante el público. Tan solo una docena de las fundaciones conservadoras más prominentes «controlaban 1.100 millones de dólares en activos y concedieron subvenciones de 300 millones desde 1992 hasta 1994».[31] Investigaciones realizadas hace 25 años, en 1995, indicaban que «las instituciones conservadoras con intereses múltiples como la Fundación Heritage, el Instituto de Empresa Estadounidense, la Fundación del Congreso Libre para la Investigación y la Educación, el Instituto Cato y Ciudadanos por una Economía Sana contaban ya con una recaudación colectiva de más de 77 millones de dólares».[32] Solo la Fundación Heritage recibió más de 28 millones de dólares en subvenciones de numerosas fundaciones conservadoras entre 1999 y 2001.

Las fundaciones liberales (como la Rockefeller, la Ford, la Bill y Melinda Gates) figuran en la vanguardia para el progreso de la agenda imperial neoliberal. El papel de la Fundación Rockefeller en el fomento de las agroempresas de la llamada Revolución Verde es un ejemplo del modo de funcionar de las fundaciones liberales.[33] Estas han tenido un papel clave en la estrategia mundial de implementación de la escolarización neoliberal, diseñada para reestructurar todos los niveles educativos según líneas corporativas, con altos niveles de estandarización, control laboral de los profesores y financiarización de la financiación estatal de la educación.[34]

Otra tendencia clara del complejo corporativo-no-lucrativo es la cooptación de los movimientos sociales radicales en nombre de la promoción de los intereses de la «sociedad civil». Andrea Smith, quien entrevistó a activistas palestinos, halló que la enorme mayoría de ONG y fundaciones defienden la «solución de dos Estados», que legitima la colonización y la ocupación, además del control total de los recursos palestinos por parte del Estado israelí.[35] Muchas de las ONG que operan en Palestina evitan tratar la cuestión de la ocupación, y centran su atención en el desarrollo de proyectos «israelopalestinos». Para resaltar hasta qué grado llega la conexión entre el imperialismo y el complejo corporativo-no-lucrativo, resulta sorprendente que el 80% de las infraestructuras palestinas estén financiadas por agencias subvencionadoras internacionales que intentan evitar el crecimiento de sentimientos anticapitalistas y establecer mecanismos de libre mercado.[36] Cuando los movimientos sociales radicales se integran en ONG, estos son absorbidos también por el sistema imperialista.

Ruth Wilson Gilmore afirma que los proponentes del neoliberalismo dieron la bienvenida al sector no lucrativo con una retórica de eficiencia y rendimiento de cuentas. El sector no lucrativo empezó a llenar el vacío dejado por la disminución del papel del Estado en el bienestar social a partir de la década de 1980. Gilmore nos avisa de que el crecimiento del sector no lucrativo tuvo como resultado la profesionalización de las organizaciones sin ánimo de lucro que actúan como «Estados en la sombra», lo que coincide con la llegada de un aluvión de expertos sectoriales y la apertura a dicho sector de las escuelas de negocios, cuyos programas están completamente dedicados a la formación de gestores altamente capacitados.[37] Las organizaciones sin ánimo de lucro trabajan para desactivar los movimientos sociales.

Paul Kivel resalta algunas de las implicaciones más negativas de esta evolución. El trabajo en servicios sociales se centra en satisfacer las necesidades diarias de los individuos víctimas de la explotación y la violencia. Los movimientos sociales se concentran en el cambio social y en ocuparse de la raíz de la explotación y la violencia.[38] Argumenta Kivel que la pérdida de concentración en el cambio social y una concentración excesiva en los servicios sociales, con la profesionalización que la acompaña, inducen a los movimientos sociales a transformarse en defensores del statu quo. Los servicios sociales dan trabajo a los «empleados de servicios sociales» y hacen que estos se sientan bien con lo que hacen y con la posibilidad de ayudar a los individuos a sobrevivir en el sistema existente:

La existencia de estos empleos sirve para convencer a la gente de que las tremendas desigualdades de riqueza son naturales e inevitables. Institucionalizar los comedores sociales lleva a la gente a esperar que existan, inevitablemente, personas que no tiene lo bastante para poder comer; establecer residencias permanentes para las personas sin hogar hace que la gente crea que es normal que no haya suficiente vivienda asequible.[39]

Así pues, gran parte de la ayuda financiera que va a parar a los programas del sector no lucrativo se destina a asumir el anterior papel del Estado como agente de bienestar social y administrador de los servicios públicos. La expansión del complejo corporativo-no-lucrativo tiende a crear una nueva clase privilegiada de profesionales, que sirven al statu quo en lugar de trabajar para el cambio social.[40] Tiffany Lethabo King y Ewuare Osayande han escrito que: 

 

La estructura sin ánimo de lucro se basa en una estructura y una jerarquía corporativas que recompensan las «credenciales burguesas» y la «movilidad ascendente»; el modelo no lucrativo hace que a los jóvenes económicamente privilegiados les resulte más fácil salir de la universidad y fundar una entidad sin ánimo de lucro que implicarse en movimientos ya establecidos a largo plazo; su modo de operar está obsesionado por la construcción institucional más que por las tareas de organización, y obliga a los activistas contra la injusticia social a responder más ante quienes los financian que ante nuestras comunidades.[41]

El proceso de expansión de las ONG tiene sus raíces en una problemática «perspectiva humanitaria del desarrollo». Nik Barry-Shaw y Dru Oja Jay explican que se trata de una postura que concibe la pobreza como un problema cuantitativo, más que considerarla producto de las relaciones sociales. En consecuencia, el desarrollo se considera como una cuestión puramente técnica que debería aislarse de la ideología y la política. Con el complejo corporativo-no-lucrativo, los movimientos sociales se ven arrastrados al servicio del proyecto imperial. El boom masivo de ONG de la década de 1980 contó con el apoyo de instituciones internacionales como el FMI y el Banco Mundial y estuvo sometido al dominio del Tesoro de los Estados Unidos y los departamentos o ministerios de Finanzas de los países ricos. Estas instituciones consideran las ONG «vehículos ideales para gestionar los costes sociales» asociados a los programas de ajuste estructural, que provocan el empeoramiento de la pobreza y el desempleo. Las ONG se convirtieron en el canal preferido para la prestación de servicios sociales que antes solía asumir el Estado. Se las considera superiores al sector público por su capacidad de proporcionar servicios más efectivos en costes y mejor dirigidos a los usuarios, en oposición a la corrupción y la ineficiencia de la burocracia estatal. Barry-Shaw y Jay son muy claros al afirmar que las ONG no son organizaciones de «abajo a arriba» que trabajan al servicio de las personas ni están «guiadas por el valor», sino que son «organizaciones burocráticas, jerárquicas y con empleados profesionales» que sirven a los intereses imperialistas.[42]

Desde el boom de las ONG en la década de 1980, el sector ha pasado a ser un componente integral de la globalización neoliberal. En los países de la OCDE, el número de ONG para el desarrollo creció de 1.600 a 2.500 tan solo entre 1980 y 1990. Una tendencia similar se ha observado en Canadá, donde la cifra de ONG aumentó de 107 en 1980 a 240 en 1990, y a más de 500 en 2005. El Sur global no ha estado exento de esa tendencia. Bolivia registró un aumento de 100 ONG en 1980 a 530 ONG en 1994. La eclosión de ONG en Tanzania provocó un incremento de 41 en 1990 a más de 10.000 ONG que operaban en el país para el año 2000. De manera parecida, Kenia las vio incrementarse de 511 en 1996 a 2.511 en 2003. A comienzos de la década de 1980, las ONG llegaban a 100 millones de personas. A comienzos de la de 1990, llegaban a 250 millones de personas. Para el año 2007, eran ya más de 600 millones.[43] Barry-Shaw y Jay sostienen que las ONG se han convertido en parte integral de la «industrial del desarrollo», así como del proyecto neoliberal:

Un estudio mostró que, para el año 2002, el sector de las ONG en 37 países tenía unos gastos de operación estimados de 1,6 billones de dólares. Hay cálculos superiores, y algunos estudios muestran un incremento general del flujo de fondos a través de las ONG desde 200.000 millones en 1970 hasta 2,6 billones en 1997 […] Las siete mayores ONG tenían unos ingresos combinados de 2.500 millones de dólares en 1999.[44]

El discurso contemporáneo del desarrollo se apoya en un lenguaje de «empoderamiento» y «edificación de capacidad» por medio de ONG. Sin embargo, la realidad es bastante diferente. Los programas de las ONG que proclaman que producen empoderamiento y edifican capacidades han acabado por restar poder a los grupos de la sociedad civil. Esas organizaciones responden más ante sus donantes que ante las sociedades. Mientras que los verdaderos movimientos sociales dependen del hecho de granjearse un amplio apoyo popular para alcanzar prácticas de empoderamiento, las ONG dependen en su mayoría de donantes externos y no necesariamente sienten la necesidad de ganar apoyos ni de fomentar la participación activa de las masas populares. Las llamadas prácticas «empoderadoras» de edificación de capacidad priorizan la adquisición de «las capacidades y los entornos organizativos necesarios para satisfacer los requerimientos burocráticos penalizadores de los donantes» a fin de crear «clientes (auto)disciplinados de las agencias donantes». Para las ONG, empoderar es un proceso apolítico que refleja el deseo del donante de «evitar en las ONG posturas que puedan resultar controvertidas para los patrones extranjeros».[45] A partir del caso de los microcréditos y las microempresas, que suelen acabar favoreciendo las actividades en el sector informal en zonas urbanas de rápido crecimiento, libres de regulaciones estatales y de la seguridad del bienestar, Barry-Shaw y Jay nos presentan los límites de los modelos neoliberales de empoderamiento. Estos no pueden ofrecer más opciones que la mera supervivencia mediante el pequeño comercio intensivo en trabajo, insostenible y vulnerable y otras prácticas parecidas (como puestos de verduras, talleres case ros de reparación y puestos de venta ambulante), que no logran mejorar la situación de los pobres.[46]

Para ilustrar el ascenso del complejo corporativo-no-lucrativo en los países en desarrollo, es preciso hacer un análisis de Haití, Ghana, Filipinas, Turquía, la India, Bangladesh, Palestina y Afganistán. Haití, considerado el país más pobre y más desigual del continente americano, figura entre los países donde la devastación provocada por el neoliberalismo ha alcanzado sus más altos niveles. A Haití se lo considera la «República ONG», ya que cuenta con la concentración de ONG per cápita más alta del mundo, con «más de 900 ONG extranjeras para el desarrollo y unas 10.000 ONG en total que operan en la pequeña nación caribeña de 8 millones de habitantes». ¿Cuál es el resultado de tamaña presencia de ONG? «Casi el 80% de los servicios básicos de Haití (sanidad, educación, recogida y tratamiento de basuras, etc.) los prestan ONG». En 2005, más del 74% de todos los anuncios de empleo eran para trabajar en ONG u otras organizaciones internacionales».[47]

Ghana se anunció profusamente como uno de los casos de éxito del Banco Mundial y el FMI en el África subsahariana a comienzos de la década de 1980. Los programas de ajuste estructural provocaron un enorme descontento popular, lo que comprometía el futuro económico del país. En 1987 se creó el Programa de Acción para Mitigar los Costes Sociales de los Ajustes (PAMSCAD, en sus siglas en inglés) para contrarrestar la oposición popular a las políticas neoliberales. Los fondos sociales del PAMSCAD, que ascendían a 85,7 millones de dólares, provocaron una eclosión de ONG por todo el país; la cifra pasó de 17 en 1987 a 120 a comienzos de la década de 1990, y a 400 a finales de la década pasada. Mientras descendía considerablemente el acceso a los servicios públicos, las ONG favorables al régimen comenzaron a llenar el espacio dejado por el Estado y contribuyeron al silenciamiento y la cooptación de la oposición popular en Ghana. Las políticas neoliberales erradicaron los servicios públicos: «Las tasas de matriculación se desplomaron y las tasas de abandono escolar en la educación primaria aumentaron hasta un elevado 40%. En 1990, el 80,5% de los niños y niñas llegaban al quinto curso, pero para el año 2000 la cifra había disminuido al 66,3% […] Las visitas a clínicas y hospitales cayeron un 33%».[48]

En las Filipinas, la colonización de la sociedad civil por las ONG se remonta a las décadas de 1980 y 1990, durante las cuales las instituciones internacionales transfirieron decenas de millones de dólares para el desarrollo a fin de crear un sector sin ánimo de lucro neoliberal. Como consecuencia, las Filipinas disfrutan hoy en día de la presencia de decenas de miles de ONG certificadas. Un informe de 2009 del Banco Mundial revela que el 75% de los préstamos y el 87% de las estrategias asistenciales del país implican «la participación de la sociedad civil».[49] Actualmente, se cree que el 48% de las ONG dependen primariamente de financiación exterior, mientras que el 12% se beneficia de fondos corporativos como fuente principal de financiación. Sonny Africa resalta que las ONG al uso suelen ir acompañadas de programas militares de contrainsurgencia, sobre todo en zonas de conflicto, a fin de inhibir las auténticas iniciativas populares y encubrir las violaciones de derechos humanos. Más que movilizar a las comunidades locales contra las políticas neoliberales y las desigualdades estructurales, las ONG al uso funcionan como intermediarios de la caridad de las transferencias de fondos proporcionados por el Banco Mundial y el Banco de Desarrollo Asiático.[50]

En Turquía, el caso de Jóvenes Civiles (Genç Siviller) sirve también como ejemplo de la colonización de la sociedad civil por organizaciones financiadas desde el exterior y que forman parte de un proyecto más amplio de ingeniería social destinado a socavar el potencial revolucionario de la juventud. Las actividades de Jóvenes Civiles se remontan ya al año 2000, aunque su fundación oficial se produjo en 2006, como organización joven «pluralista» y «libertaria». Aspiraban a unir a los jóvenes de ascendencias «comunista», liberal e islámica a partir de influencias eclécticas como Michel Foucault, Antonio Gramsci y Hannah Arendt. Atrajeron a un gran sector de jóvenes gracias al empleo de símbolos conformes con las modas. Por ejemplo, los Jóvenes Civiles adoptaron como logo el símbolo de la marca de calzado Converse para representar a la juventud «americanizada», rebelde y antiautoritaria. Utilizando la terminología neoliberal, jugaron con la palabra «civiles» para asociar superficialmente lo «civil» con la democracia y la sociedad civil, y al Estado con el autoritarismo. Consecuentemente con tales planteamientos, organizaron algunas movilizaciones importantes contra el ejército turco y el llamado putschismo turco. La finalidad era desviar la atención de los jóvenes de la amenaza del imperialismo estadounidense y del conflicto trabajo-capital y dirigirla hacia una oposición artificial a las «élites del Estado» de carácter burocrático. Para hacer frente a tal amenaza, prestaban un apoyo activo al Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), el partido gobernante en Turquía, globalmente infame por la violenta represión de las protestas sociales, el encarcelamiento de intelectuales y el apoyo a los yihadistas internacionales, asesinos en masa. Los Jóvenes Civiles apoyaron explícitamente al AKP en el referéndum para cambiar la constitución, en las elecciones presidenciales, en la Olimpiadas de Estambul y en los casos judiciales contra intelectuales disidentes. A cambio, y a expensas de contradecir su supuesta defensa de «proyectos civiles», recibieron grandes sumas de fondos gubernamentales para sus actividades, entre las que figuran campañas internacionales de prensa y un proyecto de «ciudadanía activa». Los Jóvenes Civiles hicieron público su apoyo explícito a la intervención extranjera en Siria.

Por último, todo ello ayuda a explicar los vínculos orgánicos de los Jóvenes Civiles con la Alianza de Movimientos Jóvenes, un actor clave del complejo corporativo-no-lucrativo respaldado por el Departamento de Estado estadounidense y USAID. Liderada por personas como Jared Cohen, antiguo consejero de Condoleezza Rice y de Hillary Clinton, cuando esta última fue secretaria de Estado, la Alianza ha tenido un papel clave en la movilización de «revoluciones de colores» en países como Venezuela, Ucrania, Serbia, Egipto y Georgia. Pretende empoderar a «valientes defensores de los derechos humanos» en «sociedades cerradas» a través de su amplia red y sus poderosos recursos. Los Jóvenes Civiles, miembros de la Alianza, han creado fuertes vínculos con Hillary Clinton, quien participó en una de sus protestas «civiles» por la libertad en internet.

Los casos de la India y de Bangladesh demuestran que la colonización de la sociedad civil no se limita a las zonas urbanas. En la India, algunas ONG cruciales que fingían simpatizar con los movimientos contra los desplazamientos humanos, como Lok Adhikar Manch (LAM), han sido fácilmente cooptadas por el Estado y los actores corporativos por miedo a quedar descertificadas o a entrar en la lista negra de «ONG antiindustriales». La cooptación de ONG ha dado lugar a la formación de un foro prodesplazamiento y a favor de la industria minera. Los activistas de LAM también se quejan de que las grandes ONG realizan espionaje corporativo. Según los activistas, es habitual que las empresas contraten a ONG para que hagan encuestas e interactúen con la población local a fin de descubrir las fortalezas y las debilidades de las comunidades con la finalidad de cooptarlas. Se utilizan talleres y otras actividades educativas para crear estados de opinión favorables a la industrialización capitalista y a los habitantes locales se los atrae con incentivos materiales como revisiones médicas gratuitas, ropa, bicicletas y microcréditos.[51]

En la década de 1980, la sociedad civil bangladesí exigía una reforma agraria. Se produjo un cambio radical en el debate público cuando se transfirieron millones de dólares para el desarrollo a programas de microcrédito dirigidos por ONG que propagaron la idea de que la pobreza rural no emana de una distribución desigual de la riqueza, sino del acceso inadecuado al mercado del crédito. «Hoy en día, la casi totalidad de las 2.000 ONG de Bangladesh están “involucradas en las microfinanzas de una forma u otra”». Como tales, las ONG se han convertido en uno de los mercados laborales más populares del país.

De forma parecida al caso de Bangladesh, el ejemplo palestino ilustra poderosamente el papel del complejo corporativo-no-lucrativo en la cooptación y la debilitación de los movimientos sociales radicales que representan una amenaza para el imperialismo capitalista monopolista. Barry-Shaw y Jay señalan que la Primera Intifada, que estalló en 1987 como una sublevación popular no violenta contra la ocupación israelí, estuvo liderada por una red de comités populares y organizaciones de izquierda.[52] En el periodo que siguió a la Primera Intifada asistimos a una eclosión de ONG de gran alcance, que trajo como resultado la redirección de la ayuda occidental al desarrollo hacia la cooptación de los movimientos radicales antiisraelíes.

La financiación occidental de la «sociedad civil» creció exponencialmente después de 1993, y el número de ONG palestinas se multiplicó espectacularmente, desde las 444 de 1992 hasta las más de 1.400 de 2005. Las ONG palestinas que se beneficiaron de la avalancha de fondos occidentales se convirtieron en algunas de las organizaciones «de mayores dimensiones y, por lo tanto, más significativas» de los Territorios Ocupados. Para el año 2005, el sector de las ONG empleaba ya a más de 20.000 personas, y la prestación de servicios de las ONG cubría el 60% de todos los servicios sanitarios, el 80% de los servicios de rehabilitación y casi el 100% de la educación preescolar.[53]

En el año 2000, los grupos islamistas que estaban fuera del sector de las ONG dirigieron la Segunda Intifada. Los afiliados a las ONG no apoyaron al movimiento por miedo a perder la financiación occidental.[54]

Por último, el caso afgano es una clara ilustración de cómo el proceso de las ONG conduce a la erradicación del poder del Estado y a la formación de una clase «compradora» compatible con los intereses del imperialismo. Las ONG tuvieron un papel clave en la implementación de los programas de desarrollo del Gobierno de Karzai, sobre todo de su programa insignia en las áreas rurales llamado Programa de Solidaridad Nacional, creado en 2003 con fondos occidentales. Se lo concibió como una «iniciativa de participación popular». Afirman Barry-Shaw y Jay que el proceso de las ONG crea una clase dependiente de los imperialistas y apoyada por ellos:

Los afganos con formación universitaria (menos del 1% de la población posee algún tipo de formación universitaria) que trabajan para las ONG y otras agencias internacionales fueron uno de los pocos grupos sociales que apoyó decididamente a las fuerzas de ocupación. Mientras que los funcionarios del gobierno cobraban 60 dólares mensuales de media, los afganos que trabajaban para las ONG ganaban un promedio de 1.000 dólares al mes.[55]

Un hecho igualmente sorprendente es cómo el complejo corporativo-militar utiliza las ONG como una importante herramienta de contrainsurgencia e inteligencia. El manual de contrainsurgencia canadiense declara claramente el papel central de las ONG a la hora de ganarse el corazón y la mente en el campo de batalla y debilitar las tendencias insurgentes. Más sorprendente aún ha sido la revelación de que el 90% de la inteligencia de las fuerzas de la coalición en Afganistán procedía de organizaciones de ayuda sobre el terreno.

Conclusión

El imperialismo es una formación histórico-estructural cuya existencia resulta de la lógica misma del capitalismo más que del gobierno de una clique o una coalición militarista en particular entre las élites del Estado y los capitalistas monopolistas. La finalidad del funcionamiento del sistema imperialista es retener y mejorar el control de las materias primas y del trabajo en las áreas periféricas, generar oportunidades de inversión de manera perpetua y expandir el reino de la acumulación. Como tal, encuentra su expresión en la polarización de la economía mundial en centro y periferia. El imperialismo contemporáneo caracteriza por una creciente financiarización y neoliberalización de la economía mundial bajo el liderazgo de los Estados Unidos.

Los estudiosos del capital monopolista sostienen que el sistema imperialista se articula sobre tres pilares complementarios clave que sirven para satisfacer el impulso a la mejora del control de las materias primas, los procesos de trabajo y las oportunidades de inversión: el complejo corporativo-militar, el complejo corporativo-mediático y (en el caso de mi presente análisis) el complejo corporativo-no-lucrativo que cada vez sustituye más a las políticas keynesianas de empleo/bienestar apoyadas en el Estado. El complejo corporativo-militar de los Estados Unidos, como potencia hegemónica imperial, halla su esencia en los sectores militar y corporativo de la economía y el Estado estadounidenses. Una excelente ilustración de ello es el hecho de que el gasto militar de los Estados Unidos sea considerablemente mayor que el de otros países (y exceda el de todos los demás miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidos juntos). Pese a que el complejo corporativo militar ha perdido gran parte de su efecto de estímulo al empleo y ha necesitado nuevas justificaciones después de la desaparición de la Unión Soviética, continúa siendo indispensable para la estabilidad del sistema, dada la continuidad del papel hegemónico de los Estados Unidos. Sin embargo, todo ello apunta al mismo tiempo a que se produzcan una prolongada inestabilidad imperial y un nivel de peligro sin precedentes para el mundo en su totalidad según el poder relativo de los Estados Unidos vaya inevitablemente disminuyendo y se recurra a medios cada vez más desesperados para mantenerlo. El imperialismo estadounidense tiende a generar militarización en un grado sin precedentes. Por lo que respecta al complejo corporativo-mediático, parece hallarse entre los principales beneficiarios de la globalización neoliberal liderada por los Estados Unidos, ya que sus ganancias continúan creciendo con el apoyo estadounidense, sobre todo con la negociación de acuerdos comerciales y sobre propiedad intelectual. La tendencia general es hacia una mayor centralización y a la monopolización del sector de las empresas de medios de comunicación por menos de una docena de corporaciones mediáticas, además de hacia la fusión de los servicios de entretenimiento y noticias para multiplicar las ganancias de esos gigantes empresariales. Su agenda imperial despolitiza a las masas, presta apoyo ideológico a la maquinaria bélica estadounidense e impone el imperialismo cultural.

Es aquí donde entra el complejo corporativo-no-lucrativo y se integra con el complejo corporativo-militar y el corporativo-mediático. La retirada del Estado del fomento del empleo/bienestar con el neoliberalismo ha ido acompañada de un enorme crecimiento del complejo corporativo-no-lucrativo, que ha asumido un papel cada vez más globalizado en forma de ONG. El sector sin ánimo de lucro ha crecido ya hasta el punto de constituir un componente integral y una fuerza impulsora del imperialismo actual y conformar una sociedad civil pseudoglobal. Por eso, aunque a menudo se lo pase por alto, el complejo corporativo-no-lucrativo se ha convertido en el tercer pilar de la estructura triangular del imperialismo contemporáneo.

 

Fuente: https://www.monthlyreview.org.es/

 



[1] Michael Kalecki, The Last Phase in the Transformation of Capitalism, Monthly Review Press, Nueva York, 1972.

[2] John Bellamy Foster, Naked Imperialism: America’s Pursuit of Global Dominance, Monthly Review  Press, Nueva York, 2006; John Bellamy Foster, Hannah Holleman y Robert W. McChesney, «The U.S. Imperial Triangle and Military Spending», Monthly Review, vol. 60, nº 5, 2008, pp. 1-19.

 

[3] Foster, Naked Imperialism, p. 109.

[4] Foster, Naked Imperialism, p. 145.

[5] John Bellamy Foster y Fred Magdoff, The Great Financial Crisis: Causes and Consequences, Monthly Review Press, Nueva York, 2009

[6] Foster y Magdoff, The Great Financial Crisis, pp. 36 y 67

[7] Foster y Magdoff, The Great Financial Crisis, p. 13.

[8] Foster, Holleman y McChesney, «The U.S. Imperial Triangle and Military Spending».

[9] Foster, Holleman y McChesney, «The U.S. Imperial Triangle and Military Spending».

[10] B. Pyadyshev, The Military-Industrial Complex of the USA, Progress Publishers, Moscú, 1977, p. 14.

[11] Foster, Holleman y McChesney, «The U.S. Imperial Triangle and Military Spending»; Foster, Naked Imperialism

[12] Pyadyshev, The Military-Industrial Complex of the USA, p. 14.

[13] István Mészáros, Socialism or Barbarism: From the «American Century» to the Crossroads, Monthly Review Press, Nueva York, 2001, pp. 37 y 39

[14] Foster, Holleman y McChesney, «The U.S. Imperial Triangle and Military Spending»; Foster, Naked Imperialism, pp. 25 y 29

[15] Peter Philips, «Media Ownership and Control», en Lenora Foerstel (ed.), Medya ve Savaş Yalanları: Gerçekler Nasıl Karartılıyor [Guerra, mentiras y cintas de vídeo: cómo el monopolio de los medios de comunicación ahoga la verdad], Yordam, Estambul, pp. 58-60

[16] Lenora Foerstel, «Introduction», en Foerstel (ed.), Medya ve Savaş Yalanları, p. 10; Rober W. McChesney, Blowing the Roof off the Twenty-First Century, Monthly Review Press, Nueva York, 2014

[17] Mészáros, Socialism or Barbarism, pp. 23, 28.

[18] Organisation for Economic Co-operation and Development (OECD), OECD Statistics, visitado el 25 de febrero de 2015, http://stats.oecd.org

[19] United States Agency for International Development (USAID), USAID Database, visitado el 25 de febrero de 2015, https://eads.usaid.gov.

[20] Tamara Vukov, «Seven Theses on Neobalkanism and NGOization», en Aziz Choudry y Dip Kapoor (eds.), NGOization: Complicity, Contradictions and Prospects, Zed Books, Londres, 2013

[21] Mark MacKinnon, The New Cold War: Revolutions, Rigged Elections and Pipeline Politics in the Former Soviet Union, Random House Canada, Toronto, 2007, pp. 24-27, 42-45.

[22] Den Beeton, «USAID Subversion in Latin America Not Limited to Cuba», 4 de abril de 2014, http://globalresearch.ca; Jeremy Bigwood, «Why USAID’s Cuban Twitter Program Was Secret», https://nacla.org; Ryan Mallett-Outtrim, «Venezuela: WikiLeaks Shows Us Use “NGOs” to Cover Intervention», 15 de abril de 2013, http://greenleft.org.au.

[23] Dylan Rodríguez, «The Political Logic of the Non-Profit Industrial Complex», en INCITE! (ed.), The Revolution Will Not Be Funded: Beyond the Non-Profit Industrial Sector, South End Press, Cambridge (Massachusetts), 2007, pp. 21-22.

[24] Paul Kivel, «Social Service or Social Change?», en INCITE! (ed.), The Revolution Will Not Be Funded; Rodríguez, «The Political Logic».

[25] Rodríguez, «The Political Logic».

[26] Rodríguez, «The Political Logic», p. 31.

[27] Rodríguez, «The Political Logic», pp. 27-28.

[28] Rodríguez, «The Political Logic», p. 27.

[29] Kivel, «Social Service or Social Change?», p. 138

[30] Christine E. Ahn, «Democratizing American Philantropy», en INCITE! (ed.), The Revolution Will Not Be Funded, p. 66.

[31] Ahn, «Democratizing American Philantropy», p. 68

[32] Ahn, «Democratizing American Philantropy», pp. 69-70.

[33] Ahn, «Democratizing American Philantropy», pp. 70-72.

[34] Véase John Bellamy Foster, «Education and the Structural Crisis of Capital», Monthly Review, vol. 63, nº 3, julio-agosto de 2011, pp. 6-37.

[35] Andrea Smith, «The NGOization of the Palestine Liberation Movement: Interviews with Hatem Bazian, Noura Erekat, Atef Said, and Zeina Zaatari», en INCITE! (ed.), The Revolution Will Not Be Funded.

[36] Andrea Smith, «The NGOization of the Palestine Liberation Movement», p. 177.

[37] Ruth Wilson Gilmore, «In the Shadow of the Shadow State», en INCITE! (ed.), The Revolution Will Not Be Funded, pp. 45-47.

[38] Kivel, «Social Service or Social Change?», pp. 129-130.

[39] Kivel, «Social Service or Social Change?», pp. 139-140

[40] Aziz Choudry y Dig Kapoor, «Introduction», en Choudry y Kapoor (eds.), NGOization

[41] Tiffany Lethabo King y Ewuare Osayande, «The Filth on Philantropy: Progressive Philan-tropy’s Agenda to Misdirect Social Justice Movements», en INCITE! (ed.), The Revolution Will Not Be Funded, p. 83

[42] Nik Barry-Shaw y Dru Oja Jay, Paved with Good Intentions: Canada’s Development NGOs on the Road from Idealism to Imperialismo, Fernwood Publishing, Nova Scotia, 2012, pp. 7-8, 16-19, 23, 34, 35, 40, 68-69

[43] Barry-Shaw y Jay, Paved with Good Intentions, p. 16

[44] Barry-Shaw y Jay, Paved with Good Intentions, pp. 16-17

[45] Barry-Shaw y Jay, Paved with Good Intentions, pp. 76-78, 81, 85

[46] Barry-Shaw y Jay, Paved with Good Intentions, pp. 35, 37-38.

[47] Barry-Shaw y Jay, Paved with Good Intentions, pp. 43-46

[48] Barry-Shaw y Jay, Paved with Good Intentions, pp. 24-26.

[49] Sonny Africa, «Philippine NGOs: Defusing Dissent, Spurring Change», en Choudry y Ka-poor (eds.), NGOization

[50] Africa, «Philippine NGOs».

[51] Dip Kapoor, «Social Action and Ngoization in Contexts of Development Dispossession in Rural India: Explorations into the Un-Civility of Civil Society», en Choudry y Kapoor (eds.) NGOization

[52] Barry-Shaw y Jay, Paved with Good Intentions, pp. 90, 105-109

[53] Barry-Shaw y Jay, Paved with Good Intentions, p. 92.

[54] Barry-Shaw y Jay, Paved with Good Intentions, pp. 95-96

[55] Barry-Shaw y Jay, Paved with Good Intentions, pp. 215, 223

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